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Salvador Cardús i Ros E Pensar la política l partido político quizás sea una buena estructura para organizar la ocupación del poder, pero, a todas luces, resulta ser un aparato absolutamente negado para el desarrollo de un pensamiento político crítico y lúcido. De manera que resulta difícil imaginar algo más absurdo que la figura del intelectual orgánico, ya que nunca la inteligencia ha sido orgánica, y los aparatos políticos siempre han combinado mal con la libertad de pensamiento. No descubro nada nuevo, de acuerdo. Pero lo hemos podido constatar nuevamente y con rotundidad con los discursos tópicos y previsibles oídos durante las últimas semanas después de la apabullante victoria de CiU en las pasadas elecciones. Y, muy particularmente, esta dificultad para la reflexión política seria ha quedado en evidencia después de leer las reacciones de los portavoces parlamentarios al discurso de Fin de Año del nuevo president Artur Mas. ¿Puede opinarse algo menos sustancial y más fuera de lugar ante un breve –pero intenso– discurso institucional de Fin de Año que, unos, acusarlo de no haber entrado en el detalle de la acción de gobierno; otros, de denunciar que los esfuerzos anunciados los iban a pagar “los de siempre”, o aquellos, de haber utilizado un registro demasiado patriótico? ¿Tan difícil es aceptar que se trató de un buen mensaje institucional tanto en el aspecto formal como en el contenido? Sin condescendencias fáciles, anunciando con claridad las dificultades, apelando a la capacidad de sacrificio y a la voluntad de superación, denunciando los obstáculos políticos y, en fin, transmitiendo confianza y compromiso hacia el país, ¿no era acaso el mensaje más conveniente, si no el único posible? Además, ¿es que no son capaces los partidos políticos de entender que existen ritos institucionales que deberían quedar fuera de la agria disputa partidista? No se trata ahora de elogiar al nuevo president y su buen estilo comunicativo, sino de lamentar las enormes dificultades que en general demuestran todos los partidos políticos para producir discursos sensatos, con sentido común y que puedan ser comprendidos y compartidos sin tener que partir de la adhesión incondicional a la organización. Me refiero a discursos que no sean permanentemente autojustificativos, que estén abiertos al diálo- go y que se muestren capaces de incorporar nuevos matices. Pienso en la que me parece obvia necesidad de los partidos de no quedar encerrados en la legitimación de sus tácticas contra los rivales, es decir, en la necesidad de demonizar al adversario para luego poder atacarlo sin compasión. Parece claro que es precisamente a través del debate de ideas que los partidos políticos podrían mantener su contacto con la realidad, más allá del estrecho y particular mundo de la disputa y la escaramuza partidista, producida en exclusiva aquellos en los que antes habían buscado proximidad. Esta es una de las razones que pueden explicar el declive de ciertos gobiernos que, a pesar de tener en sus manos todas las posibilidades para mantener un contacto directo con la ciudadanía, acaban leyendo equivocadamente lo que ocurre delante de sus narices. Ya pueden encargar informes técnicos o hacer encuestas de opinión, que todo es leído e interpretado con la rigidez que produce un discurso encorsetado por la necesidad de justificar la propia acción. Mucho de eso le ha ocurrido al gobierno tripartito que acaba de ser desalojado del poder por las urnas, después de haber quedado, ya desde muy al principio, sin un entorno intelectual capaz de arroparlo. Y es también esta circunstancia lo que explica que, desde las filas partidistas, ciegas a lo ocurrido, se tienda a interpretar la derrota como consecuencia de un acoso –en realidad, un abandono– mediático. El momento político que vivimos es verdaderamente interesante. El nuevo Gobierno llega habiendo demostrado esta capacidad renovada para un mayor diálogo social, del cual la Casa Gran del Catalanisme de CDC sería un buen ejemplo. Mientras, los partidos salientes aun están marcados por sus rígidas lógicas de autosuficiencia y autismo discursivo, incluso sacando del baúl las viejas críticas a Pujol para endorsárselas ridículamente a Mas. Esto puede explicar las dificultades iniciales que han tenido para dar una respuesta rápida e inteligente ante la nueva situación. Lo deseable, una vez que hayan puesto orden de puertas adentro, sería MESEGUER que la oposición abriera de nuevo un para su representación ante los medios de diálogo hacia el exterior. Y lo de momencomunicación y, por tanto, al servicio de to imposible de pronosticar es si el nuevo la diferenciación, aunque sea banal. gobierno sabrá mantener abiertos y fluiNo sé si es norma general, pero da la dos los cauces de un cierto intercambio impresión de que los partidos políticos de ideas que le puedan asegurar que sigue son algo más permeables al pensamiento siendo capaz de sumar y no restar. crítico cuando están en la oposición y La política no puede pensarse ni sólo ni que, en cambio, cierran rápidamente las principalmente desde los partidos. Espepuertas al ocupar puestos de gobierno. remos haber entrado, con la nueva décaQuizás sea así porque mientras necesitan da y el nuevo Gobierno y oposición, en un mejorar resultados electorales, buscan periodo de mayor intercambio y debate complicidades en sectores sociales e ideo- de ideas, ahora que tanta falta nos van a lógicos más amplios para conseguir una hacer. Vamos a necesitar muchos hechos mayor capilaridad con lo que aquellos coherentes, arropados por muchas palapuedan representar. Pero en cuanto lle- bras claras, tanto en el Gobierno como en gan al poder, y con muy pocas excepcio- la oposición.c nes, los partidos quedan encerrados en sí salvador.cardus@uab.cat mismos y viven muy mal las críticas de Jordi Llavina La confitería de Santa Coloma P LA VANGUARDIA 23 O P I N I Ó N MIÉRCOLES, 5 ENERO 2011 or la mañana, habíamos pasado unas horas estupendas en Guimerà. Desde el castillo, oteando ese hermoso país que queda tan lejos del mundanal ruido (el valle del río Corb), cada cual había barruntado, en secreto, sobre la naturaleza del tiempo: aquí, unas ruinas ibéricas; más abajo, el núcleo medieval... Se suceden las edades y las eras; desaparecen los seres humanos para dejar paso a otros, que vienen empujando. Queda la poderosa razón de la piedra, que da cuenta de los castillos que se levantan desde que el hombre se puso en pie, de las iglesias que se yerguen en un lugar y que agrupan, en derredor, alguna mansión y bastantes más casuchas. A vista de pájaro, Guimerà es la imagen intacta de sus rústicos tejados, encabalgándose el uno encima del otro, como cuchicheando. Por la tarde nos llegaríamos a Cervera, esa bella ciudad que parece secuestrada. La calle Major, antaño repleta de tiendas, es hoy un paseo desolador, sin un alma (sin alma, apenas). Los antiguos comercios están cerrados a cal y canto. Una página de Rulfo. La luz casi brilla por su ausencia, valga el oxímoron. Las farolas despiden una luz amarillenta y mortecina. Da la impresión de que una guerra se ha llevado todo por delante, salvo la piedra, que resiste. Pero la revelación vino antes. Comimos en Santa Coloma de Queralt, en el Hostal Colomí. Teníamos previsto andar y subir más cuestas. Tras saciar el buche, decidimos dar un paseo por el pueblo. A poco de cruzar uno de los portales abiertos en la antigua muralla, acertamos a leer un viejo letrero en el que ponía “Confitería”. Nos asomamos. La penumbra del interior no permitía ver bien. Hice el ademán de abrir la puerta, y la puerta, para nuestra sorpresa, se abrió. Nadie acudió a nuestra visita (de lo contrario, hubiéramos huido despavoridos). La confitería era un polvoriento museo franco de lo que había sido un siglo antes. Había latas de Phoscao y recipientes de dulce de membrillo en los estantes. En una alacena, botes repletos de almendras (¡qué rancias estarían!). Coco en polvo. Aun abandonada, parecía la tienda que describe Hawthorne en La casa de los siete tejados. Me pregunté cuántos niños se habrían agolpado en los cristales de su escaparate, hambrientos de sus golosinas, muchas décadas atrás; niños que hoy habrán cambiado los juegos en la plaza porticada por el silencio del camposanto.c Màrius Carol El año del Conejo P ara los chinos, el año nuevo no comienza hasta el próximo 3 de febrero, coincidiendo con la segunda luna nueva, tras el solsticio de invierno. Según el horoscopo chino, este es el año del Conejo y los expertos en astrología aseguran que será un periodo apacible, de paso lento, donde la persuasión se impondrá como argumento y donde la diplomacia será más decisiva que nunca. El calendario juliano ha empezado con tan malas perspectivas en Occidente, y ya no digamos en España, donde ha subido todo menos los salarios y el color rojo en el rostro de los gobernantes, que la única esperanza es buscar mejores augurios en los pronósticos más alejados. China es la esperanza (que se lo digan a EE.UU., que tiene a este país como el principal comprador de deuda), pues espera crecer al 10% en el 2011. A su rebufo figura India, que aumentará un 9%. El mundo se mueve cada vez más al ritmo de China, que antes de que acabe la década puede ser la mayor economía del mundo, superando a Estados Unidos. Es difícil saber cómo percibirá la pérdida de este lugar de privi- China puede ser la mayor economía del mundo, por delante de EE.UU., antes de acabar la década legio, en caso de que llegue a producirse. Durante 110 años el país norteamericano ha sido el mayor fabricante mundial, y la pérdida de este liderazgo es una noticia que se intuye traumática. Hoy ya en las tiendas de la Avenue Montaigne, la Fifth Avenue o en Sloane Street, los millonarios chinos han desplazado a los ricos rusos en la atención de las grandes marcas. Y también en el paseo de Gràcia, si hacemos caso a lo declarado por uno de los principales joyeros barceloneses. Camino de ser la primera economía del planeta, en China ha emergido de la nada una burguesía que quiere disfrutar de los placeres occidentales, ya sean un bolso de Hermès, un traje de Ralph Laurent o unos zapatos de Stella McCartney. O el mejor reloj suizo. La industria del lujo ha orientado su negocio pensando en China (donde sus productos se venden aún más caros), aunque siguen necesitando que Europa y Estados Unidos los ponga en valor. El centro de gravedad del mundo se ha desplazado hacia Oriente y desde el fútbol hasta la gastronomía, pasando por las industrias tecnológicas, aspiran a conquistar el continente asiático. Es evidente que sobre China pesan también incertidumbres. Sus reglas del juego están alejadas de las que rigen en los países democráticos y cuestiones como el valor de la moneda, el respeto medioambiental, el proteccionismo económico y los derechos laborales deberán corregirse, lo que afectará a su competitividad. Sin embargo, China es hoy un país que cree en sí mismo. El 87% de sus habitantes opina que va bien, mientras que sólo el 30% de los estadounidenses proclama lo mismo. El año del Conejo se anuncia de paso lento, pero, si las economías occidentales no aceleran, el animal se parecerá al descrito por Carroll, que sabía que iba a llegar tarde nada más empezar el cuento.c