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MICROBIOS AL ROJO VIVO Emilio O Casamayor y Carmen Gutiérrez Las coloraciones rojo-anaranjadas han sido tradicionalmente consideradas un símbolo llamativo de moda y vanguardia en las sociedades humanas. En la naturaleza esos colores los encontramos presentes en diferentes representantes del reino animal y vegetal pero también en el mundo invisible de los microorganismos. Hay microbios rojos debido a una serie de pigmentos carotenoides que les permiten una mayor eficiencia en la captación de la luz, como en el caso de las bacterias fotosintéticas rojas del azufre, inventoras desde hace miles de millones de años de la fotosíntesis anoxigénica (no productora de oxígeno sino de azufre) y que todavía hoy en día nos sorprenden con crecimientos masivos que otorgan sorprendentes coloraciones en algunos lagos y ambientes marinos. Otra serie de microorganismos poseen pigmentos rosáceos de tipo halorodopsinas y se acumulan masivamente en ambientes hipersalinos diez veces más salados que el agua de mar. Las halorodopsinas tienen una función protectora para la célula pero también le permiten generar energía a partir de bombas iónicas mediante proteínas fotoactivas. También encontramos coloraciones anaranjadas en microbios simbiontes de animales marinos que sintetizan compuestos químicos que el organismo hospedador utiliza como armas de defensa y comunicación, pero que también tienen una utilidad para la industria farmacéutica como fuente de antibióticos, antivirales y antitumorales. Finalmente, el color rojo también aparece como subproducto de la actividad de los microbios del hierro. La acidez generada por estos microorganismos permite la disolución de óxidos férricos que corren hacia el mar a lo largo de decenas de kilómetros en el Río Tinto. La posible vida marciana en el planeta rojo pudo muy bien estar relacionada con estos procesos. En conjunto, una gran diversidad de metabolismos microbianos que convergen en una misma manifestación cromática. Congruencia que esconde actividades y procesos evolutivamente muy diferentes pero ecológicamente muy exitosos. Está claro que a pesar de los miles de millones de años habitando este planeta los microorganismos no se han quedado anticuados y siguen estando al rojo vivo. Foto 1. Espectacular crecimiento masivo de bacterias rojas del azufre en la Laguna Cisó en Banyoles (Girona) que tiñen el agua de una viva coloración roja gracias a sus pigmentos fotosintéticos carotenoides. Crédito foto: R Guerrero. Foto 2. Imagen de un cristalizador utilizado para la recolección de sal común en las salinas de Santa Pola (Alicante) coloreado por el crecimiento masivo de microorganismos hiperhalófilos que poseen pigmentos del tipo rodopsina. Crédito foto: JM Gasol Foto 3. Formación de colonias de viva coloración anaranjada al cultivar en un medio nutritivo bacterias simbionte aisladas del interior de una esponja marina. Foto 4. El Río Tinto en Huelva discurre a lo largo de decenas de kilómetros con una coloración rojiza originada por la actividad de los microorganismos del hierro que mantienen una acidez constante alrededor de pH 2. Foto 5. El Río Tinto era conocido por los fenicios como el Río de Fuego. Su coloración rojiza se debe a la solubilización de compuestos de óxido férrico que se transportan a través de la corriente de agua.