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El humano, ¿Un caso evolutivo especial? Fragmento tomado del proyecto de ensayo Nueva Lógica, iniciado en 2015. La evolución tal y como la entendemos según el modelo actual, parece ser un sistema en el que los genes “luchan” básicamente por extenderse en el tiempo y en el espacio. Podemos comprobarlo empíricamente, en situaciones tan aparentemente dispares que van desde un cultivo bacteriano en una placa de Petri hasta una población de leones en la sabana africana. Esta tendencia a la proliferación es una propiedad intrínseca de la molécula de ADN y de todo lo que es capaz de generar a su alrededor con una maquinaria de transcripción adecuada; es una propiedad emergente definida por una estructura concreta de la materia. Por desgracia, la base molecular del funcionamiento de la evolución no contempla el término “moderación”. Esto significa que siempre que haya un gen más favorable para la supervivencia que otro, éste tendrá mayor tendencia a conservarse. Siempre ha habido tantos factores limitantes en el entorno que la evolución de las especies se encuentra en un equilibrio dinámico con el medio, sobreviviendo pero no proliferando en exceso. En muchas ocasiones se intentan aplicar estos ejemplos (de factores limitantes y selección genética) al humano, sin encontrar paralelismos aparentes. Hay quienes afirman que la especie humana no se encuentra bajo la influencia de la selección natural, pero a esta afirmación le faltan bases racionales. Absolutamente cualquier ser vivo, mientras posea genoma susceptible a variaciones estará sometido a selección natural. Quizás este pensamiento de que los humanos no están sometidos a selección deriva de la confusión con el hecho de que la evolución humana ya no está marcada por depredadores naturales y porque la tecnología ha ido supliendo nuestras debilidades como especie; es decir, nuestra velocidad de evolución tecnológica ha superado a la de la biológica. Parece haber un punto de inflexión en la evolución de las especies en el que los objetivos de proliferación y crecimiento en número han sido conseguidos dentro de los márgenes prudentes (y superados), y es entonces cuando empiezan a aparecer síntomas de que la capacidad de carga del entorno ha sido superada. En este punto los efectos secundarios de la actividad de esta especie comienza a volverse en su contra, y su número empieza a disminuir ante la escasez de recursos. Si el desarrollo de la especie se ha dado a una velocidad superior a la de la regeneración de los recursos, esta especie se encontrará cercana a la extinción. Al leer todo esto deberíamos darnos por aludidos como especie. ¿Hemos sido la primera especie en alcanzar este punto de inflexión o ha habido más casos a lo largo de la historia de la vida? Al alcanzar este caso sería necesario desviar la trayectoria evolutiva hacia la moderación, algo que como hemos dicho, No está incluido en la base molecular del funcionamiento de la evolución. Sin embargo, parecemos ser la especie más inteligente que se ha desarrollado en el planeta hasta la fecha. Si ha habido especies que han llegado a un balance crítico con su entorno al igual que nosotros, al menos no han sido capaces de encontrar la solución a los problemas creados por ellos mismos. Miguel Román Sánchez