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Carta de Despedida a Filiberto 27 de septiembre de 2005 Río Blanco Querido Filiberto, amado esposo, amado compañero: Estoy junto a todos tus compañeros, a todo tu pueblo, llena de dolor y de angustia ante esta injusticia tan grave y maldita que se ha cometido contra ti. Tú, que has sido portaestandarte de la justicia, que has sido defensor de los desvalidos y de los oprimidos, que has sacrificado tu vida y tu familia inmediata por tu Patria y tu familia extendida, que es tu pueblo. ¿Cómo han tenido la osadía y la prepotencia de asaltar tu hogar y tu nobleza? ¿Cómo se permite que los invasores de nuestra patria te hayan masacrado de esa manera? ¿Qué vileza se extiende contra ti, qué has hecho tú para merecer esto? Quienes te conocemos, y doy fe de conocerte profundamente, nos sentimos indignados y desgarrados ante esta cruel venganza. Siempre lo supiste: vendrían a matarte. Y hoy puedo dar fe de ello. Durante nuestros primeros años estuve dispuesta a correr contigo esa misma suerte en el desenlace final. Siempre ante tu contundente oposición. Yo no concibo la vida sin ti, eres mi todo, eres mi luz, eres mi fortaleza. Me convenciste de que yo tendría que permanecer porque tenía que saberse la verdad, y quien único podría contarla sería yo. Ese era mi deber ante la Patria. Y la Patria es el deber supremo. Recuerdo nuestras palabras muy temprano en nuestra relación personal. Te dije: “te entrego mi corazón y mi vida”, y tu respuesta: te entrego mi corazón, porque mi vida es para la Patria”. Te comprendí perfectamente y te amé aun más por ello. Nos unimos en términos absolutos y contundentes. Con todo el amor, cariño y pasión de las cuales ambos somos capaces. Compartimos valores intrínsecos en nuestro viaje juntos por la vida, valores tales como la honestidad, la integridad, la comprensión, la compasión, entre otros. Tienes la cualidad más linda de un revolucionario: el amor. Amor por tu pueblo, amor por tu Patria, por todo ser humano. Tu entusiasmo era perenne, jamás te vi desfallecer y jamás pensaste en rendirte. Eras una fuente de energía para todos los compañeros que te conocieron y compartieron tu sueño: el sueño de una Patria liberada. Tu fortaleza, tu ilusión, tu nobleza, tu dulzura, son recuerdos imborrables que nos dejas. Amabas a todos más que a ti mismo. Eres de esos seres imprescindibles, de esos seres cuya luz nos alumbra el camino porque tienen una estrella que los guía, y tu estrella era y sigue siendo la Patria liberada. ¡Cuántas veces me decías que sentías que tu vida respondía a una fuerza mayor a ti! Sentías que tu destino lo marcaba una luz hacia la que caminabas y eso era fundamental e indisoluble. Eres un ser de luz, un ser especial que lo entregó todo, en palabra, corazón y acción por la Patria: un verdadero revolucionario. Tu ejemplo queda para todos nosotros, que ojalá podamos parecernos un poco a ti. Tu peregrinar por la vida, desde tus inicios en el Movimiento 26 de Julio, participando activamente en la Revolución Cubana y tu búsqueda en el aprendizaje del conocimiento de la realidad de la patria puertorriqueña evidencia tu pensamiento antillanista, siguiendo los pasos que nos legó Betances. Llevaste en el corazón la máxima de Albizu: “la Patria es valor y sacrificio” y hoy nos lo demuestras. Cuánto han tronchado estos criminales, estos asesinos, que mienten en todas sus declaraciones. Que nadie les crea. No es cierto lo que dicen. Ellos mienten. Que ningún puertorriqueño les crea sus mentiras. Tengo que decir esto porque es lo que tú dirías, lo que sé que quieres que diga: la verdad, que no engañen a nuestro pueblo, que se vayan de aquí. Que todos los puertorriqueños hagan suyo tu juramento de libertad para la Patria y que lo consagremos ante ti, y que veneremos con respeto tu lugar de reposo en el querido Río Blanco que siempre recordabas con fervor cuando me decías el “verde” de Naguabo, de Río Blanco, que es un color muy especial, no es el color verde de otros campos. Y es cierto fíjense en el verde de estos campos y busquen en él lo que Filiberto veía: ese tono imperceptible que lo hacía ser diferente. Gracias a la vida por haberme regalado este compañero, este dador de ilusión y esperanza, este hombre extraordinario, este ser humano tan puro y genuino con esa solidez tan impactante. Mi fortaleza eres tú, Filiberto. No morirás, no puedes morir, no puedes dejarme sin ti, no puedes dejarnos a todos sin ti. Seguirás combatiendo al enemigo desde tu trinchera en Río Blanco. Aquí ondeará la bandera de Lares, señalando tu trinchera, desde la cual, machete en mano continuarás tu lucha. Y nosotros contigo. Hasta la victoria siempre. Te amaré, Siempre te amaré. Y después te amaré. Beatriz