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NEUROTRANSMISORES Y FISIOPATOGENIA DEL DETERIORO COGNITIVO Dr. Raúl Luciano Arizaga Neurólogo argentino, especializado en Deterioro Cognitivo y Demencia. Expresidente del Grupo de Investigación de Demencia de la Federación Mundial de Neurología. En la década de los 60 del siglo XX la tasa de mortalidad era 16,5 por cada mil habitantes y para el año 2010 se había reducido casi un 50% (8,7 por mil). La estructura de la población cambió, pues en un siglo la expectativa de vida aumentó entre 20 y 30 años, y la tasa de natalidad disminuyó gracias al advenimiento de los anticonceptivos y el acceso de la mujer a la educación. Estas dos variables han llevado a un envejecimiento de la población y como consecuencia a un aumento de los trastornos neurodegenerativos que causan deterioro cognitivo y demencia. Con este planteamiento inició su conferencia el Dr. Raúl Luciano Arizaga, quien presentó la imagen de un cerebro sano en comparación con uno con Alzheimer avanzado, donde se puede observar el daño concreto que produce esta enfermedad. Para contextualizar la importancia que está tomando el deterioro cognitivo, hizo referencia a cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en las que se puede observar que la Enfermedad de Alzheimer (EA) y otras demencias en 2002 ocupaban el octavo puesto como causa de muerte, mientras que para 2010 eran la cuarta causa de mortalidad en la población mundial. De aquí la importancia de comprender mejor la fisiopatogenia de esta enfermedad, a fin de desarrollar tratamientos más efectivos, así como visualizar abordajes preventivos. El Dr. Arizaga planteó que las causas que tradicionalmente se han considerado responsables de la aparición de la EA, hoy en día están en controversia. “La hipótesis amiloide se desarrolló hace más de 20 años y plantea que los depósitos de la Proteína Precursora de Amiloide (APP –siglas en inglés-) son la causa tóxica del daño neuronal y sináptico, que lleva al deterioro cognitivo y demencia; a esto se agregaron luego la alteración de la proteína Tau, que causa degeneración neuronal, y el déficit colinérgico. Sin embargo, hoy en día hay evidencias que reportan que estas teorías no son suficientemente explicativas de la aparición de la EA”. Hizo referencia al estudio de Drachman, publicado en Alzheimer & Dementia en 2014, en el que se cuestiona el depósito amiloide como la causa primaria de la EA, pues si lo fuera, sería terapéuticamente efectivo remover los depósitos de amiloide-ß. “Es posible que contribuya o sea un epifenómeno resultante de otros procesos. Ahora bien, una hipótesis alternativa debe explicar la razón por la que la toxicidad amiloide no es la etiología de la EA, cuáles son los mecanismo alternativos de la neurodegeneración y por qué se observa acumulación de amiloide tanto en cerebros con EA como en aquellos con deterioro mínimo e incluso en normales”, acotó el Dr. Arizaga, quien a través de un algoritmo explicó las controversias e inconsistencias de la hipótesis amiloide. En primer lugar, en la agregación de amiloide-ß que causa placas, se ha demostrado que en invididuos con cerebros normales hay depósitos amiloides. Segundo, ante el planteamiento de que las placas amiloides causan disfunción sináptica y neuroinflamación, no se ha logrado demostrar el correlato entre las placas y el deterioro cognitivo. Tercero, no ha quedado clara la presencia de oligómeros in vivo. Cuarto, los modelos animales utilizados para la comprobación de esta hipótesis han presentado sesgos. En quinto lugar, la heterogeneidad patológica y las comorbilidades no han podido ser explicadas por la hipótesis amiloide. Sexto, el amiloide-ß tiene otras funciones fisiológicas normales que también pueden afectarse. Séptimo, los factores genéticos implicados en la EA pueden interpretarse independientemente del amiloide. Octavo, la función de la APP es mucho más compleja que la producción de amiloide-ß y podrían estar implicados otros miembros de la familia APP. En noveno lugar, no están claros los gatillos de pérdida neuronal y sináptica, ni de neuroinflamación, ni la relación patológica entre el amiloide-ß y la Tau. Las últimas dos inconsistencias están en la trisomía 21, donde se ve que el inicio de la demencia en pacientes con síndrome de Down es muy variable a pesar de que el 100% de estos tienen placas en la quinta década de su vida y, por último, la ApoE tiene gran cantidad funciones, tanto o más importantes que su relación con la reducción del clearence de amiloide-ß (inflamación). Respecto a los neurotransmisores, el Dr. Arizaga señaló que los déficits colinérgico, serotoninérigo y glutaminérgico ocurren en las etapas tempranas de la EA, mientras que las catecolaminas, GABA y somatostatina disminuyen en la enfermedad avanzada. Agregó que los cambios neuroquímicos no reflejan una atrofia global sino que siguen patrones específicos de neurodegeneración según las entidades patológicas. Al profundizar en la hipótesis colinérgica, comentó su evolución histórica y destacó que existe evidencia preclínica y clínica de su participación en el aprendizaje, memoria y comportamiento. “Se ha observado una correlación entre el deterioro cognitivo y el déficit colinérgico, lo que es la base del tratamiento sintomático con inhibidores de colinesterasa aumentando la disponibilidad de acetilcolina en la sinapsis. De hecho, esta es la única clase terapéutica que, junto con la memantina, ha sido aprobada para el tratamiento sintomático de la EA. Los resultados obtenidos en mejoría de la cognición han sido modes- tos, pero la mejora conductual ha sido inesperadamente frecuente. Por lo tanto, podría pensarse que el rol del sistema colinérgico es menos directo y que intervienen otros neurotransmisores como serotonina y glutamato”. El Dr. Arizaga afirmó que está demostrado que la acetilcolina es el neurotransmisor más importante del cerebro relacionado con la cognición. En cuanto a la serotonina comentó que solo un 1% a 2% se encuentra en el cerebro y el resto está en las plaquetas, los mastocitos y las células cromafines. “En la EA se ha observado reducción de la actividad serotoninérgica que puede deberse a la propia denervación, con una significancia clínica parcial”. En cuanto al glutamato, destacó que se ha demostrado que este, el aspartato y otros neurotransmisores son activadores neuronales y explicó la actividad sináptica y presináptica del mismo. “Además, la evidencia demuestra que el glutamato y el aspartato son los principales neurotransmisores de las neuronas piramidales. Es importante destacar que la evaluación de la neurotransmisión en las neuronas glutamatérgicas es más compleja que la de otro tipo de neuronas, y la contribución del L-glutamato al grupo de neurotransmisores es relativamente pequeña, por lo que es difícil determinar el papel de los cambios de su concentración en la EA. Sin embargo, estudios han reportado una marcada disminución del glutamato en la zona de vía perforante del hipocampo en esta enfermedad”. El Dr. Arizaga continuó con el papel de las mitocondrias y señaló que en la EA se ha observado que hay un daño predominante en las mitocondrias sinápticas; también comentó los factores neurotróficos involucrados en la fisiopatogenia de esta enfermedad, entre los cuales están el factor de crecimiento neural y el factor neutrófico derivado del cerebro (NGF y BDNF –siglas en inglés-), así como la Neurotrofina-3 (NT-3) y la Neurotrofina-4/5 (NT4/5). Cada uno tiene un receptor y diferentes funciones establecidas en el cerebro que se observan en la siguiente figura. Por último, hizo referencia al déficit del transporte axonal. “Tanto la evidencia experimental como la patológica indican que las neuronas afectadas en la EA presentan un patrón retrógrado de neurodegeneración, donde el daño sináptico y axonal preceden al daño somático que lleva a la muerte celular neuronal. Las evidencias a este respecto y la mielinización observada en áreas cerebrales afectadas por la EA sugieren que la disfunción y degeneración axonal representan un importante componente de la patogénesis de esta enfermedad”. El Dr. Arizaga culminó su ponencia agregando que en la neurodegeneración también colaboran: anomalías del citoesqueleto, estrés oxidativo, disbalances de Ca+, disfunción mitocondrial, daño neuronal por inflamación, fallas en la degradación de proteínas, disfunción de la barrera hematoencefálica y otros factores. “Una hipótesis alternativa debe poder explicar las razones por las que la amiloide no sea el inicio de la cascada fisiopatológica en la EA, qué mecanismos alternativos causan la neurodegeneración y por qué la acumulación de amiloide ocurre tanto en cerebros de pacientes con EA como en los de individuos normales”, afirmó el Dr. Arizaga, para concluir con una reflexión muy apropiada para el tema.