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El filósofo y el sofista. Cuando comencé este trabajo me topé con una dificultad muy grande: no sabía a ciencia cierta cuáles eran las diferencias entre un filósofo y un sofista. Conocía algunas posturas de ambos lados, pero no eran lo que se necesita para poder escribir sobre ellos... ¡Y menos basado en otro texto! Así pues decidí investigar sobre los dos grupos de pensadores (sofistas y filósofos, específicamente Sócrates), y lo que encontré fue esto. En aquella época el hombre idealizó más que a nada al mismo ser humano. Los artistas eran cien por ciento humanistas, al grado que se escribió que “Numerosas son las maravillas del mundo, pero la más grande de las maravillas es el hombre.”1 Los sofistas fueron los primeros filósofos meramente humanistas, debo decir. Estos filósofos se caracterizaron por usar su “sabiduría” para ir viajando por las ciudades griegas enseñando, a cambio de una paga, la retórica que habían inventado. No se preocupaban tanto por la validez de sus premisas o la exactitud de sus razonamientos, en su lugar buscaban la fuerza de las palabras para su fin práctico: El convencimiento. Así pues, en el ejercicio de este tipo de retórica, devaluaron el valor de la verdad y aumentaron el de los bien conocidos sofismas. Pero en su afán de conocer la lengua para poder “jugar con ella”, los sofistas ingresaron en el estudio profundo de la lengua: las formas retóricas, los problemas de lógica y las vías del pensamiento.2 En la otra cara de la moneda están los filósofos. Como en la obra que leí el filósofo base, por llamarlo de alguna manera, es Sócrates, fue a él quién estudié un poco. El método que seguía Sócrates fue la conversación y la discusión, “no tanto para rebatir las opiniones de sus amigos, sino para indagar la verdad”3. 1 Xirau, Ramón; Introducción a la historia de la filosofía, fragmento de Antígona, p. 40; UNAM, México, 2001 2 CFR. Idem; p. 39-41 3 Xirau, Ramón; Introducción a la historia de la filosofía, ; p. 47; UNAM, México, 2001; fragmento de: Diógenes Laercio, Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, vol. I, Prelado, Madrid Así Sócrates llega a la conclusión de que el conocimiento de la verdad es una ciencia, la cual debe ser demostrada; luego, si logra ser demostrada (cosa que los sofistas no hacían) se convertía una virtud. El conocer la verdad es una virtud.4 Una vez que entendí esto me di a la tarea de leer Las Nubes. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que si no hubiera investigado eso antes, jamás hubiera entendido la bien creada (mas no puedo decir que bien atinada) sátira de Aristófanes! Empecemos pues con “Socratitos”. Es obvio que en esta comedia Aristófanes procura hacer una caricatura algo cruel de Sócrates. Lo describe como un loco de pueblo, un anciano excéntrico con ideas algo extrañas. Cuando empieza la intervención de Sócrates en la comedia, él aparece sentado en una canasta que está colgando. Las primeras palabras que dice son: “¿Por qué me llamas efímero mortal?”5 Con estas palabras Aristófanes empieza ha crear un Sócrates charlatán, ¿cómo se puede confiar, me pregunto, en alguien que se considera superior? Luego, entre broma y broma, aparece el Sócrates científico. Su ciencia es tan profunda, propone el autor, que se cree fuera de la religión (¡Qué insulto para los griegos!, tal vez no conciente, pero es una buena forma que encontró el autor para convencer a su público). Sus explicaciones sobre los fenómenos naturales son ridiculizadas al extremo en el que se vuelven vulgares: “Las nubes mudan de figura dependiendo de sus necesidades (para burlarse, para alertar sobre un ladrón, etc.) también son las responsables de que llueva, nada de “orines de Zeus Olímpico”, de que truene (buena razón son los gases) y de los rayos...”6 Las razones que pone Aristófanes en la boca de Sócrates no se quedan en las bromas “sin chiste”. No, es tan buen comediógrafo que utiliza razonamientos aparentemente lógicos para hacer referencia 4 Xirau, Ramón; Introducción a la historia de la filosofía, p. 47-50; UNAM, México, 2001 Aristófanes; Las once comedias, p. 71; Porrúa (Sepan Cuantos..., 67), México, 1991 6 CFR. Ídem. 5 graciosa a las premisas de los filósofos. Si alguien escucha en una comedia una idea que conoce como falsa en tono de afirmación infaliblemente la toma como una reverenda estupidez. Dejemos un poco a Sócrates para hacer referencia más concreta a las ideas sobre los sofistas y filósofos marcadas textualmente en la obra. Más o menos a la mitad de la obra aparecen dos personajes de suma trascendencia para este trabajo: El saber justo y el saber injusto. El primero es un anciano “retrógrado” el cual es incapaz de sobrevivir a las ideas atrevidas y modernas del segundo saber. Es claro, lo sé, pero es bueno aclarar que el primer personaje es la animación del discurso filosófico. Los diálogos de Aristófanes muestran la inclinación del autor. Cuando ambos discursos discuten, siempre el sofista tiene la respuesta más acertada y agradable al público (el cual para estas alturas de la obra ya siente algún “rechazo” a la caricatura de “Socratitos”). Por ejemplo: Saber injusto: Un discurso Saber justo: El que no sirve. Saber injusto: No sirvo, pero te venzo...7 Puede que la verdad del justo esté sobre la elocuencia del injusto, pero al final termina ganando el injusto pues puede responder con cualquier premisa: Saber justo: Te destruiré (...) Saber justo: Diciendo las cosas justas. Saber injusto: ... tendré algo que contraponer (...) la justicia no existe. Saber injusto: ...¿Dónde está? Saber justo: Entre los dioses Saber injusto: ¿Puede haber justicia cuando Zeus no pereció por haber encadenado a su padre?8 Al discurso sofista no le importa aplastar la verdad, la religión o cualquier cosa siempre y cuando gane, y como casi siempre gana se 7 8 Aristófanes; Las once comedias, p. 83; Porrúa (Sepan Cuantos..., 67), México, 1991 Ibidem. vuelve muy popular con la población joven (posiblemente por ello es que el discurso sofista es representado con un muchacho). Según los diálogos de Aristófanes la filosofía de Sócrates está “pasada de moda”. Luego de escuchar las razones que da el saber justo para ser estudiado en lugar de su antagonista. Saber injusto: ¡Esas son puras vejeces, del tiempo de las Dipolias, todo lleno de cigarras de Cecides y Bufonías”9 Después de estas razones, Aristófanes da las razones por las cuales el saber injusto, el sofista, es mejor que el de la escuela de Sócrates, dice que si cometes un delito de adulterio con la mujer de tu vecino y eres atrapado te arruinas si no sabes defenderte. Pero si te formas al lado de los sofistas aprenderás a decir que no eres culpable, porque Zeus mismo, rendido por el amor (!), lo hizo. Jamás podrás tener más fuerza de voluntad que un dios.10 Ya para finalizar, y no aburrir demasiado al lector, es necesario marcar dos frases que terminan por “destruir” la imagen de Sócrates. La primera es del coro, el cual le dice a Estrepsiades que él mismo es el culpable de todos sus males, pues se entregó a las sendas de la mala vida.11 La segunda remarca a la primera y deja en claro el pseudo-ateísmo científico de Sócrates: “¡desdeñé a los dioses! Sócrates fue el culpable”.12 Que cada uno juzgue como quiera a la comedia y al autor, pero a mi gusto –y que me disculpe cualquiera que no esté de acuerdo conmigoAristófanes logró una comedia que engloba de manera muy amena tanto su simpatía por los sofistas como su rechazo a los filósofos. 9 Aristófanes; Las once comedias, p. 84; Porrúa (Sepan Cuantos..., 67), México, 1991 CFR. Aristófanes; Las once comedias, p. 86; Porrúa (Sepan Cuantos..., 67), México, 1991 11 CFR. Ibidem. p. 93 12 CFR. Ibidem. p. 93 10