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XIV Jornadas de la Red Nacional de Investigadores en Comunicación “INVESTIGACIÓN Y PARTICIPACIÓN PARA EL CAMBIO SOCIAL” Nombre: Néstor Omar Layus Ruiz E-mail: omarlayus@hotmail.com Institución a la que pertenece: Universidad Católica de Santiago del Estero Área de interés: Discursos, Lenguajes, Textos Palabras clave: rock, periodismo, espacios “OBRAS SERÍA COMO LA CATEDRAL” LUGARES MÍTICOS DEL ROCK ARGENTINO EN EL IMAGINARIO DEL PERIODISMO CULTURAL ESPECIALIZADO Resumen: En el campo del periodismo cultural especializado se han elaborado a lo largo del tiempo diversos imaginarios en torno al rock en Argentina. Cuestiones como el mito fundacional, héroes y espacios míticos conforman lo que podemos definir como “la nación rockera”, vista como espacio simbólico de construcción de sentido. Entre los imaginarios del rock que se manifiestan en el discurso del periodismo especializado se haya el de una “fundación mítica". Con el imaginario del “origen” se entraman otros como el de la “nacionalidad”, como identificación con géneros musicales autóctonos y diferenciación con respecto a tradiciones musicales a extranjeras. En la lógica de la “construcción de la nación”, surgen en los respectivos “templos nacionales”, geografías que en los textos periodísticos se consolidan como los "lugares donde se construye la nación", por ejemplo: clubes, estadios, teatros, ciudades, además de otros diversos espacios simbólicos. En el marco de una investigación más amplia, que pone en evidencia cómo el periodismo se construye a sí mismo como dispositivo legítimo de construcción de sentido y organización de las narrativas que le dan forma a esta “nación rock”, éste trabajo se propone analizar textos periodísticos provenientes de publicaciones especializadas, identificando las operaciones discursivas que den cuenta de estos imaginarios. UN VISTAZO AL CAMPO DEL PERIODISMO DEL ROCK Construido desde finales de la segunda mitad de la década de 1960, primero con artículos publicados en diarios y luego con la aparición de las publicaciones culturales especializadas, el campo del rock argentino (“beat”, “música juvenil”, “progresiva” o “rock nacional”) acapara espacios en los medios de comunicación generando nuevos universos de significación a partir del habitus o punto de vista de cada periodista erigiéndose como “agente principal de construcción de sentido” dentro del campo periodístico especializado. Institucionalizado y legitimado, este periodismo especializado se encuentra en constante convivencia con las prácticas discursivas y producciones simbólicas que se establecen en el campo del rock argentino como género musical, que es su sustento y objeto. A través de su discurso y producciones, el campo periodístico se remite al rock, lo comenta, lo manifiesta, lo construye, lo exacerba, lo pone en escena y le asigna determinadas funciones. A partir de este “periodismo de rock” se construyen a lo largo del tiempo diversos imaginarios en torno a las partes constitutivas de la nación rockera: momento fundacional, héroes y lugares míticos. Dichos imaginarios aparecen plasmados en las publicaciones especializadas que analizaré, luego de haber avanzado la cuestión del “mito fundacional” en un trabajo anterior (al que éste le debe su parte introductoria); sobre la cuestión de/los “héroe/s mítico/s”. En el marco de una investigación más amplia, que pone en evidencia cómo el periodismo se construye a sí mismo como dispositivo legítimo de construcción de sentido y organización de las narrativas que le dan forma a esta “nación rock”, éste trabajo se propone analizar textos periodísticos provenientes de publicaciones especializadas, identificando las operaciones discursivas que den cuenta de estos imaginarios. * Para evidenciar la puesta en escena de la configuración de la “nación rockera” mediante esta maniobra que Álvarez Junco puntualiza como “construccionismo nacional”1, surge la instancia de profundizar en los espacios y territorios tanto reales como simbólicos que la componen. Hablamos de una pieza fundamental dentro de los imaginarios del periodismo especializado hacia la configuración de la nación rockera. Como último punto e instancia de investigación dentro de la tríada que conforman junto a fundaciones y héroes míticos, es necesario dar cuenta de cómo estos lugares se instituyen en el imaginario nacional como imprescindibles. Como alega Kreimer (1970) después que el rock se autonomiza, se ve en la necesidad de marcar con suma precisión los límites, adentros y afueras, de esto que se empieza a reconocer como identificatorio hacia adentro.2 Estos lugares -a los que también podríamos llamar “espacios” o “sitios” míticos- funcionan en la edificación del mito nacional como el eje de referencia entre los hechos históricos, el surgimiento de los héroes nacionales y la construcción imaginaria de ésta. Una nación que desde su creación, devendrá en imaginarios y representaciones que hablarán de ella, en este caso, a través del discurso periodístico. A tal caso el periodismo cultural será el rapsoda de la nación rockera, hablará de su gloria a partir de representaciones que se desprenden de su interior. Como manifiesta Vilallonga (2008) “la gloria no se construye a partir de los hechos históricos sucesivos en el devenir de un pueblo, sino que se edifica sobre la imagen, la representación que se ha elaborado de un evento histórico concreto. Naturalmente, no sirve cualquier hecho histórico para su conversión en un mito que nutra las glorias nacionales de un pueblo”3. Con el paso del tiempo, a medida que los espacios destinados a recitales se fueron multiplicando, no sobre todos ellos se erigieron diversos imaginarios sociales, sino a través de las maniobras discursivas manadas por este periodismo especializado, elaborando series o categorías de clasificaciones. Marcando el territorio en torno a la “importancia”, el “prestigio” y “trascendencia” temporal de estos sitios dentro de la llamada Historia del rock argentino. También en este caso -como ocurriera, por ejemplo, con los héroes nacionales- a la hora de hablar de espacios míticos, es innegable llegar a la instancia de apropiación del uso del concepto de lugar mítico por parte del periodismo especializado argentino, para de esta forma construir discursivamente los espacios nacionales como tales. Desde el surgimiento del rock y el pop en escala internacional -cuestión que sólo se convierte en anecdótica, ya que al pensar “lo internacional” se está hablando de Estados Unidos y el Reino Unido en cuanto a hegemonía de producción- el campo periodístico ha aportado a la mitificación a partir de sucesos históricos, lugares de nacimiento de grupos, ciudades ubicadas como hogar de tales o cuáles géneros o estilos; tragedias, y una irreproducible lista de hechos y espacios. Sin embargo, a la hora de subjetivar trascendencias, se puede mencionar algunos que han quedado marcados en el discurso del campo periodístico y musical como los más significativos. TEMPLOS. LA CUEVA Y LA PERLA Como primer elemento importante dentro del recorrido de estos espacios marcados por el mito fundacional para luego convertirse en “templos”; en su nacimiento, el rock argentino se asemeja concretamente al surgimiento del género en Gran Bretaña, en oposición a los Estados Unidos. Tomando en particular el antecedente de The Cavern Club4, lugar de surgimiento de The Beatles, se insertan en el imaginario mítico nacional los bares La Cueva de Pasatorus y La Perla, dos espacios donde el rock argentino dio sus primeros pasos como evidencia Alabarces (1993) “… en ese mito se conjugan todas las características que un relato mítico debe poseer: los lugares sagrados (La Cueva de Pasatorus o La Cueva a secas, el lugar de los cueveros; el bar La Perla de Once y su baño, de excelente acústica según los testigos); los periplos rituales (de La Cueva a La Perla, de una casa a la otra, navegar por las calles…”5 La Cueva, club de jazz ubicado sobre la Avenida Pueyrredón y La Perla, bar ubicado en el barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires, retratan una época en la que el incipiente género rockero y sus primero “personajes” animaban la escena de una ciudad en la que el hippismo, la bohemia y la vida nocturna desmedida eran cosa cotidiana. Juanjo Carmona (2003) en su biografía sobre Miguel Abuelo retoma La Cueva y La Perla de forma precisa retratando sus personajes y su cotidianidad: “… el mítico sótano de la avenida Pueyrredón donde noche tras noche se encuentran los músicos amateurs a zapar los nuevos ritmos que darán origen al nacimiento del movimiento del rock argentino (…) En La Cueva conoce mucha gente, aparecen en su vida (la de Miguel Abuelo) pibes como Tanguito, Litto Nebbia, Ciro Fogliata y uno que canta rock & roll a capella como los dioses, al que le dicen Sandro (…) Cuando La Cueva cierra sus puertas se van todos juntos a La Perla de Once, una confitería ubicada en la esquina de Rivadavia y Jujuy que permanece abierta toda la noche. Las mismas mesas que en los años 30 vieron germinar las ideas de los poetas más destacados de nuestro país, son las que sirven de refugio a este grupo de curiosos que está tras la búsqueda de nuevas verdades (…) Las noches en La Cueva son mucho más atractivas que las reclusiones en el departamento de la calle Billingurst 2442: hay acción, sudor, chicas que andan de un lado a otro. Hay un espíritu que nada tiene que ver con la intelectualidad de la época, con esos tipos que se juntan un par de horas a conversar en el bar Moderno y pretenden cambiar el mundo revolviendo el café. Los jóvenes de La Cueva quieren vivir, sentir al mundo las veinticuatro horas. El recorrido es siempre el mismo, cuando La Cueva cierra todos caminan hacia La Perla a seguir las charlas creativas hasta la salida del sol”.6 Al bar La Perla, continúa Carmona, lo frecuentan estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras y, aunque ellos se mantienen metidos en sus asuntos, en ocasiones se suman a la gran mesa del fondo y pasan a formar parte de la barra, aportando sus ideas y opiniones. De la mano de estos chicos aparecen las anfetaminas, que la patota de bohemios empieza a devorar para llegar más lejos en sus divagues.7 La situación social, extiende Carmona: es cada vez más densa y bajo la dictadura militar de Onganía, la policía empieza a perseguir con mayor frecuencia a todo aquel que no entre en su concepto de ciudadano decente. Las visitas de la Policía Federal a La Cueva pasan a ser cosa de todos los días y a mediados de año el noticiero de ATC arma una parodia periodística sobre el enigmático sótano (…) Los dueños no aguantan los embates de la sociedad y cierran sus puertas en junio. La noticia del cierre de La Cueva indigna a sus clientes, pero hay algo en el viento de 1967 que llena de esperanzas a un centenar de jóvenes en la ciudad. Los Gatos, el grupo que forman Litto Nebbia y Ciro Fogliatta, captan la atención de la compañía RCA y editan su primer simple (…) Es muy importante que el simple de Los Gatos tenga tanta repercusión porque ellos, de alguna manera, representan a todos los jóvenes que tienen cosas para decir y en especial a los chicos que se juntan en La Perla.8 Estos sitios en su conjunto, aportan a la instancia de construcción del mito nacional a partir del imaginario de la fundación. Sus protagonistas y la atmósfera circundante, la situación del contexto nacional, y el “triunfo” de la floreciente nación rockera accediendo a la circulación discográfica nacional en pos de los jóvenes músicos que tienen mucho para decir, son evidenciados en Carmona (entre otros, claro está) legitimando al discurso periodístico a la hora de crear universos de significación dentro del campo tanto rockero y su relación con el del periodismo cultural especializado. Cientos de anécdotas recorren el discurso periodístico sobre los dos lugares primitivos del rock argentino. Desde la historia sobre que Tanguito compuso “La balsa”, con Lito Nebbia, en el baño de La Perla, en Once,9 hasta la inclusión o no de Sandro -antes convertirse en El Gitano- al sagrado grupo de concurrentes que formaban parte los días fundacionales del rock en La Cueva como describe Lernoud (2010): “Ahí conocí a Sandro. Era un flaco que salía alguna vez por televisión, pero no era un ídolo musical, al menos para mí. En ese momento no era una éxito enloquecido (…) No fue del grupo “intelectual” que fundó el rock nacional, que hizo toda la cosa de escribir en La Perla o de cantar por la calle. Pero él pivoteó el cambio. Era un profesional, que ya tenía su carrera, al igual que Billy Bond (…) Hubo un momento en que el tipo vio que llegaba al techo de lo que era el rock & roll y evidentemente se dirigió más hacia la canción romántica y hacia la idea del ídolo lindito. Nosotros discutíamos mucho esa idea y por eso, dentro de La Cueva, había un rechazo fuerte con respecto a los comerciales, dentro de los cuales no poníamos a Sandro (…) siempre hubo un respeto, porque él le dio su carácter a La Cueva”.10 FESTIVALES, GRANDES PÚBLICOS Y CONSAGRACIONES En cuanto a festivales musicales, partiendo desde una Historia del rock en un plano global, hay tres sobre los que se construyeron enormes universos en el discurso periodístico no solamente especializado en géneros musicales. Por su masividad, relevancia cultural e histórica. Los grandes aglomerados de gente representaban los ideales de generaciones enteras de adeptos tanto a la música tanto expresión artística como discurso político. Fundamentales y fundacionales para los imaginarios del campo rockero y periodístico fueron el Monterey International Pop Music Festival realizado en Monterey, California, durante el 16, 17 y 18 de junio de 1967, considerado como la cima de la utopía hippie. Casi 200.000 personas presenciaron las actuaciones de Otis Redding, Big Brother and the Holding Company, Country Joe and the Fish, The Byrds, Buffalo Springfield y muchos de los artistas que dos años más tarde se presentarían en el Festival de Woodstock. El Festival de Monterey es considerado por la prensa como el inmediato antecesor de Woodstock. El Festival de música y arte de Woodstock, fue uno de los festivales de rock más célebres de la música del siglo XX. Realizado en una granja perteneciente a un productor agrícola local llamado Max Yasgur, en las afueras del estado de Nueva York en los Estados Unidos, durante el 15, 16, y 17 de agosto de 1969. En primera instancia, el festival había sido programado en un principio para realizarse en el pueblo del mismo nombre, también en las afueras del estado neoyorquino. Durante el festival actuaron las que por aquel entonces eran consideradas como las bandas más importantes de la escena del rock y por sobre todas las cosas, las más representativas del consolidado movimiento hippie que pregonaba el amor, la paz y la sexualidad libre. Cabe nombrar ente muchas otras bandas y artistas, por ejemplo, las actuaciones de Grateful Dead, Jefferson Airplane, Janis Joplin, los británicos The Who, el indio Ravi Shankar, y sobre todo la presentación de Jimi Hendrix, consagrado con tan sólo un año de carrera como solista junto a su banda The Jimi Hendrix Experience. Esta actuación convertiría en leyenda viviente y proyecto de deidad al músico afroamericano luego de una épica versión del himno estadounidense con un solo de guitarra eléctrica. Woodstock, o más bien, el espíritu del festival que construiría las subjetividades de toda una generación, se expandiría tarde o temprano por diferentes rincones del mundo sin dejar afuera a nuestro país. En el citado trabajo de Fernández Bitar, tras la proliferación de festivales de rock en Argentina, el autor señala que cuando en 1971 se reunieron 50.000 personas en el Velódromo -B.A. Rock II- nadie pudo dudar de que el efecto Woodstock había llegado modestamente, al Río de la Plata.11 Del mismo modo, para configurar el derrumbamiento del paradigma flower power reinante durante la década de 1960, es ineludible citar el festival de rock realizado en Altamont, California, ante un marco de aproximadamente 300.000 personas, el 6 de diciembre de 1969, apenas tres meses después de Woodstock. El Altamont Speedway Free Festival, organizado por The Rolling Stones, en el que se presentaron artistas como Carlos Santana, The Flying Burrito Brothers y Crosby, Stills, Nash & Young es recordado por los sucesivos hechos de violencia y desorden en la organización. Con la pandilla de motociclistas The Hells Angels encargados de la seguridad, involucrados en el asesinato de Meredith Hunter, un joven afroamericano de 18 quien recibió una puñalada fatal por parte de uno de sus miembros. Este hecho, retratado por parte de la prensa especializada desde sus diferentes aristas, significaría el fin del ideal de “paz y amor” de los ’60.12 En la Argentina, el movimiento de festivales se inició, entre otros eventos, a partir de los encuentros organizados por la revista Pinap durante la primavera del año 1969 en el que se presentaron entre otras Manal y Almendra, quizá las dos bandas más importantes de la época13. El sitio web historiográfico, que además funciona como archivo periodístico “Mágicas Ruinas” comenta que “El Festival PinAp (que atrajo a unos 5.000 jóvenes) tuvo significación mayor. No sólo se trató de la primera concentración de roqueros al aire libre, sino que sirvió para demostrar el abismo que había entre las versiones de éxitos foráneos (a cargo, por ejemplo, de Carlos Bisso y su Conexión N°5, o de Amadeo entonando “Con su blanca palidez” igual que Procol Harum) y el canto de Manal o Almendra. El rock local fue la música de fondo durante los festejos de la primavera en las piletas de Ezeiza y Manal cautivó al público estudiantil en el Anfiteatro de la Ciudad Universitaria. Diarios y revistas se burlaban o meramente ignoraban el fenómeno, la radio no pasaba los pocos discos existentes..., pero cada día había más seguidores de esa flamante pasión, y grupos nuevos, como Vox Dei”.14 Posterior al festival Pinap vendría el festival Buenos Aires Rock, conocido como el B. A. Rock, que significaría el marco de consagración de los músicos y artistas de la época. Auspiciado por la naciente revista Pelo en 1970 el primer Festival B. A. Rock, realizado en Velódromo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires con un marco de 15.000 espectadores durante varias jornadas. Allí establecieron rotundamente su significado los músicos del ciclo I, como portadores de una sensibilidad que no podía dar marcha atrás. El trabajo de los años 1966/70 había dado frutos imborrables. La disolución de Los Gatos, Manal y Almendra a tal altura del recorrido no representó una frustración ni una renuncia. Con el segundo B. A. Rock (1971, también en el Velódromo) pudo apreciarse que comenzaba una etapa igualmente crucial: el idioma había sido capturado, quedaba al frente la doma del sonido, o sea, la creación lisa y llana de una música total. El tercer y último B. A. Rock (1972, en un camping porteño, durante el cual Aníbal Uset rodó la película Hasta que se ponga el sol) expuso algunas tendencias del ciclo II cuyas cúspides fueron Pescado Rabioso, Aquelarre, Color Humano, Pappo's Blues, Moris, Litto Nebbia y su trío. Pedro y Pablo, Vox Dei, Arco Iris, La Pesada del Rock y también como marco para estupendos álbumes solista de Claudio Gabis y David Lebón) y finalmente Sui Generis, el grupo de mayor penetración a nivel popular a partir de la balada “Canción para mi muerte”, un hit del B. A. Rock III.15 Como afirma Pujol (2007), sin ser el primer festival del género,-en 1969 se había organizado el Festival PinAp de Música Beat y Pop en el anfiteatro Municipal-, Barrock constituyó el acontecimiento de recepción, el impulso de publico a partir del cual el término rock devino categoría cultural.16 TEATROS Y ESTADIOS. LOS MEGATEMPLOS A diferencia de los festivales, que generalmente pueden cambiar de locación, la nación necesita de sus templos. Sitios que en el imaginario nacional representen los espacios sagrados hacia donde los devotos serán conducidos para venerar a los héroes nacionales y declararan la lucha sin tregua contra un enemigo exterior que profane el territorio nacional y lo ultraje en la independencia y vida autónoma de un pueblo.17 En la construcción del mito nacional de los sitios, el Estadio Luna Park18 representa una suerte de “meca” o “templo” por el que desde principios de la década de 1970 han pasado las bandas y artistas consagrados locales. Este estadio, gracias a su infraestructura y cualidades acústicas supo convertirse desde aquella época en el sitio preferido para los grandes encuentros. Como dijimos anteriormente con Vilallonga, la gloria no se construye a partir de los hechos históricos sucesivos en el devenir de un pueblo, sino sobre las imágenes que emanan de ésta. Para dar cuenta de su trascendencia en la construcción de los imaginarios míticos, en “Rock y Dictadura” Pujol señala al Luna Park en el marco de los recitales del año 1972 como el más importante: A lo largo de aquel año, el rock no dejó de convocar a miles de jóvenes en salas de teatro y estadios. Hubo recitales en La Bola Loca, el Teatro Coliseo, el Teatro Estrellas, el Astral, Periscopio… Pero nada se comparó al Luna Park, el templo de la música progresiva. Finalmente recuperado después del largo receso que sus dueños le habían impuesto desde aquella noche del 72 en la que Billy Bond había hecho una invocación rabiosa, el Luna fue el sitio de los encuentros. Allí se presentaban las bandas y los discos. Allí se oficiaban las despedidas y los reencuentros. No era exactamente un espacio de libertad, porque la vigilancia era más o menos estricta (se decía que entre el público siempre había algunos infiltrados). Pero en los momentos del estallido musical, el tiempo real era relevado por el tiempo de las canciones y un sentido de comunidad estética anulaba todo signo de hostilidad. A pesar de su acústica deficiente y los peligros de una exposición tan evidente, en el Luna Park ya no era la casa del box, ni la pista gigante de tantos bailes de tango, ni la sede de los festivales de beneficencia.19 Ya desde su denominación de “música progresiva” y más allá de que en el Luna Park se realizaban otros eventos culturales y deportivos, el periodismo especializado lo apropiaba en su discurso llevándolo a la condición de “templo”. A pesar de que el texto de Pujol es reciente, representa el espíritu dominante en el discurso periodístico de la época. Dos años antes de lo marcado por Pujol, un artículo de la revista Semana Gráfica menciona uno de los primeros espectáculos de rock realizados en el estadio: “Seis mil personas, entre amantes de la música beat y gente que fue a ver qué pasaba, se agruparon la noche del viernes 12 en el Luna Park. El título oficial del espectáculo era Primer Recital de Supergrupos y sirvió para constatar la particular y ruidosa vigencia de la música beat en Buenos Aires. Fito Salinas, que además fue uno de los organizadores, ofició de maestro de ceremonias en el torneo que disputaron Manal, Almendra, Los Gatos, Vox Dei, Los Mentales y un conjunto debutante: Engranaje. Los muchachos con pelo largo, como el de la foto (Luis A. Spinetta, de Almendra) también abundaron en la platea”.20 La nota, además de presentar con escepticismo al emergente movimiento, construye una imagen del asistente al recital. Muchachos con el pelo largo y amantes de la ruidosa propuesta de la música beat, y también asistentes casuales que quizá no podían ser encasillados de ninguna forma al no llevar algún atuendo, digamos, característico. Todos asistiendo al encuentro, convocados por “los grandes” de la época, los “supergrupos” que sostienen la gestación del nuevo movimiento. Para los públicos y más allá de ellos; la vivencia del recital, entendido a modo de ceremonia o ritual en el más intenso de los casos; el discurso de éste periodismo cita los niveles de concurrencia con el afán constante de ascender el espectáculo a alguna de esas categorías religiosas o místicas, propósito que se traslada generalmente a los estilos periodísticos de la generación del ’60 y tempranos ’70 con ese ánimo ideológico típico del hippie tardío nacional que se extendería hasta iniciados los ’80 en algunos casos. El escalonado avance de recitales en el Luna Park se evidencia en una nota publicada en la revista Prensario de 1976: “El estadio Luna Park de Buenos Aires, lleno de jóvenes durante los conciertos de rock, ha pasado a ser una reiterada realidad. Salvo algunas revistas, los diarios de gran tiraje no se han ocupado de esta cuestión (…) La ciudad tapada con afiches (miles y miles de ellos) anunciando los conciertos masivos de Invisible y de Polifemo”.21 Ya inmerso en un sendero de “beatificación” (vocablo que –arriesgo a ser torturado tanto semántica como epistemologicamente- podría usarse como “beat-ificación” de haber sido inventado por algún periodista musical de la década del ’70) el estadio fue utilizado por diferentes escenas del género rockero desde el movimiento acústico hasta el rock progresivo. Tal es el caso, por ejemplo, de la banda de rock sinfónico Crucis22 quienes adquirieron una gran reputación musical en tiempo récord para la época. En el artículo “Crucis: bien, con interrupciones” publicado en la sección Mordisco de la revista Expreso Imaginario de febrero de 1977 figura “… la expectativa por ver al conjunto luego de la aparición de su segundo LP y en tiempo bastante largo sin presentarse en la Capital, hizo que el Luna, si bien no luciera como en sus mejores jornadas, sirve para congregar a más de 5000 personas ansiosas por escuchar la música del grupo…”23 Hacia el mito nacional, así como el pueblo se ha levantado como un solo hombre contra el invasor extranjero (Vilallonga, 2008), el discurso del periodismo especializado también hablará de los episodios que atenten contra el campo rockero. En la nota “Luna Park, sonidista se busca” publicada en el número 25, de agosto de 1978 en Mordisco, aparecen en escena los sonidistas y los desperfectos de sonido, uno de los principales inconvenientes del recital de rock. Cuestión que muchas veces no sólo afecta a la banda en el escenario, sino también a la reputación del sitio: “… y he aquí que a poco de empezar me tropiezo con la gran pálida del rock: el sonido. Merced a las habilidades del músico bien ponderado Teddy Goldman, lo único que podía escucharse del Expreso (se refiere a la banda Expreso Zambomba) era una difusa pelota de sonido (…) Desde la actitud del público (salvo el caso de Mederos, bastante irrespetuoso), hasta lo que probablemente sean sus causales, el sonido (elevaré una plegaria para que Goldman no haga más un Luna Park) y, la música en general.24 Del mismo modo, un artículo “¿Una fiesta?” publicado en mayo del año anterior, en la misma revista, reniega del lugar del recital aduciendo que la propuesta musical de la banda Pastoral sugería un espacio más íntimo: “Pastoral dio el viernes 15 “su recital en el Luna Park”, un lugar que por sus características y acústica es de lo peor para un grupo cuyo fuerte, teóricamente, son las letras y las canciones íntimas”. Éste tipo de cuestiones, llevó a que durante toda la década de 1970 proliferaran innumerables espacios para recitales. En el discurso periodístico de aquellos años aparecen con frecuencia (siempre en la Capital Federal) la cancha del Club Atlético Platense, El Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, los teatros Odeón, del Carmen, Coliseo, Santa Maria y Estrellas, lugar al que el periodista Edy Rodríguez cita en la Expreso Imaginario del mes de abril de 1978: “A casi dos años de su debut, Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre se presentaron en el mismo teatro Estrellas en una serie de recitales”25 Los templos de la década del ’70 quedan reducidos al Luna Park y algunos espacios dedicados a recitales del rock. Convertido en territorio mítico para la despedida de Sui Generis –quizá la banda más popular de la década de los ’70 en nuestro país- bajo el nombre de “Adiós Sui Generis” con dos presentaciones en el Luna Park el día 5 de setiembre de 1975, con un lleno total y gente que quedó afuera. Un éxito inesperado hasta para ellos. Las 11 mil localidades puestas en venta se agotaron dos semanas antes del show. Decidieron agregar tres mil entradas más, que también desaparecieron de las boleterías rápidamente. Así se agregó una segunda función para la misma noche. En total: 25.600 espectadores. El recital se fue acompañado de un álbum doble y una película documental, ambos con el nombre del concierto26. Desde los sectores ajenos al campo -generalmente los más conservadores-, opuestos al movimiento rockero nacional por sus protagonistas, héroes, lugares, atuendos y estilos de vida, hechos como la despedida de Sui Generis acarreaban toda serie de desmanes que se oponían al nefastamente recordado Proceso de Reorganización Nacional instaurado por la última Dictadura Militar. Como señala Pujol (2007) “el rock traía el cabello largo, y el cabello largo traía droga, y la droga traía amor libre, y del amor libre a la disolución de la institucional familiar había sólo un paso. Esto era así en el imaginario conservador de una buena parte de la sociedad argentina, rebelde y de un poco inconsciente, hedonista y ajeno al mundo del trabajo y la producción, el joven que vegetaba en La Giralda o llenaba el Teatro Coliseo atentaba, por mera actitud o aspecto exterior, contra un estilo de vida. Tal vez el rockero no fuese un subversivo, pero con toda seguridad era drogadicto y afeminado. Muchos argentinos, no sólo militares, pensaban de este modo”.27 * Ya a partir de los años ’80, cuando el periodismo empezaba a hablar del “rock nacional”, éste se traslada a los bares, los pubs y las discotecas. Emergen nuevos lugares que concentran a fans que gustan de diferentes estilos. Los lugares “grandes” quedan para los artistas consagrados, como indica Sergio Marchi (2005): ”Los estadios de futbol, el Luna Park y Obras quedaron para los números consagrados. Los teatros, el Gran Rex y el Ópera, para seguidillas de conciertos de grupos grandes o una función única para algún aspirante a la masividad. Y una enorme cantidad de pubs, sótanos y discotecas para grupos menores o intermedios. De hecho, a partir de 1987, Cemento (propiedad de Omar Chabán, que antes había regenteado el Café Einstein, donde Los Twist y Sumo hicieron sus primero palotes) comienza una larga vida como catedral rockera, y sobrevive a otros reductos artísticos como el Parakultural, El Depósito, Stud Free Pub, La Esquina del Sol o Mediomundo Varieté. Todo ese paisaje va a tender a la extinción a medida que la crisis económica y social vaya avanzando. Pero fue en algunos lugares menores donde se inicia el mayor proceso de cambio del rock que vendrá en los ’90”.28 En este momento de la historia de la nación, el discurso especializado considera parada “obligatoria” o “fundamental” hacia el reconocimiento del público, al Estadio del Club Obras Sanitarias, simplemente “Obras”29 Obras es tomado en el espectro del imaginario nacional como el “bautismo de fuego” de las nuevas agrupaciones y artistas. Allí se realizaban desde la presentación en vivo de los trabajos discográficos, las “despedidas del año”, la grabación de discos en directo, hasta los adioses de los grupos y artistas. Obras significaba el momento de consagración ante el gran público y la prensa nacional, y el momento máximo de la popularidad; más allá de los imaginarios del público en algunas instancias en las que “bandas míticas” como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota tocaran en el estadio del club, tal como señala Alabarces (1993) sobre que la banda convocaba tanto sectores de clase media y universitarios politizados, como tocaba en el estadio Obras Sanitarias cuando “hacer un Obras es una especie de condensación a la transa” 30 haciendo alusión a la dualidad “underground versus popularidad” Obras llegará a representar para la nación al templo máximo del rock argentino, el lugar hacia donde peregrinan los nuevos prospectos de deidades y donde los públicos los reclaman como tales. En algunos casos este periodismo especializado suele mencionar en sus textos que tal o cual banda “pide Obras” asignándole así una determinada trascendencia dentro del circuito comercial. Se puede citar con particularidad, por ejemplo, el caso de Massacre (ex Massacre Palestina, agrupación germinal del skate-punk en Argentina nacida a mediados de la década de 1980) quienes luego de más de 20 años de carrera y tras la aparición de su disco “El Mamut” (2007) realizaron su primer show en Obras el 31 de mayo de 2008 como número central, hecho que sirvió para demostrar la popularidad del grupo y reunir a diferentes generaciones de fans: "Buenas noches, somos los Massacre", se presentó humilde y típicamente Walas ante un estadio Obras lleno. La escena es repetida; pero esta vez nadie lo corría: Massacre no estaba abriendo el show de otro grupo como tantas veces había hecho en este mismo estadio, sino que eran ellos el plato fuerte de la noche y a ellos habían ido a ver las 5 mil personas, que ya habían empezado a cantar por Fico. Porque, como si el debut en el conocido "templo del rock" fuera poco, también este Obras contó con el emotivo regreso de Federico "Fico" Piskorz a las tablas luego del fatal accidente que había sufrido junto con su novia el pasado enero”.31 * En el mapa que transita la segunda mitad de los años ‘80 luego del cierre del Café Einstein32 protagonista de lo que se asemejaría al underground contracultural neoyorquino de finales de la década de 1960 pregonado por le artísta pop multifacético Andy Warhol y la banda pop The Velvet Underground aparece el boliche Cemento33 como el lugar donde las bandas o artistas que figuraban como “nuevas promesas” realizaban su presentación en sociedad ante un público que ya no se limitaba a los allegados a los ensayos y familiares, sino a los potenciales fans. Considerado por Omar Chabán -su propietario- como “la Universidad del under”, Cemento ha logrado la atención en la prensa especializada a que pocos espacios de imaginario mítico han conseguido hasta estos días. Pensado como la meca del movimiento del rock underground de mediados de los ochenta hasta el presente, luego de la tragedia de República Cromañon, el boliche se ha convertido para muchos en una suerte de víctima colateral de ese desafortunado hecho. En el plano de los imaginarios sociales, es particular el estilo de la prensa especializada a la hora de rememorar las anécdotas sobre el lugar, casi novelístico. Cemento abrió en 1985 buscando albergar diversas expresiones artísticas, y terminó convirtiéndose en un lugar a prueba de rock. No se puede decir que por eso fuera un lugar seguro, como dijera Chabán de Cromañón: ambos eran lugares despojados, sin sillas u objetos contundentes que arrojar. Pero Cemento era todo… de cemento: la posibilidad de incendio era nula. Cemento fue un lugar donde tocó casi todo el mundo, comenzando por Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y Sumo y terminando en las bandas más chicas (…) Bersuit, Caballeros de la Quema, 2 Minutos, Las Pelotas, Divididos, Attaque 77, Los Piojos no hay quien no haya desfilado por el escenario de Cemento (…) los músicos lo vivieron como un lugar de tránsito ente la nada y la popularidad: llenar Cemento algún día era un gran objetivo. Quedarse allí para siempre, una pesadilla.34 En una nota publicada en el diario La Nación del sábado 20 de marzo de 2004, se retrata: Es una escena habitual para cualquier frecuentador de recitales llegar a Estados Unidos al 1200 y encontrarse, en la puerta de Cemento, a Omar Chabán, su dueño y señor, invariablemente en la puerta. "Vamos, que el show comienza en cinco minutos", dice, una y otra vez, alentando a entrar a los que merodean por la puerta, o clamando, como dueño de boliche del Once, un "¡se acaban las anticipadas!", refiriéndose a las entradas con descuento que se venden hasta una determinada hora antes del show. Hace casi veinte años que esto es así. Trato personalísimo. Por ello, en parte, Cemento se ha convertido en un lugar clave del rock local. El más antiguo, el que más historias acumula, el que ha visto surgir y crecer a casi todas las bandas que hoy forman parte del género. Con su austeridad a toda prueba, con su estilo "casi zen" que no ha sufrido casi cambios, se convirtió en "el" lugar. Inmutable al paso del tiempo, se convirtió en una guarida del rock.35 SIGLO XXI Y EL REGRESO DE LOS GRANDES FESTIVALES Con la llegada del tercer milenio vuelven a la Argentina los festivales multitudinarios. Bandas que alcanzan definitivamente la consagración popular, o que terminan de edificar el mito que pesa sobre sus hombros y sus obras; colosos del ruido que amalgaman artistas nacionales con foráneos. También se colarán entre las noches de festival las fechas destinadas a la reivindicación del rock argentino. Horas de recital homenajeando a los héroes nacionales, los mártires, dioses y alimentando la retórica nacional englobada, volviendo a Rojas Mix (2007), a partir de una serie de factores que van desde el arte de construirlo hasta sus objetivos. Vectores como la alegorización, el homicidio icónico, la popularización, entre otros factores.36 A diferencia de lo explicitado en los recitales de las décadas pasadas, con este tipo de espectáculos re-surgen y se re-significan los imaginarios en torno a los públicos. Como afirma Norambuena Carrasco (2006) los imaginarios no son permanentes, tampoco desaparecen, solo quedan cubiertos por nuevas capas de sedimentos o nuevas escrituras imaginarias las que desde hoy deben ser leídas como verdaderos palimpsestos.37 Se modifica el paradigma del recital como ceremonia de veneración o congregación entorno al ídolo o agrupación admirada adoptado en los ’80 y ’90, por el recital -ritual por excelencia en el campo de la nación rockera- como sinónimo de fiesta, algarabía y reflejo futbolero. A partir de que el rock nacional alcanzó su máximo nivel de popularidad entre 1982 y 1983 (Marchi, 2005) éste se inserta en las canchas de fútbol, la otra mitad de la pasión popular argentina. Después del impacto del rock en las canchas, siguiendo con Marchi, llegó la devolución: el código tribunero/futbolero que detona en los recitales de rock (…) Los códigos de cancha en el rock arrancan con la explosión demográfica del público ricotero38. Allí aparecen los cantitos, cierto protagonismo de la hinchada, después lo harán las banderas, un poco apadrinados por el Indio39 que las menciona desde el escenario, y más tarde las bengalas, ya entrados los ’90.40 Marchi retrata la postura de una generación de periodistas que reniega de cómo las costumbres futboleras, el hinchismo y la demagogia del rock barrial -por ejemplo- eso a lo que denominan “el aguante41”, terminan convirtiendo al rock en un accesorio dentro de la maquinaria del recital. Salvando las distancias entre la tragedia y la celebración festivalera, pero conservando el principio de la idea que se puede remontar a cualquier espectáculo multitudinario de rock, luego de la tragedia de Cromañón, Marchi afirma que habrá que combatir también la filosofía del aguante; es una manera muy argentina de sostener un doble discurso que lleva a hacer lo que se condena verbalmente y después encubrirlo, en un accionar que linda lo mafioso.42 Esta nueva generación de festivales nace sumergida en la lógica de mercado, tal como sucedía en otras partes del mundo. Tanto productores como auspiciantes de diferentes multinacionales se animan a organizar megafestivales de rock nacional incorporando a las carteleras algunos artistas del plano internacional. Al igual que el periodismo especializado, algunas bandas más reticentes a este tipo de cuestiones insertan al campo nuevos tópicos como el de rock corporativo o el rock de estadios, un rock entregado a la maquinaria de festivales envasados con un cierto número de artistas en una determinada duración de fechas. Por aquellos años vuelven además los festivales gratuitos organizados por el Estado Nacional. A partir del ciclo de festivales “Buenos Aires vivo”43 convocando para las presentaciones a las bandas más representativas de la escena local uniéndolos además a otros artistas de diferentes géneros. En el plano de los festivales se destacan como los más relevantes el Cosquín Rock, que se realiza anualmente en los veranos australes desde 2001 en la ciudad Cosquín, provincia de Córdoba, con una duración que ronda de los 2 a los 5 días. Actualmente es llevado a cabo en un predio ubicado en la Comuna San Roque de la provincia cordobesa. Durante el Cosquín Rock se presentan los más importantes grupos del rock nacional o bien los que van en vías de consagrarse ante el gran público, ó bien en algunos casos, los que se adaptan estéticamente a la dinámica del recital multitudinario. Asimismo se presentan agrupaciones provenientes de otros países (ya se han presentado grupos de Uruguay, España, México, Estados Unidos y Chile). El nombre se debe a que desde su primera edición en 2001 y hasta la cuarta en 2004 se realizaba en la Plaza Próspero Molina en la ciudad de Cosquín de la misma provincia. Cosquín Rock representa a uno de los festivales más importantes de Argentina con más de 120.000 personas que llegan de diferentes pares del país para presenciarlo. Tal es la relevancia del festival, que puede ser asociado a otros de gran significación como el de Woodstock con referencias como: “La primera jornada fue bien de Woodstock: piso húmedo, resbalones y rock del bueno. Brilló Café Tacvba, hubo una avanzada hip hop y los heavies disfrutaron en rancho aparte. Más de 20 mil personas (…) Un chaparrón puede representar miles de dificultades al pie de la montaña. Pero si se desata en la apertura de un festival de rock, que se empeña en convertirse en el correlato criollo de Woodstock, se vuelve casi una bendición (…) Quedó demostrado ayer en la jornada de apertura de Cosquín Rock, cuando en el tramo final del show de Todos Tus Muertos, alrededor de las cinco de la tarde y en el escenario principal, el aguacero empapó a un quórum aceptable y generó las condiciones para chapotear de felicidad.44 El otro festival característico pero de menor relevancia para el plano estrictamente definido por los artistas nacionales (cabe aclarar que aunque en el Cosquín Rock actúen artistas de otros países, en sus primeros años era reservado para agrupaciones nacionales o hispanohablantes en el mejor de los casos), es el Pepsi Music, organizado por el sello discográfico PopArt y (en los últimos años) Pepsi en el cual no hay un solo estilo música, sino que son invitadas bandas de diferentes género análogos al rock como el reggae y el hip-hop. Este mismo festival, que se realiza desde el 2003, (por aquel entonces bajo el nombre de Quilmes Rock) gira por diferentes ciudades del país convirtiéndose en una suerte de “festival ambulante”. EL BARRIO Como último elemento de la presente etapa de investigación, uno de los espacios característicos emergidos en el imaginario rockero es el barrio. Pieza existente desde siempre en la construcción del mito nacional de los sitios, pero llevado a la categoría de elemento cultural independiente (moviéndonos obviamente en el campo del rock argentino) y género musical desde principios de la década de 1990, tal como categoriza ampliamente Álvarez Nuñez (2010) sin la necesidad de recurrir por ahora a otras referencias: El rock argentino más celebrado en los últimos tiempos –de principios de los 90 a esta parte– es aquel cuyo mérito se da por casi no manifestar diferencias entre quienes lo producen y quienes lo consumen. Dentro de esta patria rockera con sus códigos y tradiciones –donde conviven Jaime Roos y los Rolling Stone, Vox Dei y el Che Guevara, Bob Marley y Diego Maradona–, fue tomando color y calor el rock barrial – también rock del aguante o rock chabón–, un género que adoptó algunos signos distintivos de los Redondos y sus continuadores: convocatoria fulminante en canchas de fútbol, la bandera de la independencia comercial y la repugnancia al star system. Sus seguidores siempre resaltaron la no división entre el mundo de las estrellas (los músicos) y el mundo de la gente común (los oyentes). (…) A su vez, el rock barrial también ahondó en otros aspectos que estaban en el aire, como el uso desenfrenado de pirotecnia en los shows por parte de los adeptos y todo el arsenal de conductas ligadas a los simpatizantes de fútbol. Muchas veces todo esto estuvo alentado por los mismos músicos (…) Hasta se dice que muchos managers pasaban la pirotecnia –como las banderas– en los instrumentos y los equipos de los grupos. Sin embargo, esta apología “barra bravera” tuvo sus detractores, que veían en esto una actitud paternalista y demagógica. Acusado de ultraconservador y lacayo del sistema, al rock barrial también se le puso el mote de “rock chabón” por sus rudimentos estéticos y su simpatía por íconos de supuesta pertenencia barrial como el vino en cajita y la cerveza. 45 Del mismo modo, como señala el autor, uno de los enjuiciadores de este género fue Daniel Melero caracterizado generalmente con una sensibilidad pop, cerca de la música new wave- artista que tiene la peculiaridad de tener opiniones muy certeras y polémicas, a años luz de su música, más intimista y melancólica: El rock barrial tuvo un discurso populista que fue cómplice de la convertibilidad. No rescató a los piqueteros, por ejemplo, sino que funcionó como estética del rezongo, como el cacerolazo. O sea que no marcó un hito, fue sólo una respuesta. Y cualquier estética desprendida de una reacción, nacida en consecuencia de algo, es mucho menos interesante que una que genere por sí misma una acción. Antes que generar, o proponer, privilegió lo del me robo un autostereo y me río de los conchetos. Y ahí está la cumbia villera, que es un desprendimiento sub-under del rock barrial. El rock siempre había puesto en crisis a las ideas, pero el rock barrial creó un talibanismo rockero que cree tener la verdad, y cree que lo diferente es pura mierda. Y eso es, justamente, lo opuesto del rock, que siempre luchó por mantener cabezas abiertas.46 En cuanto al público del “rock barrial/chabón”, “éste se formó a partir de varias vertientes, pero la principal fue la que aportaron los seguidores de Los Redondos, que desde aquel quiebre en 1988 no dejaron de crecer en convocatoria. El grupo trató de afincarse en lugares acordes a esa nueva masa que los abandona; probaron con discotecas cada vez más grandes –fueron memorables por lo musical, pero también la imposibilidad de respirar, los shows en Airport-, pero pronto se impuso la lógica de Obras. Más adelante, cuando Obras fue insuficiente, pareció que Los Redonditos habían encontrado un hogar en el estadio de Huracán”.47 Sea cual fuere la posición -a favor o en contra- en torno al género del rock chabón o rock barrial como estilo “desprendido del barrio”, según señala Marchi (2005) la reivindicación de lo barrial vive en el rock desde sus orígenes. Almendra era un grupo de barrio, Manal cantaba sobre los barrios, Vox Dei venia de un gran barrio llamado Quilmes (…) Memphis tenía un hit subterráneo llamado “Mataderos blues” cuyo estribillo cantaba Adrián Otero con voz casi canyengue: “Para vos Chuchi, que sos el norte de la ciudad”.48 Así como en otros estilos o forma de hacer rock, siempre sobra o nunca falta el tinte demagógico a la hora de enmarcarse dentro de un estilo musical que más se asemeja a un mundo de vida (Husserl, 1936) que a una amalgama entre música y letra; una explicitación del resentimiento de clase. En una entrevista realizada a músicos de la banda Jóvenes Pordioseros, uno de ellos señala que “Los Rolling Stones nos dirían que somos villeros” ya que la banda de Mick Jagger y Keith Richards, “es champagne y tapados de piel, no es zapatillas Topper y jardineros”.49 Por esos días, Jóvenes Pordioseros realizaba una serie de presentaciones bajo el slogan "El barrio llega a Obras". En el momento en que el entrevistador les consulta sobre si no creían que eran ellos los que llegaban a ese lugar y no "el" barrio; uno de sus integrantes señaló que ello “No es un mensaje demagógico, nosotros somos de barrio. Además nosotros somos sinceros, y eso lo saben los pibes que nos vienen a ver”. Intentando romper con el mito del conflicto de clase y una idea de resistencia que se rompe en el preciso instante de ser concebida, Álvarez Nuñez (2010) marca que cuando se defiende al rock chabón por “reflejar” y ser parte de la exclusión social de los 90, se pasa por alto que esa búsqueda de la distinción llevó al rock barrial, y a sus propulsores, a identificarse a partir de la afirmación que los distingue (y que los excluye), es decir eso mismo en nombre de lo cual ellos son dominados e interpelados como “chabones”. ¿Hay que hablar entonces de resistencia? Dicho de otro modo, si, para resistir, no tengo otro recurso que revindicar eso en nombre de lo cual soy dominado (ser chabón, ser “viejita”), ¿se trata de resistencia?50 Para cerrar las apreciaciones del campo periodístico con respecto a la concepción del barrio dentro del imaginario nacional, de nuevo Marchi (2005) dice que “el barrio recorre en el rock nacional un sendero que parece la autopista al infierno, repitiendo de alguna manera el derrotero que demarca la crisis que se va comiendo a Argentina. El barrio deja de ser un refugio, el lugar de lo afectos, la tranquilidad, para convertirse en un aguantadero donde el afecto no abunda y la tranquilidad mucho menos”.51 CROMAÑÓN, Y ALGUNAS PALABRAS A MODO DE CONCLUSIÓN Durante el desarrollo de la presente instancia de investigación no hago referencia puntual al caso de Cromañón al entenderlo todavía dentro del cúmulo de lugares camino al mito nacional más allá de haber formado parte del un momento lamentablemente trascendente. Es imposible en esta instancia objetivar sobre éste espacio ante la ausencia de un trabajo desarrollado de carácter amplio que lo aborde no sólo desde la representación social de la tragedia, sino de lo que significó (o no) para el imaginario mítico de la nación. Como afirmé en una anterior instancia, el periodismo especializado es en sí una incansable maquinaria de producción de sentido y recursos. Obra controlando desde el discurso dominante del campo rockero, operando como rector en la construcción de sentido; hasta en algunos casos arriesgados, funcionando como una suerte de “clarividente” sobre el futuro del género. Una maniobra que apunta muchas veces hacia el afán de un cierto prestigio por parte del que escribe, del que predice. En determinadas ocasiones, el campo periodístico recurre tanto a la fundación mítica, a estos héroes nacionales y a los sitios sagrados para circunscribir una determinada forma de “ser rockero”, obedeciendo a ciertos cánones, creyendo en normativas y sobre todo respetando los pasos de la nación rockera sin pensar en temporalidades, pero si rememorando los momentos de gloria, sus triunfos épicos y sus hazañas gloriosas. Y en este caso, sus tragedias. Notas Bibliográficas 1 Álvarez Junco, José. Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, Madrid, Ed. Taurus, 2001. Kreimer, Juan Carlos – (Comp.) ¡¡¡Agarrate!!! Testimonios de la música joven en Argentina, Galerna, Buenos Aires, 1970. 3 Vilallonga, Borja - Historiografía y mito nacional. Los Sitios de Gerona durante la Restauración. École des Hautes Études en Sciences Sociales Universidad Autónoma de Barcelona. En http:// ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/28/96/07vilallonga.pdf 4 Club (entendido como “pub” o “bar”) de la ciudad de Liverpool (Inglaterra) inaugurado el 16 de enero de 1957, donde Brian Epstein conoció a The Beatles el 9 de noviembre de 1961. Allí, esta banda realizó sus primeros conciertos antes de ascender al éxito comercial. 5 Alabarces, Pablo – Op. Cit. 6 Carmona, Juanjo. “El paladín de la libertad. Biografía de Miguel Abuelo”. Conexión Tierra. Compañía General de Ideas. Buenos Aires. 2003. 7 Carmona, Juanjo. Op. Cit. 8 Carmona, Juanjo. Op. Cit. 9 Espósito Sebastián, D. Mazzei y D. Amiano. “40 años de agite” en Diario La Nación. Buenos Aires. 2005. 10 Lernoud, Pipo. En revista Rolling Stone Nº143. Buenos Aires, Febrero de 2010. 11 Fernández Bitar, Marcelo – Op. Cit. 12 “Nearly 36 years after a slaying at a Rolling Stones concert at Altamont Speedway marked the end of the peace-and-love '60s, investigators have closed the case, dismissing a theory that a second Hells Angel took part in the stabbing”. En http://www.usatoday.com/news/nation/2005-05-26-altamont_x.htm 13 En el caso particular de los festivales de rock en Argentina, la inexactitud de algunas fechas o referencias extendidas se debe a la poca posibilidad de acceso al material periodístico de la época. 14 http://www.magicasruinas.com.ar/reducciones/corrientes-musicales-rock-argentino-04.htm 15 http://www.magicasruinas.com.ar/reducciones/corrientes-musicales-rock-argentino-04.htm 16 Pujol, Sergio – “La anunciación del rock. Identidad, divino tesoro” revista tram[p]as 17 Vilallonga, Borja – Op. Cit. 18 El Luna Park es un tradicional estadio cubierto de Buenos Aires donde se realizan actividades artísticas y deportivas, fundado por Ismael Pace y José Lectoure en 1931. Este estadio ha sido testigo de varios de importantes acontecimientos en el siglo XX, encontrándose entre ellos actos religiosos, políticos, artísticos, deportivos y sociales. Se encuentra ubicado en la manzana delimitada por las calles Bouchard, Lavalle y las avenidas Eduardo Madero y la tradicional Corrientes. En febrero de 2007 fue declarado Monumento Histórico Nacional. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Luna_Park_%28Buenos_Aires%29 19 Pujol, Sergio – Rock y dictadura, crónica de una generación (1976 – 1983), Booket, 2007. 20 Artículo “Música, collares y melenas en el Luna Park” en revista Semana Gráfica, Buenos Aires, Junio de 1970. 21 Artículo “Auge Juvenil”, en revista Prensario, Buenos Aires, Año XI, 1976 22 Agrupación conformada por Aníbal Kerpel, Daniel Frenkel, Gustavo Montesano, José Luis Fernández y Pino Marrone, que tuvo origen en agosto de 1974 y ya para octubre lograban llenar teatros. La consagración tan rápida de esta banda de rock sinfónico fue un caso atípico en la música nacional. Ya con Gonzalo Farrugia en batería comenzaron una serie de presentaciones en teatros y pubs repletos, a tal punto que Charly García (en pleno apogeo de Sui Generis) concurrió al Teatro Astral para comprobar la performance de la banda. Quedó tan impresionado que él mismo se ofreció para producir artísticamente el primer disco, "Crucis" (1976). Dos funciones exitosas en el Teatro Coliseo y otra en el Luna Park los catapultaron al tope de las encuestas de popularidad, detrás de Sui Generis. Sin Fernández y con Montesano en el bajo grabaron "Los delirios del Mariscal" (1977), que fue mezclado en Nueva York. La presentación de este material tuvo lugar en el Luna Park. Realizaron una gira por Estados Unidos, donde impresionaron por el virtuosismo de algunos temas. Poco después del regreso se dio a conocer, imprevistamente, la decisión de separarse. http://www.rock.com.ar/bios/0/328.shtml 23 Artículo “Crucis: bien, con interrupciones” publicado en la sección Mordisco de la revista Expreso Imaginario de febrero de 1977 2 24 Artículo “Luna Park, sonidista se busca” en el suplemento “Mordisco” de la revista Expreso Imaginario Nº25 Año 3, 1978. Expreso Imaginario Año 2, Nº 21, Abril de 1978. 26 http://www.rock.com.ar/artistas/sui-generis 27 Pujol, Sergio – Rock y dictadura, crónica de una generación (1976 – 1983), Booket, 2007. 28 Marchi, Sergio. El rock perdido. De los hippies a la cultura chabona. Ediciones Le monde diplomatique. Capital Intelectual. 2005. 29 El Estadio Obras Sanitarias, según marca su sitio web http://www.estadioobras.com, es el estadio del Club Atlético Obras Sanitarias de la Nación, fundado el 27 de mayo de 1917 por un grupo de trabajadores de la empresa pública Obras Sanitarias de la Nación. Su cancha está ubicada en la Ciudad de Buenos Aires, capital de Argentina, sobre la Avenida del Libertador 7395. Se realizan aquí numerosos eventos deportivos y culturales. Este estadio es considerado el templo del Rock de la Argentina. Lugar donde, además, se han presentado grupos y solistas internacionales como The Ramones, Red Hot Chili Peppers, Duran Duran, Iggy Pop y B.B.King, entre otros. Asimismo, para las bandas locales éste espacio representa todo un símbolo, ya que llenar el estadio Obras es sinónimo de éxito. Su capacidad asciende a 4.700 espectadores. 30 Alabarces, Pablo. Op. Cit. 31 http://www.rollingstone.com.ar/nota.asp?nota_id=1017799 32 Bar pequeño de la Ciudad de Buenos Aires, propiedad de Sergio Ainsestein, Omar Chabán y Helmut Zieguer con capacidad para menos de 100 personas. Una suerte de living, que fuera inaugurado con las actuaciones de Sumo y Los Twist. 33 Discoteca propiedad de Omar Chabán, inaugurada en 1985 en la Ciudad de Buenos Aires donde se realizaron recitales de los diferentes género del rock, hasta su clausura definitiva luego de la tragedia de República Cromañón. 34 Marchi. Op. Cit. 35 http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=583653 36 Rojas Mix, Miguel. Op. Cit. 37 Carmen Norambuena Carrasco. Imaginarios nacionales latinoamericanos en el siglo XIX. Historia Unísonos 10. Mayo/agosto 2006. 38 Término utilizado para identificar a los fans de la banda Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. 39 Sobrenombre de Carlos Solari, letrista y cantante de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. 40 Marchi, Sergio. Op. Cit. 41 Término con el que los seguidores de un artista ilustran la clase de fidelidad que los une con el mismo, ya sea asistiendo a sus recitales o manifestando su apoyo en caso de adversidad. Fuente: Leyendas del Rock Nacional por Rolling Stone. La Nación. Buenos Aires. 2010 42 Marchi, Sergio. Op. Cit. 43 Ciclo de Festivales realizados en la Ciudad Autónoma de Bueno Aires entre los años 1997 y 1999, organizados por Darío Lopérfido que, en ese entonces, se desempeñaba como Subsecretario de Cultura del gobierno de Fernando de la Rúa. Al ser electo como Presidente de la Nación en 1999, se modificó el nombre del ciclo a “Argentina en vivo” con presentaciones de artistas argentinos a lo largo de diferentes localidades de la Argentina. 44 http://www.rock.com.ar/blog/2008196/cosquin-rock-dia-1-rock-barrial/ 45 Álvarez Nuñez, Gustavo. El rock barrial o cómo comer siempre arroz. En Rock del País. Estudios Culturales de rock en Argentina. Ediciones UNJu. Jujuy. 2010. 46 Aguirre en Diario Página/12. 24 de enero de 2002. En Rock del País. Estudios Culturales de rock en Argentina. Ediciones UNJu. Jujuy. 2010. 47 Marchi Op Cit. 48 Marchi Op. Cit. 49 http://www.10musica.com/notas/15964-jovenes-pordioseros-los-rolling-stones-nos-dirian-que-somos-villeros.html 50 Álvarez Nuñez, Gustavo. Op. Cit. 51 Marchi Op. Cit. 25