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1 Simposio nº 19 Producción de riqueza y relaciones económicas alternativas en América Latina. Los proyectos de las izquierdas argentinas para la transformación del agro pampeano. Entre la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión. Osvaldo Graciano. CONICET / Universidad Nacional de Quilmes, Argentina. ograciano@unq.edu.ar 1-Introducción. Desde sus primeros intentos de organización política a fines del siglo XIX, la izquierda argentina llevó adelante un esfuerzo teórico sostenido por analizar las características de desenvolvimiento del capitalismo en el país. Fue así que, en el marco de definición y desenvolvimiento de sus tácticas políticas, las dirigencias de los Partidos Socialista y Comunista desplegaron una permanente evaluación sobre la organización y funcionamiento de la economía agraria pampeana y de sus actores sociales, que enriqueció el debate público nacional sobre la misma. Uno de los aspectos que singularizaron sus estudios sobre el agro fue que en los mismos no sólo denunciaron la situación de explotación laboral y las terribles condiciones sociales de vida de los trabajadores, sino que también propusieron alternativas de organización de su agricultura y de las actividades económico - productivas de los agricultores, entre las que incluyeron el cooperativismo, la socialización de la tierra y la creación de explotaciones colectivas para su desenvolvimiento aún en el contexto de las relaciones de producción capitalista. El objetivo de este trabajo es dar cuenta de los análisis y propuestas difundidas en el seno de estos partidos de izquierda sobre la economía agroexportadora argentina, en un período marcado por dificultades para su funcionamiento, a causa de las consecuencias negativas para ella tuvo la Primera Guerra mundial y pocos años después, la crisis económica internacional de 1929. El rasgo que singularizó a las evaluaciones agrarias originadas en estos partidos, fue que sus dirigencias pretendieron instalarlas como las propuestas agrarias alternativas que los agricultores y los trabajadores debían impulsar para transformar el desenvolvimiento del capitalismo argentino. 2- La definición del socialismo del capitalismo agrario argentino. Ya desde 1890 con la organización de la Federación Obrera y de su órgano periodístico El Obrero, el socialismo argentino expresó una voluntad de conocimiento de la sociedad argentina y de sus tendencias de desarrollo histórico en clave marxista, como necesidad primordial para la organización política de los trabajadores y su orientación ideológica.1 Sería uno de sus fundadores, el ingeniero alemán Germán Avé Lallemant, quien ofreció desde las páginas de El Obrero, con sus artículos de análisis de Notas. 1 Víctor García Costa El Obrero: selección de textos. Bs. As., CEAL, 1985, p.57-58. La cita corresponde a El Obrero, año 1, nº 4, 17 de enero de 1891. 2 la realidad social argentina, el vehículo que familiarizaría a los trabajadores argentinos e inmigrantes con una evaluación marxista de la realidad agraria del país. Precisamente el cuerpo de colaboradores del periódico y fundamentalmente Lallemant –a quien se deben gran parte de la autoría de sus artículos- afirmaban desde sus páginas esta voluntad política de los pioneros del socialismo argentino: La emancipación de la clase proletaria y su libertación de la explotación capitalista, esos son los objetos de la lucha emprendida. Es de la mayor importancia pues que cada uno de nosotros conozca, y se dé cuenta exactamente de la estructura económica del Capitalismo moderno....2 Fue precisamente en una serie de artículos titulados “Los elementos de producción de la República Argentina”, en donde se emprendió una caracterización global del capitalismo argentino, ubicando su desenvolvimiento en el proceso de su despliegue a nivel mundial como resultado de la división internacional del trabajo. En particular, informaba a los obreros que para comprender el surgimiento de la moderna economía argentina y de sus clases sociales, había que ubicar como clave central del mismo, al proceso de la “acumulación originaria” ocurrida en el país pocos años antes, y que había dado lugar a las condiciones de apropiación privada del territorio a través del saqueo y de la violencia por parte de los sectores dominantes criollos, dando lugar al pasaje de la propiedad colectiva de la tierra a la privada y a la separación del trabajador de sus medios de producción. El fondo histórico en donde hundía sus raíces ese proceso era para el autor de estos artículos, la conquista europea y la época colonial, aunque era en el período reciente en el que su pleno desarrollo instrumentado a través del Estado, había tenido como consecuencia la formación del proletariado moderno y de la clase de los grandes propietarios rurales, el núcleo del poder social y político en la Argentina.3 En las páginas de El Obrero se esbozaron así los rasgos dominantes de la incipiente estructura agraria que emergía en el país con su incorporación al mercado mundial, de sus clases sociales y de las relaciones de producción instauradas en el campo. En sus análisis se evaluó el desarrollo rural a partir del prisma que le ofrecían las grandes estancias con su explotación ovina, en las que la producción agrícola apenas se ensayaba y predestinaba el inexorable futuro de desarrollo de la agricultura en base a la gran explotación. Dominando el proceso económico se encontraba la clase de los grandes estancieros ganaderos, carentes de cualquier funcionalidad social gravitante en la producción social. A diferencia de la expansión industrial europea que podían seguir en la obra de Marx, para estos socialistas “la ley capitalista” de la división del trabajo internacional, condicionaba y explicaba la especialización productiva agropecuaria del país como condición única posible de llevar adelante su desarrollo capitalista. He ahí que en una interpretación ortodoxa de El Capital, se prescribía para la Argentina como vía de modernización capitalista, el desarrollo de la agricultura y la ganadería, descartando por completo la industrialización y hasta las actividades mineras. En estas evaluaciones del agro pampeano se identificó tempranamente el problema de la concentración de la propiedad de la tierra y a la existencia de una clase terrateniente latifundista, como un obstáculo al desarrollo pleno de las fuerzas productivas en el país. La particular atención puesta por estos socialistas en denunciar la existencia dominante de grandes estancieros que monopolizaban la tierra, derivaba del hecho de remarcar esa condición de grandes propietarios más que de verdaderos empresarios rurales. Sus evaluaciones de la estructura económica y social rural influyeron en imponer en el imaginario político del socialismo local, una serie de tesis que conservarían su vigencia por más de medio siglo: la existencia de un orden social y 2 3 El Obrero año 1, nº 5, enero de 1891, reproducido en V. García Costa, ob. cit., p. 89- 90. El Obrero, año 1, nº 9, febrero de 1891, reproducido en V. García Costa, ob. cit., p. 93. 3 político fundado en el poder de una clase terrateniente latifundista y parasitaria, incapaz de ejercer la dirección de la sociedad y que bloqueaba el desarrollo de las fuerzas productivas en el campo, condición excluyente del desarrollo capitalista argentino. Pero junto a esta evaluación de la sociedad que ponía en relevancia la naturaleza de un poder político en la Argentina de base agraria, de una estructura de clases rurales dominada por una burguesía latifundista, los pioneros del socialismo argentino no propusieron un programa de acción política para el campo, no llevaron a la praxis política sus esbozos teóricos; limitaciones que se debieron a la ausencia aún de una fuerza partidaria que los llevara a plantearse la necesidad de definir una estrategia política con respecto al campo. En parte esta evaluación sobre el agro argentino fue retomada y desarrollada por los continuadores del movimiento socialista en esa misma década y en particular por la dirigencia que controló desde 1898 el Partido Socialista, organizado definitivamente en 1896. Fue el médico Juan B. Justo quien definió una estrategia de lucha partidaria a partir de las necesidades de su definitiva organización en estos años.(ARICÓ, 1999, pp. 65-147) En su congreso de 1901 se decidió ampliar la lucha política socialista al campo e integrar a los trabajadores rurales en sus filas, y en él se definió un programa de propuestas para permitir un amplio desarrollo del capitalismo agrario y de incorporar a sus filas a sectores de la pequeña y mediana burguesía de chacareros y ganaderos, redefiniendo de modo profundo la lucha política partidaria desarrollada hasta ese momento. El partido oficializó un conjunto de propuestas rurales vinculadas a la defensa de los intereses económicos de los agricultores y trabajadores pampeanos. Entre las más importantes se encontraban: Abolición de los impuestos que gravan la producción agrícola y ganadera y el ejercicio de los ramos de comercio y profesiones útiles. Contribución directa y progresiva sobre la renta del suelo. [...] Indemnización a los arrendatarios por las mejoras que dejen en los campos. Reglamentación higiénica del trabajo industrial y agrícola. Obligación de dar alojamiento higiénico a los trabajadores del campo. 4 Estas propuestas buscaban lograr que el Estado impusiera un conjunto de normas institucionales regulatorias en particular, de las relaciones económicas entre los agricultores arrendatarios y los sectores propietarios terratenientes que les arrendaban sus tierras les imponían condiciones leoninas para acceder al uso de la tierra. Esas condiciones no eran otras que las que Marx definió como las libertades capitalistas evitando la subordinación de los sectores de la producción agrícola a la coacción económico- especulativa de los terratenientes. Pero además, defendió un conjunto de medidas que modificaban profundamente el sistema impositivo argentino de principios de siglo, como la aplicación de gravámenes a la tierra y la exención de los que pesaban sobre la producción rural, buscando terminar con las condiciones políticas y económicas que aseguraban a los terratenientes continuar especulando con el control y monopolio de la tierra, obligándolos de ese modo a abandonar su lógica especulativa en el mercado de tierras y transformarse en un actor económico. A su vez, la desgravación de impuestos sobre la producción agrícola y de los pequeños ganaderos, apuntaba a que éstos sectores muy importantes numéricamente en la región pampeana, pudieran desarrollar al máximo las posibilidades de la empresa agraria y se convirtieran en una pujante burguesía rural capaz de desarrollar las fuerzas productivas en el campo, liquidando el poder terrateniente. A partir de este programa agrario, el socialismo que hasta ese momento había concentrado su acción política en la lucha urbana, desplazó ese foco hacia la política 4 Partido Socialista El Partido Socialista y los Agricultores. Doce años de acción y de propaganda. Buenos Aires, La Vanguardia, 1913, p.15 – 16. 4 rural, colocando en su centro a la cuestión agraria pampeana como problemática para su acción política.(GRACIANO, 2006, pp. 87 – 115) Así, además de fundamentar esa redefinición de la estrategia partidaria encarada por el liderazgo de Justo, el programa de acción agrario socialista instrumentó en propuestas políticas la teorización que sobre el capitalismo habían construido en gran medida los primeros dirigentes socialistas como Lallemant. En efecto, la política partidaria continuaba manteniendo una evaluación del agro ubicando al latifundio y a la clase terrateniente como el obstáculo central al desarrollo capitalista del país y de una democracia política como condiciones necesarias para la construcción del socialismo, la misma fue desgajando de su análisis las categorías marxistas, tan definitorias en la propuesta de Lallemant. En efecto, Justo entrevió en ese proceso un camino alternativo que podía ser impulsado por el programa agrario socialista: el del desenvolvimiento de una agricultura de pequeños productores independientes que dispusieran de la tierra en propiedad o en largos plazos de usufructo. Como demostraban las medidas del programa agrario referidas a mejorar la situación laboral y las condiciones de vida del proletariado rural, la estrategia política socialista priorizaba su esfuerzo en lograr el apoyo de los agricultores arrendatarios en particular, desplazando a aquellos a un segundo lugar en la conformación de coalición urbana - rural que pretendieron construir. Asimismo, si bien en los fundamentos de la nueva política se señalaba como un proceso inexorable la separación entre los productores y su medio de producción, a causa del proceso de concentración de la propiedad de la tierra, se desechaba la posibilidad de organizar la explotación de la agricultura de modo colectivo, propuesta por los pioneros del socialismo en el país en 1890. La dirigencia partidaria liderada por Justo, pasó así a postular que la agricultura vivía un proceso inverso al experimentado por la industria: la explotación del suelo tendía a subdividirse en pequeñas explotaciones. Con relación a esta tesis sobre la evolución agrícola pampeana, el partido comenzó a proponer también la organización cooperativista de los agricultores, propuesta que ya había oficializado con respecto a los obreros urbanos, a quienes exhortaba permanentemente a desarrollar la cooperación libre. En la visión de sus principales dirigentes (Juan B. Justo, Nicolás Repetto, Enrique Dickmann, Jacinto Oddone, Mario Bravo), el cooperativismo agrícola pasó a ser propagandizado ante los productores como la estrategia de acción económica clave que les permitiría desarrollar las formas de la asociación libre, desarrollar colectivamente su propia infraestructura productiva, adquirir insumos y utilizar maquinarias y, fundamentalmente enfrentar con éxito el poder de las grandes empresas de comercialización de granos. Así fundaba teóricamente Justo la importancia del cooperativismo con relación a las características del proceso de desarrollo de la agricultura: Y si la producción agrícola descentraliza en manos un número creciente de cultivadores autónomos, el progreso técnico determina entre éstos relaciones económicas nuevas, que hacen su esfuerzo más eficaz. Los campesinos se asocian para beneficiar, acondicionar y vender sus productos, para adquirir semillas, máquinas y abonos, para asegurarse mutuamente las cosechas y el ganado y aplicar sus ahorros en instituciones rurales de crédito. (JUSTO, 1969, p. 111) El cooperativismo se convirtió para los socialistas, en una estrategia clave para el desarrollo de un capitalismo fundado en la pequeña explotación tipo granja como alternativa al gran latifundio ganadero. Además, el mismo venía a permitir a los productores comenzar a llevar adelante formas parciales de socialización de la economía y de gestión y de dirección de sectores de la economía. No menos importante, 5 desempeñaría una función política gravitante, ya que su desarrollo permitiría llevar adelante la difusión de los principios socialistas entre los agricultores.5 Desde principios del nuevo siglo los socialistas priorizaron en su acción rural defender estas propuestas, aunque con el surgimiento de las primeras protestas de los agricultores pampeanos en 1912, conocidas como el Grito de Alcorta, comenzaron a hacer hincapié en la necesidad de que estos sectores llevaran adelante su propia organización corporativa de defensa de intereses, que precisamente surgiría a partir de esas protestas: la Federación Agraria Argentina. Si embargo, el diputado Justo señaló en reiteradas ocasiones que esa organización gremial era limitada, ya que se situaba en la defensa de sus intereses económicos pero constituía sólo una respuesta en el terreno económico. Para el ya diputado socialista, esa acción de los agricultores debía ampliarse a la acción política directa, sumándose a las filas del partido que según su propia definición, poseía un programa económico que brindaba soluciones específicas a las dificultades que enfrentaban estos productores como empresarios agrícolas. Sería a partir del comienzo de la primera experiencia de democracia que experimentó el país y a partir de la crítica situación en que entró la economía nacional desde 1913 (a causa de la crisis de los Balcanes y luego de la Gran Guerra europea), que la dirigencia socialista desarrollaría con amplitud sus propuestas agrarias, en particular aquellas que se vincularon a lograr mejores condiciones económicas para el desarrollo de la agricultura pampeana. 3-Las evaluaciones y programas de los partidos Socialista y Comunista de Argentina, entre la guerra europea y la crisis mundial, 1913-1929. En un sistema político reformado desde 1912 en función de la competencia de los partidos políticos en torno al sufragio, los socialistas afirmarían no sin cierta razón, ser la primera fuerza política que había planteado los problemas de organización y funcionamiento de la agricultura pampeana y propuesto las soluciones a los mismos en su programa agrario de 1901. A lo largo de las casi dos décadas de duración de la primera experiencia de democracia en el país, el socialismo intentó dar concreción legislativa a ese programa e impulsó una sistemática campaña rural buscando lograr la incorporación al partido de los agricultores. Ya en julio de 1912, con motivo del conflicto agrario de Santa Fé de ese mismo año, los socialistas instalaron por primera vez en las cámaras legislativas de modo permanente, la cuestión agraria pampeana, denunciando la existencia de un régimen de la tierra dominado por la gran propiedad que subordinaba a la agricultura a una existencia precaria y sometida a la voluntad del terrateniente, imponiendo condiciones leoninas a los agricultores arrendatarios. En esa oportunidad, el diputado Justo interpeló al Ministro de Agricultura denunciando esa situación y apoyando la organización gremial de los chacareros para defender sus intereses de los abusos de los propietarios, defendió como auspiciosa la organización política de los agricultores, exigiendo al gobierno conservador llevar adelante llevar adelante una legislación que regulara las relaciones entre arrendatarios y propietarios, y modificara el régimen impositivo que gravaba la producción agrícola y el trabajo, haciendo recaer la imposición sobre la tierra 5 El Partido Socialista fue también de los primeros que impulsó en el país el cooperativismo entre los obreros y sus dirigentes participaron activamente en su organización. La fundación de cooperativas de consumo y edificación por parte de los obreros urbanos fue impulsada por los socialistas desde 1900 y en 1905 estos dirigentes fundaron la cooperativa El Hogar Obrero, siendo presidida por Justo en sus primeros años. 6 a través de impuestos a su mayor valor, terminando así con la especulación sobre su mayor valor. En este sentido señalaba: …el trabajador argentino de la tierra está cada vez más lejos de poder hacerse dueño del pedazo de tierra que cultiva. Se habla continuamente de que en este país todo el mundo se hace rico. Antes, señor presidente, con el trabajo de un mes, podía tal vez un obrero económico adquirir una hectárea de tierra; ahora la adquisición de esa misma tierra no le sería posible quizá con el ahorro de un año. Y esa diferencia se ha establecido en el espacio de ocho a diez años. El impuesto al mayor valor tendrá este significado, el de facilitar la adquisición de la tierra a los trabajadores, como propietarios o arrendatarios, el de alejar a los actuales terratenientes del deseo de conservar esa tierra, que conservan hoy, no por la renta que les da, sino como objeto de especulación. Agregando: “Sería una ley que vendría atenuar las condiciones del privilegio en este país, y tendería a hacer una verdadera obra de solidaridad social, acercar a los trabajadores del campo a la política nacional. (JUSTO, 1912-1913, p. 72) Un año después, el bloque socialista presentó a la cámara un proyecto de ley que buscaba imponer algunas de las propuestas del partido sobre regulación de los arrendamientos, con la que establecía la indemnización a los arrendatarios de las mejoras incorporadas en los campos, fundando el proyecto no sólo sobre la situación de crisis de los productores agrícolas, sino también en la tesis sobre la separación entre propiedad de la tierra y los productores en términos de realización del proceso capitalista en la agricultura, de concentración de la propiedad de la tierra y la separación cada vez mayor de ella de los productores directos: “La tendencia actual en el mundo es la separación de la propiedad de la tierra de manos de quienes la cultivan.”6 La situación que marcaba el proceso capitalista y la crítica situación agrícola demandaba una regulación de las condiciones de desenvolvimiento productivo de los agricultores arrendatarios, para generar las condiciones de explotación racional de la chacra. Este era un aspecto clave en el pensamiento socialista para lograr del desarrollo de una agricultura capitalista alternativa a la de la estancia ganadera, la gran estrategia de modernización económica del país desde el último cuarto del siglo XIX. Así, sostenían los parlamentarios: Es bien evidente que los chacareros no mejoran la tierra ni construyen una buena habitación porque no se quieren exponer, ó porque tienen, mejor dicho, la seguridad de que si lo hacen sin garantías legales de indemnización, es dinero que regalan al propietario. (JUSTO, 1912-1913, p. 136) La acción parlamentaria socialista puso gran empeño a lo largo de los años de guerra y en la posguerra, por lograr crear los mecanismos legales que aseguraran las condiciones económicas el desenvolvimiento productivo y empresarial de los pequeños agricultores pampeanos, con el fin explícito de lograr convertirlos en un empresariado agrario capaz de transformar las relaciones capitalistas en el agro y para ello impulsó una amplia serie de proyectos destinados a lograr medidas para abaratar la provisión de semillas y bolsas para la recolección de las cosechas (1912), extensión de los plazos de arriendo a los agricultores hasta cinco años (1913), impulso de la colonización agrícola (1916 y 1924), impuestos y regulación a los subarrendadores de tierras (1917), fomento de la organización las cooperativas agrícolas (1917 y 1919), creación del crédito agrícola en el Banco de la Nación (1919, 1926 y 1928), organización de una compañía nacional de elevadores de granos (1929), entre otros. Por supuesto, para los socialistas estas medidas eran incompletas para reorganizar la agricultura pampeana si no se 6 El proyecto fue impulsado por los diputados Justo, Alfredo Palacios, Nicolás Repetto, y Mario Bravo. Juan B. Justo La Obra Parlamentaria (mayo 1913 – Abril 1914), Valencia, Editorial Prometeo, S/f, pp. 131 a 137. 7 reformaba el sistema impositivo nacional, gravando el suelo y liquidando de ese modo con las condiciones económicas que permitían la especulación con el alza del valor del mismo. Esta reforma, fue propuesta en repetidas ocasiones por los socialistas, pero careció de cualquier posibilidad de ser promulgada, como parte del conjunto de iniciativas parlamentarias del partido. Para sus militantes y dirigentes, la posibilidad misma de reformar el capitalismo argentino giraba fundamentalmente en torno a los impuestos a la tierra, pero no era difícil advertir que ese objetivo era una conquista difícil de conseguir, no sólo por el importante poder político que aún en el marco de democracia mantenían las fuerzas conservadoras (que rechazaban mayoritariamente estas soluciones), sino también por que los gobiernos Radicales que sí resultaron el partido dominante durante toda la etapa, no impulsaron una política rural que transformara las bases de organización y funcionamiento vigente del agro argentino desde el siglo anterior. Aún así las iniciativas parlamentarias socialistas demostraban la reiterada campaña del partido por lograr crear otras condiciones alternativas para el desenvolvimiento productivo de la agricultura pampeana y ella mostró ciertos logros en el congreso nacional, al lograr votarse en septiembre de 1921, en el marco de un a nueva crisis agraria, una primera ley de arrendamientos rurales (la número 11.170) denominada Ley Contractual Agraria. La ley estableció muchas de las medidas reclamadas desde 1901 por los socialistas: extensión de los plazos de arriendo, indemnización por mejoras, libertad de contratación de las actividades agrícolas, de comercialización de los productos y de seguro, inembargabilidad de ciertos bienes muebles, implementos agrícolas, semillas y animales para la cosecha.7 A lo largo de estos años críticos marcados por la guerra, pero también en la década del ´20 que tendió a recrear las condiciones mundiales favorables expansión y precios para la agricultura argentina hasta 1929, los socialistas impulsaron una amplia campaña desde sus centros y publicaciones, para lograr influir directamente en las ligas de agricultores pampeanos con el fin no sólo de lograr su incorporación al partido, sino también de verdadera extensión y capacitación técnica y económica de los chacareros pampeanos, que venía a resultar toda una campaña “pedagógica” hacia este sector, orientada a recrear y racionalizar sus prácticas empresariales, productivas y comerciales para lograr hacer surgir en las pampas a los prototipos de agricultor y a las formas de organización agrícola que los socialistas tomaron como modelo y que remitía a los países de colonización nueva como Estados Unidos, Canadá Australia y Nueva Zelanda. En ellos valoraban el agricultor de las praderas norteamericanas o de Canadá, al pequeño productor ganadero australiano y de Nueva Zelanda. Más que reproducirlos, los socialistas valoraban en esos modelos las políticas gubernamentales destinadas a suprimir la concentración de la propiedad y favorecer el desarrollo de la pequeña propiedad, de fomento de la racionalización técnica y empresarial de los productores y de su organización cooperativista, de su impulso al desarrollo material y educativo de la sociedad rural (a través por ejemplo de la escuela de campo), como también de las diversas iniciativas que en el mismo sentido de mejorar sus condiciones de producción y de vida social promovían espontáneamente los mismos productores. A través de La Vanguardia y revistas como Acción Socialista, el partido difundió numerosos artículos sobre la organización cooperativista y la construcción de elevadores de granos realizadas por los productores de esos países, destinados a demostrar las ventajas económicas que para los agricultores argentinos implicarían su 7 Junto a estas iniciativas parlamentarias los legisladores socialistas también impulsaron otras destinadas a lograr mejores condiciones laborales de los trabajadores, cuya fundamentación puso de manifiesto que las mismas ocupaban un lugar secundario en las propuestas agrarias socialistas. 8 implementación, como también de artículos que aconsejaban técnicas de selección de las semillas de cultivo hasta la explotación de cerdos y la huerta doméstica. Pero la campaña de su acción hacia los chacareros se concentró en la promoción entre éstos de la creación de cooperativas de consumo, de elevadores de granos y depósitos de cereales, de utilización de maquinarias y de seguros contra los siniestros climáticos. Justo señaló en un artículo de 1918 las posibilidades económicas que abría el cooperativismo a los chacareros pampeanos: La cooperación de los productores rurales autónomos tiene en consecuencia para ellos un valor muy superior al de las ventajas pecuniarias, ya grandes de por sí, que les proporciona. La cooperación agraria es también la vía por la cual pueden difundirse pronto ente los productores asociados los nuevos métodos de cultivo, que sin ella tardan mucho en propagarse. 8 A ellas se sumaban otras que hacían además a la posibilidad de desarrollar en la campaña otras mejores condiciones de vida social y cultural, organizando bibliotecas y escuelas y servicios de salud y sanitarios de los que la campaña argentina se encontraba desprovistas por la imprevisión gubernamental: Y al mismo tiempo, ofrece la cooperación al chacarero ocasiones frecuentes de trato saludable y fecundo con sus camaradas, y da a sus familias oportunidad de emprender en común obras de entretenimiento y coeducación, que levanten y embellezcan la vida social del campo. La cooperación conduciría así a los chacareros a vivir mejor. Y no cabe duda de que conduce en todas partes a una alta conciencia política del pueblo trabajador del campo.9 Los legisladores socialistas presentaron en diversas oportunidades (1915, 1921 y 1923) proyectos de ley de impulso al movimiento cooperativista y en particular del cooperativismo agrícola (1917), brindando en ellas un marco regulatorio que asegurara el éxito de esas iniciativas. Asimismo, desde su actuación en “El Hogar Obrero” lograron realizar la Primera Conferencia de las Cooperativas Argentinas en 1919, en cuyas sesiones se propuso organizar una federación que asociara a estas entidades y se reclamó la sanción de una legislación específica para su desenvolvimiento.10 La dirigencia del partido celebró como un gran acontecimiento político y una conquista para los trabajadores y los agricultores, la sanción en diciembre de 1926, de la ley 11.388 presentada por Justo y que regulaba normativamente la creación y funcionamiento de las sociedades cooperativas en el país y de otra (la 11.380) que facultaba al Banco de la Nación a realizar préstamos a las cooperativas con plazos no menores de seis meses y al Banco Hipotecario Nacional a efectuarlos a las de tipo agrícola, con fines a la construcción de depósitos, graneros, elevadores, instalaciones para la industria lechera y a la industrialización de materias primas nacionales. Sin embargo, estas iniciativas del partido recibieron frontales cuestionamientos desde 1918, por parte de los sectores internos que darían surgimiento a los primeros intentos de organización del Partido Comunista en el país. En efecto, la política hacia el campo de la dirigencia socialista fue duramente cuestionada en uno de los primeros Juan B. Justo “La ciudad y el campo.” Publicado originalmente en 1920 en El pensamiento argentino. Se reproduce aquí de la Revista Socialista, año II, n° 20, enero de 1932, p. 8. 9 Ibídem, pp. 8 -9. 10 El partido instó a sus militantes a promover la formación de cooperativas agrícolas y a incorporarse s ellas y la mayoría de sus dirigentes fueron cooperativistas que asumieron roles de organización y dirección de alguna de ellas. Así por ejemplo, Nicolás Repetto dio en diversas ocasiones conferencias sobre cooperativismo e impulsó la formación de una en Tío Pujío (provincia de Córdoba) en 1919, asesorando a los agricultores sobre la redacción de sus estatutos. Nicolás Repetto Mi paso por la Agricultura. Buenos Aires, Santiago Rueda, 1959, pp. 64 a 69 y 264 a 268. 8 9 documentos que llevaron a la fundación del Partido Socialista Internacional en ese año. Así afirmaban: ...el problema agrario revestiría los mismos graves contornos que presenta hasta la fecha en este país que dispone de enormes extensiones de tierras fértiles y despobladas, debido al criterio de clase de los gobiernos que mantienen improductivas la tierra del Estado y no combaten el mal de la acaparamiento y del latifundio. En pocos lados, como en la Argentina, importa mantener en toda su integridad, el programa agrario Socialista, facilitando el acceso a la tierra, con la cooperación económica de la colectividad, a todos los trabajadores que deseen cultivarla. Sobre 2.952.550 kilómetros cuadrados 1.321.081 pertenecen al Estado, a pesar del escandaloso latrocinio de la tierra pública. El resto está acaparado por un puñado de latifundistas. ¿No es ésta una situación espléndida para bregar por la socialización del suelo?.11 Los pioneros del comunismo en el país (entre los que se encontraban Victorio Codovilla, Luis Koifman, José Penelón y Juan Ferlini, entre otros), comenzaron a recuperar las evaluaciones marxistas del desenvolvimiento capitalista en el campo, proponiendo nuevamente que el programa agrario de la izquierda se diseñara sobre la base de las tesis del proceso de concentración de la tierra y de proletarización de los agricultores. La política hacia el campo debía definirse impulsando la organización de los peones rurales y señalando directamente a la pequeña burguesía rural, que carecía de cualquier posibilidad de desarrollo de su pequeña explotación económica en propiedad, destinada a desaparecer por el avance del dominio del capitalismo agricultura como inevitable. He ahí que se recurría nuevamente a los argumentos sobre el problema agrario de Marx en La nacionalización de la tierra, de los desarrollados por Engels en El Problema Agrario y por Kautsky en La cuestión agraria. Los comunistas cuestionaban fuertemente la orientación de la estrategia agraria socialista y en particular, sus proyectos legislativos destinados a defender las pretensiones ilusorias a su entender de los productores, de conservar su propiedad y la actitud política de sus dirigentes que desmerecía directamente a los trabajadores como el actor político privilegiado de toda política de izquierda. Así por ejemplo, se cuestionaba el proyecto legislativo sobre colonización agraria del diputado socialista Antonio De Tomaso, por defender esas pretensiones de hacer propietarios a los agricultores y de negar cualquier reivindicación de clase de los trabajadores del campo. Así se evaluaba este proyecto como defensor del orden capitalista, no ser otra cosa que una propuesta conservadora: Ese proyecto no tiene en cuenta para nada el programa agrario socialista, de vital importancia en un país agrícolo; ni siquiera se preocupa de la suerte de los trabajadores del campo. Establece la cesión de tierra a los agricultores que posean varios miles de pesos, de los cuales, el 20 % debe entregarse al contado. Contempla, exclusivamente, la situación de los pequeños capitalistas, bajo un punto de vista netamente conservador. Habla despectivamente de los trabajadores del campo sin recursos, a quienes llama descamisados.12 Por supuesto, el surgimiento de esta nueva fuerza política se inscribía en la de la irrupción de la revolución bolchevique en Rusia y defendía inicialmente una estrategia revolucionaria para construir el socialismo, criticando la estrategia reformista y parlamentaria dominante en el Partido Socialista desde sus primeros años.13 11 Partido Socialista Internacional Historia del socialismo marxista en las República Argentina. Origen del Partido Socialista Internacional. Buenos Aires, 1919, p. 7. 12 Ibídem, p. 6. 13 Sobre los orígenes del PC, pueden consultarse PASO, Leonardo (1982). Historia de los Partidos Políticos en la Argentina, 1900-1930. Buenos Aires, Directa, pp. 529 a 550. CORBIÈRE, Emilio J. (1984). Orígenes del comunismo argentino. (El Partido Socialista Internacional). Buenos Aires, CEAL. 10 La nueva fuerza política adoptó una “Declaración de Principios” que retomaba las tesis marxistas sobre el desarrollo capitalista que el mismo Partido Socialista había hecho suyas dos décadas antes, pero a las que había “olvidado” según los comunistas. Ello implicaba reafirmar que el proceso de socialización de los medios de producción era inevitable, dando lugar a las condiciones para suprimir el capitalismo y crear un orden social sobre la base de la propiedad colectiva o social de los medios de producción.(CAMPIONE, 2005, p 98) Sin embargo, durante toda la década de 1920 los comunistas enfrentaron diversas dificultades para oficializar una estrategia política definida de tipo marxista leninista debido a las disputas ideológicas en torno a la misma, que terminaron en varios conflictos internos y divisiones, que se expresaron en los congresos partidarios realizados desde sus orígenes (un total de ocho). Aún así, todos compartían una evaluación del desenvolvimiento capitalista argentino que se sostenía la tesis del imperialismo: el país se encontraba bajo en una situación colonial bajo la dominación del capital británico al que se sumaba el capital norteamericano que le disputaba ese dominio. Aquí la alianza entre la clase terrateniente y el imperialismo fungía como instrumento de realización de esa dominación colonial imperialista y de asegurar su situación colonial. El latifundio era la gran base del poder de esa clase terrateniente, a la que definían también como parasitaria y de tipo feudal. Por supuesto, todos sus dirigentes defendieron la política de reforma agraria, la nacionalización del suelo y luego la colectivización agrícola en Rusia por Lenin y luego Stalin. (PASO, 1982, pp. 529-550) Fue en su VIII Congreso de 1928, en el cuál se logró definir una estrategia política definitiva en la que ese impuso la corriente liderada por Victoria Codovilla, Rodolfo Ghioldi y Paulino González Alberdi, entre otros. En él se aprobaron una serie de tesis que iban a definir la línea política oficial del partido durante varias décadas y también sus definiciones de la lucha en el campo. Además de su realidad de dominación colonial, se afirmaba la dependencia económico-comercial del mercado exterior y se afirmaba la existencia de una agricultura dominada por la gran propiedad territorial y una clase terrateniente parasitaria aliada al capital inglés. Así afirmaba una de las Tesis del congreso: La Argentina está sometida a la fiscalización económica y política del imperialismo y más precisamente de las potencias imperialistas más fuertes del globo, los Estados Unidos y Gran Bretaña. Añadida a esto la circunstancia de que la economía nacional se encuentra en grado de dependencia poco menos que absoluta del mercado internacional, se explica la repersecución inmediata que sobre ella ejercen los hechos y variaciones acaecidos en el orden mundial. 14 Las propuestas para lograr liquidar esa realidad colonial imperialista se ubicaron en lograr llevar adelante una revolución a la vez agraria y antiimperialista, que eliminara la alianza entre el imperialismo británico –norteamericano y la gran burguesía terrateniente y a esos mismos actores económicos políticos, asegurando también una vía de desarrollo capitalista autónoma para el país. Por supuesto, aquí eran ya evidentes los cambios de su estrategia política de 1918, ya que para llevar adelante los objetivos políticos definidos en el congreso de priorizar la lucha antiimperialista y anticolonial, se formulaba una estrategia de alianza político social contra esa dominación que incluía a el proletariado, el campesinado, la pequeña burguesía urbana. Así también, Campione, Daniel (2005). El Comunismo en Argentina. Sus primeros pasos. Buenos Aires, Ediciones del CCC. 14 VIII Congreso del Partido Comunista. Reproducido en Paulino González Alberdi Por qué está en crisis la economía argentina. Buenos Aires, Anteo, 1949, p.30. 11 reivindicaban frente a la realidad agraria nacional la tesis de “la tierra a quien la trabaja”, promoviendo las luchas por la tierra de los sectores de la pequeña burguesía rural conformada por los agricultores propietarios y arrendatarios desde sus corporaciones gremiales. Así, si bien en le plano teórico la dirigencia del partido defendía la evolución inevitable hacia la concentración de la propiedad de la tierra y de la proletarización de los agricultores (a los que denominó sistemáticamente campesinos), defendió al igual que los socialistas su organización gremial y sus luchas en el terreno económico por las libertades capitalistas y su integración a una alianza política con los trabajadores, con al condición de que estos últimos lideraran la misma. De hecho no negaba el acceso a la tierra de los productores y veía con optimismo la constitución de una clase de pequeños productores agrícolas independientes capaces de permitir el desarrollo de las fuerzas productivas en el marco capitalista, y de crear así las condiciones para liquidar la dominación terrateniente – imperialista en el país. Pero a diferencia de los socialistas, los comunistas pusieron inicialmente un gran énfasis en la organización gremial de los obreros agrícolas y en su participación en un frente común de lucha política con los agricultores, manteniendo siempre su independencia. Su estrategia política si bien defendía la alianza entre los trabajadores y sectores de la pequeña burguesía conformada por los agricultores pampeanos, su programa para el campo situaba como objetivos la reforma agraria y la nacionalización del suelo, programa inscripto en su proyecto revolucionario revolución. Por supuesto, en ese camino, no desestimaba como ya se señaló, que los productores rurales se organizaran gremialmente y fundaran un movimiento cooperativista. Sin embargo, si bien estaban a favor de gravar con altos impuestos a la tierra, rechazaron hacer de la misma una política central de su lucha contra el latifundio y defendieron la expropiación y nacionalización del suelo como mecanismo para socializar directamente a la gran propiedad.15 En definitiva, en los albores de la crisis mundial de 1929, estas dos vertientes de las izquierdas argentinas había llevado adelante una evaluación global del capitalismo argentino y de los rasgos de organización y funcionamiento de la economía agraria pampeana. Por supuesto, esa evaluación había sido sistemática y amplia en el Partido Socialista, ejemplificado por oficializar un programa agrario en 1901 y de otorgarle a la política rural centralidad en su estrategia política desde esa fecha. El Partido Socialista Internacional rebautizado Partido Comunista desde diciembre de 1920, mostró en estos años anteriores a 1930, una menor capacidad de producir una lectura sistemática del agro pampeano en particular, debido centralmente a su situación de partido en formación y en permanente debate interno en lo ideológico por definir su estrategia política. Pero su rasgo singular fue recuperar las categorías de análisis marxista para definir las características específicas del desenvolvimiento capitalista del país y de su situación de dependencia bajo dominio imperialista. Por supuesto, ambos partidos compartían más de un punto en común, entre ellos la definición común de la existencia de una clase terrateniente ganadera que poseía el monopolio de la tierra y aseguraba su poder social a través de su alianza subordinada con el capital británico en particular. La crisis económica de fin de la década y la nueva e inédita coyuntura que generó a la economía argentina y sobre su economía agraria, dio la oportunidad a nuevas lecturas de la situación del capitalismo argentino y del agro pampeano, que demostraron también una rápida capacidad de respuesta por parte de las izquierdas para procesar y elaborar no sólo diagnósticos sino también respuestas a la nueva crítica situación. 15 En su programa de 1918, los comunistas defendieron por ejemplo, el desarrollo del cooperativismo obrero para el consumo y la producción. 12 4- Las respuestas de la izquierda a la crisis mundial, 1929-1933. Aunque la Gran Depresión mundial de octubre de 1929 comenzó a hacer sentir sus negativas consecuencias sobre la economía argentina ya desde mediados de 1930 y las mismas fueron rápidamente señaladas con alarma por socialistas y comunistas, la más significativa de ellas, que fue producir el comienzo del inexorable agotamiento del desenvolvimiento capitalista agrario del país, quedaron fuera de la evaluación de las dirigencias de izquierda. Pero si bien ambos partidos no vieron en la crisis económica internacional la quiebra del modelo agroexportador fundado en la división internacional del trabajo decimonónica y en la alianza interimperialista con Gran Bretaña y, por lo general, creyeron que se trataba de otra de las pasajeras y repetidas crisis capitalista, sí señalaron con agudeza su alcance mundial y su extrema profundidad para la economía agraria pampeana. La caída de las exportaciones agrícolas y la más brutal de los precios de exportación de los cereales, las quiebras y desalojos de los agricultores, la reducción del trabajo rural y el paro creciente, el despoblamiento de la campaña, pero también el cese de la inmigración y el acrecentamiento de la emigración, fueron denuncias permanentes de los partidos Socialista y Comunista desde el inicio de la nueva década. Al abordar el análisis de las propuestas agrarias de las izquierdas en estos años marcados por la crisis mundial, debe señalarse también que la misma fue un factor central en la supresión de la primera experiencia de democracia política en la Argentina, ya que generó las condiciones políticas propicias que permitieron el triunfo del golpe de Estado militar de septiembre de 1930 y la restauración en el control del Estado a las clases dominantes conservadoras, primero mediante una efímera dictadura militar (presidida por el general Uriburu) y desde 1932 a partir de un restablecimiento de un régimen político fundado en el fraude electoral y la represión de las clases medias y obrera. En esas nuevas condiciones políticas, distinta fue la situación de los partidos Socialista y Comunista: mientras el primero fue tolerado como oposición siempre que aceptara un papel de minoría adaptado a las nuevas reglas políticas impuestas por la revolución, el segundo fue directamente colocado en la ilegalidad y sus dirigentes y militantes duramente perseguidos por la policía. Ello generó condiciones muy diferentes a su acción política no sólo a comienzos de los años ’30 sino a lo largo de toda la década, ya que en éste último caso, los gobiernos neoconservadores nunca le permitieron salir de esa condición de proscripción y el comunismo fue reconocido siempre por el Estado como un problema policial más que como otro actor político aceptable en la competencia electoral. La relativa indemnidad que gozó el socialismo en esos años le permitió generar un amplio debate sobre la realidad agraria pampeana que superó con amplitud a la escasamente producida en esa nueva situación política nacional por los comunistas. En el plazo que transcurrió entre 1930 y 1933, la dirigencia socialista produjo un muy significativo número de trabajos destinados al estudio del impacto económico y social sobre la agricultura pampeana que se difundió ampliamente en La Vanguardia, en la Revista Socialista y en sus congresos partidarios organizados en esta etapa. Más aún, los socialistas respondieron rápidamente a la crisis, ya que a mediados de 1930, en los momentos en que los síntomas negativos de ella golpeaban ya duramente a la economía argentina y en particular a su agro, la editorial del partido publicó el libro del dirigente Jacinto Oddone La burguesía terrateniente argentina, todo un alegato antilatifundista que estudiaba históricamente el traspaso de la tierra pública en el país y la formación de la gran propiedad en el país. El libro, que había sido concebido en realidad en 1928 – 1929, ofreció al debate público nacional un diagnóstico muy negativo de esa realidad agraria que se potenciaba por la nueva crisis agraria, pero 13 que mostraba su enfoque reduccionista y extemporáneo de la misma, ya que ubicaba sus causas fundamentales en la existencia de la gran propiedad ganadera y de una clase de grandes terratenientes parasitarios y especuladores. En efecto, si la obra era un minucioso estudio histórico, no indicaba los factores internacionales que incidían en ella y culminaba señalando algunas de las medidas de un programa agrario fundamental para cambiar esa situación, que los socialistas ya habían propuesto en las dos décadas anteriores para transformar la agricultura pampeana: impuestos a la tierra y expropiaciones para lograr la eliminación de los latifundios, poblamiento del campo a través de la colonización agrícola en base a familias de inmigrantes. Aunque tampoco su análisis daba cuenta de la nueva situación nacional creada por la revolución septembrina, su denuncia de un régimen de poder político dominado por la burguesía terrateniente, convirtió al libro en un instrumento de la lucha política socialista nacional en toda la década, permitiéndole fundar en él la definición de la existencia de un régimen oligárquico terrateniente que los dirigentes realizaron de los gobiernos conservadores de Agustín Justo, Roberto Ortiz y Ramón Castillo. Oddone concluía con una extensa definición de la tarea política a emprender para dar solución a la problemática agraria pampeana: En tanto el problema del latifundio sigue en pie, los colonos continúan su vida de peregrinación de campo en campo sin poder arraigar en parte alguna, sino a costa de entregar al dueño todo su trabajo, su sudor y su vida, mientras el país, que una inteligente política agraria tendente a proteger los intereses de los más podría cambiar radicalmente de aspecto, atrayendo labradores de los países más adelantados del mundo y poblando de familias campesinas la vasta campaña despoblada e inculta, continúa en poder de los terratenientes, que seguirán siendo el más grande obstáculo para su progreso.(ODDONE, 1930, p. 209) Las propuestas de este dirigente eran esencialmente el programa de transformación agrícola que los socialistas habían defendido en el Congreso Nacional, y se adaptaban perfectamente a las soluciones necesarias a una economía agraria marcada (a excepción de los años de la Primera Guerra) por la expansión agropecuaria e inscripta en la especialización productiva del capitalismo internacional hegemonizado por Inglaterra. Sin desautorizar la pertinencia de ese programa agrario, el nuevo marco que ofrecía la economía pampeana desde la crisis las convertía en por lo menos, una solución muy parcial de la misma. Sería en el transcurso de los tres siguientes años que el funcionamiento relativamente normal de la actividad política de los centros socialistas y la edición regular de sus publicaciones partidarias, permitió generar diversos diagnósticos parciales que comenzaron a mostrar la inflexión que en el pensamiento económico partidario produjo la crisis mundial. Ellos fueron expuestos en primer lugar, a través de la ya citada Revista Socialista, en la cuál se comenzó a definir al crack del ’29 como un factor clave para comprender la crisis económica que vivía el país. En sus páginas, se señaló precisamente a la crisis mundial como una nueva realidad que impactaba de lleno sobre la economía nacional y en particular sobre su agricultura. Para sus articulistas, la crisis derivaba de la ausencia de mecanismos que regularan el funcionamiento de la producción y del mercado capitalista, causa fundamental de la superproducción industrial y agrícola que lo había hundido en la crisis mundial. Se trataba centralmente de una crisis de superproducción de bienes primarios e industriales (impulsada por la reconstrucción económica europea de posguerra, el crecimiento agrícola - industrial de Estados Unidos y el avance de la agricultura soviética) e inherente por lo tanto, a la dinámica de los ciclos económicos del régimen capitalista. Un aspecto gravitante de esa crisis era la que en particular afectaba a la agricultura en el mundo, a causa de la gran caída de los precios cerealeros desde 1925. Así, para la mayoría de los socialistas el 14 problema que había llevado a la crisis se encontraba en los años de la Gran Guerra, cuando la demanda de los países europeos de productos agrícolas impulsó al alza los precios mundiales y generó a una fuerte expansión de la producción de las áreas periféricas, pero que desde mediados de la década del ’20 (con la recuperación económica mundial), saturaría el mercado deprimiendo sus precios y generando la crisis de superproducción mundial. Por supuesto, tampoco dejaron de señalar otros factores ampliamente denunciados en las primeras tres décadas del siglo, como la existencia de un régimen de propiedad dominado por el latifundio, las altas tarifas ferroviarias, el monopolio del mercado de granos por cuatro empresas extranjeras, el oneroso crédito agrícola, el encarecimiento de los insumos y las maquinarias agrícolas por las barreras aduaneras y la depreciación de la moneda, la ausencia de infraestructura básica para el depósito y movilización de la producción (silos, elevadores, plataformas de embarque en las estaciones ferroviarias, caminos pavimentados) y la falta de organización cooperativa y gremial de los chacareros. Ya en la convocatoria a elecciones presidenciales de noviembre de 1932 -que buscó dotar a la revolución septembrina de mayores condiciones de legalidad institucional-, los socialistas establecieron una alianza electoral con el Partido Demócrata Progresista, conformando la fórmula Lisandro de La Torre – Nicolás Repetto. Su programa de gobierno si expresaba en lo político una defensa y profundización de la democracia parlamentaria frente al peligro del autoritarismo militar y fascista, en sus propuestas agrarias, promovió nuevamente un conjunto de medidas como los impuestos al suelo para dividir el latifundio, sumándole expresamente la expropiación como un mecanismo para lograrlo. Asimismo, figuraban entre otras medidas una política de rebaja de los fletes ferroviarios de la producción agrícola y la reformulación de la legislación sobre arrendamientos rurales, con el propósito de formar comisiones mixtas de agricultores y propietarios para fijar los valores de arriendo del suelo. En el punto 20 estableció: “Organización y fomento del crédito y de la cooperación agrícola, del servicio de elevadores de granos y del seguro agrícola integral.” 16 Este conjunto de medidas planteaban crear las condiciones económicas e institucionales para una organización definitiva de la producción cerealera pampeana que le permitiera salir de su estado de precariedad denunciado en las décadas previas, generando por la acción de gobierno tres condiciones básicas para ella: el acceso al crédito estatal, la formación de los agricultores en cooperativas que les permitiera organizar desde parte de las actividades de producción a la comercialización. Por último, los chacareros dispondrían de una red de depósitos y de un seguro contra pérdidas de cosechas que haría segura y viable la empresa agrícola, logrando así no sólo organizar su desenvolvimiento productivo en el marco de esas nuevas condiciones institucionales y económicas sino que además les otorgaría autonomía frente a las maniobras especulativas de las grandes empresas de comercialización de cereales. La centralidad que las medidas hacia el agro pampeano tuvieron en las propuestas de la coalición se explicaba por que buscaba obtener el apoyo de los sectores de los pequeños productores agrícolas y ganaderos y los peones rurales y la clase obrera de la ciudad, reeditando así la estrategia socialista de conformar un bloque político rural – urbano que quebrara el poder político - económico terrateniente. Sin embargo, el triunfo electoral del general Agustín Justo heredero de la revolución, pondría a la luz otra vez, el fracaso “La Alianza” documento reproducido en Partido Socialista XXI Congreso Ordinario (XXVII Congreso Nacional). Informes. Buenos Aires, LA Vanguardia, 1932, pp. 28 16 15 de la Alianza Civil por lograr sumar a su proyecto a los chacareros y trabajadores pampeanos. Un momento decisivo de discusión sobre la situación agraria pampeana resultó el XXI Congreso Ordinario del partido de 1932, en el cuál se rediscutió su estrategia rural a partir de la crisis mundial. Lo más sugerente del mismo es que surgió en su comisión de asuntos agrarios todo un debate que propuso la viabilidad económica de la organización de la agricultura en grandes explotaciones estatales siguiendo la experiencia soviética. Quienes defendieron la nacionalización y colectivización de la agricultura señalaron que ella posible debido al fracaso partidario en las décadas previas, de lograr una legislación que asegurase el desarrollo de la pequeña propiedad y era a su vez factible por la existencia previa de una gran concentración de la tierra en la pampa. Fueron los dirigentes como Enrique Dickmann y Nicolás Repetto, herederos de la conducción partidaria a la muerte de Justo, quienes argumentaron en el congreso en contra de estas propuestas, señalando que la experiencia de colectivización agraria soviética había terminado en un fracaso. El congreso terminó votando un programa agrario que mantenía los lineamientos básicos de la política rural del partido oficializada en 1901, insistiendo en su propuesta de defensa de la pequeña y mediana burguesía rural y en su legislación en defensa de las condiciones laborales y de vida de los trabajadores. Sus innovaciones correspondieron a un mayor énfasis en la política sobre tierras públicas, y en el énfasis que colocó en la promulgación de leyes que permitieran la expropiación por el Estado de tierras aptas para la agricultura y ganadería. A su vez, realizó una concesión a los defensores de las explotaciones colectivas, ya que el nuevo programa comenzó a defender también el desenvolvimiento de grandes unidades según el modelo de la colectivización agrícola, por cooperativas: El Estado facilitará, también, a quiénes carezcan de ellos, de los medios necesarios para instalarse en los lotes así concedidos. [...] El Estado propenderá a que parte de las tierras concedidas....sean explotadas en forma racional y colectiva por las cooperativas agrícolas ....17 Impuestos progresivos a la tierra y al propietario ausentista, legislación de expropiación de los latifundios, mejoras en las condiciones legales y económicas de los productores arrendatarios, fomento de la colonización agrícola y del crédito, rebaja de las tarifas ferroviarias, entre otros fueron las propuestas oficializadas por los socialistas y defendidas a lo largo de la década. Que su política tomaba como centro de su estrategia de lucha en el campo a los agricultores propietarios y arrendatarios con el fin de convertirlos en un actor económico y político capaz de quebrar el poder terrateniente ganadero, lo demuestra el amplio conjunto de medidas destinadas al impulso estatal del cooperativismo y la participación de los productores en la comercialización de su producción con el apoyo del Estado. Así se postulaba en su punto VIII: Creación de un resorte comercial con la participación de las cooperativas agrícolas, casas exportadoras de cereales y el Estado para la venta al exterior de la producción de granos. Control del comercio exterior de carnes y de otros productos agropecuarios.18 Muchas de estas propuestas agrarias volvieron a formar parte de la acción parlamentaria socialista: entre 1932 y 1933 presentaron un conjunto de proyectos legislativos que insistían en lograr mejorar la situación económica de los agricultores pampeanos y en particular, de los que desarrollaban la empresa agrícola bajo la forma 17 El programa y la discusión fueron reproducidos en las ediciones de La Vanguardia de 29 de mayo de 1932, pp. 1 a 4 y 12 y del día 30 de mayo, p. 10. 18 La Vanguardia, 29 de mayo de 1932, pp. 1 a 4 y 12 y del día 30 de mayo, p. 10. 16 de arrendamientos. Así, promovieron reformas a la ley de Prenda Agraria y el establecimiento de una moratoria de las operaciones comerciales garantidas por esta ley, la creación de un crédito agrario accesible a los productores con la creación de una sección de “Crédito Agrícola” en el Banco de la Nación y reformas a la legislación vigente sobre construcción de tinglados en estaciones ferroviarias con el fin de favorecer su ampliación. Pero las más importantes fueron las de organización de comisiones arbitrales para fijar el precio de los arrendamientos y la de creación de una compañía nacional de elevadores de granos. El primero de esos proyectos apuntaba a renegociar los cánones vigentes de la tierra para los productores sin tierra buscando beneficiarlos con una política de precios del suelo que llevara a la rebaja de los mismos; en tanto que el segundo pretendía generar las condiciones de almacenamiento aún faltantes en la campaña que permitieran a los productores, depositar sus cosechas y organizar cooperativas de comercialización, para negociar en mejores términos con las grandes empresas de comercialización sin la urgencia de venderlas por falta de infraestructura de conservación de la misma. Si bien estas respuestas a la crisis agrícola no fueron transformadas en ley por ser el bloque socialista minoritario en el Congreso, la paradoja de la nueva situación política del país llevó a que fuese el Ministro de Agricultura del nuevo gobierno, Antonio De Tomaso (un ex socialista y discípulo de Juan B. Justo), quien impulsara entre 1932 y 1933 medidas destinadas a paliar la emergencia de los agricultores, como el control estatal y la fijación de los precios para la comercialización de granos (creación de la Junta Reguladora de Granos en 1933), el control del Mercado a Término de Granos, la prohibición de comprar cereales por el sistema de precios a fijar (1932), la modificación de las condiciones legales de arrendamientos (1932), y la ley de construcción de elevadores públicos en 1933, y la provisión de semillas y préstamos para la siembra a los agricultores. A ello se sumó el alza de los precios internacionales de los cereales desde 1934, lo que mejoró temporalmente la situación económica de los agricultores. La conjunción de medidas estatales y la mejora de las condiciones del mercado mundial, suprimió las condiciones de posibilidad a los socialistas de movilizar políticamente a los chacareros pampeanos, pero resultaba evidente que tampoco lo habían logrado hacer en los momentos de mayor malestar económico de 1931-1932. La política hacia el agro del gobierno demostraba también que disputó con éxito al socialismo el monopolio que el mismo declamaba sobre las respuestas a la cuestión agraria y se posicionó frente a los sectores agrarios como el interlocutor que podía de hecho concretarlas, debido a su control de los resortes estatales. (GRACIANO, 2004, pp. 69-94) Como parte del extendido debate interno partidario sobre la realidad agraria pampeana, también en 1932, el dirigente Antonio Borras publicó Nuestra Cuestión Agraria. En defensa de la producción y del productor, un libro que sistematizó la discusión socialista de esos años a la luz de la crisis, a la vez que realizó una extensa exégesis del programa agrario votado ese mismo año, desarrollando sus diversas propuestas. Borrás dio en él una amplia atención a los problemas del desenvolvimiento precario de la agricultura pampeana, expuso con detalle la ausencia de organización corporativa y gremial de los agricultores, la falta de un sistema de crédito agrícola, el alto costo de los fletes ferroviarios, el monopolio de la comercialización de los granos por cuatro empresas internacionales, los impuestos gravosos sobre la producción cerealera, la extensión de la desocupación, entre otros temas. Sus respuestas a esos problemas no fueron otras que la contenidas en el programa socialista para el campo, pero el autor dedicaba especial énfasis al fomento de la organización cooperativista de los agricultores, en un punto titulado precisamente “Organización económica”, que detallaba la política que creía ahora más que nunca como fundamental, para crear las 17 condiciones económicas e institucionales básicas para el desenvolvimiento productivo de los agricultores, para su transformación en un actor económico predominante en el campo a partir del cuál construir una fuerza contrahegemónica en el escenario político argentino al poder terrateniente y del capital extranjero. Allí se postulaba: IV- Organización económica. –a) Creación de cooperativas para la adquisición de mercaderías y venta de productos; b) Construcción de una red de elevadores de granos cooperativos que abarque toda la zona agrícola; c) Creación de un organismo mixto entre el Estado y las cooperativas para la venta de los productos prescindiendo del Mercado a Término; d) Extensión y fomento del Pool argentino de granos y sanción de una ley al respecto, similar a la canadiense; e) Hasta tanto no se lleguen a realizar los dos puntos anteriores, intervención de los agricultores organizados en la fiscalización del actual Mercado a Término.(BORRÁS, 1932, pp. 252-253) La propuesta insistía en la comercialización directa por parte de los agricultores de sus cosechas, evitando quedar subordinados a los trusts cerealistas internacionales y se articulaba con la de imponer la creación de mecanismos que permitieran al Estado y a las cooperativas intervenir junto con las empresa exportadoras, en al venta de los granos argentinos. La propuesta buscaba así terminar con el control monopolista del comercio exterior de granos del país y otorgarle a los productores una intervención directa en los circuitos de su comercialización tanto local e internacional, siguiendo el modelo de los cooperativistas agrarios de Canadá. El cooperativismo de los productores permitiría sentar por fin las bases de una moderna economía agropecuaria capitalista, ya que los llevaría a adoptar las más avanzadas formas de organización empresarial y técnica, creando nuevos mecanismos de comercialización de sus productos, dotar a la campaña de la infraestructura de almacenamiento aún ausente (depósitos y elevadores) que les permitiera racionalizar la manipulación y movimiento de los cereales, reducir los costos y las pérdidas (mejorando la calidad de los granos), pero además, permitiría comenzar a industrializar parte de su producción, terminando por ejemplo con el trust de los molinos harineros, asegurando el pan barato a los trabajadores argentinos. En definitiva, la crisis habría la posibilidad por fin de lograr en el campo a través del cooperativismo, sentar las bases de una democracia económica. Como ya se señaló, la persecución policial de los gobiernos de Uriburu y Justo impidió a los comunistas desarrollar su acción política en estos primeros años de la década de 1930 y sólo hacia los últimos años de la misma pudieron darse una organización relativamente segura sin sufrir la represión directa estatal. Pero aún en esas condiciones adversas, produjeron una serie de trabajos sobre la economía agraria pampeana y sobre la política gubernamental hacia el sector que demostraban su permanente atención de su situación. Y lo que daba relevancia a uno de esos estudios titulado El Problema Agrario y la Crisis Actual, era que se debía a un conocedor directo de la realidad agraria cerealera, al tratarse de un antiguo chacarero pero quien también acumulaba una extensa experiencia de las relaciones socioeconómicas dominantes entre agricultores y propietarios terratenientes, ya que había participado en las primeras protestas rurales contra este último sector en las protestas agrarias de 1912 conocida como el Grito de Alcorta. El autor, José Boglich, hacía aún más singular el análisis de la crisis agraria mundial y de la agricultura pampeana, era que la diferenciaba también claramente de la socialista, ya las ponía en cuestión desde una rigurosa aplicación de la perspectiva marxista. De hecho Boglich recuperaba las tesis de Marx, Engels y del primer Kautsky, sobre el inevitable proceso de centralización capitalista de la producción rural y de organización racionalizada de la misma a través de la gran explotación. El proceso era similar al que Marx había ya indicado en El Capital para la producción urbano-industrial y derivaría en la inevitable expropiación y proletarización de la pequeña y mediana burguesía agraria pampeana y del pequeño campesino. La 18 crisis agrícola mundial daba a su entender razón a la lectura marxista del proceso de inexorable evolución hacia la concentración de los medios de producción y en particular de la tierra. Pero el libro a través de la reactualización de la evaluación marxista del proceso de concentración del capital en la agricultura expresada en el surgimiento de la gran explotación, enfilaba su crítica a la política agraria definida por el socialismo, calificándola como incapaz de dar solución a los problemas del campo ,ya que en el fondo se trata de una crisis del capitalismo que anunciaba su descomposición inminente en el futuro. No debe olvidarse [afirmaba] que los social-demócratas sostienen, según sus últimas teorías del reajuste económico y del capitalismo sano y organizado, que la solución del problema agrario es aún factible dentro de la economía capitalista. Para nosotros, no solamente no es posible una solución de la actual crisis agraria dentro del nuestro régimen social, sino que podemos afirmar, considerando la crisis imperante en su aspecto general, que no existe tal crisis agraria propiamente dicha, sino que se trata de una crisis del régimen capitalista y de su sistema de producción.(BOGLICH, 1933, introducción) Lo que mostraba la economía pampeana a su criterio, era ese inevitable proceso de avance del gran capital industrial bajo la forma de un capitalismo territorial y financiero monopolista sobre la agricultura, expoliando al agricultor y al trabajador. El libro exponía las formas bajo las cuáles ese capital concentrado había logrado dominar a la agricultura. Una de ellas se correspondía con un proceso de valorización especulativa y de hipotecamiento del suelo que el autor estudiaba para la región pampeana, que había quebrado el poder terrateniente en el agro y favorecido el monopolio del suelo por parte del capitalismo financiero. El terrateniente parasitario, aliado con la banca, tomó créditos hipotecando sus propiedades, lo que permitió a éste último pasar a controlar la renta del suelo a éste último: Pero estos cuantiosos otorgamientos de crédito hipotecario, que fue despilfarrando la vieja clase terrateniente, no han hecho más que quebrar su poder económico y afincar a la vez al capitalismo financiero en la propiedad del suelo. Porque si bien la alianza entre la aristocracia terrateniente y la bancocracia favoreció la especulación con la tierra y la elevación de su valor mercantil mediante los créditos hipotecarios, el capitalismo financiero encontró en esos empréstitos hipotecarios sobre el suelo, la brecha que facilitó su rápida penetración y absorción de la economía agrícola, sometiéndola bajo su dependencia sin necesidad de tener que esperar a que el proceso técnico – mecánico de explotación, ....le facilitase el camino para esa absorción... (BOGLICH, 1933, p. 156) Esta situación no sólo había quebrado el poder económico terrateniente subordinándolo al capital financiero, sino que gravitaba pesadamente sobre el trabajo de los agricultores, el campesinado y los trabajadores, quienes también con el dominio de la burguesía sobre la tierra, se encontraba subordinada a ella, siendo su trabajo el que serviría al pago del hipotecamiento del suelo: Los intereses de los 3.5000.000.000 pesos moneda nacional hipotecarios que gravitan sobre la propiedad rural en la Argentina, tendrán que salir del trabajo social de la masa obrera y campesina, aunque el valor mercantil de los productos haya descendido a un nivel que no cubre ni el costo de su producción, porque el capitalismo financiero no renunciará a ellos. (BOGLICH, 1933, p. 170) El proceso de apropiación de la pequeña y mediana producción agrícola por parte del capital concentrado se daba también bajo la forma “clásica” de desarrollo técnico –organizativo del capitalismo, que imponía las condiciones de centralización y racionalización empresarial de la producción también en el campo, tanto de las 19 actividades de industrialización como de comercialización. Boglich señala que esta fue una segunda gran forma de sometimiento de la pequeña burguesía agraria al gran capital en estas esferas, llevando al aniquilamiento de su sistema individualista de producción. Pero la alternativa de nuevas formas de asociación económica y pools de granos a las que recurrían los agricultores no podían ofrecerles una verdadera alternativa para lograr quebrantar el monopolio del gran capital. Pero ni los “pools” de granos ni el cooperativismo agrícola [sostenía], dentro del régimen capitalista, pueden solucionar la crisis agraria y menos aún la de la pequeña burguesía. Los llamados pools de granos son tolerados y hasta financiados por el capitalismo monopolista por la función técnica que desempeñan en el costo de producción, de racionalizar y mecanizar la manipulación de los granos (clasificación, transporte, carga, descarga, etc.), pero no se les permite actuar libre e independientemente en el comercio cerealista. (BOGLICH, 1933, p. 84) Para Boglich el cooperativismo se encontraba dominado por el capital financiero y por los grandes consorcios del trust cerealista que monopolizaban el mercado internacional de granos y tampoco podía ser un instrumento de resolución de la crisis agraria, que no era otra que la del sistema capitalista. Su papel económico era cumplir las finalidades del capital monopolista de asegurar su dominio y la llevar a su concreción el proceso de centralización y racionalización capitalista en el campo. Su crítica se detenía así acerbamente sobre uno de los pilares del programa socialista para el campo votado un año antes, que era defendido por éstos últimos como una de las formas de despliegue de una clase de pequeños productores agrícolas independientes, capaz de impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas en el campo y destruir el poder terrateniente. El valor del libro de Boglich residía fundamentalmente en que brindaba la evaluación marxista más sistemática de la crisis agraria argentina de principios de los años ’30 y, convirtiéndose en un contrapunto que cuestionaba toda la política agraria socialista, recuperaba las propuestas de Marx, Engels y Kautsky sobre la evolución capitalista hacia la centralización del capital en la industria y en la agricultura y las tesis del imperialismo financiero de Lenin. Asimismo, e l texto era toda una defensa de la política agraria de la Unión Soviética, de la nacionalización del suelo y de la colectivización que llevaba adelante Stalin. La propuesta final del autor era consecuente con estas posiciones: arengaba por el despliegue de una estrategia que permitiera construir una alianza entre los sectores agrarios víctimas de la inexorable proletarización por el capitalismo financiero (pequeña y mediana burguesía, campesinado) y los trabajadores urbano, pero a partir de una estrategia revolucionaria. La futura agricultura debía organizarse sobre la base de la nacionalización de la tierra y su colectivización, y creación de grandes granjas colectivas, siguiendo el modelo soviético socialización de los medios de producción que la concentración capitalista moderna hacía inevitable. Pero la propuesta de este militante marxista no podía vehiculizarse en la medida que el PC siguiera proscrito y sus militantes perseguidos, pero tampoco era viable ya que su libro no encontró eco en las filas socialistas, a las que también esperaba movilizar con su crítica de la dirigencia socialdemócrata. Los comunistas también criticaron duramente la política agraria del gobierno de Justo, denunciando en particular el acuerdo comercial que éste firmó en 1933 con Gran Bretaña, con el fin de asegurar el mercado de carnes de ese país para los grandes ganaderos y frigoríficos extranjeros en el país. El tratado, conocido como Pacto Roca Runciman, venía a demostrar la situación de dominación imperialista en la que se encontraba el país desde el siglo XIX ya denunciada profusamente por ellos en la década anterior. Por supuesto, revelaba también que el nuevo gobierno subordinaba aún más a la economía argentina al imperialismo británico en beneficio tanto de los sectores 20 terratenientes ganaderos como de las empresas vinculadas al negocio agroexportador (ferrocarriles, frigoríficos, firmas cerealeras, bancos), pero descargando la crisis sobre los pequeños productores agrícolas y los trabajadores del campo y la ciudad. El tratado confirmaba la tesis del partido de la situación colonial del país bajo el imperialismo inglés, garantizada por la clase terrateniente subordinado a él. Pero el hecho era también trascendente por que lo demostraba ahora sin tapujos a través de acuerdos comerciales y políticos, que la “crisis general del capitalismo” los obligaba a hacer visible. En este sentido señalaba Rodolfo Ghioldi: “El Pacto Roca, concluido en las condiciones del fin de la relativa estabilización capitalista, muestra qué significa ésta para la Argentina: es la línea de la colonización argentina por los imperialistas.”19 En esas condiciones no había alternativas dentro del sistema capitalista sino que, en el contexto de su descomposición generalizada, se habría la oportunidad histórica de una coalición política amplia liderada por los trabajadores fundada en un programa revolucionario antiimperialista y antilatifundista que liquidara la dominación colonialista y llevara adelante la transformación socialista del país: Expulsión del imperialismo; confiscación sin indemnización, de sus empresas; desconocimiento de todas las deudas contraídas con el imperialismo; liquidación del latifundio; confiscación sin rescate de los grandes propietarios y entrega gratuita de la tierra entre los campesinos: tal es, debe ser, la bandera de las grandes masas trabajadoras. (GHIOLDI, 1933, p. 45) Sin embargo, hacia 1934 la recuperación mundial de los precios de los cereales y la mayor demanda externa de la producción agrícola argentina, mejoró la rentabilidad de los productores rurales pampeanos y generó una nueva (aunque breve) prosperidad, que abrió la ilusión de un pleno restablecimiento de las condiciones del mercado mundial anteriores a 1929, que había generado la prosperidad nacional durante varias décadas. Si bien se trató de una coyuntura de prosperidad desmentida brutalmente por la caída de precios, que comenzaron a darse desde 1937, ella bastó también para quitar gravedad a la situación económica y social de los agricultores y trabajadores rurales, influyendo también en atenuar cualquier relevancia a los programas y estrategias rurales de comunistas y socialistas. Debe señalarse también que, aún en los momentos más críticos en lo económico y social del agro pampeano en los años 1930- 1933, estas izquierdas no habían logrado crear las condiciones para movilizar detrás de esos programas a esos actores sociales, a quienes habían dirigido tesoneramente su propaganda durante años. 5-Conclusiones. Un rasgo que singularizó la acción política de las izquierdas argentinas entre sus orígenes a fines del siglo XIX y 1930 fue otorgar un lugar relevante en la definición de sus estrategias políticas a la cuestión agraria, definiéndola tempranamente como un aspecto central para la construcción del socialismo en el país. Con el diseño de un programa agrario en 1901, el Partido Socialista reformuló su acción política, que hasta ese momento se había orientado excluyentemente hacia los trabajadores urbanos, para proyectarse hacia el campo e intentar incorporar a los trabajadores y a los agricultores pampeanos. Los socialistas defendieron a la pequeña explotación para el desarrollo de la agricultura pampeana y una política de impuestos a la tierra que denotaba las influencias de Henry George, para lograr dividir el latifundio. Sus propuestas fueron 19 Rodolfo Ghioldi Qué significa el Pacto Roca. Buenos Aires, Anteo, 1974 [1933], p.33. Este ensayo fue redactado por el autor en su exilio en Brasil. 21 consecuentes con la definitiva orientación reformista y parlamentaria que el partido adoptó desde fines del siglo XIX, dejando a un lado las iniciales posiciones marxistas, que en los primeros intentos de organización política habían surgido con Germán Avé Lallemant desde el periódico El Obrero en 1890. El cooperativismo agrícola se convirtió en una de las propuestas centrales que los socialistas consideraron fundamental para transformar la situación de subordinación económica de los agricultores frente a los monopolios comerciales y financieros, siendo el instrumento que le permitiría convertirse en una pujante burguesía agraria capaz de generar un desenvolvimiento capitalista alternativo al logrado bajo la dirección de la clase terrateniente. La dirigencia comunista integrada en su mayoría por antiguos militantes socialistas, haría de la crítica del programa agrario justista, una de las claves para denunciar el abandono de cualquier compromiso con el proletariado y la construcción del socialismo, por parte del Partido Socialista. Debe señalarse también que las dificultades iniciales del Partido Comunista para darse una organización rápida y sus disputas internas, llevaron a que sus evaluaciones y propuestas sobre el agro pampeano, representaran un corpus analítico muy inferior al producido por el Partido Socialista. Su defensa de la línea marxista – leninista los llevó a cuestionar los proyectos de impuestos al suelo como instrumentos de división del latifundio y de colonización agraria, y a proponer la nacionalización de la tierra y su expropiación como mecanismo de socialización. Si bien su postura reivindicó una estrategia hacia el campo priorizando al proletariado rural, no dejó de evaluar a los agricultores como sectores de la burguesía potencialmente aliados de aquél, en la lucha en contra del imperialismo y los terratenientes, con el fin de concretar una reforma agraria y la lucha antiimperialista. La Gran Depresión del ‘29 reabrió en el partido Socialista la discusión sobre el tipo de organización que debía adoptar la economía agraria para su desenvolvimiento, aunque la dirigencia justista continuó defendiendo en lo fundamental, el mismo programa agrario de 1901. Hacia 1933, el diagnóstico que se ofrecía en las páginas de La Vanguardia o de la Revista Socialista señalaba que el agro pampeano presentaba, agravados por el impacto de la crisis, los problemas denunciados ya por sus dirigentes desde hacía tres décadas, como el predominio del latifundio, la precaria situación jurídica y económica de la agricultura (y en particular de los arrendatarios), el escaso desarrollo demográfico, las malas condiciones de vida y laborales de los peones rurales y la ausencia de organización gremial y cooperativa de los agricultores. A ello se sumaban los alarmantes niveles de desocupación rural y migraciones hacia la ciudad provocadas por la caída de los precios de los cereales y de las exportaciones. Para los comunistas, la crisis era testimonio del ingreso del capitalismo en su colapso final y permitió el desarrollo de originales trabajos (como el de Boglich), sobre la inexorable ruina del sistema. Pero la insistencia socialista en buscar las respuestas a la crisis en su antiguo programa agrario y del comunismo por reincidir en las tesis marxistas sobre el desarrollo del capitalismo en el agro, no ameritan a señalar una falta de adecuación de sus diagnósticos a los nuevos problemas que impuso la crisis mundial. Por el contrario, las dirigencias y militantes de ambos partidos, con las diferencias de sus posibilidades de acción política desde 1930 sin sufrir represiones (que no golpearon a los primeros), mostraron una atención permanente a los nuevos factores intervinientes en la crisis agraria pampeana, de la que dieron cuenta el importante número artículos y libros dedicados a producir lecturas pertinentes de sus causas y de las propuestas adecuadas para su solución. Estos partidos demostraron a lo largo de casi medio siglo, una atención sistemática sobre la realidad agraria nacional y en particular de la del agro pampeano, difícil de encontrar en las otras fuerzas políticas. Y ello no podía ser de otro 22 modo, ya que para las izquierdas argentinas, la resolución de la cuestión agraria pampeana era central al proyecto de construcción del socialismo en el país. Bibliografía. ADELMAN, Jeremy (1989). “Una cosecha esquiva. 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