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Fondos soberanos
Fondos soberanos (FS) es un nuevo nombre, acuñado aproximadamente en 2005, para
describir una gran diversidad de fondos de inversión de propiedad estatal. Muchos,
aunque no todos, proceden de economías emergentes. Algunos están presentes en los
mercados desde hace décadas. Otros han nacido en este siglo. Unos pocos tienen activos
valorados en centenares de miles de millones de dólares, en tanto que otros son
muchísimo más modestos. La solvencia de algunos tiene su origen en los mercados de las
materias primas, en tanto que la de otros procede de la exportación de bienes
manufacturados.
A mediados de la presente década, el crecimiento de los FS fue obstaculizado por las
sospechas sobre sus actividades y por el temor a las influencias geopolíticas que pudiesen
ejercer en el futuro. Se aducía que algunos FS podían ser caballos de Troya que, en lugar
de actuar de manera coherente o con ajuste a estrictos criterios comerciales, en última
instancia se utilizarían para promover los intereses políticos de los Estados que son sus
propietarios. Además, sus políticas, sus procesos de toma de decisiones y sus
procedimientos contables son a menudo menos que transparentes.
No obstante, la actual crisis económica ha favorecido el regreso de los FS, y los temores
acerca de las manipulaciones geopolíticas a largo plazo han sido sustituidos por las
acuciantes exigencias del corto plazo. En los últimos meses, los FS han sido considerados
como una importante fuente de inversiones responsables, en especial hacia aquellos
segmentos del sector económico que tienen urgentes necesidades de recapitalización.
Para algunas empresas han sido los ‘paladines’ que han aportado inyecciones de capital
en momentos de necesidad.
No obstante, el debate vuelve por sus fueros y la rehabilitación de la reputación de los FS
puede verse afectada. En el contexto de la actual crisis existen numerosos motivos por los
que pueden ser protagonistas del debate sobre la futura regulación global de las
instituciones financieras. En primer lugar, se encuentran en el importante escenario
político del debate acerca de la liberalización de los mercados (en este caso, los de
capital) y de la necesidad de proteger los intereses nacionales estratégicos. La libre
circulación de capitales supone mínimos, si acaso, límites a las potenciales inversiones de
los FS. Por otra parte, los intereses nacionales —incluida la seguridad— exigen un marco
regulador mucho más estricto. Quienes temen que los FS puedan ser utilizados como
instrumentos para promover intereses geopolíticos exigen una mayor vigilancia y control.
En segundo lugar, por cuanto se exige más transparencia a otros participantes (como los
fondos de capital riesgo y los fondos especulativos), deberían aplicarse los mismos
criterios a los FS. Hasta la fecha, la mayoría de los FS han tenido una imagen negativa en
cuanto a transparencia. Y la percepción de que son participantes del mercado no
ortodoxo podría suponer otro importante reto para el buen gobierno del sistema
financiero global en un período de extremas turbulencias. Como resultado de la crisis ha
resurgido la amenaza del proteccionismo en los mercados de capitales. La creencia
1
generalizada de que los FS son opacos o que se utilizan para fines políticos, en especial
aquéllos que amenazan la seguridad nacional, podría dar peso a los argumentos de
quienes exigen restricciones más estrictas a la circulación de capitales.
¿Qué son los FS?
La teoría sobre la que se apoya un fondo soberano es relativamente sencilla. Aunque no
existe una definición estándar, el consenso coincide en que los FS son activos de propiedad
estatal adquiridos gracias a los superávits del intercambio comercial (aunque se gestionan con
independencia de las reservas monetarias oficiales) que se mantienen en inversiones en otras
divisas y cuyo objeto es generar rentabilidad a medio o largo plazo. En otras palabras, un
gobierno puede decidir crear un FS cuando la economía genera un superávit comercial. Así, el
FS podrá utilizar estas reservas para estructurar una cartera con arreglo a los criterios
aplicados por cualquier otro fondo de inversión convencional.
El Fondo Monetario Internacional describe a los FS como ‘grupo heterogéneo’ y ha
identificado 3 objetivos diferentes en las políticas de los mismos que pueden solaparse y
evolucionar en el transcurso del tiempo:
� Estabilización macroeconómica: las economías excesivamente dependientes de las materias
primas con precios rápidamente fluctuantes pueden buscar cubrir posibles pérdidas y
estabilizar los ingresos diversificando las inversiones geográfica y sectorialmente.
� Inversiones a largo plazo: los FS son una manera de diversificar los actuales superávits de
manera que las futuras generaciones puedan obtener beneficios cuando se hayan agotado los
activos no renovables, como recursos o materias primas naturales, que han dado lugar a
dichos superávits.
� Reestructuración: no todos los FS invierten todos sus fondos en el extranjero. Algunos han
sido utilizados para promover ‘sectores nacientes’ dentro de sus propias economías. En tanto
que tales, pueden ser considerados fondos de desarrollo para promover el crecimiento
endógeno a largo plazo.
No obstante, más allá de esta descripción, el análisis teóricos de los FS resulta más difícil, y su
categorización complicada, por diversos motivos. En primer lugar, los FS no son los únicos
vehículos utilizados por los países para mantener su riqueza nacional. Según Robert M.
Kimmitt, ex-Subsecretario del Tesoro de EE.UU., los países tienen cuatro maneras de proteger
su riqueza soberana: FS, reservas internacionales, fondos de pensiones públicos y empresas
estatales1. Cada uno tiene diferentes exposiciones al riesgo y distintos propósitos. Los fondos
1
Las reservas internacionales son los fondos que los países mantienen para ser utilizados por sus ministros de Economía o
Finanzas, y por sus bancos centrales. Los fondos públicos de pensiones concentran los fondos que los Estados han prometido a
sus ciudadanos (Kimmitt destaca que, tradicionalmente, estos fondos han mantenido una baja exposición a los activos
extranjeros). Las empresas estatales son sociedades gestionadas total o parcialmente por el Estado, cada una de las cuales
puede tener sus propios activos e inversiones. A diferencia de estas otras formas de activos públicos, los FS normalmente
buscan inversiones de mayor riesgo y con una rentabilidad más alta. Ostensiblemente, su objeto es incrementar la riqueza del
Estado, no pagar ninguna deuda específica.
2
difieren entre sí por la sofisticación de sus operaciones, su propensión al riesgo y la
transparencia de su gestión. Sea cual fuere el propósito principal, existe un considerable
solapamiento entre los FS y otros métodos que tienen las autoridades para conservar su
riqueza soberana.
En segundo lugar, una gran variedad de países cuentan con FS. Muchos, como los de Noruega
y Nueva Zelanda, son abiertos y transparentes. Otros, como algunos de Oriente Próximo, lo
son menos. Existen muchas diferencias operativas importantes que complican el análisis y las
conclusiones pertinentes. Como advierte Paola Subacci, Directora del International Economics
Program del Chatham House Institute, ‘poner en un mismo saco a todos los FS nos expone al
riesgo de un análisis incompleto y simplificado en exceso’.
En tercer lugar, los FS pueden adoptar diversidad de formas: un reciente estudio suizo
concluyó que “el formato legal que pueden adoptar los FS puede variar. Los FS pueden ser
fondos de activos de propiedad, y gestionados más o menos directamente a través, de los
bancos centrales o ministerios de Finanzas… Otros están constituidos como sociedades
particulares con al menos cierto grado de independencia”. 3 No obstante, en la práctica, el
‘grado de independencia’ del que goza este último grupo está cuidadosamente circunscrito
por la política del gobierno y, en gran medida, los FS son entidades del Estado. Dado que
pueden constituirse bajo una gran diversidad de regímenes jurídicos y nombres, resulta difícil
elaborar una definición o categoría concluyente sobre qué constituye un FS.
En cuarto lugar, los fondos obtienen sus recursos de diversas fuentes. Algunos son, en
esencia, fondos cuya misión es gestionar los superávits de la exportación de materias primas
(sobre todo petróleo y gas), en tanto que la renta de otros no se origina en las materias
primas. A su vez, esto puede afectar sus decisiones de inversión, ya que a los primeros les
preocupa especialmente suavizar las volatilidades de los mercados de sus principales
exportaciones.
En quinto lugar, los gobiernos tienen diferentes objetivos al establecer los fondos, lo cual
influye en sus estrategias de inversión. Los activos de los FS pueden ser más o menos líquidos,
de manera que cuando los flujos de ingresos son irregulares, los recursos del FS pueden
utilizarse para equilibrar la renta nacional. Por ejemplo, los FS son los vehículos preferidos de
países altamente dependientes de las exportaciones de materias primas, como petróleo, cuyo
precio es volátil. Son fundamentales las inversiones a largo plazo y los flujos de ingresos
seguros que garantizan el nivel de la renta nacional y su continuidad futura. Esto puede
conseguirse diversificando las inversiones y buscando oportunidades fuera de la economía
local, con el objeto de sostener la seguridad económica y política. Al igual que cualquier otro
fondo de inversión, algunos FS pueden ofrecer altos índices de rentabilidad, en tanto que
otros pueden actuar con el objetivo de obtener una rentabilidad segura. Además, la propia
política de inversiones puede cambiar en el transcurso del tiempo en función de los gestores
del fondo o de los ministros involucrados.
En sexto lugar, algunos FS operan en el área gris entre la empresa privada y el Estado. Lo que
solía denominarse ‘capitalismo de Estado’. Pero no son los únicos habitantes de este
territorio. En los diversos modelos de capitalismo que existen en el mundo, las relaciones
3
entre gobiernos y empresas son variadas, complejas y, en ocasiones, divididas por una línea
muy delgada. Y en muchas economías emergentes, algunas empresas estatales comparten
algunas de las características de los FS. Por ejemplo, el gigante ruso de la energía Gazprom, de
propiedad estatal, no es un ‘fondo’ como tal y, por consiguiente, tampoco es un FS. No
obstante, sus exportaciones generan un jugoso superávit (resulta difícil decir cuál es su
volumen, considerando la opacidad de las cuentas). Exportaciones que suponen
aproximadamente el 25% de todo el gas que consume Europa. Gazprom controla además una
amplia red de distribución en los países vecinos. Además, la empresa está tan vinculada al
gobierno que es imposible diferenciar entre una y otro. El ex-presidente de Gazprom, Dimitri
Medvédev, es hoy presidente de Rusia. Por cierto, Gazprom despierta tanta suspicacia como
cualquier FS convencional. Cada vez que ha dejado caer la idea de invertir en empresas de
energía de Europa Occidental, la reacción ha sido de consternación, incluso en aquellos países
comprometidos a liberalizar el mercado energético como el Reino Unido y España.
Las metas, objetivos y políticas operativas de los diversos FS pueden ser muy diferentes en
importantes aspectos, y el solapamiento entre el modelo de FS y otros tipos de vehículos y
sociedades es considerable. Esta confusión, combinada con el creciente tamaño de algunos
FS, ha dado lugar a crecientes comentarios acerca de su peso geopolítico en la economía
global.
FS: ¿los nuevos participantes geopolíticos?
Históricamente, los FS tienen su origen en países que buscaban invertir sus superávits del
comercio de materias primas, notablemente los petrodólares de los estados del Golfo. Por
ejemplo, la Abu Dhabi Investment Authority se constituyó en la década de 1950. Pero durante
la última década, a medida que aumentaban los precios de las materias primas, los FS
crecieron significativamente, al igual que el valor de sus activos. Junto con otros vehículos,
como los fondos de capital-riesgo y los fondos especulativos, los FS fueron identificados como
nuevos, poderosos y potencialmente problemáticos participantes de la economía global.
El FMI estima que el total de activos de los FS creció de manera impresionante en las dos
últimas décadas. Valorados en 500 millones de dólares en 1990, hoy se estima que la suma de
los fondos alcanza entre 2 y 3 billones de dólares. Y posiblemente más, según algunos
cálculos. Para poner esta situación en perspectiva, convendría recordar que el total de los
activos de inversión gestionados por los FS suponen solamente una fracción de los valores
negociados en el mundo. Según The Economist, los FS suman en torno al 2% del total y son
menos importantes que los fondos de pensiones, los fondos de inversión o las aseguradoras.
No obstante, son más importantes que los fondos especulativos o de capital-riesgo. El motivo
por el que los FS han atraído tanta atención y despertado tantos comentarios es su ritmo de
crecimiento.
El FMI estima que el valor combinado de los FS podría superar los 10 billones de dólares hacia
2013. Otras fuentes apuntan a que podrían alcanzar los 12 billones en 2015. Se han elaborado
diversos pronósticos en cuanto al futuro tamaño de los FS: tomando como base el volumen
de los superávits por cuenta corriente, se estima que podrían llegar hasta los 10 a 12 billones
de dólares en 2015.4 Pero muchos de estos cálculos se hicieron antes de la crisis y tienen que
4
ser revisados. Ciertamente, los FS habrán perdido valor, aunque ante el repunte de los
mercados de valores resulta difícil realizar un cálculo exacto. A largo plazo, la riqueza de
muchos fondos dependerá del precio de las materias primas, especialmente el petróleo y el
gas.
Mayormente los FS se dedican a gestionar los superávits del comercio exterior de las
economías emergentes. En conjunto, los Emiratos Árabes Unidos y China tienen en sus manos
la vasta mayoría de los fondos gestionados. Además de cualquier otra cosa, esto representa
una considerable transferencia de riqueza desde el Occidente desarrollado hacia las
economías emergentes de Oriente.
De hecho, el grueso de la actividad de los FS se concentra en unos pocos fondos controlados
por un número limitado de países. Benjamin Cohen, profesor de Política económica
internacional en Princeton, calcula que el 80% de los activos de los FS están en manos de 12
países, a los que denomina ‘la docena dominante’: Abu Dhabi, Dubai, Kuwait, Noruega, Rusia,
China, Hong Kong, Kuwait, Arabia Saudí, Singapur, Libia, Qatar y Argelia. Además, algunas de
las economías emergentes de más rápido crecimiento del mundo, como Brasil e India, están
en proceso de crear sus propios FS. Brasil constituyó su propio FS este año con un capital
inicial de unos 5.900 millones de dólares, equivalentes al 0,5% de su PIB. El Fundo Soberano
do Brasil tiene como objetivo proteger a Brasil contra futuras crisis financieras y ayudar a las
empresas nacionales a incrementar su comercio y expandirse en el extranjero.
Además, en los países emergentes se observa una creciente tendencia a invertir en sus
economías nacionales. Por ejemplo, muchos de los estados del Golfo parecen decididos a no
repetir los mismos errores de la década de 1970. Durante el boom del precio del petróleo de
aquella década, muy pocos de los ‘petrodólares’ generados fueron invertidos en las
economías nacionales de aquellos países debido a la falta de capacidad de absorberlos de
manera útil. En su lugar, los petrodólares solamente pasaron por allí, en camino a ser
invertidos en los países desarrollados.
Hoy, la situación es diferente: algunos países con superávit tienen proyectos que desean
desarrollar de cara al futuro, cuando se agoten sus reservas petroleras. Además, existen
importantes y crecientes críticas locales a la inversión de la riqueza en el extranjero, en
especial considerando que dichas inversiones se han desvalorizado como consecuencia de la
crisis. El resultado neto es que, en el futuro, es probable que los FS busquen más proyectos de
inversión locales, con el inevitable resultado de que habrá menos inversiones en el exterior.
¿Quién teme a los FS? Geopolítica y regulación
Aunque la mayoría de los gobiernos aceptan de buen grado la mayoría de las formas de la
inversión extranjera directa (IED), esta aprobación automática no se extiende a los FS. A pesar
de sus aparentemente buenas intenciones —dispersar los superávits en forma de inversiones
que contribuirán a la futura estabilidad de la economía local—, a menudo los FS tienen una
mala imagen. Las críticas proceden de comentaristas y políticos a quienes preocupa la falta de
transparencia de muchos FS.
5
La ansiedad que despiertan las intervenciones de los FS suelen expresarse de las siguientes
maneras.
(i) Temor al mundo cambiante: el crecimiento de los FS ha sido rápido en los últimos años y,
al igual que cualquier otro fenómeno nuevo, ha provocado intranquilidad sobre a dónde va a
llevarnos. En los siglos XIX y XX, los flujos de inversión extranjera directa (IED) tendían a
canalizarse desde el Norte hacia el Sur. Los FS están invirtiendo esta tendencia. Mientras que
muchos países desarrollados han mostrado una gran disposición a hacer inversiones en los
países en desarrollo, muchas veces como parte de una acendrada tradición imperialista, su
experiencia en recibir inversiones es escasa. Ello conlleva una sensación de pérdida de
control. Para muchos, el proceso de adaptación a un mundo en que las inversiones emanarán
de antiguas colonias es complicado, y en ocasiones doloroso. Además, estos temores están
exacerbados por el hecho de que los FS tienen su origen en países y regiones que distan de
ser transparentes o democráticos.
(ii) Inversión estratégica: en circunstancias normales, los gestores de fondos tienen
restringida su capacidad de toma de decisiones por los habituales criterios comerciales, y en
su caso la tasa de rentabilidad es primordial. Sin embargo, la opacidad de muchos criterios de
inversión de los FS y de los gobiernos que los patrocinan provoca el temor de que las
decisiones también estén basadas en motivos políticos y económicos susceptibles de afectar a
la seguridad nacional. El caso más famoso se produjo en 2006, cuando DP World, una
sociedad tenedora de propiedad del gobierno de Dubai, adquirió el gigante marítimo
británico P&O. Entre otros activos, P&O era propietaria de una cadena de puertos de la costa
oriental de EE.UU., lo cual intranquilizó a los parlamentarios y a la opinión pública. Los
diputados estadounidenses alegaron que los puertos son áreas de alta seguridad, a través de
los cuales transitan personas y cosas susceptibles de amenazar a la seguridad nacional.
(iii) Información: el espionaje industrial es hoy un sector por derecho propio que abarca
desde productos como las gafas de sol hasta el software informático, dado que las empresas
intentan adelantar a sus rivales para ganar algunos meses de ventaja competitiva. Muchas
empresas de los países desarrollados están incluso más preocupadas por la falsificación de
sus diseños y productos, especialmente desde los países en desarrollo. Esto lleva a la
acusación de que un FS puede invertir en una determinada empresa para acceder a
información industrial que podrá utilizar, mediante transferencia tecnológica, en la
producción local.
El análisis cuantitativo para evaluar si los FS son realmente un factor del cálculo político al
adoptar decisiones de inversión resulta difícil. Como lo demuestran diversos estudios
académicos, poco se sabe acerca de las políticas de inversión de muchos FS. Un reciente
documento del European Corporate Governance Institute lamenta que “muchos comentarios
están basados en datos anecdóticos. Escasean los datos concretos y reales sobre los FS. Como
resultado, incluso los interrogantes más básicos acerca de las inversiones de los FS quedan sin
respuesta”7 (la cursiva es nuestra). Otro estudio acerca de las decisiones de inversión de los FS
realizado por la Social Science Research Network observó que “a pesar de las frecuentes
expresiones de preocupación de que los fondos soberanos sirven a intereses políticos, poco
se sabe acerca de sus decisiones de asignación de inversiones (la cursiva es nuestra). “El
6
informe analiza unas 30.000 inversiones de los FS entre 1997 y 2007 para intentar determinar
las tendencias de inversión de los fondos. Llega a la conclusión de que, a diferencia de los
demás inversores, los FS “tienden a invertir en países que comparten similares características
culturales, especialmente la religión… y orientan sus inversiones hacia aquello con lo que
están familiarizados”. En otras palabras, los FS no solamente invierten más en sus propias
regiones, sino que además se aferran a lo que conocen, de manera que “los FS muestran
significativas predilecciones por determinados sectores, ya que particularmente mantienen
una gran proporción de sus acciones en compañías petroleras…”, Lejos de ser caballos de
Troya con intenciones geopolíticas en las economías de Occidente, estos datos sugieren que,
de hecho la mayoría de los FS son más bien provincianos y conservadores. Esta conclusión se
apoya en un informe del Development Centre de la OCDE que aprueba las políticas de
inversión de los FS financiados por materias primas por ser una forma sensible de
diversificación de parte de los países en desarrollo que ‘deja poco margen para teorías
conspiratorias’.
La percibida ambigüedad acerca de lo que motiva a estos fondos en el mercado, y su posible
influencia política, ha conllevado una serie de medidas orientadas hacia una mayor
transparencia en las actividades de los FS. La cuestión del control y la regulación es la que se
ha situado en el candelero en los últimos años.
Incluso antes de la crisis era un hecho conocido y reconocido que la opacidad de los FS era un
importante problema comercial y político que requeriría un cierto grado de regulación
especial. Tal y como lo expresó Larry Summers, Director del Consejo Económico Nacional del
presidente Obama, ‘la lógica del sistema capitalista depende de que los accionistas influyan
en las empresas para incrementar al máximo el valor de sus acciones. Es muy poco obvio que
tal sea la única motivación de los gobiernos en tanto que accionistas’. Para muchos políticos,
los FS sencillamente no suponen una forma de inversiones entrantes iguales que las demás:
temen que algunos gobiernos se vean tentados a utilizar su apalancamiento para conseguir
influencia política y que los FS accedan a importantes conocimientos y propiedad intelectual.
Además, a algunos gobiernos les resiente la falta de reciprocidad: no pueden invertir con la
misma libertad en el país de origen del FS.11
Para comparar diferentes FS, el Sovereign Wealth Fund Institute ha establecido un
instrumento denominado, el ‘Índice de Transparencia Linaburg-Maduel’ (véase la Figura 1). El
índice se basa en una escala del 1 al 10 que refleja diez criterios de transparencia, como
información de buen gobierno y estados financieros auditados de manera independiente.
Para que un fondo pueda ser considerado transparente debe obtener una puntuación de al
menos 8. Como puede verse en la Figura 1, solamente el 25% de los FS actualmente
existentes en la economía global cumplen tales normas bás icas.
Algunos gobiernos y organizaciones han respondido a la presencia de FS menos transparentes
estableciendo directrices para regular sus actividades. Algunas de estas normas son, de
hecho, acuerdos ‘bilaterales’. Por ejemplo, conjuntamente con Abu Dhabi, el FS Temasek ha
convenido con EE.UU. no confundir ‘objetivos geopolíticos’ con decisiones comerciales. No
obstante, la mayoría de los convenios importantes son ‘multilaterales’.
7
El FMI ha intentado implantar un código que rija las actividades de los fondos, en tanto que la
OCDE se ha centrado en los receptores. Los fondos desean mayor acceso, y más abierto, a los
mercados receptores. Éstos quieren garantías de que los fondos no serán utilizados para
conseguir objetivos geopolíticos.
El FMI ha creado un grupo de trabajo internacional sobre FS que elaboró los principios de
Santiago, una serie de 24 normas de cumplimiento voluntario para el buen gobierno de los FS.
Estos principios fueron publicados en octubre de 2008. Se trata de un código no vinculante de
buenas prácticas que exige a los FS ser más transparentes y rendir cuentas. Queda por ver en
qué medida los FS cumplirán los principios de Santiago. Algunos, preocupados por los riesgos
que pueda sufrir su reputación, convertirán su cumplimiento en prioridad, en tanto que otros
se preocuparán menos de ello. La mayor amenaza a las actividades del fondo será el que los
países receptores impongan normas más estrictas a las inversiones en sectores clave o
‘protegidos’, considerados importantes para su seguridad nacional.
La OCDE y el Club de París, organización de los países más ricos, han estado actualizando sus
códigos en materia de libre circulación de capitales. En cierta medida, la OCDE fue fundada
para promover la liberalización de los mercados de capitales y para fomentarlo ha
desarrollado diversos ‘instrumentos de inversión’. No existen medidas centradas
específicamente en los FS, y los estado miembros de la OCDE son instados a comprometerse a
dar un ‘trato justo’ a los inversores extranjeros de todo tipo.
El peligro es que los intentos de imponer una mayor transparencia a los fondos impida la
apertura de los mercados de capitales de los productores. Si siguen creciendo las sospechas
acerca de las actividades de los fondos podría producirse un retroceso en la liberalización de
los últimos años. Esto se producirá en un contexto en el que la crisis haya posibilitado
aumentar el poder de los países en desarrollo que patrocinan los fondos más importantes. El
FMI y el Banco Mundial ya están considerando sus códigos y estatutos de manera que en el
futuro sean más incluyentes o representativos, y menos un coto privado de las naciones más
ricas. La forma actual del G-20 podrá ser revisada, pero su influencia es otro indicio de que la
futura regulación de los mercados de capitales será debatida por un grupo de países mucho
más grande del que antes participaban.
Los FS y el sector financiero
� El papel de los FS durante la actual crisis ha sido ambivalente. De una parte, han aportado
las muy necesarias y urgentes inversiones de capital. De la otra, ello ha llevado a que se les
cuestione y que se les presione menos para cumplir las normas de transparencia. A los FS les
ha resultado más fácil dictar las condiciones de su participación. Como ha dicho el director de
estudios del FMI, “lamentablemente, hay muchas cosas que no sabemos acerca de los fondos
soberanos. Muy pocos de ellos publican información acerca de sus activos, pasivos o
estrategias de inversión. Se considera que tradicionalmente han apuntado a posiciones largas,
que sus estrategias son la compra y mantenimiento de activos… a largo plazo... y que están
dispuestos a intervenir cuando los precios de los activos caen. Esto posiblemente ejerza una
influencia estabilizadora en el sistema financiero mundial”. En otras palabras, es de esperar
8
que las consecuencias provechosas de los FS en el sistema sean permanentes, aunque no
podemos estar seguros.
Los datos sobre los FS son incompletos, aunque apuntan a que los servicios financieros son el
sector preferido para sus inversiones. Una nueva base de datos creada para vigilar las
transacciones de los FS ha registrado detalles de 1.216 inversiones entre 1986 y septiembre
de 2008. El análisis sugiere que el grueso de las inversiones fueron transfronterizas para
tomar participaciones considerables, aunque no de control, en empresas y propiedades
comerciales. La media de las inversiones de los FS fue de 441 millones de dólares para
adquirir participaciones del 43,3% en empresas no cotizadas. Casi un tercio (30,9%) de esta
cifra y más del mitad del valor (54,6%) de las inversiones de los FS han sido en firmas
financieras.12
Se estima que antes de finales de 2007, los FS habían invertido un total superior a los 60.000
millones de dólares en bancos y firmas de inversión occidentales, y se han mostrado muy
activos durante la crisis del crédito: han salvado a instituciones con problemas, como Citicorp,
Merril Lynch, Morgan Stanley en EE.UU., y UBS en Suiza. No obstante, los FS tienen sus límites
y se negaron a salvar a Bear Stearns o al Wachovia Bank, que quebraron en 2008. Ben
Bernanke, Presidente de la Reserva Federal de EE.UU., ha calculado que una tercera parte de
las aportaciones de capitales recientes a las instituciones financieras de Occidente
procedieron de FS árabes y asiáticos. Otro estudio estima que, colectivamente, los FS “han
invertido recientemente más capitales en instituciones financieras que cualquier otra entidad
individual, con la excepción de todo el gobierno de EE.UU.”
En los últimos meses, los FS se han mostrado muy activos tomando posiciones en el sector
financiero (véase la Tabla 2), destacándose algunas inversiones de alto perfil, como por
ejemplo en Barclays y Citi. El aumento de la participación de los FS en el sector financiero data
de principios de la crisis. Una de las primeras adquisiciones fue la realizada por el fondo CIC,
que compró el 9,9% del capital de Morgan Stanley. A la sazón, esta operación despertó
temores en el Congreso estadounidense de que la compra tuviese motivaciones políticas, a
pesar de las garantías del gobierno chino de que se trataba de una inversión económica
mundial. Hasta el momento, estos temores han demostrado ser infundados, aunque la falta
de transparencia sigue siendo problemática.
En 2008/9 Barclays buscaba inversiones de Oriente Próximo para evitar la nacionalización
parcial por parte del gobierno británico. En otras palabras, el Consejo de Administración de
Barclays prefería que fuese un FS extranjero, y no el gobierno británico, quien invirtiese en el
banco.
Conclusión
� Antes de la crisis, el debate acerca de los FS estaba dominado por el argumento de que
podían ser (o llegar a convertirse) caballos de Troya económicos de potencias extranjeras. Los
temores por la seguridad, la transferencia de tecnología y pérdida de control eran los más
mencionados por los críticos. En gran medida, estos temores han pasado a segundo plano
como consecuencia de las exigencias de la crisis económica y de la necesidad de que los
9
capitales vuelvan a circular en la economía mundial. En consecuencia, hoy los FS son
considerados paladines por gobiernos y empresas, incluyendo las entidades financieras. al
menos a corto plazo. Este debate altamente politizado acerca de las inversiones de los FS está
pendiente de resolverse, y estará influido por dos factores más importantes: el precio de las
materias primas y la futura arquitectura de regulación mundial. Las medidas actualmente
implementadas por la OCDE y el FMI para mejorar la transparencia y rendición de cuentas no
responden a todos los interrogantes sobre los FS. Las dudas pendientes de resolver podrán
ser aprovechadas en el futuro para justificar el incremento de la regulación y/o del
proteccionismo.
Texto extraído:
Servicio de Estudios Económicos
David Mathieson
BBVA Unidad de Tendencias Globales
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