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ORACIÓN 3a Universitarias ¿QUÉ ES LA SANTA MISA? La mayoría de nosotras participamos habitualmente en la Santa Misa. Quizás lo hacemos por obligación, por guardar una tradición familiar de ir juntos a Misa los domingos o porque lo aprendimos de pequeña, etc. Pueden existir distintas razones; ahora queremos descubrir la importancia, el valor incomparable de la Eucaristía y su eficacia en santificar nuestra vida. Queremos apropiarnos del verdadero sentido que ella tiene para que podamos decir convencidas: ¡Yo quiero ir a Misa! Muchos nombres se le dan a la Santa Misa: Eucaristía, Acción de Gracias, Celebración, Banquete, Memorial, etc. Para definirla, queremos basarnos en las mismas palabras que Jesús utilizó cuando la instituyó en la Última Cena: “Tomó pan, dio las gracias, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: <<Tomad, este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía>> De igual modo, tomó el cáliz y dando gracias alzó la copa diciendo: <<Tomad, y bebed esta es mi sangre, sangre de la Nueva Alianza que es derramada por vosotros; haced esto en memoria mía>> (Lc22,19-20). Al escuchar estas palabras, recordamos inmediatamente la parte más importante de la Santa Misa: cuando Jesús se vuelve a ofrecer por nosotros al Padre Dios, de una manera incruenta. Él entrega su cuerpo y su sangre por nuestra redención. Por esto podemos decir que la Santa Misa es un memorial. Jesús nos ha dado el mandato en la víspera de su pasión: “haced esto en memoria mía” (1 Co. 11,24-25). El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras “hasta que venga” (1Co11,26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre. Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de Jerusalén se dice: ‘Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones... Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y con sencillez de corazón’ (Hch 2,42.46) Era sobre todo “el primer día de la semana”, es decir, el domingo, el día de la resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para “partir el pan” (Hch20,7). Desde entonces hasta nuestros días la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura fundamental.”1 En la Santa Misa celebramos el memorial del sacrificio de Cristo. Al hacerlo ofrecemos al Padre lo que Él mismo nos ha dado: los dones de su Creación, el pan y el vino, convertidos por el poder del 1 Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 1341-1343 1 ORACIÓN 3a Universitarias Espíritu Santo y las palabras de Cristo, en su propio Cuerpo y Sangre: así Cristo se hace real y misteriosamente presente. Por lo tanto debemos considerar la Eucaristía: Como acción de gracias y alabanza al Padre. Como memorial del Sacrificio de Cristo y de su Cuerpo. Como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu. LA SANTA MISA COMO ACCIÓN DE GRACIAS Y ALABANZA AL PADRE Leemos el siguiente texto basado en el Catecismo de la Iglesia Católica: “En el sacrificio eucarístico, toda la creación amada por Dios es presentada al Padre a través de la muerte y Resurrección de Cristo. Por Cristo, la Iglesia puede ofrecer el sacrificio de alabanza en acción de gracias por todo lo que Dios ha hecho de bueno, de bello y de justo en la creación y en la humanidad. La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus dones y regalos, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. “Eucaristía” significa, ante todo, acción de gracias. La Eucaristía es también el sacrificio de alabanza por medio del cual la Iglesia canta la gloria de Dios en nombre de toda la creación. Este sacrificio de alabanza sólo es posible a través de Cristo: Él une a los fieles a su persona, a su alabanza y a su intercesión, de manera que el sacrificio de alabanza al Padre es ofrecido por Cristo y con Cristo para ser aceptado en él.”2 El Santo Padre, Juan Pablo II, en su Carta Apostólica “Quédate con nosotros Señor”, nos dice: “En Jesús, en su sacrificio, en su «sí» incondicional a la voluntad del Padre, está el «sí», el «gracias», el «amén» de toda la humanidad.” Nosotras también tenemos la oportunidad de unirnos en el Sí de Jesús con toda nuestra realidad y ofrecer cada Eucaristía como acción de gracias. ¿Por qué podemos agradecer? En primer lugar por el inmenso regalo de haber sido liberadas, por el Sí de Cristo, de la muerte definitiva. Podemos pensar y agradecer por cada pecado que nos ha sido perdonado; por cada vivencia en que hemos experimentado la cercanía del cielo y que no sería posible sin la gracia que Jesús nos ganó en la cruz. Podemos agradecer por cada detalle de la vida diaria; por cosas más amplias como la salud, la inteligencia, el amor, la estabilidad económica, mis padres, mi familia, etc. Pero también podemos agradecer por el dolor, las dificultades, que me acercaron más a Dios. En fin, en Cristo, podemos devolverle todo al Padre como gratitud. 2 Idem, párrafos 1359-1361 2 ORACIÓN 3a Universitarias LA SANTA MISA COMO MEMORIAL DEL SACRIFICIO DE CRISTO Y DE SU CUERPO “En el sentido empleado por la Sagrada Escritura, el memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado a favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos. El memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual: <<Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención>>. Por ser memorial de la Pascua de Cristo, la Eucaristía es también un sacrificio. El carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la institución: “esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros”. En la Eucaristía, Cristo da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz, y la misma sangre que “derramó por muchos para redención de los pecados”. La Eucaristía es pues un sacrificio porque hace presente el sacrificio de la cruz. La Eucaristía es igualmente sacrificio de la Iglesia. Con Cristo, la Iglesia se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo presente sobre el altar da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda. La ofrenda de Cristo se une no sólo a los miembros que están aquí todavía abajo, sino también a los que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo memoria de ella así como de todos los santos y santas. En la Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo”.3 Nuestro Padre y Fundador, en el libro “Vivir la Misa todo el día” nos dice: “En primer lugar, la Misa significa la reactualización del Sacrificio de la Cruz de Cristo. Entendamos claramente lo que esto significa: reactualización. No es sólo recordarlo, una representación gráfica; aunque es también una representación gráfica, pero al mismo tiempo es una reactualización real, práctica, verdadera. Es casi como si ahora, de pronto, aquí durante la Misa, el altar fuese el Gólgota. Pero aquí se realiza en forma incruenta –esto ya lo estudiamos en el colegio– 3 Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 1363-1366.1368 3 ORACIÓN 3a Universitarias lo que se realizó en forma cruenta allí en el Gólgota. Entonces la Misa es, en primer lugar, renovación real, renovación mística del sacrificio de la Cruz de Cristo.” Desde este punto de vista, todo dolor humano tiene un valor redentor porque lo puedo unir al sacrificio de Cristo, que se reactualiza en cada Santa Misa. Cada dolor que me aflige, hasta el más pequeño, ya sea físico o espiritual, unido, en cada Eucaristía, al valor y muerte de Jesús en la Cruz, se transforma en colaboración a esa redención ganada por Cristo en la Cruz, en ayuda para la mediación de todas las gracias que Cristo quiere regalar. LA SANTA MISA COMO PRESENCIA DE CRISTO POR EL PODER DE SU PALABRA Y DEL ESPÍRITU SANTO “Mediante la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo, Cristo se hace presente en este Sacramento... Así San Juan Crisóstomo (Padre de la Iglesia) declara: <<No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios>>.”4 “Junto con toda la tradición de la Iglesia, nosotros creemos que bajo las especies eucarísticas está realmente presente Jesús. Una presencia —como explicó muy claramente el Papa Pablo VI— que se llama «real» no por exclusión, como si las otras formas de presencia no fueran reales, sino por antonomasia, porque por medio de ella, Cristo se hace sustancialmente presente en la realidad de su cuerpo y de su sangre. Por esto la fe nos pide que, ante la Eucaristía, seamos conscientes de que estamos ante Cristo mismo. Precisamente su presencia da a los diversos aspectos —banquete, memorial de la Pascua, anticipación escatológica— un alcance que va mucho más allá del puro simbolismo. La Eucaristía es misterio de presencia, a través del que se realiza de modo supremo la promesa de Jesús de estar con nosotros hasta el final del mundo.” 5 “Verdaderamente la Eucaristía es «mysterium fidei», misterio que supera nuestro pensamiento y puede ser acogido sólo en la fe, como a menudo recuerdan los Padres de la Iglesia. «No veas –exhorta san Cirilo de Jerusalén- en el pan y en el vino meros y naturales elementos, porque el Señor ha dicho expresamente que son su cuerpo y su sangre: la fe te lo asegura, aunque los sentidos te sugieran otra cosa ».”6 En cada Santa Misa, Dios se hace realmente presente en el altar. Ahí está Él con todo su ser y su divinidad; el Rey de Reyes yace ante mí. ¡Qué misterio! Por eso debemos implorar fervientemente al Espíritu Santo para que aumente nuestra fe en este misterio y pueda vivir cada Santa Misa, con la conciencia y actitud de estar frente a Dios. 4 Catecismo de la Iglesia Católica, párrafo 1375 Carta Apostólica “Mane Nobiscum Domine”, Juan Pablo II 6 “Ecclesia de Eucaristía”, Juan Pablo II 5 4 ORACIÓN 3a Universitarias Sugerencias Metodológicas Intercambiar primero ¿qué es la Santa Misa para cada una? Repartir los textos de cada una de las partes para que lo puedan leer y traten de explicar con sus palabras el valor de la Santa Misa. Intercambiar las siguientes preguntas: o ¿Es necesario darle gracias a Dios por sus regalos? ¿Por qué le quiero agradecer? o ¿Qué significa para mí, el que Cristo haya muerto en la Cruz por mí? ¿Necesito ese sacrificio de Cristo? ¿Por qué? o ¿Qué dolores o cruces quiero unir al sacrificio redentor de Cristo? o ¿Creo en la presencia real de Cristo en la Eucaristía? ¿Cómo es mi actitud y comportamiento cuando estoy ante Él en la Santa Misa o frente al Tabernáculo? Sacar de estas preguntas propósitos concretos 5