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investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA Callao 875, piso 3 1023 Buenos Aires, Argentina Tel: (54-11) 4811-6588/4814-2301 Fax: (54-11) 4812-8459 E-mail: clacso@clacso.edu.ar http://www.clacso.edu.ar http://www.clacso.org PREFACIO AL CONCEPTO DE COMUNICACIÓN POLÍTICA: UNA DISCUSIÓN BIBLIOGRÁFICA Juan Pablo Arancibia Carrizo Comunicación Política es un concepto relativamente reciente que pareciera indicar un proceso de transformación del concepto y del ejercicio de la política. Es un concepto que surge en el campo de estudio de la comunicación y que de algún modo señala la reunión de dos dimensiones históricas en la configuración de la sociedad: la comunicación y la política1. Se trata de una noción emergente y problemática que parece atender al fenómeno histórico material de transformación de la política en donde sus propias delimitaciones, recortes y restricciones aún no están perfectamente reconocidas. De modo que el concepto mismo no está lo suficientemente instalado, legitimado y mucho menos reconocido unívocamente al interior de la disciplina de la comunicación. 1 Gilles Achache, marca el inicio de este proceso en 1952, con la campaña de Eisenhower, el primero en recurrir a agencias de publicidad, y a partir de ahí la investigación política de mercados vendría desempeñando un papel creciente en las campañas electorales. Achache, Gilles. “El marketing político”. Ferry; Wolton y otros. EL NUEVO ESPACIO PÚBLICO. Editorial Gedisa. Barcelona, España. 1998, p112. INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 1 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA El concepto de comunicación política es entonces problemático, al menos, en dos sentidos. Primero, porque el fenómeno que parece atender es de extraordinaria complejidad y dificultad, a saber, las transformaciones de la comprensión y operación de la política en el marco de una sociedad mediatizada 2. Segundo, es problemático porque al interior del campo de la comunicación sería un concepto en disputa ya que el modo en que nombra y conceptualiza, porta y configura una lectura, un posicionamiento y un juicio sobre el proceso y el fenómeno estudiado. Actualmente es en Europa y en el norte de América donde se han concentrado los estudios de la Comunicación Política, sin embargo, en América Latina, aunque escasamente se reconoce y se ha trabajado el problema, ya surgen voces de análisis y problematización. Esto último define el carácter de las escasas siguientes páginas, donde se intentará un reconocimiento y examen preliminar sobre la lógica, las condiciones de emergencia, el marco operacional, las implicancias y dificultades del concepto de Comunicación Política. Cuando se habla entonces, de Comunicación Política, parece que se hace referencia a esta conjunción de dos esferas o ámbitos de la vida social de los hombres, la Comunicación y la Política3. Una primera sospecha factible de señalar es que quizá se trata de una redundancia, puesto que la comunicación es una condición de posibilidad de la política, un requisito o una pieza consustancial al ejercicio de la política y, a su vez, la comunicación no podría sino ser un acto político, o dicho de otro modo, no habría comunicación no política, o no habría sino, comunicación política. De esta forma arribaríamos a la siguiente figura: Toda Política sería Comunicación y toda Comunicación sería Política. 2 Según Anne-Marie Gingras, desde la década de 1970 la utilización masiva de las técnicas de comunicación en la vida política occidental modificó considerablemente las prácticas políticas, particularmente en períodos de campaña electoral. El énfasis puesto en el marketing político, en los sondeos, en los envíos postales con destinatarios seleccionados, en los focus groups y en la consulta política, así como en el papel considerado cada vez más activo que cumplen los medios en la vida política introducen o reintroducen una serie de interrogantes sobre el sentido mismo de ‘la política’. Gingras, Anne-Marie. “El impacto de las comunicaciones en las prácticas políticas”. En, Gauthier, Gilles y otros. COMUNICACIÓN Y POLÍTICA. Editorial Gedisa. Barcelona, España. 1998, p31. 3 “El término ‘videopolítica’ evoca fuertemente el encuentro entre una práctica histórica como es la política –el encargarse de los asuntos públicos y colectivos- y una tecnología de transmisión seriada de imágenes dinámicas que resultan el soporte actualmente hegemónico en los medios de comunicación”. Y sobre esta conjunción reciente se ha creado la impresión de que los condicionamientos estructurales, discursivos y estéticos que un medio le impone al discurso político fueran un fenómeno contemporáneo cuando en realidad la política siempre mantuvo estrechos contactos con todos los avances mediáticos. Mangone; Warley. EL DISCURSO POLÍTICO DEL FORO A LA TELEVISIÓN. Editorial Biblos. B. Aires, Argentina. 1994, p46. 2 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA Esta primera instalación nos colocaría ante una comodidad y una dificultad. La comodidad consiste en que ya no sería necesario preguntarse por el concepto de Comunicación Política puesto que se trata sólo de una tautología en cuanto Comunicación y Política serían dos esferas consustanciales del mismo fenómeno. Comunicación y Política habrían caído en un plano de absoluta identidad e indiferenciación. La dificultad consiste en que una vez que se ha fundido Comunicación y Política se ha disuelto la posibilidad de lograr cualquier distinción acerca de cómo se han venido produciendo transformaciones al interior de esas configuraciones puesto que siempre habrían estado unidas e indiferenciables, de modo que es imposible lograr claridad acerca del comportamiento de la relación entre la política y la comunicación. Dicho en otros términos, lo que queda en suspenso es aquella frontera que delimitaría dónde comienza lo político y dónde comienza la comunicación, o dicho radicalmente, se habría diluido la pregunta por qué es lo que define a la política y qué es lo que define a la comunicación. Obviamente, esta instalación reposaría sobre el supuesto de que habría ‘algo’ que define ‘lo propiamente político’ y ‘algo’ que define ‘lo propiamente comunicacional’. Esta dificultad se vuelve un laberinto si es que no se pone, al mismo tiempo, en examen qué es lo que se ha venido entendiendo por Política y por Comunicación. De manera tal que una forma de ahora problematizar la formulación del problema ya no consiste en lograr una mera separación de ambas esferas, sino en interrogar por cuáles serían aquellas comprensiones y narraciones que de algún modo pueden eventualmente sugerir en unas ocasiones una separación y en otras una fusión. Lo que deseamos sugerir es que será en dependencia de las cuadrículas comprensivas que se desplieguen en el modo de conceptualizar y definir ambas voces, Comunicación y Política, el modo en que se pueda pensar y articular dicha relación. Parece ser que en la comprensión de que Comunicación y Política son lo mismo, habitaría una segunda definición subyacente y al mismo tiempo más problemática. Pareciera que lo que se sugiere es que la Comunicación es la ‘forma’ de lo que la Política es el ‘contenido’. Parece ser que ahí la Comunicación es condición de posibilidad, en cuanto requisito técnico, en cuanto soporte, si se quiere, en cuanto ‘significante’. Al tiempo que Política sería un ‘fondo’ de ‘contenido’, un ‘significado’ que es expresado, manifestado, puesto en forma, mediante la Comunicación. Creer que comunicación y política son lo mismo, nos podría hacer creer que en el proceso de mediatización no ha pasado nada, puesto que la acentuación de la 3 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA comunicación sería un mero problema de forma, ya que por definición política y comunicación van juntos, de manera tal que ahora se ponga acento en la comunicación es una adopción de forma que no afecta a la política. El concepto de Comunicación Política Detengámonos pues, al tenor de estas preguntas, en el examen de una de las proposiciones conceptuales contemporáneas más relevantes sobre la Comunicación Política y exploremos las diferentes implicancias que de ella se derivan tanto para el territorio de la Comunicación, como para el de la Política. Esta comprensión propuesta por Dominique Wolton es la que se ha venido destacando en el campo discursivo de la comunicación y la que, a su vez, nos servirá de llave para abrir la compuerta a un diálogo con el campo desde el cual se ha venido pensando este vértice problemático entre Comunicación y Política. “La comunicación política es tan vieja como la política, que nace con los primeros intercambios que los hombres tienen entre sí, en lo que se refiere a la organización de la ciudad. Las retóricas griegas y latinas tal vez hayan sido sus manifestaciones más nobles y admiradas, pero hay que esperar hasta la época más reciente para ver aparecer los dos términos: Comunicación Política”.4 Esta primera instalación de la Comunicación Política tendría como correlato el escenario de la sociedad y la democracia de masas, caracterizadas ambas por las modalidades del sufragio universal igualitario, el reino de los medios de comunicación masiva y el de las encuestas. Esta es la temporalidad y geografía desde la cual se podría reconocer, según Wolton, la emergencia de la Comunicación Política5. Sin embargo, el modo en que se ha venido comprendiendo esta articulación de Comunicación Política ha venido mutando y derivando progresivamente en un ensanchamiento conceptual que más que elucidar unos procesos, unos agentes y unas operaciones, más bien se diluye en la extensión de un mal entendido6. 4 Wolton, Dominique. “Comunicación política: construcción de un modelo”. En, Op.cit. Ferry; Wolton. EL NUEVO ESPACIO PÚBLICO, p28. 5 Para Jean Marc Ferry esta misma nueva configuración es la que impone una redefinición sociológica del espacio público político. Esta redefinición está justificada por el advenimiento de la ‘sociedad de los medios’. Ferry, Jean-Marc. “Las transformaciones de la publicidad política”. En, Op.cit. Ferry; Wolton. EL NUEVO ESPACIO PÚBLICO, p19. 6 En un principio, explica Wolton, la comunicación política designó al estudio de la comunicación del gobierno para con el electorado, lo que hoy se llama ‘comunicación gubernamental’; más tarde, al intercambio de discursos políticos entre políticos en el poder y los de la oposición, en especial durante las 4 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA Para Wolton, la Comunicación Política, actualmente pareciera abarcar el estudio del papel de la comunicación en la vida política e integrar tanto los medios de comunicación como a los institutos de sondeos de opinión, a la investigación política de mercados y a la publicidad política, con particular y especial interés en los periodos electorales. Esta amplia definición haría hincapié en el proceso de intercambio de discursos políticos, entre una cantidad cada vez mayor de actores políticos, con la idea implícita de que de modo progresivo lo fundamental de la política moderna se organiza en torno de la comunicación política, a través del papel de los medios y de los sondeos. Casi en el límite, la comunicación política designaría a toda comunicación que tiene por objeto la política. Esta definición sería demasiado amplia y no obstante tendría la ventaja, según Wolton, de tomar en cuenta las dos grandes características de la política moderna contemporánea: la expansión de la esfera política junto con el aumento de los problemas y de los actores que ingresan en el campo político y la importancia creciente que se le da a la comunicación, además del peso de los medios y de la opinión pública a través de los sondeos.7 Es precisamente en oposición a esta extensa y diluida definición, que Wolton construye e inscribe su modelo de Comunicación Política, ya que las concepciones anteriores impedirían comprender clara y correctamente la especificidad de la comunicación política moderna. Asimismo, el modelo de Wolton se inscribiría contra el discurso dominante que ve en la comunicación política una caricatura de la política, el triunfo de la comunicación entendida como la dominación de la forma sobre el fondo. “Nuestra hipótesis es inversa. La comunicación política es un cambio tan importante en el orden político como lo han sido los medios de comunicación masiva en el de la información y los sondeos, y en el de la opinión pública. La comunicación política traduce la importancia de la comunicación en la política, no en el sentido de una desaparición del enfrentamiento sino, al contrario, en el sentido en que el enfrentamiento, que es lo propio de la política, se realiza hoy en las democracias, en el modo comunicacional, es decir, en definitiva, reconociendo ‘al otro’”.8 campañas electorales. Después el campo se extendió al estudio del papel de los medios de comunicación masiva en la formación de la opinión pública y a la influencia de los sondeos en la vida política, mayormente para estudiar las diferencias entre las preocupaciones de la opinión pública y la conducta de los políticos. Op. cit. Wolton. “Comunicación política...”, p29. 7 Ibidem, p30. 8 Ibid. 5 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA De esta manera Wolton se permite comprender que el surgimiento de la comunicación política como fenómeno importante, simplemente sería el resultado del doble proceso de democratización y de comunicación iniciado dos siglos atrás, y que aseguraría la transcripción del ideal político democrático del siglo XVIII en un espacio público ensanchado en el que los distintos miembros tendrían una categoría legítima9. Por lo tanto, la Comunicación Política es aquí entendida exactamente como lo contrario a una degradación de la política, como la condición del funcionamiento de un espacio público ensanchado. La Comunicación Política permitiría la interacción entre la Información, la Política y la Comunicación, de modo que aparece como un concepto fundamental de análisis del funcionamiento de la democracia masiva. Así, la idea central de Wolton es que la Comunicación Política no lleva a suprimir la política o a subordinarla a la comunicación sino, por el contrario, a hacerla posible en la democracia masiva. De modo que en su comprensión: 9 Es interesante reparar en la contraposición que existe entre esta tesis y lo que sostiene Arendt acerca de la anulación de la política en la Modernidad por la primacía de ‘lo social’. Ahí donde Wolton ve el ensanchamiento y profundización del orden de lo político, Arendt vería su desintegración y su desnaturalización. Para Arendt será crucial la noción de vita activa, dimensión en la que inscribiría tres actividades que en su reunión definirían la condición humana: Trabajo, Labor y Acción. Esta última, -heredera de la noción de energia aristotélica- sería una pieza crucial para definir la política. “Con la expresión vita activa me propongo designar tres actividades fundamentales: labor, trabajo y acción. Son fundamentales porque cada una corresponde a una de las condiciones básicas bajo las que se ha dado al hombre la vida en la tierra. Labor es la actividad correspondiente al proceso biológico del cuerpo humano, cuyo espontáneo crecimiento, metabolismo y decadencia final están ligados a las necesidades vitales producidas y alimentadas por la labor en el proceso de la vida. La condición humana de la labor es la misma vida. Trabajo es la actividad que corresponde a lo no natural de la exigencia del hombre, que no está inmerso en el constantemente repetido ciclo vital de la especie, ni cuya mortalidad queda compensada por dicho ciclo. El trabajo proporciona un ‘artificial’ mundo de cosas, claramente distintas de todas las circunstancias naturales (…) La condición humana del trabajo es la mundanidad”. “La acción, única actividad que se da entre los hombres sin la mediación de cosas o materia, corresponde a la condición humana de la pluralidad, al hecho de que los hombres, no el Hombre, vivan en la Tierra y habiten en el mundo”. Para Arendt, si bien todos los aspectos de la condición humana están de algún modo relacionados con la política, la pluralidad que comporta la acción es específicamente la condición de toda vida política. “…de las tres, la acción mantiene la más estrecha relación con la condición humana de la natalidad; el nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en el mundo sólo porque el recién llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo, es decir, de actuar. En este sentido de iniciativa, un elemento de acción, y por lo tanto de natalidad, es inherente a todas las actividades humanas. Más aún, ya que la acción es la actividad política por excelencia, la natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría central del pensamiento político…”. Arendt, Hannah. LA CONDICIÓN HUMANA. Ediciones Paidós. Barcelona, España. 1993, pp. 21-23. Además, cabría examinar lo que Wolton entiende por política y lo que Arendt denomina ‘los prejuicios sobre lo político’. Ver, Arendt, Hannah. QUÉ ES LA POLÍTICA. Ediciones Paidós. Barcelona, España.1997, p49. 6 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA “Definimos la Comunicación Política como ‘el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política, y que son los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos”.10 En su lectura, esta definición haría hincapié en la idea de interacción de discursos contradictorios que sostienen actores que no tienen ni la misma categoría ni la misma legitimidad, pero que por sus posiciones respectivas en el espacio público constituirían la condición de funcionamiento de la democracia masiva. Desde sus coordenadas, Wolton sostiene que esta definición presentaría cinco ventajas sustantivas, respecto de otros módulos comprensivos: Primero, ampliaría la perspectiva clásica que estudia la influencia de los medios o de los sondeos o de los políticos sobre el espacio político. Pero estos estudios no considerarían la interrelación de los tres actores y sus dimensiones (político, periodista y público). Así, lo constitutivo de la Comunicación Política sería su interacción, si se define aquella como un espacio de ‘confrontación’ de puntos de vista contradictorios, más que como un espacio de ‘comunicación’. Segundo, señalaría la originalidad de la Comunicación Política, en tanto maneja las tres dimensiones contradictorias y complementarias de la democracia masiva: la política, la información y la comunicación. Las que a su vez evidencian a sus respectivos agentes: el político, el periodista y el público. De modo que la originalidad y el interés de la Comunicación Política consiste en que sería ese el lugar de concurrencia, de expresión y de enfrentamiento de las legitimidades constitutivas y contradictorias de la democracia masiva. Tercero, advertiría que no todos los discursos políticos del momento están en la Comunicación Política. Sólo figuran y se hacen presentes aquellos discursos que son objeto de conflictos y polémicas. De esta forma la Comunicación Política aparece como el espacio en que se enfrentan las políticas contradictorias del momento, lo que significa que el contenido de tal comunicación política varía con el tiempo. Cuarto, revalorizaría la política respecto de la comunicación, demostrando que hoy ambas están intrínsecamente ligadas, aunque posean diferencias radicales entre sí. De tal forma se podría decir que la comunicación no ha ‘digerido’ a la política, pues es más bien la política lo que en la actualidad se representa en un estilo comunicacional. Quinto, mostraría que el público no está ausente de esta interacción entre política y comunicación. La Comunicación Política no sería sólo el intercambio de los 10 Op.cit. Wolton. “Comunicación política...”, p31. 7 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA discursos de ‘la clase política y mediática’, se encuentra en ella la presencia real del público a través de los sondeos. De esta manera, la Comunicación Política además tiene un carácter público en otro sentido: desarrollarse ante el público que, mediante el voto, llega a zanjar los debates. Así, la Comunicación Política se revelaría como el escenario en el que se intercambian los argumentos, los pensamientos y las pasiones, a partir de las cuales los electores eligen. Sobre esta base Wolton se permite sostener que la Comunicación Política sería un proceso indispensable para el espacio político contemporáneo, al permitir la confrontación de los discursos característicos de la política. De modo tal que en la Comunicación Política se reunirían tres agentes y sus respectivas tres dimensiones: a) la ideología y la acción para los políticos; b) la información para los periodistas y c) la comunicación para la opinión pública y los sondeos. Estas tres regiones a su vez se distinguen por la legitimidad que alcanzan en la Comunicación Política cada uno de estos agentes: si para los políticos la legitimidad resulta de la elección; para los periodistas la legitimidad está dada por la información, que es un valor y para los sondeos, ‘representantes’ de la opinión pública, la legitimidad es de orden científico y técnico. Así pues, la Comunicación Política no sería un sistema cerrado sino abierto a la sociedad. Por un lado le habla a la clase política, por otro, le habla a la opinión pública. A partir de lo anterior es que Wolton podría endosar unas funciones claras y específicas a la Comunicación Política: primero, contribuiría a identificar los problemas nuevos que surgen en el ámbito de la política; segundo, favorecería su integración en los debates políticos del momento, prestándoles relevancia y legitimidad; tercero, facilitaría la exclusión de temas que han dejado de ser de conflictivos o respecto de los cuales ya existe consenso. A su vez, estas funciones variarían su énfasis según el contexto y las condiciones en que se presenten, las que Wolton tipifica como: a) en periodo de elecciones las encuestas desempeñan un papel relevante, pues anuncian o anticipan el resultado de la competencia. Aquí la Comunicación Política estaría marcada por la lógica del sondeo; b) en situación normal (entre elecciones) la Comunicación Política es alentada por los medios, opera como cordón umbilical entre la clase política y la sociedad; c) en situación de crisis política, interna o externa, la comunicación política es dominada por la preeminencia de los políticos, pues ellos son los que toman las decisiones sin miramientos para con la opinión pública. Preguntas y desplazamientos 8 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA Estas serían, sucintamente, las piezas y articulaciones principales que le darían la arquitectónica al modelo presentado por Dominique Wolton. Por cierto cabría emprender un detenido análisis con respecto a las plataformas conceptuales y los marcos de referencia que estarían sosteniendo dicho entramado. No obstante, por ahora, nos limitamos a sugerir, a modo de diálogo problematizante con el campo, sólo tres ejes interrogativos que, nos parece en lo inmediato, habilitan zonas problemáticas insoslayables. Primero, aquella obsesiva, recurrente y porfiada dificultad a la hora de pensar y definir ‘lo político’. Segundo, esta insistente arremetida conceptual de un neofuncionalismo de la comunicación. Tercero, las cuentas alegres que extrae el autor en el plano de la refundación de un espacio público y su vinculación con una concepción y modalidad política particular. a) Acerca de la primera observación, quizá cabría partir por el señalamiento de un problema profundo y delicado, respecto del cual nosotros mismos seríamos presa. Se trata de una cierta autarquía e incompetencia recíproca entre el campo de la comunicación y el campo de la teoría política a la hora de establecer una reflexión que los comprometa y los vincule. Salvo eminentes y honrosas excepciones, los teóricos y especialistas de la comunicación conocen muy, pero muy poco, acerca de las narraciones producidas al interior de la teoría y la filosofía política, de modo que, cuando se ven forzados a ingresar o producir una reflexión en el campo de ‘lo político’11 exhiben a todas luces una condición inadvertida, poco documentada y ciertamente incapaz, en tanto reproducen campos de certezas cristalizados, lugares comunes y ‘obviedades’ que no ofrecen ni relevancia ni pertinencia al momento de un análisis estricto y riguroso12. 11 Diverso, vasto y complejo es el campo discursivo que ha intentado conceptualizar ‘lo político’. Por cierto, tal como lo anuncia Carl Schmitt, se trata de un problema mayúsculo, en tanto cruza todo el tramado de la historia de la filosofía política y por cierto se trata de un ‘concepto’ puesto en tensión al interior de las distintas matrices de la teoría política. Quizá, por de pronto, tan sólo pudiéramos aludir a dos grandes marcos de referencia, a dos grandes tradiciones que de algún modo han venido marcando la discusión sobre la noción misma de ‘Política’, por un lado, toda la tradición que remite a los clásicos de la filosofía política griega, y por otro, ciertamente depositario del anterior, todo el ideario ilustrado liberal moderno. A su vez, estos dos grandes marcos, obviamente reconocen un conjunto de distinciones y tensiones en su interior. Acerca de la fundación de la filosofía política, la delimitación de lo político, sus sucesivas transformaciones, continuidades y discontinuidades; el examen de diversas corrientes y tradiciones, el diálogo y el enfrentamiento entre ellas. Ver, Wolin, Sheldon. POLÍTICA Y PERSPECTIVA: CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL PENSAMIENTO POLÍTICO OCCIDENTAL. Amorrortu Editores. B. Aires, Argentina.1993. Ver, Schmitt, Carl. EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO. Folios Ediciones. B. Aires, Argentina, 1984. 12 “Nos vemos obligados pues a distinguir (...) entre lo político, campo de las relaciones de fuerza y de 9 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA Esta misma dificultad la constata y padece Verón al señalar que el hablar de discurso político supone necesariamente que existen discursos que no son políticos; la noción misma de discurso político presupone una tipología de discursos sociales. 13 Frente a esta complejidad, Verón no puede sino, muy curiosamente, definir ‘lo político’ única y exclusivamente recurriendo a una cierta semiología del discurso que permitiría identificar que: “Enunciar una palabra política consiste entonces en situarse a sí mismo y en situar tres tipos de destinatarios diferentes, por medio de constataciones, explicaciones, prescripciones y promesas, respecto de las entidades del imaginario: por un lado respecto de aquellas entidades con las cuales el enunciador busca construir una relación –los metacolectivos- y por otro, respecto de la entidad que funda la legitimidad de la toma de palabra, el colectivo de identificación”.14 Otra salida sugerirá Landi para el análisis del discurso político, centrándose en la dimensión contractual que un enunciado ilocutorio instaura entre los interlocutores, de modo que remite a su constitución mutua, a la definición de los atributos de sus identidades y a las posicionalidades simbólicas de poder que ocupan.15 los antagonismos de intereses, y la política, que constituye ‘el velo opaco y deslumbrante al mismo tiempo (de lo político), que circunscribe una escena en gran medida aislada, desconectada de la realidad, sobre la cual se enfrentan los actores de la clase política’; tendríamos entonces lo político, lugar de la acción, y la política, lugar de la palabra que sigue una lógica de irrealidad, pasando por alto las cuestiones de poder y aportando únicamente soluciones superficiales e irreales a los problemas más acuciantes”. Op.cit. Gingras. “El impacto de las comunicaciones...”, p40. 13 Verón, Eliseo. “La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política”. En, Verón y otros. EL DISCURSO POLÍTICO. LENGUAJES Y ACONTECIMIENTOS. Hachette s.a. B. Aires, Argentina, 1987, p13. Un examen más detenido sobre la dimensión política del discurso se presenta en, Verón, E. SEMIOSIS DE LO IDEOLÓGICO Y DEL PODER. LA MEDIATIZACIÓN. Oficina de publicaciones del CBC. Universidad de Buenos Aires. 1997. Verón, E. LA SEMIOSIS SOCIAL. Editorial Gedisa. B. Aires, 1987. 14 Ibidem, p23. Con la misma dificultad se enfrenta Rafael del Villar, pero encontrará una salida pragmática. “¿A base de qué criterio definimos un texto como político?. Verón tiene una conceptualización apropiada a nuestros fines: un texto político tiene características propias, diferentes a otros textos culturales; sin embargo, respecto a la definición de lo que es político/no político, la delimitación no puede ser más que pragmática. Es político cualquier texto leído desde una perspectiva política; esto es, desde la perspectiva de la estructuración del poder político como principio reproductor de la totalidad societal. No existe texto político y no político, todos los textos son susceptibles de ser leídos desde el punto de vista del poder societal. Luego, en el fondo hablamos no de textos políticos, sino que de textos de referencia simbólica para la sociedad global”. Del Villar, Rafael. TRAYECTOS EN SEMIOTICA FILMICO TELEVISIVA. Dolmen Ediciones. Santiago, Chile, 1997, p240. 15 Para ello se ha debido servir de la pragmática de Austin, que estudia los enunciados performativos, como aquellos cuya enunciación constituye la realización de una acción. En su examen demuestra que todo enunciado tendría una dimensión representativa o constativa y una performativa o realizativa. Austin 10 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA En absoluta complicidad con Mangone, al respecto, podríamos señalar que estamos en presencia de dos grandes matrices para enfrentar el problema. “Una primera orientación es la que podríamos llamar institucional-funcionalista, y es la que considera como discurso político a todo aquel enunciado o conjunto de enunciados producidos por las instituciones en las que la sociedad encierra en un momento determinado la función dominante de la política, desde un congreso partidario hasta la confrontación de las campañas presidenciales de los diferentes partidos”. “Una segunda orientación se recuesta sobre una teoría de las ideologías y escapa por tanto de lo específicamente discursivo. Por esta vía queda abortada rápidamente una tipología de los discursos sociales, incluso como mera hipótesis operativa”.16 Así la videopolítica habría vuelto evidente la dificultad de considerar qué es un discurso político, ya que el interrogante de qué es lo político de un discurso se ha asociado con el grado de tematización o cuestionamiento del poder que se inscribe en sus enunciados. Al proliferar y multiplicarse la palabra pública, los sujetos que participan ‘hablan’ la política o politizan sus intervenciones. Sin embargo, tanto el tema como el agente no alcanzan para definir qué es un discurso político. Para Mangone, si bien el discurso parlamentario, el informe de un presidente sobre el estado de la nación o cualquier mensaje gubernamental o de la oposición política tiene determinaciones, contenidos y efectos políticos, las tipologías tan amplias suelen ser tan certeras como inoperantes. 17 Ahora bien, a la inversa, ocurre algo muy semejante. Los estudiosos de la teoría política, cuando forzados por las últimas transformaciones sociales, han de producir algún examen sobre la vinculación entre comunicación y política, manifiestan un serio y profundo desconocimiento sobre el campo de la comunicación, incurriendo en errores, torpezas e imprecisiones gravísimas, las que adoptan una particular relevancia cuando se trata de pensar el complejo e intrincado escenario formula el concepto de ‘fuerza ilocutoria’ para designar la capacidad de un enunciado para constituirse en un acto de habla. Desde esta perspectiva, el sentido de un enunciado no estaría constituido sólo por su posible representación de la realidad, sino también por el acto de su enunciación, que pone en relación a los interlocutores. El sentido de un enunciado no sería independiente del ingrediente que aporta su enunciación, no se agota en describir un estado de cosas. Landi, Oscar. EL DISCURSO SOBRE LO POSIBLE. LA DEMOCRACIA Y EL REALISMO POLÍTICO. Centro de Estudios de Estado y Sociedad. B. Aires, Argentina.1985, pp. 13-15. 16 Op.cit. Mangone. EL DISCURSO POLÍTICO, p16. 17 Ibidem, p27. 11 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA contemporáneo. Se trata entonces, de una cierta autarquía e ignorancia recíproca entre ambos campos discursivos. “La comunicación política no nació con los medios de comunicación social modernos. Tiene una prehistoria que puede ilustrarnos acerca de su naturaleza y sus funciones presentes. Podemos comenzar por una morfología de la comunicación política, de la cual se han conservado ciertas formas, incluso algunas muy antiguas: el discurso que tiene su lugar en el marco institucional del ágora, de la manifestación; la página impresa, en el marco del periódico de opinión; la radio; la televisión. En efecto, las formas de comunicación que acabamos de recordar, aún siendo muy diferentes entre ellas tienen un rasgo común. Son técnicas”.18 “¿Qué entendemos por modelos de la comunicación política?. Toda forma de comunicación política supone que se satisfaga cierta cantidad de exigencias mínimas. Inspirándonos en el modelo clásico de las condiciones de la comunicación en general, diremos que para que haya comunicación política es necesario definir: -un emisor, es decir, las condiciones por las cuales un actor puede producir un enunciado político. -un receptor, es decir, las condiciones por las cuales un actor es apuntado y alcanzado por un enunciado político. -un espacio público, las modalidades según las cuales los individuos se constituyen en receptor colectivo, puesto que lo que aquí nos 18 Bourricaud, Francois. “Sobre la noción de Comunicación Sociopolítica”. En, Labarrière; Lazzeri y otros. TEORÍA POLÍTICA Y COMUNICACIÓN. Editorial Gedisa. Barcelona, España. 1992, p265. En una perspectiva diferente, pero no menos precaria, se inscribiría la mirada del politólogo Giovanni Sartori, quien intentando un examen sobre la primacía de la imagen en la cultura moderna, se limita a establecer la preponderancia de lo visible sobre lo inteligible, lo cual nos llevaría a un ver sin entender. Y es ésta la premisa fundamental con la cual afirma su noción de ‘vídeo-política’, como una modulación del poder político de la televisión. En ese marco, se permite sostener que: “…el lenguaje esencial que de verdad caracteriza e instituye al hombre como animal simbólico es ‘lenguaje-palabra’, el lenguaje de nuestra habla”. Y esto es lo que estaría sufriendo un cambio radical de dirección, porque mientras que la capacidad simbólica distancia al homo sapiens del animal, el hecho de ver lo acerca a sus capacidades ancestrales, es decir, en la cultura moderna se produce una atrofia y regresión cognitiva, del orden de la razón al orden de la impresión: “Y este es el sentido que nos permite hablar (sin contradicciones) de una ‘cultura de la incultura’ y asimismo de atrofia y pobreza cultural”...“La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender”. Sartori, Giovanni. HOMO VIDENS. LA SOCIEDAD TELEDIRIGIDA. Editorial Taurus. Madrid, 1998, p47. 12 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA interesa es la comunicación en tanto que es política, en tanto comunicación en y para una comunidad. -uno o varios medios, es decir, seleccionadas una o varias modalidades según las cuales el enunciado se transmite de manera pertinente, en atención al afecto que de ellas se espera”.19 Con esto, queremos señalar categóricamente el agotamiento y fracaso de una concepción y configuración discursiva inmanente y autorreferencial que mediante el levantamiento de un cuerpo categorial interno y disciplinario pretende colonizar, totalizar y clausurar un campo acontecimental que lo desborda. De modo muy peculiar, en este escenario de la sociedad mediatizada, esta dificultad se ha hecho patente, específicamente en el problema que ahora exploramos. Ni la sola adscripción a un referente teórico político, ni la sola adscripción a un paradigma comunicacional serían suficientes, no para ‘resolver’, sino para pensar esta modulación entre comunicación y política. Afirmamos entonces el límite de estos campos autorreferenciales y fijos, y abogamos por una modalidad analítica móvil, dinámica y relacional. Sostenemos entonces la rotunda incapacidad tanto del campo de la comunicación como del campo de la teoría política para dar cuenta de las transformaciones que se estarían gestando en el campo de lo ‘comunicacional-político’. De hecho, esta misma dificultad para nombrar el territorio del problema, avisaría la imposibilidad e incapacidad para elucidar si la transformación se está dando en el ‘plano de la comunicación’ y que luego afecta a ‘lo político’, o si lo transformado es ‘lo político’ y que luego afecta ‘a la comunicación’. Lo cierto es que esta dificultad nos advierte de la incapacidad y precariedad de seguir pensando mediante estas categorías que levantan modelos y parcelan territorios pensando que los campos de fuerzas que se movilizan en los procesos históricos se adecuan a esos cercos nominativos, pétreos y fijos. Por otra parte, es preciso admitir la extraordinaria complejidad y dificultad que ha producido la noción misma de ‘lo político’ para la propia teoría y filosofía política. Lo que constatamos, es que al interior de estas propias modulaciones discursivas, ‘convocadas por la tarea de dilucidar dicha cuestión’, no existe en ellas acuerdo ni consenso alguno. Si se examina el campo de emergencia de la noción ‘Política’, así como el tránsito, recorrido, comportamiento y derivaciones del concepto, al menos podremos señalar la imposibilidad de una voz única y clausurante acerca de su significación, definición e implicancias. Lo que afirmamos, si se quiere, es que más allá del peso de algunas tradiciones y matrices al interior de la filosofía política, la 19 Op.cit. Achache. “El marketing político”, pp. 112-113. 13 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA noción misma de ‘política’, sería una voz en disputa, problemática e irresoluta. Además, si a esto le sumamos una cierta pereza, un abandono y una despreocupación por parte de los comunicólogos por reconocer cómo se ha venido pensando el problema, el resultado es que, cada vez que éstos intentan pensar la reunión entre comunicación y política, sólo terminan por demostrar impericia y desconocimiento. b) Respecto de la segunda observación, podemos examinar cuál es el concepto de comunicación que está operando al interior del modelo de Wolton. Si nos detenemos en la estructura argumental y en el fundamento teórico que despliega, podremos apreciar que en última instancia se trata sólo de una reedición, sofisticada, del modelo matemático-mecánico de la información, donde opera ‘un polo emisor’, ‘un canal’ y ‘un polo receptor’20. Gingras expresa este problema con elocuencia: “Con excesiva frecuencia se asimila la ‘comunicación política’ a un conjunto de recetas que apuntan a manejar las técnicas que permiten pasar con éxito el test mediático. Esta tendencia adquiere mayor importancia aún en la medida en que cierta ‘ciencia política’ analiza los usos de tales técnicas, con lo cual las legitima y les da una apariencia ‘científica’”.21 En el modelo de Comunicación Política existirían ciertos agentes, cada uno de los cuales se desenvuelve en una dimensión y en cada una de esas dimensiones realizaría una función y en ella reconocería su rango de legitimidad. Los agentes serían el político, el periodista y el público. Siguiendo a Wolton, el político transmite un contenido al público. El político se comporta como polo emisor y el público como polo receptor. La transmisión se soporta en el canal que constituyen los medios de comunicación. El contenido emitido sería ‘lo político’, es decir, aquello que habita en la dimensión de ‘la ideología’. El periodista, que sirve de vaso comunicante entre el polo emisor y el polo receptor, habita en la dimensión de la información, es decir, se trata de la bisagra técnica que permite el nexo entre emisor y receptor22. Esta mediación recibe el estatuto de ‘valor’, en tanto es un requisito 20 Esto es claramente apreciable en la base de la noción de comunicación sociopolítica de Bourricaud: “Una técnica de comunicación se reconoce por el hecho de que puedan distinguirse en ella un código y un mensaje (…) La eficacia de la comunicación depende, por lo menos parcialmente, de la congruencia del mensaje (el contenido de la comunicación) con el código (es decir, el sistema narrativo en el cual se vierte el mensaje)”. Op.cit. Bourricaud. “Sobre la noción de Comunicación Sociopolítica”, p.265. 21 Op.cit. Gingras. “El impacto de las comunicaciones...”, p.32. 22 “...las técnicas de comunicación son sólo un medio, por cierto fundamental, puesto que aseguran la transmisión de la ‘información’, aunque secundarias desde el punto de vista de la teoría de la democracia...”. Op.cit. Wolton. “Comunicación política...”, p.32. 14 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA fundamental para el sano funcionamiento de la democracia moderna. El público, habita en la dimensión de la comunicación en tanto devuelve y manifiesta su opinión, como respuesta, al ‘estímulo’ del político23. Se trata así de agentes, dimensiones, funciones y legitimidades que se alcanzan al interior de un sistema de relaciones inestables, pero en tanto se mantengan en ‘equilibrio’, lograrían el saludable ‘funcionamiento’ de la democracia occidental moderna. Si se examina atentamente, este modelo reduce la comunicación a un mero soporte significante neutral que carece de significación. La forma misma no produciría significación toda vez que sólo vehicula un trasfondo de contenido, que en este caso sería ‘lo político’, es decir, aquello que se define por su dimensión ideológica. Esta misma lógica es la que le permite a Wolton reducir la información a soporte y no pensarla como una institución discursiva que se constituye como un actor con significación social. El periodista sólo sería -si se sujeta a su buena naturaleza-, un mero transmisor, un mero canal neutral que reduce la tecnología mediática sólo a una forma y procedimiento y no al comportamiento de una racionalidad que en la técnica se vuelve lenguaje de una configuración social histórica. Por cierto, habita en esa lectura una muy precaria concepción de la teoría de la información y por cierto una muy inadvertida fundamentación epistemológica para sostener que el periodista informa y la información en sí misma sería un valor. 24 Asimismo, cabría examinar el estatuto que tendría en el modelo de Wolton la función de los institutos de sondeos de opinión. Curiosamente, haciendo caso omiso del vasto material que existe al respecto, le confiere el valor de expresión de la opinión pública que exhibe su voluntad, su razón y su pasión en las encuestas y sondeos que serían el ‘termómetro’, la ‘fotografía de un momento social’ 25. El mismo Sartori reacciona y arremete contra estas formulaciones: 23 Esto es nítido en Bourricaud, cuando sostiene que “El fin de la comunicación es modificar las reacciones, las expectaciones o las actitudes del público, es decir, de los posibles receptores. Por su puesto, la comunicación puede fracasar en su intento. Pero la comunicación tiene sentido en relación con esta finalidad y en relación con lo que se puede esperar de los ‘receptores’”. Op.cit. Bourricaud. “Sobre la noción de Comunicación Sociopolítica”, p267. 24 Ver, Arancibia, Juan Pablo: “Acerca de decir, informar y objetivar”. En, Ossa, Carlos. LA PANTALLA DELIRANTE. Lom Ediciones. Universidad Arcis. Santiago, Chile, 1998. 25 Bourdieu cursará una célebre y contundente crítica a estas pretensiones. Denuncia tres supuestos fundamentales en estos dispositivos. Primero: toda encuesta de opinión supone que todo el mundo puede tener una opinión; segundo, se supone que todas las opiniones tienen el mismo peso y; tercero, en la formulación misma de la pregunta está implicada la hipótesis del consenso sobre los problemas. Bourdieu, Pierre. “La opinión pública no existe”. CUESTIONES DE SOCIOLOGÍA. Ediciones Istmo. Madrid, España, 2000, p.220. 15 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA “...a la democracia representativa le basta, para funcionar, que exista una opinión pública que sea verdaderamente del público. Pero cada vez es menos cierto, dado que la videocracia está fabricando una opinión sólidamente hetero-dirigida que aparentemente refuerza, pero que en sustancia vacía, la democracia como gobierno de opinión. Porque la televisión se exhibe como portavoz de una opinión pública que en realidad es el eco de regreso de la propia voz”.26 Para Sartori, los sondeos de opinión consisten en respuestas que se dan a preguntas formuladas por el entrevistador. Y esta definición aclararía de inmediato dos cosas: que las respuestas dependen ampliamente del modo en que se formulan las preguntas y que el que responde se siente ‘forzado’ a dar una respuesta improvisada en aquel momento. De hecho, dice Sartori, la mayoría de las opiniones recogidas por los sondeos son débiles en cuanto no expresan opiniones intensas ni sentidas profundamente; volátiles, pues cambian en pocos días; inventadas en el momento para decir algo (si se responde ‘no sé’ se puede quedar mal ante los demás); y sobre todo: “...produce un efecto reflectante, un rebote de lo que sostienen los medios de comunicación... Porque la sondeo-dependencia, como ya he dicho, es la auscultación de una falsedad que nos hace caer en una trampa y nos engaña al mismo tiempo. Los sondeos no son instrumentos de demo-poder –un instrumento que revela la vox populi- sino sobre todo una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo; y su influencia bloquea frecuentemente decisiones útiles y necesarias, o bien lleva a tomar decisiones equivocadas sostenidas por simples ‘rumores’, por opiniones débiles, deformadas, manipuladas, e incluso desinformadas. En definitiva, por opiniones ciegas”.27 Gingras planteará al respecto que los conocimientos políticos adquiridos a través de la televisión difieren de los que normalmente debe tener una persona informada en una democracia. Motivo por el cual cabría admitir la preocupación por la preeminencia que han adquirido las comunicaciones en la vida parlamentaria y en la vida partidaria, y con ello la pregunta: ‘¿La forma se está devorando el fondo?. Los programas políticos que buscan divertir llevan al electorado a no ver en la política más que entretenimiento, lo cual termina por reducir el alcance político de las campañas electorales’.28 26Op.cit. Sartori. HOMO VIDENS. LA SOCIEDAD TELEDIRIGIDA, p.72. 27 Ibidem, pp. 74-76. 28 Op.cit. Gingras. “El impacto de las comunicaciones...” p39. 16 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA Pese a ello, el modelo de Wolton supone la constitución de un espacio público mediatizado pero que conservaría las mismas propiedades del espacio público clásico, sólo que ahora es una modalidad mediatizada29. c) Acerca de la tercera observación, sobre los alcances políticos que Wolton le confiere a su modelo, se torna relevante el que salude a la Comunicación Política como el asentamiento de la institucionalidad democrática, como señal de madurez y buena salud de la democracia30. Obviamente esta lectura despierta variadas resistencias. El propio Touraine reacciona señalando que la comunicación política debe ser abordada no en un nivel general, sino partiendo de una observación concreta, presente en todas partes: y es que el hincapié que se hace en la comunicación es correlativo de la crisis de la representación política. Los políticos se preocupan cada vez más por su imagen y por la comunicación de sus mensajes, en la medida misma en que ya no se definen como los representantes del pueblo, o de una parte de éste, o de un conjunto de categorías sociales.31 Por lo que no se podría pensar en los problemas de la comunicación política en términos puramente generales o nada más que conceptuales. Para Touraine el origen de esta reflexión es históricamente concreto: “Está en la crisis de la representación política; con más precisión, en la de la política como representación, siempre que se añada que esa crisis puede ser interpretada de muchas maneras. En ello se puede ver un peligro: el desarrollo de una política de masas en la cual los que ostentan el poder o, en mayor medida, medios de comunicación, tendrían capacidad de imponer ideas, sobre todo candidatos, así como se publicita cualquier producto de gran consumo”.32 En el mismo tenor, y pensando para esta región, Landi sostiene que esta crisis de representación que ha afectado a gran parte de los partidos latinoamericanos –en medio de la quiebra financiera de los Estados y de la dureza de las restricciones de 29 Sartori, por cierto, estará distante a este optimismo y más bien, en el mejor de los casos, le asigna a los medios ser unos “...formidables multiplicadores de estupideces. Cuando se dicen en la pantalla, las estupideces crean opinión: las dice un pobre hombre balbuceando a duras penas, y al día siguiente las repiten decenas de miles de personas”. Op.cit. Sartori. HOMO VIDENS, p93. 30 “La comunicación no sustituye a la política sino que le permite existir, y hasta se puede emitir la hipótesis de que el reconocimiento de este nivel de funcionamiento de la comunicación política es signo de un buen funcionamiento de la democracia y de cierta madurez política...”. Op.cit. Wolton. “Comunicación política...” p42. 31 Touraine, Alain. “Comunicación política y crisis de la representatividad”. En, Op.cit. Ferry; Wolton. EL NUEVO ESPACIO PÚBLICO, p47. 32 Ibidem, p49. 17 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA nuestras economías- facilitó la expansión de la TV como escenario principal y también como actor de la política. Sin embargo, advierte que este fenómeno no se reduce simplemente a que los medios ahora reemplazan a los partidos; o que sólo se trata de un cambio de retórica: un tránsito del libro y el periódico partidario a la narrativa audiovisual.33 A esa misma transformación de fondo se refiere Velásquez al sostener que en la actualidad uno de los principales actores y escenarios de la política es el espacio televisivo. “La importancia que tiene el medio televisivo para la comunicación política en general y para el político en particular, como incidencia (positiva o negativa) sobre el discurso del político y, en relación a su efectividad, nos parece indiscutible. La única forma que tiene el público en general de asistir a (y sobre todo de ‘presenciar’) una intervención del político es por medio de la televisión”.34 En una lectura semejante, pero quizá algo más desconfiada se presenta Gingras al sostener que las pretensiones políticas, como los debates entre los líderes, la comunicación de los gobiernos, la publicidad electoral y el empleo de los sondeos, tienen oficialmente por objeto servir de vínculos entre los gobiernos y la población y favorecer la toma de decisiones esclarecida del electorado; la racionalidad, el debate público y la elección por suma de voces constituyen el fundamento teórico del sistema de democracia occidental. Así, las prácticas políticas tienen, pues, pretensiones democráticas que se articulan alrededor de varios postulados: que las candidatas y los candidatos elaboren proposiciones de política pública clara; que el público esté atento a tales proposiciones; que los miembros del electorado elijan en función de esas proposiciones Y, por último, que quienes ganen se comprometan a cumplir una misión que corresponde a sus proposiciones35. Así entonces, el juicio y saludo que Wolton hace a su modelo se torna factible sólo si se accede a conceder validez a aquellos supuestos que lo soportan. Por de pronto, que el modelo de Comunicación Política instituye y autoriza el ingreso de ciertos agentes en la vida pública de la sociedad. Que estos agentes gozan de las competencias y dotaciones para dirimir en acuerdo a una razón las fuerzas y motivos que los movilizan. Que es posible pretender un ‘equilibrio’ entre estos actores, y ese equilibrio se traduce en una libre y racional concurrencia y competencia de actores 33 Landi, Oscar. DEVÓRAME OTRA VEZ. Editorial Planeta. B. Aires, Argentina, 1992, p53. 34 Velázquez, Teresa. LOS POLÍTICOS Y LA TELEVISIÓN. Editorial Ariel Comunicación. Barcelona, España, 1992, p61. 35 “A la luz de los cambios producidos en las prácticas políticas por las comunicaciones (...), las pretensiones democráticas de las prácticas políticas no son más que eso: sólo pretensiones”. Op.cit. Gingras. “El impacto de las comunicaciones”, p38. 18 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA dimensiones y funciones36. Y si bien Wolton le endosa a este modelo de Comunicación Política el sello de ser un espacio de enfrentamiento, curiosa y paradojalmente, este modelo sólo se torna posible si es que estas fuerzas se enfrentan manteniendo su equilibrio. “…el surgimiento de la comunicación en la comunicación política en realidad traduce el reconocimiento de una lógica conflictual. Las tres lógicas constitutivas de la comunicación política (información, política, comunicación) no son complementarias sino, en cambio, conflictuales, y lo que estructura la comunicación política considerada no como espacio de ‘comunicación’ sino como el punto de enfrentamiento de lógicas contradictorias es su interacción”. 37 Esto tendría tres consecuencias. La primera atañe a la política que en la democracia masiva es inseparable de los medios y de los sondeos, únicos medios para asegurar cierta ‘comunicación’ entre los políticos y el electorado. La segunda concierne al papel respectivo de los sondeos y de los medios en la comunicación. Su papel hasta hoy complementario en realidad va a diferenciarse cada vez más: los medios están más comprendidos en una lógica de la información y los sondeos, en una lógica de la comunicación; información y comunicación remiten poco a poco a dos legitimidades bastante distintas. La tercera tiene que ver con el estatuto de la opinión pública. Si bien ésta seguiría siendo la referencia de los medios, así como de los sondeos y de los políticos, no obstante, lo es en un sentido progresivamente diferente para unos y para otros.38. Los tres agentes se requieren, las tres dimensiones se entrecruzan y las tres funciones serían fundamentales para la democracia. Un detalle no menor, es que para estos efectos Wolton no ha definido, conceptualizado ni argumentado su valoración de la democracia como régimen político-jurídico39. Es decir, hasta ahora 36 El propio Jean Marc Ferry se presentará más cauto al respecto, puesto que: “...no es sólo la comunicación política sino también la organización democrática de nuestras sociedades lo que se hallaría profundamente transformado. Las insuficiencias del sistema de la representación parlamentaria, patentizadas con la aparición de las sociedades masivas, quizá hayan contribuido de manera muy marcada al surgimiento de un poder burocrático ‘equilibrado’ por medio de un poder mediático. Por otra parte, ambos pueden analizarse desde la misma perspectiva crítica, como los dos grandes síndromes de una democracia mucho más ‘aclamativa’, en especial, que ‘participativa’”. Op.cit. Ferry. “Las transformaciones de la publicidad política”, p27. 37 Wolton, Dominique. “Los medios, eslabón débil de la comunicación política”. En, Op.cit. Ferry; Wolton. EL NUEVO ESPACIO PÚBLICO, p184. 38 Ibidem, p185. 39 “...la fuerza de la comunicación política, que consiste en organizar en un momento dado el choque de las cuestiones que están en juego, es precisamente dejar lugar a otras lógicas diferentes de la lógica periodística. Si ésta predomina, lo que queda desequilibrado es el juego de las diferencias”. Wolton, 19 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA no habría presentado ni más ni menos argumentos para exhibir un optimismo o pesimismo sobre los efectos de la Comunicación Política 40. Tanto es así, que el propio Wolton ha de advertir que en la perspectiva que aquí se abre, la de un espacio en que la Comunicación Política es mediatizada -sin que por eso el público deba estar representado-, los mecanismos dudosos de la democracia aclamativa serían parcialmente reducidos, así como también el proceso de consagración del ‘cuarto poder’, un poder eminentemente ‘público’, en verdad, y cuán indispensable para la democracia, pero que también puede llegar a ser exorbitante, desde el momento en que compite con el poder político normalmente vinculado con calidad constitucional del ‘poder público’41. Verón ve con buenos ojos este problema, señalando que cada producto final difundido por los medios de información sería una configuración discursiva profundamente heterogénea pues es el resultado de múltiples negociaciones y estaría atravesada por las estrategias de los diversos actores que intervienen en su producción. En otras palabras, la comunicación política configura un área discursiva que constituye el lugar de encuentro de una gran variedad de operadores estratégicos42. Sin embargo, esa variedad difusiva no será necesariamente leída como señal democratizadora, porque para Sartori, por ejemplo, si bien la democracia habría sido definida con frecuencia como un gobierno de opinión, esta definición se adaptaría perfectamente a la aparición de la ‘vídeo-política’. Actualmente, el pueblo soberano ‘opinaría’ sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar. Y en el hecho de conducir la opinión, el poder de la imagen se coloca en el centro de todos los procesos de la política contemporánea. “La cuestión es que la carrera presidencial se convierte en un espectáculo (incluida también en el show business) en el que el espectáculo es lo esencial y la información es un residuo”.43 Dominique. “Las contradicciones de la comunicación política”. En, Op.cit. Gauthier y otros. COMUNICACIÓN Y POLÍTICA, p120. 40 De hecho, el propio Verón, aunque entusiasta con el modelo, presenta sus propias aprehensiones: “... estamos en condiciones de señalar la dificultad principal: la tensión más fuerte que existe entre la práctica estratégica en comunicación política y la investigación sobre la comunicación política. En el campo político, cada actor obra atendiendo a su propia lógica que es por definición, unidimensional (los individuos tanto como las instituciones, el político tanto como el periodista, el partido tanto como el canal de televisión)”. Verón, Eliseo. “Mediatización de lo político. Estrategias, actores y construcción de colectivos”. En, Op.cit. Gauthier. COMUNICACIÓN Y POLÍTICA, p223. 41 Ver, Op.cit. Ferry. “Las transformaciones de la publicidad política”, p27. 42 Op.cit. Verón. “Mediatización de lo político”, p224. 43 Op.cit. Sartori. HOMO VIDENS, p109. 20 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA Por cierto que este es otro de los reclamos y conclusiones que se extraen del apogeo de la videopolítica, aquella consideración apresurada de advertir a la práctica política, incluyendo sus discursos, como un ‘mero’ espectáculo. 44 Mangone sostiene que lo actualmente impacta es el carácter de las determinaciones que la serie televisiva le impone al discurso político, es decir, la conformación de un político televisivo que se hace cargo de los géneros de la televisión, de la mundanidad del mundo del espectáculo, de la mostración sin pudores de familia y patrimonio, en donde la relación espectacular se traslada a todos sus actos en una doble vía que politiza sus dichos y privatiza todas sus conductas públicas. 45 Así la televisión condicionaría fuertemente el proceso electoral, ya sea en la elección de los candidatos, bien en su modo de plantear la batalla electoral, o en la forma de ayudar a vencer al vencedor. Además la televisión condiciona, o puede condicionar, fuertemente el gobierno, es decir, las decisiones del gobierno: lo que un gobierno puede y no puede hacer; o decidir lo que va a hacer. Por eso es que cabría, en la lógica de Sartori... “... destacar que es correcto decir ‘opinión’. Opinión es doxa, no es epistème, no es saber y ciencia; es simplemente un ‘parecer’, una opinión subjetiva para la cual no se requiere una prueba”...“Pero la democracia representativa no se caracteriza como un gobierno del saber sino como un gobierno de la opinión, que se fundamenta en un público sentir de res publica”.46 Y entonces ante este punto, Wolton parece verse forzado a mostrar la fragilidad de su modelo al señalar que uno de los efectos más perversos del proceso, por lo demás democrático, de hacer públicas todas las cuestiones, es el proceso de la mediatización ‘sin límites’. El inconveniente radica en la desaparición de la frontera entre lo público y lo privado. Pero hay otro efecto más cuestionable en lo tocante al 44 “Está suficientemente estudiado que la metáfora teatral nos sirve a los fines de analizar el imaginario social sobre la política desde hace varios siglos. El carácter espectacular de la práctica política no arriba con la televisión sino que se puede rastrear hasta llegar al orador griego Demóstenes, padre de la palabra política persuasiva, que introducía piedras en su boca para que su discurso resonara y fuera escuchado hasta en los confines del ágora. El uso de recursos retóricos (…), la preocupación por las posturas corporales y otros elementos paralinguísticos, estuvieron siempre presentes en la práctica del discurso político y sólo hoy cobran más importancia por el carácter hegemónico de la videopolítica y por el uso que de la imagen, en detrimento de la argumentación, se hace a través de los medios audiovisuales”. Op.cit. Mangone. EL DISCURSO POLÍTICO, p48. 45 Ibid. 46 Op.cit. Sartori. HOMO VIDENS. p70. En el lenguaje de Gingras, esto es: “Ahora, los líderes políticos ya no dan prioridad al input directo de los militantes; hoy quienes más guían la acción de las personalidades de la política son los especialistas en consulta política, las empresas de sondeos y los expertos en relaciones públicas”. Op.cit. Gingras. “El impacto de las comunicaciones...”, p33. 21 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA equilibrio precario de la comunicación política y se trata del hecho de que los medios llegan a ser el único patrón de legitimidad 47. Y esto ha de alarmar al propio Wolton: “Todo lo que es conocido se mediatiza, por lo tanto, todo lo que está mediatizado es legítimo. Sin embargo, existen numerosísimos actores, discursos, representaciones que no están dentro del espacio público y que, sin ser objeto de mediatización, desempeñan así y todo una parte esencial en la sociedad. La ampliación del espacio público desde hace un siglo, por efectos de la democratización, no nos debe llevar alegremente a la conclusión de que lo que está dentro del espacio público es el único criterio de legitimidad”.48 Verón tendrá que moderar el punto explicando que una sociedad en vías de mediatización no es por eso una sociedad dominada por una sola y única forma estructurante que explicaría la totalidad de su funcionamiento. La mediatización opera a través de diversos mecanismos según los sectores de la práctica social que interese, y produce en cada sector distintas consecuencias. Dicho de otro modo, una sociedad mediatizada sería más compleja que las que le han precedido, por ejemplo, distinguible de la sociedad mediática del periodo anterior, que era una sociedad en que poco a poco se implantaban tecnologías de comunicación en la trama social. A pesar de lo que se crea, la publicidad, el discurso político, el discurso informativo, el discurso científico, etc., resultan de condiciones de producción y de reconocimiento diferentes, específicas en cada caso.49 Pero particularmente… “Respecto del sistema político, la pantalla chica se convierte en el sitio por excelencia de producción de acontecimientos que conciernen a la maquinaria estatal, a su administración, y muy especialmente a uno de los mecanismos básicos del funcionamiento de la democracia: los procesos electorales, lugar en que se construye el vínculo entre el ciudadano y la ciudad. En otras palabras, ya estamos en la 47 Op.cit. Wolton. “Las contradicciones de la comunicación política, pp. 118-119. 48 Ibidem, p119. En semejante perspectiva se inscribirá Gingras quien ve que “El agenda-setting o el establecimiento de las prioridades políticas constituye otra faceta del impacto que producen las comunicaciones en las prácticas políticas. La importancia que los medios atribuyen a ciertos individuos definiría la importancia que les atribuye la población e incidentalmente permitiría, en primer lugar, determinar las cuestiones por las que deben preocuparse los gobernantes y aquellas que pueden razonablemente dejar de lado: en segundo lugar, facilitar o dificultar la capacidad de gobernar y, por último, desempeñar un papel muy activo durante el periodo electoral”. Op.cit. Gingras. “El impacto de las comunicaciones...” p34. 49 Verón, Eliseo. “Interfaces. Sobre la democracia audiovisual evolucionada”. En, Op.cit. Ferry; Wolton. EL NUEVO ESPACIO PÚBLICO, p124. 22 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA democracia audiovisual. Más para bien que para mal…” 50 No obstante, Verón identifica el proceso de mediatización de la política con una crisis de legitimidad de la clase política a la que asistiríamos aún hoy. Se trata, por un lado, de la decadencia del campo donde se ejercía la gestión de los colectivos de largo plazo (el de lo político) y, por otro, al dominio creciente de otro campo (el de los medios) esencialmente orientado por la gestión de los colectivos de corto plazo: éste es, según Verón, el sentido profundo de la crisis de legitimidad de lo político de la que tanto se habla hoy.51 “Esto significa que en la mediatización de lo político, es lo político lo que ha perdido terreno en relación con los medios: tratando de lograr el dominio de los medios a toda costa, los políticos perdieron el dominio de su propia esfera”.52 Una mirada semejante sugiere Bourdieu, para quien el expansivo e intensivo uso de la televisión como medio de actuación política, que sometida a ciertas lógicas que gobiernan el campo periodístico, serían las que han subsumido la política a las lógicas del rating y los índices de audiencia. Es de esta forma que la televisión estaría desperdiciando la posibilidad de convertirse en un fundamental agente democratizador y se estaría convirtiendo en la principal amenaza de la democracia. “Pienso, en efecto, que la televisión (…) pone en muy serio peligro las diferentes esferas de la producción cultural: arte, literatura, ciencia, filosofía, derecho; creo incluso, al contrario de lo que piensan y lo que dicen, sin duda con la mayor buena fe, los periodistas más conscientes de sus responsabilidades, que pone en un peligro no menor la vida política y la democracia”.53 En una perspectiva no menos crítica, pero quizá más clásica, se expresa Vilches: “La representación del Poder, el modo como se sueña el poder en cada espectador, es positiva y es la expresión del mejor sistema político al cual aspira la clase que gobierna un país. La televisión es, por tanto, la imagen del poder”.54 50 Ibidem, pp. 124-125. 51 Op.cit. Verón. “Mediatización de lo político”, p230. 52 Ibid. 53 Bourdieu, Pierre. SOBRE LA TELEVISIÓN. Editorial Anagrama. Barcelona, España. 1997, pp. 7-8. 54 Vilches, Lorenzo. MANIPULACIÓN DE LA INFORMACIÓN TELEVISIVA. Ediciones Paidós. Barcelona, España. 1989, p322. Es interesante señalar el parentesco que tiene esta relación con la tautología que denuncia Schmitt a la hora de comprender lo político. En general ‘político’ es asimilado, de una u otra manera, a ‘estatal’ o al menos es referido al estado. Entonces el Estado aparece como algo político, pero lo político se presenta como algo estatal: se trata, manifiestamente, de un círculo vicioso. Este es, curiosamente el estatuto político que comporta la televisión para Vilches, es decir, la televisión se 23 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA Según este autor, la televisión sirve entonces para unificar en un solo acto el instinto del placer y el concepto de tiempo libre en sus posibles formas subversivas y marginales y les confiere una unidad simbólica. Por ello es que el mirar televisión aparece como un placer y no como un trabajo. La televisión, sin embargo, no es el Estado. No toda la ideología del Estado viene representada totalmente, sino sólo aquella parte que es ‘televisible’, es decir, que tiene un código pertinente. Y sólo esto, pero todo esto, es lo propio de su especificidad. La televisión, en relación con los aparatos culturales, es un dominio del Estado como la Educación o el sistema sanitario, pero su carácter particular viene dado por el modo específico de inversión de signos en su producción, es decir, en el lenguaje televisivo.55. Curiosamente, lo planteado por Vilches desliza un parecido con el modelo de Wolton y al mismo tiempo señala lo que quizá sea la fisura más profunda del modelo, ya que para Wolton, más allá de toda mediatización, en última instancia, son los políticos los que resuelven sin consideración del público. “En situación de crisis política, interna o externa, el equilibrio de la comunicación política incluso es diferente, al ser dominado por la preeminencia de los políticos. La urgencia de la situación, la importancia de la acción y de las decisiones que se han de tomar colocan al político en el centro de la comunicación política. El ritmo de los acontecimientos y su carácter inesperado disminuyen de modo temporario el papel de la opinión pública y la importancia de los sondeos, pues la responsabilidad de los actores en tales situaciones raras veces consiste en actuar conforme a la opinión pública”.56 vuelve política ahí donde establece alguna conexión con el Estado, y éste sería, en última instancia, lo que define la política. Op.cit. Schmitt. EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO, p16. 55 Op.cit. Vilches. MANIPULACIÓN DE LA INFORMACIÓN TELEVISIVA, p328. Cabe hacer notar la semejanza de estas formulaciones con la noción althusseriana de los ‘aparatos ideológicos de Estado’. Ver, Althusser, Louis. IDEOLOGÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO. Ediciones Quinto Sol. México, 1987. 56 Op.cit. Wolton. “Comunicación política”, p40. 24 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000 investigación y CRÍTICA PROGRAMA DE COMUNICACIÓN Y CULTURA 25 INVESTIGACIÓN Y CRÍTICA N°4 2000