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LA MED oftalmopatia 31 8/9/04 09:43 Página 1 LA MEDICINA HOY Oftalmopatía distiroidea A. Burés, J.R. Fontenla, M.A. Juárez, A. Aranda, T. Sik Yoon Kim y D. Pita Hospital Clínic. Barcelona. España. A de s, s, ola unque a finales del siglo XVIII era ya conocido el cuadro clínico del hipertiroidismo, no fue hasta entonces que se empezó a hacer referencia a la exoftalmía relacionada con la tirotoxicosis cuando, en el año 1835, Graves publica 3 casos de mujeres con exoftalmos y dificultades para cerrar los párpados y, en el año 1940, Basedow insiste en la asociación entre la exoftalmía y las alteraciones tiroideas1. Por ello, la enfermedad de Graves-Basedow, la causa más frecuente de hipertiroidismo y de exoftalmía, recibe su nombre de estos dos médicos, pioneros en el estudio de las alteraciones tiroideas y las oculares relacionadas con los estados de distiroidismo. La oftalmopatía distiroidea o tiroidea se relaciona, como su nombre indica, con las alteraciones en el sistema hormonal tiroideo, especialmente con estados de tirotoxicosis, es decir, un aumento de hormonas tiroideas en la circulación sanguínea. La causa más frecuente de tirotoxicosis es la enfermedad de Graves, pero puede deberse a otras alteraciones menos frecuentes, como el bocio nodular tóxico, la tiroiditis subaguda, que puede causar tirotoxicosis de forma transitoria, y la ingestión excesiva de hormonas tiroideas (hipertiroidismo facticio). La enfermedad de Graves, también denominada bocio exoftálmico, es un trastorno autoinmune órgano-específico que da lugar a una producción excesiva de hormonas tiroideas, y debe diferenciarse de la oftalmoplejía exoftálmica. Es la causa más común de tirotoxicosis. Suele afectar con más frecuencia a mujeres (con una relación 9:1) de edades comprendidas entre 30 y 50 años2. Tiene un origen autoinmune, es de inicio agudo o subagudo, y clínicamente se caracteriza por la presencia de bocio, oftalmopatía, acropatía tiroidea y mixedema pretibial. Generalmente, suelen producirse conjuntamente 2 o más de estas manifestaciones (el bocio hiperfuncionante es el denominador común de todas ellas) y el hallazgo aislado de una de las manifestaciones es excepcional. Aproximadamente, el 40% de los pacientes con enfermedad de Graves sufren o desarrollarán en algún momento de su enfermedad una oftalmopatía distiroidea, y aunque no la manifiesten clínicamente, casi la totalidad de los pacientes con enfermedad de Graves presentan alteraciones subclínicas en la ecografía o en la tomografía computarizada (TC) de la órbita3. La oftalmopatía distiroidea se da mayoritariamente en pacientes hipertiroideos, aunque en aproximadamente un 20% de los casos ésta puede producirse en ausencia de evidencia clínica o bioquímica de disfunción tiroidea, por lo que se denomina enfermedad de Graves oftálmica o eutiroidea4. Estos casos suelen presentar una oftalmopatía menos grave y, aunque no hay evidencias clínicas de hipertiroidismo, la mayoría sí presentan datos de laboratorio sugestivos de hipertiroidismo subclínico5. La relación cronológica entre la oftalmopatía y el hipertiroidismo es variable: puede ser sincrónica o asincrónica (previo o posterior al hipertiroidismo). Se ha demostrado que el riesgo de enfermedad tiroidea es mayor en los fumadores, así como el riesgo de padecer oftalmopatía tiroidea6. 72 JANO 17-23 SEPTIEMBRE 2004. VOL. LXVII N.º 1.532 La enfermedad de Graves cursa con todos los signos característicos de la tirotoxicosis, además del exoftalmos (taquicardia, temblor muscular, aumento del metabolismo basal, sudación, alteraciones en el pelo, la piel y las uñas), y los síntomas como el nerviosismo, la intolerancia al calor y las palpitaciones. ETIOLOGÍA Y CLÍNICA DE LA OFTALMOPATÍA TIROIDEA En esta revisión nos centraremos en los efectos de la enfermedad de Graves sobre los ojos, es decir, la oftalmopatía distiroidea, aunque cabe recordar que ésta también puede observarse en otras situaciones de tirotoxicosis o alteraciones tiroideas, como la tiroiditis de Hashimoto, el carcinoma de tiroides, el adenoma tóxico e incluso la irradiación cervical7. Las manifestaciones de la oftalmopatía distiroidea se pueden clasificar de varias maneras según su fisiopatogenia, pero aquí básicamente las dividiremos en retracción palpebral y oftalmopatía infiltrante. Además de estos síntomas, que a continuación se detallarán, es importante distinguir la etapa de la enfermedad oftálmica: 1. Estadio de inflamación activa. Los ojos están hiperémicos y son dolorosos. Suele durar entre 6 y 24 meses y sólo un pequeño porcentaje de los pacientes (aproximadamente un 10%) manifiestan problemas oculares a más largo plazo8. 2. Estadio quiescente. Los ojos ya no muestran signos de inflamación activa aunque sí puede haber algún defecto indoloro de la motilidad ocular. Cabe recordar que la oftalmopatía tiroidea puede variar mucho según su presentación clínica: desde unas leves molestias oculares hasta la ceguera causada por una úlcera corneal por exposición o debido a una neuropatía óptica por compresión. Retracción palpebral Suele darse en aproximadamente el 50% de los pacientes con enfermedad de Graves, con retracción tanto del párpado superior, más frecuente, como del inferior. Puede provocar problemas estéticos y alteraciones funcionales, como la queratitis por exposición. La fisiopatología de la retracción palpebral no está del todo clara, aunque se considera que puede estar causada por varios mecanismos9 (fig. 1): – Hiperactividad del músculo de Müller secundaria a la hiperestimulación simpática. Ésta no presenta signos pupilares de forma concomitante. – Fibrosis de los retractores de los párpados. – Incremento del tono y la acción del complejo compuesto por el músculo recto superior y el músculo elevador del párpado superior. (846) LA MED oftalmopatia 31 8/9/04 LA MEDICINA HOY 09:43 Página 2 Oftalmopatía distiroidea A. Burés, J.R. Fontenla, M.A. Juárez, A. Aranda, T. Sik Yoon Kim y D. Pita o varios autoanticuerpos comunes actúen a la vez sobre la glándula tiroides y los componentes de la órbita, como los fibroblastos y las células adiposas11. Estos autoanticuerpos estimularían a las células del sistema inmunitario, dando lugar a una reacción inflamatoria en la órbita. Este proceso inflamatorio está mediado por células y citocinas proinflamatorias que originan una hipersecreción de fibroblastos, que a su vez producen grandes cantidades de sustancias, como glucoproteínas, colágeno y mucopolisacáridos (ácido hialurónico) con alta capacidad para retener agua, lo que provoca una inflamación y un edema con los consiguientes efectos: Figura 1 Paciente con notable retracción palpebral y alteraciones conjuntivales: quemosis e hiperemia. En estos casos cobran especial relevancia también las alteraciones corneales derivadas de la exposición y el desecamiento corneales. TABLA I Signos clínicos secundarios a la retracción palpebral Signo Dalrymple Von Graefe Kocher Stellwag Möbius Gifford Significado Retracción de párpado superior Aumento de la fisura interpalpebral Retraso del párpado superior al bajar la mirada Mirada fija y “asustada” Parpadeo disminuido Poder de convergencia disminuido Dificultad a la eversión del párpado superior – Aumento de tamaño de los músculos extrínsecos del globo ocular. La acumulación de mucopolisacáridos provoca, además del incremento de tamaño, un edema por retención hídrica (fase congestiva). Seguidamente, se produce una infiltración por células redondas del tejido intersticial y, finalmente, si la inflamación se mantiene, causa una fibrosis de las fibras musculares que puede conllevar una miopatía restrictiva. – Proliferación de la grasa y el tejido conjuntivo de la órbita, acompañados por retención hídrica secundaria a la presencia de depósitos de mucopolisacáridos e infiltración por linfocitos y plasmocitos. Este aumento de volumen de los componentes orbitarios es lo que dará lugar a los síntomas derivados de la oftalmopatía infiltrante, que a continuación se describen: Afección de partes blandas – Fibrosis del músculo recto inferior. En condiciones normales el margen del párpado superior se encuentra normalmente 2 mm por debajo del limbo esclerocorneal. Se sospecha una retracción palpebral cuando el borde del párpado superior se encuentra a la misma altura o por encima del limbo, donde deja parte de la esclerótica visible. Cuando hay una retracción palpebral unilateral mínima se puede llegar al diagnóstico erróneo de ptosis palpebral del lado contrario. Como consecuencia de la retracción palpebral, se ha descrito una serie de signos10 que a continuación citamos (tabla I): – Signo de Dalrymple. En posición de reposo, el párpado superior está retraído, dejando visible la zona de esclera superior al limbo corneal. También se observa una separación aumentada entre los bordes palpebrales (por hiperactividad del músculo de Müller), que da lugar a una progresiva queratitis por exposición. – Signo de Von Graefe. Es el descenso desfasado o retrasado del párpado superior al bajar la mirada. También es debido a una hiperactividad del músculo de Müller. – Signo de Kocher. Es un “signo subjetivo” que hace referencia al aspecto de mirada fija y asustada del sujeto. – Signo de Stellwag. Disminución en la frecuencia del parpadeo; los párpados no se juntan completamente al cerrar los ojos. – Signo de Möbius. Consiste en un poder de convergencia disminuido. – Signo de Gifford. Dificultad a la eversión del párpado superior debido al edema palpebral. Oftalmopatía infiltrante Aunque parece claro que la etiología de la oftalmopatía tiroidea es un proceso inflamatorio autoinmune, se desconocen todavía los mecanismos fisiopatológicos exactos por los que se produce la enfermedad. Sí hay bastante acuerdo sobre la posibilidad de que uno (847) Los síntomas incluyen desde una leve sensación de cuerpo extraño hasta fotofobia y lagrimeo. Los signos son los siguientes: – Edema periorbitario y palpebral12. – Hiperemia o enrojecimiento conjuntival. Se considera un signo de actividad de la enfermedad. – Quemosis o edema de la conjuntiva. Puede abarcar desde una mínima afección hasta casos más graves, en los que la conjuntiva se prolapsa por encima del párpado inferior. – Queratoconjuntivitis límbica superior. Suele ser bilateral. Se caracteriza por una hiperemia conjuntival localizada en la conjuntiva bulbar superior, y es muy característica de las alteraciones tiroideas. – Queratoconjuntivitis seca. No se produce como consecuencia de una exposición por retracción palpebral y/o proptosis, sino por infiltración de las glándulas lagrimales. Proptosis o exoftalmos La oftalmopatía tiroidea es la causa más frecuente de proptosis unilateral y bilateral en los adultos. En la enfermedad de Graves la proptosis es más frecuentemente bilateral, aunque puede ser asimétrica. La proptosis se debe al aumento de volumen de los componentes intraorbitarios que, por efecto masa, producen una protrusión del globo ocular. Suele producirse en el eje axial del globo ocular. Puede ser desde leve hasta originar casos graves, en los que aparece una verdadera luxación del globo ocular fuera de la cavidad orbitaria. La proptosis evita el cierre correcto de los párpados (agravado si también hay una retracción palpebral); se puede originar una queratopatía por exposición y, en casos graves, una ulceración corneal e incluso la perforación del globo ocular, con el consiguiente riesgo de infección intraocular y de pérdida definitiva de la visión o del propio ojo. JANO 17-23 SEPTIEMBRE 2004. VOL. LXVII N.º 1.532 73 LA MED oftalmopatia 31 8/9/04 LA MEDICINA HOY 09:43 Página 3 Oftalmopatía distiroidea A. Burés, J.R. Fontenla, M.A. Juárez, A. Aranda, T. Sik Yoon Kim y D. Pita Neuropatía óptica La neuropatía óptica es una complicación grave que suele afectar a menos de un 5% de los pacientes y conducir a la pérdida irreversible de visión en uno o ambos ojos. Aunque la frecuencia de esta complicación no sea excesivamente alta, es la primera causa de ceguera secundaria a la oftalmopatía tiroidea13. Los pacientes afectados de neuropatía óptica suelen ser de edades más avanzadas (entre 50 y 70 años), de sexo masculino y con un inicio de la enfermedad más tardío. La neuropatía óptica suele ser unilateral, pero puede llegar a ser bilateral en una tercera parte de los casos14. Esta complicación se produce por la compresión directa del nervio óptico o de los vasos que lo irrigan en el vértice orbitario, debido a los músculos extraoculares inflamados y engrosados. La neuropatía óptica no guarda una estrecha relación con el grado de proptosis, y puede producirse en pacientes con una afección poco significativa, por lo que se tiene que controlar estrictamente cualquier alteración visual en estos pacientes. Hay estudios recientes que sugieren el uso de los potenciales evocados visuales para poder detectar casos de afección subclínica del nervio óptico. Esto sería especialmente útil en casos de oftalmopatía en fase activa, en la cual es importante valorar la gravedad de la enfermedad orbitaria para determinar con la máxima exactitud el tratamiento más adecuado15,16. Los pacientes suelen referir una afección lenta pero progresiva de la visión central asociada con una percepción defectuosa del color rojo-verde. Objetivamente, se puede detectar alteraciones del campo visual consistentes en un escotoma central o paracentral. A menudo el aspecto del nervio óptico suele ser normal, aunque en algunos casos puede haber un cierto grado de edema. La atrofia óptica suele aparecer sólo en casos muy avanzados. Miopatía restrictiva Hasta el 30-50% de los pacientes con oftalmopatía tiroidea presentan algún grado de oftalmoplejía. La diplopía producida puede ser transitoria, pero en el 50% de los pacientes es permanente. La motilidad está limitada por el edema y la infiltración orbitaria durante la fase activa de la enfermedad y por la fibrosis residual en la fase restrictiva o cicatrizal. La presión intraocular puede aumentar en la mirada hacia arriba (test de Braley) como consecuencia de la fibrosis del músculo recto inferior, dado el compromiso que esto produce sobre el movimiento vertical del ojo (hay una disparidad en la medida de la presión intraocular cuando ésta se mide en posición neutra de la mirada y cuando el paciente mira hacia arriba)17. Los posibles defectos de la motilidad ocular pueden ser varios, pero los más frecuentes consisten en un defecto en la elevación de la mirada por una restricción fibrosa del músculo recto inferior, que también dará lugar a diplopía al mirar hacia arriba (no se debe confundir la contracción fibrótica del músculo recto inferior con una parálisis del músculo recto superior) y un defecto en la abducción causado por la fibrosis del músculo recto medial (tampoco hay que confundirlo con una parálisis del VI par craneal). DIAGNÓSTICO El diagnóstico de la oftalmopatía tiroidea se basa en varios parámetros y métodos de exploración18, entre los cuales, si se realizan bien, destacan la correcta anamnesis y la exploración física: Anamnesis correcta Es importante valorar bien los signos y síntomas del síndrome hipertiroideo y, por otra parte, valorar las posibles alteraciones deri74 JANO 17-23 SEPTIEMBRE 2004. VOL. LXVII N.º 1.532 vadas de la oftalmopatía tiroidea (molestias oculares por queratitis, pérdidas o alteraciones visuales, etc.). Exploración física Además de los hallazgos característicos de la enfermedad de Graves (sudación, taquicardia, bocio, etc.), también hay que valorar la presencia de oftalmopatía (retracción palpebral, exoftalmos, etc.). Pruebas de laboratorio Básicamente, se determinan las concentraciones de hormonas tiroideas y anticuerpos antitiroideos. Técnicas de imagen Las más importantes son las siguientes: – Ecografía. Es de utilidad en la detección precoz de la patología oftálmica tiroidea en los pacientes con datos clínicos y de laboratorio poco concluyentes. Sus principales ventajas son que se trata de una prueba de fácil acceso y de bajo coste, y detecta, junto con una exploración clínica adecuada, la mayoría de los casos de oftalmopatía tiroidea sin necesidad de recurrir a pruebas más sofisticadas o de mayor coste económico19. La mayoría de los pacientes con enfermedad de Graves, incluso sin evidencia de oftalmopatía tiroidea, muestran signos ecográficos de afección de los músculos extraoculares. – Tomografía computarizada (TC). En la mayoría de los pacientes la ecografía es suficiente para valorar la afección orbitaria, pero se considera que la TC es de elección en casos de sospecha de neuropatía óptica, previa a la cirugía de descompresión orbitaria, y en las alteraciones oculomotoras y proptosis atípicas20. El hallazgo más frecuente en la TC consiste en un aumento de volumen de los músculos extraoculares (el más comúnmente afectado es el recto inferior) y un aumento de la grasa orbitaria que puede dar lugar a proptosis. En fases más avanzadas puede producirse un cierto engrosamiento del nervio óptico. – Resonancia magnética (RM). Aunque es una prueba más cara que la TC, algunos autores opinan que la RM ofrece una mejor visualización de la anatomía orbitaria y, por tanto, una valoración óptima de la oftalmopatía tiroidea21. La RM puede ser de utilidad para valorar la “actividad” de la enfermedad orbitaria, y muy ventajosa para diagnosticar precozmente el inicio de la fase de inactividad, o fase fibrosa, de la enfermedad. Campimetría Se debería realizar ante la sospecha de neuropatía óptica y es de utilidad en el seguimiento después de iniciado el tratamiento. En los casos de neuropatía óptica compresiva se detecta más frecuentemente en el campo visual un escotoma central o paracentral. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Cuando hay claras evidencias de enfermedad tiroidea (ya sea una enfermedad de Graves u otra causa de tirotoxicosis), el diagnóstico diferencial de la oftalmopatía tiroidea no suele plantear muchas dificultades. Es especialmente importante en la fase aguda o activa de la enfermedad diferenciar la oftalmopatía tiroidea de otras afecciones inflamatorias que comprometen la órbita, como la miositis de los músculos extraorbitarios, la escleritis generalizada grave o la celulitis orbitaria. Otras causas de proptosis pueden ser la invasión tumoral de la órbita (linfoma, rabdomiosarcoma, metástasis tumoral, (848) LA MED oftalmopatia 31 8/9/04 LA MEDICINA HOY 09:43 Página 4 Oftalmopatía distiroidea A. Burés, J.R. Fontenla, M.A. Juárez, A. Aranda, T. Sik Yoon Kim y D. Pita TRATAMIENTO DE LA OFTALMOPATÍA TIROIDEA SEGÚN ESTADÍO CLÍNICO Orales -dosis bajas -dosis altas Corticoides Pulsos intravenosos Fase ACTIVA O CONGESTIVA Inmunosupresores – Para la fotofobia y el lagrimeo es útil el uso de gafas de sol. – Para la diplopía leve puede ser suficiente la corrección con lentes prismáticas. – Retracción palpebral leve debida a hiperactividad del músculo de Müller. Se puede emplear bloqueadores beta tópicos, como la guanetidina en colirio. – Edema palpebral y periorbitario. Se puede recomendar al paciente que duerma con la cabeza en posición más elevada e incluso administrar diuréticos, aunque varios expertos cuestionan la eficacia de estas medidas. Tratamiento específico Radioterapia orbitaria si no respuesta a tratamiento.médico si alto riesgo neuropatía óptica y/o queratopatía DE URGENCIA Fase ACTIVA O FIBROSA Cirugía rehabilitadora 1.º PROPTOSIS Descompresión orbitaria 2.º ESTRABISMO Cirugía del estrabismo 3.º RETRACCIÓN PALPEBRAL Cirugía palpebral Figura 2 Algoritmo terapéutico de la oftlamolopatía según el estadio clínico. etc.) y las alteraciones vasculares de ésta, como una fístula carótido-cavernosa de alto flujo o las infecciones. Debemos tener en cuenta que todos estos procesos suelen provocar una proptosis de tipo unilateral, mientras que la proptosis por enfermedad tiroidea es con mayor frecuencia bilateral. TRATAMIENTO DE LA OFTALMOPATÍA TIROIDEA La mayoría de los pacientes con enfermedad de Graves tienen una oftalmopatía con mínimos síntomas y signos que no requieren un tratamiento especializado porque tienden a mejorar espontáneamente (60-70%). El tratamiento de la oftalmopatía distiroidea es complejo y variado porque debemos considerar cada caso en particular atendiendo al estado clínico del paciente. Esto es importante, ya que el tratamiento variará en función del estado de actividad o inactividad de la oftalmopatía y del riesgo del paciente de presentar complicaciones graves que requieran un tratamiento urgente (fig. 2). A continuación, detallaremos las diversas opciones terapéuticas disponibles actualmente: Tratamiento inespecífico Es importante tranquilizar al paciente, ya que en la mayoría de los casos la afección suele ser leve y puede remitir de forma espontánea, por lo que resulta suficiente realizar simples controles periódicos (6-9 meses) para evitar complicaciones visuales. – Queratopatía y sensación de cuerpo extraño ocular. Para su tratamiento se puede emplear lubricantes tópicos (desde lágrimas artificiales hasta pomada), así como la oclusión ocular por las noches para evitar complicaciones corneales derivadas de un mal cierre palpebral. (851) El objetivo del tratamiento específico de la oftalmopatía tiroidea es proteger la córnea y reducir la inflamación de los tejidos orbitarios por las complicaciones que esto conlleva (riesgo de neuropatía óptica). Hay que tener en cuenta que todas estas alternativas terapéuticas se basan en el intento de reducir la inflamación de los componentes orbitarios, por lo que son tratamientos sólo indicados en la fase activa de la enfermedad sin ningún efecto en la fase inactiva o de fibrosis. Las diferentes opciones de tratamiento son las siguientes: Corticoides Todavía se considera el primer paso en el tratamiento de la oftalmopatía tiroidea en fase inflamatoria o activa, junto con el control del hipertiroidismo mediante antitiroideos. Es preferible no prolongar la corticoterapia más de 3 meses para evitar efectos adversos. En este apartado debemos recordar que la retracción palpebral y la miopatía no pueden considerarse parámetros para la valoración de la mejoría clínica, pues la corticoterapia apenas tendrá efecto sobre ellos. Cuando la inflamación es mínima (quemosis, hiperemia), se empieza con dosis bajas de esteroides en pautas de 40-60 mg de prednisona/día durante 10 días, y una reducción progresiva de los corticoides durante 4-6 semanas. Cuando los signos inflamatorios son más graves (alteración de la motilidad ocular, neuropatía y/o queratopatía), se administran corticoides a dosis más elevadas, de 120 mg de prednisona/día durante 9-10 días, y una reducción progresiva durante 30 días, o el mantenimiento durante 2 meses, en función de la respuesta al tratamiento. Hay otra alternativa de tratamiento con esteroides reservada para casos graves, que consiste en administrar pulsos de corticoides intravenosos a dosis de 1 g de metilprednisolona, durante 3 días seguidos o alternos, y después establecer o no una dosis de corticoides orales de mantenimiento22. Actualmente, todavía no hay un grado de acuerdo total respecto a qué tipo de terapia con esteroides es la más efectiva, aunque parece ser que las diferencias no son muy significativas23. Radioterapia Se suele indicar si no hay respuesta a los corticoides, aunque no se aconseja administrarla en las personas menores de 35 años de edad, por sus posibles efectos carcinogénicos24. Reduce el componente inflamatorio de la orbitopatía pero apenas influye sobre la exoftalmía (en caso de que el paciente no responda a los corticoides habrá que recurrir a la cirugía si se pretende reducir la proptosis). Se considera un tratamiento de utilidad en las formas graves de oftalmopatía tiroidea, aunque no está del todo clara su utilidad en los pacientes con oftalmopatía activa moderada como para justificar dicho tratamiento25. Suele ser bien tolerada, excepto en algunos casos en que se producen signos inflamatorios e hiperemia, que se controlan bien con corticoides. JANO 17-23 SEPTIEMBRE 2004. VOL. LXVII N.º 1.532 77 LA MED oftalmopatia 31 8/9/04 LA MEDICINA HOY 09:43 Página 5 Oftalmopatía distiroidea A. Burés, J.R. Fontenla, M.A. Juárez, A. Aranda, T. Sik Yoon Kim y D. Pita La asociación de radioterapia con corticoides se ha considerado clásicamente como una opción terapéutica más efectiva que cada una de manera separada, y se consideraba de elección para casos de oftalmopatía grave y aislada. Actualmente, hay todavía defensores de esta teoría, pero ciertos estudios ponen en duda este efecto sinérgico26, por lo que no queda claro cuál es el beneficio real de esta asociación y si es médicamente aceptable asumir el riesgo de aumentar los efectos adversos al asociar dos tratamientos relativamente agresivos para el paciente. Las complicaciones de la radioterapia son raras y menos frecuentes que las derivadas de la corticoterapia27. Básicamente, consisten en el riesgo de carcinogénesis a largo plazo, formación de cataratas y retinopatía por radiación, que es una complicación muy rara que se da con más frecuencia en los pacientes con retinopatía diabética e hipertensión (HTA) no controlada, por lo que se considera que ambas afecciones son una contraindicación para la radioterapia28. Nuevos tratamientos Inmunosupresores. Dado que la oftalmopatía tiroidea es una enfermedad autoinmune, se planteó el tratamiento con inmunosupresores. La experiencia más amplia se tiene con la ciclosporina, que tiene un efecto similar al de los corticoides para reducir la inflamación, aunque algo menor, con mejor tolerabilidad y menor tasa de efectos secundarios. El tratamiento es más efectivo al combinar ciclosporina con corticoides, pero eso eleva mucho la tasa de efectos adversos, como la HTA o el hirsutismo. Se están realizando estudios con otros inmunosupresores (azatioprina, ciclofosfamida, metotrexato), pero su posible beneficio sobre los corticoides y la ciclosporina no es del todo conocido. Plasmaféresis. Se basa en la propiedad que tiene de retirar de la circulación las inmunoglobulinas y los inmunocomplejos. Es una terapia poco utilizada, sólo como último recurso si todo lo demás falla. Inmunoglobulinas intravenosas. Se han obtenido resultados favorables pero es un tratamiento de alto coste y se desconocen los riesgos. Corticoides peribulbares o retrobulbares. Son corticoides de efecto prolongado inyectados directamente a la órbita. Los resultados obtenidos de momento con estos fármacos son poco concluyentes. Tratamiento quirúrgico Hay varias posibilidades de tratamiento quirúrgico; la mayoría de ellas son opciones terapéuticas reconstructivas con la finalidad de recuperar la anatomía y la funcionalidad normal de la zona orbitaria. Entre las técnicas quirúrgicas distinguimos la descompresión quirúrgica de la órbita, la cirugía del estrabismo y la cirugía reconstructiva de los párpados. Descompresión orbitaria29 La finalidad de la descompresión orbitaria es buscar la expansión y el agrandamiento de la cavidad orbitaria para albergar los tejidos específicos aumentados de volumen. Su principal indicación es la corrección de la proptosis en fases inactivas de la enfermedad, pero también para reducir el edema producido por congestión venosa y como medida de urgencia en la neuropatía óptica compresiva cuando falla el tratamiento médico. Antes esta cirugía sólo se empleaba para tratar casos de exoftalmos graves, pero actualmente se está ampliando su indicación debido a los buenos resultados que presenta con una tasa de efectos 78 JANO 17-23 SEPTIEMBRE 2004. VOL. LXVII N.º 1.532 secundarios más baja que con los tratamientos sistémicos. Generalmente, es una cirugía que se realiza en fase de inactividad de la oftalmopatía tiroidea, pero también se utiliza como tratamiento de urgencia en casos de enfermedad activa con queratopatía grave y/o neuropatía óptica que no responden al tratamiento médico. Hay varias técnicas de descompresión orbitaria con varias vías de abordaje quirúrgico. La vía de abordaje dependerá del cirujano y de la técnica que se disponga a realizar, aunque las más frecuentemente utilizadas son la vía lateral, la vía transfrontal (que implica la realización de una craneotomía y, por tanto, más complicaciones de tipo neuroquirúrgico) y la vía transantral (a través del seno maxilar). La técnica de descompresión orbitaria dependerá del grado de exoftalmos30, y básicamente son: – Descompresión de una pared. Consiste en eliminar la pared lateral (o medial, aunque es menos frecuente) de la órbita. Consigue un retroceso del globo ocular de sólo 2-4 mm, por lo que se utiliza más como complemento de la descompresión del suelo y/o pared interna que de forma aislada. – Descompresión de 2 paredes. También llamada descompresión antral-etmoidea, consiste en retirar parte del suelo orbitario y de la porción posterior de la pared medial. Esta técnica crea un desplazamiento posterior del globo de 3-6 mm y es la que se utiliza con más frecuencia, por su eficacia para tratar las complicaciones derivadas de la oftalmopatía tiroidea, especialmente la neuropatía óptica31, y por tener una baja tasa de complicaciones quirúrgicas. – Descompresión de 3 paredes. Combina la anterior con la eliminación de la pared lateral. Produce un retroceso de 6-10 mm. Sólo se utiliza si se prevé que la descompresión de 2 paredes no será suficiente porque, aunque conlleva una mejoría más rápida de la neuropatía óptica compresiva32, también se acompaña de más complicaciones; por ello, actualmente hay cierta controversia acerca de la necesidad de descomprimir 3 paredes, ya que parece igualmente eficaz la alternativa de descompresión de 2 paredes junto con la eliminación de parte de la grasa orbitaria en el mismo acto quirúrgico33. – Descompresión de 4 paredes. Combina la descompresión de 3 paredes con la eliminación de una porción del hueso esfenoides en el vértice de la órbita. Da lugar a desplazamientos oculares de 10-16 mm y, por tanto, se reserva para casos excepcionales de proptosis extrema. Hay que tener en cuenta que la descompresión orbitaria puede empeorar o precipitar una alteración oculomotora al inestabilizar la órbita (sobre todo las descompresiones de 3 y 4 paredes), por lo que es recomendable posponer la cirugía del estrabismo para después de la descompresión orbitaria. Las posibles complicaciones de esta cirugía son la aparición o el empeoramiento de una alteración oculomotora (estrabismo), la anestesia del nervio infraorbitario, la fístula del líquido cefalorraquídeo (LCR), la obstrucción del conducto nasolacrimal y la ceguera35. Actualmente, hay métodos endoscópicos menos invasivos para realizar la cirugía orbitaria, que conllevan menos complicaciones postoperatorias que los métodos tradicionales36. Cirugía del estrabismo El estrabismo es la secuela más común que presentan los pacientes afectados de oftalmopatía tiroidea. Hay varios grados de diplopía debida al estrabismo y no todos requieren cirugía. Los grados más leves pueden corregirse con una postura compensatoria de la cabeza, con la utilización de lentes prismáticas o la oclusión tem(852) LA MED oftalmopatia 31 8/9/04 LA MEDICINA HOY 09:43 Página 6 Oftalmopatía distiroidea A. Burés, J.R. Fontenla, M.A. Juárez, A. Aranda, T. Sik Yoon Kim y D. Pita poral de un ojo, mientras que los más graves, que ya no responden a medidas conservadoras, serían los candidatos a cirugía. Debido a la fibrosis residual que presentan estos pacientes en uno o más músculos extraoculares, es prácticamente imposible obtener con la corrección quirúrgica una visión binocular en todas las posiciones de la mirada, por lo que se debe plantear la corrección en las de mayor repercusión funcional en la vida del paciente, como son la posición primaria de la mirada y la posición de lectura. Esta cirugía se realiza en fase de inactividad de la oftalmopatía tiroidea, por lo que sólo se realiza si la enfermedad y el grado de estrabismo se mantienen estables durante un período superior a 6 meses. Actualmente, hay autores que defienden la posibilidad de realizar la cirugía del estrabismo de forma precoz basándose en los resultados de la RM, que ha demostrado una alta capacidad predictiva para valorar si el paciente se encuentra ya en fase fibrosa. De ser así, la cirugía podría indicarse en ese momento y no esperar hasta los 6 meses, con lo cual se aceleraría la resolución de la diplopía del paciente y aumentaría considerablemente su calidad de vida37. La técnica quirúrgica se adapta a cada músculo y al tipo de restricción que presente el individuo. Cirugía palpebral En la mayoría de los individuos, la retracción palpebral no requiere tratamiento y mejora de forma espontánea. El tratamiento del hipertiroidismo también puede mejorar este signo. La cirugía para reducir la hendidura palpebral se plantea en los pacientes con una retracción palpebral significativa pero estable y sus principales indicaciones son la queratopatía por exposición y las alteraciones cosméticas. Se suele realizar después de la descompresión orbitaria y de la cirugía del estrabismo, ya que estas dos cirugías pueden alterar la posición de los párpados38. Las distintos tipos de cirugía palpebral que se pueden realizar son los siguientes: – Tarsorrafia lateral. Se sutura el tercio externo de los párpados inferior y superior para disminuir la hendidura palpebral. Se utiliza sólo en casos leves. – Müllerotomía. Consiste en el debilitamiento del músculo de Müller para producir un descenso del párpado superior. – Desinserción de los retractores palpebrales inferiores. Se emplea para el tratamiento de la retracción palpebral inferior. – Injertos cutáneos en el párpado superior. Producen un alargamiento del párpado superior, con lo que éste desciende y disminuye la retracción palpebral. – Blefaroplastia. En pacientes sometidos a descompresión óptica con eliminación de grasa orbitaria puede ser necesaria esta intervención, para eliminar la piel redundante de los párpados al haberse producido un retroceso del globo ocular, lo cual ya disminuye la retracción palpebral. Últimamente se está utilizando como tratamiento para retracciones palpebrales superiores leves-moderadas la inyección subconjuntival de toxina botulínica. Este método produce un buen efecto sobre la retracción del párpado superior en la mayoría de los pacientes, con una duración media de 1-3 semanas. Conlleva las ventajas de ser un tratamiento fácil de administrar, poco invasivo, bien tolerado por los pacientes y con pocos efectos adversos39,40. La conclusión a la que llegamos después de revisar los diversos aspectos de la oftalmopatía tiroidea es que resulta de vital importancia diagnosticar a tiempo esta entidad para evitar complicaciones, las más graves de las cuales pueden llevar a la ceguera irreversible o a la pérdida de un ojo. Pero además de poder prevenir y (853) tratar las manifestaciones más graves relacionadas con la oftalmopatía tiroidea, no hay que olvidar que esta enfermedad produce un gran impacto en la vida del individuo que la padece, no sólo por las molestias físicas derivadas de ella, sino también por las alteraciones cosméticas a las que da lugar. La oftalmopatía tiroidea afecta notablemente a la autoestima de estos pacientes; de hecho, muchos pacientes valoran de forma más negativa la alteración estética producida que otros trastornos funcionales potencialmente más graves, lo que condiciona una importante disminución de su calidad de vida41. Es importante que los médicos hagamos un abordaje global de esta entidad, y tener en cuenta que el paciente con oftalmopatía tiroidea es vulnerable y necesita un buen asesoramiento y el apoyo de los profesionales que lo atienden. Bibliografía 1. Pérez Moreiras JV, Prada Sánchez MC. Patología orbitaria. Tomo 2. Edika Med, 2002. 2. Wiersinga WM, Smit T, Van der Gaag R. Clinical presentation of Graves ophthalmopathy. Ophthalmic Res 1989;21:73. 3. Jacobson DH, Gorman CA. Endocrine ophthalmopathy: treatment. Endocr Rev 1984;5:200. 4. Jack J. Kanski. Oftalomología clínica. 4.ª ed. Harcourt, 2002. 5. Kalman K, Leovey A, Kelenhegyi C, et al. Euthyroid infiltrative ophthalmopathy: Clinical-immunological characteristics. Acta Med Hung 1989;46:101. 6. Hagg E, Asplund K. Is endocrine ophthalmopathy related to smoking? Br Med J 1987;295:634. 7. Fries PD. Thyroid dysfunction: managing the ocular complications of Graves’ disease. Geriatrics 1992;47:58. 8. Asman P. 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