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CORAZÓN DE CRISTO: El tema del Corazón de Cristo no aparece en el siglo XVI con los términos devocionales de los siglos XIX y XX, como tampoco con los datos concretos de las apariciones a Santa Margarita María de Alacoque (siglo XVII). Pero la doctrina avilista (siglo XVI) es un eslabón imprescindible en la evolución de este tema, a modo de precursor, con una gran fundamentación bíblica y patrística. Habrá que tener en cuenta este tema para comprender otros temas correlativos, especialmente los que se refieren a la humanidad de Cristo, la cruz, la Eucaristía, la sangre y pasión de Cristo, etc. En la doctrina avilista siempre hay que ver los temas con el trasfondo del amor tierno y misericordioso de Dios por medio de su Hijo Jesucristo, Mediador y Redentor, Esposo de la Iglesia. El Señor instituyó la Eucaristía "cuando más ardía el fuego de su amor para con nosotros en su bendito Corazón... que fue un día antes que padeciese" (Ser 49, 212ss; cfr. Jn 13,1). El amor de Cristo, manifestado en toda su vida y, de modo especial, durante la pasión, sólo es una pequeña expresión de su interioridad (cfr. "Tratado del amor de Dios"). El Corazón abierto por la lanza, invita a entrar en esos sentimientos interiores de Cristo. El misterio de la Iglesia sólo se pueden entender y amar recordando que "del costado de Jesucristo sacan la Iglesia" (Ser 67, 440). Por esto la Iglesia contempla este misterio con la actitud del Corazón de María (ibídem, 592ss). El Corazón de Cristo está "ardiendo en celo de la honra del Padre y de la salvación de las almas" (Carta 182, 105ss). La descripción del costado abierto es un texto de antología: "¿Qué le falta a esa cruz para ser una espiritual ballesta, pues así hiere los corazones?... Esta santa cruz es el madero, y ese cuerpo extendido y brazos tan estirados, la cuerda. Y la abertura de ese costado es la nuez donde se pone la saeta de amor, por que de allí salga a herir el corazón... Cuando yo, mi buen Jesús, veo cómo de tu costado sale el hierro de la lanza, esa lanza es una saeta de amor que traspasa, y de tal manera hiere mi corazón, que no deja en él nada que no penetre" (Amor, n.11. 435ss, en el contexto de la "locura" de la cruz). Todo el tema gira alrededor del amor de Cristo, a partir de sus manifestaciones y profundizando en su interioridad. Siempre se deja entrever esta realidad profunda: "El amor que en tu Corazón ardía, sin comparación era mayor" (AF cap. 69, 7049s). Las expresiones avilistas son una invitación a contemplar el Corazón de Cristo y entrar en él, meditando la pasión: "Con una sosegada y sencilla vista, miralde su sacratísimo Corazón , tan lleno de amor para con todos, que excedía tanto a lo que de fuera padecía, aunque era inefable, cuanto excede el cielo a la tierra" (AF 74, 7572ss). Esta contemplación se hace entrando en el Corazón del Señor, quien "no se contentó con padecer en lo de fuera, sino amando de Corazón"; hay que entrar en él "para mirarlo y para imitarlo", puesto que quedó "abierto su Corazón sagrado", como "invitando a mirar las hermosuras que contiene dentro de sí" (AF cap. 78, 8021ss). Entrando en el Corazón de Cristo se descubre su ofrecimiento al Padre por nosotros, ya desde el día de la Encarnación. Juan de Ávila mueve a su auditorio o a sus lectores a entrar con confianza: "Andad acá al Corazón de Señor" (ibídem, 8131). Porque Cristo "tendió sus brazos para ser crucificado, en señal que tenía su Corazón abierto con amor" (ibídem, 8173s; cfr. Carta 20 -1-, 216s). Pero este "excesivo amor de su Corazón", "no habrá quien del todo lo pueda escudriñar" (AF cap. 79, 8200ss). Sólo a la luz de este amor se puede descubrir la fuente de su dolor más profundo. Cristo ha pagado por nuestros pecados con los dolores de su Corazón (cfr. ibídem, 8280). "Si caváremos en lo más dentro del Corazón del Señor, hallaremos en él dolores por los pecados que los hombres han hecho, y dolores por los pecados que nunca hicieron" (AF cap. 80, 8322ss). De ahí deriva el sentido de la reparación, como sintonía con el Corazón de Cristo, para experimentar "los inefables secretos de amor y dolor que están encerrados en él" (ibídem, 8371s). El Corazón de Cristo anda "lastimado y espinado... con ver a su Padre tan ofendido" (Carta 10, 87s). Esta mirada contemplativa al Corazón de Cristo en cruz se convierte en llamada de amor. Se describen los detalles de la crucifixión para hacer resaltar su amor: "El costado abierto, para recibirnos en tus entrañas... todo me convida a amor... y, sobre todo, el amor interior me da voces que te ame y que nunca te olvide mi corazón" (Amor, n.11, 458ss). "Ya abrió Dios sus entrañas y Corazón. Por aquel agujero del costado puedes ver su Corazón y el amor que tiene. Ábrele el tuyo y no esté cerrado" (Ser 5 -2-, 387ss). Son muy frecuentes las alusiones al Corazón de Cristo en la predicación, especialmente sobre la Eucaristía y la pasión. El tratadito o "Meditación sobre el beneficio que nos hizo el Señor en la Eucaristía" refleja esta perspectiva: "Abierto tu Corazón... mostraste por la obra cuán encendido estaba este Corazón de nuestro amor". En los sermones se habla de "ternura y amor de su Corazón" (Ser 4,488s). "No tiene Jesucristo el amor y Corazón tasado... en su Corazón nos tiene y nunca se olvida de nosotros" (Ser 9, 63ss). Por tenernos "atravesados en su Corazón" (Ser 13, 315; cfr. Carta 47, 15ss) desde la Encarnación, es él "quien hará las amistades entre Dios y los hombres" (Ser 10, 68ss). Invita a acercarse y entrar: "Abierto tiene el Corazón para curar y sanar tu hinchazón" (Ser 19, 246). El creyente, por ser Iglesia esposa, debe vivir de sus amores: "El que no tiene Corazón de Cristo, este tal no es de Cristo" (Ser 28, 481s). Por esto invita a pedir: "Dadme, Señor, vuestro Corazón, y luego amaré lo que vos amáis, aborreceré lo que vos aborrecéis" (ibídem, 492ss). Es un "Corazón herido" (Ser 14, 385), "movido de gran compasión" (Ser 20, 63), por tener "entrañas tan blandas y misericordiosas" (ibídem, 79s). Fue "más herido con nuestro amor que con la lanzada que le dio Longinos" (Ser 34, 266ss). Ante este Corazón "abierto y rasgado por mí", no es posible permanecer en pecado (Ser 29, 275s). Es Corazón movido por el Espíritu Santo (cfr. Ser 29, 558ss). Por ser Hijo de Dios, "tiene el Corazón del Padre" (Ser 34, 33). Por esto nos tiene "a todos metidos en sus entrañas de caridad y amor" (Ser 32, 328). Nos traía siempre "en su pecho escritos" y, al abrirse su costado, "fue rebosar el amor encerrado" (Ser 33, 95ss). Por esto, es el "amoroso Corazón" que, presente en la Eucaristía, va "deseando el bien de todos y holgándose de haber muerto por ellos" (Ser 36, 1452ss). Es "Corazón más ancho que el cielo para sufrirnos y meternos en sí" (Ser 37, 709ss). Nos tiene "en lo más dentro de su Corazón" (Ser 43, 137). Contemplando la vida y pasión de Cristo en sintonía de amor con su interioridad, se descubre que "hase de atender más al amor con que padece que a lo que padece, porque de su Corazón salen rayos amorosos a todos los hombres" (Plática 4ª, 152ss). "En el costado de Jesucristo", y en el agujero de "sus llagas", debe establecer la "morada" quien quiere caminar hacia la perfección, como la esposa de los Cantares (cfr. Plática 16ª, 539ss; Cant 21,13).). El epistolario está también salpicando de referencias a este tema entrañable. Quien capta el "amor impaciente" de Cristo, entrando "en lo íntimo del Corazón del Señor", entonces aprende que este amor "no consiente al que ama estar ausente de su amado" (Carta 6, 115ss). Entonces uno vive esta presencia sin poderse sustraer a su amor (cfr. ibídem, 137ss). Todo el amor de Cristo se resume, pues, en su Corazón, como símbolo de su interioridad o de una amor que expresa la razón de ser de la Encarnación, de la Redención y de su presencia en los signos de la Iglesia su esposa amada. Es el signo de "que nos quiere bien Cristo" (Carta 81, 45s). En él descubrimos que todos los seres humanos somos como "entrañables pedazos del cuerpo de Jesucristo y como cosa conjuntísima" (AF cap. 95, 9951s). Es tierno como amor de una "madre" (cfr. Ser 28, 604ss; Ser 30, 196ss; Ser 33, 95s; Ser 36, 1383ss; Ser 55, 652ss; Ser 77, 92ss). Este amor pide amor de entrega generosa. Es como "horno" de amor (Ser 50, 170) que reclama amor de retorno, "un «sí» de todo nuestro corazón" (Carta 199, 13s). Cristo vino a traer fuego (cfr. Lc 12,49), "para que tomando nosotros de aquella leña de la cruz, encendiésemos fuego y nos calentásemos, y respondiésemos a tan grande Amador con algún amor, mirando cuán justa cosa es que seamos heridos con la dulce llaga del amor, pues vemos a El no sólo herido, mas muerto de amor" (Carta 74, 47ss). El fruto de la comunión es llegar a ser "buen cristiano", que equivale a "tener la condición de Jesucristo", es decir "tener su Corazón" (Ser 57, 446ss). Estudios: J.A. De ALDAMA, El Bto. Juan de Ávila, precursor de Santa Margarita María de Alacoque en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús: Maestro Ávila 1 (1946) 255-268; M. BRUNSO, El Beato Juan de Ávila y la encíclica «Haurietis aquas»: Resurrexit 21 (1961) 309-311; J. ESQUERDA BIFET, El Bto. Juan de Ávila, jalón imprescindible en la historia de la devoción al Corazón de Jesús: Surge 20 (1962) 227-233.