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I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 Conferencia inaugural: Ética, servicios sociales y ciudadanía1, por Adela Cortina Orts, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación Étnor. En esta conferencia me propongo tratar de dos cosas fundamentales: de la ética aplicada y de un marco de ética aplicada a la intervención social. La ética aplicada es un término que se utiliza mucho y no se sabe muy bien lo que quiere decir. En un principio, la ética es filosofía moral. Hay un tipo de reflexión filosófica sobre un fenómeno que es tan antiguo como la humanidad, que es el fenómeno de la moralidad. En todas las culturas ha habido conciencia que había unas formas de vivir más humanas que otras, y a esas formas de vivir se les ha llamado morales, tradicionalmente. La filosofía se asombra sobre el hecho de que haya algo llamado moral, y se pregunta qué es la moral. Desde hace tiempo vengo defendiendo que la filosofía moral o ética tiene tres tareas, fundamentalmente. Tareas de la filosofía moral o ética La primera, la de dilucidar qué es moral, qué quiere decir moral. Cuando alguien habla desde el campo de la neurótica y dice: “Hemos descubierto las bases cerebrales de la conducta moral”, la pregunta es “¿qué entiende usted por conducta moral?”. Porque si no sabemos qué es la conducta moral, no podemos descubrir sus bases ni conocer absolutamente nada. Primera tarea, que no es fácil, la de determinar qué es eso de conducta moral. 1 Conferencia publicada en traducción catalana en el libro Els Reptes Ètics de la Intervenció Social. I Simposi d’Ètica Aplicada a la Intervenció Social. Col. Materials d’Ètica Aplicada a la Intervenció Social, 1. Ed. Fundació Campus Arnau d’Escala, Girona 2010, pp. 14-26. 1 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 Segunda tarea, la de intentar fundamentar lo moral. Durante mucho tiempo, desde la filosofía la gran tarea es preguntarse cuál es el fundamento de lo moral, y se ha solido entender que es la respuesta a la pregunta: “¿Por qué debo?”. Al fin y al cabo, parece que la moral tenía que ver con el deber. El asunto de la fundamentación de la moral ha sido importantísimo durante siglos. Hay distintos modelos de fundamentación de la moral, y además hay distintas gentes que dicen que ni necesita fundamento ni le hace ninguna falta. Distintas posiciones en las que no vamos a entrar en esta conferencia por falta de tiempo. Tercera tarea que es fundamental para la ética: aplicar. Así, la tareas serían aclarar, fundamentar, aplicar. Aplicar a la vida cotidiana lo que hemos ganado en el proceso de fundamentación. Si hemos intentado dar unos fundamentos de lo moral, debemos saber cómo se aplica eso en la vida cotidiana y cómo se entiende en la vida cotidiana. Normalmente esto lo ha hecho la ética desde los siglos más antiguos sin tan clara precisión. El fenómeno de las éticas aplicadas 2 Poco a poco hemos ido aplicando estas tres tareas de la ética, pero a lo largo de los años setenta del siglo veinte nace un fenómeno nuevo, que es el de las llamadas éticas aplicadas. Las éticas aplicadas tienen una especificidad frente a la de la tradicional tarea de la ética, de también aplicar. Cualquiera que vea cualquier tratado de ética desde Platón hasta nuestros días, verá que siempre hay una parte de aplicación, evidentemente. Se asientan unos principios, y después se plantean una serie de problemas. En el libro La metafísica de las costumbres de Kant, se encuentra una parte sobre qué son las virtudes y qué son los vicios, y luego aparece la casuística, es decir, aplicación de lo descubierto en los casos concretos. Kant, que había hablado siempre del deber por el deber, se plantea por ejemplo: “Y supongamos que hay un rey que tiene toda la información de cómo está toda la milicia de su pueblo, y le capturan. Sabe que le pueden torturar y puede sacar a la luz toda la situación de su pueblo al enemigo. Tiene un veneno en el bolsillo y… ¿Qué hace? ¿Se toma el veneno o no?” I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 Estos son los famosos dilemas morales que les encantan a los norteamericanos. Los norteamericanos, cuando hablan de ética, siempre plantean un dilema. Ante el dilema “¿A quién quiere usted más, a su papá o a su mamá?”, hay que tomar siempre una decisión ética. Entonces el niño se queda aterrado, y claro, lo aterrador no es el dilema, sino la estupidez del que le pregunta el dilema, porque a un niño no hay porque preguntarle si quiere más al papá o a la mamá. Entonces uno se calla y no hace tonterías. Nuestra vida, afortunadamente, más que dilemática es problemática. Un ejemplo que utilizaba yo con mis alumnos es el siguiente: “Yo estaba en un museo de Amsterdam y se está quemando el museo: yo solo puedo salvar a una cosa. Hay un gato, que está vivo, y también hay un cuadro de Rembrandt. ¿Qué es lo que salvo? ¿El gato o el cuadro?”. Entonces uno empieza a aplicar principios morales: el principio de la belleza frente al principio del nosequé… todo el mundo se entusiasma y es fantástico. Yo se lo planteaba a mis alumnos, y en los últimos tiempos ellos me decían: “el gato, el gato”, y yo les preguntaba: “¿De verdad creéis que hay que salvar al gato?”. Hasta que, de repente, uno me dio una solución muy buena; me dijo: “¿Tú sabes lo que debe de pesar un cuadro de Rembrandt?”. Ante los dilemas hay distintas valoraciones, pero la vida normalmente no es dilemática, sino problemática. Normalmente cuando nos encontramos ante una situación difícil, lo humano es tratar de encontrar aquel tipo de soluciones que salvan la dignidad de la persona y salvan la situación. Cualquiera que se sienta atenazado por dilemas es alguien a quien le falta capacidad creativa, y yo creo que en los servicios sociales -precisamente- hace falta mucha capacidad creativa para no tener que condenar a unos o a otros, sino tratar de encontrar nuevas soluciones, nuevas propuestas… y es que la inteligencia humana es inteligencia creadora. Tres éticas aplicadas pioneras El tema de las éticas aplicadas en el terreno en el que yo lo voy a plantear nace en los años setenta del siglo veinte. Eso es fantástico, porque cuando uno habla de ética aplicada no tiene que retrotraerse a Tales de Mileto, porque si no en filosofía la gente se nos aburre. En este caso, pues, es en los años setenta cuando 3 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 nacen estas éticas aplicadas con un nuevo estatuto diferente a todas las épocas anteriores. Las primeras que aparecen son tres: la ética del desarrollo de los pueblos, la bioética y la ética económica y empresarial. La ética del desarrollo de los pueblos es muy similar a la ética de los trabajos sociales porque cuenta con pueblos marginados. Plantea lo siguiente: tantos siglos intentando aplicar modelos económicos a los países en desarrollo, y no hay modo de que haya desarrollo. ¿Es que estamos aplicando mal el concepto de desarrollo? ¿Qué estamos entendiendo por desarrollo, si estamos haciendo más daño que bien? En los años setenta del siglo veinte nacen esas tres éticas, que son tres éticas aplicadas. Después han venido la ética de los medios de comunicación, la ética de la política, la ética del consumo y la ética de los asuntos sociales. Creo que es importante para cada cuerpo profesional, aclarar en qué consiste su ética profesional. “¿Qué es la bioética?”, que afecta a unos sectores de la población. “¿Qué es la ética económica y empresarial?”, que afecta a otros. “¿Qué es la ética de los educadores?” que también afecta a otro colectivo, y “¿Qué es la ética de los servicios sociales?”, que afecta a una población muy concreta en la que hay gente de distintos grupos. La primera base de cualquier trabajo tendría que ser la de decir “¿Cuál es nuestra ética?” porque la ética es una palabra que tiene que ver con el término griego ethos, que quiere decir carácter. Decían los clásicos, y tenían razón, que los seres humanos nacemos con un temperamento que no hemos elegido, con unas características que no hemos elegido, pero cuando a lo largo de nuestra vida vamos tomando decisiones nos vamos forjando un carácter. Quien toma decisiones injustas acaba generando una propensión a decidir con injusticia; quien toma decisiones imprudentes, acaba generando una propensión a tomar decisiones imprudentes; quien toma decisiones magnánimas y generosas, acaba con la predisposición a la magnanimidad. Necesariamente vamos pasando de eso que teníamos en nuestro nacimiento a generarnos un carácter, un conjunto de predisposiciones. La forja del carácter 4 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 Decían los clásicos, y tenían razón, que la principal tarea de una persona es la forja de su carácter. Nos podemos forjar uno bueno o uno malo, pero no tenemos más remedio que forjarnos alguno, con lo cual, lo inteligente, es forjarse el bueno, como es natural. ¿Qué quiere decir “el bueno”? Pues aquél que nos conduce más a la felicidad y a la justicia. Si hay dos lados fundamentales del fenómeno moral, estos son la felicidad y la justicia. Todos queremos ser felices, todos queremos tener una vida en plenitud, pero es de justicia que todos tengan las posibilidades de hacerlo. La justicia es muy exigente, mientras que la felicidad es el terreno del consejo y de la invitación. Predisponerse para tomar buenas decisiones en la línea de la justicia y la felicidad es forjarse un buen carácter. La principal tarea de una persona es forjarse ese buen carácter y la educación es fundamental para ello. Pero en los años setenta del siglo veinte, nos vamos dando cuenta de que el carácter no es solo cosa de las personas sino también de las organizaciones, también de las instituciones, también de las profesiones. Hay profesiones que tienen un pésimo carácter y hay universidades que tienen un carácter horroroso. Porque no sólo las personas se forjan un carácter, sino también las organizaciones y las instituciones. Las organizaciones tienen un carácter, y cuando uno se acerca a una empresa u otra nota si la gente genera, o no, confianza, si son gente amable, si dan un buen producto, etc. Y esto nos pasa con cualquier otra cosa. Si uno se acerca a un trabajador social puede ver si va a ayudar a resolver y va a tomar la perspectiva del participante, y no solo la del observador, o es un simple burócrata que está aquí empleado y hace su trabajo porque es por lo que le pagan. Percibimos estas actitudes, percibimos el buen carácter y el mal carácter. Y el buen carácter, obviamente, nos genera confianza mientras que el mal carácter nos genera repulsión, como es natural. La ética tiene que ver con la forja del carácter de las personas, de los pueblos, de las organizaciones, y de las profesiones. Y con esa idea nacen las éticas aplicadas: con la idea de que hay distintas actividades sociales -la actividad sanitaria, el trabajo social, la educación, etc.- que deben tener un buen carácter y estar altos de moral porque si no la sociedad está verdaderamente desfondada. Una sociedad en la que la política es deplorable, las actitudes son deplorables, al final acaba hundida y desmoralizada. Como decía José Ortega y Gasset, lo importante no es ser morales o inmorales -o no es tan importante como estar 5 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 altos de moral o estar desmoralizados-. Y una sociedad acaba estando desmoralizada cuando no hay confianza en los bancos; cuando no hay confianza en los políticos; cuando no hay confianza en las empresas; cuando no hay confianza en los trabajadores sociales… La confianza, pieza básica para la moral de una sociedad Cuando no hay confianza, una sociedad está baja de moral. Y entonces todas las soluciones que se le ocurren son malas, porque vienen los inmigrantes y molestan, y el discapacitado es un señor que ojalá se le diera el pasaporte porque ¡mira que es pesado! Y cuando una sociedad está baja de moral no tiene ganas de emprender los retos vitales, no tiene ganas de asumir la vulnerabilidad que nos caracteriza. Una sociedad está más alta de moral cuanto más acoge a los más débiles y lleva adelante a los vulnerables. Como decían los viejos anarquistas, el apoyo mutuo es lo que ha hecho que la especie humana esté por encima de las demás especies, más que la lucha conflictiva para la vida. Lo que lleva a mejorar es el apoyo mutuo, y la especie humana –con todas sus maldades- ha conseguido que los discapacitados y los débiles puedan sobrevivir y puedan vivir bien. Las éticas aplicadas nacen con este afán de elevar la moral de sus sociedades. Son éticas verdaderamente republicanas, en el sentido de que no vienen de las altas esferas, sino que nacen desde la base. Los ciudadanos exigen a cada una de las actividades profesionales que actúen moralmente, es decir, que actúen como teniendo en cuenta sus propias metas. Los filósofos somos de los últimos que nos hemos apuntado a las éticas aplicadas, ya que el filósofo normalmente está en su torre de marfil interesado muchísimo en la enésima traducción de la palabra no sequé de nosecuántos y no le interesa demasiado lo que pasa en la vida cotidiana. Pero debo decir -por mi experiencia- que cuando tomamos el bagaje filosófico y lo aplicamos en la vida cotidiana, es verdaderamente fecundo. Las éticas aplicadas son exigidas por los ciudadanos, por los filósofos -¡por fin!-, pero también por los profesionales de cada profesión. Esa es la tercera fuente de sugerencias para las éticas aplicadas. Los profesionales que, a menudo, están muy descontentos con sus compañeros profesionales que llevan mal a cabo su profesión. Por ejemplo, 6 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 hay gentes de la sanidad que se preocupan porque la enfermería o la medicina son fundamentales y no se está haciendo como se tiene que hacer: y es entonces cuando los propios profesionales ven que hay que subir la moral de su profesión. Las éticas aplicadas nacen entonces porque las exigen los ciudadanos, las exigen los profesionales, las exigen distintos sectores, entre ellos los políticos que quieren saber con quiénes se tratan, y de qué estamos hablando. ¿Qué és una ética aplicada? Entrar, ahora, en una segunda parte. ¿Qué es una ética aplicada? La ética aplicada se distingue de la moral de la vida cotidiana y de las éticas tradicionales. La moral no la han inventado los filósofos, es tan antigua como la humanidad: siempre ha habido conciencia que hay unas formas de vivir más humanas que unas otras. Y en ese sentido, debemos distinguir entre la moral de la vida cotidiana, que lleva apellidos de la vida cotidiana. Hay morales budistas, cristianas, ateas, laicas, socialistas, liberales… Hay morales de la vida cotidiana que no inventan los filósofos, sino sobre las cuales reflexionan, pero que están ahí. En este sentido, Kant decía en la Crítica de la razón pura: “Me han criticado algunos porque a la hora de dar la fórmula del imperativo dicen: no ha dado ningún nuevo deber, solo ha dado una fórmula para comprobar cuándo un deber se ha de considerar deber moral. ¡Como si los filósofos tuviéramos que dar deberes, y los deberes no estuvieran ya en la vida cotidiana!”. Ya es en la vida cotidiana donde hay distintas morales. Los filósofos tienen la tarea de aclarar, fundamentar, aplicar, que es distinta. La moral de la vida cotidiana es distinta de la ética o la filosofía moral, pero la ética aplicada es diferente de las filosofías morales tradicionales, recordemos que es una novedad de los años setenta del siglo pasado. Y es una novedad porque se trata de ética, y se construye con apellidos filosóficos; cuando uno entra en las éticas aplicadas, las tradiciones son la kantiana, la aristotélica, la dialógica, la utilitarista… pero su manera de proceder no es la habitual: no se trata de que elaboramos una teoría ética y después miramos cómo se aplica, sino que partimos de un problema de la vida cotidiana y tratamos de ver en la reflexión ética qué corrientes y qué teorías nos ayudan a aclarar el punto de partida y a 7 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 darle una solución. Cada vez más, entonces, se trata de ver qué propuestas filosóficas nos ayudan mejor a resolver un problema de la vida cotidiana. Éticas elaboradas en grupos y comités interdisciplinares La segunda cuestión que es muy importante es que las éticas aplicadas no se elaboran solamente en los despachos universitarios, sino que se elaboran en muy buena medida en los comités, las comisiones y los grupos que reflexionan. Porque es imposible hacer una ética aplicada a la intervención social sin contar con los trabajadores sociales. Como es imposible hacer una ética sanitaria sin contar con el profesional sanitario, que es el que está implicado en primera instancia. Las éticas aplicadas parten de la base de la reflexión de la vida cotidiana y van ascendiendo hacia un conjunto de principios. Son éticas que se hacen en grupos, en comités, en reflexiones interdisciplinares, en las cuales trabajan servicios sociales, pero también jueces, trabajadores sociales, psicólogos, pedagogos, filósofos… La interdisciplinariedad es una necesidad social. Porque lo que nos pasa al final es que la realidad tiene problemas y las universidades tienen departamentos: o sea, en la realidad se plantean problemas que se deben resolver entre unos cuantos, pero en la universidad te dicen: “no, eso es de los de ciencias”, “no, eso es de los de psicología”, “no, eso es de los de pedagogía”… ¡Por favor! Actualmente no hay ni un solo problema que no necesite un tratamiento interdisciplinar. Todos necesitan el trabajo conjunto de todos. En ese sentido, las éticas aplicadas son interdisciplinares, porque sin el trabajo conjunto no alumbramos ni un solo principio moral, ni una sola solución moral. Es un trabajo conjunto, pero por necesidad, no por opción. A partir de ahí, las éticas aplicadas se van expresando en libros. Yo escribí uno en 1993 que se titula Ética aplicada y democracia radical, u otro con el grupo que es Razón pública y éticas aplicadas, en 2003. Es un tipo de libros que se escriben desde unas profesiones determinadas, pero después hay que redactar unos informes, y eso es ética aplicada: no solamente es el manual o el libro, sino que los informes van entrando para aplicarlos en una institución. Es entones cuando llega lo que decía Hegel, que la moral se está plasmando en las instituciones. La 8 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 moral se va a ir plasmando en las instituciones porque ellas lo van a ir recogiendo. A veces en leyes legales, pero a veces en documentos éticos, que son los que pueden dar una gran movilidad a las sociedades. Las éticas aplicadas se están incorporando a las instituciones y ya no hay vuelta atrás: es un fenómeno irreversible. Cada vez más las propuestas de la ética en la empresa, de la bioética, de la ética de los servicios sociales, de la ética del desarrollo… están formando parte de nuestras instituciones y les están dando carne y vida, en vez de quedarse únicamente en las universidades. El estatuto de la ética aplicada ¿Cuál es el estatuto de la ética aplicada? Suele hablarse en estas tareas de dos modelos: de la casuística uno y la casuística dos, y hay otro modelo que es el que yo voy a proponer. La Casuística uno es la que toma unos principios éticos y los aplica a los casos concretos. Parece de lo más normal, porque es el procedimiento deductivo. La casuística uno tiene muchos inconvenientes en el momento actual, porque sobretodo en sociedades moralmente plurales no hay principios con contenido que sean compartidos absolutamente por todos. Aquellos principios que se creía que todos compartíamos se pueden ver alterados hasta llegar al punto de la interculturalidad o el problema de la multiculturalidad. Por eso algunos autores proponen la llamada casuística dos. Se empieza en los casos concretos, y todo el mundo sabe que en las éticas aplicadas el procedimiento del caso es fundamental. Cogemos un caso y lo analizamos, tratamos de ver cómo lo resolveríamos y cuáles son las cuestiones morales implicadas en el caso. Cuando se trabaja así -esto en bioética se ha trabajado mucho- se va llegando a unos principios que no son universales, pero sí son principios de alcance medio. Llegamos a estos principios gracias a la aplicación prudencial, al discurso prudencial entorno a los casos concretos. Ha funcionado muy bien, por ejemplo, el informe Belmont que toma sus principios y los aplica a la bioética y a otros ámbitos, pero tiene el inconveniente de que en las sociedades pluralistas no se llega a unos principios de alcance 9 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 medio, de tal manera que las éticas aplicadas son reinos de taifas. Sin embargo, sí que es posible llegar a unos principios compartidos por todos, aunque no sean principios con contenido, pero sí principios formales o procedimentales. El principio kantiano del fin en si mismo Voy a poner dos ejemplos, que serán mi referencia. El principio kantiano del imperativo del fin en sí mismo dice: “Trata a la humanidad tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como un fin, y nunca solamente como un medio”. El principio no está dando contenidos concretos, pero sí que está expresando una actitud que puede ser compartida por todos los miembros de una sociedad pluralista. En cualquiera de nuestras actividades profesionales es preciso tratar a los seres humanos no como un medio únicamente, aunque todos nos tratamos como medios. Porque cuando yo le voy a comprar una botella de leche a alguien le estoy tratando como un medio, obviamente, pero le tengo que tratar a la vez como un ser que es fin en sí mismo, que tiene una dignidad, y que no tiene un simple precio. Reconocer la dignidad humana quiere decir dos cosas que son fundamentales en el trabajo social: no dañar, no instrumentalizar y sí empoderar. El primer principio de cualquier profesión es la no-maleficencia. Por tanto el profesional de los servicios sociales tiene que ir con cuidado de que en un barrio determinado no digan: “¡Horror, que viene el trabajador social!”. El primer principio es no dañar, porque los seres humanos tienen dignidad y no un simple precio, son fines en sí mismos y no simples medios. El segundo principio es no instrumentalizar, porque está muy bien tener una profesión, pero no hay que tratar a los vulnerables como un instrumento para la propia situación, sino que son los que dan sentido al trabajo, y su dignidad es la que da sentido al trabajo. Y el tercer principio es el de sí empoderar, y sobretodo en servicios sociales. Se trata de empoderar a la gente, para que pueda hacer su vida. En ocasiones es 10 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 tremendamente difícil. Pero hay que tratar de empoderar, no solamente resolver las papeletas asistencialmente -que cuando haya que hacerlo, también. La importancia de empoderar a las personas Si hay una familia que está pasando hambre y viene a pedir de comer, no vayamos a decirle que no le podemos dar comida porque primero debe aprender a conseguir la comida, ya que si no mientras tanto se nos muere de hambre: tampoco se debe de ser tan fundamentalista. Hay que tener la prudencia para saber cómo hay que resolver los temas en cada caso concreto. Pero lo importante es empoderar a las personas para que puedan seguir adelante con su vida, y no el asistencialismo del resolver el problema concreto, pero no resolverlo para el medio y largo plazo. Sigue valiendo ese principio kantiano para nuestras sociedades, y creo que sigue valiendo el principio de la ética del discurso, que dice que las normas solamente serán justas si todos los afectados por ellas pueden darle su consentimiento en un diálogo celebrado en condiciones de simetría. La ética del discurso, que es la que crearon Apel y Habermas y que hemos trabajado otros muchos, como yo misma, es la que dice que cuando se trata de normas, solamente se puede decir que las normas son justas si todos los afectados por ellas podrían darle su consentimiento después de un diálogo celebrado en las condiciones más próximas posible a la simetría. Afortunadamente, es un signo de nuestro tiempo que los afectados tienen que tener voz. Hay que dar voz a los afectados porque deben poder decir también cómo quieren las cosas. Esos dos principios son formales, son principios procedimentales, no son principios de contenido; la cuestión es ver cómo se aplican en cada caso concreto, pero nos pueden unir a todos; es lo que en nuestro grupo hemos llamado una hermenéutica crítica. Y es muy interesante porque resulta que la fundamentación y la aplicación están unidas: es yendo a los casos concretos, a las actividades concretas, cuando descubrimos los principios que están dentro. El arte de la interpretación es fundamental, la llamada hermenéutica. El marco de la ética aplicada a la intervención social 11 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 El marco de las éticas aplicadas es este que he descrito hasta aquí, pero el marco de la ética aplicada a la intervención social tiene sus propios trazos. En primer lugar, tiene que ser interdisciplinar, cosa que me parece indiscutible. A mí siempre me ha sido muy útil tomar el esquema de un escritor norteamericano, MacIntyre, en su libro Tras la virtud, en el que habla de un concepto tomado de Aristóteles pero que él actualiza: se trata de la práctica. Él dice que la práctica es una actividad social cooperativa en la que trabajan distintos agentes sociales que tratan de alcanzar una meta, que es la que le da sentido y legitimidad social. Y ese es el concepto de práctica que yo considero válido para cualquier actividad profesional. Y es que, efectivamente, es imprescindible trabajar juntos, cooperativamente. Además, desgraciadamente, hemos olvidado demasiado que nuestros trabajos tienen una meta que es la que da sentido y legitimidad social. No solo los políticos necesitan legitimarse, nosotros también. Si nosotros no alcanzamos la meta, nos tendrían que quitar el puesto: si la sanidad hace empeorar a la gente, hay que acabar con la sanidad. Si el derecho promueve la injusticia, hay que acabar con el derecho. Creo, por tanto, que la primera tarea de nuestras profesiones es preguntarnos: “¿Cuál es nuestra meta?”, “¿Qué es lo que nos da sentido y legitimad social?”. Porque si no, está muy bien que todos sepamos utilizar el ordenador y las mejores tecnologías punteras, pero no va a servir para nada si no sabemos cuál es nuestra meta, qué es lo que queremos conseguir. Esto -lo decía ya Aristóteles- es de sentido común pero, como decía Ortega, “el sentido común es el menos común de los sentidos”. Lo primero, pues, son las metas y después -como entendía MacIntyre siguiendo a Aristóteles-, que cada actividad tiene unos bienes internos -que son esa meta que le da sentido. Finalmente, con todas ellas se consiguen los bienes externos. El bien interno es el que da especificidad a una profesión y hace que el trabajo social no sea lo mismo que la sanidad ejercida en los hospitales por médicos e enfermeras, o la actividad educativa que se hace en una escuela, por ejemplo. Tiene que tener una especificidad porque si no, no estamos hablando de una profesión. 12 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 En muchas actividades profesionales lo primero que hay que hacer es decidir qué es lo que nos especifica, porque una profesión ofrece un bien tan precioso a una sociedad, que si no la sociedad sería mucho peor humanamente. Por ello debemos dilucidar cuál es el bien que podemos ofrecer en nuestra profesión que otros no pueden dar, y qué tenemos que trabajar conjuntamente. Los bienes externos -dice MacIntyre- se consiguen con cualesquiera actividades profesionales, las hace iguales a todas, y son fundamentalmente: el dinero, el prestigio y el poder. Todas las profesiones dan algo de dinero: unas más, otras menos, pero todas dan algo para sobrevivir, y eso hace falta porque si no se acaba la gente. Todas dan un cierto prestigio, porque si uno lo hace bien genera afecto, reconocimiento, la gente lo reconoce. Y es que el cierto prestigio es importante para los seres humanos: uno no puede vivir sin autoestima. Cuando te viene alguien y te dice: “!Que clases daba usted!”, ese día ya no comes, porque te pones contentísimo gracias a lo que te han dicho. La necesidad de un cierto poder Finalmente, todos necesitamos un cierto poder. Los anarquistas decían que el poder corrompe, y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Pero el poder es bueno cuando se pone al servicio, cuando uno utiliza su poder para empoderar a otros: si yo tengo unos conocimientos que otros no tienen, si yo tengo unas posibilidades que otros no tienen, entonces yo puedo ayudar a otros a desarrollar su vida. En este caso el poder es maravilloso, porque la impotencia es terrible. El no tener ningún poder no es nada bueno para nadie. Lo importante es poner el poder al servicio de los otros. Ahora bien: ¿Cuándo empieza la corrupción de las actividades profesionales? Cuando los bienes internos se cambian por los bienes externos. O sea, cuando a nadie le interesa el bien interno y todo el mundo está haciendo el catálogo del dinero, el prestigio o el poder que da esta actividad profesional: entonces nos encontramos con el fenómeno de la absoluta burocratización de todas las actividades profesionales y la homogeneidad de las actividades profesionales, porque todas se miden por el dinero que dan, por su prestigio, etcétera. 13 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 Cualquier actividad profesional se caracteriza por unos bienes internos que necesita de unos bienes externos, obviamente, pero tiene que saber cuáles son sus bienes internos porque eso le especifica. Y además, para alcanzar esos bienes internos hay que desarrollar unas actitudes y encarnar unos valores. Hay que desarrollar unas virtudes, que son predisposiciones a actuar en pro de la felicidad y de la justicia. A esas predisposiciones se les llama virtudes, aunque el termino no vaya muy acorde con los tiempos que corren. El profesional es alguien que trata de ser excelente en lo suyo, precisamente porque quiere ponerlo al servicio, porque quiere alcanzar su meta. Y si uno no es excelente en lo suyo debe preocuparse, porque hay gentes que van a sufrir, precisamente, porque no está desarrollando su excelencia. Y recordemos que la excelencia no es medirse unos con otros –a ver quién es el más guapo- sino con intentar hacerlo lo mejor, porque nuestra meta merece todo el desarrollo y todo el trabajo. Y además hay que encarnar unos valores, que son lo que condiciona nuestra vida para hacerla humana. Además, también, hay que someterse a unos principios éticos generales, que son -como ya hemos avanzado antes- el principio kantiano del fin en sí mismo, y el de la ética del discurso. Pricipios éticos en la intervención social Veamos cómo sería todo esto aplicado en el campo de la intervención social. En primer lugar, el trabajo social es una actividad profesional, es una práctica profesional cooperativa donde hay trabajadores sociales, psicólogos, pedagogos, educadores, jueces… en un territorio que tiene que ver con lo que el trabajador social Rafael Aliena denomina en su libro Descenso a periferia, que a mi me parece una expresión bastante afortunada. De alguna manera, el trabajo social tiene que ver con “descender a periferia”, tiene que ver con descender a ese mundo de la exclusión, que en ocasiones es una exclusión puntual, y en ocasiones, desgraciadamente, es una exclusión crónica. Fijándonos por ejemplo en el Informe Foessa, se ve cómo en nuestros países existen bolsas de pobreza que son absolutamente recurrentes. Es la pescadilla que se muerde la cola: son barrios enteros muy desprotegidos en los que existe una absoluta desmotivación, una absoluta invisibilidad: nadie los reconoce, nadie sabe en realidad dónde están… y la gente que está condenada a esos barrios no tiene ni siquiera el interés de salir de esa situación porque cada vez el 14 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 barrio se los come más. Es el gran terreno de los excluidos, de la periferia, el que no aparece y es invisible. Los trabajadores sociales tienen, entre otras tareas, la de llevar a visibilidad lo invisible, que es la gran lucha por el reconocimiento, que a veces pueden hacerla los que tienen fuerza, y a veces otros lo han de hacer por ellos. Llevar a visibilidad ese terreno de periferia, de los que son invisibles –porque ya los hemos dejado de lado y no nos interesan– es una de sus más grandes tareas. Es una actividad social que se lleva a cabo en el terreno de periferia, en el entorno de la infancia y familia –pero no de las bien situadas– sino en el terreno de la desprotección, la vulnerabilidad y la periferia, obviamente, en el terreno de la juventud desmotivada, dejada, de los que se han quedado con unos sueldos “infra”, o sin sueldos; en el terreno de los ancianos que no tienen derecho a una residencia ni a atención de sus familias; en el terreno de las discapacidades, que es un mundo verdaderamente amplio y tremendamente dejado; en el de la drogodependencia, que efectivamente, es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo; en el de las minorías étnicas, que suelen ser las más marginales -en España han sido tradicionalmente los gitanos, pero puede haber otras; en el de los inmigrantes sin papeles; en aquellos que padecen la violencia doméstica, de un lado y otro; y en el de la pobreza y la marginación. Los bienes internos que ofrece el trabajo social son fundamentalmente los de trabajar por los derechos y las necesidades de las poblaciones más vulnerables y más desprotegidas, y en ese sentido creo que es un trabajo que presta a la sociedad un bien incalculable, por eso creo que los que trabajen en ello tienen que ser excelentes para tratar al servicio de los más vulnerables, porque una sociedad que no los tenga en cuenta es una sociedad radicalmente injusta y radicalmente inhumana. El bien interno sería el de atender a las necesidades y a los derechos humanos insatisfechos de todos esos colectivos, tratando de prevenir carencias, de empoderar a quienes tienen esas carencias, y de acompañarles en esos sectores que son, fundamentalmente, marginales. El trabajador social y la trabajadora social tienen que ser gente con una sensibilidad muy especial. Claro que pueden ser profesionales, pero vocacionados. Para mí, el hecho distintivo es 15 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 que el profesional sea un profesional vocacionado, que no sea un burócrata: uno tiene que asumir la perspectiva del participante y no la del observador. No se pueden resolver problemas humanos de gente especialmente vulnerable sencillamente con prescripciones. Esto es lo que pasó con la ética del desarrollo, en que decían “hemos aplicado el modelo del desarrollo del consenso de Washington a unos países que están dejados de la mano de Dios”, con lo que se generaba peor situación, ya que son colectivos a los que hay que prevenir, empoderar y, además, acompañar, porque hay bolsas enormes de marginalidad, y son territorios fundamentalmente de periferia. Encarnar los valores Otro factor clave es que el trabajo social debe realizarse con unos valores: hay que encarnar los valores. Los valores son aquellas orientaciones vitales que nos resultan atractivas para acondicionar el mundo. Es mucho más humano un mundo con libertad que con esclavitud, con igualdad que con desigualdad, con solidaridad que con insolidaridad. Son esas orientaciones que una vez las encarnamos, la gente se hace más humana. ¿Para quién? Para cualquiera de nosotros, pero también para todos los beneficiados. Sin embargo, en el mundo del trabajo social uno de los grandes problemas es que el trabajador social lleva sus valores y se encuentra con gentes atendidas que pueden tener otros valores. Ahí viene uno de los grandes temas, que es problema, que no dilema: la cuestión es que necesariamente el trabajo tiene que ser contextual ideológico, el trabajador social no tiene más remedio que entrar a ver cuáles son los valores. Y tampoco hay que confundirse en estas cosas, porque hay valores que no son valores, porque hay cosas que no merecen respeto. Por eso es una tarea muy difícil, porque no se trata de decir “esto es lo que hay y con esto vamos a todas partes” sino que prudencialmente hay que ver cada caso con el corazón y con la razón, qué es en este caso lo que es un valor y lo que es un disvalor. No se puede ser tan ingenuo para decir que cada uno tiene sus valores y que todos son muy respetables: ¡algunos no son tan respetables! Por eso el trabajador tiene que ver, porque a veces los más vulnerables se 16 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 pueden quedar machacados por respetar cualquier valor. Por eso hay que hacer como el arquero de Aristóteles: un arquero es alguien que quiere dar en el blanco, y para dar en el blanco quiere alcanzar la meta. Lo primero es la voluntad de alcanzar la meta, que es algo que hay que forjar día a día, y después tratar de aprender qué es un arco, de qué puede estar compuesto, cómo pueden ser las flechas, qué longitud puede tener… Pero a la hora de decir cómo se alcanza la meta, es en el caso concreto, porque puede soplar el viento o no, puede haber mayor o menor lejanía… Por eso el prudente es el que conoce el arco y es el que quiere alcanzar la meta, y tratar los casos concretos de alcanzar la meta concreta. Decía Aristóteles, y tenía toda la razón, que de la misma manera sabe elaborar los venenos el que los elabora para matar, como el que los elabora para sanar. Pues bien, un buen técnico es el que sabe hacer buenos venenos, un buen profesional es el que los utiliza para salvar, y un mal profesional es el que los utiliza para matar. Podemos abrir muchos ordenadores y muchas páginas web y podemos tener mucha información pero ser unos pésimos profesionales, porque el buen profesional quiere saber cómo es el arco, se entrena todos los días, pero es en el caso concreto donde ha de ver -por ejemplo- quién es esta familia, quién ese niño, por qué es drogodependiente, por qué la familia tiene esta relación… y es él quien tiene que decidir allí, en la situación, sin que pueda haber unas reglas que se apliquen universalmente. Características de la profesión Las siguientes características que voy a señalar son las excelencias del carácter, las virtudes de la profesión del trabajador y la trabajadora social, algunas de la cuales me parecen fundamentales. Competencia: los trabajadores sociales y el voluntariado tienen una pésima fama de gentes de buen corazón pero poca competencia. Normalmente se entiende que el sistema político es una cosa y el sistema económico es otra, eso es lo serio. Uno y otro generan una serie de desgraciados, a quienes recogen los 17 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 trabajadores sociales y los voluntarios. La política y la economía generan deshechos, y después llega el trabajador social -gente de buen corazón pero no muy buenas entendederas- y recoge a la gente y la cuida para que aquello no se desmadre. ¡Pues no señor! Para colaborar y ayudar a los vulnerables hay que ser muy competente: uno tiene que aprender muy bien cuáles son las últimas técnicas, cuáles son las últimas posibilidades, cuáles son los desarrollos psicológicos, pedagógicos, precisamente porque uno lo que quiere es atender a las personas que tienen dignidad. Sentido la justicia: sin un sentimiento de injusticia y de capacidad de indignación es imposible descubrir las necesidades y las vulnerabilidades. Los sentimientos ayudan a descubrir caminos y esferas que están absolutamente ocultos. Cuando alguien tiene sentido de la justicia, va descubriendo que aquí hay una situación de indignidad, que aquí hay una situación de injusticia, que aquí hay una situación de carencia, etcétera. Cuando uno no tiene el sentido de la injusticia, nos parece que todo está absolutamente bien, sobretodo si a nosotros nos va bien. El que carece del sentido de la injusticia, yo creo que para empezar no puede ser persona, pero sobretodo no puede ser trabajador social. 18 Sentido de la prudencia: hay que entrenarse para no actuar de forma lesiva para nadie, y buscar la creatividad para encontrar caminos nuevos. No empecinarse en que las soluciones ya están dadas, que hay uno o dos caminos y nada más, sino que hay que ser muy creativo para encontrar caminos nuevos para no quedarse en aquello que se llamaba tanto en el tema del desarrollo de “la elección cruel”: hay que elegir y hay que sacrificar a alguno por los otros. Profesionales vocacionados y respetuosos Asimismo, hay que ser creativo para pensar otros caminos de solución que no dejen a nadie por el camino. Hay que tener sensibilidad para los contextos y ser muy vocacionado y muy sensible. ¿Quién es el vocacionado? Es alguien que tiene ciertas habilidades para un determinado trabajo y que, sobretodo, le parece tan importante la meta, que quiere poner sus habilidades al servicio de esa meta. I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 Es fundamental el respeto activo, la capacidad de respetar puntos de vista que no son el propio, no solamente la tolerancia, sino el ser capaz de respetar otros puntos de vista, con tal de que se piense que son puntos de vista justos que no son humillantes para las personas. Hay que tener, también, capacidad de interpretación de la situación: sin capacidad de interpretación, si uno va con el código cerrado de lo que hay que hacer en este caso, no vamos bien. Es preciso tener capacidad de diálogo, obviamente, en los casos concretos y un enorme sentido de la solidaridad. Los trabajadores sociales tienen que trabajar en estrecha colaboración con las familias y los afectados por los contextos concretos de su actuación. No se puede trabajar al margen sino en colaboración con. Y cada vez más se entiende que los afectados tienen que ser agentes sociales. ¿Quiénes son las instituciones que tienen que trabajar en ello? Las instituciones políticas, las organizaciones cívicas y empresariales, que también se tienen que sumar a la tarea, y por supuesto, los ciudadanos. Una de las características del ciudadano tiene que ser la solidaridad. Un ciudadano que no tiene en cuenta la vulnerabilidad de otros, no es un buen ciudadano. Normalmente entendemos que un ciudadano es una persona que tiene unos derechos, unos deberes. El ciudadano si no tiene sentido de la solidaridad, no es un buen ciudadano, porque el ciudadano es aquél que intenta ser su propio señor, o su propia señora, que intenta ser el protagonista de su vida, el que escribe el guión de su propia novela. El ciudadano es el que quiere hacer su vida, pero se da cuenta que lo hace con otros, que son sus conciudadanos, que son iguales que él. Lo que nos une a unos y a otros es la vulnerabilidad en la que estamos todos. Todos absolutamente somos vulnerables, en la etapa de la niñez o en la de la ancianidad, en la etapa de la enfermedad o en la del desconsuelo… La vulnerabilidad nos constituye tanto como la autonomía; somos ciudadanos vulnerables. Y si no somos ciudadanos solidarios también somos seres totalmente inhumanos. Por eso, una de las claves del trabajo social, como la de cualquier ciudadano, tiene que ser la clave de la razón compasiva. Compasiva no quiere decir compadecerse de “esos pobretes que están allí abajo”, sino que los seres humanos podemos trabajar y padecer conjuntamente en la tristeza y en 19 I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009 la alegría. Y el que no es capaz de compadecer la tristeza ni la alegría, tampoco es un ser humano. 20