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MARTÍNEZ RIZO, FELIPE. Aspectos económicos, políticos y sociales de la educación en el contexto de la crisis. En VILLA LEVER, LORENZA. (1991) Perspectivas de investigación en educación. Guadalajara, U. de G., pp. 29-33. Introducción: ¿Se puede hablar de crisis en México? El destacado sociólogo norteamericano Peter Berger, en uno de sus trabajos más recientes, llama nuestra atención en cuanto al escepticismo con que conviene recibir las proclamaciones de crisis que frecuentemente hacen los científicos sociales. Dice el autor mencionado: Si nos remontamos con la imaginación muchos milenios atrás, hasta el alba de la historia, podemos imaginarnos cómo habrá ocurrido la aparición del primer intelectual. Después de siglos durante los cuales la gente no hizo otra cosa que golpear con implementos de piedra para cazar, producir ciertos ritmos o mantener el fuego sin que se extinguiera, apareció alguien que interrumpió estas absorbentes actividades el tiempo necesario para tener una idea, que el o ella procedió inmediatamente a enunciar a los otros miembros de la tribu. Podemos hacer una conjetura bastante fundada en cuanto a cuál fue esa primera idea: “La tribu está en crisis”. Desde entonces ha sucedido lo mismo repetidas veces. Los intelectuales tienen un latera marcado en el hecho de proclamar la existencia de crisis, porque esto atrae el interés del público y legítima la ocupación de los intelectuales, que es la de tener ideas: ocupación que depende para su existencia del subsidio que les puedan proporcionar las demás personas de la sociedad, quienes a su vez tienden a poner en tela de juicio la utilidad práctica de dicha ocupación, a la que deben subsidiar. Esto se menciona aquí únicamente porque cualquier afirmación de que existe una crisis debe ser recibida con escepticismo. La mayor parte de la gente vive su vida con poca referencia a las crisis diagnosticadas por los intelectuales, preocupándose más por las antiquísimas crisis de la existencia personal, como son el apetito sexual, la paternidad, la enfermedad, la vejez, etc., de suerte que les queda poco tiempo para preocuparse sobre las presuntas enfermedades de la sociedad en general. Sin embargo, esto probablemente ha sido verdad inclusive en periodos realmente tan críticos como lo fueron los últimos días del Imperio Romano cuando las ordas bárbaras irrumpían a través de las fronteras del Imperio y una institución romana tras otra desaparecía en el olvido; aquellos intelectuales que anunciaron la crisis en aquel momento deben ser rehabilitados en forma póstuma en la actualidad.1 Después de esta advertencia, me atrevo a decir que sí hay crisis en México, en el sentido de una situación inusualmente problemática, que afecta gravemente el conjunto de la población. Y creo, además, que esta situación no se limita a los aspectos económicos, que son los más evidentes, sino que comprende aspectos sociales y culturales y, muy especialmente políticos. Partiendo de este supuesto, paso a expresar algunas ideas sobre las implicaciones que tal situación puede tener para la educación, desde mi punto de vista. 1. Crisis económica y educación En forma muy gruesa podemos distinguir dos tipos de aspectos al analizar los logros y las limitaciones del sistema educativo en México: los cuantitativos y los cualitativos. Como aspectos cuantitativos considero los relativos a la cobertura de la demanda potencial de educación, o sea el hecho de que el sistema educativo dé cabida, efectivamente, a una proporción mayor o menor de los integrantes del grupo de edad correspondiente. Considero, en cambio, como cualitativo, lo relativo al logro de los objetivos educacionales por los estudiantes: la adquisición de conocimientos de cultura general y especializada, el desarrollo de habilidades y la formación de actitudes y valores. Si se hace un balance del sistema educativo nacional, el rubro de lo Positivo comprendería básicamente el logro impresionante de haber hecho frente al enorme reto cuantitativo que representó ofrecer un lugar en la educación básica a todos los niños mexicanos, haciendo pasar la matrícula de 800,000 a más de 15’000,000 en los sesenta años que transcurrieron de 1921 a 1981. Para 1982, al comenzar a sentirse en la primaria el cambio de los patrones de crecimiento demográfico, y al haberse llegado prácticamente al 1005 de cobertura de la demanda de ingresos al primero de primaria, los aspectos cuantitativos de la problemática educativa en el nivel básico dejaron de ser los más importantes. El rubro negativo en el balance de que estamos hablando comprende básicamente lo cualitativo: si bien resulta explicable el gran esfuerzo que representó el crecimiento a que se acaba de hacer mención, no por ello es menos cierto que el sistema educativo nacional tiene graves problemas de calidad que se reflejan en una baja retención y eficiencia terminal en todos los niveles, aunada a un deficiente nivel de conocimientos de los que logran terminar. Puede afirmarse que las dos generaciones de educadores mexicanos que trabajaremos de 1982, al año 2024, tendremos que hacer frente al reto de la calidad, como tuvieron que hacer frente al de la cantidad quienes trabajaron de 1921 a 1981. Con estos antecedentes podemos reflexionar sobre la repercusión de la crisis económica actual en lo educativo. Para aumentar la calidad —y aun para llegar al 1005 de cobertura— es necesario utilizar recursos humanos y materiales más costosos, porque se requiere que tengan más preparación y especialización o por su mayor concentración. Consiguientemente, los costos unitarios, a precios constantes, deberán incrementarse. Ahora bien, una consecuencia directa de la crisis ha sido reducción de los recursos en términos constantes, lo que se refleja en la proporción que representa el gasto educativo en el PTB. Los años 78-81, de bonanza económica, permitieron al Estado asignar recursos relativamente abundantes al sistema educativo, lo que permitió, entre otras cosas y con imaginación, instrumentar las alternativas del programa Primaria para Todos, con las que se alcanzó la cobertura total de la demanda en primero de primaria. La reducción real de los presupuestos de 1982 a 1987, además de otros problemas de la dirección del sistema educativo, ha hecho que ya no se apoyen programas innovadores, de suerte que los cinco años transcurridos del presente sexenio no parecen haber constituido ningún avance cualitativo en lo que a educación se refiere. Inclusive parece haberse retrocedido en cuanto a la cobertura de la educación básica, como parece desprenderse de algunos indicadores como la disminución de la matrícula en primero de primaria en cifras mayores a la reducción de la natalidad, la disminución de los índices de transición de sexto de primaria a primero de secundaria, el fracaso en alcanzar las metas de disminución de la deserción, el abandono de algunas de las alternativas del programa Primaria para Todos, o el apoyo a los programas de prevención de la reprobación. 2. Crisis política y educación En el sistema educativo se reflejan directamente los diversos aspectos de la crisis política del país. Por una parte, el centralismo autoritario persiste, pese a los tímidos intentos de descentralización que se han visto limitados, desacelerados o simplemente detenidos. Por otra, en el sistema educativo se manifiesta marcadamente el predominio vicioso del Estado sobre la sociedad civil, al negarse a los padres de familia su teórico lugar de base ciudadana, sede última de la autoridad democrática. En tercer lugar, el sistema educativo es un ejemplo típico de la confusión Estado-gobiernopartido, pudiendo apreciarse cotidianamente la puesta al servicio de un partido que se identifica abusivamente con el gobierno. Lo anterior, naturalmente, va junto a otra deformación: la ausencia de democracia real en el manejo interno del gremio magisterial y su papel destacado en las luchas internas del partido dominante, con todo lo que esto implica de manipulación, control, represión, corrupción, cooptación, alianzas, rivalidades internas. Por último, y dada la importancia del sistema educativo como objetivo cuyo control es deseable para muchos bandos, se asiste al respecto a frecuentes escaramuzas y batallas entre diversas fuerzas políticas, en las que se recurre a los más viejos y sobrados estereotipos para descalificar al adversario: la identificación de algunos grupos con una derecha reaccionaria controlada por el imperialismo yanqui, el Vaticano o la burguesía; o en el caso de la izquierda, por el comunismo internacional, La Habana o el Kremlin, lo que es una muestra de la intolerancia del sistema y su rechazo de un debate serio y de altura. 3. Crisis social, cultura y educación Menos fácil de caracterizar que los anteriores, los aspectos sociales y culturales de la crisis tienen mucho que ver y muy directamente, con la educación. Destacaré sólo una faceta de esta compleja dimensión, por parecerme de importancia capital el fracaso del sistema educativo mexicano por inculcar a los niños y jóvenes los valores fundamentales para la convivencia en una sociedad moderna compleja y plural, y por conservar y vigorizar nuestra identidad cultural en el marco de una convivencia internacional respetuosa, comos señala el artículo tercero constitucional. No quiero dejar de mencionar que al abdicar el sistema educativo de su gran responsabilidad en este terreno, el vacío resultante es llenado por los medios de comunicación oficiales y privados, lo que constituye un problema educativo de primer orden. Conclusión ¿Salidas para la crisis? Para terminar y como conclusión de las anteriores reflexiones, puede plantearse la pregunta sobre las posibilidades de salir de la crisis, en el supuesto de que se admita su existencia. Habiendo comenzado estas líneas con un llamado al escepticismo respecto de las afirmaciones de los científicos sociales, no pretender dar receta ni consejo alguno. Me limitaré a hacer una consideración: si la crisis no es sólo económica, sino global -esto es también política y social-, su solución no puede limitarse a cuestiones técnicas-económicas, como un manejo más hábil de las negociaciones de la deuda o un milagroso incremento de los precios del petróleo. La solución de la crisis tendrá que ser económica, pero también política y deberá llegar a lo cultural, lo ético y lo valorativo. Referencias 1 Berger, P; Kneller, H., Sociology Reintcrpreted. An Essay on Method and vocation, New York, 1981, cap. 6.