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Estados Unidos y sus opciones de política exterior Francisco Corigliano (Buenos Aires) La administración Obama: ¿un retorno a las versiones ‘soft’ del realismo y del liberalismo wilsoniano? Tal como sucedió con los anteriores ocupantes de la Casa Blanca, Obama y su equipo de política exterior deberán dar respuestas a los numerosos desafíos y oportunidades que los Estados Unidos tendrán que enfrentar en el cierre de esta primera década del siglo XXI, tanto en el ámbito interno como internacional. Estas respuestas estarán nutridas por las ideas y argumentos procedentes de cuatro corrientes de pensamiento: los realistas soft; los realistas hard; los liberales wilsonianos soft y los liberales wilsonianos hard. Todas estas corrientes reconocen antecedentes previos al fin de la Guerra Fría, pero cada una de ellas ha percibido de modo diferente los grandes acontecimientos desde 1989 hasta nuestros días. Entre ellos, por sólo mencionar los más notorios: la caída del Muro de Berlín; los cambios políticos, sociales y económicos en Europa del Este, con las implosiones de la Unión Soviética y Yugoslavia; y los 720 CRITERIO NO 2344 / XII 2008 Internacional procesos de reforma de la China comunista; la emergencia de los Estados Unidos como líder de alcance global; los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001; el devenir de la presencia norteamericana en Afganistán e Irak; y la actual crisis financiera norteamericana con sus ecos en la economía global. Si bien a partir de la emergencia de los Estados Unidos como única superpotencia tras el colapso de su rival de los años de la Guerra Fría, existe entre los representantes académicos, mediáticos y políticos de cada una de estas cuatro corrientes de pensamiento la común convicción de que los Estados Unidos deben jugar un rol protagónico en el sistema internacional. Cada uno de ellos posee apreciaciones divergentes respecto de los alcances y límites de ese rol, especialmente en relación a la aplicación de la fuerza militar en conflictos externos; el papel de las instituciones internacionales multilaterales en la política exterior norteamericana; la definición de las amenazas y la respuesta más efectiva para enfrentarlas; y los componentes del “interés nacional” estadounidense. Pero antes de ensayar una respuesta respecto de cuál de las corrientes mencionadas o posible combinación de ellas tenga mayores chances de influir en la concepción e implementación de la política exterior del nuevo presidente demócrata, conviene presentar al lector, aunque sea someramente, los rasgos centrales de cada una de esas corrientes y sus representantes en las esferas académica y política en estos últimos años. La prudencia Los realistas soft pueden también ser llamados realistas prudentes, realistas kissingerianos y/o realistas powellianos, en referencia a dos de sus figuras más representativas en el mundo de los policymakers: Henry Kissinger, ex asesor de cuestiones de seguridad nacional durante la administración del republicano Richard Nixon; secretario de Estado de los gobiernos de los republicanos Nixon y Gerald Ford; y mensajero informal del republicano George H. W. Bush (Bush padre) ante las autoridades soviéticas luego de su triunfo en las elecciones de 1988; y Colin Powell, CRITERIO NO 2344 / XII 2008 ex veterano de la Guerra de Vietnam; jefe de Estado Mayor Conjunto durante las gestiones de Bush padre y del demócrata Bill Clinton; y secretario de Estado del primer mandato de George W. Bush (Bush hijo). Los realistas soft advierten sobre los límites del poder norteamericano y la necesidad de evitar cruzadas en el exterior en nombre de la promoción de valores democrático-liberales. Los cambios post-Guerra fría y post-11-S no han afectado estos supuestos. Para ellos, los Estados Unidos se han convertido en un líder global tras el colapso soviético, pero deben evitar la tentación de estrategias unilateralistas de primacía que puedan irritar a aliados y crear nuevos rivales en un sistema internacional en el que es inevitable el ascenso de nuevas potencias (como China, India o Rusia). Asimismo, el poder norteamericano, aunque abrumador, no es suficiente para responder en solitario a los desafíos de alcance global: terrorismo, proliferación de armas de destrucción masiva a estados villanos (rogue states) y grupos terroristas, presencia de estados fallidos (failed states) como puertas de entrada a grupos vinculados al narcotráfico, el terrorismo u otras facetas del crimen organizado. Respecto de amenazas procedentes de estados villanos como Irak, Irán o Corea del Norte, los realistas prudentes prefieren la “contención” a los golpes o guerras de anticipación (preemptive strikes or preemptive wars) y a los golpes o guerras preventivas (preventive strikes or preventive wars), porque la primera es menos costosa para los Estados Unidos tanto en términos de poder duro (hard power) como de poder blando (soft power) y credibilidad interna e internacional. Ello explica su apoyo al carácter limitado de la intervención de los Estados Unidos en la Guerra del Golfo con Bush padre (1990-1991) y su enfático rechazo a la guerra emprendida por la administración Bush hijo contra Irak (2003). Por lo que se desprende de lo antedicho, los realistas soft, prudentes, kissingerianos y powellianos son escépticos respecto de los costos de las cruzadas norteamericanas en el exterior en nombre de la promoción democrática en el balance del poder mundial y la reputación externa de los Estados Unidos. Conscientes de los límites del poder norteamericano y de la importancia de la 721 credibilidad externa para ejercer un rol de liderazgo global, los realistas soft proponen una grand strategy de “restricción” (Barry Posen) o de “independencia estratégica” (Christopher Layne) en la que el líder global delega en aliados regionales la administración de los conflictos externos, actuando solamente cuando estos aliados no pueden contener la emergencia de un desafiante hegemónico en Eurasia. En la receta del realismo prudente, Washington actúa como un balanceador de último minuto (off-shore balancer - Layne) o como un “sheriff renuente” (reluctant sheriff - Richard Haass), como un ordenador de situaciones de desequilibrio global que privilegia el orden sobre los principios o la justicia, delegando en poderes regionales la tarea de “contener” los conflictos de alcance localizado. Si, como sostiene Bruce Jentleson1, el interés nacional norteamericano se puede definir en función de 4 Ps (poder, paz, prosperidad y principios), en el universo mental de formuladores y practicantes del realismo soft en política exterior, los principios están subordinados al trípode del poder (ejercido con restricciones), la paz (entendida como ausencia de conflictos con efecto sistémico, como paz negativa y no como paz estable como quisieran los liberales kantianos y wilsonianos) y la prosperidad (concebida como la articulación de intereses nacionales geopolíticos y económicos). Poder sin ataduras Por su parte, los realistas hard (sean nacionalistas asertivos, ultranacionalistas o militaristas) no poseen la cautela de sus colegas de la variante soft del realismo. Cegados por el fin de la Guerra Fría y la implosión de la Unión Soviética, confían en que la superioridad del poder militar norteamericano constituye la garantía automática de adhesión de otros países. No creen en la máxima del realismo prudente de que “el poder repele” y confían menos en las alianzas y en la cooperación multilateral que en el ejercicio solitario del poder. Para los voceros académicos y políticos de este realismo hard, el Gulliver estadounidense, el nuevo Leviatán global debe ejercer sin restricción su rol de primacía, actuando libre de las ataduras que le imponen los liliputienses de la comuni722 dad internacional en foros multilaterales como la ONU o la OTAN2. En la administración de Bush padre, tanto él como su secretario James Baker, o el consejero de asuntos de seguridad nacional Brent Scowcroft y el mismo jefe de Estado Mayor Colin Powell (quien bajo la doctrina que lleva su nombre precisó las condiciones en las cuales los Estados Unidos debían intervenir “limitadamente” en conflictos externos) fueron exponentes del realismo prudente. En la administración de Bush hijo, Richard Cheney (ex secretario de Defensa de Bush padre y vicepresidente del gobierno de Bush hijo) y Donald Rumsfeld (secretario de Defensa del primer mandato de Bush junior) impulsaron enfáticamente la intervención norteamericana en Irak, confiando en la superioridad de las armas de alta precisión y en que la guerra podía ser ganada con un número relativamente escaso de soldados, haciendo caso omiso a las críticas de Francia y Alemania (despreciadas por Rumsfeld como la “vieja Europa” en oposición a las “nuevas” naciones de Europa del Este en la OTAN que apoyaban la decisión de Washington por motivos más ligados a intereses prácticos que a convicciones). En el universo de los realistas hard, la P de poder (ejercido sin límites y en forma unilateral) está por encima de las otras. La esperanza En el caso de los liberales wilsonianos soft, sus adherentes académicos y políticos coinciden con sus colegas realistas en la necesidad de contar con aval externo, aunque a diferencia de estos últimos ponen menos acento en los medios de coerción militar y las alianzas estratégicas que en los instrumentos de inducción económica y la cooperación multilateral. En la versión post-Guerra Fría, los neowilsonianos soft como el consejero de seguridad nacional del primer mandato de Clinton (19931997), Anthony Lake, reemplazaron el concepto realista de la “contención”, propio de los años de la Guerra Fría, por el de “ensanchamiento de democracia y de mercados” (enlargement), noción que sugiere que los liberales wilsonianos soft tienen una percepción más esperanzada de las posibilidades de exportación de valores CRITERIO NO 2344 / XII 2008 Internacional democrático-liberales norteamericanos al exterior que la que tienen sus parientes realistas, aunque prefieren las armas de Mercurio y no las de Marte para llevar a cabo este objetivo. Como los realistas soft, los wilsonianos prudentes están preocupados por los costos del uso de la fuerza, prefieren acordar su aplicación caso por caso, y a través de canales multilaterales. Como sostiene el realista Zbigniew Brzezinski3, los wilsonianos soft son creyentes del “mito de la globalización”, creen que ella sumada a la desparición de la URSS como rival le ha otorgado a los Estados Unidos oportunidades inmejorables para ejercer un rol líder de una “Comunidad de Democracias” de nivel mundial, haciendo realidad el sueño del ex presidente Woodrow Wilson al finalizar la Primera Guerra Mundial. Siguiendo el esquema de las 4 Ps de Jentleson, los wilsonianos prudentes privilegian el trípode principios, paz y prosperidad, con la P de poder subordinada al logro de estos tres objetivos primarios. La difusión de la democracia Por último, los liberales wilsonianos hard son partidarios de un más enfático y unilateral compromiso norteamericano con la difusión de sus valores democráticos CRITERIO NO 2344 / XII 2008 en el orbe. Dentro de esta última corriente de pensamiento, se pueden reconocer dos variantes. La primera, la de “multilateralismo muscular” en palabras de su propia exponente, la ex embajadora norteamericana en la ONU durante la primera presidencia de Clinton y secretaria de Estado durante el segundo mandato de este jefe de Estado demócrata, Madeleine Albright. Portadora del “síndrome de Munich” por su vivencia personal del golpe de Praga de 1948, intolerante respecto de las políticas de acomodación con las dictaduras violadoras de derechos humanos como la stalinista en Checoslovaquia o como la serbia en Kosovo durante los años 1990, Albright condena esas políticas y defiende la promoción democrática como criterio rector de la política exterior norteamericana, aun incluyendo el uso de la fuerza. Así, el 18 de febrero de 1998, no dudó en sostener: “Si tenemos que usar la fuerza, es que somos los Estados Unidos. Somos la nación indispensable. Estamos parados en lo más alto, y vemos más allá (que el resto de las naciones), hacia el futuro”4. Principios y poder La segunda variante del liberalismo wilsoniano hard es la de los llamados neocon723 La opción de Obama servadores o imperialistas democráticos, cuyos argumentos a favor de la “democratización forzosa” de Irak y del conjunto de Medio Oriente en el primer mandato de Bush hijo, esgrimidos por el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz inmediatamente después del 11-S, se convirtieron como opción para el presidente Bush hijo a través de canales directos como el jefe de Gabinete Lewis Libby, el vicepresidente Richard Dick Cheney y Rumsfeld (estos dos últimos realistas hard que hicieron suyos los argumentos pro-invasión a Irak de Wolfowitz). A diferencia de los “multilateralistas musculares” como Albright, para los neocons los Estados Unidos pueden actuar solos y fijar la misión (la lucha global contra el terrorismo y los regímenes que “odian la libertad”), pues esta variante de wilsonianos duros supone un quasi-automática aquiescencia a la hegemonía benévola norteamericana en un universo dominado por la antinomia entre el Bien (los Estados Unidos y las naciones del mundo democrático) y el Mal (los regímenes que “odian la libertad”). Durante el primer mandato de Bush junior, los neocons y los realistas hard han consumado un “matrimonio de conveniencia” (Daddler y Lindsay) o un “pacto con el Diablo” (Tony Smith), no reconociendo límites a la primacía norteamericana ni a su tarea de democracy promotion y de Nation-Building en el exterior, empezando por Irak. Para los neocons, las Ps de principios y poder (ejercido unilateralmente y sin límites) están por encima de las Ps de paz y prosperidad. 724 Como en el caso de sus antecesores Bush padre, Clinton y Bush hijo, Obama optará por una combinación de ideas procedentes de estas cuatro corrientes de pensamiento y acción en la política exterior de los Estados Unidos. Y aunque quien escribe estas líneas no tiene la bola de cristal –lamentablemente–, los indicios disponibles sugerirían que el presidente demócrata implementará una política exterior impregnada de elementos procedentes de las versiones soft del realismo y del liberalismo wilsoniano, en la ruta de los demócratas Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) y Clinton (1993-2001), por las siguientes razones: - El peso de la crisis económica de los Estados Unidos y sus efectos sistémicos, la más aguda en la historia después de la de 1929. Como le sucedió a Roosevelt con la Gran Depresión de los años 1929-1932, los primeros años del mandato Obama estarán condicionados por la necesidad de hacer frente a esta crisis doméstica y procurar alguna forma de arquitectura financiera global al estilo Bretton Woods, en un contexto interno e internacional más complejo que el de los años 30. - La necesidad de Obama de restaurar el capital de legitimidad doméstico y externo de su país, factor clave en el ejercicio de un liderazgo de alcance global, evitando aventuras y cruzadas solitarias como las adoptadas durante el primer mandato de Bush hijo. - La existencia de amenazas de carácter global que los Estados Unidos no pueden enfrentar ni resolver en solitario (que incluyen la actual crisis financiera). - Los pronunciamientos de campaña electoral de Obama, que contrastaron fuertemente con los de su rival republicano Mac Cain: la salida por fases del pantano iraquí (que recuerda la “vietnamización” de Nixon de fines de los ‘60 y principios de los ‘70, en tanto la opción de retiro de las fuerzas militares norteamericanas debe ser implementada sin afectar la credibilidad de Washington, un retiro “con honor”; las citas públicas de Obama a referentes del realismo prudente como Bush padre, George Kennan o Franklin Delano Roose- CRITERIO NO 2344 / XII 2008 Internacional velt y del wilsonianismo prudente como el citado Roosevelt. Por cierto, este último indicador es el más débil de todos: la historia está plagada de ejemplos de presidentes que en el tramo de su campaña electoral o en los primeros meses de su mandato han prometido líneas de acción contrarias a las que luego implementaron. Cabe recordar al respecto la promesa en 1940 de Roosevelt de no enviar norteamericanos a la Segunda Guerra Mundial, quebrada tras el ataque japonés a Pearl Harbor un año después; o la de Bush hijo de llevar a cabo una política exterior “humilde”, dramáticamente revertida en una “cruzada contra el terror” luego de los ataques del 11-S. - La posible presencia en el gabinete de funcionarios ligados a la administración Clinton, que buscó la primacía norteamericana privilegiando los canales multilaterales al comportamiento unilateral, y las armas económicas al uso indiscriminado de la fuerza militar en conflictos externos. Tal el caso, por ejemplo, del ex embajador en la ONU y arquitecto de los acuerdos de paz de Dayton de 1995, Richard Hoolbroke. Los años de Clinton fueron testigos de una combinación virtuosa de liberalismo wilsoniano (soft y muscular, pero nunca la variante unilateral de los neocons) y realismo prudente. Podría esperarse un rumbo similar en la futura gestión de Obama, a menos que un eventual (pero no imposible) nuevo atentado terrorista en territorio norteamericano active las fuerzas conservadoras y neoconservadoras, las voces hard en política interna y exterior, momentáneamente sumidas en letargo estratégico. ÁNGEL I. GONZALEZ DEL CERRO JORGE E. IVANCICH ÁNGEL I. GONZALEZ DEL CERRO (h.) GONZALO P. SIFONE Abogados Rioja 2307 1º B - 2000 - Rosario Tel. (0341) 4215850 Tel./Fax (0341) 4213387 Raquel Barros Narrativa Producción, orientación y corrección de textos Tel.: 4791-3360 e-mail: rlbarros@yahoo.com.ar ÁNGELA SANNUTI Lic. en Psicología French 2774 4º “B” 1425 - Buenos Aires Tel.: 4822-1719 Mario Castilla Lic. en Bibliotecología y Documentación (UMSA) Organización integral de bibliotecas y archivos 4958-5619 15-5838-1658 elcidcampeador36@yahoo.com.ar Revista Científica Equipo Federal del Trabajo www.eft.org.ar se edita los días 4 de cada mes 1. American foreign policy: the dynamics of choice in the 21st century, New York, W.W. Norton, 2000. 2. Ivo Daadler & James Lindsay, America Unbound: The Bush Revolution in Foreign Policy, Brooking Institution Press, Washington, 2003. 3. Second Chance. Three Presidents and the Crisis of American Superpower, New York, Basic Books, 2007. 4. En el original en inglés: “If we have to use force, it is because we are America. We are the indispensable nation. We stand tall, and we see further into the future”. Citado en Tony Smith, A Pact with the Devil. Washington’s bid for world supremacy and the betrayal of the American Promise, New York, Routledge, 2007, p. 163. CRITERIO NO 2344 / XII 2008 Suscripción Gratuita revistacientificaeft@fibertel.com.ar Dr. Osvaldo V. Viviano Dra. Marisa I. Coniglio Odontólogos Rehabilitación oral - Ortodoncia Montevideo 1192 7° B. Buenos Aires 4811-2469 4815-6035 cdo@cdo.com.ar 725