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Eclesiástico 15,16-21; 1 Corintios 2,6-10 y Mateo 5,17-37 La Ley para los judíos Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Era el mejor regalo que habían recibido de Dios. En todas las sinagogas la guardaban con veneración dentro de un cofre depositado en un lugar especial. En esa Ley podían encontrar cuanto necesitaban para ser fieles a Dios. En el Muro de las Lamentaciones, aún se puede observar este respeto. Para Jesús es más importante el ser humano que la ley Jesús, sin embargo, no vive centrado en la Ley. Ciertamente, no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero esta no ocupa un lugar central en su corazón. Jesús busca la voluntad de Dios desde otra experiencia; siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros, sino que lo primero es “buscar el reino de Dios y su justicia”. Los fariseos y letrados se preocupan de observar rigurosamente las leyes, pero descuidan el amor y la justicia. Jesús se esfuerza por introducir en sus seguidores otro talante y otro espíritu: “Si vuestra justicia no es mejor, no entraréis en el reino de Dios”. Quien no mata, cumple la Ley, pero si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se parece a Dios. Quien no comete adulterio, cumple la Ley, pero si desea egoístamente a otra persona, no se asemeja a Dios. En estas personas reina la Ley, pero no Dios; son observantes, pero no saben amar; viven correctamente, pero no construirán un mundo más humano. La plenitud de la Ley Hemos de escuchar bien las palabras de Jesús: “No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud”. Jesús ha venido a ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los peligros del legalismo. Nuestro cristianismo será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que quiere el Padre. No he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Si no sois mejor que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Jesús está pidiendo algo más que el mero cumplimiento de la Ley. No matarás, pero estás matando ilusiones, perspectivas, horizontes…; no cometerás adulterio…, pero adulteramos las relaciones cuando valoramos a los hermanos por el uso que podemos hacer de ellos, porque sirven para nuestros fines… ¡Una palabra vale más que todas las leyes, porque la ley es un papel; una palabra dada es el corazón que está detrás de ella! ¡La plenitud de la ley es el amor! Señor, danos fuerzas para caminar Propuesta.La oración de la comunidad de cada domingo es siempre una invitación a salir de nosotros mismos y a mirar al mundo entero. Unidos a nuestros hermanos, presentamos nuestras plegarias al Padre diciendo: “Señor, danos fuerzas para caminar”. 1. Como Iglesia, estamos llamados a ser una Buena Noticia para los seres humanos. Ayúdanos, para que nuestra parroquia sea una casa abierta donde se haga posible el encuentro con el Evangelio y la solidaridad con los hermanos. Oremos. 2. Por los gobernantes y los dirigentes económicos, los que disponen de las riquezas y bienes: para que a nadie falte lo imprescindible, y para que nadie tenga que sufrir por no tener lo necesario para vivir. Oremos. 3. Por nuestros hermanos que han muerto; por los enfermos y por quienes los cuidan: para que se sientan acompañados por el consuelo y la fortaleza que proviene de Dios. Oremos. 4. Para que en este día de la Campaña contra el Hambre, los cristianos aprendamos a vivir según los criterios de Jesús y no según los criterios egoístas que a menudo dominan nuestro corazón. Oremos. 5. Por nuestra parroquia, por todos y cada uno de nosotros, llamados a ser signos de fraternidad: para que pongamos nuestras manos y nuestra esperanza al servicio de los necesitados y de los pobres. Oremos. Oración.Padre, te pedimos que acojas y atiendas estas súplicas que por medio de tu Hijo Jesucristo te presentamos. Por él que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amen.