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El conocimiento de Abraham sobre los cuerpos celestes y la Astronomía moderna Por Milton R. Hunter* “Es nuestro propósito en este tópico hacer una breve comparación de la visión de nuestro Padre Abraham sobre los cuerpos celestiales y el conocimiento equivalente que poseen los astrónomos actualmente. Cuando consideramos que la visión de Abraham fue registrada hace unos 4.000 años, los hechos presentados al respecto nos causan admiración. A pesar de que este análisis es corto y pequeño, la terminología empleada difiere algo de la que se usa hoy, sin embargo, muchas de las ideas presentadas en La Perla de Gran Precio son apoyadas por el conocimiento que poseen los astrónomos modernos. “La ciencia de la Astronomía, como la mayoría de las demás ciencias, ha hecho maravillosos avances durante los últimos años. Probablemente en ningún momento en la historia los mortales han penetrado tan profundamente en la inmensidad del universo como lo han hecho nuestros astrónomos modernos. Asistidos por poderosos telescopios, los astrónomos han penetrado billones de millas hacia el universo, y han tabulado y nombrado numerosas galaxias de cuerpos celestiales –aproximadamente cien millones de ellas. Cada una de estas galaxias está compuesta de dos a cinco billones de estrellas. De esta manera, los científicos modernos han verificado mediante sus descubrimientos las palabras del Señor a los antiguos profetas como las registradas en La Perla de Gran Precio. Por ejemplo, en las santas escrituras, el Dios de los cielos y de la tierra hizo la siguiente declaración: “Y he creado incontables mundos... hay muchos mundos que por la palabra de mi poder han dejado de ser. Y hay muchos que hoy existen, y son incontables para el hombre; pero para mí todas las cosas están contadas, porque son mías y las conozco.” (Moisés 1:33–35) “Ahora tornemos nuestra atención y examinemos la maravillosa visión de nuestro Padre Abraham. En la escritura anterior (Abraham 3:2–4, 9), el antiguo Patriarca describe un cuerpo de materia masiva al cual el Señor llamó Kólob. Dios le mostró en visión muchas estrellas que eran 'muy grandes, y que una de ellas se hallaba más próxima al trono de Dios; y había muchas de las grandes que estaban cerca; y el Señor me dijo (a Abraham): Éstas son las que rigen; y el nombre de la mayor es Kólob, porque está cerca de mí, pues yo soy el Señor tu Dios.' Entonces el Señor explicó al Padre de los fieles que 'Este Kólob está colocado cerca del trono de Dios para gobernar a todos aquellos planetas que pertenecen al mismo orden que aquel sobre el cual estás.' “La Astronomía moderna sostiene el punto de vista que los cuerpos de mayor masa gobiernan a los más pequeños mediante una ley conocida como gravitación. Ciertamente ese concepto está en armonía con las palabras del Señor a Abraham. Sin 1 La Perla de Gran Precio embargo, los astrónomos no han, en nuestra época, descubierto algún cuerpo de masa separado o diferenciado que sirva como centro de nuestra galaxia y que parezca gobernar a todas las estrellas de dicha galaxia. En otras palabras, no han localizado una estrella que pueda ser definitivamente designada como Kólob. En lugar de una gran estrella fungiendo como centro de esta galaxia, los astrónomos afirman que hay numerosas estrellas grandes localizadas cerca una de otras y que son casi similares en masa. Esta idea parece encajar muy bien con la declaración de Abraham de que hay 'había muchas de las grandes que estaban cerca (de Kólob),' aunque los astrónomos no han designado a ninguna de estas estrellas como la gobernadora de las otras. “En el versículo 4 el Señor describe a Abraham las revoluciones de Kólob. La palabra revoluciones está usada correctamente, de acuerdo a la terminología moderna, cuando la descripción hace mención a estaciones. Entonces Abraham registró el hecho de que ‘una revolución era un día para el Señor, según su manera de contar, que es mil años de acuerdo con el tiempo que le es señalado a la tierra’. La palabra revolución en esa frase en particular, de acuerdo a nuestra terminología, debe ser interpretada como rotación, ya que es la rotación de la tierra sobre su eje lo que determina el día y la noche. “El Señor le señaló a Abraham que Kólob era inmensa en tamaño. El hecho que le toma mil años de nuestro tiempo para completar un movimiento sobre su propio eje –en otras palabras, para completar un día– también es un indicativo de su enormidad. Los astrónomos modernos han descubierto muchas estrellas que son gigantes en tamaño. A estas ellos las llaman ‘estrellas súper–gigantes’. Una de las más grandes entre ellas es llamada Betelgeuse. Tiene un diámetro de aproximadamente cuatrocientos sesenta millones de millas. Otra estrella súper– gigante, que también tiene un tamaño impresionante, es llamada Antares. Este inmenso cuerpo está localizado en la constelación de Escorpio. Tiene un diámetro de aproximadamente trecientos millones de millas. Otra estrella gigante, que es un poco más grande que Antares, es llamada Myra, y otra más que se llama Arcturus. La última tiene un diámetro de treinta y seis millones de millas. Cualquiera de estos cuerpos de materia podría fácilmente ser aceptada comparativamente en tamaño con la gran estrella Kólob que Dios mostró a nuestro Padre Abraham. “En el versículo 5 el Señor describe los movimientos de la luna (satélite que El llama Olea en el versículo 13), comparando su movimiento al de la rotación de la tierra al determinar el cómputo de tiempo. Él le dijo a Abraham que la luna gira más lentamente sobre su propio eje que la tierra, y por lo tanto un día sobre ese satélite es mucho más largo que sobre la tierra. Los descubrimientos de los astrónomos modernos han atestiguado este hecho revelado. A pesar de que la Luna es mucho más chica que la tierra, siendo de solamente 2.163 millas su diámetro comparado con las 7.900 millas, de la tierra, aun así le toma 27,33 días (tiempo sideral –perteneciente a las estrellas) rotar una vez sobre su eje; por lo tanto, un día sobre la luna es un periodo de tiempo de 27,33 días siderales de la tierra. Así mismo, toma 29,5 días sinódicos (pertenecientes 2 La Perla de Gran Precio al sol) a la luna dar la vuelta a la tierra; así que el mismo lado o cara de la luna es mostrado a la tierra todo el tiempo. “De acuerdo a las enseñanzas de la astronomía, las revoluciones de la luna son mucho más rápidas que las de la tierra. Dado que la luna gira alrededor de la tierra y la tierra gira alrededor del sol, además de que la luna sigue su propia orbita alrededor de la tierra –la cual se completa una vez cada 27,33 días– también acompaña a la tierra en su órbita alrededor del sol; por lo tanto, la luna tiene dos movimientos voluntarios comparados con el único que tiene la tierra, lo cual resulta en que su movimiento es más rápido. “El Señor le indicó a Abraham (versículos 6 al 10) que a cada cuerpo celestial El dio una ley la cual gobierna el movimiento de ese cuerpo de materia en particular. También, dado que cada cuerpo de materia tiene su propio movimiento individual, su tasa de movimiento difiere de la tasa de movimiento de otros cuerpos de materia.[1] La rotación es sobre el propio eje del cuerpo cuando se mueve; la revolución es el movimiento sobre un eje fuera del cuerpo de otros cuerpos de materia. En la revelación moderna el Señor le dijo al Profeta José Smith ciertas verdades que sustentan los hechos mostrados a nuestro Padre Abraham. Citándolas: “A todos los reinos se ha dado una ley; y hay muchos reinos; pues no hay espacio en el cual no haya reino; ni hay reino en el cual no haya espacio, bien sea un reino mayor o menor. Y a cada reino se le ha dado una ley; y para cada ley también hay ciertos límites y condiciones... “Y además, de cierto os digo, el (Dios) ha dado una ley a todas las cosas, mediante la cual se mueven en sus tiempos y estaciones; y sus cursos son fijos, si, los cursos de los cielos y de la tierra, que comprenden la tierra y todos los planetas. Y se dan luz unos a otros en sus tiempos y estaciones, en sus minutos, en sus horas, sus días, sus semanas, sus meses y sus años. Todos estos son un ano para Dios, mas no para el hombre. “La tierra rueda sobre sus alas, y el sol da su luz de día, y la luna da su luz de noche, y las estrellas también dan su luz, a medida que ruedan sobre sus alas en su gloria, en medio del poder de Dios.” (D. y C. 88:36–38, 42–45) De modo que se puede decir que la astronomía moderna verifica los hechos revelados a nuestro Padre Abraham y a José Smith respecto a las leyes que gobiernan los cuerpos celestes. La velocidad de cada cuerpo de materia que existe por todo el universo ha sido determinada por la ley que fue establecida y puesta en operación para controlar ese cuerpo de materia en particular. Después de que la Divina Omnipotencia de Dios pone en marcha las layes, cada cuerpo de materia viaja de acuerdo a su velocidad asignada año tras año y era tras era.[2] Ya se ha indicado que la tierra rota sobre su eje muchas veces más rápido que la luna. Se podría mencionar el hecho de que Júpiter rota sobre su propio eje mucho más rápido que la tierra y que la tierra lo hace más rápido que la luna. Por ejemplo, Júpiter tiene un diámetro de 88.000 millas y su periodo de rotación es de 9 horas 50 minutos y 3 La Perla de Gran Precio 30 segundos. Este planeta es cientos de veces más grande que la tierra y aun así le toma un tercio de tiempo para que un día transcurra sobre él como lo hace la tierra. Saturno, otro de los planetas en el sistema solar, tiene un diámetro de 72.000 millas y una longitud de rotación de 10 horas y 2 minutos. El sol tiene un diámetro de aproximadamente 865.000 millas y su periodo de rotación, o duración del día, es de 25,14 días según la medida de nuestro tiempo en el ecuador del sol o de 35 días cerca de los polos. Así, la velocidad al viajar de cada cuerpo celeste difiere uno de otro. Para ilustrar mejor este punto, dirigiremos nuestra atención a la velocidad de las revoluciones de algunos de estos cuerpos de materia. Por ejemplo, la tierra se mueve con una tasa de 18 millas por segundo en su curso alrededor del sol en contraste con la velocidad de Plutón de 1 milla por segundo. Así vemos que a cada reino Dios ha dado su ley individual que regula la velocidad a la cual ese reino se mueve a través del espacio de la forma como las voluntades de los Seres Divinos desean que lo hagan. En el versículo 12 Abraham describe la cantidad eterna e incontable de cuerpos celestiales que existen por todo el universo. Citando: ‘vi aquellas cosas que sus manos (de Dios) habían creado, las cuales eran muchas; y se multiplicaron ante mis ojos, y no pude ver su fin.’ Esa declaración sugiere que no hay fin para la materia ni para el espacio. Conforme Abraham fue capaz mediante esta visión de penetrar la inmensidad del espacio, el contempló cuerpo tras cuerpo de materia, o en otras palabras, estrella tras estrella. El hecho de que la materia y el espacio no tienen límite también queda confirmado por los astrónomos modernos. Hubo un tiempo hace unos cientos de años, cuando todas las estrellas que eran conocidas eran aquellas que podían ser observadas a simple vista. Entonces vino la invención del telescopio. Mediante el uso de ese instrumento se han descubierto numerosos cuerpos celestes que no se conocían antes. Posteriormente se inventaron telescopios más poderosos y muchas nuevas galaxias de estrellas aparecieron a la vista y pudieron ser estudiadas por los astrónomos. Siguiendo esto, una y otra vez los telescopios de han mejorado y numerosas nuevas galaxias han sido descubiertas. En el tiempo presente existen millones de ellas conocidas por el hombre. Cada una de ellas está compuesta de doscientos a quinientos billones de estrellas. Ciertamente los astrónomos son de la firme convicción que si ellos pudieran continuar inventando telescopios más modernos galaxia tras galaxia más allá de los límites de las hoy conocidas estarían en observación. En otras palabras, como nuestro Padre Abraham vio en visión, del mismo modo los astrónomos modernos ven y conocen hoy– que no hay fin para las vastas multitudes de cuerpos celestes, y que no hay fin para el tiempo ni el espacio.” Notas * Reproducido con permiso de The Pearl of Great Price Commentary, por Milton R. Hunter 4 La Perla de Gran Precio [1] En perfecta concordancia con las Layes del Movimiento Planetario como lo enunció Sir Isaac Newton. [2] La rotación es sobre el propio eje del cuerpo cuando se mueve; la revolución es el movimiento sobre un eje fuera del cuerpo. 5 La Perla de Gran Precio