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LA SOLIDARIDAD, COHESIONANTE DE LA COMUNIDAD Palabras de Belisario Betancur El martes 2 de septiembre, en la comida del Club Rotario de Bogotá. 1.- IGUALDAD DE OPORTUNIDADES. Las ideas que vengo exponiendo desde hace largo tiempo sobre los principales problemas económicos-sociales de América latina y, en ellos, de Colombia, tienen en esta noche en una audiencia maravillosa y estimulante: aquí se hallan reunidos notables exponentes de la sociedad colombiana, a quienes ligan sentimiento de solidaridad y en quienes existe, hondamente arraigadas, la conciencia de la igualdad y de la fraternidad. Practican ustedes ese factor cohesionante de la vida social que es la hermandad dispensada sin limitaciones, verdadero ejemplo de las formas que todas las organizaciones sociales deberían adoptar, para producir el aglutinante de la nacionalidad. Los términos igualdad y fraternidad que inspiraron los cambios políticos en el siglo XVIII siguiente están aún lejos de constituir una realidad dentro de la democracia, no tan sólo de la nuestra sino a un de aquellas que aparecen como plenas en países avanzados, siguen siendo el objeto de la búsqueda angustiosa de las gentes de buena voluntad, tras la cual avanza la humanidad adolorida pero esperanzada, que mantiene su fe en la dignidad del hombre y en los eternos valores del espíritu. Tal vez sea oportuno que meditemos un poco, esta noche, sobre estos valores tan caros a quienes amamos con ternura a la patria y buscamos para ella un futuro sin zozobras, con igualdad de oportunidades para el trabajo de todos y con igualdad de ascenso según las oportunidades de todos. La experiencia enseña que todavía carecemos en Colombia de la totalidad de los instrumentos que aseguren el funcionamiento de la democracia social. ¿Por qué? Porque hemos puesto principalmente nuestra preocupación en la democracia política, en un proceso de aseguramiento de las libertades formales, meramente enunciativas, relegando a un segundo plano las libertades reales, aquellas que tocan con los problemas diarios, con el pan de cada día de las gentes. Nuestra constitución, si bien garantizan la libertad pura, abstracta, no trasciende a través de las estructuras económicas ilegales para dar paso a la democracia social. Y en este tiempo vehemente, cargados de anhelos, tres grandes hechos característicos de vigencia universal van configurando una nueva edad del hombre; y a estos hechos no podrán escapar los dirigentes del destino de estos pueblos con ningún método de desvirtuación o falsificación, según clama un gran analista:. "El primero de ese el "hecho humano", dice el padre Vekemans: la tierra tiene hoy tres millones de habitantes, en la próxima generación seis mil, y en la siguiente doce mil. Uno de los sitios en que este crecimiento demográfico en más acelerado es, precisamente en América latina. Los pobres son y serán cada día más que los privilegiados; pero no ya en las proporciones del pasado más o menos inmediato sino en proporciones que sólo una inteligencia y una imaginación enteramente volcarse hacia el futuro serán capaces de concebir. Una nueva faz emergentes predominante en el interior de cada comunidad humana: la faz del pueblo, pobre y abrumadoramente mayoritario. Junto a ella, emerge también la faz de un inmenso mundo humano, con problemas urgencias comunes, que sobrepasan todas las fronteras geográficas, raciales, políticas culturales; un planeta cubierto por la presencia humana y inexorablemente solidaria. El segundo hecho es el científico-tecnológico, que no se suma al anterior, sino que lo multiplica. Una multitud, cada vez más mayor, de hombres de comunica a cada día con mayor facilidad borrándose así las distancias que separan a los pueblos- y sus comunicaciones le enseñan la realidad o posibilidad de una no soñada dominación sobre la naturaleza y una más plena satisfacción de sus necesidades. El tercer hecho es la desigualdad o desnivel aceleradamente creciente entre países desarrollados y países subdesarrollados en tres clases dominantes y clases inferiores. Quiere ser al mismo tiempo en los países desarrollados y en las clases inferiores la conciencia general de que los beneficios de la ciencia y la tecnología deben pertenecer a todos y de que el poder debéis estar al servicio de todos". (Mensaje Pag. 506 No. 123 - oct. 1963). 2.- LA PARTICIPACIÓN DEL PUEBLO. Es obligatorio explicar de qué manera el reto de la problemática contemporánea desde el punto de vista político, podría asumirse edificando una democracia de participación y, como es obvio, una democracia social. Sólo así los desequilibrios en la estructura de las comunidades latinoamericanas desaparecerían con menos costos y menores sacrificios. Es por ello que en este tiempo ningún movimiento político podría constituirse y programarse sin buscar el apoyo popular: lo primero para despertar la conciencia de que el sufragio deben ejercerse, si se quiere preservar la democracia y la paz, porque así los gobernantes que no demos a través de el voto realmente nos pertenecen y realmente no expresan, nos representan y, por lo mismo, mueven nuestro sentimiento para apoyarlos en sus grandes obras y en sus momentos difíciles; lo segundo, porque así el pueblo mismo representado en forma equilibrada en todos sus componentes, puede en las corporaciones públicas, trazar su propio destino vinculándose por tanto a la suerte de tales movimientos. Esto trae enormes ventajas, además, frente a los sectores resistentes al cambio, en virtud de que participando en el proceso las gentes llegan a identificarse con él y responden con mística y con raciocinio a los opositores, están en capacidad de aportar sus experiencias y sus ideas, valiosas en todo momento histórico de modificación de las sociales estructuras. Si quienes dirigen políticamente en la comunidad deben contar con un amplio apoyo popular, no es menos cierto que deben contar con el apoyo de los representantes del pueblo en las corporaciones públicas, los cuales, por su parte, nada estable alcanzan a realizar sino interpretan de manera permanente y eficaz, con obras concretas, las necesidades, los anhelos de ese pueblo, el cual les pasará más tarde cuenta de cobro. Es ambicionable que ello se logre sin desgastadoras maniobras políticas conquistando el favor de los grupos por convicción por persuasión, haciendo de la acción política un instrumento de respuesta a las necesidades que en todos los órdenes reclame la comunidad. En definitiva eso es la política, un conjunto constante de soluciones que se dan desde el gobierno a los reclamos también constantes de la comunidad en cuanto a sus urgencias de cada día, en cuanto a sus ansias, antiguas y nuevas, que han convertido esta época en "la democracia del deseo". He venido proponiendo a los colombianos una postura eminentemente colombianista ante nuestros problemas, pero sobre todo profundamente solidaria con nosotros mismos, en honrosa coincidencia con el pensamiento y la acción de ustedes. Cuando dedico que tenemos que rescatar el alma nacional, no digo algo fuera del marco histórico o real de los acontecimientos modernos, sino que toco una de las necesidades básicas para que haya desarrollo armónico y pacífico no un nacionalismo sectario excluyente, enajenado a un concepto o creencia exagerada de sus valores, sino un nacionalismo de comunicación y de solidaridad, de fraternidad, como el sentimiento profundo y a ustedes los inspira, en que magnifiquemos nuestra inmensas capacidades humanas, estimulemos las aptitudes creativas de nuestras gentes, afiancemos su confianza en la nación, al presente demos con profundidad un patriotismo no candoroso sino reflexivo y les devolvemos la fe en la democracia, prestándoles una imagen constructiva de la democracia. Bien merece de nuestra parte una seria reflexión el reclamo social, nacido de hechos que superan las condiciones del desarrollo impuestas por el esfuerzo creador del estado. Hemos rescatado en parte nuestra la economía de la hondura del subdesarrollo -por lo menos, hemos creado lo resortes que nos impulsan por esa pista-, y la hemos puesto en condiciones de ser instrumentadas hacia la conquista de formas de vida más humana, más dignas, de superación; pero era obvio que no podrá obtener todo el fruto de esa empresa en cortos años. Por ello es evidente que el aumento del desempleo en un país en que cada nuevo puesto de trabajo es solicitado por diez aspirantes; las distorsiones sociales de la emigración de campos ciudades; el masivo conflicto creado en torno a las grandes urbes, que día a día convierten su periferia en peligrosos cinturones de miseria, sin servicios, ni esperanza, ni Dios, ni ley, cinturones en los cuales puede estar fermentando una silenciosa amenaza para el resto de la sociedad: la delincuencia resultante de hondas deficiencias en cuanto a la solución de las necesidades de las gentes; los difíciles pasos en una reforma agraria, sin duda susceptible de mejoramiento, de ajustes, de perfeccionamiento, pero con grandes opositores, a pesar de que también sin duda está vinculada a la paz social del país, en cuanto da seguridad a los campesinos, aumenta su poder de compra y por tanto ensancha los mercados para los productos de la industria, lo cual les permite a los empresarios nuevos ensanches, crear nuevos empleos; la deficitaria cobertura de la demanda educacional, de vivienda, seguridad social, alimento y vestido. Estamos colocados ciertamente, en una situación de encrucijada: por eso en todas partes de habla de una crisis de las viejas estructuras. No es cosa de taparse los ojos y los oídos porque ya las gentes no piden permiso para sublevarse. No: es asunto de poner la mano sobre el corazón de está época, de tomarle el pulso, y de afrontar con valor las cuestiones que nos plantea. Hay un clamor en el pueblo, en los estudiantes, en la clase media. Piden justicia. Reclaman derechos. Quieren dignidad. Saben que la miseria no es un castigo inexorable Dios, sino que es una situación creada por los hombres, de la cual se puede salir, si se obra con sentido de solidaridad. No hay muchas alternativas: o acelera amos el desarrollo económico para que éste produzca el cambio social, o dedicamos todo el esfuerzo al desarrollo social para que el económico encuentre una base humana adecuada a las exigencias de los tiempos, o desencadenamos un esfuerzo simultáneo de honda inspiración popular. O, al contrario, nos resignamos a que el torrente represado de la insatisfacción popular se lleve de calle lo que la nación ha construido en tantos años de esfuerzo. He aquí a un desafío para nuestra suciedad. He aquí un reto estimulante. No somos un país desesperado. Al contrario, somos una patria de esperanza. Pienso que como toda empresa de desarrollo, la nuestra tiene que marcar por igual un cambio en las costumbres políticas, en la estructura social y en la estructura económica: cambios institucionales son aún más necesarios; cambios sociales son urgentes y cambios en los métodos de producción y distribución de la riqueza. No se trata de hacer pobres a los ricos, quitándoles lo que tienen. Al contrario, se trata de buscar el camino para el enriquecimiento de muchos. Un país rico es aquel en el cual muchos tienen mucho y pocos carecen de lo indispensable y en todo caso de oportunidades para mejorar. Estos cambios deberán ser pensados en función de las adquisiciones logradas y de los avances obtenidos, mediando una efectiva participación en que los líderes populares sientan que son ellos mismos los que están señalando su propio destino, y el de sus hijos, porque para que haya desarrollo y progreso se requiere como condición que el hombre sea actor del proceso y no un simple espectador. De esta manera se obtiene toda su capacidad creadora, su iniciativa individual o de grupo, su interés regional o nacional. Cuando las sociedades o los Estados a asumen la misión paternalista o meramente asistencial, frenan el impulso humano porque no utilizan la fuerza verdaderamente insustituible: el espíritu, la voluntad humana, el deseo de superación, el tonificante convencimiento de que cada uno es dueño de su suerte y puede mejorarla, con el complemento de la comunidad que les llena los eventuales vacíos dentro de sus posibilidades. 3.- EL DESARROLLO: PARA EL HOMBRE. A veces se dice que ese recurso en Colombia y América latina no puede incorporarse al desarrollo sino mediando un proceso educativo de escuela, bachillerato y profesión. Pero es lo cierto que dentro de las condiciones actuales muchas gentes estarían utilizando mejor los escasos recursos disponibles y produciendo nuevos, si se procediera con criterio eminentemente social a utilizar la capacidad actual, tal como ella existe; y puede lograrse con medidas de organización comunitaria, desarrollando rápidamente una acción cooperativa más amplia y más profunda, convenciendo a los productores campesinos de que la asociación en el esfuerzo común es más creadora, haciendo participar a las gentes del proceso de la educación de otros, y resultándole así gran parte de carga al estado; fortaleciendo toda tarea educativa de carácter comunitario: en definitiva, creando la certidumbre de que el desarrollo es para el hombre y no el hombre para el desarrollo, de que la planeación debe ser accionada por el hombre y no éste molido e ignorado por aquella, de que los impuestos son para instrumentar los servicios de la comunidad pero no para asfixiar a los miembros de la misma y mucho menos siempre al mismo grupo de contribuyentes. Hay tanto que decir sobre organización social y apasiona tanto pensar en ello, que a guisa de simple enunciación podríamos pensar en el área rural en ligas campesinas de usuarios con finalidades familiares, sociales, recreativas, folklóricas de representación de los núcleos agrarios en las distintas entidades que tocan con ellos; otras organizaciones confines socioeconómicos, como las cooperativas de producción y comercialización, en fin toda la gama de actividad solidaria que demuestre al hombre del campo que tiene voz y que puede hacerla oír en la toma de las decisiones que lo van a afectar a él y a su familia. De esa manera, la democracia tiene realmente un contenido, tiene unos militantes, tiene quienes la sientan, la aprecian, la defiendan cuando la vean amenazada. Tengo la experiencia de que donde ha existido una buena orientación sindical y un empresario comprensivo de la organización, se ha logrado un sano equilibrio entre la empresa y el trabajador; pero en nuestros campos queda mucho por hacer en ese tipo de organización que presta grandes servicios comunitarios en tanto que se constituye el factor de educación y en instrumento de desarrollo, sustituyendo al tesoro público de gastos que no está en posibilidad de hacer. Otro ejemplo lo constituye la industria artesanal y la apertura de sus mercados: este desarrollo no se obtendrá sin organización de base, nacida de la propia iniciativa popular, estimulada por los dirigentes cívicos, religiosos y por agentes del estado, todos los cuales deben constituirse en propulsores de las posibilidades existentes en ese yacimiento inagotable que es la iniciativa de la comunidad cuando se la estimula. "Nos hemos pasado meses y meses estudiando en libros soluciones a problemas de los campesinos, que en una charla ellos mismos nos ayudaron a resolver con sus propios recursos y su propia capacidad", me decía hace poco un alto funcionario gubernamental. Es redundante seguir recabando sobre la idea de que hay que evitar a toda costa el enfrentamiento de los pobres con lo ricos, integrando rápida y funcionalmente las fuerzas del capital y del trabajo con una honda disciplina social. Sobra indicar a los que disfrutan de mejores condiciones de vida dentro de una sociedad subdesarrollada, que la conservación de su status depende, ineludiblemente, de la elevación del nivel de vida de los demás. Todos los hombres y mujeres, somos ahora, por primera vez en la historia, contemporáneos los unos de los otros, en el sentido de que ahora si vivimos en el mismo tiempo y los problemas de los unos también lo son de los otros. Toda otra conducta sería sencillamente suicida. Y no digo esto en función de nosotros que y entregamos las generaciones actuales, sino en relación con nuestros hijos. A estos podemos darles ahora condiciones privilegiadas en la sociedad. Pero como harán ellos con sus hijos si no les preparamos las condiciones sociales y educativas? Hay algo mejor que el patrimonio de una nación en paz y en armonía?. Y no es cosa mía; es la voz clamante del cristianismo que apuesto su dedo sobre la llaga del subdesarrollo y está denunciando las injusticias, demandando al mismo tiempo una actividad de compromiso, y en ocasiones de renuncia. Al abrir la temática de la "Populorum Progressio" el Papa Pablo VI dice:. "Verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, una ocupación estable; participar todavía más el las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombre; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer, y tener más para hacer más; tal es la aspiración de los hombres de hoy, mientras que un gran número de ellos se ven condenados a vivir en condiciones, que hacen ilusorio este legítimo derecho". Denuncia simplemente el Pontífice la existencia de una revolución de expectativas creciente, la rebelión de los anhelos la llaman otros, característica de sociedades como la nuestra que tienen, por virtud de la comunicación creciente, la posibilidad de despertar deseos que no pueden ser satisfechos por falta de trabajo y de recursos. Cada día se hará más difícil suprimir el foso que separa a las clases pobres de las clases de ricas si no hay un compromiso social masivo para el desarrollo. Ahí está la clave del nuevo su liberalismo que el necesario crear: despertando una mística en torno al reconocimiento de los derechos de los demás, en torno del problema social que a todos nos alcanza. Las muchedumbres de desempleados que crecen a ritmo de explosivo, agrandan el espectro del hombre manifestada en la suerte de cien niños que mueren diariamente en Colombia, según el propio gobierno, y en la desnutrición de grandes contingentes de hermanos nuestros. Estamos ciertamente insertos en un tiempo difícil, cuyas demandas no son precisamente para jugar a la aventura política sin el la afán real de constituirse en vocero y promotor del cambio social. Las líneas del desarrollo están trazadas por cuanto hace al aspecto económico y es obvio que hay que seguir construyendo una economía para el desarrollo con un modelo sujeto a los ajustes que el crecimiento exija; pero que es indispensable sujetar ese desarrollo, vincular lo profundamente a la avance social, condicionarlo, supeditarlo si es el caso. De otra manera estaremos separando más y más, en vez de integrar como de de ser el propósito de toda sociedad. Y no se trata de hacer referencias al gobierno o al estado, porque es la sociedad entera la que está comprometida. Es a la sociedad como totalidad solidaria a la que hay que urgir más en este tiempo para comprometerla. Todos los criterios del problema social colombiano y latinoamericano, insisten más sobre la estructura social que sobre las propias instituciones; por ello es al colombiano en posición dirigente al que hay que sacudir para que despierte; y es al pueblo al que hay que dar los instrumentos para que busque su propio destino. Lo contrario sería continuar atados a estructuras que viven de espaldas a las realidades nacionales, estructuras cuyo crujir debe alertar para proponer las formas sociales que deben reemplazarlas, no se ha que su derrumbe nos hunda en la anarquía que inútilmente lamentan otros países. 4.- AMOR Y DOLOR POR COLOMBIA. No se trata de proteger egoístamente condiciones personales. Pero existen líneas de meditación que hacen pensar que todavía hay mucho por hacer que en orden a la apertura que las nuevas generaciones están reclamando sobre la vida social, giro y apertura que es forzoso orientar, dirigir y canalizar desde las posiciones dirigentes de la sociedad y del estado. Aliento una apasionada y profunda preocupación por muestra patria. Me duele Colombia. Creo que debemos avanzar mucho más hondo en la civilización de las costumbres políticas, cambiando el sectarismo de partido por el sectarismo por Colombia, aprovechando mejor a nuestras juventudes en el proceso del cambio, despertando la conciencia dentro de las clases pudientes para que contribuyan en mayor grado a crear un clima de sosiego y de paz que permita organizar la comunidad para desarrollo. En esto soy tercamente insistente: para que el desarrollo si no puede proyectarse en forma rápida sobre los problemas populares y darles solución? Un país que se dedique a formular trabajos serios sobre organización de la comunidad, habrá puesto muchos elementos de estructura al desarrollo, cambiaría de fondo y de raíz los hábitos y procuraría una mayor participación de los ciudadanos en el procesos social, haciendo que la política se convierta que en patrimonio popular, fuente nutricia del progreso, de la cultura, de la civilización, de la tolerancia y de la paz. Por eso estoy invitando a todos los ciudadanos a votar no contra nadie sino siempre por algo creador, al servicio de la causa común que a todos nos compromete en este momento de la historia cuando no podemos permanecer cerrados "al soplo renovador de los tiempos", ni con por cada uno sin sensibilidad. Se trata de transmutar las deficiencias de nuestra sociedad en un aliento renovador y creador de superación, levantando la fe de las gentes en sí mismas, en los valores de la justicia, de la concordancia, de la confianza colectiva. Nadie es solamente él, sino la comunidad entera. Pero detrás de ustedes Colombia necesita mucho más, penetrados de la misma filosofía altruista, saturado los del mismo ímpetu cristiano, comunitario, solidario. Necesitamos muchos que, como ustedes, oigan las voces dispersas que piden fraternidad, desde los socavones de la miseria. Ustedes han abierto ya la brecha, han creado una escuela de ejemplaridad. Pero necesitamos muchos más, ustedes. Ustedes, que participan tan profundamente el sentido de la solidaridad, que han hecho de esa hermosa palabra no un concepto literario yerto y vacío sino la cálida comunicación de persona a persona, comprenden mejor el sentido de la conducta cuya línea de liberación consiste en aceptar y definir las necesidades y proponer su satisfacción como punto de superación hacia una ética de la convivencia. Para ello es necesario contar con una profunda participación popular marcada por un hondo y reflexivo nacionalismo, no en el sentido de excluir a otros países y sino de afirmarnos a nosotros mismos, aprendiendo de otros. Ese sería el mayor factor cultural necesario para el desarrollo. A crearlo y acrecentarlo voy a consagrar el esfuerzo de mi modesta actividad, con la ayuda de Dios.