Download 50. LA INCOGNITA NO DESPEJADA
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1 UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES ESCUELA DE ADMINISTRACIÓN Y CONTADURÍA CÁTEDRA DE GEOGRAFÍA PROFESOR ERNESTO MARTÍNEZ Alfredo Carquez Carquez. Fuente: Archivo CORREO DEL ORINOCO. Suplemento Dominical. Parte de Petróleo | Nº 274. pp 4, 5 y 6. DOMINGO 6 DE-MARZO DE 2016 VOCES SIN ESCUELA. PETROLEO Y MEMORIA HISTORICA EN LA CONFLUENCIA DE DOS SIGLOS La incógnita nó despejada Asdrúbal Baptista Economista y abogado merideño, profesor, editor, enamorado de los números y también de la historia. Pero son esos, los números, los datos estadísticos, sobre los cuales construye sus interrogantes. Él los interpela una y otra vez para tratar de explicar la historia y el curso de la economía nacional. ¿De dónde surge la nacionalización? ¿Es esa una idea políticamente impuesta por Venezuela y sus circunstancias o las fuerzas originarias vienen de otra parte? Porque primero nos tomó de improviso; después uno lee los discursos de los grandes dirigentes de la política en aquel momento. Y la pregunta me asalta: ¿Eso estaba en el ánimo de la dirigencia política venezolana como para que a tal decisión se hubiera llegado de la manera como se llegó? ¿O hubo fuerzas no necesariamente nacionales que estuvieron detrás, cuyo interés era que la cuestión petrolera la asumiera Venezuela plenamente, porque bueno, entre sus objetivos estaba que eso fuera así? El tema del petróleo es, como muy pocos, Venezuela en su mejor expresión. De manera que hablar del petróleo sería lo mismo que hablar de Venezuela. La vida material de los venezolanos, quiero decir, la subsistencia básica en las cosas primordiales de la existencia, tiene una dependencia esencial en relación con el petróleo. La disciplina, dentro del universo de lo científico que tiene que ver con estas cosas, yo la denomino “ciencia histórica de la economía política”. Venezuela es una manera de ser en lo económico antes del petróleo, y va a ser otra manera económica de ser luego de su aparición. Esa ruptura sucede a finales de la segunda década del siglo XX. Venezuela es una nación sin Estado antes de 1914. Ya esto sería un tema suficientemente rico en sí mismo para decir 2 muchas cosas; pero bueno, en todo caso déjenme dar una segunda caracterización: Venezuela es un país preeminentemente rural. Hubo un censo en 1891. Allí sobresale, cuando los números se expurgan debidamente, esta condición que estoy indicando. Si usted toma como referencia en aquel momento de la vida del país, quienes vivían en espacios urbanos, con 2.500 habitantes o más, eran muy pocos; el resto de los venezolanos vivía en áreas estrictamente rurales. Esa condición rural acompaña la base material sobre la cual descansa el país. Lo rural es inseparable de la tierra, y la tierra, en cuanto a actividad económica, es la agricultura. De modo que Venezuela es un país eminentemente agrícola. Venezuela es una nación sin Estado, rural y agrícola. Sobre este país se va a abalanzar el petróleo. El petróleo está en tierra venezolana, pero al petróleo, en términos económicos, lo necesita el mercado mundial. Entonces, sobre esta nación sin Estado, rural y agrícola, se abalanza el mercado mundial. En resumidas cuentas, aquel tiempo es, en el lenguaje que la propia economía política facilita, una sociedad precapitalista, es decir, aún Venezuela no estaba incorporada a las grandes corrientes de la vida económica que ya empezaban a materializarse en todos los órdenes de la vida. Cabría decir tempranamente en este recuento que la urbanización de Venezuela ocurre vertiginosamente. Uno puede dar cuenta del ritmo de la urbanización en América Latina, ámbito dentro del cual obviamente podemos compararnos. Podría traerse a colación la experiencia universal de la urbanización, y los números pasman cuando se compara nuestro proceso versus el de otras realidades. Nos hicimos urbanos en un santiamén; eso es importantísimo. La realidad del petróleo está ausente del país hasta muy avanzado el siglo XX. Para un venezolano, incluso formado, la asociación indisoluble entre el petróleo y el tipo de cambio al cual el bolívar se cambia en el mundo, por lo menos hasta 1983, no estaba en su mente, no estaba en la mente de la mayoría de la gente del país. Cuarenta años después, esa asociación, indispensable para entender el petróleo, está a flor de piel mañana, tarde, noche y de madrugada. Creo que este ejemplo es suficiente para enfatizar que los tiempos son distintos porque lo más importante, que es el surgimiento del Estado nacional, en lo político, eso es imperceptible. A Juan Vicente Gómez se lo juzga, por ejemplo, como un dictador, y con eso la historiografía venezolana tranquiliza su conciencia. Lo cierto es que Gómez, en lo fundamental, crea el Estado nacional, al liquidar los poderes locales que plagaban el país en pequeños ejércitos, en caudillos que gobernaban espacios territoriales, imponiendo justicia, dictando leyes, es decir, pequeños territorios donde no había Estado. ¿Qué muestran los números desprevenidamente? Que si el país tenía un nivel de riqueza en la línea separadora de los dos tiempos, el tiempo antes del petróleo y el tiempo del petróleo que estamos marcando, ese nivel de riqueza que se apreciará, lo estamos refiriendo al volumen poblacional. Hay que entender esto diciendo que antes del petróleo éramos más o menos unos 2 millones de habitantes. Ahora somos unos 30 millones. Es decir, somos 15 veces más venezolanos de los que éramos 100 años atrás. Muy pronto aparece la realidad del petróleo; el país se da cuenta de que ha acontecido algo. Ya se venía preparando la escena, es decir, el petróleo no aparece de súbito, hay concesiones que se dan, hay leyes que existen; la realidad del petróleo es una realidad que va ocupando su lugar. 3 PRIMERAS REFLEXIONES El pensamiento reflexivo comienza a hacerse preguntas. El pensamiento en muchos sentidos ilustrado, todavía no científico, vendrá un poco más adelante. Añadamos además que quienes vienen a sacar el petróleo no son venezolanos. ¿Quién asume esos costos en aquel momento? Los que vienen a sacarlo. El país probablemente no tenía los medios, se suele añadir, no teníamos la tecnología, vaya usted a saber si podíamos comprarla o no; no teníamos los gerentes. ¡Vaya usted a saber si hecho el empeño no hubieran tenido la fortaleza para hacerlo! Pero lo objetivo es que quienes vinieron a sacar el petróleo no eran venezolanos. Muy pronto se van a empezar a juntar hechos. Primero: lo cuantioso de aquello; lo económicamente rentable que aquello es; el interés manifiesto del mundo por nosotros; la riqueza que tenemos en el seno de la tierra; y lo que involucran los recursos para sacarla y aprovecharla. Todo ello va a comenzar a juntarse, lentamente como proceso, y empieza el pensamiento a despuntar por aquí y por allá. Muy pronto aquello va a dar pie a muchas preguntas. Una pregunta que no se termina formulando nunca debidamente, se la sobreentiende, se la da por sentada, se mezcla con otras cosas. Esta es la siguiente: ¿qué es el petróleo? Por qué si se me pregunta a mí qué es un computador, puesto que con un computador hoy la humanidad vive mañana, tarde y noche, o un Black Berry o un Iphone, le puedo dar la respuesta. Cualquier economista se la daría: es un objeto que se produce, que sale de una factoría, en cuya confección hay hombres, mujeres, ingenieros, gerentes, científicos, técnicos, vaya usted a saber, es un objeto que se comercializa en el mercado. LA PREGUNTA RECURRENTE Hagamos exactamente la misma pregunta, porque si estamos hablando del objeto que se compra y se vende, y que para nosotros además es decisivo, lo menos que podemos en Venezuela es hacernos la pregunta correlativa ¿qué es el petróleo? Seguramente un geólogo nos dirá: pues es un objeto físico químico, resultado de estas cosas prodigiosas que ocurren en la tierra, etc. Muy bien, esa es una respuesta que la geología tiene para la pregunta que me estoy formulando. Pero yo no me estoy haciendo la pregunta desde la geología, me la estoy haciendo desde la economía política. Esa pregunta, que nunca se llegó a formular tempranamente, está como entre líneas por aquí y por allá, muy enredada; esa pregunta, al final, si uno tuviera que recapitular todo esto, debió haber estado en la primera página del pensar venezolano, porque la respuesta a esa pregunta abre, desde luego, el universo del petróleo para los fines de su comprensión científica. Mientras tanto, ¿qué dijimos tempranamente? Dos palabras de un pensador temprano: primero, es extranjero, el petróleo es extranjero. ¿Cómo que era extranjero? ¿Por qué lo compra el mercado mundial? ¿Por qué se le explota preferentemente para llevárselo? Y a renglón seguido se añade: es perecedero, es efímero. Entonces, se nos van años sin fin anunciando que ya el petróleo se va a acabar. Probablemente por criterios geológicos. Quien lo decía no lo decía por tremendismo, por asustar a la gente, pero lo cierto es que pasan las décadas y pasan las décadas, y muchos de aquellos que anunciaban el fin pues ya se fueron, y allí está el petróleo. Entonces, esa doble caracterización de extranjero y efímero, volátil, perecedero, siempre estuvo. Así echamos a andar y en el trasfondo está una pregunta que probablemente resumiría esta entrevista: ¿Qué ha pasado con el país? Porque ante los indicadores que demuestran que este ha crecido muy rápidamente se va a decir: 4 esos son espejismos cuantitativos positivistas-cientificistas, crecimiento no es desarrollo, y lo que nosotros necesitamos es desarrollo. Esto comienza a ocupar el espacio del pensamiento muy especialmente en los años 60. Yo me paro en 1965, miro para atrás y digo, ¡caramba ¿Y esto?! ¿Cómo acallo yo esto para los fines de los molestos propósitos de la economía política de aclararse por qué crecen las naciones? Adam Smith y muy especialmente, aquí tengo que citarlo a él porque nadie lo dijo con la claridad con la que hay que decirlo… Carlos Marx, en el tomo segundo de La Historia crítica de la plusvalía, tiene un párrafo dedicado a este asunto, del vínculo entre el crecimiento y el desarrollo. Él piensa en el inmenso costo social que significó el advenimiento de la condición moderna, pero dice, en la manera como él concebía la historia y su marcha, “ese es un precio que la humanidad paga”. Una forma muy hegeliana de hablar, donde el individuo mayormente no cuenta, lo que cuenta es la especie. Un habitante de hoy no está acostumbrado a pensar en esos términos, porque para un contemporáneo la especie humana no existe, existo yo como individuo. Me interesa muchísimo este punto porque gravita sobre todo el asunto del petróleo. Estábamos creciendo a tasas aceleradísimas, pero no nos estábamos desarrollando. Se nos va a decir con toda la fuerza del buen argumentar y de la prestancia científica: nos estábamos antidesarrollando. Es como si efectivamente el futuro del país estuviera en su pasado, que si hubiéramos podido desandar lo hecho estaríamos mucho mejor, seríamos más felices. VANAS COMPARACIONES De nuevo, aquí la pregunta va en muchas y fundamentales direcciones. Liquidemos de una vez y por todas, el caso de Noruega, que es banal. Coloque a Noruega en su punto de partida: 1970. Era la quinta economía más desarrollada de Europa, de modo que el petróleo se abalanza sobre ella, cuando Noruega tiene cinco siglos de desarrollo industrial. Con esto lo digo todo. Porque lo esencial es el punto de partida ¿Cuál es la condición en la cual aparece el petróleo en Noruega? ¿Cuál es la condición social cuando aparece el petróleo en Venezuela? ¿Qué se espera allá del petróleo? ¿Qué se espera aquí del petróleo? Pero queda la pregunta viva ¿qué se esperaba del petróleo? Aquí hay una doble dimensión, la primera de las cuales a mí me importa sobremanera puntualizarla, porque cuando se habla del petróleo muchas veces sobreentendemos o damos por entendida una pregunta. ¿Cuánto puede el petróleo aportar en términos de recursos para los fines de esa meta idealizada, anhelada, prefigurada, de ser desarrollados? Esa pregunta, lamentablemente, tenemos que decir, nunca se formuló. Si esperábamos del petróleo, a ojos cerrados, que nos hiciera un país desarrolladísimo, como Noruega, caramba, pues vamos a ver si era posible. ¿Cuánto le era posible al país conseguir con lo que el país proveía en su dimensión cuantitativa? ¿Bastaba? ¿Era suficiente? ¿Podía colmar las necesidades de recursos o era una importante fracción pero insuficiente? NACIONALIZACIÓN SORPRESIVA La nacionalización ocurre paradójicamente en el momento más impropio. Pudimos pagar por ella sin que el país sufriera ninguna merma en sus ingresos. Uno ve con nostalgia aquellos números que se hicieron en relación con los contratos de asistencia técnica que quedaban pendientes. Esos eran vistos en la distancia como mendrugos. Pero no le quitemos significación a la nacionalización, y en todo caso pongámosla en su sitio, que es un tema enorme para pensarlo. Uno lee los momentos antecedentes, 1973, los meses iniciales de 1974; caramba y falta una pregunta 5 que formulo ¿de dónde sale la nacionalización? ¿Es esa una idea políticamente impuesta por Venezuela y sus circunstancias o las fuerzas originarias vienen de otra parte? Porque primero nos agarró como de improviso; después uno lee los discursos de los grandes dirigentes de la política en aquel momento, y yo voy a dar un indicador oblicuo, que para mí es muy elocuente, y la pregunta me asalta. ¿Eso estaba en el ánimo de la dirigencia política venezolana como para que a esa decisión se hubiera llegado de la manera como se llegó? Más o menos súbitamente, dada la entidad de aquello. ¿O hubo fuerzas, no necesariamente nacionales, que estuvieron detrás, cuyo interés era que la cuestión petrolera la asumiera Venezuela plenamente, porque bueno, entre sus objetivos estaba que eso fuera así? ¿Qué infiero yo, para volver al punto? Que la nacionalización, en el sentido estricto de la palabra, no fue nuestra. Y si no fue nuestra, ¿de qué estamos hablando? Pero no quiero dejar de insistir en esto: la pregunta, la pregunta esencial ¿Qué esperábamos del petróleo? Esa interrogante es inseparable de esta otra: ¿qué objetivo teníamos para el país? El petróleo es el mercado mundial. Pero doy un paso atrás, no nos hicimos la pregunta ¿qué es el petróleo? Y no habérnosla hecho, pues, significó, caramba, irnos moviendo accidentadamente en el orden de la práctica política. No seamos ingenuos repitiendo el lugar común de que eso es teoría pero importante es la práctica. No hay práctica sin una buena teoría, esa es la gran enseñanza de la historia para todo fin. Entonces, el petróleo es un objeto que está allí. Un primer sobrevenido quizás, pero su formación le daba para algún grado de conciencia sobre el tema, es la afirmación de Arturo Uslar Pietri: el petróleo es un capital. Pero él se ve inmediatamente obligado a decir: un capital natural que tienen los venezolanos en la tierra. Un patrimonio que tenemos los venezolanos, un activo rentable que tenemos los venezolanos. Todo ello, desde luego, en la práctica más positivista imaginable. Pues es posible ¿por qué no?, si esto está allí y me pagan por esto ¿por qué no llamarlo capital? ¿Por qué no llamarlo patrimonio? Obviamente. Pero las cosas del conocimiento científico son distintas. Uno no se puede dar el lujo, si uno está lidiando en serio con la materia, de una vaguedad conceptual de esa naturaleza. No hay activos que nos sean producidos. Entonces, la economía política descansa en una suerte de roca madre conceptual, porque el mundo contemporáneo descansa en una práctica que es la producción, y la producción es por definición, un hecho esencialmente humano por excelencia. De manera que ¿qué le concede a un objeto su carácter mercantil? El hecho de ser producido. Pero hay excepciones. El valor de las cosas, valga decir, su presencia mercantil, tiene que ver con el esfuerzo que significa llevar esas cosas al mercado. Pero hay objetos que no se producen que tienen valor en el mercado. A esa ambigüedad la economía se encarga de buscarle una solución. Cuando aparece el petróleo en Venezuela, ya había 50 o 60 años de extracción petrolera en el mundo, y era cada vez más importante, porque crecimiento, desarrollo, capitalismo, innovación, todo eso es consumo de energía… Más, las guerras ponen de manifiesto que sin energía no había manera de ganar. Y no hay nada que se le parezca al petróleo en cantidad y en monto financiero. Claro, una vez que llegamos aquí, juntamos esto con Venezuela, pero cómo no decir que es un activo, si nos pagan por el mismo. Esa no es la manera científica de razonar. Se confunde el argumento y por lo tanto las consecuencias pueden ser terribles para el entendimiento de las cosas. ¿Qué es el petróleo? Lo más básico: un objeto no producido, que a tenor del mejor conocimiento que lega la economía política, no tiene valor. Pero ¿cómo que no tiene valor si usted paga 100 dólares por el barril? No tiene valor. Tiene precio, y valga la frasecita de don Antonio Machado: confundir valor y precio, eso es cosa de los necios. Pero ¿cómo teniendo 6 tamaño precio no tiene valor? Pues no tiene valor. El valor se lo imputa el mercado. Pero hay una suerte de circunvalación aquí que es donde viene el gran tema de la economía científica en Venezuela. Y es que el petróleo es un objeto no producido. Para empezar, nadie ha visto hombres en el subsuelo produciendo petróleo. Y aquí viene lo segundo: el petróleo no es un bien libre, es decir, muy pronto ese cuerpo político, que a la postre se hará Estado nacional, vaya usted a saber si no es a cuenta del petróleo, se percata, y se percata a conciencia de ello… EL PETRÓLEO CUESTA Pienso en don Vicente Lecuna “es que el petróleo es propiedad nacional”. Ya la palabra basta, el petróleo no es un bien libre, el petróleo es un bien apropiado por el Estado. Y aquí se abre entonces, para todo tiempo por venir, un inmenso tema. El petróleo no es un bien libre, el mercado mundial tiene que pagarle al propietario La premisa era que el petróleo se necesitaba para el desarrollo y segundo que era suficiente. Ni lo uno ni lo otro, nunca se buscó someterlo a la vindicta del juicio racional y científico, nunca. Eso se le transmitió al país, a los estudiantes en las aulas, a los lectores de obras, por lo demás muy apreciadas, pero bueno. ¿Cuánto efectivamente aporta el petróleo? Que es un balance entre lo que el petróleo significa como objeto de valor en el mercado y lo que cuesta sacarlo y ponerlo en el mercado. Ese es un balance complejo, contablemente complejo, que hay que hacer porque si no, estamos entrampados. La imagen, por lo demás, terroríficamente peligrosa, de que el petróleo no cuesta, ojalá que un buen día los venezolanos comencemos a sacárnosla de la mente. El petróleo cuesta y cuesta cada vez más. ¿Qué esperamos del petróleo? Esta segunda pregunta es inseparable de la primera, porque dado que quizás el objetivo de la sociedad, voy a darlo por sentado, es su desarrollo, pregunté- monos entonces, políticamente, ¿qué queremos ser como país? Y qué podemos ser como país tiene, en este caso, como apoyo la propiedad territorial que el mercado mundial valoriza debidamente. Y esta valorización tiene para Venezuela y sus propias circunstancias un balance muy favorable. Pero el hecho de que sea favorable no implica que sea suficiente, porque probablemente no lo es. Un país que durante seis décadas se urbanizó; un país que en el inicio de este recuento era, entre los países importantes de América Latina, el país más pobre de América Latina; un país esencialmente rural; seis décadas más tarde es el primer país de América Latina, si la comparación sirve para algo. Seis décadas… Luego viene un largo período y una pregunta que nunca se respondió. ¿Y por qué ocurre esto? ¿Y el país tiene casi 30 años de deterioro material, sin que los precios hubieran dejado de crecer? ¿Qué pasó ahí? ¿Por qué el país llegó a una suerte como de tope cuando aún estábamos muy a mitad de camino? Pero puestas las cosas en la justa perspectiva, caramba, aquí tenemos un país que en lo puramente material multiplicó muchas veces el nivel de vida de la gente. Multiplicó muchas veces las oportunidades que un mayor nivel de vida ofrece. Pero desde luego, queda la pregunta viva ¿qué esperábamos nosotros? ¿qué esperaba el liderazgo que por nosotros hablaba, por nosotros escribía, por nosotros hacían de mentores y guías? Probablemente esperaban muchísimo más. Tendrá que haber entonces un juicio sereno, si esa adición, que se esperaba, cabía dentro de lo posible, o si no era una utopía. En segundo lugar, con lo cual quiero concluir, el petróleo cuesta. ¡Cuesta sacar un barril de petróleo! Y hoy significa costos muchísimo mayores que 20 años atrás. Por la naturaleza misma del negocio los costos son crecientes. En este ir y venir del 7 pensamiento, de las cosas que se esperan indebidamente o no se formulan bien, pues se nos escapa una idea, y es que el petróleo nos es provechoso siempre y cuando podamos colocarlo en el mercado, siempre y cuando lo tengamos para el mercado; de manera que sacar el petróleo es la primera tarea que el país tiene en lo económico. Debemos garantizar que se lo saque, y que lo que permite sacarlo se mantenga y se conserve. Yo he hecho unos números de nuevo, susceptibles de ser discutidos a la luz de la mejor razón estadística y científica. Esos números a mí me indican que un gasto no menor de entre 8 mil millones y 10 mil millones de dólares anuales es necesario para mantener lo que tenemos. Pero este es un monto que no es estático, dada la naturaleza del negocio; es un monto que es creciente. El petróleo cuesta, hay que revisar la imagen que el país tiene de que el petróleo no cuesta; dada por el precio de la gasolina. Esta no cuesta. Tanto no cuesta que yo voy a la bomba de gasolina y de casualidad no la ponen gratis. Es que he llegado a pensar que a mí o me pagan por poner gasolina o yo no le pongo gasolina al carro. Tal es lo irrisorio en que se ha convertido este asunto. Mientras tanto, el petróleo no cuesta, y si no cuesta, entonces, se puede utilizar de cualquier modo, circunstancialmente más deseable o malbaratarlo o dispendiarlo. Como quiera que sea, me agarro de aquel refrán: “Lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta”. El petróleo cuesta y cuesta mucho y cada vez más resulta raro en Venezuela que, en una conversación informal entre amigos no se diga algo así como “Oye, chico, la cosa está fea” o “Concho, vale, por fin llegaste”. En esos casos, “chico” y ”vale” sustituyen el nombre de los interlocutores o equivalen a amigo o, mucho más frecuente ahora, a pana. Estos son mínimos ejemplos del multisápido banquete verbal que nos ofrece no solo el coloquio cotidiano, sino también el uso, verbal o escrito, en otros ámbitos. Para referirme solo a uno: al médico, cuando está en su consultorio, se le dice doctor, pero su mamá lo llama “m´hijo” y el compañero de estudios, “cumpa”. Entre los jóvenes de liceos y universidades y, más aún en los sectores juveniles, la gama verbal es casi infinita. Llave fue la palabra preferida por mucho tiempo para referirse al amigo íntimo; luego fue pana, con las variantes panita y panadería burda, y chamo, para referirse a cualquier compañero o conocido, hoy consolidado cariñosamente con el derivado chamín. En otro aporte, esta semana Últimas Noticias celebró el triunfo del invicto equipo Sub-17 con un entusiasta titular: “Nadie puede con las superchamas”. Sin embargo, ya chamo está empezando a ser sustituida por convive, no incluida por ningún diccionario. A su vez, costilla, que siempre ha designado a cada uno de los miembros de la pareja matrimonial (ver Josefina Falcón de Ovalles. ¿Cómo es su gracia?, Celarg, 2011, p. 65) se ha desplazado ahora para referirse al amigo o amiga íntimo(a), ausente en los más recientes diccionarios. En este mismo sector, jeba o jeva, variantes señaladas por el Diccionario del habla actual de Venezuela, 1994, de Rocío Núñez y Francisco Javier Pérez, es indistintamente una mujer o la novia. Como curiosidad, debemos señalar que el Diccionario de venezolanismos de la UCV incluye el masculino jevo, pero en los ocho ejemplos de la sección Testimonios solo aparece jeva. En el abigarrado mundo cultural de los sectores populares, suponemos, puesto que no conocemos trabajos sobre el tema, que la riqueza lexical es tan amplia como la velocidad de los cambios. Por ejemplo, niche, vocablo cargado de prejuicios clasistas, ha sido definido con mucha precisión por Núñez-Pérez: “Persona ordinaria o vulgar, especialmente la que tiene la piel oscura y proviene de un medio de poca cultura y escasos recursos económicos. 2. Persona de piel oscura y rasgos característicos de la raza negra// adj. 3. Aplicado a una cosa, ordinaria, vulgar o de mal gusto”. En el Diccionario de la lengua española de la Real Academia (DRAE) se minimizan los rasgos económicosociales: “Dicho de una persona: De baja 8 condición, de conducta chabacana o que tiene mal gusto”. No hay duda: los diccionarios también son tendenciosos. Precisamente con esa tendenciosa sobrevaloración se impuso con mucha fuerza en sectores que lo acogían con beneplácito, pero fue rechazado con igual fuerza precisamente por la odiosa malicia con la que se usaba. Caído en desgracia, pasa a ser sustituido por otros vocablos del mismo campo semántico o de alguno colateral introducidos por los sectores sociales deprimidos, la juventud inconforme, los “rebeldes sin causa”, muchos de ellos ligados especialmente a las nuevas tendencias musicales y a los grupos contestatarios de muy diverso signo. Es el caso, entre muchos, de los tukis y los emos. Incluidos en la mal llamada “tribu urbana” –tufito descalificador que descalifica al calificante–, que arropa a una nutrida gama socio-cultural. Se llama tuki al extravagante en su atuendo personal e, incluso, en su comportamiento personal agresivo –retrechero, decíamos antes– y emos, a los apasionados seguidores de la Emotional hardcord music, derivada desde los 80 del siglo pasado de punk hardcore gringo, algo similar a los punketos. En el marco de las relaciones interpersonales, los usos son cada vez más atrevidos. Sobre todo, cuando se trata del amor y la sexualidad. Con la palabra culo (“conjunto de las dos nalgas”, según el DRAE), en ese diccionario se incorporan varios venezolanismos de frecuente uso: Culoapretado (o “culitoapretao”, que es más expresivo) es, según el DRAE, una “persona presuntuosa”; un “cogeculo” es un alboroto o desorden; “apretar el culo contra el taburete” es “afrontar o hacer cara ante una situación difícil”. En una dimensión más íntima, culito se está usando, específicamente entre los jóvenes, como sinónimo de jeva o de novia. A un estudiante universitario al que le solicité un ejemplo me dijo que oyó recientemente el siguiente diálogo: “Dime, chamo, ¿andas con un culito? ¿Sí, solo estamos cuadrando”, o sea, se están poniendo de acuerdo. Y cuando el otro le ripostó: “Y tú, ¿qué tal?”, la respuesta fue: “¡Nada! Estoy ladillao”, es decir, estaba fastidiado. (Ladilla: persona fastidiosa). Uno de los comodines para construir frases es la palabra burda, que en esos casos signi- fica muy o mucho. Por ejemplo, además de agregarle un matiz semántico adicional a jeva, cuando se quiere indicar que una joven es muy susceptible y delicada se dice que es “burda de jeva”. Otros de los usos muy frecuentes son: chimbo, con el sentido de algo “que es poco estimado por su mala calidad o defectuosa realización” (NúñezPérez, Dhav); balurdo, con el mismo significado de chimbo, pero que agrega el de “persona ordinaria, grosera o maleducada” (Id.) (en el Drae se registra como nicaraguanismo); bajarse de la mula es “efectuar el pago correspondiente a la adquisición de un bien o a la obtención de un servicio” y “dar una contribución económica”; cartelúo, que es lo mismo que chévere y fino: acción positiva, algo muy bueno o divertido, incrementado por de pinga y cool (cul) y buena honda, que significan algo excelente o maravilloso. Conclusión: A pesar de la actual o de cualquier otra crisis, este nunca será un país pobre. FIN DEL DISCURSO.