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Una experiencia de trabajo desde las brigadas universitarias. Granja Acuícola Comunitaria “Las tres Cruces” Eduardo Ponce Alonso Como antropólogo en formación es indispensable comenzar a vincularse con la dinámica de trabajo, entender en qué consiste hacer antropología, dejar un poco de lado los manuales de antropología y las lecturas teóricas de la disciplina para actuar sobre el terreno. Dicen los que saben que no hay nada mejor para entender algo que regresar al origen y que mejor para entender el trabajo antropológico que el ámbito rural. El conocer y platicar sobre el proyecto de las casas de la universidad en sus distintas sedes con el antropólogo José Luís Pérez Chancón fue una agradable coincidencia. Para el interesado en conocer las quisquillosidades de la antropología aplicada, el espacio de las casas de la universidad da un gran espacio para comprobar y contrastar el trabajo aplicado de la disciplina. Oportunidad que no pude rechazar cuando se me hizo la invitación de integrarme al equipo de trabajo en estas casas universitarias. La integración a la brigada de Matlalapa provocó algo que en el ámbito antropológico se conoce como “choque cultural” o “alteridad”, lo interesente es que no fue ocasionado por el impacto con la cultura a estudiar sino en la conformación del equipo de trabajo. Este choque se dio al observar la formación de los equipos de trabajo en las brigadas, las cuales están conformadas por odontólogos, enfermeros, nutriólogos, químicos clínicos y pedagogos. Pensar en este tipo de especialistas que desarrollan trabajos netamente prácticos (el odontólogo extrae muelas, el enfermero da consultas, el nutriólogo asesora la alimentación, el químico extrae muestras para su análisis y el pedagogo enseña) hace surgir una primera pregunta: por qué la ausencia de ciencias sociales en estos grupos. Al comenzar a trabajar en la comunidad no me quedó claro el papel que como antropólogo (y como parte de las ciencias sociales) debo desempeñar dentro del equipo. Un antropólogo hace etnografías pero qué tan práctico resulta eso, es comparable el realizar una etnografía con la extracción de algún molar, recetar alguna medicina o enseñar alguna asignatura escolar, cómo le dices a la comunidad qué tipo de trabajo vas a realizar y cómo les beneficia este trabajo a ellos. Es decir, llegas a la comunidad y lo primero que te preguntan es qué eres y qué vas a hacer, ante esto bien puedes responder que eres antropólogo y vas a hacer etnografía del lugar, pero pensando en fines prácticos de qué le sirve al pueblo hacer la etnografía del lugar. Sin embargo cuando se realiza la etnografía pareciera que sólo nos quedamos en la descripción y pocas veces se pasa al otro nivel que es el del compromiso con los informantes. Andrés Aubry (2007) argumenta que en el campo la peor tarjeta de presentación es la del antropólogo, quien se interna y penetra en la comunidad a estudiar, obtiene los datos que necesita y se marcha a escribir, en el mejor de los casos regresa a la comunidad para devolver los datos que obtuvo en forma de tesis que resulta ser ilegible para los campesinos (una posible conclusión es que el trabajo del antropólogo no es para la comunidad sino para la institución que lo contrata). Cuando me integré al proyecto de la casa de la universidad se me encomendó la tarea de ser animador sociocultural del proyecto de la Granja Acuícola Comunitaria (GAC) que por inclemencias del tiempo parte de un cerro se desgajó y destruyó parte de la infraestructura de la granja. La idea de mi presencia era poder incentivar ese proyecto para poder darle continuidad al trabajo que se estaba realizando. Ante esta situación, el papel de animador sociocultural se entiende de la siguiente manera: La animación social (promoción de la participación comunitaria y la auto ayuda) moviliza y organiza una comunidad. Esto significa que la organización social de la comunidad cambia, aunque sea ligeramente. El animador, por lo tanto, es un agente o catalizador del cambio social.1 Si tomamos esta idea, el trabajo del antropólogo en la comunidad no es para la comunidad en si misma sino para los demás miembros del equipo que necesitan de las rutas de comunicación para poder desarrollar mejor su trabajo al momento de buscar encaminar y consolidar procesos dentro de la comunidad. Con estas ideas en la cabeza fue que se dio mi primer acercamiento a la comunidad. La presentación y el reconocimiento de la comunidad es importante y lo primero que se debe tomar en consideración para comenzar a realizar el trabajo antropológico. El 22 de enero de 2008 fue la presentación oficial ante la comunidad como miembro de la brigada, en esta ocasión mi “padrino” fue Nacho odontólogo en formación y que ya tenia algo de tiempo trabajando en la comunidad como parte de la brigada. Durante el camino llamó mi atención la cantidad de personas “ajenas” que suben a estas comunidades: maestros, doctores y, por supuesto, brigadistas universitarios. Ver http://www.scn.org/mpfc/modules/emp-cus.htm con relación a la animación sociocultural y las dimensiones de la cultura. 1 Después de presentarme como “el nuevo” me preguntaron sobre la labor que desempeñaría en la comunidad, a lo que respondí que una de los trabajos que se me había encargado es el trabajo con la granja de truchas (GAC) ayudando a armar el proyecto para conseguir los recursos para reconstruir las incubadoras destruidas, es decir una labor de mediación entre dos sistemas sociales. Ese era el objetivo principal del aprendiz de antropólogo en la comunidad y que posteriormente se comentará con mayor detalle pero conforme avanzó el tiempo y el continuo desarrollo de los trabajos, la relación con los demás brigadistas y con los personas de la comunidad se fueron registrando y observando cosas que superaban ese objetivo, cosas que se intentaran mostrar en este trabajo. Matlalapa es una comunidad integrada por 382 personas según el conteo de salud realizado en el año 2008 por la nutriologa de la brigada. Sin embargo a pesar de ser una comunidad pequeña presenta diversidad y unidad, en algunos aspectos es simple pero en otros es muy compleja, no es una comunidad indígena pero tampoco es una comunidad urbana, no esta aislada pero en ciertos puntos demuestra lo contrario. El antropólogo se dio cuenta de que para poder entender a aquellos individuos que se le pidió motivar era necesario conocerlos en su totalidad en su aspecto más simple como en su aspecto más complejo, no como personas miembros de un proyecto sino como personas que son parte de una comunidad. Así “el hombre no debe verse reducido a su aspecto técnico, ni a su aspecto racional. Hay que ver en él también el mito, la fiesta, la danza, el canto, el éxtasis, el amor, la muerte, la desmesura, la guerra” (Morin, 2000:235). Comenzó así el trabajo del antropólogo, realizaba entrevistas, hacia observaciones, se nutria de las anécdotas y conocimientos de sus coordinadores y de las visitas que recibía en la comunidad, dialogaba con las personas y sus compañeros brigadistas, compartía el espacio con las personas de la comunidad, caminaba con ellos hasta su parcela, trabajaba con ellos en las labores cotidianas y en ocasiones se festejamos juntos algunos eventos de su calendario religioso. Y así poco a poco la experiencia le fue enseñando que una es la formación que se recibe en la escuela y otra es la que se recibe en el campo. El pavor que causaba realizar una entrevista tuvo que ser superado y entender que no hay mejor entrevista que la charla, quitarle esa formalidad y claro con un esquema antes establecido echar a andar el dialogo, el “coloquio”. Así como lo menciona el antropólogo Fernando Cámara, algo muy importante que aprendí fue “el gusto por hablar” y no sólo con los informantes claves sino con todas las personas y eso es algo que nos falta por aprender a los antropólogos pues al salir de la licenciatura salimos con la idea de informantes claves, es necesario entender que si bien es cierto que hay personas que conocen más sobre un tema en particular no quiere decir que las demás desconozcan dicho tema simplemente hay perspectivas diferentes del tema. La selección de informantes para este trabajo en particular se realizó pero no para darles exclusividad a los informantes sobre determinado tema pues no solo se platicó con ellos sino con otras personas que complementaron la información. Se intentó conocer a toda la comunidad o por lo menos que todos conocieran el trabajo que se estaba realizando. Al final de cuentas en el trabajo del antropólogo “tienes que soltarte, dejarte ir, si quieres que te entiendan, te aprecien y amen. Tienes que entregarte, si quieres hacer una buena etnografía, tienes que darte” (Rutsch, 1996:306). Y eso no solo aplica para el antropólogo sino para todos aquellos compañeros brigadistas que han estado en la comunidad, que se han entregado a la comunidad las 24 horas del día y los cinco días de la semana, que han abandonado las comodidades de sus hogares para vivir la experiencia y dejado llevar por la dinámica de la comunidad, por todos aquellos que han cambiado tomar una café con los amigos en un “bola de oro” o en el “coffe time” por tomarlo alrededor de los fogones de las casas en Matlalapa en compañía de alguna familia, esos son los que respeta y recuerda la comunidad. Ante está situación de reconocimiento de la antropología en la comunidad surgen las siguientes ideas. Si anteriormente el antropólogo era considerado como un especialista del ámbito rural, hoy resulta interesante observar que muchos de los habitantes del ámbito rural desconocen la labor que desempeña un antropólogo (aun que ya es ganancia que en la comunidad no me hallan confundido con un arqueólogo). En la comunidad de Matlalapa se tiene la idea que la labor del antropólogo es canalizar recursos, organizar pláticas y talleres, además de conseguir el personal adecuado para estas charlas, es decir, de mediador entre las necesidades de la población y otras instituciones que puedan proporcionar los insumos para resolver estos problemas. Un claro ejemplo de este trabajo de mediación es el que ha venido desarrollando José Luís en la comunidad, actividad que quedó clara al momento de reunirnos con el presidente municipal de Xico. En la plática la labor que desempeñó José Luís dejó en claro esa otra parte de la antropología como mediadora y, como dice Pedro Pitarch (2007), con los datos obtenidos de la etnografía buscamos convencer y consolidar antes que explicar, “es como si mediante esa repetición [de datos] nos quisiéramos convencer de algo de lo que sólo estamos semiconvensidos” L actividad de la venta de truchas en la comunidad comienza con una iniciativa de la UV y en la actualidad parece ser una actividad cada vez más arraigada debido a que proporciona otro producto más a la dieta de la población y genera un ingreso a la economía de quien las vende. La venta de truchas en la comunidad de Matlalapa resulta estar muy bien ubicada pues si tomamos en cuenta que la comunidad es muy apegada a la religión católica en temporada de cuaresma el pescado es muy recurrido. Me tocó observar parte de está dinámica en la temporada de la semana santa y estos fueron los datos que se obtuvieron de un día de venta. La neblina y la brisa para el 20 de marzo estaban molestando, el frío se sentía en el cuerpo, con esas condiciones climáticas baje a la Granja Acuícola Comunitaria (GAC) ahí se encontraba Valerio y Adan al lado de una fogata que avivaban con trozos de leña. Al llegar comentaron que ya habían comenzado a vender y que Miguel había salido a comprar algunas cosas para preparar una trucha. Los siguientes datos se obtuvieron de la venta de las 10 am a las 7 pm de este día, en esta ocasión el kilogramo de trucha lo estuvieron dando en $45 pesos en comparación con otros lugares en donde se estaba vendiendo en $50 pesos. Procedencia del Kg de trucha Venta Observaciones Coatitilan 3 135 Matlalapa 2 90 Coatitilan 1 45 Coatitilan 1 45 Tlacolula 1.8 81 Trucha reproductor Tlacolula 0.75 33.75 Trucha reproductor Tlacolula 1 45 Trucha reproductor Tlacolula 0.7 31.5 Trucha reproductor Tlacolula 0.95 42.75 Trucha reproductor Teocelo 5 225 Teocelo 2 90 Chorrito 1 45 comprador Xico Viejo 3 135 Matlalapa 4 180 Cuautemecatla 1.5 67.5 Coatitilan 3.75 168.75 Total 32.45 1460.25 De estos datos se pueden deducir algunas cosas. El mercado de venta para la GAC no es algo fijo ni establecido sino que se establece por las comunidades cercanas incluyendo las de Xico Viejo la cual se pensaba que por haber en ese lugar criaderos podría ser un mercado difícil de ganar. 1460 pesos fue la ganancia de un día esto sin la necesidad de hacer campaña publicitaria, es decir, la gente viene porque ya conoce la venta de truchas en este espacio y opta por seguir comprando con ellos. El precio al que se ofreció en está ocasión estuvo en $45 pesos, este fue el mismo que el año pasado, al parecer esto lo hicieron con el fin de ganar mercado ya que sus competidores estaban ofreciendo a $50 pesos el kilogramo. Otro aspecto importante fue que aparte de obtener esa ganancia en pesos se comió trucha de la misma GAC. Entre los seis que estábamos en la granja consumimos 6 kg de truchas, esta se obtuvo al pescar una trucha reproductora, por lo que nos saciamos de comer trucha. Los 6 kilogramos que se consumieron se transforman en $270 pesos que restados de los 1460 dan una ganancia total de $1190 que divididos entre cinco individuos del proyecto corresponden a $238 pesos del monto, además de la ganancia económica cada integrante de la GAC se llevó pescado para su hogar. Es bueno hacer la aclaración que no sólo nosotros comimos sino que a los que llegaban a comprar se les ofrecía un taco de trucha. Esto es sólo la ganancia de un día de trabajo en temporada alta hay que anotar que no todo el tiempo se vende tanto pescado. Al final de la temporada de ese año se vendieron 133 kilogramos de trucha los cuales dan una ganancia de $5985 pesos que divididos entre los socios les correspondió $997.5 pesos. Además cada socio tomo dos kilogramos de trucha para compartir con su familia. Sin embargo creo que también estas actividades pueden traer consecuencias que nadie se imagina ni que las ha pensado, consecuencia inmediata es una posible artritis pues de estar agarrando el pescado de las aguas heladas de los estanques regresan al calor de la fogata. Estos cambios bruscos de temperatura pueden ocasionar lesiones serias a los huesos y articulaciones. Un punto importante que se puede observar en la participación de la disciplinas en el proyecto GAC y que debe ser eje para las actividades desarrolladas en las brigadas y casas de la universidad es no caer en la sobreinnovación, es decir, que no intenten transformen la vida tradicional de la comunidad rural en una vida urbana de manera brsca, sino que en conjunto todas las disciplinas que participen de este proyecto apliquen algo que los expertos en desarrollo denominan como la regla de Romer “la estabilidad es el principal empuje para el cambio…La aplicación de la regla de Romer sugiere que no es probable que las gentes cooperen con proyectos que les exijan cambios mayores en sus vidas cotidianas, especialmente aquellos que interfieren en demasía por las formas de subsistencia dictadas por la costumbre” (Viola, 2000: 105). De esta manera es infructuoso querer aplicar un programa ganadero en comunidades de tradición campesina, esto es lo denominado como “sobreinnovación”. Así pues el programa de truchas que se desarrolló en Matlalapa fue acertado al proponerlo como una actividad alternativa que no interfería con la “forma de subsistencia” en la comunidad. La GAC no propuso convertir a los integrantes de este proyecto en trutícolas y transformar su modo de vida, sino integrar la GAC al modo de vida de la comunidad. Es esta una de las tantas razones por la que este proyecto ha continuado por más de seis años y con un buen futuro por delante. La generación de espacios como las casas de la universidad y las brigadas son pues un buen espacio para poder pensar en la idea de “distribución social del conocimiento”, además de propiciar la formación humana y de pertinencia social para los profesionales que la universidad está formando. Bibliografía: MORIN, Egdar, 2000 [1973 f], El paradigma perdido. Ensayo de bioantropología, editorial Kairós, Barcelona, 263 pág. RUTSCH, Mechthild (Comp.), 1996, La historia de la antropología en México. Fuentes y transmisión, UIA/Plaza y Valdes/INI, México, 331 pág. VIOLA, Andreu (comp.), 2000, Antropología del desarrollo. Teorías y estudios etnográficos en América Latina, Paidos, Barcelona, 383 pág. Hemerografía AUBRY, Andrés, “Los intelectuales y el poder. Otra ciencia social” en Contrahistorias. La otra mirada de Clío, Núm. 8, marzo - agosto de 2007, pp. 111-116. PITARCH, Pedro, 2007, “El imaginario prehispánico”, en Nexos, año 29, vol. XXIX, Núm. 359, noviembre de 2007, pp. 49-54.