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Siglo nuevo
opinión
Una diosa llamada
Pandora
Victoria Luisa de Terrazas
T
odos los pueblos cuentan con su
propia y particular mitología. Desde
que el hombre aprendió a pensar y a
observar lo que lo rodeaba, necesitó de un
asidero para entender y justificar su presencia en el mundo que vivía. ¿De dónde
vengo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué son el
fuego, la lluvia y el trueno? Se preguntarían y como necesitaban respuestas, para
obtenerlas, crearon un universo de mitos
con seres sobrenaturales, dioses poderosos, hacedores y deshacedores de todo lo
visible. Y se sintieron satisfechos.
Sin excepción, todas las mitologías
de los pueblos son interesantes. Ese conjunto de fábula, ficción y alegoría que encontramos en ellas, además de agrado,
nos sorprende por la similitud en coincidencias narrativas: todas mencionan un
diluvio, la creación del mundo a partir del
Caos, del que surgen cielo, tierra, noche
y día. Y en este punto de la imaginación,
fueron los griegos los que dieron mayor
esplendor a la mitología.
No dudamos que los mitos, como su
nombre lo indica, sean ficción, especialmente en materia religiosa, pero si lee-
mos mitología cuidadosamente, nos encontramos con ejemplos morales y reglas
de conducta en muchas de sus páginas.
Ahí está Penélope, ejemplo de fidelidad,
tierna esposa de Ulises; o nos cuentan de
la vanidad y excesivo amor por su persona de Narciso; Orestes, el vengador de la
muerte de su padre Agamémnon que se
atreve a matar a su madre Clitemnestra;
y cómo olvidarnos del piadoso y valeroso
Eneas que salva a su padre del fuego de
Troya, cargándolo sobre sus espaldas.
Uno de los más interesantes mitos
griegos es el de Pandora, la primera mujer sobre la Tierra, según la mitología
griega. La leyenda dice que Prometeo formó un hombre con arcilla y que le dio vida por medio del fuego robado al carro del
sol. Zeus, envidioso de la obra, ordenó a
Héfestos (Vulcano) que forjara una mujer
para dársela a Prometeo por compañera,
pero también para su desgracia porque
aunque los dioses le dieron el don de la
belleza, la gracia y la elocuencia, Hermes
puso en su corazón la mentira, el engaño
y la falsedad. Prometeo, conociendo las
malas intenciones de Zeus, no aceptó a
Pandora, pero Epimeteo, su hermano, la
recibió como esposa pese a los mejores
consejos. Entre los obsequios que Pandora llevaba al matrimonio había un jarra
herméticamente cerrada, pero Pandora,
imprudente y curiosa, abrió la tapa para
conocer su contenido y al hacerlo, todos
los males que había dentro, como guerras,
odios y enfermedades, se esparcieron por
el mundo. Pandora cerró la tapa, pero era
demasiado tarde, únicamente había quedado en el fondo de la vasija la esperanza,
que no pudo salir oportunamente.
¿Por qué razón este mito escogería la
esperanza, como lo único bueno que quedó sin escapar de la jarra o caja de Pandora? ¿Qué mensaje se quería transmitir por
medio de la ficción y lo imaginativo?
Por lo pronto para nosotros, la esperanza, la segunda de las tres virtudes teologales, es la que nos mantiene confiados
en que a pesar de que por culpa de Pandora, la mujer curiosa, se hubieran liberado
todos los males imaginables para flagelo
de la humanidad, nosotros siempre estaremos esperanzados en un perpetuo y
feliz amanecer del mundo. §