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ELIAS Y MANNHEIM ILUMINANDO LOS CAMINOS DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE JUVENTUDES Y RURALIDADES EN EL BRASIL DEL SIGLO XXI TAVARES, Mauricio Antunes – FUNDAJ – mauricio.antunes@fundaj.gov.br Esses homens! Todos puxavam o mundo para si, para o consertar consertado. Mas cada um só vê e entende as coisas dum seu modo.” Guimarães Rosa en Grande Sertão: veredas I. Introducción En mi investigación de doctorado tomo como “objeto de investigación” al joven rural, más específicamente al joven sertanejo, nordestino. La primera dificultad es delimitar cuál el ser social que está siendo estudiado. Muchos estudios han sido desarrollados sobre los jóvenes y la juventud, de ahí la primera observación que se puede hacer es que no hay una única definición para el grupo de personas que se encaja en esta categoría. En los estudios que delimitan la franja de edad, ésta varía mucho: 15 a 24 años de edad; 16 a 29; 18 a 30, entre otras. Otros estudio recurren a nociones como ciclo de vida y etapa de transición. El debate es intenso, porque además de las disputas teóricas sobre si los criterios para definir esa cuestión deben ser los factores biológicos – la faja de edad sería correspondiente a los ciclos de desarrollo físico-emocional- o culturales –las representaciones sociales sobre las fases de la vida-, también están en juego luchas por derechos sociales y políticas públicas de juventud. Con menor grado de variabilidad, pero sin un sentido unívoco, también el concepto de rural genera dudas. ¿Es rural solamente el que vive en fincas, haciendas y pequeñas comunidades de agricultores? y ¿el término urbano se refiere a los moradores de cualquier ciudad? Pasamos por una serie de cambios estructurales en la conformación de los espacios no metropolitanos que han motivado nuevas preguntas sobre las delimitaciones tradicionales que tratan esos mundos como opuestos. En el Brasil, donde esa definición es hecha a través de leyes y sigue un padrón simplificado es urbano aquel aglomerado de viviendas y construcciones servido por mejoramientos como iluminación pública, calles pavimentadas, etc.-, la población de algunas villas y pueblos es considerada como urbana en los censos demográficos. Esta y otras situaciones observadas han generado intensos debates para que se recreen conceptos que expresen las nuevas dinámicas poblacionales, donde la clase media urbana se traslada a las áreas rurales alrededor de las grandes y medianas ciudades y los trabajadores rurales pasan a vivir en las periferias de esas ciudades. Y qué decir de la noción de Sertão1. Sertanejo es el que nació en el Sertão, pero adquiere otros sentidos que califican diferentemente a los sertanejos en relación a las personas del litoral y de las capitales. La noción de setão es ampliamente utilizada en la literatura brasilera para referirse a las extensas tierras del interior del Brasil que se 1 Nota del traductor: preferimos conservar las palabras “sertão” y “sertanejo” en portugués porque tienen una fuerte carga cultural en todo el Brasil, y traducir solamente la palabra “sertão” por “páramo”, que es su equivalente en español, rompería la relación entre estas dos palabras. TAVARES, M. A. ELIAS Y MANNHEIM ILUMINANDO LOS CAMINOS DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE JUVENTUDES Y RURALIDADES EN EL BRASIL DEL SIGLO XXI. In: SIMPOSIO INTERNACIONAL PROCESO CIVILIZADOR, 11., 2008, Buenos Aires. Anais... Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 2008. p. 612-622. 612 contraponen al litoral, lugar privilegiado por la colonización. Entretanto ese término se dispone a una variedad de significados, de acuerdo con las diferentes coordenadas históricas y culturales de cada región. Entre los campesinos del Valle del Paraíba, en la confluencia de los estados San Pablo, Río de Janeiro y Mina Gerais, Brandão (1995) verificó que el significado de sertão se refería a las tierras no explotadas por la agricultura, a los bosques, a los lugares de hábitat de los indios y mestizos, por tanto, a las tierras situadas más allá de las fronteras del mundo rural, tierras de dominio de la naturaleza. El sertão goiano y matogrossense, además del espacio de las inmensas haciendas y tierras despobladas distantes de las capitales, guarda relación con la minería y la pecuaria de extensión, colocando los vendedores ambulantes y los ganaderos como agentes civilizadores en tierras antes dominadas por los pueblos indígenas (GUIMARAES NETO, 2006; VICENTINI, 2007). Ya el sertão nordestino carga siempre las referencias de la sequía, de la miseria y de la migración, pero también de la valentía, el coraje, la tenacidad del sertanejo que sobrevive a las desgracias cotidianas y extraordinarias. A esas cuestiones se suma otra, también primordial para los estudios de juventud, sobre cómo es que los jóvenes construyen proyectos de vida y de inserción profesional en contextos complejos. La tensión que existe entre proyecto familiar y proyecto personal parece ser más fuerte en el medio rural porque son las familias campesinas las que presentan una mayor unidad entre la jerarquía familiar y el modo de producción, entre la reproducción social y la producción económica. Esta tensión es vivida como conflicto de generaciones en los siguientes términos: los intereses comunes de la familia están entrelazados a las cuestiones de la propiedad, así como las posibilidades de consumo deriva de las posibilidades resultantes de la producción y de la comercialización en el mercado, que a su vez depende de la participación de hijos en el trabajo agrícola, asumiendo peso y significado diferentes de acuerdo con las edades y sexo de cada uno de sus miembros. La necesidad y, dependiendo de la familia, la obligatoriedad del compromiso con el proyecto familiar es factor generador de tensión entre padres e hijos cuando estos rechazan tal perspectiva de futuro. Así, al proponer un análisis de lo cotidiano de los jóvenes rurales muchas llaves de compresión pueden ser accionadas para comprender lo que vienen a ser esas juventudes y esas ruralidades que están en escena. ¿Lo “rural” que se atribuye al joven que vive en el campo es un demarcador de su origen o un cualitativo relativo al modo de vida? ¿Qué distingue al joven rural del sertão nordestino de otros jóvenes? En este artículo pretendo asociar elementos de sociología de Norbert Elías y de de Karl Mannheim para iluminar caminos que puedan llevar a una mejor comprensión de cuestiones relativas a los estudios sobre juventudes y sobre ruralidades en la actualidad. II - Elías: psicogénesis y sociogénesis en el proceso de formación del individuo Para Elías, cada sociedad forma un “repertorio de padrones sociales de autoregulación” y el proceso de socialización que se inicia en la infancia es lo que forma un individuo adecuado a su tiempo y a su sociedad (ELIAS, 1994: 8). De forma semejante al que Ariès hizo en su Historia social de la niñez y la Familia2, Elías también identifica en las élites burguesas la tendencia a la distinción, al mérito, a la permanencia 2 Ariès asocia algunas prácticas sociales de la sociedad industrial, como el trabajo infantil en el campo, a las realidades pre-burguesas de clases sociales desfavorecidas en la sociedad industrial, como fruto de concepciones distintas sobre la infancia, la familia y las formas de socializar los hijos e hijas, diferentes de las concepciones de la burguesía ascendente. 613 relativizada de las nociones de prestigio y distinción de la sociedad aristocrática. Esto puede ser verificado en las formas de socializar a los niños y jóvenes, diferenciándolos según la clase social, sexo, lugar de origen, etnia, y raza/color de la piel, que tuvieron repercusión en esferas públicas. En la organización del sistema escolar público brasilero, por ejemplo, es nítida la delimitación de los públicos preferenciales de cada nivel de educación: la educación básica para los pobres y la educación superior para las élites. Y también en la formación del aparato jurídico-institucional destinado a la infancia fue decisiva la influencia de estas ideas que tomaron la forma escrita en las ultrapasadas legislaciones sobre el “menor”, categoría social inventada para definir a los hijos de las familias pobres como blanco preferencial de las políticas de intervención familiar que destruyeron la organización familiar internando niños y jóvenes en las instituciones correctivas. Por otro lado, la proposición abre camino para observar espacios sociales donde sobreviviría un ethos pre capitalista. Es el caso de una parte de la sociedad rural sertaneja que ocupa los márgenes del capitalismo, como exportadora de productos agrícolas y de energía3. Entonces, de acuerdo con el mayor o menor peso de la presión “modernizadora” que incide diferencialmente sobre las sociedades locales, emergen conflictos entre padrones diferenciados de sociabilidad y de socialización de los jóvenes. De un lado crecen las influencias del modelo hegemónico, que tiene como principales portavoces las clases medias urbanas y que es difundido por los medios masivos de comunicación. Este es el modelo de la competitividad, que valoriza el consumo y las performances individuales. Del otro lado, en la resistencia, están los padrones de comportamiento dirigidos a la construcción de un bienestar colectivo que beben en las fuentes de las comunidades indígenas, negras y de ribereños presentes en el sertão desde los tiempos de la colonización hasta hoy en día. Según Elías, “En las comunidades más primitivas y unidas, el factor más importante de control de comportamiento individual es la presencia constante de los otros, o saberse ligado a ellos por la vida entera y, no menos importante, el miedo directo de los otros” (ELIAS, 1994: 108). Mientras que en las sociedades más complejas es la capacidad de “refrenamiento, control afectivo, renuncia y transformación de los instintos” (ELIAS, 1994: 32), que lleva a la persona a mantener lejos de la mirada de los otros sus deseos y proyectos; por tanto, es el autocontrol el que asume la función de control social del comportamiento individual. Consecuentemente, en estas últimas prevalece la idea de que el individuo, o lo individual, se refiere a lo que es enteramente particular a una persona, propio de ella, pero de una forma que nos lleva a penar que este particular es dado por la naturaleza. Con esto se intenta distinguir lo que es “innato” del individuo, de lo que es “socialmente condicionado”, como si hubiese un “lado de dentro” en el individuo existiendo de forma independiente al “lado de fuera”, esto es, de la relación del individuo con los otros, generando la sensación de conflicto entre el individuo y la sociedad. Esta es la manera como la sociedad moderna hace la socialización de sus miembros, la forma como ella promueve “la adaptación del individuo a sus funciones adultas”. Elías dice que, [...] cuanto más estable es la formación del superego exigida por el desempeño de las funciones adultas en una sociedad, mayor se torna, inevitablemente, la distancia entre el comportamiento de los niños y de los adultos; cuanto más difícil se vuelve el proceso civilizador individual, más 3 Los principales productos cultivados en el sertão nordestino, además de los alimentos para el consumo local y regional, son las frutas para exportación producidas en las áreas de irrigación que no llegan a ocupar el 5% del área geográfica. En el Valle del Río San Francisco fueron construidas inmensas hidroeléctricas que exportan energía al Sudeste del país. 614 largo es el tempo necesario para preparar a los niños para las funciones adultas (ELIAS, 1994: 32) En otras palabras, Elías identifica en el curso del proceso de civilización una tendencia al distanciamiento cada vez mayor entre el comportamiento de los adultos y de los niños. Esto corresponde, hoy en día, al prolongado periodo de preparación para el ingreso en el mercado de trabajo entre los jóvenes de las clases medias, y no es raro constatar que estos permanecen solteros y viviendo con sus padres hasta los 30 años de edad, o más. La visión de Elías sobre ese proceso revela que la infancia y la juventud son entendidas como fases de preparación para la vida adulta, el niño y el joven son estimulados a aprender el más amplio horizonte de conocimientos y aptitudes, a tener una visión amplia de la vida, para después, para asumir las responsabilidades de la vida adulta, abandonar o reprimir buena parte de sus conocimientos y aptitudes desarrolladas en función de una racionalidad productiva. Y esto reforzará más todavía la tención y la sensación de ruptura entre el “yo” interior y el mundo social, con el sentimiento de que el individuo, para vivir en sociedad, debe “abdicar de sí”. Pero, aquellos conocimientos y deseos que el joven deja para atrás en nombre de una supuesta gestión eficiente de la carrera profesional escogida, todavía permanecen vivos, y muchas veces, mueven proyectos personales que son realizados en las horas libres o llenan los sueños a ser realizados después de la jubilación. Entre tanto, al referirse a las sociedades periféricas del sistema capitalista, las nociones de sociedad compleja y sociedad tradicional, para una sociología eliseana sólo tienen sentido como modelos comparativos, para comprender mejor el funcionamiento de una formación social y su diferencia en relación a las otras (CHARTIER 2001). Otro aspecto apuntado por Elías es que la experiencia muestra que dentro de un único padrón de socialización no son engendrados individuos idénticos, de ahí que entre la estructura del grupo social que socializa y la estructura del individuo que es socializado siempre habrá demasías, como superficies que nunca se encajan perfectamente. Esto es consecuencia más de las relaciones entre los individuos que de características innatas heredadas biológicamente. Cada niño es socializado por un grupo ya constituido y este grupo –que es formado por diversos miembros que traen consigo el pasado incorporado de la socialización recibida de su grupo de origen-, utiliza esta herencia para vivir el presente, que actualiza y reconfigura lo que fue incorporado para que ese conocimiento pueda responder a las necesidades del contexto funcional en el cual las personas viven. Ese contexto funcional –expresión del autor- es formado por una red extensa, por eso finita, de funciones existentes en una sociedad, resultantes del grado de complejidad de las actividades humanas que coexisten en esa sociedad. La estructura de contexto funcional será diferente si se compara una sociedad de agricultores con una sociedad extractora (cazadores o mineros), o entre una sociedad de agricultores y una sociedad industrial, más aún, grupos sociales existentes dentro de una misma sociedad industrial. Cada “contexto funcional” deriva de la existencia de una red de funciones interdependientes que relaciona a las personas entre sí y de la cual las personas no tienen como escapar: la interdependencia es la condición de la existencia de las sociedades. Es así que Elías articula la psicogénesis de las personas individuales a la sociogénesis de los grupos sociales. Admitiendo que “la formación individual de cada persona, depende de la evolución histórica del padrón social, de la estructura de las relaciones humanas” (ELIAS, 1994: 28), y que el “orden invisible de esa forma de vida en común, que no puede ser percibida de manera diferente, ofrece al individuo una gama más o menos restringida de funciones y modos de comportamiento posibles” (ELIAS, 1994: 21), Elías demuestra que el tornarse adulto va más allá de la sucesión natural de los 615 ciclos de vida, del desarrollo físico-intelectual de la infancia a la juventud y de ésta a la edad adulta, para ser influenciado también por las coacciones sociales que se modifican con el devenir de la historia (WAIZBORT, 1998). Esa articulación me parece muy importante para una teoría de reproducción social: a los individuos de una sociedad se les abre un abanico –más o menos variado en cada sociedad- de formas de pensar y de actuar compatibles con el “contexto funcional” preexistente, y un campo de posibilidades para la construcción de proyectos profesionales y proyectos de vida. Avanzando en la comprensión de esta articulación, podemos dar un paso más en el conocimiento del proceso de la diferenciación individual y de cambio social. Ambos procesos tienen su propia dinámica, pero están interrelacionados. La diferenciación individual se apoya sobre diversos factores –nacionalidad, región, lengua, etnia, color de piel, género, clase social, grupo de estatus y otros marcadores sociales-, o sea, depende de la “estructura de grupo” al cual el individuo está ligado, de la posición del individuo en el grupo y del proceso formador resultante. Y de este proceso emerge otro sentido de la diferenciación y del cambio social: como frutos de las relaciones humanas, siempre podrán surgir nuevas ideas que no existían antes, alterando y remodelando las relaciones sociales, las formas de sociabilidad y de socialización de los individuos de esa sociedad. Como la sociedad, según Elías, son los propios individuos en relaciones de interdependencia, ella no forma una realidad independiente, ni puede ser entendida como un todo. Siempre es abierta, incompleta. Esta carencia de las sociedades y el desencaje entre individuos sociales lleva a “las personas [a] cambiar sus relaciones las unas con las otras a través de su relación mutua, de encontrarse modelando y remodelado” (ELIAS, 1994: 29). En este sentido, gana fuerza el problema de las generaciones en la medida en que estas contribuyen al desencaje entre el individuo y la sociedad. Según Elías, sólo se puede llegar a una compresión clara de la relación entre individuo y sociedad cuando en ella se incluye el perpetuo crecimiento de los individuos dentro de la sociedad, cuando se incluye el proceso de individualización en la teoría de la sociedad. La historicidad de cada individuo, incluyendo el proceso de desarrollo hasta la madurez, y la llave de la compresión de lo que es la sociedad. III - Mannheim y el problema sociológico de las generaciones Mannheim sitúa el debate acerca de las generaciones dentro de la sociología del conocimiento. Dos tipos de explicaciones, no específicamente sociológicas, parecen relevantes para el problema en cuestión. La primera es la explicación positivista. Para ellos el problema de las generaciones se volvió importante porque representaba la posibilidad de explicar el progreso social a partir de factores biológicos, utilizando “un concepto de tiempo mecanicista, externo […] como medida objetiva del proceso unilineal en virtud de su traducción en términos cuantitativos” (MANNHEIM, 1975: 122). Comte llega a definir que una generación sucede a otra a cada 30 años, considerando que el tiempo de maduración del hombre comienza a los 30 años y el tiempo de vejez a los 60 años. Así, para los positivistas la generación es un acto natural, bruto, cuantitativo y mensurable. El historicismo-romantismo alemán invierte toda la problemática positivista sobre el problema de las generaciones. En esa tradición, el tiempo es vivido subjetivamente por las personas, como experiencia y, por eso, diferenciado, de ahí no hay ninguna linealidad en el progreso. El concepto de tiempo, sacado de Dilthey, lleva a 616 entender que “la contemporaneidad es una condición subjetiva de dependencia a las misma fuerzas determinantes” (MANNHEIM, 1975: 123). La crítica de Mannheim a la visión positivista sobre las generaciones es que ella es insuficiente para explicar los cambios sociales que derivan de la condición generacional: cada generación produce algunas cosas únicas, lo cual no puede ser deducido de los meros hechos naturales y estadísticos de la edad biológica y de la juventud. Ya para la otra perspectiva, Mannheim apunta que ella impone obstáculos enormes para que se produzca cualquier tipo de análisis científico. La cuestión fundamental que Mannheim levanta es esta: ¿qué especie de relación social motiva el fenómeno social particular de un grupo etario? La generación no es un grupo concreto, no posee una estructura organizacional visible, ni el carácter de comunidad vital como la familia. De ahí que pertenecer a una generación determina ciertas facetas del comportamiento y del pensamiento de varias personas; estas personas piensan y actúan del mismo modo porque ocupan un mismo lugar en un todo estructural. Luego, ciertas formas de pensamiento y acción deben ser analizadas en términos del lugar que ocupan dentro de un proceso dinámico. Mannheim introduce el término Legerung (estratificación) para significar los rasgos comunes de algunos individuos que son determinados no por la elección consciente, sino apenas en virtud de su localización aquí y no allí en el proceso social. En esto Mannheim asemeja la generación a la situación de clase. Los miembros de un mismo grupo mostrarán ciertas semejanzas porque las primeras experiencias cruciales de sus vidas los colocaron en una situación común. Pero es todavía insuficiente para definir una generación, afirma Mannheim, pues en un momento dado los grupos de edad más avanzada y de jóvenes contemporáneos en una sociedad, viven los mismos acontecimientos y los efectos de esos acontecimientos producen sentidos diferentes en cada grupo. Ser contemporáneo puede ser definido como la condición de personas que viven el mismo tiempo histórico-social y que están sujetas a determinadas influencias comunes. Por eso no es un mero dato cronológico, en la medida en que la coincidencia de vivir en una misma época no es suficiente para determinar las trayectorias de grupos e individuos. Al lado de una “tendencia inherente a toda situación” y de “modos definidos de comportamiento, sentimiento y pensamiento”, Mannheim también abre el repertorio para hablar de “identidad de situación” lo que sugiere la variación de itinerarios en el interior de una misma generación, a partir de las diferentes formas de los individuos (personas y grupos) se apropian de la “herencia cultural de su sociedad” (MANNHEIM, 1982: 73). Entonces, el mero hecho de pertenecer a un mismo grupo etario no determina por sí solo la orientación total de varias personas. En primer lugar no habrá nada de común en una generación si las personas no comparten de una misma cultura o sociedad. Además, aún dentro de una comunidad histórica, el mismo grupo etario puede estar dividido en varios subgrupos definidos, por ejemplo, por las situaciones de clase. Luego, los varios grupos etarios se polarizan en unidades de generación autonómicas. Para Mannheim las unidades de generación antagónicas a la tendencia dominante siempre existieron, a pesar de no ser percibidas muchas veces. La idea de tendencia dominante está por detrás de ciertas generalizaciones que son hechas a partir de la idea de generación, como nombrar a la generación de mayo del 68 como la juventud revolucionaria de la acción radical y de la liberación sexual. Esto, sin duda, se basa en una determinada memoria social de acontecimientos de aquel periodo histórico pero, como toda generalización, excluye una gama de otros jóvenes que en la época no compartían de los mismos modos de pensamiento y comportamiento. 617 Se abre la cuestión de considerar cómo los nuevos individuos que llegan a un grupo social interactúan con la herencia cultural de su sociedad y con las tradiciones de su grupo. Cada generación hereda de otra un repertorio cultural, por eso, éste nunca puede ser absorbido completamente, en virtud de que la experiencia es vivida de manera diferente- y, consecuentemente, imprime sentidos diferentes, dependiendo de si son trabajados en una base de experiencia ya formada (MANNHEIM, 1975: 37)-, porque la base donde se inscriben las experiencias y los sentidos varía entre personas y grupos. Por eso Mannheim destaca la importancia del “contacto original” de los individuos que nacen y que van adquiriendo sus primeras experiencias de vida. El “contacto original”, según Mannheim, es una de las formas de renovación cultural de la sociedad, porque remite a las formas como los individuos reaccionan en contacto con lo nuevo, sea en función de un cambio a una situación social o, en el caso de las generaciones, en función de la constante renovación en la posición del grupo social, con la salida de escena de unos y la entrada otros nuevos componentes del grupo. Este, para Mannheim, es el tipo “potencialmente mucho más radical, pues, con la llegada del nuevo participante en el proceso de la cultura, el cambio de actitud ocurre en un individuo diferente, cuya actitud en relación a la herencia transmitida por sus predecesores es completamente nueva” (MANNHEIM, 1982: 75). En el “contacto original” son evaluados y reevaluados los repertorios de ideas, actitudes y comportamientos de las tradiciones culturales vigentes en una sociedad, posibilitando la innovación del inventario de prácticas sociales. La selección de lo que es más o menos significativo en el conjunto de herencia cultural para formar un inventario de ideas y prácticas sociales es realizada tanto, o más, por el inconsciente, cuanto, o menos, por el consciente racional. Ese inconsciente también es fruto de las socializaciones primarias que son incorporadas por los individuos, principalmente de la infancia a la juventud: “los elementos reflexivos frecuentemente son más dependientes de los elementos no reflexivos que viceversa” (MANNHEIM, 1982: 77)4. Estos elementos reflexivos y no reflexivos constituyen un repertorio de memorias, algunas apropiadas socialmente y otras adquiridas personalmente. Son estas últimas, las que representan una adquisición original, las que son asociadas más específicamente a la juventud, como fase de experimentación y potencial de renovación, aunque, advierte Mannheim, “nada es más falso que la suposición usual […] de que la generación más joven es “progresista” y que la generación más vieja eo ipso conservadora” (1982: 79). Mannheim pone en cuestión la “significación biográfica de una experiencia”. En la infancia la asimilación de los elementos culturales, hasta los racionales, es hecha de forma “no problemática”, en cuanto que “alrededor de los 17 años de edad, algunas veces un poco más temprano o tarde […] los problemas de la vida comienzan a ser localizados en un „presente‟ y son experimentados como tales” (MANNTHEM, 1982:82). La estratificación de la experiencia, así como de la memoria ocurre en un proceso complejo. Por un lado, contribuye el hecho de vivir situaciones comunes a partir de posiciones comunes en la escala social, creando vínculos concretos, no por causa de la situación real que comparten, pues esas se manifiestan como posibilidades que pueden o no venir a concretizarse, pero debido a que quedan expuestos a los mismo síntomas sociales e intelectuales en el proceso social. Esto es lo que Mannheim llama “generación en cuanto realidad” localizando en el plano de las experiencias vividas su relación. Por eso, yendo más adelante, las experiencias producen significados. Cuando los individuos de una misma generación elaboran los sentidos de esas experiencias a partir de modos de pensamiento y comportamiento específicos, entonces estos 4 Esta referencia sería posteriormente “recuperada” por el habitus de Bourdieu. 618 constituyen una “unidad de generación” diferenciada en torno de una “visión de mundo” (MANNHEIM, 1982: 86-87). En el artículo Contribución para la teoría de la interpretación de las visiones de mundo Mannheim define Weltanschauung (visiones de mundo) como el resultado de “una serie de vivencias o de experiencias relacionadas a una misma estructura, que a su vez se constituye como base común de las experiencias que pasan a lo largo de la vida de múltiples individuos” (MANNHEIM 1980: 101, citado por WELLER, 2005: 262). Coloca, de esta forma, la visión de mundo como proceso de formación relacionado a la significación de las experiencias vividas de forma diferenciada por los grupos sociales. Es en este punto en el que lo rural surge, para Mannheim, como uno de esos lugares que compondrían una situación específica y capaz de generar un vínculo real, a partir de “principios informativos originales propios, y adecuados a su situación particular” (1982: 92). Refiriéndose al campesinado, él afirma que “en tales comunidades [campesinas], el ritmo es tan gradual que las nuevas generaciones se desarrollan lejos de sus predecesoras sin cualquier ruptura visible, y todo lo que podemos notar es la diferenciación puramente biológica y la afinidad basada en la diferencia o igualdad de edad” (93). Hablando de la primera mitad del siglo XX, en que hacía sentido esa distinción tan radical entre lo rural y lo urbano, tal condición no corresponde al contexto actual de la mayor parte de las comunidades rurales interconectadas a las ciudades, de manera física por el sistema de transportes, o virtualmente por la circulación de productos e informaciones. Y, en este punto, es necesario volver a Elías y articular los dos pensadores para enfrentar los desafíos de comprender los procesos sociales que afectan a los jóvenes rurales en el interior de Brasil. IV – La construcción de una visión plural sobre individuos y contextos La juventud como un todo está en el centro de las atenciones de los investigadores, de los gobiernos y de los organismos internacionales, en función de ser uno de los grupos más sensibles a las recientes transformaciones sociales y culturales que tienen impacto en diversos países y regiones del planeta. Castel (2001) considera que la juventud, actualmente, es una de las más perjudicadas categoría sociales en las relaciones con el mundo del trabajo y con las políticas de inclusión social, viviendo carreras escolares irregulares y, aunque consiguen el bachillerato, éste difícilmente sirve para alcanzar las demandas para el ingreso en el mercado de trabajo. Jhon Durston (1998) se refiere a la “invisibilidad” de la juventud rural como resultado de su doble condición: como jóvenes, la instituciones públicas están “iniciando” en el desarrollo de políticas públicas específicas para esta población y que todavía focalizan sus acciones en los problemas vividos por los jóvenes urbanos, y como rurales, sus necesidades y expectativas no son contempladas en las políticas públicas dirigidas a la población del campo. Wanderley (2003) sugiere que ese olvido del joven por las políticas públicas, la verdad no afecta sólo al joven rural, sino a toda la familia campesina y está reflejado también en la política educacional que ignora las necesidades y los modos de vida de los campesinos, o peor, asociarlos al atraso y no al desarrollo. De esta forma, la pauta que está asociada a la juventud tiene que ver con las consecuencias de la modernización impuesta por las fuerzas hegemónicas del capital, que se traducen en los términos ampliamente difundidos por la industria cultural; desempleo juvenil, violencia juvenil, exclusión juvenil, cultura juvenil. De una forma genérica la juventud es evocada como el grupo que tiene que vencer los mayores obstáculos para proyectar su futuro en medio de un mundo en cambio. 619 En la perspectiva de Norbert Elías, investigar los procesos de cambio macrosociales debe llevar, necesariamente, a la investigación de los procesos de formación de los individuos. No hay disociación entre individuo y sociedad. En la perspectiva que Karl Mannheim coloca para una sociología de la juventud, preguntar por los motivos de las acciones de los individuos que comparte un tiempo social es también examinar el contexto en que viven. En este autor, de influencia marxista, el péndulo va al lado de la sociedad. Para hablar de juventudes rurales, interesa estar atento a la forma como inciden los factores sociales y culturales sobre la actual generación, conformando situaciones reales y campos de posibilidades que van a ser el espacio donde serán marcadas trayectorias individuales donde podrán formarse grupos sociales reales en determinadas circunstancias. Por eso, es preciso alivianar el concepto de generaciones del peso que viene del contexto funcional, trayendo, de la sociología eliseana, ese concepto de sociedad que no es nada más y nada menos del que las relaciones individuales produciendo redes de interdependencia. La juventud real contemporánea, habitando un rural que no es más la comunidad campesina tradicional a la que se refirió Mannheim, por el contrario, vive en un rural conectado con el sistema de ciudades5, moviéndose por las redes físicas y virtuales de la modernidad. Esto incluye a los jóvenes que viven en el sertão nordestino. El joven rural vive una especie de bricolaje de estilos de “ser joven”, dependiendo del contexto funcional en que vive, que va de un estilo “rural profundo”, semejante al de generaciones pasadas, hasta un estilo metropolitano, con la difusión de imágenes de una generación joven que cada vez más adopta símbolo visuales como marcadores que identifican pertenencias, gustos, actitudes, que forman la base de empatía y aproximación entre los jóvenes. La perspectiva analítica construida por Elías posibilita penetrar en este campo sin, necesariamente, situar esta modificación en los padrones de comportamiento de los jóvenes rurales como efecto de la influencia ejercida por los medios de comunicación, especialmente la televisión y el internet. Es cierto que estas influencias no deben ser menospreciadas por eso, en una visión eliseana, es posible escapar de las explicaciones estructurales para buscar en las relaciones entre los individuos, cómo esas transformaciones están siendo producidas y sentidas por los jóvenes de los mundos rurales. La contribución que la sociología de los procesos de Elías coloca para los estudios sobre juventudes y ruralidades es esta posibilidad de mirar al joven rural en las relaciones de interdependencia con todo el potencial y conflicto que es generado, así como ver cómo se organizan las fuerzas de equilibrio de las tensiones. Tensiones que son experimentadas primeramente en el ámbito de la familia –donde asume la forma de 5 Me refiero a la presencia de los jóvenes rurales en las ciudades, alrededor de donde vive o no, en busca de trabajo, diversión, escolarización o servicios básicos. La idea de sistema ciudades está basada en estudios que muestran las jerarquías entre municipios en el territorio brasilero, basada en una división territorial del trabajo tanto entre el campo y la ciudad como entre ciudades de diferentes tamaños. Las grandes ciudades serían los polos de irradiación de tecnologías y servicios de punta; las ciudades medianas como centros de redistribución, o sea, satélites de los polos, quedando las ciudades pequeñas como clientes de las ciudades medianas. De esta forma, los moradores de las ciudades pequeñas son obligados a dislocarse a las ciudades medianas para obtener una parte de los productos y servicios esenciales para la vida moderna. Ver entre otros: FARIA, Vilmar E. Cinquenta anos de urbanização no Brasil; tendências e perspectivas. Novos Estudos, São Paulo, (29): 98-119, 1991; CAIADO, Aurílio Sérgio Costa. Dinâmica socioespacial e a rede urbana paulista. São Paulo em Perspectiva, São Paulo, 9 (3): 46-53, jul/set. 1995; CAMARANO, Ana Amélia. BELTRÃO, Kaizô Iwakami. Distribuição espacial da população brasileira; mudanças na segunda metade deste século. Rio de Janeiro, IPEA, 2000. 28 p. (Texto para discussão, 766). 620 conflicto de generaciones- pero que la trasciende, pudiendo ser vivida como conflicto con toda una cultura y una tradición. De esta forma, el joven será, simultáneamente portador “de un ideal de ruptura y de continuidad del mundo rural” (WANDERLEY, 2006: 19), lo que trae a discusión la perspectiva de Mannaheim para el estudio de las generaciones. Articuladas, estas perspectivas teóricas contribuyen para orientar un mirar sociológico sobre las trayectorias individuales de jóvenes rurales, revelando cómo se mueven en un infinito campo de posibilidades, más abierto, en transformación. Las trayectorias pueden ser entendidas como el resultado de elecciones y de acontecimientos fortuitos dentro de un campo de posibilidades que, en parte, reflejan la gama de opciones posibles de formas de ser, pensar y actuar que están presentes en las sociedades históricas y, en parte, refleja las propias relaciones establecidas entre los individuos que, voluntaria o involuntariamente, van formando redes. Es por esto, por esos procesos de cambio en las relaciones sociales, que no es posible hablar de una juventud rural en el interior de Brasil, sino de juventudes y ruralidades plurales. Cada época y cada sociedad tienen su polifonía. Referencias BRANDÃO, Carlos Rodrigues. A partilha da vida. São Paulo, GEIC/Cabral, 1995. CASTEL, Robert. 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