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POR UNA ECONOMIA AL SERVICIO DE LAS PERSONAS I. MAS ALLA DEL DEBATE IDEOLOGICO El Evangelio es la oferta de la misericordia de Dios y apela a un cambio de conducta: la vivencia filial y la solidaridad fraterna. Aunque el aporte específico del evangelio se realiza en el corazón del hombre, esta conversión es un llamado a reordenar nuestra convivencia social desde los valores de la fraternidad y solidaridad. De esta forma el evangelio necesariamente tiene consecuencias de cambios estructurales. A la Iglesia no le compete proponer modelos económicos. Los mismos modelos siempre son el resultado de una búsqueda histórica de la misma humanidad a través de un complejo proceso de búsqueda. Sin embargo a la luz de la inspiración bíblica, ella juzga e interpela cualquier modelo desde la preocupación que tiene la Iglesia por promover de manera integral y auténtica la vida de cada persona. Para emitir un juicio sobre un modelo económico o sobre ciertas políticas económicas, como p.e. los llamados ajustes estructurales, es necesario entrar en un diálogo con la ciencia económica. La Iglesia no puede juzgar un sistema económico, ni emitir un juicio sobre sus medidas concretas, sin ver la viabilidad de dicho sistema, considerar las posibles alternativas y observar el funcionamiento de estas medidas en la vida concreta. Los modelos sólo son concepciones teóricas y su validez depende de su funcionamiento en la realidad diaria de los pueblos. De nada sirve tener una concepción teórica perfecta, si después no es viable, porque no responde a los comportamientos ni a las aspiraciones de miles y miles de personas que con sus decisiones diarias hacen la vida económica. Actualmente el modelo dominante es aquel de la liberalización, de la apertura de los mercados, de la globalización y de la privatización. Se hable de la eficiencia, de la productividad, de la inserción en el mercado mundial, de la competitividad. Según ciertos teóricos de la economía, dicho modelo sería el más favorable y el mejor para garantizar un crecimiento sostenido. La pregunta de fondo es sin embargo ¿de cuál racionalidad se trata? ¿Cuál es la lógica de una conducta aparentemente tan irracional que quien más tiene, más quiere tener? La conducta del "homo economicus" parece muchas veces más una conducta de acaparamiento, que de satisfacción de necesidades reales. Por tal motivo hay que encauzar la actividad económica, como auténtica actividad humana, en su cometido ético. Hay que recordar a la economía su verdadera meta: No se trata de producir cada vez más, aumentando artificialmente la penuria subjetiva, sino que se trata de resolver en primera instancia las necesidades objetivas de todas las personas y de promover la participación de todos en el proceso productivo. La economía por si sola no puede resolver estos problemas. La Iglesia no propone modelos económicos, sino que hace escuchar una reflexión crítica sobre cualquier sistema con tal que la dignidad de la persona sea respetada. Desde su inspiración evangélica se compromete en la defensa de los marginados, quiere ser voz de los sin voz. Su misión es elevar la conciencia ética y promover el sentido de responsabilidad y de solidaridad. La Doctrina Social de La Iglesia recuerda que la meta de toda política es la búsqueda del bien común e insiste en la responsabilidad de todos en la construcción de una economía más humana. En el debate actual se utilizan indiscriminadamente los términos neoliberalismo, capitalismo, economía de mercado, globalización. Sin embargo es importante distinguir cuidadosamente el contenido propio de cada uno de estos términos. El liberalismo o neoliberalismo indica en primera instancia una ideología política en donde se defiende el derecho del individuo frente al Estado. Se da prioridad a las decisiones individuales por encima de la intervención del Estado. En su forma absoluta esta tendencia se vuelve una ideología que tiende a minimizar el papel del Estado cuyo único papel sería garantizar la libertad del individuo y de la libre empresa. Para tal motivo hay que reducir al máximo el peso del Estado en la vida social. El capitalismo es un sistema económico en donde el capital desarrolla un dinamismo de crecimiento prácticamente ilimitado. Más que ser sólo un sistema económico, el capitalismo es un fenómeno cultural, en donde la autonomía de lo económico prevalece como ciencia y como práctica. Lo propio del capitalismo no es el mercado, la ganancia o la empresa privada (cada uno de estos elementos existían también antes y fuera del capitalismo), sino que es el “ethos”, el proceso social por el cual estos elementos desarrollan una dinámica propia, rompiendo con las barreras éticas, religiosas y culturales. Por eso Max Weber hablaba del "espíritu del capitalismo", porque antes de ser un sistema económico, el capitalismo es un fenómeno cultural, un cambio de mentalidad del hombre en la cultura occidental que busca ante todo la expansión y la acumulación económica ininterrumpida, gracias al trabajo duro y eficiente. En la economía de mercado, en oposición a una economía planificada, las decisiones son tomadas por los miles y miles de productores y consumidores quienes expresan sus preferencias a través de una libre oferta y demanda. En una economía planificada es el Gobierno que rige desde una estricta planeación lo que se va a producir y cual será el precio. Hoy en día el término neoliberalismo es usado sobre todo por quienes se oponen a la creciente liberalización de la economía y nos hacen recordar la cruel explotación de la clase trabajadora que existía en la fase inicial del capitalismo. De igual modo son marginados y excluidos hoy miles de personas de todo progreso por los cambios y ajustes que se efectúan en la economía. Más que entrar en discusiones de orden ideológico es necesario una reflexión a partir de las implicaciones prácticas de cada uno de estos sistemas y modelos. El comunismo colectivista con su economía estrictamente planificada ha perdido su atractivo y su viabilidad, por no respetar la libertad de la persona humana, y, desde el punto de vista de la eficiencia, por no tomar en cuenta la racionalidad del mercado. Además, el comunismo colectivista ha demostrado ser un muchos casos un simple capitalismo del Estado. La sustracción de los bienes a la libertad de las personas no necesariamente garantiza que logre su cometido social. La ciencia económica más que decirnos lo que debe ser, nos ayuda a estudiar el comportamiento humano en el sector de la productividad e intercambio de bienes. Como ciencia de la conducta humana no pretende determinar cuál es la conducta humana que se debería seguir, sino que trata de describir cómo los seres humanos se relacionan y se conducen como productores y consumidores. Como ciencia, la economía no pretende ser una ciencia normativa, sino más bien descriptiva. Como tal solo estudia un aspecto de la realidad: La producción y distribución de los bienes. De esta manera es un estudio de la conducta humana. La economía es una dimensión de la compleja actividad humana, por eso toda decisión económica tiene necesariamente una connotación ética. Cada empresa no es sólo una entidad productiva, es también una comunidad de personas que unen su trabajo para realizarse como personas, para ganar su pan de cada día y para aportar para el bien de la sociedad. Invertir es siempre una opción ética de producir ciertos bienes y no otros. Desarrollarse es más que simplemente crecer en cifras, sino que implica promover una calidad de vida. El reto es sobre todo cultural: ¿cómo orientar la economía para que tome en cuenta su responsabilidad ética? No es cuestión tan sólo de una corrección social de la economía, sino de reencauzar la economía dentro de una ética del auténtico desarrollo humano. Se trata de humanizar la economía. La economía como campo específico de la conducta humana, requiere de un ambiente sociocultural que promueve integralmente a la persona. La tarea de humanizar la economía es de todos. Los empresarios y trabajadores deben actuar no solo con criterios de producción, sino también criterios éticos en sus relaciones, en la calidad de los productos. Los medios de comunicación social tienen una responsabilidad ética por los modelos de vida que promueven, por la veracidad de las noticias, por la integridad de vida humana en lo que proclaman. El gobierno tiene una responsabilidad de orientar el quehacer económico hacia una mayor integración y solidaridad, la preservación de los bienes comunes y de la protección de la calidad de vida humana. La Iglesia tiene un aporte específico de promover desde dentro en cada persona la búsqueda de lo bueno, lo justo y lo verdadero. Las experiencias en el mundo de hoy nos hacen ver que la economía social de mercado, basada en la libre empresa, orientada y regulada adecuadamente por las políticas gubernamentales y abierta al mercado mundial, desarrolla un fuerte dinamismo con capacidad de generar nuevos empleos y de responder a las necesidades de los pueblos. Sin embargo, estas transformaciones económicas pueden provocar también distorsiones que afectan directamente la vida de los pobres. En Panamá los llamados ajustes estructurales contemplan entre otras cosas: - Abrir la economía hacia el mercado regional y mundial. Esto implica bajar gradualmente los aranceles de importación, eliminar el sistema de cuotas y promover las exportaciones. - Liberar el mercado interno, eliminando el sistema de regulación de precios para que los mismos sean definidos por la libre oferta y demanda. Eliminar las subvenciones y protecciones que se dan a ciertos sectores. - Hacer más flexible el mercado laboral, limitando la estabilidad de trabajo y haciendo los horarios más flexibles. Crear zonas de exportación con regímenes laborales especiales. - Modernizar el Estado, haciendo más eficaz sus tareas propias, y disminuir la participación del Estado en la vida económica, privatizando las empresas estatales. - Mantener una estricta política fiscal. Disminuir la planilla estatal y aumentar la parte de inversiones. Mejorar el sistema de recaudación de los impuestos. - Cumplir con las obligaciones de la deuda y renegociar donde sea posible. Valga la pena recordar que estas medidas han sido aplicadas de manera poco coherente. Veamos ahora, desde el punto de vista ético, algunas de las consecuencias de estos ajustes estructurales. LA NECESIDAD DE DINAMIZAR LA ECONOMIA: Existe una relación entre pobreza y desempleo. Por tal motivo si queremos combatir la pobreza, es necesario generar empleos. La experiencia de las últimas décadas nos ha demostrado que el Estado por si sólo no puede crear los empleos necesarios. El papel propio del Estado es crear las condiciones para generar empleo. Hay que tomar en cuenta los mecanismos económicos y dejar que ellos dinamicen la vida económica: mecanismo de mercado, dinamismo de la empresa privada, atraer inversiones, realidad de la globalización y de los mercados grandes. Esto requiere inversiones privadas, eficiencia y capacidad para exportar, insertarse en el mercado mundial, quitar las cortapisas contra la libre competencia, inserción en mercado mundial, promover la exportación, promover la eficiencia, aumentar la productividad, dejar que el mercado regule la oferta y demanda, evitar excesivas intervenciones del estado en la economía Una mayor apertura de los mercados es necesaria; sin embargo, no es por sí sólo la solución. La apertura del mercado no genera automáticamente nuevos empleos, hay también otros factores que se deben tomar en cuenta. Para que la apertura del mercado sea beneficiosa, es importante un conjunto de factores y condiciones. Por sí sólo podría ser que la apertura al mercado inunda al país con mercancía extranjera, sin que se generen nuevos empleos. La apertura al mercado tiene que ser sobre la base de un acceso equitativo al mercado mundial fundado sobre la valoración de los recursos humanos. Esto implica una capacitación de las personas. El factor humano es cada vez más decisivo. Hay que aumentar la productividad y la eficiencia. Es necesario crear el ambiente favorable para la inversión y la producción eficiente. La reconversión para entrar al mercado internacional exige preparación. La educación es un factor decisivo: el factor más importante es cada vez más el mismo hombre, su capacidad de conocimiento, de organización y de intuir. Sin preparación humana y profesional difícilmente se puede lograr esta inserción favorable. Necesidad de formación profesional y permanente. II. PREGUNTAS DE FONDO: Mercado: Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus valora positivamente el mercado como mecanismo para medir la eficiencia de invertir y colocar los recursos. Sin embargo, el mercado no puede ser el único mecanismo. El mercado tiene sus límites, porque no todo es vendible. (CA 34). Muchas veces no se calculan los costos de medio ambiente que se está destruyendo. El mercado no funciona siempre, sea por falta de información o por los monopolios que dominan el mercado. Es importante recordar que el mercado no tiene la última palabra. Por encima de la lógica de los intercambios, existen los derechos humanos que hay que respetar. Cf. CA 35b. Trabajo: El modelo económico que prevalece hoy en día se exige capacidad, producción, flexibilidad. Sin embargo, la Iglesia nos recuerda que el trabajo no es una simple mercancía que se vende. El trabajo humano está íntimamente vinculado a la persona. De allá se derivan algunos derechos fundamentales que se deben respetar: salario mínimo, derecho al descanso, seguridad social, participación en la empresa. La apertura del mercado no puede ser que quién da las peores condiciones laborales, obtenga las ventajas del mercado. Es necesario una reglamentación, no sólo nacional sino, de cara a la globalización, también en el ámbito internacional. No se puede aumentar la productividad empeorando las condiciones de trabajo. La clave para poder entrar de manera provechosa en el mercado mundial debe estar basada en la capacitación y la valoración del hombre del trabajo. Exclusión y marginación social: Cada vez hay más personas no logran integrarse a un sistema de creciente exigencia. Por la creciente tecnología y eficiencia productiva, cada vez menos personas producen más bienes. Aquí se plantea un verdadero reto ético: todos tienen derecho a la vida y a tomar parte de los frutos de la tierra y tener un trabajo útil. De cara a la globalización y la economía del mercado la pregunta más urgente es ¿Cómo hacer participar a los más marginados que son los indígenas y los pequeños campesinos sin tierra? Son necesarios la capacitación, el acceso a la tierra, el acceso al crédito, cambios culturales. Crecimiento económico no es lo mismo que bienestar: Las cifras del crecimiento sólo reflejan un promedio de los indicadores de la vida económica, no dicen toda la verdad, no hablan de la distribución de la riqueza, ni del trato humano en la empresa, ni del respeto por el medio ambiente y ambiente humano, no reflejan en sí la brecha entre ricos y pobres que en muchos países está creciendo. El crecimiento económico no nos dice nada sobre lo que producimos. ¿Se trata de una vida humana más digna y plena o simplemente de un mayor consumismo de unos cuantos? Hablar solamente de crecimiento no nos dice nada de la calidad de vida humana, que por la producción de ciertos artículos de consumo hasta se va destruyendo. Uso responsable de la libertad humana: La libertad humana no es lo mismo que el libertinaje. A veces se tiende a crear necesidades artificiales a través de la propaganda: consumismo, sexo y violencia parecen los únicos valores que se promueven. Existe la necesidad de una gran obra educativa en torno a estilos de vida, actitudes: sentido de solidaridad, creatividad, no esperar pasivamente, hacer algo propio, valorar el trabajo bien hecho, ahorro en algo productivo. (CA 36b). Educar a los consumidores, responsabilidad de los medios, necesaria intervención de las autoridades. Como actividad humana, hay que encauzar la economía en su cometido ético. La meta de la economía no es producir cada vez más con menos personas, sino que se trata de resolver en primera instancia las necesidades objetivas de todas las personas promoviendo la participación de todos en el proceso productivo. III. REFLEXION CRITICA SOBRE ALGUNOS PUNTOS ESPECIFICOS INSERCION EN EL MERCADO MUNDIAL Durante las ultimas décadas se pudo constatar las limitaciones de un modelo de desarrollo económico basado en la protección excesiva del mercado local. En un mundo de creciente interdependencia, sobre todo en cuanto al desarrollo tecnológico, es imposible quedarse aislado. Hay que buscar cómo participar de manera efectiva en el intercambio de bienes y servicios. Dice el papa Juan Pablo en su encíclica Centesimus Annus: "En años recientes se ha afirmado que el desarrollo de los países más pobres dependía del aislamiento del mercado mundial, así como de su confianza exclusiva en las propias fuerzas. La historia reciente ha puesto de manifiesto que los países que se han marginado han experimentado un estancamiento y retroceso; en cambio, han experimentado un desarrollo los países que han logrado introducirse en la interrelación general de las actividades económicas en el ámbito internacional." (CA 33,d). Uno de los graves problemas que más afecta a la población es la situación de desempleo. La apertura al mercado mundial crea oportunidades de exportación y con esto genera nuevos empleos. La apertura al mercado mundial suele tener también efectos positivos en cuanto a la disminución en el costo de vida. De esta manera la inserción puede ser beneficiosa. Sin embargo, la creación de nuevas oportunidades de trabajo no se da espontáneamente, depende también de la creatividad y de la capacidad gerencial, de la seguridad pública, de la capacitación del mundo laboral, de la disponibilidad del capital y de la confianza en la situación global de país. Para insertarse provechosamente en el mercado mundial son necesarias la creatividad, la capacidad empresarial, la capacitación profesional y técnica de la mano de obra, y la audacia para invertir en los sectores donde el país tiene ventajas comparativas. Sobre todo la preparación profesional de las personas, la transparencia y la honestidad en la cosa pública y la estabilidad política son claves para atraer nuevas inversiones. Por otro lado la apertura al mercado mundial también puede provocar la quiebra de empresas que no logran competir con los productos que vienen de afuera. Los sectores que antes eran protegidos tendrán que competir en mercados con una mayor potencialidad y muchas veces con una mano de obra más barata. En Panamá los precios de los productos agrícolas y de muchos productos industriales son más altos que en los mercados internacionales. Una importación masiva de los productos agrícolas provocaría la desaparición de gran parte de la agricultura tradicional, donde trabajan muchísimas personas y sobre todo muchos pequeños campesinos que no han tenido la oportunidad de capacitarse profesionalmente y que tampoco tienen alternativas de empleo. Por eso la Comisión Pontificia de Justicia y Paz en un documento sobre la deuda internacional advierte: "Una liberación inmediata y total de los intercambios internacionales corre el peligro de crear una competencia peligrosa para las economías de los países en desarrollo y de forzar adaptaciones demasiado rápidas y traumáticas de ciertos sectores de la actividad". (27 de diciembre 1986, p 24). Para que la inserción en el mercado internacional sea provechosa, debe basarse sobre todo en la valoración de los recursos humanos. En el mundo de hoy el hombre mismo es cada vez más el factor decisivo en el desarrollo económico. Sin una preparación adecuada de este recurso, el país está condenado a competir internacionalmente en un mercado de trabajo no calificado, lo que llevaría a Panamá necesariamente a una dramática rebaja de los niveles de salarios y lo que obligaría a un gran número de familias de seguir viviendo en situaciones de miseria o a familias que antes vivían en la pobreza ver empeorar su reducido salario. Sectores no competitivos tendrán que reconvertirse o desaparecer. Para que los cambios no sean traumáticos ni perjudiciales es necesario proveer las facilidades para que estos sectores puedan transformarse en un período peritorio y los obreros pueden recapacitarse para encontrar nuevos empleos. De igual manera es urgente una asistencia técnica para los pequeños y medianos productores agrícolas para que puedan trabajar con métodos adecuados y más productivos. Para lograr esto la apertura tiene que ser gradual y planeada. Muchos países mantienen un margen de protección para sus productos agrícolas básicos, para no dejar que desaparezcan los pequeños agricultores. Dentro de la apertura al mercado mundial es necesario garantizar una igualdad de oportunidades entre las partes. No sería correcto hacer competir productos nacionales con productos importados que son subvencionados en el país de origen. Muchas veces los productos de los demás países tienen un subsidio velado y forman en esta forma una competencia desleal. La inserción en el mercado mundial exige relaciones internacionales justas, basadas en principios de equidad y reciprocidad. Dentro de este marco son muy importantes los acuerdos bilaterales o multilaterales que se están gestionando en el mundo de hoy. LIBERACION DE LOS PRECIOS EN EL MERCADO Uno de los principios básicos de los llamados ajustes estructurales es la liberalización de los precios. El mercado parece ser el medio más eficaz para colocar los recursos y responder a las necesidades. Además el mercado toma en cuenta y deja espacio para la libertad, la creatividad y la eficacia. A través del mercado todos pueden participar libre y creativamente en las soluciones que se buscan para satisfacer las necesidades humanas. Sin embargo, la Iglesia subraya al mismo tiempo la limitación del mercado. Por sí solo el mercado y la libre empresa se dejan guiar por el criterio del máximo beneficio y por eso tienden a no tomar en cuenta el valor integral de la persona humana, sea como trabajador, sea como consumidor, ni el valor de los bienes comunes de la cultura humana y del ambiente, bienes que no compiten en el mercado. En no pocas ocasiones se imponen a través de la publicidad, de manera agresiva o sutil, nuevos hábitos de consumo, aunque sean nocivos para la salud física y psíquica de las personas y de las comunidades. Es por ende imprescindible una reglamentación sobre los anuncios publicitarios; p.e. hay que garantizar la veracidad de lo anunciado, advertir de posibles daños que el producto puede causar, informar sobre su contenido, respetar los valores culturales, etc. De igual manera hay que asegurar un control efectivo sobre la calidad de los productos. Los consumidores no disponen de los medios necesarios para analizar el producto que compran. Las etiquetas a veces no reflejan su contenido verdadero. Son necesarios mecanismos de protección al consumidor. El Gobierno debe cumplir su función social y asegurar un control sobre la calidad de los productos, sin introducir por eso nuevas trabas burocráticas que impiden a los pequeños productores tener acceso al mercado. Por el otro lado, los mecanismos de mercado no funcionan siempre de manera adecuada. Hay que asegurar que no existan monopolios ni oligopolios que distorsionan el mercado, no solo en el ámbito nacional, sino que también en el ámbito local puedan haber monopolios. Por ejemplo en una región pobre y apartada en el interior del país, el único intermediario que posee el medio de transporte funciona en la práctica como si fuese un monopolio para la compra y la venta de los productos. Para hacer frente a la situación de la extrema pobreza, la ayuda directamente dirigida hacia los grupos más pobres da mejores resultados que los mecanismos de regulación de precios, que en general benefician a todo el mundo y no a quienes verdaderamente necesitan. En la ayuda directamente dirigida a los más pobres es importante evitar la burocratización, la politización y la corrupción que fácilmente se introducen en este tipo de asistencia. En un país donde funciona el libre mercado y para asegurar el ingreso vital de todas las familias, es necesario que se aumentan periódicamente el salario y las jubilaciones mínimas según el costo real de los precios de la canasta básica. LIBERACION DEL MERCADO DE TRABAJO Entre los ajustes estructurales que se proponen, está la flexibilización del mercado laboral que elimina la estabilidad y hace más flexibles los horarios de trabajo, incluyendo la obligación de trabajar horas extras y en días feriados. La Doctrina Social de la Iglesia recuerda que el trabajo humano nunca puede ser considerado como una simple mercancía, porque el trabajo está íntimamente relacionado con la persona humana. La persona se expresa y se realiza a través de su trabajo. Es la manera cómo ganarse el sustento para la familia y la forma de participar en el quehacer de la sociedad. En un mundo de constantes cambios técnicos, es evidente que también el mundo laboral estará sujeto a una mayor exigencia de flexibilidad y adaptación. Ya no hay diploma que valga para toda la vida. Quien no logra actualizarse profesionalmente, corre el peligro de quedarse al margen. En un mundo en donde menos manos producen más bienes, podría darse el fenómeno de la exclusión. Por eso, es necesaria una formación permanente y actualizada del mundo laboral, que debe ser una política prioritaria del Gobierno y también una responsabilidad ineludible de cada empresa. La mejor forma de preparar a la clase obrera para la apertura del mercado es a través de un programa de capacitación permanente de la fuerza laboral. La Iglesia ha insistido en la necesidad de un salario justo que sea suficiente para garantizar una vida digna para el trabajador y su familia. Dentro de la política de apertura al mercado existe en ciertos círculos la tendencia de sujetar también el salario y el horario de trabajo, a la ley de la oferta y la demanda. Sería sumamente injusto someter el salario mínimo a los regateos del mercado. Dentro del contexto de una creciente competitividad en el ámbito internacional, son necesarios acuerdos multilaterales que protegen los derechos fundamentales de los trabajadores. Sin estos acuerdos se podría producir un progresivo deterioro en las condiciones de trabajo para muchos obreros. Sobre todo quienes no han tenido la oportunidad de una preparación profesional podrían quedar como "masa sobrante", sujeta a cualquier salario de miseria. Debemos recordar que se viola el derecho al descanso cuando se obliga sistemáticamente a los trabajadores a cumplir horas extras, lo que produce una ausencia desmesurada de su familia; o cuando se les obliga a renunciar al día semanal de descanso, día para recuperar sus fuerzas y poder compartir con su familia y comunidad. En el sector comercio se imponen muchas veces tales abusos. NECESIDAD DE ORDENAR LAS FINANZAS PUBLICAS Frente al acostumbrado déficit fiscal, las políticas de ajuste estructural insisten en la necesidad de poner la casa en orden. Esto debe hacerse no porque las IFIs lo recomiendan, sino por simple lógica presupuestaria. Nadie puede indefinidamente gastar más de lo que recibe sin comprometer el futuro desarrollo del país. El equilibrio fiscal es una clave para el desarrollo a largo plazo. Para lograr este equilibrio, los recortes presupuestarios deben hacerse en primera instancia en los gastos ineficientes, burocráticos y lujosos, y que en general no aportan para el desarrollo. Es importante que los recortes no afecten las necesidades vitales de los más pobres. La atención social en salud, alimentación y educación de los grupos marginados no se puede reducir sin consecuencias graves para su futura incorporación en el desarrollo nacional. Al contrario, si queremos eliminar los bolsones de pobreza, el Gobierno debe atacar frontalmente las necesidades vitales de quienes viven en la extrema pobreza. Es más, el Gobierno debe proveer los recursos para cumplir sus obligaciones propias de seguridad pública, de educación actualizada, de salud básica. Necesita recursos para reorientar y mejorar la capacidad técnica y profesional de la fuerza laboral. Si el Gobierno no logra dar respuestas a estas necesidades fundamentales, su política económica perderá legitimidad de cara a la mayoría del pueblo. Para lograr esto, es imperativo no sólo disminuir los gastos innecesarios, sino también aumentar los ingresos del Estado. Este último se puede lograr a través de una mayor cuota fiscal sobre el valor agregado de los bienes y servicios de lujo, y un impuesto progresivo sobre los ingresos personales. Quienes tienen más, deben aportar también una mayor parte para el bien común. Es necesario cambiar la mentalidad de cara a lo que es el aporte fiscal. Pagar un impuesto no es un castigo, sino que es un aporte justo y equitativo para que el Estado pueda cumplir con sus obligaciones. Por un lado, muchos se quejan por la falta de seguridad pública, la lentitud en los procesos judiciales, la educación inadecuada; sin embargo, pocos están dispuestos a aportar la cuota correspondiente para que el Estado pueda cumplir adecuadamente con sus funciones. En Panamá, hay grupos profesionales que pagan una suma mínima de sus considerables ingresos como aporte al Estado. Muchas veces son las personas de mayores recursos económicos que se aprovechan más de toda clase de exoneraciones o subvenciones. EL PROBLEMA DE LA DEUDA EXTERNA En los años 80 se agudizó dramáticamente la crisis de la deuda externa y con esta surgió la necesidad de los ajustes presupuestarios. No se puede seguir con el desorden fiscal y el endeudamiento desmesurado, sin comprometer y hasta imposibilitar el futuro desarrollo del país. Si bien es válido el principio de que los compromisos internacionales deben honrarse, también es necesario revisar las condiciones en las cuales estas deudas fueran contraídas. Por su parte los acreedores no pueden exigir el pago de la deuda por todos los medios, sobre todo si el país endeudado se encuentra en una situación de urgencia social. El pago de la deuda no debe dejar al país sin la suficiente capacidad para invertir en educación, salud e infraestructuras. Existen diversas soluciones para hacer frente a esta deuda: absolución de una parte, renegociación de las condiciones y de los plazos, cambio de deuda por naturaleza, compra de la deuda a precios de mercado. Parte de los ajustes estructurales provienen de las exigencias que imponen las IFIs como condición para reordenar la deuda y otorgar nuevos préstamos. Es necesario que el Gobierno sepa negociar de una manera favorable para no truncar las posibilidades de un futuro desarrollo. Las relaciones internacionales demuestran que los acreedores están más dispuestos a perdonar la deuda de los países en donde observan una seriedad en el manejo de los fondos públicos, que de los países que de manera irresponsable siguen malgastando sus escasos recursos. De igual manera es necesario que los gobernantes y quienes tienen el dinero, compartan de modo equitativo los esfuerzos y los sacrificios necesarios, y tomen en cuenta la prioridad de las necesidades básicas de las poblaciones más indefensas. Dice el Documento de Santo Domingo: "Los ajustes económicos, aunque puedan ser beneficiosos a largo plazo, suelen producir un grave deterioro del nivel de vida de los pobres." (SD 196). Efectivamente vemos que los efectos de los recortes y los ajustes afectan sobre todo a los más indefensos. Por eso la Pontificia Comisión Justicia y Paz afirma: "La búsqueda de la justicia social en las decisiones políticas y económicas resultará tanto más creíble y eficaz cuando los mismos dirigentes adopten un estilo de vida próximo a aquel que sus conciudadanos se ven obligados a aceptar en las difíciles circunstancias del país". Difícilmente un Gobierno puede pedir a los ciudadanos paciencia, austeridad y sentido de sacrificio con miras a un futuro mejor, si los mismos dirigentes no reflejen en su propia vida y en su gestión gubernamental seriedad, honestidad y austeridad. LA PRIVATIZACION DE LAS EMPRESAS PUBLICAS Una de las políticas de ajuste estructural es disminuir la participación directa del Estado en la economía. A partir del principio de la subsidiariedad, la Iglesia afirma que una entidad superior no debe asumir lo que una entidad menor puede realizar adecuadamente. Más que ser empresario directo, el papel propio del Estado en la economía es asegurar una política de pleno empleo. Sin embargo, desde el principio de la solidaridad, la Iglesia tampoco excluye la posibilidad de que el Estado actúe como empresario directo, para garantizar que ciertos servicios logren su cometido social. Sobre todo cuando se trata de servicios públicos cuya ejecución se realiza a través de una empresa de carácter monopolístico, el Estado tiene una responsabilidad directa en su buen funcionamiento. Por ejemplo, una sola empresa distribuye la electricidad, una sola distribuye el agua. Duplicar estas funciones sería un gasto inútil. Empresas que realizan un servicio público no deben ser privatizadas salvo que existan garantías de que efectivamente se logrará con esto un mejor servicio para todos los ciudadanos y con un precio justo. Aún en caso de privatizar, estos requieren un control eficaz y una reglamentación estricta de parte del Estado. CONCLUSION En todo lo anterior se ha visto claramente que no hay soluciones mágicas o medidas fáciles que automáticamente generan nuevos empleos y aumentan las oportunidades de trabajo para muchos. El proceso de crecimiento económico con justicia social es complejo y muchos factores se complementan, se refuerzan o se contrarrestan. Sin embargo, queda claro que hay algunas opciones fundamentales que difícilmente se pueden negar. 1. La apertura a mercados más grandes puede generar nuevas oportunidades de trabajo. 2. La libre competencia en una economía de mercado hace que se utilicen los recursos de manera más eficiente, lo que tiende a rebajar los costos de los productos. 3. La preparación técnica y profesional es clave para sacar ventajas comparativas en una apertura del mercado. 4. Los mecanismos del mercado por si sólo no resuelven el problema de la marginación y de la extrema pobreza, se requiere una acción coordinada y sostenida de parte de la sociedad y del gobierno para eliminar los bolsones de extrema pobreza. 5. Un estado moderno y eficiente requiere de los recursos necesarios para atacar frontalmente la extrema pobreza, promover políticas de reconversión, cumplir con sus funciones de la seguridad pública e invertir en las infraestructuras necesarias para el desarrollo del país. 6. Para hacer frente a los gastos públicos de manera balanceada, no sólo es necesario recortar los gastos superfluos, sino que también es necesario buscar nuevos ingresos. 7. En una economía de mercado que promueve la eficiencia y la competitividad se corre el peligro de crear nuevos marginados: los que no tienen la capacidad para competir, los que no logran formarse adecuadamente para ocupar un puesto de trabajo. Siempre será necesario un sistema de seguridad social para evitar que grupos considerables queden definitivamente excluidos del progreso. 8. Los valores humanos y los bienes del ambiente requieren una protección de parte del Estado, que el mercado por si sólo no puede asegurar. 9. Sólo un Gobierno que dé muestras de seriedad, honestidad y austeridad, tendrá la autoridad moral para urgir de sus conciudadanos los sacrificios necesarios para trabajar mancomunadamente para el futuro del país. 10. En la medida que haya entre los ciudadanos una conciencia cívica y una vivencia de los valores éticos, también el Estado estará en mejores condiciones para cumplir con sus funciones.