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UNA INVESTIG@CIÓN, Vol. IV, Nº 8, 2012 INFINITUS CONTINUS Aquiles Salcedo Bolívar elaqui9@hotmail.com Recibido: Julio, 2011 Aceptado: Noviembre, 2011 Querido lector, te pido que ignores tus instintos y tomes como cierto todo lo que estoy por contarte. Si tuviste el atrevimiento de leerme, completa tu tarea. A diferencia de muchas de las cosas que están aquí, podrás llevarte este pergamino contigo y deseo lo hagas. Cargaría con la maldición que tú osadía trajo, con el solo hecho de leerme, sólo con la condición de que lleves mi voz más allá de este terrible universo en el que nos encontramos, creo que todos mis males serían perdonados si de alguna forma llegaran a saber el secreto que estoy por revelarte. Tú comprenderás, ya adentro la complejidad del universo en que te encuentras, las reglas que a él lo rigen, pero permíteme ilustrar a los posibles lectores de mi mensaje, pues creo firmemente que lograrás salir de aquí. Muy pocos saben de la existencia de este lugar y muchos menos los peligros que aquí habitan. A muy pocas personas el rey considera dignos de esta habitación, todos sus ancestros han prestado el servicio que esta habitación ofrece con la condición de que el que la use no hablará de ella. Pero las historias viajan con el viento y junto con ellas la ambición. Nunca he querido más en mi vida que aquello que se me niega. Esta no fue una excepción. Mi padre, amigo cercano del rey, vino de visita para pedirle un favor. Quería olvidar y enterrar algo. No fue capaz de confiármelo, pues sabía lo mucho que me gustaba un buen vino y la eterna compañía. El rey escucho su petición y le ofreció los servicios de En el año 2009 realizó el taller de escritura creativa bajo la tutela de Joaquín Pereira, los niveles I y II. Actualmente estudia el 6to semestre de la Mención Cine en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela. Es el autor de los cuentos breves como: El Diario Enterrado, Infinitus Continus, 7620-PE, Contagiosa Tentación, Calor Prestado, entre otros. ** In 2009 performed the creative writing workshop under the guidance of Joachim Pereira, levels I and II. Currently studying 6th semester Mention Theater Arts School of the Central University of Venezuela. He is the author of short stories as: The Buried Journal, Infinitus Continus, 7620-PE, Contagious Temptation, Borrowed Heat, among others. 137 UNA INVESTIG@CIÓN, Vol. IV, Nº 8, 2012 la habitación que se le conocía como Infinitus continus. Él le otorgó el tiempo necesario para que sus penas fueran olvidadas, sólo tendría que seguir sus indicaciones sin vacilar, su vida dependía de ello. Si era un objeto lo que quería olvidar, podría colocarlo en donde él considerara conveniente, pero si era una memoria debería escribirlo en un pergamino específico y dentro de la habitación. Una vez dentro, deberá caminar en búsqueda de la biblioteca y guardar allí su dolor. No se puede entrar con nada y no se puede esperar nada. Era importante cumplir esas reglas pero más importante era seguir el camino que el rey te trazaba. No podías desviarte, bajar un escalón prohibido o entrar a un aposento desconocido es arriesgarse a nunca salir. Mi padre fue y cumplió. Yo robé el mapa que ingenuamente olvidó botar y traté de seguir el dibujo. El mapa estaba trazado sobre un pergamino peculiar, el sol había borrado su tinta hasta el punto que era imperceptible algunos trazos. La luz que de la lámpara, que sostenía, desvanecía sus líneas, por lo que en cada mirada trataba de absorber todo lo que pudiera, no quería que ese percance arruinara mi aventura. El mapa me condujo al área suroeste del castillo. Allí encontré las estancias reales, todas se podían apreciar por un largo pasillo que mostraba sus entradas. El nombre de la estancia, que estaba gravado en la puerta de bronce, me indicó en cuál debía entrar. Una vez dentro, subí las escaleras que llevaban a una sola habitación. No tenía cerrojo. La puerta de la habitación se ocultaba detrás de un cuadro en el que se apreciaba una habitación inexistente en el castillo. La habitación está constituida por estancias, cada una cumple una función dentro del universo. Todas tienen cuatro marcos, que conducen a una estancia nueva. Estos marcos son las puertas de este universo, no poseen nada que te impida cruzarla y puedes admirar lo que él te quiera mostrar. Los marcos abren el camino a otras posibles cuatro estancias. Las estancias son como el sol, imponentes, majestuosas y peligrosas; su forma es la que él dibuja en el cielo como buscando la peligrosa continuidad. He explorado infinidad de estancias, estoy seguro de que no tendrás esa oportunidad pues compartiríamos el mismo destino y no queremos eso, Infinitus continuos Aquiles Salcedo Bolívar 138 UNA INVESTIG@CIÓN, Vol. IV, Nº 8, 2012 permíteme entonces ilustrarte acerca de los posibles destinos de las tres puertas, que aún desconoces, de la estancia en la que te encuentras. No todos los marcos conducen directamente a una estancia en específico, algunas revelan enormes pasillos cuyo camino no siempre se puede adivinar y otras revelan escancias, pasillos, caminos y salidas inexistentes. Estos son pintados sobre la pared, no dudaría –ni si quiera ahora- que una mente ágil, fértil, bien alimentada, descansada y cuidada por el trato con la naturaleza y con sus semejantes admiraría estos enormes cuadros, por su increíble e indudable realismo, por el juego del claro oscuro, las indetectables pinceladas sobre la piedra y por la genial construcción arquitectónica allí representada; pero esas no son las condiciones del que ha desobedecido las reglas de este universo. La mentira representada es completamente factible para el que deambula en su locura, ese pasillo, escalera o estancia serán más reales que tu hambre, que tu sudor, que tú misma locura y la terrible condición humana en la que te encuentras, solo el choque te traerá devuelta a tu agonía, tu frustración, tu dolor y eventualmente a tu inevitable final. Los cuadros son una de las tantas trampas que este universo ofrece al forastero, pero no es la más terrible. Existen estancias cuya función es arrancar toda la cordura restante en ti. Estoy seguro de que algún moribundo las cruzó en busca del perdón. Licomedes, el rey, construye los mapas a memoria, nunca ha construido dos iguales. Si bien todos parten de una misma estancia, los caminos que de allí se desprenden son infinitos. No es necesario cruzar por las mismas estancias para llegar a la biblioteca, es por esto que yo atribuyo mi encuentro con la biblioteca, al terrible destino que escogíadesde ese momento- las fatales palabras de mi epitafio. No planeo limpiar mi nombre, disfrazar a mis errores de una curiosidad inocente ni mucho menos cambiar lo sucesos. Mi única intención es revelarles lo que he averiguado, si he de ser yo el que pague por este descubrimiento, que mi desobediencia permita a mi voz salir y ser escuchada. Infinitus continuos Aquiles Salcedo Bolívar 139 UNA INVESTIG@CIÓN, Vol. IV, Nº 8, 2012 La estancia a la que se nombró biblioteca, guarda todos los secretos de los allegados más cercanos al rey y la de sus ancestros. El de mi padre estaba allí. Encontrarlo no llegue hacerlo y mi inicial interés pronto lo perdí, descubrí uno más digno de ser contado. La estancia es la única –de todas las que he visitado- cuyas paredes están cubiertas por gavetas. Allí se colocaba los secretos, algunas gavetas tenían hasta diez pergaminos y otras permanecían en el piso. En el centro de la estancia, una mesa y la tinta especial del rey. Todos los pergaminos estaban sellados, estos secretos no querían ser leídos, incluso los que descansaban en el suelo, solo uno que reposaba en una de las gavetas no lo estaba. No di con él sino después de unas dos horas de encierro en la habitación. Recuerdo haber dudado si lo leía, cansado quise asumir que ese podría ser el de mi padre, pues era muy confiado. Lo tomé y comencé a leer, me he tomado la libertad de transcribir alguna de sus palabras, considero que las mías podrían distorsionar lo que él le ha confiado al olvido. Ojalá el tiempo arranque mi nombre de la memoria de los que escucharon mis aventuras. El simple hecho de recordarlas, para inmortalizarlas en este pergamino, impulsa en mí ser uno de los más impuros deseos, pero creo que ni la muerte me librará de este terrible mal que he hecho. En esta inmensa soledad en la que me encuentro, en este vasto lugar, no encuentro suficientes razones para escribir mis peleas, sólo debo mencionar una. Licomendes me encontró sumergido en un gran dolor, después de mí huida de Atenas. Preguntó si mi abandono del reino trajo consigo el mal semblante que en mi encarna, respondí sin ánimos de ofenderlo que mis penas no he podido olvidarlas y si las cuento dudo mucho que alguna vez pueda. A él siempre le fascinaron mis historias, mi fama hizo que me confiara el secreto de esta habitación. Dudé de su poder curativo, incluso ahora dudo de ellos. Antes de entregarme el mapa que dibujó en mi presencia, sin ayuda de nadie, me dijo que muchos han acudido a esa habitación en búsqueda del perdón y nunca han vuelto. Creo que sus Infinitus continuos Aquiles Salcedo Bolívar 140 UNA INVESTIG@CIÓN, Vol. IV, Nº 8, 2012 palabras exactas fueron, no busques lo imposible allí solo regresa y si en nada cambió tu situación, confíamelo que prometo entenderte sin importar cuál sea tu pena. Lo que él y ningún otro sabe es que mi dolor no está ligado a alguna de mis batallas, sino fue la consecuencia de una de ellas. Todavía no logro entender qué espíritu pudo haberse apoderado de mi ser para impulsarme pedirle al rey de Atenas- mi padre- que me permitiera emprender un viaje a Creta para matar al Minotauro. Mi padre accedió con una sola condición, que viajara con la velas de los barcos negras-de luto- y que después de mi victoria las cambiara, si llegara a fallar, la orden que mis hombres tenían era no cambiar el color de las velas, así mi padre sabría a distancia de mi muerte. Las historias que llegaron a Atenas contaban que una enorme bestia devoradora de hombres aterrorizaba a los habitantes. Hombres y mujeres temían por su vida y por las de sus hijos. Ojalá la arena de Creta me hubiera escupido devuelta a mi tierra o sus habitantes no me hubiesen dejado jamás entrar al laberinto, mejor sería que nunca la hubiera conocido. Nuestro encuentro se dio como el de los primeros rayos del sol de la mañana con las tranquilas aguas del océano. Inmediatamente quedé cautivado por su increíble belleza. Su origen estaba ligado a la realeza, los marineros del puerto de Atenas podrían verlo si sus mortales ojos se los hubiesen permitido. El rey Minos me obligó a permanecer bajo custodia en Cnosos, una casa en las afueras de la ciudad, rodeada por inmensos jardines que se llegaban a ligar con los del castillo. Allí fue donde Ariadna me vino a buscar por primea vez, ella temía por el peligro que corría mi vida pues nadie nunca escaparía del laberinto. No podía ver sus ojos, el terrible espíritu que me impulsó a llegar a Creta se apoderaba de mí cada vez que nuestros ojos se cruzaban. La razón abandonaba mi ser, mis terribles instintos emanaban por mis poros hasta el punto que temía que saliera corriendo si me llagaba a ver a la luz. Recuerdo que me ofreció su ayuda pues a ella se le había confiado el secreto del laberinto. Sus palabras Infinitus continuos Aquiles Salcedo Bolívar 141 UNA INVESTIG@CIÓN, Vol. IV, Nº 8, 2012 entraron por mis oídos pero no fueron a mi cabeza, sino a mis entrañas. Me sentí como las bestias que tanto gozaba aniquilar. Me reveló el secreto, ningún hombre podría salir jamás del laberinto sin ayuda. Sin preguntarme, ella me la ofreció con una sola condición, que me la llevara en mi regreso y la hiciera mi esposa en Atenas, se jugó la vida al ayudarme. Las palabras no vinieron de mi boca, sino de mis entrañas y la convencieron de tomar ese riesgo mortal. Si es necesario escribirlo diré que sí logré matar a la bestia, pero no hubiera podido cumplir con mi tarea de no ser por ella, Ariadna. Su rostro aún lo puedo ver en mis pesadillas, sonriendo, levantado sus brazos y saludándome con una ternura que a ese espíritu, que en mí habita, le remueve del descanso. Una vez muerto la bestia la monté en mi barco y la llevé, cumpliendo parte de mi promesa. No podía mirarla durante el viaje, los muros y jardines que nos separaban en Creta ya no existían, se encontraba a mi merced. ¿Pero qué haría con ella si decidía tomarla en el barco? Ya su presencia despertaba el deseo de mis hombres. ¿Sería capaz de darla? No, quería era deshacerme de ella, no condenarla. Decidí hacer una parada en la primera isla con la que pudimos dar. Unas lluvias nos habían estado acompañando desde nuestra partida, no era nada con lo que no se pudiera viajar, pero decidí mentir acerca de esta condición climática para poder desembarcar en la isla de Naxos. Mi espíritu fue libre por una noche, nada pudo intervenir, ni la incesante lluvia, ni el terrible viento, ni el deseo de los dioses impidieron esa fugaz huida de mi espíritu. A la mañana siguiente la abandoné allí, los hombres no sospecharon nada pues no nos vieron bajar del barco. Esa noche arrancó algo de mí, no estoy seguro qué, pero a partir de allí todo lo que conocía cambió. Viajamos hasta Atenas confiados y con buen clima. El entusiasmo por esta bendición de los dioses hizo que el viaje se acortara dos días, el buen tiempo nos favorecía. Su nombre no se cruzaba por mi cabeza, en ese momento anhelaba mi tierra. Soñaba, ya con la costa en la vista, de qué magnifico banquete mi padre haría en mi nombre por mi victoria. Planeaba mi versión de los hechos, no podía contarla tal cual fue. Infinitus continuos Aquiles Salcedo Bolívar 142 UNA INVESTIG@CIÓN, Vol. IV, Nº 8, 2012 Gracias le doy a su ingenuidad que la hizo confiarme el secreto en soledad. No hubo testigos de mi promesa, ni de su riesgo mortal. Pensaba en relatar que en mi encierro, construí un ovillo tan resistente que ni el filo de mi poderosa espada podría doblarlo, que até un extremo fuera del laberinto y después de mi magnífico combate sólo tuve que seguir el camino que ya había trazado. Desde la costa de Atenas ya se nos podía distinguir. Llegamos al puerto, esperaba un gran regocijo, alegría y vino, pero no fue así. Mis hombres bajaron, pero antes de que pudieran contar mi victoria, los marineros le contaban una tragedia. El viento trajo la historia a mis oídos, tardó segundos, escuché horrorizado la historia de cómo mi padre se había quitado la vida en el mismo mar que estaba tocando puerto, pues las velas de los barcos no habían cambiado de color. Mi gran banquete nunca se hizo, se cambio por un honorifico funeral. Se me había confiado continuar el reinado de mi padre, las noticias empeoraban. Nadie quería escuchar de mis labios mi victoria, sólo esperaban las órdenes para seguir dirigiendo. Recuerdo que esa noche el espíritu que me había acompañado en mis batallas, el que me llenaba de coraje y valor, el que tomó posesión de Ariadna y la abandonó, se esfumó de mí ser. No pude dormir, saber que al despertar todos dependían de mí, me arrancó del sueño hasta el día de hoy. Huí de Atenas y el rey Licomedes tuvo la amabilidad de recibirme, pero antes de llegar a Esciro hice escala en la isla de Naxos. No hubo rastros de ella, estoy seguro de que el padre mando navíos en su búsqueda y que ella duerme en el castillo encerrada sin poder olvidarme. Su dolor no puede ser más grande que el mío. El rey me espera en lo que abandone esta habitación, quiere escuchar mi dolor. Espero que hoy más que ningún otro día, haga valer la virtud por la que se le conoce, sabio. Ojalá entienda mis errores y me ayude a conseguir el perdón, que acepte mis culpas como si fueran de él. Que sea capaz de hacerme ver que fallé y que me explique cómo ella tomó su venganza de la forma más cruel y horrible. He de aclarar que no he omitido el nombre del escritor de esta carta. Ésta nunca estuvo firmada. Infinitus continuos Aquiles Salcedo Bolívar 143