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El fetichismo en El Capital (Algunas ideas clásicas) Pero mi padre era confiado con las personas, las ofendía con exageradas demostraciones de entusiasmo, dignas de un primer amor, la gente no se lo perdonaba y lo engañaba. Por esa razón mi padre creía que su vida estaba regida por un Hado Maligno, por un ser inexplicable que lo perseguía y que nada tenía en común con él Isaac Babel: “Historia de mi palomar” A primera vista, parece como si las mercancías fuesen objetos evidentes y triviales. Pero, analizándolas, vemos, que son objetos muy intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos. Considerada como valor de uso, la mercancía no encierra nada de misterioso, dando lo mismo que la contemplemos desde el punto de vista de un objeto apto para satisfacer necesidades del hombre o que enfoquemos esta propiedad suya como producto del trabajo humano. Es evidente que la actividad del hombre hace cambiar a las materias naturales de forma, para servirse de ellas. La forma de la madera, por ejemplo, cambia al convertirla en una mesa. No obstante, la mesa sigue siendo madera, sigue siendo un objeto físico vulgar y corriente. Pero en cuanto empieza a comportarse como mercancía, la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico. No sólo se incorpora sobre sus patas encima del suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías, y de su cabeza de madera empiezan a salir antojos mucho más peregrinos y extraños que si de pronto la mesa rompiese a bailar por su propio impulso.(28) Este es un tema muy intrincado; todo el pensamiento marxista se interpreta según el punto de vista que se tenga sobre la cuestión de la mercancía. Vamos a mirar un poco el texto en el apartado final del Cap. I del Capital y daremos algunas opiniones, no demasiado originales, pero sí tal vez olvidadas por los intelectuales argentinos dueños de algún incomprensible secreto acerca del saber revolucionario. ¿Por qué dice que la mercancía es algo trivial? Se refiere a la interpretación propia del liberalismo. Se trata de la representación de un bien en dinero. No hay otra cosa, hasta que queremos darle un valor. Entonces se utiliza la fórmula: el valor de uso es el tiempo que se tarda en producir un bien. Efectivamente: trivialidad. Pero aquí, ya en el inicio del apartado Marx agrega que hay un carácter místico, teológico, un carácter físicamente metafísico: que si de pronto la mesa rompiese a bailar por su propio impulso. Sin embargo esto aún no nos impresiona, es fácil ver que en lugar de describir la vulgaridad de la mesa, cuando se la piensa como mercancía en realidad se describen las necesidades humanas para construirla. Todo un mundo de mercancía. Hay evidentemente una astucia de Marx, porque nos ha cambiado de tema. Hace un segundo nos estaba hablando del valor de uso, y ahora de pronto nos habla de la relación del hombre con el mundo. Este es el tema de mercancía: la relación del hombre con el mundo. Si tenemos suerte lograremos ver que no se trata de un tema muy distinto del valor de uso, sino que no podremos acceder al concepto de valor de uso sin antes haber descripto el mundo de la mercancía. Como vemos, el carácter místico de la mercancía no brota de su valor de uso. Pero tampoco brota del contenido de sus determinaciones de valor. En primer lugar, porque por mucho que difieran los trabajos útiles o actividades productivas, 1 es una verdad fisiológica incontrovertible que todas esas actividades son funciones del organismo humano y que cada una de ellas, cualesquiera que sean su contenido y su forma, representa un gasto esencial de cerebro humano, de nervios, músculos, sentidos, etc. En segundo lugar, por lo que se refiere a la magnitud de valor y a lo que sirve para determinarla, o sea, la duración en el tiempo de aquel gasto o la cantidad de trabajo invertido, es evidente que la cantidad se distingue incluso mediante los sentidos de la calidad del trabajo. El tiempo de trabajo necesario para producir sus medios de vida tuvo que interesar por fuerza al hombre en todas las épocas, aunque no le interesase por igual en las diversas fases de su evolución.(29) Finalmente, tan pronto como los hombres trabajan los unos para los otros, de cualquier modo que lo hagan, su trabajo cobra una forma social. Este es un párrafo lleno de temas. El carácter místico o teológico de la mercancía nos denuncia una crisis en la representación que debiera existir entre el valor de uso y el bien. Ya no será una relación mecánica o aquella cuya magnitud dependerá del tiempo que tarda en producir el bien, sino que la representación va a referir a todo un mundo subjetivo y será de este mundo de donde va a provenir el valor de uso. No se puede crear ninguna mercancía sin crear un mundo de la mercancía: Pero tampoco brota del contenido de sus determinaciones de valor. De aquí en adelante todas son sorpresas. El carácter místico depende de una visión cuantitativa del trabajo, ¿no debiera ser al contrario? Según parece es la magnitud del valor y no la diversidad de los trabajos los que conforman el mundo de la mercancía. Es muy importante que esta condición abstracta que asume el trabajo no lo aleja ni un ápice su materialidad. Las metáforas utilizadas acerca de nervios y músculos quieren acentuar el carácter fisiológico de este proceso y rechazar cualquier mediación espiritual, la representación propia de la mercancía se puede hilvanar en pasos simples y mecánicos hasta hacer presente todas sus causas: representa un gasto esencial de cerebro humano, de nervios, músculos, sentidos. La posterior insistencia en el tiempo por parte de Marx, tiene que ver con este carácter cuantitativo esencial propio del trabajo alienado. La materialidad queda definitivamente ligada a la subjetividad y ambas serán universales, darán cuenta de la especie humana y del mundo de la mercancía en el orden subjetivo y objetivo respectivamente. En cambio la objetividad quedará definitivamente ligada a la apariencia. Marx utiliza apariencia como la utilizara antes Kant, con quien cualquier filósofo alemán se ve obligado a discutir. La utiliza como: to phainomenon. No necesariamente una fantasía a la manera de un espejismo o de un error. Apariencia es lo que aparece, es la experiencia en tanto que ha sido producida por el hombre. Se refiere a la experiencia del hombre con la naturaleza. La objetividad y la verdad de las ciencias provienen de esta experiencia. Kant decía que el hombre encuentra en la naturaleza aquello que previamente puso en ella. No hay objetividad sin apariencia. Puede esgrimirse en contra de esto que Marx no nos propone la idealidad del espacio y del tiempo. Está bien, dejemos esta discusión tan severa entre paréntesis por ahora. El 2 concepto de valor de uso también ha cambiado en este párrafo, se le da al valor un carácter perceptivo, que antes no tenía. Es el valor de uso el que acerca el mundo a las necesidades del hombre y por lo tanto resulta parte esencial en la conformación de la objetividad de este mundo. El tiempo de trabajo necesario para producir sus medios de vida tuvo que interesar por fuerza al hombre en todas las épocas, aunque no le interesase por igual en las diversas fases de su evolución.(29) Finalmente, tan pronto como los hombres trabajan los unos para los otros, de cualquier modo que lo hagan, su trabajo cobra una forma social. La parte final del párrafo a mi juicio resulta fundamental porque imagina el proceso de la alienación fuera de los términos del capitalismo. Según esta hipótesis el capitalismo es la solución que propone el estado moderno a la dominación en general. También le otorga al valor de uso un nacimiento en la antigüedad porque en cualquier orden la mercancía se produce por un ocultamiento de las condiciones del trabajo social, cualquier cosa que fuere. Por supuesto se trata de una hipótesis muy discutible. Volveremos sobre eso. ¿De dónde procede, entonces, el carácter misterioso que presenta el producto del trabajo, tan pronto como reviste forma de mercancía? Procede, evidentemente, de esta misma forma. En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo, y, finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función social de sus trabajos, cobran la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo. Me parece que este párrafo y el siguiente expresan dos hipótesis encontradas acerca del origen de la mercancía. En principio nótese que ya no se habla de mercancía en general sino de forma-mercancía. Puede afirmarse que esto solamente refiere a la inversión propia del materialismo dialéctico por la cual las cosas funcionan como personas y las personas como cosas. Pero entiendo que aquí hay una alusión de Marx al orden del estado. La forma-mercancía no me parece idéntica a la mercancía en general. El concepto de la mercancía en general nos habla de cierta disposición subjetiva propia del concepto de la mercancía que le permite alcanzar la representación del universo práctico del hombre. No puede entenderse esta afirmación sin utilizar las enseñanzas claves de Enrique Dussel de que el proceso de la mercancía requiere de la presencia de un valor en general de carácter perceptivo capaz de organizar el mundo del hombre. En cambio si adoptamos la forma-mercancía nos situamos plenamente en el universo objetivo del hombre, un universo del cual solo puede dar cuenta una ciencia histórica, no tan solo capaz de entender del mundo de la mercancía en general, sino también de su transformación, y el estudio de sus vaivenes históricos dentro de las diferentes formas de producción. Me parece que esta es la razón por cual Marx introduce aquí esta novedad teórica de la forma-mercancía. 3 El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores Nótese que en la segunda parte del párrafo ya hay toda una tópica que alude a la división del trabajo dentro del capitalismo y que plantea un capitalismo ya establecido en el orden del mundo de la mercancía. Son como dos momentos diferentes en la percepción del trabajo alienado. A mi juicio va a persistir esta voluntad teórica de Marx de pensar la mercancía por fuera del capitalismo y como un concepto más abarcador. Creo que León Rozitchner coincidiría con esta última alternativa. Este quid pro quo es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancía, en objetos físicamente metafísicos o en objetos sociales. Es algo así como lo que sucede con la sensación luminosa de un objeto en el nervio visual, que parece como si no fuese una excitación subjetiva del nervio de la vista, sino la forma material de un objeto situado fuera del ojo. Y, sin embargo, en este caso hay realmente un objeto, la cosa exterior, que proyecta luz sobre otro objeto, sobre el ojo. Es una relación física entre objetos físicos. En cambio, la forma mercancía y la relación de valor de los productos del trabajo en que esa forma cobra cuerpo, no tiene absolutamente nada que ver con su carácter físico ni con las relaciones materiales que de este carácter se derivan. Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres. Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres ¿Por qué plantea aquí una relación costo-beneficio?, ¿qué equilibrio debiera ser restablecido? El equilibrio refiere a la relación de los objetos con el mundo, a cómo la totalidad forma parte de un objeto. Se ha entendido durante muchos años a través principalmente de la interpretación de Federico Engels, cuya palabra apresuradamente fue tomada como equivalente a la de Marx; que la mercancía era establecida y debía encontrar un equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo. Sin embargo la principal intención de Marx ha sido encontrar una alternativa para los callejones sin salida de la gnoseología clásica. Para decirlo con suavidad es demasiado onerosa la deuda cartesiana que mantiene Federico Engels en su interpretación, completamente falsa y absurda, por cierto. No se trata de eso, ¿cuál es el quid pro quo? Para responder esto, aún de manera sucinta, hay que remontarse nada menos que al libro Alfa de la Metafísica. Allí Aristóteles se refiere a la filosofía propiamente dicha, la llama prote-filosofía, filosofía primera o metafísica; un saber que se encuentra por sobre todos los saberes y es descripto como una saber sobre las primeras causas y los primeros principios. Aristóteles afirma que conoce mejor quien conoce la causa, Parece una proposición sencilla e irrefutable, pero cuando desciende a los ejemplos encuentra muchos problemas. El caso del médico, se trata de un saber hacer, de un saber eminentemente práctico, qué sabe entonces el filósofo quién es efectivamente el dueño de la prote4 filosofía, del saber metafísico acerca del mundo en general, más que el médico, que no es dueño de semejante saber, pero tiene una vasta experiencia en el hacer sobre el cuerpo y que drogas lo alivian de sus dolencias. Parece un saber tal, que una vez desarrollado alcanza una virtud en general, que no pueden alcanzar las virtudes, las capacidades específicas, Aristóteles se complica la vida con virtudes éticas y dianoéticas, en fin, lo que sabe el metafísico que el médico ignora es un saber del todo hacia la parte. En esta tensión entre la dianoia y la areté, Marx opta por la areté. Seguramente nosotros no permitiríamos que nos opere el filósofo porque conoce la causa, optaríamos por la experiencia del médico. Para Aristóteles que no dudaba acerca de una jerarquía equivalente entre el conocimiento y el ser de las cosas, la tensión práctica debía resultar idéntica que para nosotros. El saber de la prote-filosofía es un saber por principios ¿Qué sabe este saber? La ley de producción del mundo, la cual tal vez incluya los bienes presentes, aunque no futuros ni tampoco el inventario de los actos humanos, pero sí el destino del hombre en el mundo. Esta pesada herencia de lo originario, por muy ridícula que nos parezca ha persistido a favor y en contra del progreso del conocimiento concreto. Bertrand Russell se preocupa de que seamos capaces de operar con universales mediante complejas ecuaciones sin saber a ciencia cierta qué es lo que esos conjuntos universales contienen. Es decir operaciones totalmente aceptables desde un punto de vista sintáctico-formal, pero carentes de toda contrapartida real. Y sus investigaciones (a mi juicio apasionantes) ya tienen cien años. Igualmente todos sabemos que Nicolás Copérnico cambió para siempre el mapa celeste de la antigüedad y no hay nadie que ponga en duda el universo móvil de Galileo. Sin embargo hasta 1950 las cartas de navegación pensaban las estrellas como puntos fijos de referencia, simplemente porque el viejo sistema marinero resultaba todavía eficaz para la percepción. Hoy en día la navegación satelital ha superado ampliamente esta polémica, pero debemos reconocer que la mirada desde un satélite no es una mirada natural, propia del hombre. El punto de vista humano pensado desde la corporalidad, era el antiguo ¿Por qué traigo estos ejemplos? Me parece que sólo así comprenderemos la relación del saber con sus condiciones materiales. No ponemos en duda que todo saber aunque produzca a la misma existencia humana parte de condiciones materiales dadas. Sin embargo nuestro saber no va mucho más allá de semejante convicción y eso no limita para nada la jerarquía de la prote-filosofía. Este es el peso y la herencia de lo originario y determina toda la relación del hombre con el mundo. A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción. Este carácter fetichista del 5 mundo de las mercancías responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al carácter social genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías. Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados independientes los unos de los otros. El conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre sí los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este intercambio. También podríamos decir que los trabajos privados sólo funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores. Por eso, ante éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas. Comparen este desarrollo con la ley de Say, la cual piensa el valor de uso como un agregado al bien ya terminado; y algo que en su estado ideal resulta totalmente independiente del trabajo de producirlo. Aquí se dice exactamente lo contrario: que la mercancía es una forma de producir el mundo de la mercancía: Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados independientes los unos de los otros. Se interpretado siempre este párrafo como que la mercancía depende de la propiedad privada. Es cierto, pero me parece que dice mucho más, porque habíamos afirmado en el análisis anterior que la mercancía ocultaba el trabajo social que producía digamos así; un mundo real (material) entre los hombres, ¿y ahora lo muestra, lo torna presente?, ¿por qué? La relación entre el trabajo objetivo presentado como producto del trabajo y el trabajo subjetivo, es decir, la actividad de producir, es en el mundo real, como la firma del artesano. Se puede saber que un violín es Guarnerio o Estradivario mirando su factura. Esto es lo primero que se opaca. Pero además Marx nos enseña que hay una inversión. Las cosas no hablan más de las personas como el violín de su hacedor, Guarnerio. El violín se transforma en Guarnerio mismo. Pinoccio echa a Gepetto de la carpintería, ¿qué ha ocurrido? Es sencillo: Gepetto se ha vuelto loco. La locura de Gepetto se expresa en cierta opacidad de todos los objetos, ya no podemos ver a través de ellos, pero aún ciegos mantenemos firme la certeza de que Pinoccio es un muñeco de madera y de que Gepetto está loco. Este es el materialismo dialéctico. El más opaco de todos los objetos es el dinero, que no es casi nada en sí mismo, todo en él, es lo que representa ¿Qué representa? Si bien de manera gruesa podemos afirmar que el dinero es el poder del estado, la salud económica del un país, a los efectos que nos interesan, que es pensar el mundo del trabajo alienado; el dinero parece una representación en general, puede ser cualquier objeto y puede incluso producirlo. El dinero puede comprar al objeto y al artesano, así, no requiere de una marca de producción. De alguna manera el trabajo social no se oculta del dinero, ¿se trata de una mercancía privilegiada? Me parece que no. Su capacidad no reside en transformarse en alguna mercancía específica, sino en cualquiera de ellas. Tal como ha enseñado Marx, se trata de una condición universal 6 de suyo. Guarda el prestigio de satisfacer cualquier necesidad humana, y eso-a mi juicio-lo transforma en un bien, en un objeto en sí mismo ¿Dónde está la importancia de lo que afirmo? Que pensado como objeto, el dinero hace mundo. El mundo del dinero no es equivalente al mundo de la mercancía, aunque dependa de él, pero este proceso tan sencillo, resulta la matriz de una nueva fase en la dominación. Es en el acto de cambio donde los productos del trabajo cobran una materialidad de valor socialmente igual e independiente de su múltiple y diversa materialidad física de objetos útiles. Este desdoblamiento del producto del trabajo en objeto útil y materialización de valor sólo se presenta prácticamente allí donde el cambio adquiere la extensión e importancia suficientes para que se produzcan objetos útiles con vistas al cambio, donde, por tanto, el carácter de valor de los objetos se acusa ya en el momento de ser producidos. Más, por otra parte, sólo serán aptos para satisfacer las múltiples necesidades de sus propios productores en la medida en que cada uno de esos trabajos privados y útiles concretos sea susceptible de ser cambiado por cualquier otro trabajo privado útil, o lo que es lo mismo, en la medida en que represente un equivalente suyo. Para encontrar la igualdad toto coelo(13) de diversos trabajos, hay que hacer forzosamente abstracción de su desigualdad real, reducirlos al carácter común a todos ellos como desgaste de fuerza humana de trabajo, como trabajo humano abstracto. Tal vez esta sea la principal diferencia entre el mundo de la mercancía y el mundo del dinero. Sólo el mundo del dinero es perfecta y absolutamente cuantitativo. Por tanto, los hombres no relacionan entre sí los productos de su trabajo como valores porque estos objetos les parezcan envolturas simplemente materiales de un trabajo humano igual. Es al revés. Al equiparar unos con otros en el cambio, como valores, sus diversos productos, lo que hacen es equiparar entre sí sus diversos trabajos, como modalidades de trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen.(30) Por tanto, el valor no lleva escrito en la frente lo que es. Lejos de ello, convierte a todos los productos del trabajo en jeroglíficos sociales. Luego, vienen los hombres y se esfuerzan por descifrar el sentido de estos jeroglíficos, por descubrir el secreto de su propio producto social, pues es evidente que el concebir los objetos útiles como valores es obra social suya, ni más ni menos que el lenguaje. El descubrimiento científico tardío de que los productos del trabajo, considerados como valores, no son más que expresiones materiales del trabajo humano invertido en su producción, es un descubrimiento que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo ¿Qué es lo que el hombre piensa de su trabajo? No parece algo necesariamente referido al producto y sin embargo la gente no tiene dificultades en considerar trabajo a actividades completamente diversas como la enseñanza o la panadería. Hemos aceptado con facilidad que esta es una forma de trabajo abstracto, productor de objetos, también ideas, a las cuales podemos producir con la finalidad de que tengan un valor de cambio. Tampoco parece haber una gran dificultad en esto último porque la previsión del valor de cambio en el mercado de hoy en día es absoluta y resulta sencillo averiguar cuál es el valor de cambio de cualquier actividad o de cualquier producto con sólo entrar en internet o levantar un teléfono. Diferentes formas de un mismo trabajo humano dice por ahí el texto de Marx. El capital no ha sido un libro académico, escrito exclusivamente para intelectuales, pero no por ello Marx ha dejado de tener una dura contienda con la academia alemana y esta idea del trabajo, que puede ser comprendida en sentido lato como indica el texto, tiene también una variante más teórica que está en relación como lo que más arriba hemos desarrollado sobre el conocimiento por 7 principios y que ahora se relaciona con la visión natural de la conciencia histórica acerca de la cosa. La discusión tiene gran relevancia y pertenece al ámbito de la filosofía de la ciencia. Desde Aristóteles la conciencia se relaciona con la cosa de dos maneras, cuando digo conciencia natural me refiero al sentido común. A través del concepto de sustancia y a través del concepto de esencia. Esto ha sido así independientemente de los diferentes sistemas metafísicos o científicos. Ya desarrollé esto en otra parte, así que aquí seremos sucintos: a) Sustancia es aquello que existe y se comprende por sí mismo b) Esencia es lo que hace que algo sea lo que es. Esta convicción sobrevivió a todos los avatares propios de la historia y de la ideología del pensamiento justamente por su simpleza y eficacia. De hecho en sentido lato conforma lo que Hegel ha llamado la conciencia natural de la cosa. Tal ha sido así hasta Gottlieb Fichte (circa 1790) quien fue el primero en defender la tesis, muy novedosa para la época de que la sustancia no es el producto sino un acto, el acto de producir algo. Cuando Marx nos habla de trabajo abstracto discute evidentemente con Hegel, pero se refiere a este asunto y el materialismo recoge el guante de aquella discusión que se iniciara con Fichte. Todos sabemos que la novedad romántica no ha echado por tierra la sencilla convicción de la gente para relacionarse con el mundo. Las personas no suelen pensar que el mundo no existe, que es algo aparente o una ilusión, están muy ocupadas haciendo otra cosa, probablemente de mayor provecho. No obstante ha persistido como vemos, la cuestión de un saber por principios, un saber en general, del cual no tenemos casi ninguna noción concreta. Quiero detenerme en dos frases: no lo saben pero lo hacen, y la cuestión de los jeroglíficos sociales. Son frases que nos hablan de cuál es la dirección del pensamiento. Se han dicho terribles barbaridades sobre la primera. Que se trata de un antecedente de lo inconsciente, de lo simbólico (me imagino la cara de Marx detrás de la barba). Y el tema de los jeroglíficos sociales. Comienzo por lo último, los jeroglíficos fueron tomados como una metáfora de la complejidad de la estructura mercantil. Yo creo que Marx piensa aquí en la piedra roseta, no en algo necesariamente intrincado, sino en lo contrario, en la clave para descifrarlo. La clave para salir del reino de la apariencia. Es importante esto, porque no es que el nuevo hombre encontrará un nuevo camino para sí mismo, sino que logrará finalmente ver en el antiguo, va a recuperar su persistente tradición de hombre libre, de la cual el capitalismo lo ha despojado. En cuanto a la primera frase tan psicoanalítica, me parece que tiene relación con un saber por principios, 8 esto es, ser guiados por el orden material, aunque carezca de representación entre los útiles que tenemos a la mano: pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo. Su propio movimiento social cobra a sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control están, en vez de ser ellos quienes las controlen. Y hace falta que la producción de mercancías se desarrolle en toda su integridad, para que de la propia experiencia nazca la conciencia científica de que los trabajos privados que se realizan independientemente los unos de los otros, aunque guarden entre sí y en todos sus aspectos una relación de mutua interdependencia, como eslabones elementales que son de la división social del trabajo, pueden reducirse constantemente a su grado de proporción social, porque en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes de cambio de sus productos se impone siempre como ley natural reguladora el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le cae a uno la casa encima.(31) La determinación de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, por tanto, el secreto que se esconde detrás de las oscilaciones aparentes de los valores relativos de las mercancías. El descubrimiento de este secreto destruye la apariencia de la determinación puramente casual de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, pero no destruye, ni mucho menos, su forma material. De lo que aquí se trata es de describir una relación del hombre con el mundo. Ya lo hemos dicho. Esa es la astucia de Marx cuando nos habla de valor de uso. Entonces no se va a tratar tanto de quién comanda la dominación, puesto que sin duda serán algunos hombres, en detrimento de otros, sino de cuanto de lo esencial a lo humano se ha cedido para generar este tipo de relación con el mundo, la que genera el trabajo alienado. No nos encontramos ante una cuestión psicológica, sino ante el movimiento social de la razón ante la historia. En efecto Marx no ha abandonado este presupuesto hegeliano, aunque lo critica, sin embargo el materialismo lejos de ayudarlo le genera tremendos e intrincados problemas lógicos de muy difícil solución. La determinación de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, por tanto, el secreto que se esconde detrás de las oscilaciones aparentes de los valores relativos de las mercancías. El descubrimiento de este secreto destruye la apariencia de la determinación puramente casual de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, pero no destruye, ni mucho menos, su forma material. La mirada cuantitativa frente al valor de cambio (magnitud del valor) nos enfrenta a un pseudo-relativismo del valor. Pero esta presencia relativa del valor, se debe a los efectos de la misma apariencia, a que no nos encontramos frente a la materialidad del valor, que se hará evidente por la universalidad del mismo. Estamos frente al problema de la presencia, que es muy arduo en el materialismo dialéctico. En efecto, ¿cuál es el tiempo de lo real? Evidentemente será un tiempo de carácter fáctico, en el cual la aparente objetividad científica propia de la apariencia alcanzará su capacidad de transformación, a fin de iluminar sobre la esencia de lo humano. Marx lo imagina como un puzzle en el cual las piezas se irán acomodando cada una en su lugar, para ello habrá un reconocimiento de la antigüedad del lugar, un reconocimiento del lugar originario, esa es la función del pensamiento. 9 La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de ésta, sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas. Comienza post festum y arranca, por tanto, de los resultados preestablecidos del proceso histórico. Las formas que convierten a los productos del trabajo en mercancías y que, como es natural, presuponen la circulación de éstas, poseen ya la firmeza de formas naturales de la vida social antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter histórico de estas formas, que consideran ya algo inmutable, sino su contenido. Estas divisiones entre forma y contenido en realidad se refieren a cuál es nuestro saber acerca de la materialidad, o bien, cómo la materialidad ilumina sobre nuestro saber. El párrafo es muy importante porque nos habla de dos presencias. Una es acerca de la actividad viva, propia de la conciencia histórica, la forja misma de la realidad. Una crónica que sabemos que es real pero cuyo contenido ignoramos. El ejemplo que más se utiliza para explicar esto es que en el frente de batalla producen los últimos actos propios de una guerra, sin embargo hasta que no les informan desde el alto mando, ignoran cuál es el curso real de las acciones militares. La frase post festum, muy querida para el materialismo dialéctico, nos habla de una conexión con la totalidad, carece de la frescura de la situación viva, pero comprende con claridad el curso de los acontecimientos por esa misma razón. Entonces nos encontramos ante otra presencia. Se ha querido explicar esta duplicidad propia de la conciencia histórica, pensándola en su carácter subjetivo y objetivo, pero esa distinción propia de Federico Engels, no da para nada en el clavo de lo que Marx quiere decir. Establecidos como irreversibles, los actos de los hombres, tienen-dice Marx- el carácter de leyes científicas. Es exactamente lo mismo que Kant en su KRV. A través de la reflexión sobre el contenido de los actos se funda una nueva presencia, propia de la totalidad que será la única capaz de hacer que superemos el reino de la apariencia. Donde el conocimiento va a encarar la transformación del mundo del hombre y la realización de su esencia. Pero esta forma acabada del mundo de las mercancías –la forma dinero –, lejos de revelar el carácter social de los trabajos privados y, por tanto, las relaciones sociales entre los productores privados, lo que hace es encubrirlas. Si digo que la levita, las botas, etc., se refieren al lienzo como a la materialización general de trabajo humano abstracto, enseguida salta a la vista lo absurdo de este modo de expresarse. Observemos la diferencia entre el trabajo abstracto y el trabajo concreto ¿Qué es realmente la cuantificación de la producción según una medida? Marx nos enseña aquí que ello resulta de colocar a la verdad en el lugar de la proporción. Sin embargo me permito diferir. La proporción no me parece idéntica a la esencia. La proporción sólo puede ser idéntica a la medida en la cual la esencia aparece. Nada más lejos de la verdad que la proporción. Hasta diría que la proporción es la causa real del espejismo, la proporción es lo que hace que tomemos a la apariencia por lo real ¡Pobre de mí!, esto tampoco es cierto! La verdad de la 10 proporción estriba en la perfección, la perfección de lo real no es equivalente a lo real mismo, sino que es aquello que nos permite reproducirlo, tal como los principios de la prote-filosofía nos permiten reconstruir la totalidad del mundo según un saber correcto. Buscamos para el mundo material un orden equivalente. Un mundo desconocido pero en cuyos principios encontraremos la capacidad de satisfacer las necesidades humanas. La proporción nos indica cuál debe ser la disposición subjetiva para generar semejante experiencia Y sin embargo, cuando los productores de levitas, botas, etc., refieren estas mercancías al lienzo –o al oro y la plata, que para el caso es lo mismo – como equivalente general, refieren sus trabajos privados al trabajo social colectivo bajo la misma forma absurda y disparatada. Estas formas son precisamente las que constituyen las categorías de la economía burguesa Pero en nuestro afán de poner al mundo a la altura del hombre solamente logramos poner al hombre a la altura del mundo. Nostalgia del idealismo, que nos iluminaba sobre el Ichideal, sobre el ideal humano. Observemos ante todo a Robinson en su isla. Pese a su innata sobriedad, Robinson tiene forzosamente que satisfacer toda una serie de necesidades que se le presentan, y esto le obliga a ejecutar diversos trabajos útiles: fabrica herramientas, construye muebles, domestica llamas, pesca, caza etc. Y no hablamos del rezar y de otras cosas por el estilo, pues nuestro Robinson se divierte con ello y considera esas tareas como un goce. A pesar de toda la diversidad de sus funciones productivas, él sabe que no son más que diversas formas o modalidades del mismo Robinson, es decir, diversas manifestaciones de trabajo humano. El mismo agobio en que vive le obliga a distribuir minuciosamente el tiempo entre sus diversas funciones. El que unas ocupan más sitio y otras menos, dentro de su actividad total, depende de las dificultades mayores o menores que tiene que vencer para alcanzar el resultado útil apetecido. La experiencia se lo enseña así, y nuestro Robinson que ha logrado salvar del naufragio reloj, libro de cuentas, tinta y pluma, se apresura, como buen inglés, a contabilizar su vida. En su inventario figura una relación de los objetos útiles que posee, de las diversas operaciones que reclama su producción y finalmente del tiempo de trabajo que exige, por término medio, la elaboración de determinadas cantidades de estos diversos productos. Robinson Crusoe fue un verdadero suceso literario en su época junto con Moby Dick, pero la novela de Dafoe, se publicó justo en el momento que Europa revisaba todos sus fundamentos jurídicos, antes de la revolución francesa (circa 1719) y la experiencia de recomenzar por el principio y hacer todo de nuevo, tal como ocurría en América, ganó completamente la fantasía de las clases intelectuales europeas, sobre todo porque la permanencia de la monarquía como sistema político se encontraba por primera vez en entredicho, por lo menos en el imaginario público ¿Qué discute Marx aquí? Si el hombre es o no es portador de derecho. O bien, en términos de la época, si la civilización es una condición interior del hombre, o una cualidad puramente anodina de orden social y objetivo y de carácter gregario, la cual en circunstancias adversas bien pudiera perderse. De la época es: El hombre máquina de Lamettrie, que también parece una forma de pensar la esencia de lo humano. El inglés de la circunstancia por supuesto demuestra que es capaz de sobrevivir con muy poco, e incluso en sus ratos libres educa un salvaje, un verdadero encanto. El imperio civilizador sale airoso y la opinión pública, está feliz. Sin embargo Marx 11 está en deuda con Dafoe, la gran restauradora es la razón y la novela también pone a prueba la universalidad de las ideas europeas. Eso ya ocurría en la realidad, pero a posteriori hemos visto que ante cada fracaso, eran las colonias quienes demostraban no ser europeas de pura cepa. Creo que todavía hoy nos toman examen de europeidad y el gran revolucionario alemán, resulta más alemán que revolucionario y no es ajeno a este gesto. Apenas se recuperó de que sus ideas fueran recogidas en la salvaje Asia antes que en su dorada Alemania, el país más adelantado de la tierra, cuna de la raza superior. Y no hablamos del rezar y de otras cosas por el estilo, pues nuestro Robinson se divierte con ello y considera esas tareas como un goce. A pesar de toda la diversidad de sus funciones productivas, él sabe que no son más que diversas formas o modalidades del mismo Robinson ¿Quién es Robinson? Evidentemente un gran restaurador ¿Por qué Marx renuncia tan fácilmente a crear formas nuevas en un escenario ideal? La revolución sólo tiene sentido en Europa, su sentido primordial es superar la alienación existente, y no fundar una nueva, pero el ejemplo como ven, tiene mucho jugo. Finalmente nos habla de robinsonadas para señalar el camino impropio e incorrecto. Pero la seducción principal tiene dos pilares. En su sociedad natural de dos hombres (uno de ellos esclavo, aunque liberto, prisionero de su primitiva incultura), un pilar es que el dinero no tiene sentido, ¿entonces no hay mercancía? Sí que hay, en este caso: libertad por cultura como bien de cambio. El segundo pilar, el que más interesa a Marx, quien claramente sospecha del primero, es la relación esencial entre el hombre y el trabajo, ya sea intelectual como concreto. El principal agente en la tarea de restauración de la cultura europea es el trabajo. He aquí el alegato de Carlos Marx para utilizar está metáfora. Finalmente, imaginémonos, para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios colectivos de producción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de trabajo, con plena conciencia de lo que hacen, como una gran fuerza de trabajo social. En esta sociedad se repetirán todas las normas que presiden el trabajo de un Robinson, pero con carácter social y no individual. Los productos de Robinson eran todos productos personales y exclusivos suyos, y por tanto objetos directamente destinados a su uso. El producto colectivo de la asociación a que nos referimos es un producto social En su reconstrucción de la vida natural el apéndice muestra dos ejemplos, uno en la consabida Edad Media y otro en una imaginada producción agraria elemental y familiar. La fascinación de Marx por la Edad Media, es conocida y se ha hablando largas enciclopedias sobre ellas. En nuestro medio lo de Astarita, titular de Historia Medieval durante muchos años y autor de muchos libros, es claramente superior. Lo que fascina a Marx es ver como en una época de gran dificultad para la comunicación de la cultura, el derecho tuvo una poderosa presencia entre los hombres, muchísimo más fuerte que el ridículo derecho colonial del siglo XIX. La lógica de la razón indicaría justamente lo 12 contrario ¿por qué? En la explicación marxista, porque el trabajo colectivo reside en el derecho, de lo contrario la incipiente explotación de la naturaleza colapsaría de inmediato. Se trata de un derecho de subsistencia. Primera consecuencia las atribuciones sociales no son eclécticas, pese a los juglares y a François Villon estamos ante un cuadro congelado. No voy a desarrollar esto, lean a Astarita, no hay nada que agregar a su análisis. En cuanto a la unidad de producción agraria y familiar, Marx va a pensar el origen del trabajo social. En estas condiciones, el tiempo de trabajo representaría, como se ve, una doble función. Su distribución con arreglo a un plan social servirá para regular la proporción adecuada entre las diversas funciones del trabajo y las distintas necesidades. De otra parte y simultáneamente, el tiempo de trabajo serviría para graduar la parte individual del productor en el trabajo colectivo y, por tanto, en la parte del producto también colectivo destinada al consumo. Como se ve, aquí las relaciones sociales de los hombres con su trabajo y los productos de su trabajo son perfectamente claras y sencillas, tanto en lo tocante a la producción como en lo que se refiere a la distribución. Mediante el análisis de esta sociedad ideal de productores Marx descubre una verdad de hierro, que los bienes de uso no son necesariamente mercancías, si no son producidos de esta manera. Aunque se truequen por dinero, porque el dinero representa al bien y no a su valor. Para una sociedad de productores de mercancías, cuyo régimen social de producción consiste en comportarse respecto a sus productos como mercancías, es decir como valores, y en relacionar sus trabajos privados, revestidos de esta forma material, como modalidades del mismo trabajo humano, la forma de religión más adecuada es, indudablemente, el cristianismo, con su culto del hombre abstracto, sobre todo en su modalidad burguesa, bajo la forma de protestantismo, deísmo, etc. Sólo enquistados en los intersticios del mundo antiguo, como los dioses de Epicuro o los judíos en los poros de la sociedad polaca, nos encontramos con verdaderos pueblos comerciales. El reflejo religioso del mundo real sólo podrá desaparecer para siempre cuando las condiciones de la vida diaria, laboriosa y activa, representen para los hombres relaciones claras y racionales entre si y respecto a la naturaleza. La forma del proceso social de vida, o lo que es lo mismo, del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y puesta bajo su mando consciente y racional. Mas, para ello, la sociedad necesitará contar con una base material o con una serie de condiciones materiales de existencia, que son, a su vez, fruto natural de una larga y penosa evolución. Entonces el desprecio de Marx por todas las religiones que en el caso de los judíos lo lleva a definirlo impunemente como un pueblo netamente comercial, según la fórmula del más clásico antisemitismo, tiene relación con el desprecio por el espejismo. Pero no se trata aquí de revalorizar la materialidad por tener como se dice: los pies en la tierra, sino con una clara amputación dentro de la experiencia social que depende del reconocimiento de un origen material para el hombre. Aquí más que en ninguna otra parte vale la frase de Gottlieb Fichte, que por la filosofía que uno elige se sabe qué clase de hombre se es. El materialismo no debe modelar la sensatez del hombre sino su libertad y preservar su condición histórica, más allá de todo espejismo. Este es el sentido del 13 opio de los pueblos, de la Introducción a la crítica a la filosofía del derecho de Hegel. La economía política ha analizado, indudablemente, aunque de un modo imperfecto,(34) el concepto del valor y su magnitud, descubriendo el contenido que se escondía bajo estas formas. Pero no se le ha ocurrido preguntarse siquiera por qué este contenido reviste aquella forma, es decir, por qué el trabajo toma cuerpo en el valor y por qué la medida del trabajo según el tiempo de su duración se traduce en la magnitud de valor del producto del trabajo.(35) Tratase de fórmulas que llevan estampado en la frente su estigma de fórmulas propias de un régimen de sociedad en que es el proceso de producción el que manda sobre el hombre, y no éste sobre el proceso de producción; pero la conciencia burguesa de esa sociedad las considera como algo necesario por naturaleza, lógico y evidente como el propio trabajo productivo. Por eso, para ella, las formas pre-burguesas del organismo social de producción son algo así como lo que para los padres de la Iglesia, v. gr., las religiones anteriores a Cristo.(36) Claramente la fe en la mercancía es una fe religiosa ¿Es cierto esto? ¿Qué alternativa tiene además del valor de cambio la forma de producción industrial? Piensen en la asombrosa multiplicación de los panes y de los peces y en la oportunidad perdida por la humanidad para arrastrarse detrás del fantasma de la explotación ¿Por qué es importante el concepto de valor en general como indica Dussel? No hay en efecto otra forma que sirva para preservar la objetividad de lo aparente. Hasta Marx la objetividad de la percepción no sabía nada de sí, sino que era un fárrago indiscriminado de percepciones-así las llama Kant- Este autor se ve obligado a inventar una síntesis de la apercepción trascendental. Se trata de un juicio y como tal refiere al entendimiento del sujeto trascendental, que expresa la frase: yo pienso. Se coloca al lado del fárrago de percepciones a fin de percatarse cuáles en dicho fárrago son las percepciones propias de quién piensa. No debemos eludir que esta síntesis tiene la forma del cogito cartesiano, que flota como un juicio una vez que ha sido arrancado de su origen fundante. Esta síntesis, a diferencia de lo que pensaba Descartes, es incapaz de producir un universo objetivo, a lo sumo tiene la facultad lógica de discriminar dentro de él. Hasta qué punto el fetichismo adherido al mundo de las mercancías, o sea la apariencia material de las condiciones sociales del trabajo, empaña la mirada de no pocos economistas, lo prueba entre otras cosas esa aburrida y necia discusión acerca del papel de la naturaleza en la formación del valor de cambio. El valor de cambio no es más que una determinada manera social de expresar el trabajo invertido en un objeto y no puede, por tanto, contener materia alguna natural, como no puede contenerla, v. gr., la cotización cambiaria. La forma mercancía es la forma más general y rudimentaria de la producción burguesa, razón por la cual aparece en la escena histórica muy pronto, aunque no con el carácter predominante y peculiar que hoy día tiene; por eso su fetichismo parece relativamente fácil de analizar. Pero al asumir formas más concretas, se borra hasta esta apariencia de sencillez. ¿De dónde provienen las ilusiones del sistema monetario? El sistema monetario no veía en el oro y la plata, considerados como dinero, manifestaciones de un régimen social de producción, sino objetos naturales dotados de virtudes sociales maravillosas. Y los economistas modernos, que miran tan por encima del hombro al sistema monetario ¿no caen también, ostensiblemente, en el vicio del fetichismo, tan pronto corno tratan del capital? ¿Acaso hace tanto tiempo que se ha desvanecido la ilusión fisiocrática de que la renta del suelo brotaba de la tierra, y no de la sociedad. Es luminosa esta nueva alusión a la trivialidad. No hay una naturaleza del valor de cambio, la objetividad del valor de cambio proviene de otra fuente vg. La apariencia. Miseria de la cuantificación: La forma mercancía es la forma más general y rudimentaria de la producción 14 burguesa. La visión fisiocrática de Quesnay, ha sido el último fetiche que derrumbó el mercantilismo. Sin embargo sólo puede ser superada esta presunción de que la tierra de por sí genera riqueza y no el hombre que la valora, cuando los pueblos logran producir claramente un mundo de la mercancía dentro del cual la tierra, ahora ya producto del hombre, ocupe su lugar. La tierra tal vez sea algo dado, pero no como generador de riqueza. Sin el estado el dinero es papel pintado. Pero no nos adelantemos y limitémonos a poner aquí un ejemplo referente a la propia forma de las mercancías. Si éstas pudiesen hablar, dirían: es posible que nuestro valor de uso interese al hombre, pero el valor de uso no es atributo material nuestro. Lo inherente a nosotras, como tales cosas, es nuestro valor. Nuestras propias relaciones de mercancías lo demuestran. Nosotras sólo nos relacionamos las unas con las otras como valores de cambio. Oigamos ahora cómo habla el economista, leyendo en el alma de la mercancía: el valor (valor de cambio) es un atributo de las cosas, la riqueza (valor de uso) un atributo del hombre. El valor, considerado en este sentido, implica necesariamente el cambio; la riqueza, no.(37) “La riqueza (valor de uso) es atributo del hombre; el valor, atributo de las mercancías. Un hombre o una sociedad son ricos; una perla o un diamante son valiosos... Una perla o un diamante encierran valor como tal perla o diamante.”(38) Hasta hoy, ningún químico ha logrado descubrir valor de cambio en el diamante o en la perla. Sin embargo, los descubridores económicos de esta sustancia química, jactándose de su gran sagacidad crítica, entienden que el valor de uso de las cosas es independiente de sus cualidades materiales y, en cambio, su valor inherente a ellas. Y en esta opinión los confirma la peregrina circunstancia de que el hombre realiza el valor de uso de las cosas sin cambio, en un plano de relaciones directas con ellas, mientras que el valor sólo se realiza mediante el cambio, es decir, en un proceso social. En el fondo esta es una discusión sobre los límites del pensamiento. Que el pensamiento pueda pensar el todo, no quiere decir que necesariamente deba producirlo. Más bien tiene que aceptar que modela a partir de algo dado. Esta es la condición teológica del materialismo dialéctico y la denuncia de la hybris de Hegel: Y en esta opinión los confirma la peregrina circunstancia de que el hombre realiza el valor de uso de las cosas sin cambio, en un plano de relaciones directas con ellas, mientras que el valor sólo se realiza mediante el cambio, es decir, en un proceso social ¿Cómo es posible imaginar que el valor de uso y el valor de cambio vayan por caminos diferentes? El capítulo termina con la cita de una comedia de Shakespeare: Mucho ruido de nada, sobre el origen natural y la naturalidad de lo aparente. Algunas ideas Toda la tradición europea ha pensado la libertad dentro del estado y Marx también, pero a diferencia de los demás, sobre todo de Hegel, Marx se pregunta si esto es posible, concluye que sí, pero que la libertad política no es la libertad del hombre. La fuerza de la apariencia consiste en convencernos de lo contrario. Que el estado no ha alcanzado su en sí, y que esa es la condición para que el hombre alcance el suyo. He aquí el desafío que nos hace el capital a través de la modernidad. Como tal llega a arrogarse la capacidad de reemplazar a la conciencia histórica y en este camino nos lleva una enorme ventaja. 15 La mercancía requiere la mediación de una totalidad para pensarse sustancia. Es por la totalidad que pensamos la sustancia como autónoma. En efecto sabemos que la mesa es mesa sin recurrir al diccionario, independientemente de la forma que tuviere o de los materiales con los cuales hubiere sido construida. Tampoco nos importa su diseño. Sabremos que es una mesa, aunque ella no exista y además lo sabremos inmediatamente, sin dudarlo ¿De dónde proviene el poder de semejante intuición, si no del conocimiento previo del mundo de la mesa, de la totalidad propia de la sustancia que nos permite conocerla por sí. ¿Por qué nos habla Marx asociados? del trabajo individual de productores ¿Por qué se trata el ocultamiento del trabajo social de una relación costo-beneficio? En principio vemos que la cosificación transforma a los productos en lo contrario que debiera, les da un carácter subjetivo capaz de expresar con exactitud la medida de la libertad humana. Esta libertad propia de los objetos que de manera alucinada expresan un valor de uso, pertenece sin dudas al reino de la apariencia, por lo tanto resulta completamente estéril para la transformación del estado en un estado revolucionario. Pero aún así la mercancía mantiene un secreto valioso en su en sí. Se trata de un saber por principios acerca del mundo subjetivo. Un saber que debe llenarse con la tarea revolucionaria. En efecto, el saber sobre la mercancía, pensada como mundo de la mercancía, es un saber negativo sobre la libertad ¿Pero por qué piensa Marx que el hombre puede situarse fuera de un mundo que el mismo ha producido ¿El idealismo lo traiciona? No nos parece una explicación consistente con la habitual astucia intelectual de Carlos Marx. Evidentemente Marx confía en la facticidad de la razón para situarse fuera de su propia pretensión cartesiana, del propio círculo de acero del ego frente a su objeto; ¿tiene tal poder la facticidad del dasein? ¿Puede situarse fuera de sí misma la clase social que el materialismo dialéctico propone como nuevo y último sujeto de la historia? Me parece que no es posible. El proletariado no puede exceder su propia producción, y una transformación no debiera vulnerar los límites del idealismo. Sin embargo Marx se sitúa con tranquilidad, como el científico frente a su objeto de conocimiento: Confunde la dialéctica negativa con una visión científica de la historia. 16 Primera pregunta: ¿cómo lidiar con la alienación y su totalidad?, ¿con la alienación y su mundo? La única respuesta posible-a mi juicio- es que en el fondo Marx piensa que la alienación depende de la modernidad y no del capitalismo; ¿Qué ha cambiado en este escenario? Si la modernidad produce su propio pensamiento y contiene por ello a todas las figuraciones aún a la dialéctica negativa; es el resultado de una mirada alienada. Pareciera que nos encontramos mucho peor que antes y no obstante no es así. Si la alienación se desprende de la modernidad, entonces es parte de la naturaleza de lo humano, y como tal puede ser sometida a la regulación de las leyes. La naturaleza no sólo ha producido al hombre sino también al mundo del hombre; como tal es capaz de ofrecer sus leyes fácticas a una ciencia sobre la historia. Esta nueva ciencia sobre la historia de características teológicas, que estudiará como ya sabemos los diferentes modos de producción y la super-estructura; requiere como condición de posibilidad, el sacrificio del Cordero: a saber: la libertad humana. Buenos Aires Enrique Meler Mayo de 2012 17