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Ley de cuotas favorece acceso a la política Revista Somos MUJERES Por César Blas Florián La política y la mujer, han sido dos conceptos que, en nuestro país, han marchado distantes. Mirándose ambos con necesidad; pero separados por el injusto desmerecimiento de una sociedad machista y patriarcal. Hasta la historia ha sido mezquina con el rol de la mujer en nuestras sociedades. Sólo basta abrir un libro común de secundaria, que son las primeras y más accesibles fuentes de información, y en sus amplias páginas encontramos como lunares a Micaela Bastidas, María Parado de Bellido, la imaginaria Mama Ocllo, entre otras pocas. Olvidándose de muchas, como: Bartola Sisa, Francisca Inquitupa; o la primera profesional del Perú Trinidad Henríquez, gran luchadora por la equidad de la mujer, y muchas otras que llenarían estas páginas. Por esta razón, muchos investigadores, han empezado a desarrollar una historia paralela, leámoslo "Feminista", para darle a las mujeres el protagonismo que se merecen. Lo ideal es hacer una revisión y reconstrucción histórica, donde la mujer tome el lugar que se le ha negado. En el ámbito de la política, no se le ha dado la valoración real a la mujer, a pesar de su ya demostrada capacidad de liderazgo y organización. Ha sido marginada su participación en las actividades políticas de trascendencia. Por la dificultad de salir del hogar. Falta de apoyo de las parejas. La atención a los hijos, que es una obligación (exclusiva y/o principal) la de ser madre, y sobrecargarse de tareas domésticas. Todos estos problemas implican una falta de conciencia de género en la familia, el colegio, la universidad y en los funcionarios encargados de desarrollar políticas de desarrollo; pues los discursos que pregonan equidad de género no tienen la respuesta que se espera. Haciendo un poco de historia, recién en 1956, la mujer obtuvo el derecho a votar y ser elegida; pero la cultura de marginación contra la mujer, fue la barrera más difícil de saltar. En la década de los 80, se vislumbra un claro proceso de apertura hacia la participación de la mujer en el poder político y, por ende, la consolidación de su presencia en la gestión comercial, que le da solvencia e independencia económica; que la hace aventurarse en la política, pues su dependencia del esposo ha sido librada. En el Parlamento de 1980, encontramos a 2 senadoras y 13 diputadas. Diez años después habría 4 senadoras y 10 diputadas. En el clausurado Congreso de 1992 hubieron sólo 3 mujeres de 80 miembros del Congreso Constituyente Democrático, hasta que en 1995, 13 damas son elegidas congresistas y otras tantas son escogidas para cubrir cargos en los ministerios y en la administración de justicia. En 1999, se normatiza la "ley de cuotas", promovida por la congresista Anel Townsend, donde la ley exige que los partidos y movimientos políticos que se presenten a las elecciones municipales y generales, lleven en su lista el 25% de mujeres. Esta ley es aplaudida; pero no convence a todas las mujeres. Sucede que los partidos políticos, cuentan con pocas mujeres representativas, sin embargo aquellas que ayuden a generar votos a favor serán las beneficiadas con los primeros números; pero las otras sólo cubrirán los últimos lugares en las listas, sin posibilidades. Esta realidad de la participación exigida de la mujer hacia los partidos, ha salido a flote en el panorama municipal, donde sólo fueron elegidas 70 alcaldesas y 932 regidoras, de un total de 12 mil 675 autoridades municipales. La lucha por la equidad de género sigue latente, buscando siempre reducir la brecha entre la igualdad de hecho y la igualdad de derecho, donde se exija el 50% de mujeres y las mujeres sigan luchando por estar en los primeros lugares. Vivimos en un mundo dividido en dos esferas: machistas y feministas, donde el dominio público masculino es la producción y la política; y un sector más privado apartado, estático y reproductivo reservado para la mujer, que posee un valor de intercambio y no goza de reconocimiento, dijera Maren Günther, vocera en temas políticos del Partido Popular Europeo. Se debe exigir la generación de espacios para el desarrollo equitativo de los derechos y oportunidades para las mujeres y combatir la desigualdad, cuestionar las relaciones subordinadas, proporcionando nuevas alternativas vinculadas al pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos, políticos, sociales, culturales, económicos y laborales. Estamos viviendo tiempos de cambio y de trascendencia de la mujer. El acceso a los medios de comunicación ha sido un paso importante para su desarrollo; su protagonismo es ahora multiplicado, y ellas saben del poder que ejercen, haciendo creciente la sensibilidad sobre el tema de la mujer y la política en la opinión pública. El acceso a la educación, ha sido otro de los factores que han permitido que la mujer vaya escalando posiciones en la política y dé un salto cualitativo y sustancial. Se está tomando conciencia de la importancia de la mujer en todos los espacios de desarrollo. Es importante, también, la capacitación de la mujer; porque son líderes por naturaleza. Basta mirar a los clubes de madres y organizaciones de base donde su liderazgo ha logrado paliar el hambre de sus familias, a través de los comedores populares, considerados el fenómeno socio-organizativo más importante del país. Son estas liderezas las que, en sus diferentes sectores, han escalado a las regidurías y alcaldías, llegando a tener oportunidad de tomar decisiones de gobiernos locales. En estos tiempos, el protagonismo de las mujeres congresistas no ha pasado desapercibido: Martha Chávez y Martha Hildebrandt han llegado a la Presidencia del Congreso, quienes han tenido que enfrentar duras críticas, sin que melle sus decisiones. Otras, menos publicitadas, como Aurora Torrejón, María Jesús Espinoza, Edith Mellado, Carmen Lozada, Luz Salgado, han presidido comisiones ordinarias dentro del trabajo del Congreso. Un caso aparte fue la congresista Susana Díaz, preferida de los periódicos chicha y protagonista de las más pintorescas noticias que Congreso alguno provoque; ejemplo de lo que una mujer congresista no debe hacer. En congresos y encuentros de mujeres se destacan estos conceptos: La mujer debe participar en todo lo que involucre su desarrollo personal, familiar y comunal; tanto en política como en otros temas; porque como protagonista de su propio destino debe saber que hace política en la casa, en el trabajo y en la convivencia. No debería existir ley de cupos que favorezca a la mujer, ésta debe actuar para obtener sus espacios políticos porque tiene cualidades, aptitudes y actitudes que no la desmerecen en nada frente a los hombres. Debe exigir, que su participación en los grupos políticos no debe desarrollarse en roles domésticos (secretaria, tesorera, vocal); sino por sus capacidades. Rara vez es elegida presidenta o vice presidenta. La mujer debe ganarse su lugar, no haciéndose la víctima ni imponer su posición, a fin de ganar simpatía o lástima; sino con idoneidad, documentación y preparación. La mujer, en política, no debe virilizarse, sino seguir siendo mujer que hace política. No imitar las actitudes de la actual Presidenta del Congreso, que pregona su mal carácter cuando quiere y con quien quiere; agregando que se divorció porque no soporta que la manden o la juzguen, como si para darse a respetar se necesitara patear a todo aquel que usa pantalones; perdiendo la delicadeza innata de la mujer. La mujer política, cuando se presente en algún medio de comunicación, no debe dejar de ser ella misma, hay valores fundamentales que no se negocian, como la de ser madres, y que sus actitudes deben ir en este sentido, sin perder firmeza y preparación, y siempre con fundamento y conocimiento. La mujer debe estar presente desde el inicio de las ideologías o propuestas de las diferentes agrupaciones, siguiendo así una evaluación de la perspectiva de género en las políticas públicas. No como ahora, que las propuestas y normas de las agrupaciones lo hacen los hombres y luego llaman a las mujeres, especialmente a las más representativas, para poder atraer algunos votos más.