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Alberto Darias Príncipe
1672, 1674; Ildefonso de Sosa, 1734; Benito Joao Martin, 1821, 1832 o Eleuterio
Freitas, 182514.
El barroco canario es sin duda el momento de mayor esplendor de la orfebrería
insular y está indudablemente marcado por los talleres de Oporto. De ellos procede
asimismo el gusto por el repujado que no decrece en Canarias hasta el agotamiento
de la escuela platera insular, mediado el siglo XIX.
Durante el barroco, el mundo sevillano sigue teniendo peso en Canarias, pero con
ciertas limitaciones, ya que la abundancia de artistas portugueses en el Archipiélago
hace que soluciones isleñas se adelanten a trabajos traídos de la catedral hispalense.
De Portugal se toman las reproducciones que los orfebres hacían en las planchas de
plata, un trabajo minucioso, esmerado y pulcro, copiando diferentes patrones lusos
con la misma delicadeza que, por esos mismos años, se hiciera en los retablos.
La plata elaborada de importación fue mayoritariamente hispalense, si bien su
influencia no menoscabó los modelos portugueses. De hecho portugués fue el orfebre
que llevó el barroco canario a sus más altas cotas, Ildefonso de Sosa. Se le atribuyen
varias obras pero una de ellas está firmada, caso excepcional en las Islas (Ildephonsus
de Sosa me fecit anno 1734). Se trata de la custodia que hizo para el convento de los
dominicos de La Laguna, siguiendo el diseño del pintor y escultor José Rodríguez de
la Oliva. La obra sienta un precedente en la tipología de las custodias, al consolidar
la mutación del ástil por un tenante, pues los ejemplos conocidos hasta entonces
eran estereotipos provenientes de América. Fue además el que introdujo la seña
de identidad más peculiar de la orfebrería canaria, la tembladera. Consistían estos
aditamentos en la aplicación de flores de plata o plata sobredorada, cuyo vínculo
de unión con el ostensorio era un tallo conformado por un hilo arrollado de forma
helicoidal, al final de cual, en la corola, se incrustaban una o varias piedras preciosas,
que el movimiento de la custodia hacía oscilar, produciendo irisaciones con el impacto
de la luz en las gemas.
Finalmente fue también un portugués el que supo rematar el ciclo de la platería
canaria con la dignidad de un excelente artista. De Benito Joao Martín se conserva en
el archivo de la catedral de Las Palmas un excelente boceto de un copón. Estudiando
el planteamiento del croquis se trata de una propuesta que sirve de puente entre dos
generaciones, por cuanto abandona la sobriedad neoclásica para buscar la gracia ya
cercana al dibujo romántico.
Algunos artistas portugueses que han trabajado en Canarias
Arquitectos
Miguel Alonso: El historiador ilustrado José Viera y Clavijo hace referencia a él
por primera vez en la Historia General de las Islas Canarias (1776) del siguiente modo:
Puesta la obra a cargo de Miguel Alonso, arquitecto portugués, por aposte entre él y Pedro
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HERNANDEZ PERERA, 1955: 365-368.