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A noventa años de su nacimiento, los homenajes a Alberto Ginastera no terminan en lo declamatorio. Ginastera, a cuya fama en el mundo contribuyó involuntariamente el general Juan Carlos Onganía con la prohibición de su ópera «Bomarzo» a fines de los años 60, es el segundo compositor argentino más interpretado en el mundo, después de su discípulo Astor Piazzolla. En estos días, se está ensayando un concierto homenaje al músico en el Teatro Colón, donde actuará como solista al piano Luis Ascot, y mientras tanto la hija del compositor, Georgina Ginastera, continúa con su sostenida labor de difusión nacional e internacional. Una de sus metas es el redescubrimiento del Ginastera menos conocido. Justamente, ella y Ascot se reunieron hace poco en Ginebra en el marco de un tributo al músico. Convocados por la «Ecole de musique» del Conservatorio de esa ciudad, donde Ginastera vivió varios años, ambos dialogaron con músicos y jóvenes estudiantes en la sala de la Bolsa de Comercio. Forzosamente, los aspectos artísticos no fueron los únicos, ya que ambos recordaron detalles desconocidos y familiares del compositor de «Estancia». También hablaron del legendario Instituto Di Tella, del que Ginastera fue uno de sus mentores. El concierto, con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. se llevará a cabo el 10 de agosto en el Teatro Colón, dirigido por el mexicano Arturo Diemecke, incluirá las «Variaciones concertantes» en homenaje al aniversario del nacimiento del músico. Dialogamos con ellos: Periodista: ¿Su padre y Piazzolla continúan siendo los músicos argentinos más interpretados en el mundo? Georgina Ginastera: Así es. En primer término está Piazzolla, que fue alumno de mi padre, pero él está por delante de otros muy buenos compositores nacionales como Guastavino o López Buchardo, por ejemplo. Yo creo que Piazzolla hizo una extensión interesante hacia la música clásica. Muchos pianistas tocan Piazzolla. Yo Yo Ma lo toca, Dutoit también. El fue el alumno de Ginastera más exitoso. Me da la impresión de que Astor tomó de él su sentido de la orquestación, del ritmo, de la transposición del folklore: mi padre lo hizo del ámbito rural, y Piazzolla en cambio del tango. Ambos lanzaron el folklore a otra dimensión. P.: ¿A qué se debe que haya obras de Ginastera que se interpretan tanto, y en cambio otras que prácticamente no es escuchan? G.G.: Hay cosas que no tienen explicación en el ámbito de las salas de conciertos. Ginastera compuso un estupendo concierto para piano, el número 1, y sin embargo la obra más requerida es el concierto para arpa. Habría que saber por qué es así: si es porque hay pocos conciertos para arpa en la música contemporánea, si realmente el arpa ha tomado una difusión diferente. No hay razones a la vista. Yo diría que las obras de la primera y segunda época de mi padre, hasta los años 70, son las que más se interpretan, en especial las «Danzas argentinas» con su « Malambo» final. Es siempre la obra más interpretada a nivel internacional. P.: Ascot, ¿cómo transcurrió ese encuentro en Ginebra? Luis Ascot: El enfoque que le aportó Georgina, no era un análisis analítico de la obra de su padre sino personal y familiar, de su relación con él como hija. En Ginebra, por el hecho de haber vivido allí diez años alrededor del 70, Ginastera llegó justo en el momento en que el conservatorio estaba cambiando sus programas de estudio. Las obras a estudiar fueron modificadas, se amplió el panorama que abarcó ahora la música contemporánea y mucho más allá de lo que se estudiaba del siglo XX. Como yo he tocado durante toda mi vida la obra de Ginastera he hice tocar su música a mis alumnos en Ginebra, su música es suficientemente conocida. P.: ¿Qué representó para usted, Georgina, hablar en público de lo familiar? G.G.: Hablar de un padre es difícil. Este hecho fue potenciado por el hecho de que, cuando yo era chica, Ginastera era una persona muy conocida, ya que él comenzó con sus primeras presentaciones, sus primeros estrenos, cuando yo tenía 18 ó 19 años. L. A.: Georgina hizo dos referencias muy gráficas. Una con relación a Stravinsky, de quien dijo «¿cómo un hombre tan chiquito puede producir música tan grande?» y cuando habló de Piazzolla, la vez que salió de las habitaciones en que trabajaba con su padre y le dijo mientras le acariciaba la cabeza «¿cómo estás, nenita?». Esas imágenes tienen efectos fuertes en el auditorio. Del mismo modo, su relato acerca del fastidio de su padre cuando «Bomarzo» fue prohibido en el Colón, que lo llevó a prohibir que se tocara el resto de sus obras. También habló de las músicas que compuso para el cine, de su refugio en la amistad de aquellos que él quería. Entrevista de Eduardo Giorello