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Nos levantamos un poco mas tarde que otros días. Después del desayuno con una tostada de pan Bimbo y un croissant, ya que hay pocos sitios donde pongas autentico pan, fuimos sobre las 10 a la Oficina de Turismo y nos indicaron que en una caseta un poco antes del catamarán vendían los tickets para las Islas Cies. Cogimos el barco de las 11 menos cuarto. Al bajar del barco que tardo muy poco tiempo en atracar, nos dirigimos por un camino de tablas y allí nos informaron con folleto en mano del recorrido de las islas. Estas se encuentran situadas en la entrada de la ría de Vigo y cuenta con hermosas playas que observe durante el camino hacia el faro. Durante el recorrido observamos algunas aves como las gaviotas que algunas tenían a sus polluelos al lado. La gente se detenía y aprovechaba para la foto. En tierra, se mueve uno entre playas, dunas y acantilados: los disfrutamos y lo observamos. Los acantilados son escarpados e inaccesibles y la verdad es que constituyen refugio idóneo para miles de aves marinas. Hay grandes parejas de gaviotas patiamarilla que se alimentan de las riquezas del mar. En el mar, se destacaban los distintos tipos de fondos: rocosos, arenosos, calcáreos alternando ese verde agua de la costa que le daban un gran contraste colorista. Al bajar del faro nos detuvimos a comer en un restaurante cerca del apeadero. Realmente estaban las cosas bien de precio, pero había tanta cola en el autoservicio que pedimos unos bocadillos auténticos de jamón con un refresco. Cuando se descongestiono un poco aquello, pedimos aparte un plato de sardinas. Después del almuerzo nos fuimos a una cala para reposar un poco y darnos un baño posterior. Era mitad textil y mitad nudista. Nos pusimos delante al parecer, de una pareja de lesbianas. Caímos en muy buena sombra de eucaliptos por detrás, ya que no disponíamos de muy buena sombrilla. Corre una leve brisa y hay sobre el horizonte algunas brumas. Aquí estaremos hasta las 7 para coger el catamarán de vuelta. Nos dirigimos a Pontevedra por la carretera nacional metiéndonos por Vigo. Dimos un montón de vueltas ya que estaba todo muy mal indicado. Accedimos a Moaña metiéndonos algunos kilómetros por la autopista. Llegando al pueblo estaban todos los alojamientos ocupados. Fue un fastidio ya que era muy bonito el puerto con los criaderos de mejillones y ostras. Así que seguimos por otra ruta dirección otra vez a Pontevedra metiéndonos por toda la serranía, con la hora de noche al cuello. Menos mal que encontramos a una mujer y nos dijo que íbamos bien. Llegamos por la noche a Marín, sobre las 10, y buscamos alojamiento y sitio donde comer marisco. Preguntamos a una pareja y fueron muy atentos recomendándonos uno donde se come bien y que tiene un hostal encima. Del hostal solo quedaba una habitación en una cuarta planta sin ascensor: era como para pensárselo. Decidimos comer primero y después buscar otro sitio que nos indico la chica de la recepción. Pedimos una parrillada de mariscos con cinco o seis variedades entre buey de mar, una centolla y diversos tipos de cangrejos con langostinos. De postre, una tarta de crema de orujo. A la hora de comernos el buey de mar nos enseño el camarero lo que había que quitarle del cangrejo que estaba amargo. Siguiendo calle arriba, después de la opulenta mariscada, encontramos un hostal apañado, pero la habitación estaba en un tercer piso sin ascensor, algo mas bajo que la anterior. En fin, no teníamos otra elección viendo la hora que era.