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1 Tema 11 LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN 11.1. La crisis de 1808: La Guerra de independencia y los comienzos de la revolución liberal. 11.2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 11.3. Fernando VII: absolutismo y liberalismo. 1. El Sexenio Absolutista (1814-1820) 2. El Trienio Liberal (1829-1823) 3. La Década Ominosa (1823-1833) 11.4. La emancipación de la América española. 11.1. LA CRISIS DE 1808: LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Y LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL Carlos IV (1788-1808) intentó continuar la política reformista de su padre. No obstante, su reinado marcó el inicio de de la crisis del Antiguo Régimen y, por tanto, el fin de la sociedad estamental y la monarquía absolutista. El reinado de Carlos IV viene marcado por varios rasgos fundamentales: a) El gobierno de un valido. Carlos IV mantuvo, al principio, el equipo político de su padre y confió en Floridablanca y Aranda. No obstante, pronto se decantó por la figura de un valido, Manuel Godoy, que entre 1792 y 1808 fue el responsable de la política de la monarquía. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, este sistema de gobierno era obsoleto y debilitó mucho el poder y la imagen de los gobernantes y de los propios reyes ante sus súbditos y ante las potencias extranjeras. b) La influencia de la Revolución Francesa. Iniciada en 1789, la Revolución influyó en los ilustrados y, por tanto, en la política española. El proceso revolucionario dividió a los partidarios de la Ilustración. Algunos moderaron sus ideas, aterrados por las noticias provenientes de Francia. Así, Floridablanca quiso evitar que llegara a España cualquier periódico o libro procedente de Francia e incluso concedió nuevos poderes a la Inquisición, y muchos ilustrados fueron encarcelados o perseguidos; otros intelectuales, por el contrario, cansados de la lentitud de las reformas, se radicalizaron y vieron en Francia un ejemplo que debía imitarse, aunque sin los excesos de la Convención. 2 Los revolucionarios franceses, por su parte declararon la guerra a las monarquías europeas, entre ellas a la española (1793-1795). El enfrentamiento con la Francia revolucionaria fue presentado aquí como una “cruzada” contra los enemigos de la monarquía y la Iglesia. Los franceses cruzaron los Pirineos y ocuparon Guipúzcoa, Vitoria, Bilbao y parte de Cataluña (Figueras, Rosas). España se vio forzada a pedir la paz. A cambio de la retirada de las tropas, los franceses obtuvieron Santo Domingo, y algunas ventajas comerciales. c) La creciente dependencia de Francia. España volvió a la tradicional alianza con Francia frente al Reino Unido. El acercamiento desembocó en la firma de una serie de tratados que aislaban a España del resto de Europa. Mientras las monarquías europeas se enfrentaban a Francia, España suscribía los tratados de San Ildefonso (1796 y 1800). Con ellos España se convertía en un satélite del Estado francés y ponía a disposición de éste sus recursos económicos y su flota naval. Los resultados fueron nefastos para España, ya que los británicos pusieron en marcha un bloqueo marítimo (1796) que perjudicó el comercio y las comunicaciones con América. Además, la flota española fue destruida por los ingleses en un enfrentamiento frente a las aguas del cabo de San Vicente (1997). Alguno años más tarde, la marina española volvió a ser derrotada en la Batalla de Trafalgar (1805). En 1807, el Tratado de Fontainebleau establecía la invasión y reparto territorial de Portugal entre España y Francia. Para facilitar el ataque a Portugal, Carlos IV autorizó la entrada en España de unos 60.000 soldados franceses, que en un mes habían conseguido ocupar el territorio portugués. De este modo, Napoleón confiaba en que sería posible el bloqueo de Gran Bretaña. d) Los graves problemas de la Hacienda. Las deudas heredadas del reinado de Carlos III y las guerras contra los británicos (constantes entre 1796 y 1808), pusieron a la Corona al borde de la bancarrota. Los recursos extraordinarios aportados por las Indias no llegaban con regularidad a causa del bloqueo naval impuesto por el Reino Unido. Tan agobiado se encontraba el gobierno que suspendió el pago de sus deudas y rebajó en una tercera parte los sueldos de todos los empleados al servicio de la monarquía. Además, las continuas subidas de los precios de los alimentos extendieron el descontento entre el pueblo. Para aliviar el fuerte déficit de la Hacienda y solucionar los apuros financieros, se recurrió a: - los préstamos de bancos extranjeros. - la petición de donativos voluntarios a los obispos y aristócratas más adinerados. - la emisión de deuda pública (los denominados “vales reales”) - la venta en subasta de una séptima parte de las propiedades amortizadas o en “manos muertas” de la Iglesia. Esta medida dio origen a la desamortización. Pese a todo, la situación de la Hacienda estatal siguió siendo crítica. e) Un gran malestar social. En los primeros años del reinado de Carlos IV estallaron varias epidemias (como la de la fiebre amarilla y cólera en Andalucía entre 1800 y 1804). Los motines por la carestía y las subidas del precio del pan fueron constantes, a ellos se sumaron los problemas económicos derivados del bloqueo británico y una inflación generalizada que deterioró el nivel de vida de los grupos sociales más populares. Algunas actividades como el textil catalán, sufrieron una grave crisis. En otros puntos de España estallaron revueltas contra los diezmos. 3 El desmantelamiento de la red de beneficencia de la Iglesia debido a la desamortización empeoró la situación de los más necesitados. f) Una oposición política creciente. La política de Godoy suscitó una oposición cada vez más organizada. Encontramos: - Por un lado, los enemigos del absolutismo, partidarios de una constitución o ley fundamental que limitara el poder del rey. - Por otro, los defensores de una mayor participación de la aristocracia en el poder, de la moderación en el ataque al clero y de la salida de Godoy del Gobierno. Otras tensiones contribuyeron a acelerar el desprestigio y la descomposición de la monarquía. El ambiente de la Corte era caótico, ya que se producían continuas intrigas contra Carlos IV y Godoy. Los enemigos de éste último, en la nobleza .y el clero, supieron aprovechar la impopularidad del favorito del rey para buscar y encontrar el respaldo del heredero. De este modo, el hijo del monarca participó activamente en las conspiraciones para derribar a Godoy y destronar a su propio padre. El primer intento tuvo lugar en El Escorial (1807), pero el complot fue descubierto y el príncipe de Asturias fue arrestado y obligado a confesar el nombre de sus cómplices (todos ellos miembros de la alta aristocracia), para obtener el perdón de su padre. El motín de Aranjuez. La conspiración de marzo de 1808 marcó el final del reinado de Carlos IV. Godoy, receloso de las intenciones de Napoleón (que había introducido sus tropas en la Península para conquistar Portugal), planeó trasladar a los reyes a América. Cuando este proyecto se difundió entre la población, estalló el motín en Aranjuez. Godoy fue encarcelado y a Carlos IV se le obligó a abdicar en su hijo Fernando, cuyos partidarios habían financiado y organizado la revuelta. El motín se reprodujo en Madrid. El que un monarca legítimo fuera derrocado por una revuelta popular inducida por su propio hijo, era un hecho sin precedentes en la historia de España y puso de manifiesto el grado de descomposición política al que había llegado la monarquía española. Todos estos acontecimientos eran observados con interés por Napoleón, quien desde 1807 y tras vencer a las tropas austriacas, prusianas y rusas, ya tenía planes para invadir España. Así pues, durante la primavera de 1808, Napoleón decidió aprovechar los conflictos familiares entre los reyes y la presencia de las tropas francesas en la Península (60.000 hombres llegados tras la firma del Tratado de Fontainebleau en 1807, que fueron recibidos amistosamente por el nuevo rey) para eliminar a la dinastía real borbónica y apoderarse del territorio español. Las abdicaciones de Bayona Tras una entrada triunfal en Madrid, Fernando VII se encontró en manos de Murat, instalado ya en la capital. La tensión iba en aumento en la ciudad, pese a las llamadas a la calma del propio monarca. Pronto se precipitaron los acontecimientos. Napoleón invitó a Fernando a dirigirse hacia el norte para tener una entrevista con él. Napoleón se había negado a reconocer a Fernando y envió una escolta armada para proteger a Carlos. Fernando y sus consejeros, aunque desconfiaban de los proyectos napoleónicos, optaron por descartar cualquier tipo de resistencia (carecían de fuerza suficiente) y confiaron en alcanzar una acuerdo negociado con el emperador. Pero el plan napoleónico consistía en atraer a Carlos y a su hijo Fernando hasta Bayona para obligarles a renunciar a todos sus derechos al trono. Carlos, con la esperanza de recuperar el trono, se dejó conducir hasta Bayona por los que consideraba “sus 4 protectores franceses”. Por el contrario, Fernando realizó el viaje porque carecía de alternativas; estaba convencido de que si se negaba a acudir, Napoleón le encarcelaría para restablecer en el trono a su padre y en el gobierno a Godoy. En Bayona tuvieron lugar unas negociaciones vergonzosas. Napoleón exigió la renuncia al trono de la familia al completo. El 6 de marzo Fernando abdicó a favor de sus padres, éstos lo habían hecho a favor de Napoleón. El estallido del conflicto El 2 de mayo de 1808 comenzaron en Madrid los levantamientos populares contra el ejército invasor. En esa fecha los franceses se disponían a trasladar al infante Francisco de Paula (hijo menor de Carlos IV) a Francia para impedir que ningún miembro de la familia real pudiera convertirse en el símbolo de la resistencia antibonapartistas. Pero una multitud de cientos de madrileños se congregó a las puertas del palacio real e intentó impedírselo, comenzando así los enfrentamientos y los primeros disparos. Las noticias de este tumulto se difundieron con rapidez por toda la ciudad y los soldados napoleónicos empezaron a ser atacados por una población enfurecida pero desarmada. A pesar de tratarse de una revuelta desorganizada, los combates callejeros entre los madrileños y los franceses fueron extraordinariamente violentos, especialmente en los alrededores de la Puerta del Sol. A las pocas horas, el mariscal Murat (comandante en jefe de las tropas francesas) logró concentrar unos 30.000 soldados en Madrid, con los cuales sofocó el levantamiento e inició una brutal represión, fusilando a cientos de civiles. Las tropas francesas convergieron sobre la ciudad y al anochecer, la resistencia había cesado. Murat dictó un bando en el que proclamó su autoridad absoluta en todo el territorio y decretó la pena de muerte para los resistentes. Un centenar de prisioneros fueron fusilados aquella misma noche en la montaña del Príncipe Pío y en El Pardo. El ejército español se mantuvo al margen y sólo algunos oficiales desobedecieron y sublevaron el cuartel de artillería de Monteleón. Las clases privilegiadas y las instituciones del antiguo Régimen acataron la autoridad francesa. Pero la reacción popular fue muy distinta. En la misma tarde del día 2, el alcalde de Móstoles dictaba un bando llamando a las armas contra los franceses. Otras autoridades hicieron lo mismo, y en los días siguientes la rebelión se extendió por todas las ciudades. En todas partes, la multitud saqueó los depósitos de armas y exigió a las autoridades locales la declaración de guerra contra los franceses. Hubo gobernadores de provincia y alcaldes que preocupados sólo por mantener el orden y temerosos por los incontrolados alborotos populares o por una posible represalia francesa, dudaron y no se atrevieron a tomar ninguna iniciativa contra los invasores. En estos casos, las autoridades fueron destituidas e incluso asesinadas por los patriotas exaltados. La guerra El carácter de la guerra El levantamiento generalizado se convirtió en una prolongada y cruenta guerra de resistencia contra los franceses, que duró seis años. La guerra fue un suceso complejo en el que se distinguen tres vertientes: ● Formó parte de un conflicto internacional. La guerra fue un episodio de un conflicto internacional más amplio que se inició en la Francia revolucionaria a partir de 1792, Napoleón lo continuó y finalizó en 1815 (Congreso de Viena). ● Adquirió carácter de guerra civil. 5 Los franceses, como en otros países, no entraron en la Península como invasores, sino como colaboradores. Las ideas que traían (nación, libertad, igualdad ante la ley, reformismo social y económico) calaron entre un sector de las élites intelectuales que colaboraron con los franceses. A estos colaboracionistas se les llamó “afrancesados”. Sin embargo, muchos se opusieron a la ocupación, tanto entre los ilustrados como entre los grupos populares, que organizaron tropas improvisadas y formaron cuadrillas armadas. Este sector encontró el apoyo de numerosos nobles y eclesiásticos, partidarios de la legitimidad de los Borbones y de la integridad de la Iglesia, amenazada por las reformas que pudiera realizar la administración en manos de los franceses. Algunos, simplemente, se oponían a los invasores para defender sus privilegios estamentales. ● Estuvo acompañado por una crisis política. La ausencia del monarca legítimo provocó un vacío de poder y, por tanto, una grave crisis política. Como buena parte de la administración española colaboraba con el ejército francés, se improvisó un poder político alternativo, que actuaba en nombre del rey, aunque, en realidad, lo ejercían sus súbditos, que iban a construir su propio Estado. Éste era un hecho revolucionario y dio lugar a un proceso en el que surgieron las Cortes de Cádiz y se aprobó la Constitución de 1812. Fuerzas en presencia. En principio, la relación de fuerzas era muy desigual. Frente a un ejército francés amplio y hasta entonces invencible, los restos del español, compuestos por unos 100.000 hombres, estaba en clara inferioridad de condiciones, aunque demostraron una gran capacidad de lucha. Además, la intervención de unidades inglesas y de los restos del ejército portugués reforzó considerablemente la resistencia española. El nivel de eficacia del ejército francés tampoco fue tan alto como en otros conflictos. Durante la mayor parte de la guerra el número de soldados franceses fue limitado, y en general eran fuerzas recién reclutadas y con escasa cohesión entre sí. Muchos soldados eran extranjeros, reclutados a la fuerza. Y es que la invasión española fue a encontrar una resistencia seria. Cuando ésta se organizó y surgió la acción guerrillera, que les impedía abastecerse sobre el terreno, los generales no supieron reaccionar y acabaron actuando por su cuenta, desobedeciendo incluso las órdenes de José I. Las etapas. Desde la perspectiva militar, la guerra se desarrolló en tres etapas fundamentales: ● Primera fase: mayo-octubre de 1808. A lo largo de estos meses, las tropas francesas, que estaban dirigidas por Murat y sumaban casi 150.000 hombres, fueron incapaces de ocupar el país con rapidez y fracasaron en su intento de tomar Gerona, Zaragoza y Valencia. Por el contrario, los españoles vencieron en la Batalla de Bailén y obligaron al ejército invasor a evacuar Madrid, mientras que las tropas británicas expulsaron a los franceses de Portugal y desembarcaron en las costas gallegas. Estas derrotas obligaron al ejército francés a replegarse hacia el País Vasco. ● Segunda fase: octubre de 1808 – julio de 1812. Napoleón entró en España para dirigir las operaciones al frente de 250.000 soldados de la Grand Armée. Con ellos atraviesa el Pirineo en noviembre y en una campaña fulgurante, derrotó a las tropas españolas que le salieron al paso y avanzó hacia la capital. Madrid se rindió el 4 de diciembre. Napoleón tuvo cuidado de evitar nuevas humillaciones: aceptó garantizar vidas y bienes a los vecinos, comenzó a dictar órdenes y decretos para acelerar las reformas sociales y económicas con el fin de mejorar la imagen del ejército y del Gobierno francés. En enero continuó la campaña, derrotando a los ingleses en Galicia y obligándolos a reembarcar. Ese mismo mes, el emperador volvió a Francia, y durante los años siguientes, el 6 ejército francés consiguió imponer su superioridad militar y fue conquistando territorios con un elevado coste de vidas humanas. Así en 1810, los franceses ya habían ocupado Aragón, Cataluña y casi toda Andalucía, excepto algunas zonas de Huelva y Cádiz, que permaneció sitiada. Sin embargo, el ejército inglés impidió que los franceses recuperasen Portugal. En realidad, las tropas francesas estaban lejos de haber vencido. Aún quedaban unidades del ejército español, y se había organizado un gobierno de guerra, la Junta Central. Comenzaba ahora una guerra de desgaste, caracterizada por la imposibilidad de que las tropas napoleónicas ocuparan efectivamente el territorio, ya que los 350.000 soldados franceses fueron continuamente hostigados por los guerrilleros españoles. Esta novedosa forma de lucha armada adoptada por los españoles se caracteriza por la actuación de pequeños grupos de combatientes que realizaron ataques rápidos y por sorpresa contra las tropas enemigas. Como consecuencia de la supremacía del ejército invasor, las partidas de guerrilleros renunciaron a las tácticas militares convencionales y rehuyeron los enfrentamientos masivos en espacios abiertos, donde su inferioridad (en número, adiestramiento y equipamiento) hacía imposible una victoria. Por el contrario, la táctica de combate guerrillera se basaba en el aprovechamiento de la máxima movilidad y del mejor conocimiento del terreno para desgastar al enemigo mediante la realización de sabotajes contra sus depósitos de armamento, contra sus líneas de comunicaciones y contra sus abastecimientos. Además, las cuadrillas de guerrilleros recibieron la colaboración de la población civil en las zonas rurales (alimentos, refugios seguros, información sobre los movimientos y los efectivos de las tropas francesas). Las partidas estaban formadas por paisanos civiles sin experiencia de combate, exmilitares procedentes de las unidades ya desmanteladas del ejército regular español, e incluso, delincuentes. Algunos de los cabecillas guerrilleros más conocidos fueron Juan Martín “el Empecinado”, Francisco Espoz y Mina, y Juan Díaz Porlier. El efecto de la guerrilla sobre el ejército francés era doble: - minaba la moral de los soldados. - obligaba a mantener un elevado número de hombres dedicados a misiones de escolta, vigilancia y retaguardia, lo que mermaba las tropas que participaban en operaciones de guerra convencional. Además, los guerrilleros colaboraron con las unidades de los ejércitos regulares español e inglés. ● Tercera fase: julio de 1812 – 1814. En la primavera de 1812, Napoleón tomó la decisión de reducir los efectivos en la Península a poco más de 100.000 hombres, para destinarlos a su campaña en Rusia y sus frentes en Italia y Alemania. Las tropas francesas irán progresivamente retrocediendo hacia la frontera pirenaica empujadas por los españoles y por el ejército anglo-portugués dirigido por el general Wellington. Las batallas más importantes se producen en Arapiles, Vitoria y San Marcial (Guipúzcoa). José I abandonó el país. El 11 de diciembre de 1813 se firma el Tratado de Valençay por el que se restituía la Corona de España a Fernando VII. Consecuencias de la guerra. En cuanto a las consecuencias del conflicto, entre ellas cabe destacar: ● Supone un enorme colapso demográfico. Se calcula que hubo medio millón de muertos. Una cifra considerable para una población total de unos 11 millones en 1807. A las bajas en combate hay que añadir las debidas a las epidemias y a las hambrunas, como la que asoló Madrid en 1812, sin olvidar el exilio de miles de afrancesados que habían colaborado con José I y que debieron atravesar la frontera junto con las tropas francesas al término de la guerra. 7 ● Los daños materiales no fueron menores. Ciudades como Zaragoza, Gerona o San Sebastián quedaron totalmente arrasadas, en otras muchas fueron destruidos edificios y monumentos artísticos. Además, los franceses también llevaron a cabo un importante expolio de obras de arte. ● Por lo que se refiere a los daños económicos, el textil catalán perdió el ritmo de progresión de los años anteriores y numerosas fábricas y, lo que es más grave, el mercado colonial. Pero fueron los campesinos quienes soportaron el peso principal: campos arrasados, miles de cabezas de ganado perdidas, etc. Por otra parte, la guerra arruinó definitivamente la Hacienda Real. ● Respecto a la repercusión internacional, la guerra española fue decisiva para la derrota napoleónica. El bloqueo contra Inglaterra quedó roto. Bailén reactivó la resistencia europea, al demostrar que los ejércitos del emperador eran vulnerables. Además, los franceses se vieron obligados a mantener grandes contingentes en la Península. ● La guerra activó el proceso de independencia de la América española. Ante el vacío de poder creado, los grupos de criollos optaron por negarse a acatar la nueva monarquía francesa, sustituyeron las viejas autoridades, organizaron sus propias Juntas y establecieron un régimen de autogobierno que está en el inicio del proceso de emancipación de las colonias. La Revolución liberal. Durante la guerra se asiste a la creación de dos modelos políticos, de un doble poder: - El reformista francés, encarnado por José I. - El liberal español, que se fue gestando a lo largo de la guerra y culminó en las Cortes de Cádiz. El modelo político de José Bonaparte presenta dos notas características fundamentales: 1. Se rodeó de ilustrados y afrancesados españoles para dar a su reinado una legitimidad de la que carecía. Para ello, incluso antes de venir a Madrid, convocó una Asamblea de notables españoles en Bayona con el fin de aprobar una nueva ley fundamental para el reino, el Estatuto de Bayona (julio de 1808). Esta carta otorgada no se llegó aplicar en toda su extensión a causa de la guerra. Con esta ley se creaba un régimen autoritario basado en un poder casi absoluto del rey, aunque se reconocía algunos derechos individuales (libertad de imprenta, de movimientos, de industria y comercio, igualdad fiscal) y la supresión de los gremios, de los mayorazgos y de las torturas a los detenidos. También afirmaba la religión católica como única permitida, garantizaba el mantenimiento de algunos privilegios estamentales y continuaba reservando al rey la práctica totalidad de sus poderes, incluyendo las atribuciones gubernamentales y legislativas. El estatuto preveía la celebración de elecciones a representantes en Cortes cada tres años, mediante un sistema de sufragio muy restringido y por estamentos. Su contenido fue completado, algunos meses después, por otros decretos ordenando la abolición de la Inquisición y de los derechos señoriales, supresión de las órdenes militares, de la mayoría de los consejos, división del país en prefecturas o distritos y continuación de la desamortización. Medidas todas ellas abolidas por Fernando VII al finalizar la guerra. 2. intentó desligarse en cierto modo de Napoleón. El emperador le desautorizaba interviniendo de forma continua en el gobierno de España. Por su parte, la población se resistía a aceptar su autoridad y los propios generales franceses actuaban en sus zonas al margen del Gobierno, de modo que no pudo crear un régimen autónomo. 8 En cuanto al modelo político nacional, hay que tener en cuenta que mientras que, en general, las instituciones y máximas autoridades del Antiguo Régimen aceptaban las abdicaciones de Bayona, la mayoría del país rechazó su legitimidad y formó sus propios órganos de gobierno. Se trataba de una auténtica revolución política, pues surgieron una serie de instituciones nuevas que decían actuar en nombre del rey, pero cuya única legitimidad procedía del pueblo español, que las creó y las apoyó. Entre estas instituciones las más importantes fueron las Juntas, organismos de ámbito local y provincial que se forman inmediatamente después de conocerse las abdicaciones de Bayona. Entre sus componentes predominaban los hombres más distinguidos de cada localidad (miembros de los grupos sociales influyentes), ricos y poderosos, nobles, jueces, abogados, profesores, miembros del clero y algunos comerciantes burgueses. Dentro de las diferentes Juntas hubo frecuentes discrepancias ideológicas, ya que sus miembros no compartían los mismos valores y propósitos. Incluso no faltaron Juntas donde se impusieron los puntos de vista de los más tradicionalistas e inmovilistas, como sucedió en la Junta de Cataluña o en la de Granada. En septiembre de 1808 se creó la Junta Central en Aranjuez, integrada por 36 miembros en representación de las 18 diferentes juntas provinciales. Estaba presidida por el conde de Floridablanca e integrada por Jovellanos y el liberal Lorenzo Calvo de Rozas. Entre sus componentes se contaban 17 nobles, 8 juristas, 5 clérigos y 3 comerciantes. La Junta Central pasó a convertirse en la suprema y legítima institución política que, en ausencia del rey, asumió el gobierno del país hasta 1810, dirigió la resistencia contra los franceses, firmó un tratado de alianza antinapoleónica con el gobierno británico y tomó la iniciativa de convocar a los representantes de la nación para una reunión extraordinaria de las Cortes en Cádiz. Ésta fue una iniciativa completamente revolucionaria ya que, hasta entonces, el derecho de convocatoria de Cortes quedaba reservado exclusivamente a los reyes. La Junta Central tuvo que establecerse en Cádiz huyendo del ejército francés, dio paso a un Consejo de Regencia en enero de 1810, que a su vez entregó toda la autoridad a las Cortes en septiembre de ese año, consumando así el proceso revolucionario. 11.2. LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812. La Junta Central en ausencia del rey, asumió el gobierno del país hasta 1810 y tomó la iniciativa de convocar a los representantes de la nación para una reunión extraordinaria de las Cortes en Cádiz. A finales de enero, la Junta dio paso a un Consejo de Regencia y se eligieron los representantes a Cortes. Durante los diez primeros meses del año y con enormes dificultades, los diputados que consiguieron atravesar el territorio en plena guerra fueron llegando a Cádiz, una ciudad permanentemente sitiada. La mayor parte de ellos habían sido elegidos en representación por las distintas Juntas provinciales, pero muchos otros asistieron a las reuniones en calidad de suplentes. Los representantes sufrieron mil penalidades para poder llegar a Cádiz, y se adoptó la solución de que fueran sustituidos aquellos que no pudieron atravesar las líneas francesas. Se congregaron, con poderes ilimitados, unos 300 diputados. Predominaban los individuos pertenecientes a las clases medias y con una sólida formación intelectual y académica: eclesiásticos, abogados y expertos juristas, altos funcionarios públicos, catedráticos, militares y algunos burgueses propietarios de negocios industriales o 9 comerciales. Por el contrario había una escasa presencia de nobles (sólo 9) y de miembros del alto clero (3 obispos). Pronto aparecieron entre los diputados tres grandes tendencias ideológicas diferentes: los liberales, los jovellanistas y los absolutistas. El grupo de los liberales consiguió desde el primer día dominar los debates e influir así decisivamente en toda la labor de las Cortes. Eran partidarios de emprender cambios radicales y dotar a las Cortes de toda la soberanía. Entre ellos destacó Agustín de Argüelles. Los jovellanistas recibieron este nombre por su fidelidad a las propuestas teóricas de Jovellanos, que murió en 1811. Inspirados en el modelo existente en Gran Bretaña, pretendían reformar y mejorar el sistema político español limitando parcialmente el poder del rey e introduciendo innovaciones graduales, con prudencia y poco a poco. Sus proyectos para modernizar el país se fundamentaban en la conveniencia de evitar una violenta ruptura con las instituciones tradicionales y, por este motivo, se oponían a la revolución y al principio de soberanía nacional. Los absolutistas fueron llamados despectivamente “serviles”, defendieron el viejo absolutismo monárquico (aunque depurado de los vicios y la corrupción de la etapa de Godoy) y se opusieron sin éxito a las medidas legislativas reformistas impulsadas por los liberales. También intentaron justificar el mantenimiento de los privilegios nobiliarios. Las Cortes iniciaron sus sesiones en septiembre de 1810. Los representantes liberales consiguieron imponer sus ideas y propuestas. En consecuencia, las Cortes aprobaron rápidamente una declaración donde se proclamaba como legítimo rey a Fernando VII (a quien se consideraba secuestrado por los franceses), pero donde también se rechazaba el absolutismo y el origen divino del derecho del monarca a gobernar. Estas primeras decisiones de las Cortes estuvieron condicionadas por la necesidad de ofrecer una respuesta alternativa y renovadora a las reformas impulsadas por los franceses mediante el Estatuto de Bayona. Dos van a ser las intenciones de los diputados del sector liberal en las Cortes: ● Efectuar una profunda y radical reforma de las instituciones políticas, económicas y jurídicas españolas. ● Redactar una Constitución. El primero de estos objetivos se llevó a cabo mediante la aprobación de una serie de decretos y leyes entre 1810 y 1813: ● Libertad de imprenta y supresión de la censura (1810). ● Supresión del régimen y de los derechos señorial (1811). No obstante, la nobleza consiguió salvar casi todos sus bienes porque las viejas posesiones territoriales señoriales fueron convertidas en títulos de propiedad privada. ● Abolición de la Inquisición (1813). Esta medida fue recibida con hostilidad por la mayor parte del clero. Las Cortes respondieron con firmeza ordenando la expulsión del nuncio vaticano (que había protestado ante la medida) y castigando a los obispos desobedientes con el destierro. ● Eliminación de las organizaciones gremiales e introducción de la libertad económica, comercial, de trabajo y de fabricación y supresión de las aduanas internas (1813). ● Supresión de los antiguos privilegios que beneficiaban a los propietarios de rebaños de ganado ovino de la Mesta para que los dueños de las tierras pudieran cercar, cultivar o arrendar sus parcelas con plena libertad (1813). ● Incautación y venta de los bienes de las órdenes militares y de los jesuitas (1813). Se trataba de una nueva desamortización que se aplicó también a las propiedades de los afrancesados y a las tierras municipales (bienes de propios y baldíos). Estos bienes se venderían en pública subasta. 10 En las Cortes de Cádiz también se redactó una Constitución de carácter liberal que fue promulgada el 19 de marzo de 1812. El texto, de gran trascendencia a pesar de carecer de aplicación en la vida política española, constaba de 384 artículos y su contenido se basaba en cinco principios fundamentales: la afirmación de la soberanía nacional, la introducción de la división de poderes, la declaración de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, el establecimiento de elecciones por sufragio universal indirecto y el reconocimiento de amplios derechos y libertades individuales. Es una Constitución que reconoce expresamente la confesionalidad del Estado y la exclusividad de la religión católica. Respecto a la administración del Estado, el país se divide en provincias, y se establece la elección popular de los alcaldes. Los aspectos más destacados recogidos en el texto constitucional son: 1. Soberanía nacional. Según este principio liberal, el poder político pertenecía a la nación en su conjunto, aunque su ejercicio era delegado en los representantes elegidos en votación por los ciudadanos. Su inclusión en el texto constitucional gaditano significó el abandono del antiguo principio absolutista de soberanía monárquica legitimada por origen divino. 2. División de poderes. El poder legislativo reside en unas Cortes unicamerales con el rey. Las leyes las hacen las Cortes y el rey, quien las promulga y sanciona (con derecho de veto). El poder ejecutivo lo ejerce el rey, que nombra libremente a sus secretarios. Éstos responden ante las Cortes pero no pueden ser cesados por ellas, no obstante la Constitución recogía hasta doce limitaciones a la autoridad real. El poder judicial quedó depositado en los tribunales. De este modo se puso fin a la anterior acumulación (casi ilimitada) de poderes en manos del rey, que era una de las características esenciales de la forma de gobierno durante el Antiguo Régimen. 3. Sistema político parlamentario y representativo. La constitución de Cádiz recortó las atribuciones y prerrogativas del monarca, de manera que la potestad del rey quedó subordinada al poder superior de las Cortes. Así, el monarca tenía prohibido contraer matrimonio o ausentarse del país sin el consentimiento expreso de las Cortes, perdía sus funciones judiciales y la potestad de establecer impuestos, tampoco podía efectuar alianzas diplomáticas o tratados comerciales internacionales, y sus órdenes quedaban invalidadas en caso de no llevar la firma del ministro correspondiente (quien en consecuencia era el único responsable ante la cámara legislativa de las decisiones tomadas durante su gestión en el gobierno). Además, como demostración de la desconfianza que sentía la mayoría de los diputados hacia Fernando VII (por su sospechosa trayectoria personal en el pasado) y como medida para impedir un posible retorno al absolutismo, el texto constitucional proclamaba que el monarca no podía disolver las Cortes, y que sólo poseía un derecho de veto suspensivo transitorio, durante dos años, sobre las leyes aprobadas en Cortes; después, el rey quedaba obligado a aceptar y sancionar la ley si así lo estimaba oportuno la mayoría de los diputados (de forma que el rey únicamente tenía capacidad para retrasar la entrada en vigor de un proyecto de ley). Sin embargo, el monarca conservaba la atribución para designar libremente a los ministros del gobierno que, eso sí, debían contar con el apoyo mayoritario de las Cortes. 4. Participación de los ciudadanos en las decisiones políticas. Según las normas electorales contenidas en el articulado constitucional, los diputados actuaban en representación de todos los ciudadanos españoles, quienes debían elegirlos mediante un complicado procedimiento por sufragio universal indirecto en cuarto grado. Todos los hombres mayores de 25 años tenían derecho a reunirse en las llamadas juntas de parroquia para votar a unos compromisarios o intermediarios, quienes luego elegían a un 11 delegado; todos los delegados electos en los diferentes pueblos se reunían posteriormente para nombrar (en esta ocasión mediante voto secreto) a los compromisarios de distrito, los cuales debían trasladarse a la capital de la provincia para celebrar otra asamblea y elegir finalmente al diputado a Cortes por su provincia. Asimismo, los ciudadanos de las provincias americanas (excluyendo a los indios y los negros) obtuvieron el derecho a elegir a sus representantes en las Cortes. Los alcaldes y concejales municipales también debían ser escogidos democráticamente por los vecinos. 5. Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Significó el fin de las diferencias estamentales y de los privilegios fiscales, militares y jurídicos que había beneficiado a los nobles durante siglos. La intención de los diputados consistía en eliminar los obstáculos que impedían el ascenso de los mejores individuos a los puestos más destacados. 6. Afirmación de los derechos y libertades individuales. Su reconocimiento aparecía disperso en varios apartados: libertad de imprenta (art. 306), derecho de propiedad (art. 4) y derecho a la educación (art. 25). Por el contrario, la proclamación del catolicismo como única religión permitida y la negación de la libertad religiosa fueron gestos de prudencia condicionados por la guerra y la necesidad de conservar la colaboración de la Iglesia en la lucha contra los franceses. Las Cortes tampoco suprimieron la esclavitud por las repercusiones que podría tener sobre la economía agraria colonial. 7 Reorganización del Ejército. En la Constitución se remodelaron las fuerzas armadas y se redefinieron sus funciones, fijándose la obligación (para todos los varones mayores de edad) de contribuir a la defensa de la patria mediante la realización del servicio militar. Además, se distinguían entre un Ejército permanente encargado de la defensa exterior de la nación y la llamada Milicia Nacional, un nuevo cuerpo militar eventual formado por ciudadanos civiles armados, creado para defender el régimen liberal de sus posibles enemigos internos. La Constitución tuvo tres períodos de vigencia: de marzo de 1812 a marzo de 1814, de enero de 1820 a noviembre de 1823, y de agosto de 1836 a junio de 1837 11.3. FERNANDO VII: ABSOLUTISMO Y LIBERALISMO. Tras las guerras napoleónicas, se inició en Europa el período conocido como la Restauración: desde 1814, los monarcas legítimos retornaron a sus tronos y restablecieron los regímenes absolutistas destruidos por la oleada revolucionaria iniciada en 1789. En España también se produjo la restauración del Antiguo Régimen tras la revolución política impulsada por la Guerra de la Independencia. El retorno de Fernando VII a España supuso la anulación de las reformas liberales y de los principios revolucionarios emanados de las Cortes de Cádiz y el restablecimiento de la monarquía absoluta (1814-182). Comienza así el primer período de su reinado. 1. EL SEXENIO ABSOLUTISTA (1814-1820) En marzo de 1814 regresaba a España, en virtud del Tratado de Valençay firmado con Napoleón el 11 de diciembre de 1813. El rey llega a Valencia y recibe presiones por parte de altos oficiales del ejército, de la Iglesia y de políticos conservadores para anular la Constitución y disolver las Cortes, reunidas en Madrid. El hecho más destacado de estos 12 grupos fue el Manifiesto de los persas, un documento firmado por un grupo de diputados que fue entregado al rey en Valencia en abril de 1814. En este texto se criticaba el poder asumido por las Cortes y las juntas durante la Guerra de la Independencia y se solicitaba el restablecimiento de las instituciones tradicionales españolas y la colaboración del monarca con la aristocracia. Los firmantes eran contrarios al liberalismo, pero también al despotismo de la época de Floridablanca y Godoy. El Manifiesto de los persas justificaba ideológicamente un verdadero golpe de estado, que el propio rey dio el 4 de mayo de 1814 al promulgar en Valencia un decreto que anulaba todas las reformas aprobadas en las Cortes, incluida la Constitución de 1812. Además, fueron suprimidas las leyes desamortizadoras, la libertad de imprenta y la reforma de los impuestos. Se restituyeron los privilegios de la nobleza y de la Iglesia (jurisdicciones, tierras, edificios, derechos, etc.). Se restablecieron el Tribunal de la Inquisición y la Mesta, y se permitió incluso el retorno de los jesuitas. Al decreto siguió la detención de todos los políticos liberales más importantes y la disolución por la fuerza de las Cortes. Finalmente, Fernando VII entró en Madrid aclamado por sus súbditos. Comenzaba, así, el exilio de numerosos liberales que huían de la persecución. Sin embargo, el restablecimiento de la monarquía absoluta pronto se enfrentó a una serie de problemas insalvables: ● Una gran inestabilidad en el Gobierno. Los ministros eran relevados continuamente, en especial el de Hacienda, debido, en parte, a la influencia de la camarilla 1, aunque también a la incapacidad de gobernar con un sistema político obsoleto. Ni había una línea clara de actuación ni los consejeros del rey tenían capacidad política para dirigir un país que, quisieran o no, ya no podía ser gobernado como antes. El auténtico Gobierno en la sombra lo constituía la camarilla, que impedía cualquier cambio. Resultado de ello fueron seis años caóticos, en los que los problemas se fueron agravando progresivamente. ● La situación económica era desastrosa. Tras el largo período de guerras en toda Europa se produjo una caída de los precios gracias a una racha de buenas cosechas, lo que acabó perjudicando a los campesinos. Además, el país estaba devastado, la producción industrial hundida y el comercio paralizado por la pérdida del mercado colonial. Pero el problema más grave era la quiebra financiera del Estado. Cada año se gastaba más de lo que se ingresaba, y los intereses de la enorme deuda acumulada iban en aumento. La deuda del Estado español era un problema antiguo, pero se agravó con la Guerra, que había generado graves trastornos económicos. A éstos se unió el proceso de emancipación de los territorios americanos, que privaba a la corona de unos ingresos fundamentales, dificultaba las relaciones comerciales y el desarrollo de la industria y obligaba al Estado a efectuar un gasto extraordinario por el continuo envío de tropas a las colonias para sofocar las rebeliones que allí estallaban. Sucesivos ministros fracasaron en su intento de resolver el problema. Eran conscientes de que la causa estribaba en que los propietarios de la mayor parte de las tierras del país no pagaban impuestos. Pero ni los privilegiados ni el rey estaban dispuestos a cambiar la situación. ● La crisis social. La restitución de sus bienes y privilegios a la nobleza, y sus consecuencias, hicieron subir la tensión en las zonas agrarias, hasta desencadenar sucesivos movimientos de protesta. Camarilla: conjunto de personas que gozaban de la confianza del monarca. Recibían este nombre porque su relación con el rey les permitía el acceso a las habitaciones privadas (la cámara) del soberano. Este grupo influyó en las decisiones políticas durante los reinados de Fernando VII y el de su sucesora 1 13 El descontento no se limitó al campo. Se extendió también paulatinamente en las ciudades. La represión, el hundimiento del comercio colonial y el paro afectaban a los grupos burgueses y a los trabajadores de los talleres. El ejército se vio también perjudicado. Fernando VII se negó a integrar en él a los jefes guerrilleros. El retraso en el pago de las soldadas, las míseras condiciones de vida en los cuarteles, y, sobre todo, el envío de tropas a América para intentar sofocar la rebelión independentista multiplicaron el malestar. ● La acción de la oposición política liberal. Poco a poco se organizó un movimiento clandestino liberal. Surgieron sociedades secretas y sociedades masónicas 2 en las principales ciudades, sobre todo entre los oficiales jóvenes formados durante la guerra. Establecieron contactos con los exiliados y organizaron conspiraciones. Entre 1814 y 1819 se sucedieron hasta siete pronunciamientos 3 por parte de los mandos militares, la mayor parte de los cuales pagaron el fracaso con su vida. El levantamiento protagonizado por el comandante Riego, en enero de 1820, desencadenó un cambio político que inició una nueva etapa. 2. EL TRIENO LIBERAL (1829-1823) El 1 de enero de 1820, Riego, jefe de las tropas expedicionarias acantonadas en las Cabezas de San Juan para ser enviadas a América, se pronunció con éxito a favor de la Constitución. Durante dos meses Riego recorrió buena parte de Andalucía sin obtener demasiado respaldo, hasta que el apoyo de las guarniciones de otras regiones obligó a Fernando VII a restablecer la Constitución de Cádiz. Semanas más tarde se celebraron elecciones a Cortes, mientras los liberales retornaban del exilio. Los liberales aprobaron, a lo largo de los tres años que permanecieron en el poder, un conjunto de audaces y radicales medidas legislativas: ● la Inquisición quedó abolida, el pago del diezmo reducido a la mitad y se prohibió a la Iglesia la compra de nuevos bienes inmuebles. Además, los jesuitas fueron disueltos y cerca de 1.000 monasterios y conventos de todas las órdenes religiosas fueron cerrados (Ley de Supresión de Monacales). Sus propiedades y tierras fueron nacionalizadas y vendidas por el gobierno para castigar el respaldo del clero regular al absolutismo y para obtener fondos con el objetivo de reducir las deudas estatales. ● Los mayorazgos fueron suprimidos, las libertades económicas fueron recuperadas e incluso se aprobó un proyecto de reforma judicial para implantar los juicios, con tribunales populares integrados por ciudadanos. Al mismo tiempo, los derechos y libertades de imprenta, expresión y opinión fueron reestablecidos. ● Se aprobó la primera legislación sobre la enseñanza, el primer Código Penal y una nueva división del territorio español en 52 provincias. ● Se creó una Milicia Nacional, tal como habían acordado las Cortes de Cádiz, concebida como un cuerpo de carácter civil formado por ciudadanos armados dispuestos a defender la Constitución y el régimen liberal, al margen del ejército. Se pretendía que fuera una milicia reservada a aquellos ciudadanos que dispusieran de propiedades, pues los miembros debían costearse su uniforme y equipo. Fue organizada en cada localidad, y los ayuntamientos empezaron a sufragar el armamento de los milicianos, por lo que pudieron incorporarse a Masonería: sociedad secreta que aspiraba a conseguir la libertad y la hermandad universal. Pronunciamientos: sublevaciones de militares que pretendían derribar al Gobierno existente atrayendo el respaldo del resto del ejército y de la opinión pública. En esta época los protagonizaron militares y oficiales descontentos, especialmente los que habían logrado ascensos y notoriedad durante la Guerra de la Independencia, y que ahora se sentían marginados. Junto a ellos colaboraron también comerciantes, intelectuales y profesionales de la burguesía urbana, que criticaban la falta de reformas del régimen absolutista. En ocasiones, los liberales exiliados participaron también en su organización, sin embargo, fue escaso el respaldo popular. 2 3 14 ella las clases populares urbanas. La Milicia Nacional se convirtió en un importante aliado del ala radical del liberalismo. ● Se abordó el problema de la Hacienda. Se devaluó la moneda, se recortaron gastos y se pidieron créditos al extranjero. Las Cortes iniciaron una reforma fiscal que no llegó a ponerse en marcha. Durante el trienio existió siempre una fuerte tensión entre el rey y los liberales. La mutua desconfianza, los enfrentamientos y las discrepancias fueron permanentes. Fernando VII intentó continuamente bloquear y entorpecer como pudo las reformas, mientras que los liberales obligaron en ocasiones al rey a firmar las leyes bajo amenazas. Además, Fernando mantuvo, desde 1821, contactos secretos con los monarcas absolutistas de la Santa Alianza solicitando su ayuda para recuperar el poder pleno. Entre las propias filas liberales fueron creciendo las discrepancias y formándose dos facciones cada vez más definidas: - Los doceañistas o moderados (líderes históricos del liberalismo, protagonistas en Cádiz), partidarios de actuar con mesura, preferían evitar excesos, temían los desórdenes y estaban a favor de buscar un acercamiento al rey, el clero y la nobleza. - Los liberales exaltados, decididos a romper por completo con el pasado y a solicitar el apoyo de los grupos sociales menos favorecidos para emprender reformas más radicales. Los primeros gobiernos del Trienio, hasta agosto de 1822, estuvieron en manos de moderados como Argüelles y Martínez de la Rosa. Los exaltados como Riego, Álvarez de Mendizábal y Alcalá Galiano, lideraron algunas protestas urbanas a finales de 1821. Los exaltados se hicieron cargo del gobierno en 1822. Estos gobiernos tuvieron que hacer frente a un endeudamiento creciente. Sus planes, que confiaban en los efectos positivos de la liberalización económica para generar mayor desarrollo y riqueza (y en consecuencia más impuestos para el Estado), no se cumplieron. Por este motivo se vieron obligados a subir los impuestos al campesinado, a rebajar los tipos de interés de los títulos de deuda pública y a suspender los pagos, provocando así el descontento de todos. A los pocos meses del levantamiento de Riego, los partidarios del absolutismo reaccionaron y comenzaron a reorganizarse. En sus filas estaban un sector de la oficialidad del ejército, la nobleza y la mayor parte del clero. Éste último atrajo a su causa a las clases populares, sobre todo en las áreas rurales. Los componentes de la oposición contrarrevolucionaria se conocen como absolutistas, realistas o apostólicos, y más despectivamente como serviles. Su acción se manifestó en distintas rebeliones militares urbanas, como la que tuvo lugar el 7 de julio de 1822 en Madrid, cuando la Guardia Real protagonizó un intento de golpe de Estado absolutista con la complicidad del monarca. La rebelión fue abortada por el Ayuntamiento, las Cortes y la Milicia Nacional, ante la pasividad del Gobierno. Los realistas también organizaron una guerra de guerrillas en las zonas rurales que actuaron en el interior, norte de Cataluña, Galicia, Asturias, Álava, etc. En el Pirineo catalán se llegó a formar un Gobierno absolutista, paralelo al liberal, conocido como la Regencia de Urgel, eliminado por las tropas gubernamentales. No obstante, no fue la presión contrarrevolucionaria la que acabó con el Trienio, sino la intervención militar extranjera. Los monarcas absolutos de la Santa alianza, reunidos en 1822 en el Congreso de Verona, decidieron intervenir en España para acabar con el régimen liberal. De este modo, un cuerpo de ejército formado por unos 125.000 soldados franceses a las órdenes del duque de Angulema, conocido como los Cien mil hijos de San Luis, 15 penetró en España en abril de 1823 para ayudar a Fernando VII a restablecer su autoridad absoluta. El Gobierno liberal, falto de apoyo popular, se trasladó a Sevilla y después a Cádiz, llevándose al rey consigo. Finalmente, se vio obligado a capitular y a liberar al monarca (octubre de 1823). Barcelona, la ciudad que resistió más tiempo, con Espoz y Mina al frente, se rindió en noviembre. Se abría la última etapa del reinado de Fernando VII. 3. LA DÉCADA OMINOSA (1823-1833) Cuando Fernando VII volvió a gobernar con poderes absolutos, se entregó a la inmediata destrucción de todo lo realizado por los liberales durante el Trienio. Comienza la década absolutista, que los liberales llamaron “ominosa”. Durante los primeros meses, el rey desencadenó una feroz represión. Unos 130 militares liberales (entre ellos Riego y Juan Martín el empecinado) fueron ejecutados. El resultado fue el desmantelamiento del cuerpo de oficiales, lo que obligó al rey a pedir al ejército francés que permaneciera en España. Su desconfianza en la fidelidad de los oficiales del Ejército le llevó a crear un cuerpo paramilitar de civiles armados, los “voluntarios realistas”, con la función de defender al gobierno absolutista de sus enemigos en cualquier rincón del país. Se emprendió una auténtica caza de brujas. Se calcula que cerca de 60.000 civiles partidarios del liberalismo perdieron sus empleos, sus propiedades o fueron encarcelados. Además se estableció una rígida censura para evitar que pudieran difundirse o publicarse opiniones liberales. Hasta 1825 la represión fue durísima. Si se atenuó algo en los años finales de la década fue porque la persecución estaba dejando a la administración sin personal cualificado. La mayoría de los liberales se exiliaron, sobre todo en Gran Bretaña, donde el ambiente liberal permitía publicar periódicos, desarrollar actividades culturales y conspirar para derrocar el régimen absolutista español. A partir de 1830, Francia se convierte en lugar de acogida para los exiliados españoles. En la década de los 30 se produjeron varios intentos de insurrección. Numerosos líderes liberales, como Riego, el Empecinado y José María de Torrijos, fueron ejecutados. La granadina Mariana Pineda corrió la misma suerte por bordar una bandera con el lema Ley, libertad, igualdad. Tras la represión de los primeros momentos, Fernando VII encargó la gestión de los asuntos de gobierno a algunos burócratas como Cea Bermúdez, el conde de Ofalia o Luis López Ballesteros, que introdujeron algunas reformas administrativas. Entre los motivos que empujaron al rey a hacer esto están: - la insostenible situación financiera del Estado. - la necesidad de realizar algunos cambios mínimos para modernizar y mejorar el sistema absolutista con intención de garantizar su supervivencia. De esta forma, se crean, por ejemplo, el Consejo de ministros (1823) un órgano encargado de coordinar las actuaciones del Gobierno, y un nuevo ministerio, el de Fomento (1832), destinado a promover el desarrollo económico del país. López Ballesteros (ministro de Hacienda) se propuso pagar las deudas del Estado, impedir que los gastos superaran a los ingresos e impulsar las actividades económicas mediante, el Tribunal de Cuentas, de la Bolsa de Madrid y el Banco de San Fernando. Sin embargo, todos sus esfuerzos concluyeron sin resultados positivos: continuó la decadencia de la ganadería ovina, la caída de las exportaciones de lana, la paralización del comercio y la disminución de los ingresos fiscales aduaneros. Y además, se agravó la catastrófica situación de la Hacienda Pública, que no parecía posible arreglar manteniendo las 16 exenciones fiscales en beneficios de los nobles, los clérigos y los habitantes de los territorios forales vasco-navarros. Por todo ello, el endeudamiento estatal creció multiplicándose casi por diez entre 1823 y 1833, de manera que el gobierno no tuvo más remedio que solicitar créditos a bancos franceses pagando intereses cercanos al 50%. La presencia de reformistas en los gobiernos de Fernando VII provocó el rechazo de los absolutistas más extremistas. Esta facción ultra presiona al rey para que reintrodujera la Inquisición, endureciera aún más la represión antiliberal y sustituyera a los ministros reformistas. Para conseguirlo recurrieron a las intrigas en el entorno personal más próximo a la familia real, a la creación de organizaciones clandestinas (con nombres tan expresivos como “El Ángel Exterminador”, “la Purísima”, “el Ejército de la Fe”) e incluso a la formación de grupos armados. Estos grupos van a protagonizar la revuelta de los malcontents o agraviados (1827). Consiguieron aprovechar el descontento del campesinado catalán para poner bajo su control algunas localidades. La enérgica actitud del rey, que ordenó el fusilamiento de varios cabecillas, hizo fracasar todos los esfuerzos de los absolutistas más intransigentes. En 1828, estos absolutistas ya estaban definitivamente decepcionados con el rey y se agruparon en torno al infante don Carlos María Isidro. Es el comienzo del carlismo. En este contexto se desencadenó la crisis sucesoria. Fernando no había tenido descendencia en sus tres primeros matrimonios. Pero en 1829 contrajo matrimonio con su sobrina María Cristina, que a los pocos meses quedó embarazada, lo que planteó abiertamente el problema sucesorio. Fernando VII quiso garantizar la descendencia en su futuro hijo o hija. En marzo de 1830 publicó una Pragmática Sanción que eliminaba la Ley Sálica y restablecía la línea sucesoria de las Partidas, favorable a la sucesión femenina. Se trataba en realidad de poner en vigor una decisión que había sido aprobada por las Cortes de 1789. Era una medida polémica que provocó las protestas airadas de los carlistas. Don Carlos consideró que la medida era ilegal y atentaba contra sus derechos al trono. El conflicto quedó abierto cuando en octubre nació la princesa Isabel. Frente a los carlistas se formó un sector de absolutistas moderados, con apoyos liberales, partidarios de introducir ciertas reformas políticas y económicas, y que pasaron a defender los derechos de la princesa. En septiembre de 1832 se desencadenaron los llamados sucesos de La Granja, cuando diversas intrigas palaciegas, ante el lecho del rey agonizante, quisieron que Fernando firmara la supresión de la Pragmática. Pero, el rey se restableció y volvió a ponerla en vigor. Inmediatamente sustituyó a los ministros carlistas y puso a Cea Bermúdez, absolutista moderado, al frente del Gobierno, al tiempo que la reina María Cristina era autorizada a presidir el Consejo. Cea decretó una amnistía general que liberó a los presos políticos y permitió la vuelta de algunos exiliados. Los capitanes generales más intransigentes fueron sustituidos por mandos fieles a Fernando, y en abril Carlos abandonó la Corte y se trasladó a Portugal, antes de que su hermano le comunicara oficialmente el destierro. El 29 de septiembre de 1833 moría Fernando VII, y se iniciaba la regencia de María Cristina. 11.4. LA EMANCIPACIÓN DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA. 1. Causas del independentismo. En poco tiempo España perdió sus posesiones en América. Varios factores están en la base del proceso emancipador que surge en las colonias americanas: a) La difusión del pensamiento ilustrado y de la propaganda liberal durante los años finales del siglo XVIII, junto con el éxito de los revolucionarios norteamericanos (1776) y 17 franceses (1789), sirvieron de estímulo a los hispanoamericanos para luchar por su liberación política. b) El descontento de los criollos. Estos descendientes de españoles nacidos en América formaban un grupo social poderoso y minoritario (entre un 10 y un 15% de la población total a principios del siglo XIX), controlaban las haciendas y plantaciones y la producción manufacturera. Los indios, mestizos y negros, mezclados en multitud de cruces raciales, constituían una masa campesina y minera explotada tanto por los criollos como por los peninsulares. Estos últimos integraban, por su parte, un reducido grupo de administradores, altos funcionarios y representantes de las compañías comerciales enviados desde España, y ocupaban todos los cargos públicos de importancia en los territorios coloniales; virreinatos presidencias de Audiencias, capitanías generales, etc. La minoría criolla rechazaba el trato discriminatorio recibido por el Gobierno español, que les impedía tanto ocupar cargos públicos como expandir su poder económico. El monopolio español les impedía poder establecer sus propias relaciones comerciales con el exterior en beneficio de una economía peninsular de carácter colonial. Casi todos los líderes separatistas fueron criollos blancos. c) La ruptura de las comunicaciones por mar con la Península. Los barcos ingleses, en guerra con España desde 1796, controlaban las aguas del Atlántico y contribuyeron así a incrementar el aislamiento de las colonias americanas. Al mismo tiempo, los comerciantes británicos consiguieron también aumentar el control sobre una gran parte de los intercambios mercantiles ultramarinos, entre el continente europeo y el continente americano. d) La invasión y ocupación de España por las tropas napoleónicas provocó un vacío de poder en los territorios americanos. Esto aceleró el derrumbe del sistema colonial. La anómala e incierta situación creada por las abdicaciones de Bayona, el cautiverio de Fernando VII y la guerra fue aprovechada por los criollos americanos para crear sus propios órganos de gobierno independientes cuando parecía que el control español había desaparecido. Además, los criollos contemplaban con temor la amenaza de una posible invasión en su propio territorio por parte de los franceses, ingleses e incluso portugueses, quienes parecían ansiosos de ocupar el lugar de los españoles. Pocos años antes, las derrotas militares ya habían obligado a España a ceder Santo Domingo a Francia (1795) y entregar la isla de Trinidad a Gran Bretaña (1797). 2. Rasgos del proceso emancipador. El proceso de emancipación de las colonias tuvo las siguientes características: a) La independencia fue el resultado de acontecimientos diferentes en cada territorio. En cada región estallaron revoluciones sin ninguna conexión entre ellas. Aunque más tarde existió cierta coordinación, las fuerzas políticas y sociales locales fueron decisivas en la configuración del mapa de Hispanoamérica. En este sentido, cabe destacar que los dos virreinatos más antiguos, Nueva España (México) y Perú eran regiones más conservadoras y fieles a la metrópoli que otras. Fueron también los últimos territorios que se emanciparon. Por el contrario, los de Nueva Granada y Río de la Plata, creados más recientemente, con una menor relevancia desde el punto de vista económico y menor vinculación a la metrópoli, fueron los motores de la independencia. En estos virreinatos surgieron los principales líderes: Simón Bolívar y José San Martín, respectivamente. b) El proceso fue largo y complejo, pues se prolongó desde 1808 hasta 1825. Se produjeron rebeliones contra los españoles, pero también guerras civiles entre americanos y conflictos entre diferentes regiones. Los indígenas y las masas populares combatieron 18 indistintamente en el bando español y en el criollo. En algunos casos, los indígenas constituyeron el grueso de las tropas de la corona. c) El proceso de independencia americano estuvo vinculado a las vicisitudes de la política de la metrópoli: primero (1808-1814) se aprovechó la confusión creada en España, y su impotencia militar y nula capacidad de respuesta, para proclamar las independencias; después (1814-1820), los dirigentes regionales se apoyaron en el liberalismo, para promover la lucha contra el absolutismo español. Finalmente, en 1820 las tropas españolas preparadas para ir a América se sublevaron e hicieron la revolución en la península: como consecuencia, a las colonias no llegaron refuerzos militares. El Trienio liberal fue decisivo para la culminación de los procesos de emancipación. 3. La independencia. Se puede analizar el proceso emancipador estableciendo tres fases: ● La primera fase (1810-1816) se inicia con los sucesos de Bayona y la formación de Juntas similares a las españolas que deponen a los virreyes y ocupan el poder en nombre de Fernando VII. Surgen en las ciudades comerciales más activas políticamente. Envían sus representantes a las Cortes, pero su demanda principal, la libertad de comercio será rápidamente rechazada en Cádiz, ciudad que vivía del monopolio. En 1810 las Juntas rechazan la autoridad de la Junta central y se transforman en Juntas Revolucionarias. A partir de estas Juntas se inicia la Guerra de Emancipación de las colonias. Las juntas inician conversaciones con Inglaterra y los Estados Unidos, organizan ejércitos y proclaman su independencia: Argentina en 1816, Paraguay, Venezuela y Chile en 1811. Sin embargo en 1814 regresa Fernando VII al trono y con él la monarquía absoluta. El envío de tropas al mando de Pablo Morillo en 1815 acaba con esta primera fase y con la reconquista de Nueva Granada. Desde el alto Perú el virrey Abascal hará lo mismo con Chile, obligando a exiliarse a los líderes como O`Higgins Un caso aparte es el mexicano. El virreinato de Nueva España sigue un camino paralelo pero diferente a la revolución sudamericana. Su característica diferencial es el papel predominante de la revolución social. Aquí son los problemas económicos, el hambre y la sequía los que desatan una revuelta campesina en 1810 dirigida por el cura Manuel Hidalgo, párroco de Dolores. Sus primeras medidas fueron de carácter reformista y social: fin de la esclavitud, abolición de los tributos, reparto de tierras, etc. Estas medidas asustaron a los criollos, que se unieron al ejército español y detuvieron y ejecutaron a Hidalgo. Su relevo lo toma otro cura, Morelos, quien reanuda el movimiento y proclama en el Congreso de Anahuac la independencia. Es capturado en 1815 y ejecutado ● En la segunda fase (1816-1820) surgen disputas entre las diferentes formas de organizar los nuevos estados: la unitaria y la federal. En Venezuela Bolívar reanuda las operaciones y se extiende hasta Colombia, ayudado ahora por los indígenas debido a la dura presión de las tropas y la política represiva de Morillo. En el Congreso de Angostura proclama la República de la Gran Colombia 1819, de la que será presidente y que incluye a Venezuela, Ecuador y Colombia. Desde Argentina San Martín emprende la reconquista de Chile. Con la victoria de Chacabuco en 1817 completa la independencia y Bernardo O’Higgins será su primer presidente (1818). ● Tercera fase (1820-1825). Pero será a partir de 1820 cuando la Independencia se complete y las dos posturas enfrentadas se unifiquen para conseguir su objetivo: expulsar definitivamente a los españoles. La ocasión se ve favorecida por la situación en la Península. En 1820, las tropas al mando del coronel Rafael Riego, destinadas a América se pronuncian en Cabezas de San Juan y se inicia el Trienio Liberal. Los problemas de Hacienda unidos a la difícil situación de los liberales y a los pronunciamientos realistas impiden enviar nuevas tropas 19 Desde el Norte Bolívar “el Libertador” y desde el Sur San Martín “el Protector” se dirige hacia Perú, el último centro del realismo fiel a los españoles por el temor a la mayoría indígena. Con la batalla de Ayacucho finaliza la conquista del Perú y en los meses siguientes Sucre consigue la del Alto Perú, que ahora se llamará Bolivia en honor al Libertador. En México la burguesía criolla se suma al movimiento emancipador y Agustín de Itúrbide proclama en el Plan de Iguala la independencia del país que quedará constituido en una Monarquía de la que finalmente él mismo toma las riendas con el nombre de emperador Agustín I. Su actitud autoritaria provoca un golpe de estado y la declaración de México como República Federal en 1824 pero de carácter conservador en todo caso. 4. Consecuencias de la independencia. Los efectos inmediatos de la emancipación fueron la pérdida de casi todas las posesiones coloniales españolas (sólo se retuvieron las islas de Cuba y Puerto Rico) y la aparición de nuevas naciones en el continente americano. Todos los intentos de crear unos Estados Unidos de América del Sur (la ilusión de Bolívar) fracasaron y el continente quedó fragmentado: de los 8 países existentes en 1825 se pasó, veinte años después, a 16, que se enzarzaron pronto en guerras y disputas por cuestiones fronterizas. Para España, las repercusiones económicas y financieras fueron profundas: la pérdida de los recursos generados por las minas de plata y los beneficios procedentes de los intercambios comerciales. Desde el punto de vista internacional, la pérdida de América demostró la incapacidad para mantener su posición de gran potencia a escala europea. Otra consecuencia relevante fue la supresión de la esclavitud en los nuevos territorios independientes, donde casi un millón de trabajadores de raza negra y origen africano resultaron favorecidos por la prohibición de la trata y el comercio de esclavos. La situación surgida en Hispanoamérica tras la separación quedó caracterizada, además, por los siguientes rasgos: - Persistencia de las desigualdades sociales y del dominio de los criollos, mientras que la población india y mestiza (unos 13 millones de individuos hacia 1810) continuó siendo excluida del poder, discriminada socialmente, marginada, explotada, pobre y sin tierras. - Inestabilidad política, frecuentes conflictos civiles y numerosas experiencias dictatoriales. En casi todas partes se frustró el desarrollo de libertades y pocas veces se consolidó la democracia en las nuevas naciones hispanoamericanas. - Predomino político de los altos mandos del ejército: los generales americanos lograron controlar el poder durante mucho tiempo en México, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y Venezuela. - Dependencia económica de británicos y estadounidenses. Los países americanos del centro y del sur se especializaron el la exportación de materias primas y productos naturales, quedando así truncadas las posibilidades de modernización económica y desarrollo industrial.