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EL CEREBRO Y SU YO: El pensamiento de Antonio Damasio por Maria Gudín neuróloga ACEPRENSA En los últimos años han crecido significativamente los descubrimientos científicos sobre el funcionamiento cerebral. Estos avances de la neurociencia pueden servir para comprender mejor cómo las estructuras cerebrales se organizan para permitir la existencia de una mente consciente. Cosa distinta es reducir todos los procesos mentales, incluida la propia conciencia, a la pura fisiología neuronal. La alternativa puede verse en el pensamiento del neurólogo Antonio Damasio, cuyos libros divulgan estos hallazgos. Antonio Damasio, neurólogo de origen portugués, obtuvo el Premio Príncipe de Asturias en 2005. Actualmente ejerce como profesor de psicología, neurociencia y neurología en la Universidad de Southern California y dirige el Instituto para el Estudio Neurológico de la Emoción y la Creatividad. Damasio se ha convertido en uno de los principales divulgadores de los impresionantes hallazgos sobre el funcionamiento cerebral que se han producido en las últimas décadas. Sus libros: La sensación de lo que ocurre (Debate, 2001), sobre las sensaciones; En busca de Spinoza (Crítica, 2005), sobre los sentimientos y emociones; El error de Descartes (Critica, 2006), sobre el conocimiento, han sido traducidos a más de treinta idiomas. Ahora, en Y el cerebro creó al hombre aborda muchos de los descubrimientos actuales sobre la mente, la conciencia y el yo. Y el cerebro creó al hombre es un libro de un gran interés, en muchos aspectos magnífico, en otros, discutible. En primer lugar, el título en castellano es engañoso. Y el cerebro creó al hombre tiene poco que ver con el título original Self Comes to Mind, cuya traducción sería algo así como “El yo viene a la memoria”, o “a la mente”. Funciones tales como querer, amar, realizar creaciones artísticas, son irreductibles a la materia aunque sean inseparables de ella Según el título en castellano, lo que crea y constituye al hombre sería su cerebro; sin embargo, Damasio no pretende explícitamente negar la espiritualidad del hombre, sino que busca describir cómo se producen los mecanismos de conciencia en el ser humano. A pesar de ello, en muchas de sus proposiciones se deduce una postura reduccionista: el hombre es su cerebro, la mente es su cerebro y, tanto la consciencia como el yo, surgen del cerebro. El cerebro como constructor Al inicio Damasio explica que el libro trata de dos cuestiones. En primer lugar, cómo el cerebro construye una mente. En segundo lugar, cómo el cerebro hace que esa mente sea consciente. Escrito así, da la impresión que Damasio da por hecho algo que no está tan claro: que todo el funcionamiento intelectual y volitivo del ser humano puede reducirse a condicionantes físicos. En realidad, lo que Damasio está explicando es algo totalmente válido y de gran interés científico: cómo se organizan las estructuras cerebrales para permitir la existencia de una mente consciente, gracias a la cual el ser humano piensa y quiere. Si se expresase en este sentido –el cerebro como medio de las funciones superiores del ser humano–, el libro de Damasio no plantearía ningún problema filosófico; sin embargo, muchas de las afirmaciones del texto inducen a reducir el pensamiento humano únicamente al funcionamiento cerebral. Damasio intenta enfocar el tema de la consciencia, la mente y el yo desde dos perspectivas que proceden de dos legados intelectuales. Por un lado, la tradición neurológica de los grandes neurólogos del siglo XIX y XX (Penfield, Jasper, Magouzzi, Magoum, y los hallazgos sobre el coma de Plum y Posner). Esta perspectiva ha permitido localizar en el cerebro centros específicos que, al lesionarlos, producen pérdida de conciencia. Por otro lado, Damasio se apoya en una tradición filosófica y psicológica. De entre todas las múltiples corrientes filosóficas y psicológicas que han estudiado la conciencia, escoge el empirismo radical de William James, sin dar una clara explicación de por qué se basa en este autor y no en otros. El núcleo de la identidad personal Damasio estudia el “sí mismo” como identidad subjetiva y como objeto, y busca las localizaciones cerebrales de este concepto psicológico, propuesto por William James. Según Damasio, la mente se crea con el procesamiento de imágenes en las redes neuronales. “La simple presencia de imágenes organizadas que fluyen en una corriente mental, produce una mente, pero si no se le añade algún proceso complementario, la mente permanece inconsciente”, afirma. Pero, para Damasio: “El paso decisivo en la elaboración de la conciencia no es la formación de imágenes, o la creación de los elementos básicos de una mente. El paso decisivo es hacer las imágenes propias”. Es ahí donde entra el concepto de self propuesto por William James, que da título en inglés a la obra. Frente al también empirista Hume, William James defiende que el conocimiento no es únicamente una suma de percepciones, sino que hay un fuerte núcleo de identidad personal: lo que se llama “sí mismo”, “yo”, o el “protagonista”. Y Damasio aplica este concepto al conocimiento humano. Según Damasio, a lo largo de millones de años hubo criaturas que tuvieron una mente activa, pero solo en las que se desarrolló una conciencia subjetiva, esta fue capaz de funcionar como testigo de la mente formando la propia autobiografía. Después, gracias al lenguaje se pudo transmitir de un ser a otro la propia función autobiográfica. Damasio da la impresión de creer en la evolución como un dogma de fe científico. Todo surge o es resultado de la evolución. Desde los seres unicelulares hasta el cerebro humano no hay más que una línea continua que parece fruto de la casualidad o de un destino ciego. La base cerebral de la conducta humana Conocer el funcionamiento cerebral es importante, no solo para saber lo que somos de hecho sino también para entender lo que podríamos llegar a ser. Del enfoque que demos a este conocimiento sobre el hombre, dependerá cómo entendemos al hombre: un ser únicamente material o un ser abierto a la trascendencia. Ya hoy en día, gran parte de la pedagogía y la psicología se están cimentando en datos de neurología básica, que apuntan a que muchas de las realidades que anteriormente se consideraban como meramente espirituales –inteligencia, voluntad etc.– tienen una importante base cerebral. Su lesión produce problemas de aprendizaje y enfermedades mentales. Su desarrollo facilita la expresión de un ser humano maduro. Es esa base material la más sensible al tratamiento por medio de fármacos y técnicas neuropsicológicas. Sin embargo, si todo el ser humano se reduce únicamente a mecanismos neurológicos, se pierde una gran parte de lo que es el hombre. Y Damasio, una y otra vez, interpreta las funciones superiores del ser humano en términos meramente biológicos y basados en la evolución. Así, para explicar la base cerebral de la conducta humana, Damasio parte de los seres unicelulares para llegar al hombre. Afirma que cualquier célula tiene una actitud no consciente de vivir. Las neuronas, células capaces de transmitir el impulso eléctrico, ayudan en la gestión de la vida. Los seres humanos nos distinguimos de los demás animales en la voluntariedad de nuestras acciones. Las plantas y los seres unicelulares tienen cierto movimiento. Los animales superiores pueden moverse hacia el estímulo. Actúan por mecanismos de recompensa y castigo. El ser humano actúa a través de la incentivación. “Los seres humanos –dice– tenemos el mecanismo motivacional más avanzado, que se complementa con una curiosidad insaciable, un agudo apetito por la exploración, y unos sofisticados sistemas de alarma en relación a necesidades futuras, todo ello con el propósito de mantenernos en el lado adecuado de las vías evolutivas”. En el ser humano, la conciencia ha contribuido a la supervivencia de las especies que disponen de ella, porque proporciona una gestión más sutil de la homeostasis básica: privarse de algo bueno para conseguir algo que quizá sea mejor. Los animales no actúan así. Damasio afirma, sin permitir que en su pensamiento se abra un resquicio hacia lo trascendente: “Todas las asombrosas proezas del cerebro… desde las maravillas de la creatividad a las nobles cimas de la espiritualidad parecen haberse logrado gracias a la decidida dedicación [de las neuronas] a la gestión de la vida de los cuerpos en que habitan”. ¿Por qué un ser consciente de sí mismo? Uno de los problemas más llamativos que plantea la vida es el funcionamiento aunado de los distintos componentes del ser vivo: lo que podríamos llamar principio de unificación. Los clásicos han afirmado que en todos los seres vivos existe un principio de unificación que denominaron ánima: los seres vivos son seres animados porque poseen ese principio de unificación, el alma. Damasio repite en varias ocasiones que en el ser consciente no se precisa ningún mecanismo de unificación extramaterial. La coordinación entre los diversos sistemas, según Damasio, no la genera un misterioso agente externo sino más bien una serie de factores naturales como el orden de introducción en la mente y el valor acordado de esos contenidos. ¿Pero qué es lo que da el valor a los contenidos de conciencia? Para Damasio, el valor de un contenido de conciencia se produce automáticamente a través de marcadores biológicos que proporciona el cerebro al introducir el dato. Esos marcadores biológicos se producen también a través de sistemas de valores que se han conseguido con el aprendizaje. Según el orden en el que hemos insertado en el cerebro un determinado dato y según el valor que le hayamos dado al introducirlo, así se organiza el pensamiento. Esta postura es un tanto pobre y mecanicista. Para Damasio, los coordinadores del sistema de consciencia parecen radicar en ciertas áreas del cerebro, fundamentalmente el tálamo y la corteza postero-medial. Las neuronas no piensan Damasio expone un sistema de coordinación, que es físico y constituye una parte más del cerebro. Niega así la existencia de un principio de coordinación de tipo extramaterial; por lo tanto, de sus afirmaciones parece deducirse una oposición clara a la existencia de una realidad transcendente en el ser humano. Damasio, explícitamente, rechaza el dualismo mente-cerebro, e implícitamente, la existencia de una dualidad alma y cuerpo. Damasio quiere explicar cómo el cerebro construye una mente y cómo hace que esa mente sea consciente Sin embargo, frente a la postura de Damasio y otros neurólogos biologicistas, para una recta interpretación de lo que es el hombre, es fundamental sostener que el alma no es un elemento inmaterial que haya de unirse a un cuerpo sino que el cuerpo sin el alma no es tal cuerpo, porque no llega a constituirse y estar organizado como tal. Como el alma humana es espiritual, puede realizar funciones y actividades completamente ajenas a la materia, tales como superar el tiempo, sentir, querer, amar, realizar creaciones artísticas. Todas estas funciones son irreductibles a la materia aunque, en el caso del hombre, sean inseparables de ella. El pensamiento es inmaterial, meta-neuronal. Las neuronas no piensan, piensa la persona. Las neuronas no quieren, quiere la persona. Las neuronas no sienten, siente la persona. Las neuronas no están conscientes, está consciente la persona. Los mecanismos inconscientes Por otro lado, y de modo muy interesante, Damasio no niega la voluntad. Ni niega tampoco la responsabilidad personal. En Y el cerebro creó al hombre se delimita muy bien el papel del inconsciente en la conducta humana. “Si en la manera en la que llevamos a cabo nuestros actos influyen factores inconscientes, que nuestro razonamiento consciente desconoce, entonces cabe poner en tela de juicio que seamos realmente responsables de nuestros actos”. Sin embargo, afirma: “La situación es menos problemática de lo que podría parecer a tenor de reacciones superficiales”. Según Damasio, sí existe el control voluntario de las acciones humanas. Ese control es en parte consciente y en parte inconsciente, uno afecta al otro. El control inconsciente puede ser modificado por el consciente, sobre todo a través de la educación y el aprendizaje. En la infancia y la adolescencia se crea gran parte del control sobre el inconsciente. Con una clara lucidez, Damasio afirma que la consciencia no se deprecia porque existan procesos inconscientes, sino que amplía su campo de acción. Es el caso de los atletas y músicos, que gracias a la elaboración de patrones de conducta inconscientes consiguen metas más altas de superación. Si un músico tuviera que realizar conscientemente todas las acciones para tocar un violín, no lo tocaría bien, no podría centrarse en la melodía o en la armonía. Igualmente ocurre en otros muchos aspectos de la vida humana. En este mismo sentido, Damasio explica la moralidad como habilidades adquiridas: “Los comportamientos morales son un conjunto de habilidades adquiridas a lo largo de infinitas sesiones prácticas en un extenso período de tiempo que se rigen por razones y principios articulados conscientemente, aunque, cuando no es así su naturaleza se halla insertada muy profundamente en el inconsciente cognitivo”. Para Damasio, la deliberación consciente es un rasgo capital en el ser humano. No podríamos llevar la vida que llevamos sin una deliberación consciente. Damasio define acertadamente: “La deliberación consciente bajo la dirección de un poderoso sí mismo, construido sobre una autobiografía organizada y una identidad definida es una consecuencia fundamental de la conciencia”. Lo que podría interpretarse como que la inteligencia humana, bajo la dirección de la voluntad libre, constituye al ser humano como un proyecto de vida organizado que se demuestra en un ser coherente y de identidad definida. Visto así, el ser humano, el hecho que Damasio y otros investigadores lo reduzcan a conexiones neuronales, entra más dentro del campo de las propias creencias personales y de un prejuicio materialista, que de un pensamiento racional e inteligente. Más allá de lo físico Excluyendo algunas expresiones de tipo reduccionista, el libro del profesor Damasio muestra con claridad los grandes hallazgos que se han producido en las últimas décadas sobre la comprensión de los mecanismos biológicos de la conciencia humana. Sin embargo, en algunas afirmaciones el libro parte de presupuestos materialistas, reduccionistas y evolucionistas a ultranza. Para Damasio, la espiritualidad no existe, no es más que una expresión de mecanismos neuronales. El fenómeno religioso y moral no es más que un método consolador que el ser humano ha desarrollado para poder explicar lo que no podía ser entendido en otras épocas. El evolucionismo que postula es demasiado rígido. Por ejemplo, Damasio habla de una evolución del lenguaje animal al humano. Actualmente, se sabe que no hay una evolución en el lenguaje humano. Se podría pensar que si el hombre es fruto únicamente de la evolución, el lenguaje humano podría tener algún precursor en el lenguaje de los animales. Sin embargo, los sistemas de comunicación del lenguaje no humano son sorprendentemente diferentes del lenguaje humano. No hay ni una insinuación del sistema de combinaciones infinitas y diferenciadas del lenguaje humano (1). Damasio define bien cómo se producen los procesos mentales, pero unas veces yerra al explicar el porqué, y otras evita definirse con claridad, Además, dada la gran complejidad de mecanismos neuronales y estructuras cerebrales, el libro puede resultar difícil para el profano, que puede quedar deslumbrado ante tanto dato científico, sin darse quizá cuenta el error de fondo que plantea el libro. Frente a todos estos fallos, la visión dinámica y realista del cerebro humano, su fuerte conexión con el cuerpo y la realidad externa, es algo que nos permite entender al hombre como un ser altamente cualificado, capaz de modificarse a sí mismo y a su entorno. La única explicación plausible de lo que propone Damasio, del porqué del ser humano, está más allá de lo físico. Hace pocos años, el premio Nobel Sydney Brenner, en una conferencia en la Fundación Juan March exponía: “Creo que las ciencias biológicas han entrado en una nueva fase en su desarrollo. Sabemos que tenemos un inmenso poder que nos permite hacer descripciones completas acerca de cualquier cosa del mundo de los seres vivos, podemos obtener la secuencia de los genes de cualquier ser que ande, vuele o nade pero, por supuesto, no entendemos nada (…) De manera que, a mi entender, el gran problema al que se enfrenta la Biología del siglo XXI es, de hecho, cómo convertir la información en conocimiento; porque conocimiento y comprensión no son la misma cosa” (2). El libro de Danasio aporta mucha información, alguna de ella sesgada, otra incompleta, o llena de prejuicios. De la información al conocimiento, como afirma Brenner, hay un paso cualitativo que Damasio no ha dado, o no se ha atrevido a dar. María Gudín es neuróloga.