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Publicidad: la ideología del sí mismo Enrique Vergara L. Facultad de Comunicaciones, Pontificia Universidad Católica de Chile Claudio Garrido P. Facultad de Comunicación y Letras, Universidad Diego Portales. No proponemos hacer un juicio a la publicidad, sino formular algunos referentes para contextualizarla como actor central de la cultura contemporánea e identificar efectos suyos en el ámbito sociocultural. Es importante dejar abierta la discusión sobre su posible responsabilidad en el desarrollo de una cultura que traslada los anhelos y las expectativas sociales al consumo. P or lo general, los estudios sobre la publicidad son escasos, tienden a circunscribirse al ámbito de los análisis de mercado, los que tienen como objetivo asesorar a las empresas en la toma de decisiones. A nivel más reflexivo, se puede encontrar algunos trabajos donde predomina una visión extremadamente crítica y superficial de la publicidad, realizada generalmente sobre la base de supuestos superficiales y lugares comunes sin sólida evidencia empírica. Junto con esto, se encuentra otro tipo de reflexiones que buscan promover buenas prácticas en la actividad publicitaria y alertar sobre las posibles consecuencias negativas, si estas no son consideradas. Como ejemplo de esto, está el Código de Autorregulación y Ética Publicitaria1 o el documento “Ética en la Publicidad del 1 MAYO 2014 http://www.conar.cl/ 45 MSJ SOCIEDAD Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales”2. Sin desconocer el aporte que presenta este tipo de trabajos, podemos plantear que es curioso que un fenómeno tan central de la cultura contemporánea, como es la publicidad, haya sido tan poco investigado, considerando su protagonismo económico y cultural. Solo a modo de ejemplo, podemos señalar que la inversión publicitaria en Chile el año 2012 alcanzó a US$ 1.387 millones solo en soportes masivos, equivalente al 0,52% del PIB3, y en el ámbito cultural, durante el año 2011 la publicidad alcanzó un 14,1% del total de la oferta programática en televisión abierta4. Este protagonismo de la publicidad y su influencia en la vida contemporánea ha llevado a algunos autores a establecer un símil con el papel jugado por la Iglesia católica en la Edad Media. En efecto, Quatler plantea que si se quisiera apartar o disminuir el papel de la publicidad en la sociedad actual, se requeriría una reestructuración de toda la industria de las comunicaciones y, por consiguiente, de todo el entramado social5. Esto se debe a que la publicidad, junto con constituir un recurso básico para el funcionamiento de los mercados y financiar parte importante de la industria de medios, es ante todo un elemento configurador de la cultura contemporánea. Lo es por su presencia 46 mediática e influencia en las visiones de mundo al generar nuevos horizontes de sentido, socialización, identidad y de representación social. Publicidad y sociedad de consumo La publicidad, tal como se concibe hoy en día, es hija de la Revolución Industrial. En efecto, la fabricación en serie de productos que trajo la industrialización requirió de la creación de nuevos mercados. Esto, unido a los avances tecnológicos, permitió el desarrollo de nuevas técnicas de impresión, incrementando significativamente el tiraje de los primeros medios impresos y sentando las bases para el desarrollo de la industria publicitaria. De esta forma, el desarrollo de los primeros medios impresos estará íntimamente vinculado a la venta de espacios publicitarios, los que generarán los recursos económicos necesarios para aumentar su cobertura en términos de número de ejemplares y cantidad de pá- ginas. Es decir, prácticamente desde sus inicios, los medios de comunicación van a recurrir a la publicidad como fuente de financiamiento para su desarrollo, factor indispensable para la configuración de una opinión pública informada y requisito básico de las democracias modernas. Por lo tanto, la publicidad, más que crear necesidades —como habitualmente se le acusa—, es una consecuencia inevitable de la modernidad, al contribuir de manera determinante a la expansión de los mercados, al desarrollo de los medios y a la configuración de una opinión pública informada. Toda esta dinámica llevará a la publicidad a cobrar un creciente protagonismo durante el siglo XX, no solo en el plano económico sino también a nivel simbólico, al constituirse, según Raymond Williams, en una pieza clave de la organización capitalista y en su “arte oficial”6. Para el historiador Etuart Ewen, la experiencia de la Primera Guerra Mundial va a instalar al menos dos ideas centrales para la sicología social en Estados Unidos: en primer lugar, una población movida por lo que los investigadores denominaron “parámetros ilógicos”, lo que planteaba la necesidad de moldear las actitudes y formas de pensar, y, en segundo lugar, la necesidad de contar con expertos en el manejo de la opinión pública, denominados “ingenieros en las sombras”. Es decir, los años veinte hicieron presente por primera vez la necesidad de contar con científicos sociales capaces de “ordenar” un mundo caótico. Los antecedentes más directos de esta “nueva aristocracia intelectual” estarían en Walter Lippman, quien, a partir de su concepción de “realismo democrático”, señaló que la población era incapaz de actuar de forma racional, por lo que la democracia participativa sería una práctica imposible en la sociedad moderna. De esta forma, la democracia, como go- http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/pccs/documents/rc_pc_pccs_doc_22021997_ethics-in-ad_sp.html Asociación Chilena de Agencias de Publicidad, ACHAP, Inversión publicitaria 2012. Documento electrónico http://www. achap.cl. 4 Consejo Nacional de Televisión, CNTV. Anuario de publicidad 2011 Documento electrónico http://www.cntv.cl/prontus_cntv/ site/artic/20121205/asocfile/20121205163515/anuario_de_publicidad_2011.pdf 5 T. H. Quatler, Publicidad y democracia en la sociedad contemporánea. Barcelona: Paidós, 1994; J. Rey “Publicidad y religión”. En Trípodos, n° 18, Barcelona, Universitat Ramón Llul/Facultat de Comunicació, 2006. 6 R. Williams, “El sistema mágico”, en Cuadernos de comunicación, tecnología y sociedad, 61. Publicación electrónica (www. telefonica.es/index/). 2 3 MAYO 2014 bierno para la población en general, debería estar dirigida por una elite7. Para Ewen, es en este contexto donde cobra un especial protagonismo una nueva cultura del consumo, que cambia el concepto de masa de trabajadores productores por el de trabajadores consumidores. Tal cambio descansó en la capacidad de las empresas para “fabricar” tantos clientes como productos fuese posible8. Este nuevo escenario transforma a la publicidad en un dispositivo central para el desarrollo de las empresas, incorporando — como argumentos de venta— elementos de índole afectivos y socioculturales. La consecuencia será un progresivo desplazamiento de las expectativas individuales y sociales al ámbito del consumo. A nivel operativo, este desplazamiento de las expectativas hacia el consumo va a requerir necesariamente de una resignificación de los productos desde su dimensión funcional a otra simbólica. Jean Baudrillard, reflexionando sobre la sociedad de consumo, señalaba que un producto se vuelve objeto de consumo cuando se vuelve signo, es decir, cuando supera su dimensión utilitaria para formar parte de un sistema de signos, lo que solo es posible a través de la publicidad9. De ahí que, en muchos casos, el anuncio publicitario empiece a ser más relevante que las cualidades del producto. Esto explica, en buena parte, el hecho de que la publicidad muchas veces no busque informar sobre las características y usos del objeto que promociona, sino que esté referida a sí misma. Es el caso, por ejemplo, de las campañas desarrolladas por Oliverio Toscani para la marca Benetton a partir de los años noventa. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta capacidad que tiene la publicidad de significar productos se da en el contexto de una sociedad mediatizada, donde los significados no se implantan a modo de tabla rasa sobre una audiencia pasiva. Si bien el poder de la actividad publicitaria estaría en construir un relato simbólico del consumo, expresado fundamentalmente a través de imágenes altamente persuasivas, todas las investigaciones desde los años sesenta hasta ahora dan cuenta de que los receptores, lejos de ser entes pasivos, son extraordinariamente activos y cuentan con recursos para interpretar, resignificar e, incluso, muchas veces, cambiar las propuesta de sentido de los mensajes a partir de su propio capital cultural, adecuándolos a sus deseos y necesidades. En este mismo sentido, el investigador Phillips Kotler plantea que estas dinámicas de consumo están referidas a una “forma de vivir en el mundo” y de expresión de intereses, reflejándose a cada persona como “un todo interactuando con su entorno”10. Desde esta perspectiva, el consumo se entiende en un nuevo tipo de relación entre el individuo y la sociedad que altera las relaciones que históricamente se establecieron a nivel social, cultural y político. Si bien el consumo no anula necesariamente estos niveles de interacción, sí establece nuevos filtros de evaluación. Estos se construyen a partir de la puesta en valor de un individuo que se beneficia en la construcción de su propia identidad a partir del consumo de objetos validados socialmente y asociados a una mejor calidad de vida. Por lo tanto, no es necesario contar con una reflexión político ideológica que justifique la praxis cotidiana, pues esta se simplifica y expresa en términos de la formulación de una necesidad material o simbólica. Desde esta perspectiva, debemos entender a la publicidad como parte de un relato mayor, en íntima relación con las experiencias cotidianas integradoras y diferenciadoras del individuo. Esta relación entre el individuo y la sociedad mediada por el consumo, conlleva a una paradoja funcional: por una parte, se consume para diferenciarse y, por otra, para sentirse parte de un mismo universo de significados. Estas dos dimensiones, diferenciación y participación, tienen un fuerte componente cotidiano que se materializa en la experiencia de consumo. El consumo no solo es discurso, sino expe- Si se quisiera apartar o disminuir el papel de la publicidad en la sociedad actual, se requeriría una reestructuración de toda la industria de las comunicaciones y, por consiguiente, de todo el entramado social. S. Ewen, “Ingenieros en la sombra: biografía de una idea”. En Pensar la Publicidad. Vol. I, N°.2, 2007 S. Ewen, Captains of consciousness: advertising and the social roots of the consumer culture. Nueva York: McGraw-Hill, 1976. 9 J. Baudrillard. El sistema de los objetos. México DF: Siglo XXI, 1988. 10P. Kotler, D. Cámara, I. Grande, Dirección de marketing. 8ª ed. Madrid, Prentice Hall, 1994, p. 197. 7 8 MAYO 2014 47 MSJ SOCIEDAD riencia concreta y cotidiana de participación social. ¿Qué efectos pUEDE tener la publicidad más allá de la compra? Si bien los estudios sobre los efectos de la publicidad son bastante escasos y los pocos disponibles están determinados por los diferentes contextos de recepción mediática, es posible plantear algunas reflexiones de índole especulativa respecto de los potenciales efectos y riesgos. Tal como señalamos anteriormente, un posible riesgo se encuentra en el traslado de los diversos anhelos y expectativas del individuo al plano del consumo, el cual no entrega respuestas de índole ideológica o espiritual, sino más bien un mundo de sensaciones asociadas a la experiencia de compra. Es decir, se daría un desplazamiento desde expectativas inherentes a la condición humana hacia una performance proyectada del individuo y sus necesidades, como consecuencia del acto de compra. Esta performance, construida sobre la base de imágenes asociadas simbólicas, no considera la dimensión ética derivada del contexto de recepción masiva de los mensajes, los que muchas veces se instalan como referentes deseables más allá de las posibilidades reales del consumidor. Al no plantearse una dimensión ética, la publicidad apela a establecer una convergencia igualitaria entre individuo y producto, pudiendo el producto crear la ilusión de transformar la realidad objetiva del individuo y afectar, de esta forma, su dimensión valórica. Es aquí en donde las imágenes del consumo permiten proyectar al individuo dentro de una escenificación personal-social de la calidad de vida y de una visión de estado ideal del yo: un paraíso del buen vivir hecho a medida, carente de juicio y de escarnio ético, ¿Podemos culpar a la publicidad del desplazamiento de las expectativas de los individuos hacia el consumo? ¿Es realmente culpa de la publicidad? privilegiando lo “bueno para sí mismo”, más allá de las circunstancias sociales y personales. Otra extensión riesgosa de la publicidad a nivel especulativo estaría dada por su dimensión narcisista, al interpelar al individuo como eje constructor de relaciones sociales bajo el supuesto de una suma de individualidades. Esto podría determinar una erosión del espacio público mediante una superposición del individuo-consumidor por sobre lo social y el interés común. De alguna manera, se desplazaría la reflexión de las condiciones sincrónicas de la existencia social, hacia las condiciones ideales y sus referentes en un horizonte fuertemente orien- tado hacia el futuro: lo que soy, lo que tengo y lo que esto dice de mí para los demás y para mí. Ahora bien, estos posibles afectos de carácter especulativo nos plantean interrogantes que exceden por mucho las posibilidades de este artículo, pero que pueden contribuir a pensar el real alcance de la publicidad. En efecto, esta lógica de ciudadano-consumidor que promueve la publicidad, ¿en qué medida anula, restringe o retraduce a sus códigos de experiencia cotidiana otras dimensiones del individuo como, por ejemplo, lo político o lo religioso? ¿Podemos culpar a la publicidad del desplazamiento de las expectativas de los individuos hacia el consumo? ¿Es realmente culpa de la publicidad? O más bien, ¿sería la consecuencia lógica de la forma en que se han entendido —y comunicado— las ideologías y religiones, sin tomar en cuenta los cambios en la cultura ni los nuevos horizontes de sentido que plantea la modernidad? ¿No será esta falta de sintonía fina de las instituciones llamadas a dar sentido a la existencia lo que lleva a los hombres y mujeres de hoy a buscar las respuestas en el consumo? El antropólogo y teólogo catalán Lluis Duch, reflexionando sobre el papel de los medios de comunicación, ha señalado que asistimos a un quiebre muy importante de la confianza en lo que él llama “las estructuras de acogida”, que son las entidades cuya misión es transmitir palabras para que los hombres podamos “empalabrar” nuestra realidad11. Esto es, para ser capaces de construir “nuestro espacio y nuestro tiempo”. Al quebrarse estas estructuras, como plantea Duch, ¿por qué habría que extrañarse que la publicidad se transforme en uno de los principales referentes del hombre contemporáneo al momento de construir su espacio y su tiempo? MSJ L. Duch, “En el catolicismo hay una ruptura de confianza muy peligrosa”. Documento electrónico http://ebookbrowsee.net/lluis-duch-en-el-catolicismo-hay-una-ruptura-de-confianza-muypeligrosa-180608-pdf-d488294659 11 48 MAYO 2014