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LO QUE SIGNIFICA VIVIR EN PAZ
MENSAJE DEL DOMINGO 09/04/2017 – PASTOR RAÚL DAVID CABALLERO – TURNO MAÑANA
Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo
y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Zacarías 9:9
RVR1960
Lectura: S. Lucas 19:28-44 RVR1960
La fama del Señor Jesús se había ido acumulando. Venía de hacer muchos milagros. Había levantado muertos, sanado
enfermos, multiplicó panes y peces, había dominado tempestades, echó demonios y muchas cosas más.
Jesús es el hijo del Dios viviente. Es el gran misterio de la piedad: Dios manifestado en carne. Jesús había mostrado que era
distinto a los demás hombres. Tenía poder sobre las fuerzas de la naturaleza y sobre los demonios. La gloria de Jesús se iba
mostrando por todos lados. Los que estaban cerca de daban cuenta de esto.
Pero el reloj de la historia corría. En los tiempos establecidos por Dios, Jesús se estaba encaminando ahora a Jerusalén. Iba
para ser entregado en manos de pecadores, para morir en la cruz en manos del imperio romano. Su muerte estaba en
armonía con todo lo que habían dicho los profetas del antiguo testamento. Llegaba la hora de morir en la cruz y Jesús lo
sabía bien.
En este episodio, Jesús envío a dos discípulos a buscar un burrito. La llegada de Jesús en un burrito tiene un paralelo muy
hermoso con la llegada de Jesús en Navidad. En ese momento llegaba naciendo en un establo, mientras que los ángeles
cantaban "gloria a Dios en las alturas". Ahora el dueño del universo entraba montado en un burrito y una multitud lo
aclamaba. Dios se humilló, se hizo hombre. Y estando en la condición de hombre, humillado, entraba montado en un
burrito a Jerusalén.
Bajando del monte, teniendo a la vista delante a la gran ciudad de Jerusalén Jesús habló. Jerusalén era la ciudad de la
promesa, donde Dios le prometió a su pueblo bendición eterna. La multitud estaba en Jerusalén porque era la época de la
pascua. Los historiadores decían que podría haber entre uno y dos millones de peregrinos. Era razonable pensar que en
ese camino podría haber entre ciento cincuenta mil y trescientas mil personas recibiendo a Jesús. Cortaban hojas de las
palmeras y ponían sus mantos a los pies de Jesús, en expresión de adoración y de reconocimiento a Jesús. La multitud
aclamaba “hosanna” que quiere decir “el Señor salva”. Lo reconocían por las maravillas que Jesús había hecho. Pensaban
que quizá sería el día en que Jesús liberaría a su pueblo de la esclavitud del imperio romano. Hasta los apóstoles tenían en
su interior la intriga de si Jesús rompería con el yugo de la esclavitud derrotando al imperio romano. Eran personas que
vivían con hambre, padeciendo maltratos, subyugados. La necesidad de la liberación era muy fuerte.
Los fariseos pedían que Jesús calle a la gente. Creían que era una blasfemia lo que decían. Pero Jesús aprobó lo que decían
las personas. Recibió la alabanza que le daban las personas. Jesús efectivamente era el enviado por Dios. Jesús le
respondió con una frase terminante. Si la gente no hablara y rompiera con el silencio y la indiferencia, aceptando que Jesús
era el enviado, hablarían las piedras.
Pero había una diferencia entre la mirada de Jesús y la mirada de las personas respecto de lo que estaba pasando. Jesús
estaba viniendo a dar su vida para rescatar a la humanidad del pecado. Esa era la verdad de lo que estaba pasando. Jesús
entraba a Jerusalén cumpliendo con la profecía que habían dado. El moriría una muerte sustitutoria de la misma manera
que el cordero pascual lo hacía en esa fecha. Jesús estaba cumpliendo puntillosamente la palabra establecida para Él.
Venía a dar su vida. Pero ni la gente ni discípulos lo entendieron. El despliegue de mantos y palmas expresaba una
oportunidad de acabar con el oprobio del imperio romano. Habían visto los milagros de Jesús y esperaban que Jesús
entrara a Jerusalén para provocar una revolución política, liberándolos del yugo del imperio romano. En ese mismo
momento, ocurrían dos realidades: una era la realidad del pensamiento de la multitud y otra era la realidad de Jesús.
El relato concluye con la mirada de Jesús sobre Jerusalén. Uno de los evangelistas relata que Jesús se puso a llorar. Jesús
vino a lo suyo, y los suyos no le recibieron. Jesús tuvo una palabra de condena para Jerusalén. La palabra de condena fue
que no entendió. Se quedó entretenida con los milagros, con las manifestaciones de la gracia de Dios. Lo que Jesús le dijo a
Jerusalén ocurrió poco más de 30 años más adelante. El imperio romano, bajo el reinado de Tito, pulverizó a Jerusalén. La
sitio para que tuvieran hambre y la destruyó. La historia cuenta que pasaron el arado sobre Jerusalén. No quedo piedra
sobre piedra. Solo quedo el muero de los lamentos. Pasó desde el día en que hablaron los evangelistas hasta el año 1948
para que el mundo reconozca al estado de Israel. Hoy el pueblo de Israel es el eje de las noticias del mundo y hoy sigue sin
conocer lo que Jesús le reclama en este texto.
La gente no reconoció lo que era para su paz. ¿Qué diferencia había entre lo que Jesús tenía en el corazón y lo que el
pueblo tenía? El pueblo tenía en el corazón la nostalgia de los tiempos pasados de prosperidad. Tenía el anhelo de un
libertador que los sacará de la opresión visible, externa. Buscaban la libertad del yugo económico de su día. Jesús tenía en
el corazón la paz. Miraba la guerra que hay en el interior del corazón del hombre por estar en guerra con Dios.
¡Qué contraste había! Unos días después Jesús murió en la cruz. ¿Qué pensarían todos los que lo recibieron con mantos y
hojas de palmera, esperando la llegada de la liberación?
Incluso, muchos de los que lo recibieron ese día, días después estaban delante de Pilato pidiendo que crucificaran a Jesús.
El consenso social en tres días cambio de una manera terrible. El domingo cantaban loas a Jesús y el viernes gritaban para
matarlo. La gente cambió de parecer, pero Jesús es siempre el mismo. El domingo entraba obediente a Jerusalén,
aclamado por la multitud. El viernes, bajo el clamor de la multitud que pedía “crucifícale”, estaba completamente
humillado, entregado y dispuesto a morir.
La gente cambia, pero Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Cristo estaba haciendo la voluntad de Dios. Él tenía un
objetivo que cumplir. No vino a dar una respuesta política. Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Hay quienes se acercan a Jesús por los milagros que Él hace. Están felices con sus maravillas. Pero nos hace falta conocer
que detrás del milagro hay otra realidad. La verdad es que nuestro corazón necesita estar en paz. El bien más preciado es
la paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Nos hace falta repasar que en este mundo tendremos aflicción. La
aflicción cobra distintos colores. Pero el mundo jamás podrá sacarnos la paz que Jesucristo nos dio por medio de su
muerte y su resurrección. Jesús ha vencido a la muerte. Derrotó al que tenía el imperio de la muerte. Este mundo puede
quitarnos la vida. La enfermedad puede quitarnos la vida. Podemos vivir penas, traiciones pero nadie nos podrá apartar
del amor de Dios bajo ninguna circunstancia, en ningún instante de la vida. Nuestro corazón está atado con Cristo para
siempre. El dolor de Jesús fue que quiso que Jerusalén entienda, quiso reunirlos y que hagan pacto y sean uno con Cristo
pero no entendió, no quiso.
En el momento en que Jesús estaba crucificado junto a otros dos. Cuando la condena judicial y social estaba en el
momento más extremo. Cuando la sociedad ya no tiene más nada que decir. Cuando un médico ya no tiene nada que
decir, el rey de reyes todavía tiene mucho que decir. Jesús le dijo al ladrón que ese día iba a estar con Él en el paraíso. Ese
día comenzaba el verdadero canto, el verdadero conocimiento de Dios. Comenzaría el día en que enteramente estaría
reconociendo a Dios.
Qué podamos comprender que Cristo es la verdadera vida. Qué cuando este mundo no tiene más nada para decir, en ese
momento comienza a verse lo que Dios tiene para decir. Vivimos para dar testimonio de que la vida comienza en la
eternidad. La vida que Dios ha preparado para los que le aman.
Mañana a la mañana, mientras que el mundo este distraído en otra cosa Jesús volverá. Ya no montado en un burrito sino
que vendrá el rey en su hermosura. Contemplaremos a Cristo glorificado que descenderá del cielo. Los muertos en Cristo
resucitarán primero y lo que hemos quedado seremos transformados para ir al cielo a estar para siempre con el Señor.