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De viajes y descubrimientos: la exploración imaginaria de Alex Dorfsman* Laura González Flores UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas Desde sus inicios en la cuarta década del siglo XIX, la fotografía se ha asociado naturalmente a los viajes. La invención de esta técnica que generaba documentos visuales de manera mecánica y automática revolucionó la posibilidad de volver perfecto el registro de lo acontecido durante el viaje. A diferencia de los grabados y las pinturas, las fotografías no sólo eran más exactas y precisas, sino que parecían provenir de la misma realidad encontrada. Así, las imágenes reales de las topografías extrañas, los paisajes exóticos, los animales salvajes y los seres extraños de hábitos y lenguas desconocidas quedaron atrapadas en las placas fotográficas de los viajeros europeos. El carácter real y la precisión óptica de las fotografías fomentó su utilización como herramientas científicas: percibidas como información exacta y verídica, las imágenes fotográficas no sólo sirvieron a las ciencias físicas, sino también a las nuevas ciencias sociales —la antropología, la etnografía y la sociología— que nacieron junto con la fotografía en un siglo XIX marcado por la filosofía positivista. Ver, conocer e identificar no constituyeron pasos fundamentales del método científico: más allá del afán de conocimiento del hombre occidental yacía también su pulsión de posesión y poder. Así, las imágenes no sólo sirvieron para ilustrar álbumes de viaje a lugares ignotos, para analizar la fisiología de especies botánicas o animales desconocidas, o para describir razas y culturas exóticas. Sobre todo, las fotografías se utilizaron para construir un imaginario de aquello otro —un territorio, un bien material o un ser humano— que se asimilaba a la naturaleza salvaje y, por tanto, era susceptible de ser no sólo identificado y conocido, sino apropiado y dominado por el hombre occidental. * Publicado en Alex Dorfsman, Selección natural (México: RM, 2008) Laura González De viajes y descubrimientos: la exploración imaginaria de Alex Dorfsman Digo hombre conscientemente, subrayando la condición masculina del género y de las empresas que estoy describo. En la cultura occidental, explorar, descubrir, conocer, conquistar y dominar son empresas típicamente masculinas; activas y racionales, se oponen a otras actividades consideradas femeninas por su irracionalidad o visceralidad. Todo lo extraño o indómito —la naturaleza, las tierras y los seres desconocidos— se asocia a lo femenino, ámbito deseado y temido a la vez, volviéndolo un campo propio para la exploración, el conocimiento, la conquista y el dominio masculino. Explorador, científico o fotógrafo, el héroe de la naturaleza indómita es siempre una figura masculina caracterizada por su actitud controladora y predatoria. Ya en la edad moderna el hombre se vale de la técnica — otra empresa asociada a lo masculino— no sólo para volver más racional su modo de aprovechar y transformar transformación del mundo que lo rodea, sino también para hacer más eficiente y repetible este proceso. A simple vista, las fotos de Selección natural Alex Dorfsman podrían confundirse con esa empresa típicamente científica, moderna y masculina de explorar y dominar el mundo. De identificar características definitorias y de organizar los registros de especímenes según una estrategia tipológica. Nada más lejos de esto: este trabajo fotográfico de Dorfsman explora, descubre y domina el mundo de una manera totalmente diferente al del viajero o el científico moderno. Hija de la crisis de la modernidad, la fotografía de Dorfsman ha abandonado el afán de definiciones, la búsqueda de certezas y la pulsión del control que podrían asociarla con los proyectos fotográficos del siglo XIX o de principios del XX. En cambio, sus imágenes proponen una aproximación compleja, híbrida y ambigua a la realidad circundante, en la que la esencia de las cosas se confunde. Su proyecto parece decirnos que lo desconocido y lo indómito aún existen a principios del siglo XXI, y que ambos se asocian con lo p. 2 Laura González De viajes y descubrimientos: la exploración imaginaria de Alex Dorfsman imaginario, una dimensión de la experiencia de la realidad desechada por la técnica y su designio instrumental. Armado con una cámara — aparato técnico— y utilizando recursos más propios de la retórica científica que del lenguaje artístico, Dorfsman le imprime un giro único e imprevisto a su fotografía para proponer una estrategia imaginaria de exploración y apropiación del mundo. La lógica poética Ciertamente, las imágenes de Dorfsman podrían asociarse con las fotografías científicas. De ahí el título de Selección natural. Un breve análisis de su serie revela, sin embargo, su honda diferencia con cualquier estrategia lógica o científica. Ni su aproximación al mundo ni su representación de éste siguen un orden lógico. Ciertamente, sus fotografías evidencian semejanzas formales mediante las cuales podrían armarse tipologías parecidas a las de las ciencias naturales. No obstante, al observar cuidadosamente su elección de motivos así como el orden en que el autor los presenta, nos damos cuenta de que las analogías no se establecen en relación con categorías fisiológicas o géneros funcionales. Ni las cosas representadas ni las relaciones entre éstas sugieren un fin útil. La lógica es puramente imaginaria, poética: el fotógrafo observa la realidad circundante y encuentra nexos estéticos entre las formas. En lugar de una intención pragmática o un fin instrumental encontramos una razón metafórica: al parecer, la única razón de ser de las imágenes es desvelar el potencial de relaciones imaginarias de los seres y lo objetos entre sí. Ellos, entes naturales y artificiales, se manifiestan ante nuestros ojos como simple existencia maravillosa: como una pantalla imaginaria en la que proyectar nuestras intenciones, deseos y miedos personales. Ver una y otra vez las imágenes de Dorfsman es interesante no porque se revele en ellas el orden científico y racional del mundo p. 3 Laura González De viajes y descubrimientos: la exploración imaginaria de Alex Dorfsman (como en el caso de los naturalistas y viajeros ilustrados), sino porque, en cada ocasión, vemos un orden diferente, el del espíritu del momento. Aparentando de entrada una intención científica, el artista nos hace toparnos de golpe con la experiencia estética del mundo. En este sentido, asocio la fotografía de Dorfsman con una intención romántica. En relación con esta lectura, quiero aclarar que mi interpretación de Selección natural como un proyecto romántico parte de una posición que, nos recuerda Isaiah Berlin, toman algunos teóricos como Herbert Read o Kenneth Clark. Según ellos, el romanticismo no es una corriente históricamente determinada, asociada con una época y un lugar concretos; más bien es un estado de conciencia permanente, que se encuentra en cualquier espacio y tiempo.1 Mi lectura de Dorfsman como romántico parte de concebir éste como un marco mental que inicia en el siglo XVIII; surge como una rebelión contra la razón universal que propugna la Ilustración y que se extiende hasta nuestros días como una tendencia turbulenta a la emocionalidad de la experiencia. Marcado más por el signo de la contradicción y la disimilitud que por la coherencia, el romanticismo se asume como “una protesta pasional contra cualquier tipo de universalidad” mediante varias estrategias. La primera, el ataque de la cultura y la sublimación de la naturaleza. Mediante el enaltecimiento de la naturaleza, el poeta, el pintor o el expedicionario romántico del siglo XVIII se oponía a la racionalidad de la cultura ilustrada: así surgen las imágenes del mar embravecido, la tormenta desbocada o el volcán en erupción, 1 Isaiah Berlin, Las raíces del romanticismo, Madrid, Taurus, 2000, p. 24 p. 4 Laura González De viajes y descubrimientos: la exploración imaginaria de Alex Dorfsman metáforas de la libertad romántica. En la obra de Dorfsman, romántico posmoderno de principios del siglo XXI, ya no se sostiene la oposición entre naturaleza y cultura: el proyecto de conquista del mundo se ha extendido hasta agotarlo, confundiendo lo natural y lo artificial —al menos en lo visual—. Serie fotográfica que sigue al proyecto de Isn´t It Real?, el conjunto de imágenes de Selección natural se presenta como un canto a la exploración del mundo próximo y lejano en el entorno global actual. Aproximación romántica y posmoderna a la vez, esta serie de imágenes aborda el tema de la contigüidad de lo natural y lo artificial a través de una presentación serial de imágenes mediante la cual se construye un discurso primordialmente estético. Nada más alejado de la razón instrumental: lo cualidad estética de la serie de Dorfsman parece prosperar en la ausencia de estructura racional del mundo postindustrial. En el mundo propuesto por Dorfsman, todo son fragmentos: incluso en las imágenes que no son detalles sino planos generales, abiertos, la realidad aparece recortada, No hay otra unidad posible —parece decirnos el autor—, más que la de la sensibilidad del ojo que ve. Como en las narraciones de los viajeros románticos, en las fotografías de Selección natural el autor se detiene ante el mundo maravillándose ante su condición estética. El único viaje posible, sugiere Dorfsman, es el de la mirada sensible que reintegra la unidad estética a un mundo fragmentado e hiper-transformado por la razón instrumental. La exploración imaginaria Para Alex Dorfsman, emprender el proyecto de Selección natural significó la posibilidad de realizar un viaje imaginario por la realidad material, inscribiendo en la representación fotográfica de ésta su p. 5 Laura González De viajes y descubrimientos: la exploración imaginaria de Alex Dorfsman sensibilidad única e individual. Como resultado de esta exploración poético-imaginaria que toca lo natural y lo artificial con igual pasión, el fotógrafo nos ofrece esta cartografía fantástica de lugares reales y ficticios. Habitado por nuevos seres quiméricos que se transforman los unos en los otros mediante la secuencia de imágenes, el nuevo mundo descubierto por Dorfsman ostenta una cualidad mítica poco común en el arte posmoderno: el sentido último de sus imágenes es constatar no la constancia del mundo, sino su condición cambiante. Como los seres mitológicos que describe Ovidio en su Metamorfosis, los entes que protagonizan las imágenes de Selección natural parecen encontrarse en un proceso continuo de transfiguración: cambian constantemente de aspecto físico con el fin de lograr los objetivos más diversos. En este proyecto, constatamos cómo Para Dorfsman el propósito último del viaje imaginario es experimentar la condición absurda de la extrema racionalidad del mundo. En Selección natural, las tortugas y el caimán encuentran su pequeño paraíso paisajístico en el estanque artificial, mientras un traje de baño solitario toma un baño de sol en el césped acompañado de estructuras de ladrillos y palos, y cojines que almacenan lluvia. El proyecto descriptivo todo-abarcante de la fotografía positivista culminó en el siglo XX con una enorme y ubicua biblioteca de imágenes. La única exploración posible es aquella en que se embarca Dorfsman: una exploración estética que proyecta la capacidad de fantasía, asombro y conexión a un mundo exterior fragmentado, disperso y representado hasta el cansancio. Con un hálito más romántico que racional, Dorfsman recupera el poder de la visión poética en la fotografía actual. p. 6