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El hermoso y útil guindo o capulí En muchos valles de clima templado de la sierra y en algunas zonas altas de la costa, suele verse un árbol hermoso y útil que en unos lugares llaman guindo y en otros, capulí. Llega a crecer quince metros, es decir, tan alto como un edificio de cinco pisos. Su tronco es grueso, recto, cilíndrico y liso. De él se desprenden fuertes y largas ramas, y de éstas muchas ramas menores donde anidan muchos pajaritos. Sus hojas son largas, angostas, de bordes finamente dentados y color verde oscuro. Entre enero y marzo, según el clima, sus flores –blancas, pequeñas, muy numerosas– se convierten en racimos de pequeños frutos redondos y rojizos, luego morados, casi negros. Su sabor –dulce, ligeramente ácido– agrada mucho no sólo a la gente sino también a los pájaros, especialmente al chihuaco. Las guindas son jugosas y de piel muy fina. Como basta una ligera presión para que se raje y suelte su morado jugo, se cosechan con delicadeza. Y para que su propio peso no las dañe, se les deposita con cuidado en canastas anchas y poco profundas. Como fruta fresca se consume en el campo, y también en pueblos y ciudades como Lima, Cusco, Puno, Arequipa, Huancayo, Huaraz, Trujillo, Ica, Chiclayo y Cajamarca. A los 20 ó 30 años, el guindo es tan alto que resulta difícil cosechar sus frutos. Por eso lo cortan entonces, para aprovechar su madera. Es una madera dura, de color ligeramente rojizo y vetas hermosas, muy apreciada por los ebanistas para construir muebles finos. También la prefieren los artesanos que labran cucharas, cucharones, trinches y adornos de madera. Asimismo, por su resistencia a las plagas, su tronco es utilizado para injertar ramas de manzano, ciruelo, duraznero y otros árboles frutales. Es un árbol originario de México, y llegó al Perú casualmente. Durante la colonia se importaban sus frutos secos, muy apreciados por los limeños para preparar la sabrosa mazamorra morada. Algún antepasado nuestro tuvo la feliz idea de sembrar una semilla y el árbol se aclimató muy bien, pues también crece ahora en forma silvestre. En algunos lugares comenzaron a cultivarlo en huertos. En Huaura maceran en pisco las guindas, para preparar el licor llamado “guinda”, que ha dado fama y trabajo a esa pequeña ciudad costeña del departamento de Lima. ¿No sería hermoso tener cerca de nuestro colegio o casa un guindo o capulí? Gozaríamos de su belleza, sombra, frutos y madera. No es difícil tenerlo. Basta sembrar su semilla en una región de clima templado, y regarlo y cuidarlo hasta que en pocos meses haya crecido lo suficiente para sobrevivir por sí mismo. Elmo Ledesma Zamora