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VICARÍA ZONA SUR Pastoral de Espiritualidad LECTURA ORANTE DE LA PALABRA EVANGELIO DE SAN LUCAS 12, 49-53 Domingo 14 de agosto de 2016 PREPARACIÓN.- "El testimonio cristiano es concreto. Las palabras sin el ejemplo son vacías" (Papa Francisco) Me dispongo.., preparo un altar con una imagen de Jesús enciendo un cirio que me recuerda su presencia. Frente a la imagen lo contemplo, y me dispongo a dialogar con el Señor; respiro profundo y repito varias veces esta u otra jaculatoria que me permita estar a solas con Él “Tú, en mí Señor, y yo en Ti”... ORACIÓN DE INICIO.Ven Espíritu Santo Creador, ven a visitar el corazón Y llena con tu gracia viva y eficaz, nuestras almas, que tú creaste por amor. Danos a nuestro Padre conocer a Jesús, el Hijo comprender, Y a Ti Dios que procedes de tu mutuo amor Te creemos con sólida y ardiente fe, Amen. LECTURA.- ¿Qué dice el texto de San Lucas 12, 49-53? Leo el texto con mucha atención, fijándome n cada detalle. Vuelvo a leer el texto una vez o más, en forma detenida, pausada, con ánimo de descubrir en él lo más profundo del mensaje. Subrayo las frases más importantes, encierro en un círculo los personajes y en un rectángulo los verbos.Y nos dejamos ayudar con algunas preguntas: ¿Qué te llama más la atención del texto? ¿De qué fuego se trata? ¿Del amor, como dijo alguien? ¿Del Espíritu Santo, como dijo otro? Es un fuego que divide, que hiere el corazón de la realidad y discierne. Se trata de un juicio activo, un discernimiento doloroso como el fuego quema la escoria y saca a luz el metal precioso... MEDITACION: ¿Qué me dice o nos dice el texto para nuestra vida? Para meditar el texto bíblico pongo en sintonía la Palabra de Dios leída con mi identidad como discípulo misionero, a la que somos llamados, que busca conocer cada día más a Cristo y a su fe. Algunos elementos que me puede servir para la reflexión: Fe en el amor que Dios nos tiene y nos ha tenido siempre El Señor quiere que su amor arda en nuestro corazón y provoque un incendio que lo invada todo. Él nos ama a cada uno con amor personal e individual. En ningún momento ha dejado de amarnos, de ayudarnos, de protegernos, de comunicarse con nosotros; ni siquiera en los momentos de mayor ingratitud por nuestra parte, tanto cuanto correspondimos a su gracia como cuando nos alejamos de él. Dios que es infinito, no nos ama a medias, sino con todo Su ser, nos ama sin medida. El amor pide amor, y este se demuestra en las obras. Muchas veces hemos de decir sí al amor; una respuesta afirmativa que el mismo Jesús nos pide a través de mil pequeños acontecimientos diarios, como negarnos a nosotros mismos para servir a quienes conviven o trabajan con nosotros en cosas que nos pueden parecer muy pequeñas; en la puntualidad a la hora de comenzar nuestros deberes; en el orden; en el esfuerzo que frecuentemente supone hacer bien el momento de meditación, diciéndole al Señor que le amamos, luchando con las distracciones. Son muchas las sugerencias, las mociones del Espíritu Santo para corresponder a ese Amor infinito con que Jesús nos ama. Encender a otros en el amor a Cristo. Los cristianos hemos de ser fuego. “Un fuego que encienda otro fuego”, (San Alberto Hurtado). Nuestro amor debe ser lumbre viva que convierte. El Espíritu Santo soplará a través de nosotros, en muchos que parecían apagados. No importa que nos parezca que somos pequeños a los ojos de Dios, que no sabemos, que nos falta formación, etc. El Señor sólo quiere poder contar del todo con cada uno, no olvidemos que una chispa pequeña puede dar lugar a un gran fuego. Qué grato es al Señor el que, en la intimidad de nuestro ser, le digamos que somos todo de Él y que puede contar con lo que somos! ¿Arde en mí el fuego de la vida de Dios? ¿Vivo los aspectos señalados respecto a mi identidad de discípulo? ¿Siento que Jesús me llama a ser fuego que arrasa por el amor, a discernir el camino para ello, sin traicionar el evangelio y la justicia social? ¿Me dispongo, en una determinada determinación (Teresita de Jesús) a jugármela por Cristo? ¿Cómo puedo vivir en la comunidad, en la familia, en el lugar de trabajo, entorno, el fuego arrasador con la consecuencia del cristiano? ORACION.- ¿Qué le respondo al Señor luego del regalo de su Palabra? La meditación vivida en el silencio del corazón la hago oración. Me abandono en su amor e infinita misericordia y respondo. «He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo». Amado Señor, que tu fuego me inunda y transforme mi corazón para ser mejor discípulo (a) y anunciar con gozo tu Evangelio. Tengo que recibir un bautismo ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! Señor Jesús, por medio de tu Santo Espíritu, aumenta nuestra Fe, para que enfrentemos las pruebas con valentía, dejando de lado lo que nos impide seguir tu Palabra. CONTEMPLACION.- Dejo que el Señor me hable y me ame Al ir finalizando este momento, me dejo amar por el Señor. La contemplación es el fruto que experimento tras una prolongada oración con la Lectura Orante. En este momento se hace presente el Señor, quien suscita en mí, conversión, mirada limpia de la realidad, sencillez, fe, alegría, esperanza y paz. Dejo unos minutos de silencio dejándome seducir por el amor del Señor, para renovar mi vocación en el amor a Dios. El fuego que Jesús llevaba en su interior se derramó en el mundo desde la Cruz. El amor sin límites tiene forma de cruz. ACCIÓN.- Y ahora ¿Cómo hago vida esta Palabra? ¿A qué acciones concretas me invita el Señor a poner en práctica? ¿Qué talentos y dones recibidos de Dios puedo aportara nuestra comunidad? ORACION FINAL.“Señor Jesús, los valores del Reino que nos entregaste, no están en los corazones de todos tus hijos e hijas. Ayúdanos, Señor, a reconocer y hacer nuestros la solidaridad, la paz, la justicia, la verdad, el amor, para sí construir comunión, fraternidad e igualdad en tu pueblo e Iglesia. Amén”.