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El Defensor abre una queja de oficio para conocer el impacto en menores que son víctimas de lanzamientos de sus viviendas. El 10 de Diciembre se conmemora por Naciones Unidas el Día Internacional de los Derechos Humanos. Hoy, en Andalucía, el elemento que hace peligrar este elenco de pronunciamientos para la dignidad del ser humano es la crisis económica. Hoy, esta situación de crisis es la peor amenaza para el conjunto de derechos y libertades que esta comunidad ha venido construyendo a lo largo de las últimas tres décadas. La situación de grave crisis económica provoca un efecto expansivo de la pobreza. Hablamos de la inmersión de sectores muy importantes de la población hacia situaciones de insuficiencia de recursos propios que afecta de inmediato a la propia unidad familiar y sus miembros con multitud de aspectos que estallan contra la estabilidad de las familias. La crisis se expande entre segmentos sociales, pero también profundiza sus efectos porque los sistemas públicos de cobertura y protección disminuyen o desaparecen. Y nos preocupan muy particularmente los menores. Datos de UNICEF indican que, en España, el 13,7 por 100 de las personas menores de 18 años vive en hogares con un nivel de pobreza alta. Esta cifra muestra la gravedad de la situación: Hay más niños pobres, y además de crecer en número aumentan sus carencias. Podemos decir que esta pobreza tiene rostro de niño y que todas las previsiones coinciden en un agravamiento de esta incidencia infantil. Pero existe otro factor esencial que está arrastrando con sus efectos unos daños muy especiales en estos niños y niñas. Es la pérdida sobrevenida de la vivienda. No resulta difícil imaginar los efectos que se producen. Los menores pierden su elemento material de cobijo y resguardo. Su casa es su referente de vida y de relación con el entorno. La vivienda es su escenario vital, su lugar de convivencia y desarrollo. Su domicilio es determinante para su vida escolar, sus relaciones ente iguales y su propio entorno urbano. Si asumimos el efecto de estas expulsiones de los hogares en las personas adultas, en el caso de menores los impactos son mucho más duros. Quizás entre tanta tensión de los actos de lanzamiento, entre tanta confusión, estemos olvidando otros protagonistas más pequeños confundidos entre muebles. Y, sin embargo, poco sabemos de la dimensión de este problema. ¿Cuántos niños se están viendo lanzados junto a sus padres de las viviendas? ¿Su presencia es un factor condicionante en los procesos judiciales? ¿Actuamos igual o, por el contrario disponemos de recursos específicos cuando estén menores afectados? El Defensor del Menor de Andalucía ha querido, tal día como hoy, anunciar una próxima actuación de oficio para dar a conocer esta situación e intentar investigar la entidad del problema. Pero sobre todo, queremos conocer con esta iniciativa las respuestas que debemos poner en marcha para amortiguar estos efectos en quienes más sufren la pérdida de sus viviendas. En concreto, el Defensor del Menor se dirigirá a la Consejería de Salud y Bienestar Social para investigar las medidas de lucha contra la pobreza en el sector de la infancia. También queremos conocer de la FAMP, como entidad representativa de los municipios andaluces, la posible existencia de protocolos de atención social de emergencia para atender estas situaciones con menores implicados. Y también queremos conocer de la Consejería de Vivienda la aplicación concreta de criterios de adjudicación de viviendas protegidas por la existencia de menores necesitados de este preciado bien. En suma, el Defensor del Pueblo Andaluz y Defensor del Menor quiere poner voz a quienes —también en estas situaciones— no pueden hacerse oír. Sevilla, 10 de Diciembre, de 2012, (Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos)