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[Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes Jorge Morales González 1 Liliana Ugalde Gaspar 2 Abstract Resumen Es incuestionable que al hablar de teoría teatral, Bertolt Brecht es un parte aguas referido de forma necesaria. Sin embargo, sus reflexiones se extienden más allá del ámbito teatral, involucrando de esta forma cuestiones de un aspecto reflexivo y social. Sus críticas inquisitivas dentro de su teoría teatral, tuvieron resonancia en numerosos pensadores como lo es el caso de Roland Barthes. When we discuss about theatrical theory, the figure of Bertolt Brecht appears as a necessary reference. Nevertheless his reflections are extended beyond the theater, involving, by this way, questions about reflective and social aspects. His inquisitive criticism in his theater theory has had resonance in many thinkers, such as Roland Barthes. ¿Por qué el teatro clásico está aún ligado a nuestra forma de entender la realidad? ¿Por qué no abandonar esa concepción estrecha del mismo y permitir que la crítica se abra camino ahí donde la experiencia artística y estética se tenía como única finalidad? Son los principales puntos desarrollados por Roland Barthes en torno a la lectura de Bertolt Brecht. Why classical theater is still tied to our understanding of reality? Why not leave this narrowness of it and let the open road is critical here that the aesthetic experience in art and had the sole purpose? These are the main points developed by Roland Barthes on the reading of Bertolt Brecht. Palabras clave: crítica, representación, Brecht, teatro, mímesis, conciencia, gestus social. Keywords: critical, performance, Brecht, theater, mimesis, conscience, social gestus. Egresado de la carrera de filosofía en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán-Universidad Nacional Autónoma de México. heidegger_10@hotmail.com 2 Estudiante de la carrera filosofía en la Facultad de Estudios Superiores. Acatlán-Universidad Nacional Autónoma de México. lilimar_1@hotmail.com 1 1243 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes Como todo lo susceptible de ser juzgado como bueno o malo, nuestro juicio respecto al teatro parte de una moral particular, de una moral dominante desde hace más de 2500 años; aquella que tiene por bueno y valioso aquellas representaciones en donde “más se conmueve al público, cuanto más se identifica con el héroe, cuanto más la escena imita la acción, cuanto mejor encarna el actor su papel, cuanto más mágico es el teatro, mejor es el espectáculo” (Barthes, 1967: 61). Esta cuestión que acertadamente nos señala Barthes, no es ninguna crítica gratuita a la tradición sin más, antes bien, la crítica se dirige hacia nosotros como herederos de dicha tradición. Y esto porque en el fondo lo más fácil y cómodo es aceptar es seguir a la tradición simplemente porque es la tradición: ¿por qué el teatro debe seguir anclado a las exigencias de una sociedad de la que nos separan ya varios milenios, de una sociedad profundamente diferente, tanto material como espiritualmente? ¿Por qué el teatro debe privilegiar la “mímesis” y no la reflexión? ¿Por qué la moral con la cual condenamos un teatro como bueno o malo, debe responder a las exigencias históricas de una realidad distinta sin más crítica que el complaciente aplauso, al que todos nos vemos obligados, incluso antes de asistir a la función, si es que uno no quiere ser visto como un mal agradecido o un ignorante? A propósito del “nuevo teatro”, Barthes nos dice: “En el teatro burgués, por ejemplo, el actor “devorado” por su personaje, debe parecer abrazado por un verdadero incendio de pasión” (Barthes, 1991: 110) y es que en el fondo seguimos atravesados por la idea de que el teatro es una simple representación, es un “espejo” por medio del cual vemos lo que en nuestra cotidianidad nos pasa desapercibido3. Cierta o falsa esta idea, lo que no podemos negar es que el teatro se mide (y por ello mismo ha sido ferozmente reducido) por su espectacularidad, es decir, por el grado en que nos “hace creer que la puesta en escena es igual o más real que la vida real”. Lo anterior no sólo es un balbuceante juego de palabras, puesto que quiere dirigir la crítica hacia aquello que bien atina en señalar Barthes: que la espectacularidad –el elemento por el cual se decanta casi siempre la “crítica”- del teatro se mide (en un primer momento, al menos) por la cantidad de efectos, por lo brillante de los vestuarios, por la escenografía, porque todo ello es comprado, lo compramos porque nos reditúa a un nivel económico y emocional una ganancia, porque es un servicio como cualquier otro. Así pues, del mismo modo que un trabajo de plomería, o de otra cosa cualquiera, es gratificado porque nos deja No debemos perder de vista que si bien, este espejo al que no hemos referido, sí nos muestra la realidad, también sirve como un amplificador, es decir, intensifica los hechos de la cotidianidad y los plasma en el escenario, de tal forma que podemos incluso percatarnos de cosas que en la realidad habíamos descuidado por formar parte justamente de nuestra cotidianidad. 3 1244 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes satisfechos; algo similar sucede con el teatro: “hacer sean o no conscientes de lo que se está presentando de la “psicología” un fenómeno cuantitativo, obligar en a la risa o al dolor, a adoptar formas métricas directamente de la trama, del mismo modo que la simples, de manera que la mercancía se convierta en vida de los hombres depende de su telos. En suma, el una mercancía como las otras […] doy mi dinero al placer que se halla en la tragedia radica en la teatro, y como devolución exijo una pasión visible, contemplación de la imitación de la realidad, del casi computable[…]” (Barthes, 1991: 110). En el cosmos mismo, de aquello que se deriva de las fondo, lo que Barthes trata de advertirnos es el acciones conmovedoras mediante la representación terrible destino que ha seguido el teatro, puesto que de los actores. el escenario, puesto que todo depende el problema no radica simplemente en que sea un espectáculo, un montaje, un show (en el sentido más En definitiva, el problema del teatro nace de la negativo en que nosotros lo entendemos), sino en la ignorancia, del desconocimiento de todos los que lectura o interpretación que se hace desde el interior somos convidados a un festín para el cual no nos del teatro mismo. Y es que el actor queda atravesado hemos preparado. Porque, en todo caso, la actuación por las exigencias de un “desarrollo calificable” que no tiene por qué ser esa vorágine de afectación, esa mide su capacidad según su potencial de ser afectado ridícula exageración del actor, quien supone que hasta el límite, hasta la náusea. Como el mismo entre más lagrimeo, sudor, sollozos desgarradores y Barthes apunta: “Se tenía la impresión de asistir a un gritos su actuación es más excelsa, perfecta; tormento fisiológico espantoso, a una torsión afectación que, para él, le hace justicia a su monstruosa de los tejidos internos, como si la pasión personaje, al dramaturgo, al director y sobre todo, al fuese una gruesa esponja mojada apretada por la público que paga por verlo, posibilitando así, que mano implacable del dramaturgo.” (Barthes, 1991: éste tenga una mejor comprensión de sí mismo y de 110) En este sentido, la tarea fundamental de la obra la humanidad en general. Esta esponja, como es de teatro, y por ende del actor, consiste en definida la actuación por Barthes, guarda un claro procurarnos placer toda vez que, el espectador es objetivo: conducir al espectador al paroxismo “afectado” por el deleite de ver reflejada la realidad pasional y desde luego, a la fácil, cómoda, rápida, en un escenario, que le muestra la vida en su carácter directa y acrítica identificación con un personaje, indescifrable, es decir, que aunque la vida resguarde una situación, una posición política, una idea, etc. en sí un telos, que el espectador no conoce, éste se Aunque no deja de ser cierta esta crítica sobre la que impone a la voluntad del hombre. Así pues, no es nos ha invitado a reflexionar, la exageración, hasta importante que tanto personajes, como espectadores rozar con lo grotesco y lo bizarro, es la mercancía 1245 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes que nosotros como público esperamos por nuestro más lejos en el juicio.” (Barthes, 1991:111)4. Sin dinero, pues “si el actor llena bien la medida, si sabe embargo, la crítica no debe ni puede quedar reducida hacer trabajar su cuerpo ante mí, [sin trampas], si no al universo actoral, ya que el teatro, nuestro “teatro puedo dudar del esfuerzo que realiza, entonces burgués” –como lo nombra el propio Barthes–, tiene consideraré excelente al actor y le testimoniaré mi demasiados responsables. Ahora bien, otro de los alegría por haber colocado el dinero en un talento elementos que definen el teatro actual5 es el del que no lo dilapida, sino que me lo devuelve hallazgo, es decir, el aspecto técnico que concede centuplicado bajo la forma de llantos y sudores “vanguardia” o innovación al espacio teatral: son verdaderos.” (Barthes, 1991: 110) ¿A qué nos invita, aquellos elementos espectaculares, la producción de en el fondo, esta reflexión de Barthes? Él intenta la obra y lo bien o mal lograda que se haya una alejarnos de la solución obvia y autocomplaciente determinada puesta en escena. Dicho aspecto nos con la que se define al teatro y, particularmente, la tiene que llevar a la actualización de esta crítica, toda actuación, la inspiración. Así es, Barthes nos invita a vez que nuestro teatro cuenta ahora con elementos pensar el teatro lejos de las explicaciones que técnicos y tecnológicos que han superado todos los definen la actividad artística como un momento de presupuestos del teatro y lo sitúan en el centro de arrebato divino o místico; por tratarse de una varios dilemas; por señalar sólo alguno, anotaremos explicación que, desde luego, cancela cualquier el espectáculo de la proyección que puede fácilmente debate y cuestionamiento histórico, cultural, político sustituir el trabajo escenográfico: uno o dos ideológico, etc. Una explicación, que en suma, anula escenarios casi artesanalmente montados pueden el momento de la crítica en el universo teatral, sencillamente dejar paso a un sin fin de escenarios porque en el fondo, si actuar y contemplar son que pueden ser proyectados6. A este respecto Barthes afectos divinos o mágicos, qué nos queda por pensar, apunta, teniendo en cuenta, valga la aclaración, una por discutir, por reflexionar: ¿cuál es lugar de la “innovación” mucho más modesta que la que crítica ahí donde la experiencia artística y estética nosotros ejemplificamos: “[…]lo lamentable es que particular trasciende la razón? “No creo que ningún se trata de una invención completamente inútil, público burgués resista a un “sacrificio” [el sacrifico de ofrecerse en cuerpo y alma al “demonio del teatro”] tan evidente y estoy convencido de que un actor que sabe llorar o transpirar en escena tiene la seguridad de ganar la evidencia de su labor impide ir El subrayado es nuestro. 5 A cada uno de nosotros nos toca juzgar si estas reflexiones inspiradas por Barthes gozan aún de vigencia, si nuestro panorama es otro, si continúa, si es una crítica gratuita o si lamentablemente ésta es más aguda y acertada para nosotros 40 años después. 6 Cuestión que desde luego afecta el plano temporal de una obra, en virtud de que el tiempo puede ahora ser manipulado desde su representación espacial. 4 1246 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes dictada visiblemente por una imaginación en apuros la identidad de lo actuado con la vida diaria, el que a todo precio quiere ser novedosa […]” (Barthes, principio que supone que el arte es una copia de la 1991: 111). “realidad” cuya perfección depende de la capacidad de imitar lo más fielmente posible esta última; es, en Así pues, el cualquier otra suma, un teatro que brinda tributo y exalta la vida, la asumir su afectación y el sentimentalismo de ésta, que aparece responsabilidad histórica y social toda vez que el arte más como un trágico que como una situación se erige como el lugar privilegiado desde el cual histórica concreta. Por el contario, la intención puede democratizarse la reflexión y la crítica, al brechtiana es que el público deje de padecer al mismo tiempo que propone –o al menos debería identificarse con los dolores y sufrimientos de los proponer– una experiencia estética y espiritual personajes, deje de aceptar sin más la experiencia radicalmente diferente a la que de continuo nos es acrítica de la emocionalidad y la pasión, que impuesta por una modernidad a la cual es difícil finalmente rompa con esta identificación que nace a alcanzar y seguir. Según esta exigencia es que través de esa “cuarta pared”, que más bien a tendido Barthes vuelca su mirada hacia el teatro épico de a ser vista como el espejo del mundo, en el cual todo Brecht, en el cual: se nos muestra tal cual es y, por ello mismo, de gran manifestación teatro, artística, como debe valor pero inmutable. De este modo, romper con esta […]el público sólo debe identificarse a medias con el espectáculo, de modo que “conozca” lo que se le muestra en él, en vez de sufrirlo; que el actor tiene que colaborar a que se forme esta conciencia, denunciando su papel, no encarnándolo, que el espectador no debe nunca identificarse completamente con el héroe, de modo que pueda seguir siendo siempre libre de juzgar las causas, y más tarde los remedios, de su sufrimiento; que la acción no debe ser imitada, sino contada; que el teatro debe dejar de ser mágico para convertirse en crítico, lo cual además será para él [para Brecht] el mejor modo de ser caluroso (Barthes, 1967: 61-62). Como vemos, la apuesta brechtiana no se reduce a una obra dramática, es ante todo un sistema crítico que engloba a todos los elementos que intervienen en la conformación del teatro. Así pues, el teatro no tiene como teleología el principio mimético, a saber, identificación ha de ser, pues, el compromiso no destinado a “educar” y mucho menos a “entretener”, sino comprometido con la provocación, con la denuncia y con nuestra situación histórica y política. Así, es justo en esta medida que el actor tampoco puede seguir anclado a la vieja exigencia de la “encarnación”, según la cual éste debía permitir ser poseso por el “espíritu” de tal o cual personaje; ahora el actor debe cantar su propia farsa y la de un público, debe dejar de entregarse a la “magia” y contar las circunstancias. En última instancia, el compromiso de Brecht y al que nos invita a volver a pensar y a repensar Barthes es que: el del grado de realización en que se pueda consumar 1247 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes […] los males de los hombres están en las manos de los propios hombres, es decir, que el mundo es manejable; que el arte puede y debe intervenir en la historia […] que necesitamos un arte de la explicación y no solamente un arte de la expresión; que el teatro debe ayudar decididamente a la historia, revelando su proceso; que las técnicas de la escena implican en sí mismas un “engagement”; que, finalmente, no hay una “esencia” del arte eterno, sino que cada sociedad debe inventar el arte que mejor de la luz su propia liberación (Barthes, 1967: 61-62). el público puede ser los ojos de Madre Coraje7, pero nunca ella misma, la identificación no está permitida porque entonces nos habremos rendido a la fatalidad, en la medida que la crítica ceda el paso a la pasión, al dolor, a la impotencia, etc.” De este modo, lo que Barthes aplaude infatigablemente de Brecht es haber intentado mantener la distancia que separa al espectador de la representación, la distancia que no Así, por ejemplo, Barthes nos habla de Madre Coraje, obra seguramente central a la hora de entender el itinerario político-filosófico de Brecht, puesto que ésta obra pone al descubierto una obviedad, que de tan grande siempre ha pasado inadvertida, o soterrada bajo el primado ideológico de la positividad de lo real; eso que ya había mencionado más arriba Barthes: que “el mal de los hombres es un mal de los hombres”. Esta afirmación que apenas más que una perogrullada, tiene su sentido cuando comprendemos que Madre Coraje “se trata de acudir en ayuda de todos los que creen estar en la fatalidad de la guerra, como Madre Coraje, descubriéndoles que la guerra, hecho humano no es fatal, y que, atacando las causas mercantiles se puede llegar a abolir las consecuencias militares”. Consiguientemente, Madre puede ser superada, que tiene por fin la conciencia de que es él mismo, el público, el actor “ciego” que es dominado por las circunstancias que es “el actor que sufre ignorante […] sufriendo e ignorando estúpidamente su propio poder de hacer cesar su desgracia.” (Barthes, 1967: 58) Si bien es cierto que en alguna medida todos somos, de algún modo, Madre Coraje, no menos cierto es que nosotros como espectadores somos los ojos de esta pobre vieja que no puede ver y con la cual no podemos comprometernos totalmente, a no ser que aceptemos vivir con nuestra propia ceguera histórica, con la fatalidad de nuestras guerras. Porque, como el mismo Barthes nos dice: “el espectador tiene que identificarse parcialmente con Madre Coraje, identificándose sólo con su ceguera para retirarse de ella a tiempo y juzgarla.” (Barthes, 1967: 58). Coraje tiene un sentido profundo que sólo puede ser comprendido por los espectadores –en un sentido muy amplio-, quienes no únicamente han de dejar de padecer las afecciones que llenan a Madre Coraje, identificarse con éste o con otro personaje, deben hacer suya la visión de la que carecen los personajes; Al respecto del propio de teatro de Brecht, Barthes apunta: “también aquí sabe lo el actor no sabe; y al verle obrar de un modo tan perjudicial y tan estúpido, se asombra, se inquieta, se indigna, grita la verdad, enuncia la solución…” (1967: 58). Como vemos, la dimensión afectiva no queda cancelada, pero bajo ninguna circunstancia esta dimensión se debe tornar, al menos no inmediatamente, lo más importante. 7 1248 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes Así pues, podemos advertir que si algo hay de mismo, es decir, nace de la praxis misma de un revolucionario y responsable en el teatro que nos gestus social en acción9. propone Brecht, y de donde nace la gran fascinación del propio Barthes, es que es un teatro radical en la Justamente de lo anterior es que para Barthes, el medida que su compromiso no es con el espectáculo teatro brechtiano obtiene su brillo, su fuerza y quizá o con el arte en sí mismos, sino con la conciencia de hasta su propia condena; así, cuando lo que para el los espectadores; lo que se pone en juego no es otra teatro tradicional emerge como lo importante es el forma más de hacer o escribir teatro, sino la historia logro “artístico” y “estético”, la perfección del misma. Aquí el espectáculo sólo es un medio de la espectáculo, indiferente a su condición histórica y reivindicación humana y de su emancipación, al política, para Brecht lo verdaderamente importante menos conciencial, puesto que “Brecht muestra por radica en hacer brotar la conciencia histórica y de el contrario [al teatro tradicional] un poder clase del espectador, en provocar, en sacar a éste del magnético, representa y hace juzgar, a un tiempo anonimato, trastorna y aísla: en ella todo concurre a impresionar aletargamiento. de su complacencia, de su sin ahogar; es un teatro de la solidaridad, no del contagio.” (Barthes, 1967: 59)8. Así nos lo expresa el propio Barthes: “[…]la fuerza de Brecht reside en no dar nunca una idea que no sea Empero, no debemos soslayar que el hecho vivida a través de una relación humana real (esto es fundamental de que el teatro brechtiano tenga un más original) y no crear nunca personajes fuera de lugar privilegiado para todo intento de crítica las “ideas” que los hacen existir[…]” (1967: 173). revolucionario no nace de su virtuosismo para la En suma, podemos decir que la apuesta final del prédica, pues el teatro no motiva al pensamiento a proyecto brechtiano es la conciencia, “un teatro de la través de la palabra –al menos no única ni conciencia o, mejor aún, de la conciencia naciente”, primordialmente-, del regaño moral o del sermón – imaginemos lo fácil que sería, entonces, convencernos a nosotros mismos de la necesidad de pensar: “¡Ey!, tú, por qué no te detienes a pensar un poco y te darás cuenta de tu miseria, explotación e irracionalidad.”–, sino por medio del acto teatral 8 El subrayado es nuestro. Al respecto de este carácter “no argumentativo” de Brecht insiste Barthes cuando nos dice, a propósito de una crítica hacia el dramaturgo alemán, que se “ha necesitado mucha ceguera para en La Madre una obra de propaganda; la elección marxista de Brecht no agota su obra […] el marxismo está indisolublemente ligado a La Madre; el marxismo es el objeto de La Madre, no el tema…” (1967:173) No deja de ser significativo que las críticas más reaccionarias hayan tachado contradictoriamente a Brecht de “comunista”, así nos los dice Barthes: “la obra de Brecht está íntegramente desacreditada por su compromiso político; el teatro de Brecht es un teatro mediocre porque es un teatro comunista.” (1967:102) 9 1249 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes una conciencia que explota su misma ambigüedad y particular que hay en el fondo de todo espectáculo plasticidad, que nace de la profunda e irresoluble […]” (1967: 65). contraposición dialéctica de lo individual y lo social, de lo particular y lo histórico, de la naturaleza y de la Y es que el arte, en tanto que crítica, no es para reversión libre, etc. Una conciencia, pues, que puede ninguno de nuestros dos autores un fin en sí mismo nacer del espectáculo de su propia ignorancia, de su sino un medio, una posibilidad que allana el camino inconsciencia, de la fuerza propia de su “tragedia”. hacia nuestra propia libertad, que nos responsabiliza De este modo, el compromiso histórico que asume con nosotros y con la humanidad en su conjunto, con Brecht, según la reflexión de Barthes, es el la historia y el futuro. Sólo desde esta moral, que compromiso humano e histórico de cierta tradición asume Barthes, es que podemos entender qué de pensamiento, ya milenaria, la de los grandes conciencia ha de nacer del arte, del teatro y por qué filósofos la hemos de dirigir la crítica hacia todas aquellas emancipación y la “mayoría de edad” de los manifestaciones artísticas que escinden la propia hombres. Un compromiso que en tanto que obra de su exterior, que enmascaran su trasfondo movimiento, el del nacimiento de la conciencia, se ideológico, que vuelve mítica la relación entre identifica con el movimiento dramático, la acción de público-arte-artista. la conciencia puede correr a la par del espectáculo10. entender el por qué de este recelo que Barthes guarda que han procurado, sin cesar, En consecuencia podemos respecto al teatro y al arte en general, cuando se ha Reconozcamos cuál es el cielo bajo el cual se cubre intercambiado el contenido por la espectacularidad, el itinerario intelectual de Brecht, y por tanto del cuando el espectáculo “es una especie de excusa, de mismo Barthes, es el cielo de una moral y una elemento de compensación cuyo éxito puede redimir apuesta política manifiesta, según la cual: “Toda por ejemplo el silencio o la indigencia de la obra” obra dramática puede y debe reducirse a lo que (1967: 66). Brecht llama su gestus social, la expresión exterior, material, de los conflictos de los que la sociedad es Naturalmente, tanto Brecht como Barthes no niegan testimonio. Este gestus, este esquema histórico la importancia de elementos indispensables a toda elaboración escénica, no se trata de entregar un Respecto a esta idea del nacimiento de la conciencia, Barthes realiza un breve pero acertado análisis de La Madre de Brecht (1967:173 y s.s.); donde hablando de la relación entre madre e hijo nos dice: “el amor no es aquí efusión, es una fuerza que transforma el hecho en conciencia, y luego en acción: es el amor el que abre los ojos.” 10 espectáculo burdo y torpe, una puesta fulastre y grotesca que vulgariza el teatro; la espectacularidad del teatro es importante y debe ser cuidada hasta el más mínimo detalle, pero sin olvidar que su función 1250 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes estriba siempre en poner de manifiesto, para nuestra teatro ante la siguiente pregunta: ¿qué es para todos conciencia, la relación que guardan lo representado y nosotros el teatro, si de éste siempre ponderamos la su exterioridad, con nuestra situación concreta. Lo invención distractora, el hallazgo, el ardid técnico importante es pues, recordar que: que difícilmente nos deja algo que pensar? Así pues, el problema para Barthes puede también ser […] el teatro antiguo no nos concierne por su exotismo sino por su verdad, no sólo estética, sino también por su orden. Y esta misma verdad no puede ser sino una función, la relación que une nuestra mirada moderna con una soledad muy antigua: este teatro nos concierne por su distancia. El problema ya no es, por tanto, descentrarlo ni asimilarlo: el problema es hacerlo comprensible (Barthes, 1986: 92). resumido de esta forma: En suma, esta crítica no niega el papel central de la También en este caso [el del hallazgo] el teatro descansa, una vez más, sobre la dura ley del intercambio: es necesario y suficiente que las inversiones del director de escena resulten visibles y que cada cual pueda controlar el rendimiento de su entrada: surge así un arte anda a los apurones y se manifiesta ante todo como una secuela discontinua –y por ende computable- de logros formales (1991: 111112). experiencia estética, por el contrario ésta es una de las principales metas; porque, recordemos, se trata de Como hacer preocupación estallar nuestra conciencia y nuestra podemos de ver, en última instancia Barthes es el tema de la la imaginación creadora, no de apelar a nuestra responsabilidad histórica y social, no sólo del arte, emoción, en virtud de que el teatro debe “confiar en sino la de cada uno de nosotros, es en este sentido el espectador, darle decididamente la facultad de que, para él, es insoslayable la tarea de denunciar la crear por sí mismo su riqueza, de transformar el mitificación que se esconde tras la perentoria rayón en seda y la mentira en ilusión.” (Barthes, necesidad de marcar un “estilo” propio, audaz o 1967: 71). De este modo, Barthes nos invita a pensar simplemente “vanguardista”: “El estilo escusa todo, qué es lo verdaderamente importante del universo dispensa de todo y especialmente de la reflexión teatral, la histórica; encierra al espectador en la servidumbre de espectacularidad o el gestus histórico, si la renta un puro formalismo, de un modo que hasta las económica o la responsabilidad; y esto porque la revoluciones reflexión de Barthes pone en tela de juicio la formales.” (Barthes, 1991: 112). La evasión que se complicidad, hasta cierto punto cínica que existe halla a menudo en la búsqueda implacable de estilo entre el público y los realizadores, entre aquellas se corresponde exactamente con la avidez de personas ávidas de espectáculo y fácil distracción y novedad de una sociedad que se rige por el imperio aquellos que hacen radicar lo fundamental del teatro de la moda, que responde, voraz, ante “la novedad y en el “show”. La crítica, que no tiene que limitarse al la vanguardia”; que después de todo nunca deja de si la forma o el contenido, de “estilo” resultan meramente 1251 [Ide@s CONCYTEG 5(66): Diciembre, 2010] Morales y Ugalde El teatro épico. Una lectura por Roland Barthes ser el regreso infinito del “siempre lo mismo”: la ideología que cancela al pensamiento porque la crítica y la reflexión no corren a la misma velocidad ------------ (1986), Lo obvio y lo obtuso: Imágenes, gestos, voces, Barcelona: Paidós. ------------ (1967), Ensayos Críticos, Barcelona: Seix Barral. que la innovación o la imaginación técnica. A modo de conclusión nos gustaría acentuar con severidad que la importancia de la crítica y la revolución que nos propone Brecht y de la cual reflexiona Barthes, es sin duda una crítica que se tiene que dar en la praxis y si bien no tiene su verdadero fundamento en la palabra escrita, ésta no puede pasar desapercibida. Ya que si no fuera del todo importante, el propio Brecht no hubiera desarrollado en torno a la práctica teatral los diferentes escritos que propone a manera de sistema. Es por ello que la relación entre la palabra y la acción deben encontrar su coyuntura en la propia reflexión. La literalidad es tan necesaria como la puesta en escena, sin que la primera sea el motor principal dentro de la crítica brechtiana. Y como ya bien mencionaba Barthes: “Evidentemente el teatro de Brecht está hecho para ser representado. Pero antes que representarlo, o de verlo representar, no se prohíbe que sea comprendido: esta comprensión está orgánicamente vinculada a su función constitutiva, que es transformar a un público al tiempo que lo divierte.” (Barthes, 1991: 103). Bibliografía Barthes, R. (1991), Mitologías, México: Siglo XXI. 1252