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1. Rorty, las orquideas salvajes y Trotsky como el ideal inalcanzable. 1.1. De niño, Rorty soñaba con luchar contra la injusticia social y leía a Trotsky, pues sus padres eran trotskistas. Al mismo tiempo, sus otros intereses consistían en el Tibet (le envió una carta al Dalai Lama) y las orquídeas silvestres. Sin embargo sentía que Trotsky no aprobaría su interés por las orquídeas. Su propósito era poder poner en concordancia a Trotsky y las orquídeas. Conjurar la realidad y la justicia en una misma visión. Fracasó. La filosofía y el espejo de la naturaleza, es un libro que reacciona contra esas pretensiones. 2. La imagen de la filosofía como una epistemología. 2.1. Cuando Hobbes y Descartes hablaban de la filosofía, no lo hacían como algo que tuviera que distinguirse de las ciencias. Sólo después de Kant se haría esa distinción y se extendería hasta ya bien entrado el siglo XIX. Los filósofos como Hobbes y Descartes sólo buscaban abrir un lugar seguro para la nueva investigación en matemáticas y mecánica que fuera independiente de la religión. Según Rorty la demarcación sólo fue posible por la idea de una “teoría del conocimiento”. El mérito de Kant habría sido el sustituir la metafísica por la epistemología, permitiendo a la filosofía convivir con la ciencia pues de ahora en adelante sería su fundamento. Que veamos a Descartes o a Hume como personas que centraron sus preocupaciones sobre la posibilidad del conocimiento sólo es posible haciendo una lectura post kantiana de la historia de la filosofía. Esta demarcación sería crucial pues de ahora en adelante los filósofos nos veríamos a nosotros mismos como los poseedores de un marco mediante el cual poder establecer la objetividad de las pretensiones de conocimiento de las disciplinas empíricas. 3. Descartes, la invención del espacio interior. 3.1. Aristóteles no creía que hubiera un espacio interior, la mente, en la cual se conjugara lo intencional con lo no intencional. Los estados de conciencia estaban obligatoriamente conectados al mundo exterior. Para él, conocer algo no era representarlo en el espacio interior por medio de la retina y luego analizarlo con el “ojo de la mente”; la misma retina cumplía ambas funciones. Por ello, a pesar de que el concepto de “mente” recorre la literatura griega, no significa lo mismo que después de Descartes. Ésta representaba lo racional, lo que nos hace comprender los universales (lo bello en contra de las cosas bellas). Descartes va a conjugar ambas cosas, lo intencional con lo no intencional en un mismo espacio interior, asimilando en lo que es el “pensamiento” tanto a lo que es comprender algo y sentir algo. Esta operación, efectuada por la creencia de que el análisis de la mente, por ser lo de más fácil acceso que tenemos, nos permite sustentar nuestras creencias; y provocada por la conjugación del mecanicismo de la época y el avance de las matemáticas, le va a permitir a Descartes con su “giro epistemológico” construir un “escenario interno” de representaciones, las cuales tienen que ser confrontadas con el espacio exterior para ser verdaderas. 3.2. Como se muestra en el apartado anterior, las consecuencias del “giro epistemológico” son recíprocas. Por un lado, Descartes le abre las puertas al escepticismo moderno el del velo-de-ideas. Por otro, paradójicamente, permite la construcción de una disciplina encaminada a evitarlo: la epistemología. 4. Locke confunde la explicación de algo con la justificación de ese algo. 4.1. Para el desarrollo de la epistemología faltaba que Locke confundiera la explicación mecánica del proceso de conocimiento con la fundamentación de las pretensiones de conocimiento. Asimiló las relaciones entre ideas en el espacio interior con las relaciones lógicas entre proposiciones, una “falacia naturalista” en palabras de Sellars, es decir, analizar hechos epistémicos como si fueran no-epistémicos. La metáfora visual que eligió Locke para hablar del conocimiento, le llevó a caer en el “mito de lo dado”, a creer que en la tabula rasa las inscripciones se auto anuncian sin tener ningún proceso inferencial. Así, el “conocimiento de” se confunde con el “conocimiento de que”. Locke consideraba al conocimiento como una relación entre personas y objetos y no entre personas y proposiciones. Al final, está equilibrando la propuesta aristotélica con el conocimiento como representación, permitiendo que el escéptico atacara su propuesta. 5. Kant vuelve a cometer la confusión de Locke. 5.1. Kant intenta evitar las condiciones del escepticismo con el “giro copernicano”. Así, intenta enmendar las confusiones del empirismo diciendo que la diversidad es “dada” y la unidad se “hace”. Esa unidad se realiza en la síntesis a partir de las intuiciones empíricas dadas en la sensibilidad con los conceptos a priori y las intuiciones puras a priori. Sin embargo, como lo muestra Rorty, la creación conceptual de Kant está supeditada a la estrategia copernicana en la medida en que distinciones como concepto-intuición y síntesis fueron creados uno para el otro, en que ésta fue elaborada a fin de dar razón al supuesto de que la diversidad se encuentra y la unidad se hace, y que esta afirmación sólo es plausible en tanto que la estrategia copernicana se revela como la única manera de poder explicar el conocimiento sintético a priori. Kant va a cambiarlo todo pues, según el autor, es el primero en concebir los fundamentos del conocimiento como proposiciones en vez de cómo objetos; búsqueda de las reglas que la mente se había impuesto en lugar de representaciones privilegiadas. Esto porque en Kant, el conocimiento ya no es exactamente (o al menos como para el empirismo) tener ideas en la mente. En su caso, de la sensibilidad y la intuición empírica aún hay un gran paso para poder considerar que conocemos algo. La mente ya no es tabula rasa, contiene las formas a priori que el sujeto utiliza para legislar sobre la naturaleza. Pero se quedó a medias pues sigue creyendo como Locke que explicar causalmente al conocimiento es justificarlo. 6. ¿El conocimiento necesita fundamentos? 6.1. Para Rorty la idea de una teoría del conocimiento y de la búsqueda de fundamentos es inseparable. Esto porque la epistemología tiene como pretensión que todos los discursos son conmensurables, es decir, que pueden someterse a un conjunto de reglas que nos digan quién tiene la razón sobre cierta discrepancia. El ser contra el devenir, las formas platónicas, o el examen de nuestras mentes son algunas de las formas que ha tomado esta creencia. 7. Consecuencias de la propuesta rortyana y su propuesta filosófica: 7.1. La concepción pragmática del conocimiento como “lo que nos conviene pensar” en lugar de una representación privilegiada de la realidad. “Nunca sabremos con seguridad si una creencia dada es verdadera, pero podemos estar seguros de que nadie es actualmente capaz de invocar objeciones residuales, de que todos coinciden en que merece ser sostenida” (R. Rorty, “Universalidad y verdad”, en R. Rorty y J. Habermas, Sobre la verdad:¿validez universal o justificación?, p.12.) 7.2. La hermenéutica contra la epistemología, la conversación contra la conmensuración y la filosofía edificante contra la sistemática. 7.2.1.1. Si definimos a la epistemología como la búsqueda de ese terreno común y a la hermenéutica como la esperanza en encontrar un acuerdo en los discursos, podemos definir a la hermenéutica como un esfuerzo de conversación y a la epistemología de conmensuración. De esta manera, para Rorty, la filosofía tendría que definirse como edificante antes que como sistemática, buscando autodefiniciones de nosotros en lugar de subsumirlo todo bajo un contexto último, un gran relato. 7.3. ¿Sólo nos queda ser ironistas rortyanos? 7.3.1.1. Para Rorty habría que redefinir el conocimiento como se lo concebía antes de Platón, con los sofistas. Es decir, como la presentación de argumentos que nos convenzan de que el “conocimiento de que” nos sirve para arreglárnoslas mejor con el mundo, y de que no hay objeción a ese conocimiento por esa razón y no porque en un contexto último que ha conmensurado los discursos es posible admitir que es una representación privilegiada de éste. En ese sentido, la tarea de la filosofía edificante sólo sería la de continuar con la “conversación de la humanidad”, advirtiendo sobre los peligros de la filosofía sistemática e ironizando sobre sus posibilidades. ¿Si abandonamos las pretensiones de verdad, no nos queda más que ser ironistas rortyanos?