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“LA ESPINA DORSAL”
Curva 87
La administración de los sacramentos y la proclamación de la Palabra, son
dos quehaceres fundamentales de la Iglesia Católica dentro de los
templos.
En un libro reciente, pensado para el gran público, se ofrecen “365
epígrafes para ser más culto”. En página y media con letra grande, cada
epígrafe expone lo esencial de los conceptos, nombres, y hechos más
usados. Es un bestseller recomendado por el New York Times. Desde 2008,
han aparecido nueve ediciones. Lo traigo aquí porque uno de sus epígrafes
es El Catolicismo. Según este libro ¿Qué debe saber el gran público sobre
el catolicismo? Dice así:
“La espina dorsal de la fe católica es la práctica de los siete
sacramentos, que son:
Bautismo: implica el perdón del pecado original y se realiza
sumergiendo o rociando con agua al creyente
Confirmación: supone la segunda afirmación de la fe para aquellos
que han sido bautizados
Eucaristía: comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo. Los
creyentes creen que el pan y el vino que se utilizan en la ceremonia
se convierten literalmente en cuerpo y sangre.
Penitencia: pedir el perdón por los pecados cometidos.
Extremaunción: ungir a las personas que están en peligro de
muerte con el aceite especial
Orden: reconocimiento a las personas que se ordenan sacerdotes
Matrimonio: reconocimiento a las personas que se casan
Se cree que estos siete sacramentos son un regalo que Cristo hizo a
la Iglesia, y su realización se ve como un camino hacia la salvación”.
No puedo echar nada en cara a los muchos autores que intervienen en el
libro-enciclopédico. Ni siquiera que digan que “el mundo católico está
gobernado por la ciudad del Vaticano, Estado Independiente dentro de
Roma”. Se trata de reflejar la opinión generalizada.
Pero sí creo que los católicos deberíamos preguntarnos y saber responder.
¿De qué van los sacramentos? ¿De qué va la Iglesia? ¿De qué va la buena
nueva de Jesús el de Nazaret? ¿Qué es el catolicismo?
¿El catolicismo es para “redimir” del pecado o para ayudar a la especie
humana hacia su plenitud?
¿Se trata de “reparar” una avería en la creación del hombre o de conseguir
su realización?
¿La cuestión es sacralizar lo humano o humanizar al hombre?
Bautismo ¿es lavar un pecado o escoger un camino?
Eucaristía ¿es comer el cuerpo de Jesús y beber su sangre? La misa ¿es un
“sacrificio” ofrecido al Altísimo o una “asimilación” de la vida y muerte de
Jesús?
Penitencia ¿es pasar una y otra vez por el confesionario?
Orden. En la última cena ¿Jesús instituyó el sacerdocio?
Los sacramentos ¿son un regalo de Jesús?
Queda por responder a una pregunta concreta e ineludible ¿Los
sacramentos se fundan en lo que dijo o hizo Jesús el de Nazaret antes de
morir, o en la visión de la iglesia iluminada por Cristo ya resucitado?
Trataremos de pensarlo en la Curva 88. Como introducción no conviene
olvidar:
Primero. Nuestra fe es consecuencia de la acción de Dios manifestada en
Jesús. Nunca deberíamos dudar de la vigencia –incluso hoy- de nuestra fe.
Su fuente es Dios a través de Jesús. Pasarán nuestras palabras o nuestras
formulaciones. Pero la palabra de Jesús no pasará.
Segundo. El desarrollo o la realización de nuestra fe, vivida en comunidad
con los demás creyentes (la Iglesia) tendrán que crecer como cualquier
creatura. Nuestra comunidad de fe tendrá que sufrir y reinventarse con el
devenir del tiempo. La Iglesia católica no ha sido prefabricada fuera del
mundo al margen de las leyes naturales. Ni ha sido traída desde otra
dimensión. Se fabrica aquí con el cemento, los hierros y las técnicas de
cada cultura y época. Es edificio en continua remodelación. Si es algo vivo,
tendrá que evolucionar con la historia. Todo lo vivo que no se adapta a su
medio ambiente desaparece, como cualquier especie de vida. O como
cualquier edificio sin reformas.
Tercero. Si con orgullo decimos que “Iglesia somos todos”, habrá que
atenerse a las consecuencias. Comenzar en nosotros los creyentes la
necesidad de crecer y de vivir nuestra aventura de fe, bajo la atenta mirada
de nuestra conciencia. Nuestra tradición, es decir lo que hicieron, y nos
enseñaron nuestros padres son fuente de conocimientos. Pero nunca
pueden convertirse en freno. El ayer no puede convertirse en un chantaje al
hoy.
Sin embargo, dentro del templo quien manda es el ayer: Trento. Otro
concilio, el Vaticano II intentó actualizar la Iglesia. Luego, la Curia de
Cardenales tridentinos y el miedo del inseguro Pablo VI consiguieron frenar
lo poco conseguido. Y todo quedó poco más que en incorporar las lenguas
de cada pueblo.
Y para remate final, se volvió a Trento encarnado en Wojtyla. Aquella
dinámica vital del aggiornamento se aplicó sólo a la política internacional
contra el comunismo y a condenar precipitadamente la teología de la
liberación compensada por el movimiento cinematográfico de masas.
La reforma de la Iglesia por dentro, quedó paralizada o enredada en la
ignorancia o deserción del clero. En los templos mandan hoy la teología,
ritos y ceremonias sacramentales del siglo XVI. Ni el pueblo ni el clero ha
crecido mucho en conocimiento de las Escrituras. Siguen siendo muy pocos
los especialistas en Escrituras. Son mucho más importantes los moralistas.
Aquí reside el déficit vital de la iglesia dentro de los templos.
Luis Alemán Mur