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INFORMATIVO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA CATOLICA ROMANA HISPANOHABLANTE DE LUCERNA, ZUG, OBWALDEN Y NIDWALDEN MARZO 2017 Nr. 557 Misión Católica de lengua española Weystrasse 8 CH-6006 Luzern Teléfonos: 041 410 13 91 E-mail: misionespanola@bluewin.ch www.misioncatolicalucerna.ch Misionero: J. Eusebio Sánchez Secretarias: Claudia Zollinger y Sofía Simonpietrí HORARIO DE ATENCIÓN Martes a Viernes: En la mañana: 09:00 – 13:00 En la tarde: 14:00 – 18:00 Sábados: 09:00 – 13:00 Nota: Para mejor atención, hacer cita previa. AGENDA DE MARZO Miércoles 1 19:00 hs.Misa en Lucerna. Miércoles de Ceniza Sábado 4: 17:30 hs. Confesiones 18:00 hs.Misa en Baar Domingo 5 10:00 hs.Asesoria espiritual y confesiones 11:00 hs.Misa en Lucerna Sábado 11 17:30 hs. Confesiones 18:00 hs.Misa en Willisau Domingo12 10:00 hs Asesoria espiritual y confesiones 11:00 hs.Misa en Lucerna 12:00 hs. Café solidario Sábado 18 17:00 hs. Confesiones 17:30 hs.Misa en Sursee Un tercio de nuestros alimentos acaba en la basura. Mientras, 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. Manos Unidas nació como Campaña contra el Hambre para dar respuesta a una llamada de la Comunidad Internacional a unir esfuerzos y acabar con esa lacra en el mundo. Sesenta años después asistimos a lo que San Juan Pablo II denominó “la paradoja de la abundancia”: a pesar de que se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual, sigue habiendo 800 millones de personas a las que se niega el derecho fundamental a alimentarse. Domingo 19 10:00 hs. Bautismo 11:00 hs.Misa en Lucerna. Fiesta de San José, día del padre 12:00 hs. Aperitivo en Maria Hilf Sábado 25 10:00 a 12:00 hs.Taller en el Espíritu. Orar desde, con y para el Espíritu Santo. 18:00 hs.Cine y fe en la sede de la Misión. Película “Full Monty”, “Ganz oder gar nicht” Domingo 26 10:00 hs.Asesoría espiritual y confesiones 11:00 hs.Misa en Lucerna EDITORIAL LA POBREZA TIENE ROSTRO DE MUJER Hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) el Sacramento de la Unción de Enfermos recibió el nombre de “Extremaunción”, es decir, que cuando estabas más para allá que para acá se recibía dicho Sacramento. Esta asociación entre enfermedad de extrema graveda, muerte inminente y la recepción del Sacramento de la “Extremaunción” trajo consigo que muchas personas viesen la visita del sacerdote al enfermo como un mal augurio, como que algo terrible estaba por pasar, la muerte de un ser querido. Por eso muchos enfermos (y mucho más sus familiares) ponían obstáculos y excusas para que el sacerdote les visitase, –porque ellos aún no estaban para morirse–. Sólo cuando ya estaban agonizando, cuando prácticamente habían perdido el conocimiento o acababan de morir venían los familiares a solicitar, al sacerdote de turno, la administración de los últimos sacramentos. Y, por desgracia, cuando el sacerdote llegaba a la casa de la persona agonizante o recién fallecida lo único que podía hacer era rezar por esa persona (ya no podía darle la comunión, el llamado viático, porque no estaba en condiciones de tragar ni sabía a quién recibía) o hacer un responso, es decir, pedir por su eterno descanso. ¿Por qué? Porque los sacramentos son para los vivos y para dar vida. Los sacramentos no se dan a los muertos. Lo único que podemos hacer por los muertos es rezar por ellos para que, liberados de sus pecados puedan gozar, cuanto antes, del abrazo amoroso de Dios. Hoy, desgraciadamente, las cosas no han cambiado mucho. Los que tienen algunos años siguen con su visión negativa y trágica de la recepción del sacramento de la Unción de enfermos, otros, normalmente los más jóvenes, han caído en la indiferencia, fueron bautizados y quizás han recibido algún que otro sacramento pero sin embargo han vivido su vida sin Dios y mueren sin Dios, en la indiferencia, en la desesperanza. Y otros muchos, quizás la mayoría, que se definen como no creyentes o como agnósticos (aunque muchos de ellos fueron bautizados) cuando les duele la muerte de algún ser querido escriben cosas incoherentes como estas: “que tengas un buen viaje”; “estés donde estés te echamos de menos”; “nos volveremos a ver”, etc., etc., incoherencias porque una persona que no tiene fe, que no cree en la vida más allá de esta vida, que no cree en Dios, no espera nada, no tiene esperanza, porque para esa persona la muerte tiene la última palabra y, si son coherentes en su pensar y en su sentir, después de la muerte solo les espera la nada, la inexistencia y por tanto no hay “ni viaje”, “ni nos volveremos a ver”, “ni estés donde estés”, porque para el increyente, para el agnóstico todo acaba y termina en esta vida. Por eso es bueno que los cristianos descubramos, en primer lugar, que el sacramento de la Unción de enfermos es un sacramento de vivos y que presupone la fe. En segundo lugar, que la Unción de enfermos es un sacramento de los llamados saludables porque se pide la salud física, mental y espiritual de la persona que está pasando por algún problema grave de salud. Y por eso la Iglesia se reúne en oración y pide por la salud de la persona enferma, la unge con óleo bendecido y, si es conveniente y posible, la alimenta, fortalece con el Cuerpo de Cristo, con la Sagrada Comunión. No hay nada de trágico ni de nefasto en la recepción del sacramento de la Unción de enfermos, todo lo contrario, recibir la Unción de enfermos es un signo visible de fe y de esperanza, sobre todo de ESPERANZA. MANIFIESTO A FAVOR DEL RESPETO A LA LIBERTAD RELIGIOSA 1. La intolerancia no solo afecta a los grupos minoritarios sino también a los mayoritarios. Concretamente, los cristianos estamos sufriendo una serie de graves ataques contra nuestros sentimientos religiosos, nuestras creencias y contra nuestro derecho fundamental a la libertad religiosa. 2. Se están registrando numerosos actos de hostilidad, violencia y vandalismo contra los cristianos y sus lugares de culto en los últimos años. Actos que a menudo son ignorados por las autoridades, y que en ocasiones han sido amparados hasta por los propios poderes públicos. 3. La libertad religiosa es un derecho fundamental reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por diversos Tratados Internacionales y por la mayoría de las Constituciones de los países. 4. Teniendo en cuenta los ataques que estamos sufriendo los cristianos y la protección que las autoridades deben ejercer sobre las creencias y sentimientos religiosos, manifestamos y pedimos lo siguiente a las Administraciones Públicas: 4.1. Reconocer que la religión forma parte de la intimidad más intrínseca de la raíz de la persona, y que los cristianos tienen derecho a mostrar su fe tanto en público como en privado. 4.2. Garantizar la no discriminación por causa de creencias religiosas en todos los ámbitos de la vida pública y social, en el trabajo, en la educación y en las relaciones personales, así como alentar a los medios de comunicación para que eviten estereotipos negativos y prejuicios contra los cristianos. 4.3. Combatir y prevenir los casos de violencia, vejación, discriminación e intolerancia, física o verbal, por razón de creencias religiosas, así como actuar contra todos aquellos ataques y ofensas que atenten contra la libertad religiosa o los sentimientos religiosos. 4.4. Reconocer que las libertades de expresión, manifestación, artística o de prensa, aun siendo derechos fundamentales, no pueden servir de amparo y justificación para perpetrar ataques contra la libertad religiosa, que también es un derecho fundamental, pues el ejercicio de las libertades de uno mismo exige un espacio de respeto con las libertades de los demás. ¿QUÉ ES LA CUARESMA? La palabra “Cuaresma” significa “cuarenta” y se aplica a los 40 días anteriores a la fiesta de la PASCUA, al domingo de Resurrección. El tiempo de Cuaresma empieza el Miércoles de Ceniza y acaba antes de la celebración de la última cena del Señor, el Jueves Santo. El Miércoles de Ceniza se nos dice: “Conviértete y cree en el Evangelio”. La Cuaresma es pues, un tiempo de conversión. Convertirse significa “volver”, “cambiar”, “corregir el camino” “Renovarse”. El cambio que queremos es pasar del “hombre viejo” al “hombre nuevo”. El “Hombre viejo” es el que vive de espaldas a Cristo y al Evangelio. El “Hombre nuevo” es el que sigue a Jesús y vive según el Evangelio. Algunos cristianos, por desgracia, creen que la conversión es sólo para los paganos y para los herejes. Se creen santos, buenos, perfectos –“como no roban ni matan”–, dicen que no necesitan convertirse ni cambiar. Para ellos la cuaresma no tiene sentido. Otros en cambio piensan que con no comer carne los viernes, ayunar de vez en cuando, hacer algún sacrificio, dar algún donativo o dejar de fumar ya han cumplido... ¡No! Estos no han entendido nada. Pues cumplen la letra de la ley, de la norma, de la tradición pero no el espíritu, el sentido de la misma. Y es que, si no hay cambio, no hay cuaresma. Si no hay conversión, no hay cuaresma ¡Por desgracia éstos tampoco no se han enterado de qué va la historia! Cuaresma es, ante todo y sobre todo, cambiar de vida, cambiar el corazón. Cuaresma es introducirse en el misterio de Dios, dejarse seducir por Dios, dejarse transformar por el amor de Dios. Cuaresma es dominio de sí y obediencia a Dios. Y para alcanzar esta meta se nos proponen tres medios tradicionales: el ayuno (amarse uno), la limosna (amar al otro) y la oración (amar a Dios). 19 DE MARZO: FIESTA DE SAN JOSÉ, DÍA DEL PADRE José de Nazaret fue el esposo de María, la madre de Jesús de Nazaret y, por tanto, padre adoptivo de Jesús. Según el Evangelio de Mateo 13, 55a, era de oficio artesano, lo que ya en los primeros siglos del cristianismo se concretó en carpintero, profesión que habría enseñado a su hijo, de quien igualmente se indica que era “artesano” (Marcos 6, 3a). Era de condición humilde, aunque las genealogías de Mateo 1, 1-17 y Lucas 3, 23-38 lo presentan como perteneciente a la estirpe del rey David. Se ignora la fecha de su muerte, aunque se acepta que José de Nazaret murió cuando Jesucristo tenía ya más de 12 años pero antes del inicio de su vida pública. En efecto, el Evangelio de Lucas 2, 41-50 menciona a «los padres» de Jesús cuando éste ya cuenta con 12 años, pero no se menciona a José de Nazaret en los evangelios sinópticos durante el ministerio público de Jesús, por lo que se presupone que murió antes de que éste tuviera lugar. Las Escrituras señalan a José como «justo» (Mateo 1, 19), que implica su fidelidad a la Torá y su santidad. José de Nazaret es grande a los ojos de la Iglesia por dos motivos fundamentales: Primero, porque Dios lo eligió para ser el custodio de sus dos más preciados tesoros: la santísima Virgen María y Jesús de Nazaret, hijo de Dios y de María. Y, en segundo lugar, porque cumplió con fidelidad la misión encomendada: cuidar, custodiar, a María y a Jesús. San José es considerado, entre otras cosas, el “patrono de la buena muerte” por atribuírsele haber muerto rodeado del cariño y del afecto de Jesús y de María. Además, el papa Pío IX lo proclamó en 1870 patrono de la Iglesia universal y, debido a su trabajo como artesano-carpintero, es considerado patrono del trabajo (fiesta de San José artesano el 1 de mayo) decisión tomada por el papa Pío XII en 1955 y, por último, en España y en otros países del mundo, el día 19 de marzo se celebra tradicionalmente “el día del padre” a semejanza de la celebración del “día de la madre” por tal motivo, desde estas páginas del Gong Misional y teniendo en mente la fecha del 19 de marzo, queremos felicitar a todos los padres que viven con gozo y responsabilidad su paternidad. 19 DE MARZO: DIA DEL SEMINARIO En España y en otros países hispanohablantes el día 19 de marzo se celebra el día del seminario. Se celebra que el Señor sigue llamando a jóvenes a la vocación sacerdotal. Es un día de agradecimiento por la vocación recibida pero también de testimonio, de que vale la pena responder a la llamada a pesar de las incomprensiones y sinsabores que el ministerio sacerdotal trae consigo. Recuerdo que, en mis años de formación para ser ordenado sacerdote, llegada la fiesta de san José, el fin de semana más próximo a dicha festividad, los seminaristas íbamos a las parroquias a dar testimonio de nuestra fe y de nuestra vocación. Eran días donde se recordaba el amor primero, la chispa que encendió la pasión por la vocación al sacerdocio. Desde estas páginas de la revista de nuestra Misión quiero pedir que recen por las vocaciones a la vida sacerdotal. Necesitamos sacerdotes buenos, santos y sabios. Oremos para que los jóvenes respondan de forma generosa a la llamada del Señor. Oremos para que no encuentren obstáculos en su vocación. Oremos para que las comunidades los animen, los acompañen y los fortalezcan en su vocación. 500 AÑOS DE LA REFORMA PROTESTANTE UN VIAJE CONFLICTIVO El Papa Francisco viajó el 31 de octubre del pasado año 2016 a Suecia para asistir a la conmemoración de los 500 años de la reforma luterana iniciada por el religioso agustino Martín Lutero. El viaje se enmarcó dentro del diálogo que se está desarrollando entre la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial. Este viaje ha producido bastante malestar entre los sectores conservadores de la Iglesia Católica y la Iglesia Luterana. (Siempre me ha llamado la atención que los extremismos, sean de derechas o de izquierdas, siempre coincidan en lo mismo: la intransigencia, el fanatismo y el integrismo.) Pero no nos distraigamos, vayamos al hecho histórico que se conmemora. Recordemos que el 3 de octubre de 1517 el sacerdote y profesor de Sagrada Escritura Martin Lutero clavaba en la puerta del castillo de Wittenberg sus 95 tesis, que alumbraban la Reforma Protestante. Desde entonces, 500 años de separación y odio entre católicos y protestantes, plasmados en excomuniones y en todo tipo de ataques de ida y vuelta, con guerras sangrientas, hogueras e inquisiciones incluidas. Un odio sólo explicable desde la óptica de dos hermanos que luchan por quedarse con la herencia del padre. Lutero no quería romper la unidad eclesial, sino reformar la Iglesia de su tiempo desde dentro, ya que ésta era una institución constantiniana, casada con el poder, mundana, rica y corrupta. Una Iglesia que, durante toda la Edad Media, sentió la necesidad de purificación pero que se encontró con un gran obstáculo: su propia jerarquía, la cual permaneció ciega y sorda ante la necesidad de dicha reforma. La gota que colmó el vaso de Lutero fue la gran campaña de ventas de indulgencias impulsada por Roma, para levantar la Basílica de San Pedro, con la que se prometía el cielo a los contribuyentes. Tanto que proclamaba que “el alma vuela al cielo en el mismo instante en que suena la moneda echada en el cestillo”. El monje agustino se rebeló contra este fraude y propuso la esencia de la doctrina evangélica: la salvación no se compra, sino que se recibe sólo por la fe y la gracia de Dios. Subrayando que el amor de Dios no se merece y que, en la vida cristiana, la primacía la debe tener la Palabra de Dios y la Gracia, es decir, el amor gratuito de Dios. El cisma, la separación, se produjo, aunque Lutero no pretendía dicha ruptura, debido a la sordera de unos y otros, a la intransigencia de ambas partes y a la intromisión del poder civil local de los principes alemanes que no querían estar sujetos al emperador Carlos V. Por otro lado, Roma cerró sus ojos a la realidad, se aferró al poder imperial y sólo supo utilizar la condena como medio de diálogo. La ruptura estaba servida. El papa excomulga a Lutero y éste quema publicamente la bula –el decreto– de excomunión. A partir de aquí acusaciones, incomprensión, insultos, calumnias, difamaciones, luchas, guerras, procesos inquisitoriales, persecusiones de uno y de otro lado, odio, rencor, venganza, en definitiva: Una lucha fratricida entre hemanos. Desde entonces, las tensiones se han mantenido vivas hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965), que cambió de óptica y puso en marcha el diálogo ecuménico. Un diálogo que ha atravesado por diversas etapas. Hoy, gracias a Dios, el diálogo ecuménico aboga por la unidad en la diferencia. Se va comprendiendo que la unidad no es igual a uniformidad. Se va asumiendo la frase atribuída a San Agustín; “En lo esencial unidad, en lo dudoso libertad y en todo caridad.” Y es que el cristianismo es como un poliedro, formado por distintas caras. Una sóla Iglesia formada por diversidad de Iglesias unidas en lo esencial y en la cual cada una conserva su propia identidad. Esta nueva dinámica, esta nueva forma de ver la unidad desde la diversidad, encuentra profundas resistencias en los grupos religiosos más conservadores. Y es que, tanto los rigoristas católicos como los protestantes prefieren la desunión, se sienten más cómodos en el enfrentamiento que en la unidad. En esta encrucijada nos encontramos con la postura defendida por el Papa Francisco el cual promueve la cultura del encuentro, del diálogo, del conocimiento mutuo y de la cercanía al otro. El Papa Francisco apuesta por el ecumenismo de la misericordia y prefiere tender puentes antes que levantar muros y barreras. Desgraciadamente, esta postura no es compartida por algunos miembros de la jerarquía eclesiástica ni tampoco por algunos grupos conservadores de la Iglesia. Estoy seguro que muchos suizos, que conocen o han vivido las luchas fratricidas por motivos religiosos, comparten el pensar y el actuar del Papa Francisco. Sin embargo, yo no me resisto a hacer el siguiente comentario: Muchas veces somos muy ecuménicos con los hermanos de otras confesiones. Somos muy comprensivos y dialogantes con ellos, tenemos encuentros en común, oramos juntos, les invitamos a nuestras iglesias y nos sentamos juntos en la misma mesa. Solemos ser muy ecuménicos con los de fuera de casa, muy acogedores y comprensivos con ellos. Sin embargo, nos cuesta ser acogedores, comprensivos y entrar en diálogo con los de casa, con las personas y grupos cristianos que no comparten nuestra misma visión de la Iglesia, de la sociedad o de la política. Tendemos a excluirnos unos a otros, a poner barreras e impedimentos, a alejarnos cada vez más. Voy a hablar claro y concreto: las iglesias, las parroquias suizas, se abren y hacen eventos conjuntos con otras confesiones cristianas y otras religiones –y me parece bien–, sin embargo, que dificil resulta que una parroquia acepte a una Misión de lengua extranjera en su templo y en sus instalaciones: todo son impedimentos. Otro ejemplo, desde las estructuras de la propia Iglesia suiza se promeve el encuentro y el diálogo ecuménico interreligioso y, para ello, no dudan en rezar y en tener alguna que otra celebración en común –y me parece bien–. Sin embargo, que dificil resulta aceptar que alguien o algún grupo católico quiera celebrar según el Rito extraordinario de la Misa, conforme a la Liturgia anterior al Concilio Vaticano II. En este caso, son comunes los comentarios despectivos hacia esas personas, hacia esos grupos. La incomprensión parece que se hace insalvable. Todo son noes, rechazo e impedimentos. Lo mismo sucede si se habla de grupos y movimientos calificados de espirituales o cercanos a Roma, para esa gente ni pan ni agua, solo desprecio y obstáculos. Y es que para muchos es muy fácil decir que la Iglesia es poliédrica y apostar por la unidad en la diversidad, pero solo para los que están fuera de la propia Iglesia. No se dan cuenta que la Iglesia es como una familia y la familia está llamada a sentarse a comer en la misma mesa. En esa mesa debe haber lugar para el abuelo y la abuela, que normalmente miran más al pasado que al futuro, tiene que haber lugar para los padres, preocupados y ocupados por el hoy, por el presente; tiene que haber lugar para los hijos, todos distintos que parecen que son de padres y madres diferentes, cada uno con sus sueños. Todos distintos y diferentes pero sentados a la misma mesa. El nieto no va a excluir al abuelo/a porque cuente las mismas historias de siempre o diga sus oraciones en latín, a veces al joven le gusta oírlas, aprenderlas y decirlas –y no hay nada malo por ello–. Que quiero decir con todo esto que, en primer lugar, hay que ser ecuménicos con los de casa, con los que estamos en la Iglesia Católica. Por eso mi grito, mi pleglaria es: No a la exclusión, no al rechazo por ser extranjeros o por ser considerados demasiados conservadores o progresistas. Ya lo he dicho en más de una ocasión y no me cansaré de repetirlo: no me gustan ni las “dicta-duras” y ni las “dicta-blandas” sean éstas de derechas o de izquierdas. No me gusta el apartheid eclesiástico y, mientra tenga fuerzas y la cabeza me ayude, lucharé para que en la Iglesia nadie se sienta excluido ni menospreciado ya sea por su país de origen, por su color de piel, por su condicion social, por su orientación sexual, por sus preferencias espirituales, por su lengua, por su cultura... porque todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre y miembros de una misma Iglesia, no somos hermanastros. LA UNCIÓN DE ENFERMOS: UN SACRAMENTO TEMIDO Hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) el Sacramento de la Unción de Enfermos recibió el nombre de “Extremaunción”, es decir, que cuando estabas más para allá que para acá se recibía dicho Sacramento. Esta asociación entre enfermedad de extrema graveda, muerte inminente y la recepción del Sacramento de la “Extremaunción” trajo consigo que muchas personas viesen la visita del sacerdote al enfermo como un mal augurio, como que algo terrible estaba por pasar, la muerte de un ser querido. Por eso muchos enfermos (y mucho más sus familiares) ponían obstáculos y excusas para que el sacerdote les visitase, –porque ellos aún no estaban para morirse–. Sólo cuando ya estaban agonizando, cuando prácticamente habían perdido el conocimiento o acababan de morir venían los familiares a solicitar, al sacerdote de turno, la administración de los últimos sacramentos. Y, por desgracia, cuando el sacerdote llegaba a la casa de la persona agonizante o recién fallecida lo único que podía hacer era rezar por esa persona (ya no podía darle la comunión, el llamado viático, porque no estaba en condiciones de tragar ni sabía a quién recibía) o hacer un responso, es decir, pedir por su eterno descanso. ¿Por qué? Porque los sacramentos son para los vivos y para dar vida. Los sacramentos no se dan a los muertos. Lo único que podemos hacer por los muertos es rezar por ellos para que, liberados de sus pecados puedan gozar, cuanto antes, del abrazo amoroso de Dios. Hoy, desgraciadamente, las cosas no han cambiado mucho. Los que tienen algunos años siguen con su visión negativa y trágica de la recepción del sacramento de la Unción de enfermos, otros, normalmente los más jóvenes, han caído en la indiferencia, fueron bautizados y quizás han recibido algún que otro sacramento pero sin embargo han vivido su vida sin Dios y mueren sin Dios, en la indiferencia, en la desesperanza. Y otros muchos, quizás la mayoría, que se definen como no creyentes o como agnósticos (aunque muchos de ellos fueron bautizados) cuando les duele la muerte de algún ser querido escriben cosas incoherentes como estas: “que tengas un buen viaje”; “estés donde estés te echamos de menos”; “nos volveremos a ver”, etc., etc., incoherencias porque una persona que no tiene fe, que no cree en la vida más allá de esta vida, que no cree en Dios, no espera nada, no tiene esperanza, porque para esa persona la muerte tiene la última palabra y, si son coherentes en su pensar y en AZB 6006 LUZERN Adressänderungen an: Spanier-Mission, Weystrasse 8, 6006 Luzern su sentir, después de la muerte solo les espera la nada, la inexistencia y por tanto no hay “ni viaje”, “ni nos volveremos a ver”, “ni estés donde estés”, porque para el increyente, para el agnóstico todo acaba y termina en esta vida. Por eso es bueno que los cristianos descubramos, en primer lugar, que el sacramento de la Unción de enfermos es un sacramento de vivos y que presupone la fe. En segundo lugar, que la Unción de enfermos es un sacramento de los llamados saludables porque se pide la salud física, mental y espiritual de la persona que está pasando por algún problema grave de salud. Y por eso la Iglesia se reúne en oración y pide por la salud de la persona enferma, la unge con óleo bendecido y, si es conveniente y posible, la alimenta, fortalece con el Cuerpo de Cristo, con la Sagrada Comunión. No hay nada de trágico ni de nefasto en la recepción del sacramento de la Unción de enfermos, todo lo contrario, recibir la Unción de enfermos es un signo visible de fe y de esperanza, sobre todo de ESPERANZA. AVISOS • Miércoles 1 de marzo: MIÉRCOLES DE CENIZA a las 19:00 hs. Santa Misa • Domingo 19 de marzo: Fiesta de San José, día del padre. Con motivo del día del padre después de la Santa Misa tendremos un aperitivo en la iglesia. • Sábado 25 de marzo de 10:00 hs. a 12:00 hs. Taller en el Espíritu. Orar desde, con y para el Espíritu Santo. • Sábado 25 de marzo a las 18:00 hs. Veremos la película “Full Monty”, “Ganz oder gar nicht”. CURSILLO PRE-MATRIMONIAL • Sábado 22 de abril a las 10:00 hs. Charla Pre-matrimonial • Sábado 6 de mayo a las 10:00 hs. Charla Pre-matrimonial • Sábado 20 de mayo a las 10:00 hs. Charla Pre-matrimonial