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IdS - Instituto de Sudamérica Néstor Ledesma Qori Sonqo -Corazón de Oro Por: Néstor Ledesma I En la Luna nueva del mes de Qoya Raymi, la fiesta de la Reina, cercana al equinoccio de primavera, las akllas -vírgenes del Sol- celebraban como todos los años, en cada una de las aklla wasis del Tawantinsuyo, la fiesta de las tres Madres del Universo andino. Pero cada 60 años, el Cosmos gira un grado alrededor del Gran Sol Central y la Madre secreta del Universo esparce su polen de Amor sobre la Tierra, marcando un ciclo de vida espiritual. Con tal motivo las vírgenes de las tres principales aklla wasis del Imperio se reunían para conmemorar este gran acontecimiento. Es así, que las vírgenes del sol de Qoyatha, aklla wasi del Puquina Qocha, y las del Qosqo marcharon en peregrinación por la ruta secreta del Q´ente Ñan hacia el misterioso santuario de Machupikchu, en cuya aklla wasi se celebraría la fiesta de la Madre Secreta de las tres Madres de Universo. Las akllas hicieron su recorrido sigiloso por las noches, a la Luz de la Luna menguante que alumbró su reservado sendero. Al aproximarse a la ciudad sagrada, las vírgenes vieron surgir de los velos nebulosos de los aires, la Joya de Granito de los Andes incrustada sobre la cima verde de Machupikchu, contigua al majestuoso Waynapikchu que preside el esplendoroso santuario. Luego de una jornada de ayuno y tres baños de ablución en aguas qochas, las vírgenes del Sol ingresaron a la Plaza Mayor, desde donde observaron el imponente Palacio de los tres portales. Por ellos ingresaron, sin prestar juramento, por ser las akllas justas de corazón. Una a una tomaron sus respectivas ubicaciones y esperaron en silencio el glorioso atardecer, que proyectaba colores de celajes sobre sus blancas túnicas sin costura. El Sol dorado, en el horizonte occidental, se diluía en el azul violeta de la noche. La Mamakuna, abadesa de las akllas, manipulaba con primoroso ritual una cucharilla de plata, con empuñadura de cobre en forma de colibrí, y alimentaba con mullu (concha marina de aguas calientes) a los dioses representados en el altar. Repitiendo sin cesar una fervorosa invocación: ¡Oh Mamapacha, Oh Madre Tierra, fertiliza los campos y multiplica tus retoños! ¡Oh Mamaqocha, Oh Madre Agua, llena los lagos y los mares con tus frutos! ¡Oh Mamakilla, Oh Madre Luna, gira la rueda del tiempo en el azul del cielo! ¡Oh Mamapaka, Oh Madre Secreta de las tres Madres, esparce sobre el Universo tu polen de Amor! Hurin Qosqo – Una Semilla de Luz en tu Corazón 20 IdS - Instituto de Sudamérica Néstor Ledesma II Un recinto de piedras, de perfecta talla, superpuestas con diestra maestría, cobijaba a las vírgenes del Sol, que formaban un círculo perfecto alrededor de un ara triangular. En el vértice izquierdo del altar, cuya superficie estaba cubierta de arcilla rosada, habían frutos del mar y de la tierra como ofrenda a Mamaqocha y Mamapacha. En el vértice derecho, se disponía un espejo de agua azul, donde las vírgenes miraban el rostro reflejado de Mamakilla, la diosa Luna, en su recorrido por el cielo, que marcaba el ciclo diario de la vida y el tiempo sagrado del aklla wasi. Finalmente, en el vértice superior, se posaba majestuoso el Fuego Sagrado, emblema dorado del Sol, origen de la Vida, de la Luz y del Amor. El Azul infinito del cielo cubrió todo el santuario, y sólo el Fuego Sagrado del altar alumbró Machupikchu aquella noche. Las llamas flameaban intensamente, pintando intermitentes dorados sobre los rostros y los torsos de las akllas. Las sombras de los cuerpos crecían y latían sobre las paredes de piedra sacra, que relucían escarchadas como bañadas con un brillo plateado. De rodillas y sentadas sobre sus talones, las hermosas vírgenes del Sol cerraron sus almendrados ojos al mundo exterior y abrieron sus consciencias al Reino Interno. Sus cabezas permanecían ligeramente inclinadas en señal de respeto al cielo y sus manos, cruzadas sobre sus pechos, trataban de contener el vigoroso Amor que brotaba de sus corazones. La humildad era en sus mejillas, la pureza era su esplendor y en los aires el verso declamaba en su honor: Late sin pausa el corazón bruñido de tanto amar; vierte su néctar, el dulce canto de la amistad; vive regando entre los próximos dádivas. Loores del Alba, la Luz dorada de la Verdad; flores del Alma, el beso brotado de la hermandad. Y en el Silencio, replican campanas epifanías; y en la Armonía, resuenan angélicas sinfonías. Arde intenso el Fuego del gran Amor; yace sereno el Espíritu creador. Y en sus plegarias, avivan dulces algarabías; y en sus canciones, se elevan voces y melodías. Fervores de gracia, suspiro de gratitud; favores de aroma, encanto de juventud; dulzores de alegría, sonrisa de plenitud. Y en su humildad, guarda grandes Sabidurías; y en su nobleza, clama excelsas elegías. Justa, pura, casta, hermana consagrada; Hurin Qosqo – Una Semilla de Luz en tu Corazón 21 IdS - Instituto de Sudamérica Néstor Ledesma santa, bella, mansa, hija bien amada; digna, recta, magna, doncella fortunada. Honesta, decente, fiel, sigilosa; tierna, afable, amical, jubilosa. Modesta, prudente, frugal, generosa; serena, paciente, cordial, cariñosa. Femenina, valiente, vital, candorosa; caritativa, amable, jovial, bondadosa. Sencilla, sensible, moral y virtuosa orquídea divina de plata preciosa. Capilla del Alma fundida en un crisol, joya del cielo engastada en girasol, aklla, hermosa virgen del Sol, aklla, qori sonqo, qori sonqo. ¡Aklla! III El Silencio impregnó la brisa serena de la noche y arrulló la dulce contemplación de las vírgenes. Repentinamente, un rayo de Luz blanca se abrió desde el cielo sobre el altar y a través de él, rápido, ligero, veloz un colibrí dorado se sumergió en el Fuego Sagrado, estallando con gran resplandor. Súbito, de las Llamas surgieron, en toda dirección, millares de colibríes de Luz, que como flechas lanzadas al vuelo atravesaron raudamente los pechos de la akllas y anidaron en ellas amores secretos. Las akllas cayeron en profundo éxtasis, y he allí que cada hija de la Luna, virgen del Sol y sierva de la Madre secreta del Universo, unió su Alma plateada al Espíritu dorado de Dios. Al volver a la vigilia, de sus pechos brotaba una Llama triple: azul, amarilla y rosada. Y sobre sus cabezas una corona de Luz violeta las consagraba princesa del Amor misericordioso. Al tope de la diadema, un diamante de Luz blanca, rodeado de un halo multicolor, designaba la pureza y perfección de sus Almas. En aquel momento, llovió sobre Machupikchu orquídeas violetas, conteniendo el polen del Amor; y con ellas las akllas confeccionaron guirnaldas que ciñeron sobre sus cabezas. La celebración se extendió por todo el santuario. Las vírgenes del Sol, compartieron deliciosas viandas elaboradas con frutos de la tierra, y danzaron y cantaron de alegría. Las quenas, las tinyas, las zampoñas, los pututos y los calabacines sonaron en alabanza a la Madre Secreta y al Creador del Universo. Los rostros iluminados de las akllas reflejaban su gran dicha y su mirada la Luz de la Vida, pero guardaban para ellas, en su corazón de oro, un secreto galardón, el Espíritu del Sol. Hurin Qosqo – Una Semilla de Luz en tu Corazón 22