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Parte iii Estructuras de poder y mecanismos de dominación 6.Una teoría «aristotélica» del poder y la dominación6 Planteamiento del tema El punto de partida del análisis de la dominación es la noción de poder. La noción de poder es una especificación de la noción de potencia. El poderoso es el que está en una posición de poder. En la vida social humana las posiciones de poder se refieren al lugar ocupado por las personas en las instituciones de la sociedad. Esas posiciones de poder son las que les permiten a los poderosos ejercer su poder. El ejercicio de poder es la dominación. La posición de poder consiste en el control de algún incentivo que oriente el comportamiento de los seres humanos en sociedad. El dominador es el que en una relación de dominación, posee y ejercita el incentivo que le permite dominar. El incentivo es el mecanismo a través del cual, el dominador induce al dominado a actuar de determinada forma. En relación con los seres humanos podemos definir tres incentivos o, lo que es lo mismo, tres mecanismos específicos de dominación. Un mecanismo económico, que consiste en administrar la escasez de algún satisfactor necesario para la vida en sociedad; un mecanismo político, cuya función es administrar la coerción o la amenaza de su utilización; un mecanismo cultural, establecido para administrar la información, la comunicación y el conocimiento. Todo esto puede expresarse a través de las cuatro causas de Aristóteles. Las cuatro causas aristotélicas se aplican a toda acción racional 6 El entrecomillado para la palabra «aristotélica» es un recordatorio de que Aristóteles no formuló tal teoría ni pretendió hacerlo. En este capítulo se utilizan libremente sus categorías filosóficas básicas para proponerla. 119 Armando Di Filippo y, también, a las formas de la dominación racional. Por «racional» entendemos aquí aquella acción que busca la congruencia entre medios y fines, pero esta racionalidad es puramente instrumental, en la medida que los propios instrumentos de la acción se conviertan en fines. Por ejemplo, cuando los fines del poderoso son los de adquirir más poder. La racionalidad moral es la que aborda frontalmente el significado ético de los fines que eventualmente puedan perseguirse. La racionalidad instrumental busca la eficacia y la eficiencia en la aplicación de los medios. Dicho con más precisión, administra medios con el objetivo final de obtener más medios. Tal es el caso, por ejemplo, del fin de lucro en las actividades de mercado. Toda acción racional que podamos concebir, sea la creación del universo por un Dios (si es que somos creyentes), sea la producción ejecutada por un artesano o sea la dominación de un ser racional respecto de otro ser igualmente racional, puede ser examinada atendiendo a cuatro ángulos explicativos. Esos ángulos de explicación fueron llamados «causas» por Aristóteles y deseamos adaptar ese abordaje explicativo complejo a los sistemas principales de dominación que operan en las sociedades occidentales contemporáneas. Las cuatro causas que aborda Aristóteles son la final, la eficiente, la material y la formal. En el caso de una acción racional, la causa final responde a los fines conscientes que el actor se propone, la causa material expresa aquello sobre lo cual el actor ejerce su acción, la causa eficiente es la acción misma (o la cadena de actos parciales que la constituyen) y la causa formal es el resultado concreto de dicha acción (relativamente perdurable). En el caso de la dominación racional en las sociedades humanas, la causa eficiente es la acción del sujeto dominante, la causa material es el comportamiento del objeto dominado (que también puede ser un sujeto racional), la causa formal es el resultado de la relación estructurada entre sujeto dominante y objeto dominado, y la causa final son los motivos por los cuales el sujeto dominante desea subordinar el comportamiento del objeto dominado. Aristóteles no utilizó de manera explícita sus cuatro causas para explicar un proceso de dominación, pero sí abordó la noción de poder a partir de su dupla conceptual potencia-acto. En este aprove120 Estructuras de poder y mecanismos chamiento libre de las ideas de Aristóteles, partimos concibiendo la noción de poder detentado por seres humanos en cualquier relación social, como una variante conceptual de la noción de potencia, y la noción de dominación es la actualización de la potencia. Así, la dominación es la actualización de posiciones de poder, y estas posiciones son situaciones potenciales de dominación Esta contextualización aristotélica de la noción de dominación es relativamente adaptable a los lenguajes contemporáneos de los sistemas y de los juegos. En el lenguaje de los sistemas (por ejemplo versión de Mario Bunge), el dominador y el dominado podrían considerarse los componentes del sistema de dominación social; la causa eficiente de la relación de dominación se referiría a los mecanismos dinámicos que efectivizan el proceso de dominación; la causa formal aludiría a la relación misma (dominador-dominado) ya establecida como estructura del sistema de dominación; y la causa final, a los motivos (valores, fines) por los cuales el dominador desea o necesita dominar al dominado. En el lenguaje de los juegos, por ejemplo (North,1995), más que hablar de dominación efectiva o consolidada, emerge la noción de pugna de poderes. Es una confrontación cuyo resultado no está definido, por lo tanto, la dominación definitiva sólo puede determinarse al final del proceso. Los dominadores y dominados potenciales son los jugadores; las causas eficientes que van configurando el proceso de dominación, son las jugadas individuales o por equipos con su respectiva ponderación (por ejemplo, goles anotados en un partido de fútbol); las causas formales son las reglas técnicas y sociales del juego; y las causas finales son precisamente dominar al adversario ganando el partido. El lenguaje aristotélico de las causas ha sido frecuentemente presentado y ejemplificado refiriéndose a una acción productiva, de una manera en que está muy claro desde el inicio quién es el sujeto que domina y pone la causa eficiente (por ejemplo, el artesano productor o la naturaleza entendida como una fuerza inteligente), y cuál es el objeto dominado que es la causa material (transitando desde dominado en potencia a dominado en acto). La condición del dominador (productor, creador) se identifica además porque éste pone los fines o causa final, es decir las razones por las cuales efec121 Armando Di Filippo túa el acto de dominación. Finalmente, el resultado del proceso de dominación (también producción o creación) asume una estructura dada que es la causa formal del proceso. Resulta muy importante distinguir entre poder por un lado y dominación por otro lado, donde, como dijimos, poder es dominación en potencia, o dominación es poder actualizado y ejercido.Al respecto tenemos tres momentos: el primero es el de las posiciones de poder, el segundo es el de la pugna de poder y el tercero es el de la efectivización de la dominación. Los momentos de la dominación de acuerdo con el lenguaje aristotélico Volvamos al lenguaje aristotélico de las causas y al ejemplo de la producción. El artesano productor de una estatua de mármol tiene ante sí el mármol, que es la causa material de su arte, y las herramientas que utilizará para modelarlo. Estamos en el momento de las posiciones de poder. Pero podemos preguntarnos: ¿se trata de un proceso habitual y de un artesano avezado? ¿podemos decir que el artesano está en potencia (activa) de convertir el mármol en obra de arte, y que el mármol está en potencia (pasiva) de ser convertido en obra de arte? Hay que transitar desde la potencia hacia el acto, y, en ese tránsito, es posible que nosotros como observadores externos descubramos que el artesano no conoce bien su oficio o posee herramientas inadecuadas, o que, siendo avezado, le tocó en suerte un material (mármol) imperfecto. Así, hay condiciones directas del proceso productivo que determinan las posiciones de poder de las partes interactuantes, tales como: la capacidad de acción del artesano sobre el material y la capacidad de reacción o resistencia del material. También hay condiciones indirectas o remotas, tales como: el recinto donde trabaja el artesano, su temperatura confortable o no, su iluminación, su aislamiento respecto de interferencias exteriores, etc. Estas condiciones directas o indirectas son analógicamente las posiciones de poder de las partes interactuantes. En este ejemplo hablamos en rigor de producción y no de dominación, pero la producción es un caso especial de la noción de dominación. Todo proceso de producción es un proceso de dominación del productor sobre la materia que trans122 Estructuras de poder y mecanismos forma para someterla a sus fines, pero no todo proceso de dominación es un proceso de producción. La noción de producción es una forma más sencilla o simple de la noción de dominación. En este primer ejemplo referido a la estatua del artesano, el segundo momento es el de la pugna de poder donde el artesano con sus herramientas (causa eficiente), actúa sobre el mármol (que es causa material) para transformarlo en una estatua (causa formal), con el objeto de crear un objeto bello (causa final). Hay una pugna de poder porque el mármol ofrece resistencia a la acción del artesano, y el proceso de producción de la estatua expresa precisamente esa pugna, que conduce a la dominación del artesano sobre el mármol que utiliza. El tercer momento es el de la dominación realizada (consumada, efectivizada), cuando emerge el resultado ya estructurado de la dominación, que es la estatua. Este es el momento de los valores y de los fines. Si la estatua alcanza los niveles perseguidos de perfección y belleza, entonces se habrá consumado el éxito del proceso de dominación (producción) del artesano sobre el mármol que transformó. Los momentos de la dominación de acuerdo con el lenguaje de los juegos Examinemos ahora el lenguaje de los juegos en la sencilla versión que nos expone Douglass North. Supongamos que el juego examinado es el fútbol. Los dominadores y dominados potenciales son los equipos que se confrontan. Cada uno de ellos se considera a sí mismo como causa eficiente, capaz de producir jugadas que conduzcan a la causa final, que es la victoria. Para cada equipo, el adversario es parte de la causa material, sobre la cual debe recaer el proceso de dominación. La mayoría de los deportes de equipos se juegan con un balón o pelota que es el «hilo conductor» del proceso y la causa material aparente del juego; sin embargo el objeto real sobre el cual recae la acción de cada equipo, es en realidad el equipo contrario. Dicho de otra manera, cada equipo se considera a sí mismo como causa eficiente de un proceso tendiente a transformar al equipo contrario en perdedor. Existen reglas técnicas y lúdicas (sociales) que deben respetar los equipos y que le dan al juego su identidad y especificidad (razón por la cual, digamos, se trata de fútbol y no de básquetbol). 123 Armando Di Filippo Al comienzo, el juego es una pugna de poder, pero a medida que avanza el partido, se perfila un proceso de dominación (por ejemplo, el equipo que va anotando goles, domina provisoriamente el partido). El resultado final solo será conocido cuando se cumplan las reglas que determinan la conclusión del partido. Examinemos en esta situación cuáles son los tres momentos. El momento de las posiciones de poder es el de las condiciones directas e indirectas que afectan la capacidad o probabilidad que tiene cada equipo de triunfar en la contienda. Entre las condiciones directas están, por ejemplo, el estado de preparación física y la destreza de cada jugador y de cada equipo. También estados sicológicos tales como depresión, euforia o extremo nerviosismo. Entre las condiciones indirectas están las condiciones de la infraestructura física tales como el campo de juego y los elementos que conforman su diseño y aptitud. Pero puede haber condiciones indirectas particulares a computar; por ejemplo, un partido que se celebra a una gran altitud, con mucho frío o calor, o humedad, etc., donde un equipo está acostumbrado a dichas condiciones físicas, pero el otro equipo las sufre, por no estar acostumbrado a ellas. El momento de la pugna de poder tiene lugar durante el partido mismo, y allí se verifica este cuadro dinámico, muy complejo, donde cada equipo lleva adelante su acción encaminada a dominar al otro. Son dos procesos paralelos, recíprocos y antagónicos. En ellos, los dos equipos se suponen uno a otro, pero también se oponen uno a otro. También se «necesitan» uno a otro, porque no puede haber contienda sin contendientes. El tercer momento es el de la dominación realizada. Ese momento se perfila a lo largo del partido. Así, si un equipo está triunfando con un puntaje abultado y queda poco tiempo de juego, el asunto está fácticamente definido antes de la conclusión oficial, pero las reglas de juego expresan un momento formal u oficial de declaración de la conclusión del juego. En todo caso, desde una perspectiva dinámica, el partido (contienda, encuentro, etc.) es el tránsito efectivo desde una dominación potencial o hipotética a una dominación efectiva o final, que solo tiene lugar cuando las partes aceptan, de acuerdo con las reglas de juego, que ganaron o perdieron. 124 Estructuras de poder y mecanismos En el caso del juego, el momento de la dominación marca el fin de la contienda, pero en el caso de una guerra o de la dominación de una nación sobre otra, marca el inicio histórico de una relación estructurada que se prolonga en el tiempo. Los momentos de la dominación de acuerdo con el lenguaje de los sistemas sociales El tercer ejemplo es finalmente el de mayor complejidad y se refiere a las sociedades humanas, entendidas como sistemas sociales. Este es el ejemplo que interesa profundizar en este trabajo. También aquí es vital distinguir los tres momentos de los procesos de dominación. A diferencia de los juegos (deportivos, de azar, etc.), donde las reglas técnicas y lúdicas son previas y externas al juego, en los sistemas sociales históricamente existentes en las sociedades civilizadas, las reglas van siendo modificadas por los propios actores sociales y existe una lucha permanente por imponerlas. Esas reglas técnicas y sociales son las condiciones que se van modificando; a esas variaciones denominamos cambio estructural. Un sistema social es intrínsecamente dinámico y está compuesto por actores que se vinculan a través de reglas técnicas y sociales, constitutivas de la estructura del sistema. El proceso social está movido por el comportamiento individual y colectivo de los actores, que es la causa eficiente de su dinámica, y está orientado por los fines y valores que estos sustentan. Cuando examinamos un proceso de dominación entre seres humanos, solo podemos saber cuál es la causa eficiente y cuál es la causa material del proceso, si ese proceso está históricamente estructurado y se reproduce en el tiempo. En ese caso, está claro que, por ejemplo, en un régimen esclavista, el amo con su comportamiento es la causa eficiente del proceso; el esclavo con su acción subordinada es la causa material; las reglas que impone el amo al esclavo son la forma o causa formal de la dominación; y los fines o causa final de la dominación, cualesquiera sean, los impone el amo. Suena extraño considerar causas materiales a los seres humanos, pero estos no son considerados como tales, cuando no se consultan sus fines particulares. A diferencia de lo que pide Kant, no siempre se los considera como fines, sino solamente como 125 Armando Di Filippo medios, es decir, como materia dominable, o, lo que es lo mismo, como causas materiales de la dominación. La estructuración histórica de los procesos de dominación en el ámbito de las sociedades humanas, no obedece a ningún determinismo inexorable o inmodificable, pero una vez establecida, tampoco puede transformarse con facilidad. Este punto es esencial para distinguir entre los análisis deterministas y aquellos que no lo son. Esta diferencia es, por lo tanto, muy importante para entender los mecanismos que explican el desarrollo del capitalismo y de la democracia en las sociedades occidentales. Un ejemplo histórico presentado esquemáticamente puede ser el del proceso de dominación instalado en América Latina durante la época colonial. Tendríamos tres momentos del mismo. Primero, las posiciones de poder de colonizadores y colonizados, segundo, la pugna de poder durante el proceso de conquista, y tercero, la consolidación de un proceso de dominación estable y estructurado que duró por lo menos tres siglos. (Di Filippo, 1981; Sunkel y Paz, 1970). El momento de las posiciones de poder era incierto para los dominadores potenciales, pero mirado retrospectivamente, los conquistadores tenían condiciones directas de acción más poderosas que las de los conquistados. El elemento más evidente fue el dominio de tecnologías productivas y bélicas de mayor eficacia y escala que las de los aborígenes. Además de esas condiciones (que incidieron directamente), hubo también otras importantes de carácter indirecto, como la necesidad objetiva de oro y plata que las naciones europeas en la fase mercantilista, tenían para la organización de sus economías internas. El momento de las pugnas de poder corresponde al proceso mismo de las guerras de conquista (fines del siglo xv y comienzos del siglo xvi), facilitado no solo por un mayor poder productivo y tecnológico y por una fortísima motivación adquisitiva de metales preciosos por parte de los conquistadores, sino también por la disposición al trabajo subordinado de los aborígenes, aprendido y practicado en las sociedades despóticas donde vivían. El momento de la dominación propiamente dicha, supone la instalación definitiva de la sociedad colonial, incluye causas eficientes, que son los nuevos incentivos de naturaleza coercitiva (esclavitud, servidumbre) utilizados por los dominadores para lograr la subor126 Estructuras de poder y mecanismos dinación de los dominados; causas materiales, que son los esclavos y siervos potencialmente modelables para cumplir con su trabajo subordinado; causas formales, que son el conjunto de las instituciones sociales y productivas que otorgaron estabilidad estructural al proceso de dominación (a través de ellas se administró el trabajo subordinado en las minas, en las encomiendas, en las mitas, en los repartimientos o en las plantaciones); y, finalmente, causas finales, entendidas como los fines políticos, económicos y culturales determinados por los dominadores. En América Latina el proceso de colonización convirtió fines en medios, y el objeto de los dominadores fue mantener y, en lo posible, acrecentar sus posiciones de poder, dominación política y económica. Así, por ejemplo, cuando las misiones jesuitas lograron organizar a los aborígenes guaraníes en comunidades productivas autosuficientes y pacíficas, enseñándoles técnicas productivas, bellas artes y valores católicos, estas comunidades empezaron a adquirir una gravitación que fue considerada exagerada para los intereses políticos de la corona y los intereses económicos coloniales. En consecuencia, el éxito de estas misiones les valió la expulsión, por no estar en línea con aquellos objetivos de poder. Lo específico de las relaciones de poder y de dominación en las sociedades humanas Las sociedades humanas pueden verse como un tipo de sistemas sociales, cuyos componentes básicos son seres humanos racionales, dotados por lo tanto de libertad y encuadrados dentro de reglas conscientemente interiorizadas de comportamiento habitual (instituciones), que en su conjunto constituyen la estructura de las sociedades humanas. La noción de proceso aplicada a una sociedad humana se refiere a los comportamientos humanos interactivos estructurados que denominamos relaciones sociales y que en su conjunto constituyen, dinamizan y van transformado las sociedades humanas. El punto a resaltar aquí se refiere a las nociones de libertad y de poder de los seres humanos, las que son derivadas de su capacidad para un comportamiento racional. Esto no acontece en las restantes sociedades animales, donde los comportamientos están mucho más condicionados de manera genética. Sabemos, por ejemplo, que en 127 Armando Di Filippo las sociedades de primates superiores también hay pugnas de poder, pero están vinculadas con las necesidades primarias y básicas de supervivencia, reproducción, etc. Aristóteles definía los humanos como animales racionales. Lo específicamente humano de las relaciones de dominación en las sociedades civilizadas, es precisamente la racionalidad (tanto la instrumental como la moral). Entre otros rasgos, la racionalidad humana se caracteriza por la capacidad para el pensamiento abstracto y por la complejidad, profundidad y sutileza de la comunicación lingüística. En consecuencia, las regularidades que estructuran las sociedades humanas no están dictadas solamente por las influencias genéticas y medioambientales, sino sobre todo por las instituciones, que, como el lenguaje, los propios humanos van creando en la historia de sociedades concretas. Estas instituciones son interiorizadas (sea por genuina convicción interna o por coerción externa padecida por quienes se someten a ellas) en los comportamientos cotidianos y pueden ser modificadas a través de pugnas complejas de poder que, en las sociedades que llamamos civilizadas, se traducen finalmente en la esfera política, dando lugar a determinado tipo de estados (polis, civitas). La noción de poder, cuando se aplica a la esfera de los seres humanos, se refiere a una potencia activa de carácter racional. Recíprocamente, puede hablarse de una potencia pasiva que también es de carácter racional. El mismo Aristóteles distingue entre potencias irracionales y potencias racionales. Al introducir la idea de potencia racional, Aristóteles (1999) afirma que, por ser de carácter racional, puede producir efectos contrarios, pero las potencias irracionales producen un mismo efecto: Los contrarios no se producen en el mismo ser; pero la ciencia es una potencia en tanto que contiene la razón de las cosas, y que hay en el alma el principio del movimiento. Y así lo sano no produce más que salud, lo caliente calor, lo frío la frialdad, mientras que el que sabe produce los dos contrarios. La ciencia conoce lo uno y lo otro, pero de una manera diferente. Porque la noción de los dos contrarios se encuentra, pero no de la misma manera, en el alma que tiene en si el principio del movimiento; y del mismo principio, 128 Estructuras de poder y mecanismos del alma, aplicándose a un solo y mismo objeto, hará salir ambos contrarios. Los seres racionalmente potentes están en un caso contrario al en que se encuentran los que no tienen más que una potencia irracional; no hay en la noción de éstos últimos más que un principio único. Es claro que la potencia del bien lleva consigo la idea de la potencia activa o pasiva; pero no acompaña siempre a ésta. El que obra el bien, necesariamente obra; mientras que el que solamente obra, no obra necesariamente el bien. (p.232) La condición racional humana significa, en definitiva, que los seres humanos son capaces de proponerse fines específicos y, luego, intentar adecuar los medios requeridos para el logro de dichos fines. Si hubiera unanimidad sobre cuáles son los fines «buenos» y cuáles son los fines «malos», la noción de «bien común» sería la meta general de los comportamientos humanos. Al no existir esa unanimidad, surgen pugnas de poder, asociadas a la búsqueda de fines alternativos. En consecuencia, se produce una inversión entre fines y medios. Ya que los fines no son unánimes, se impondrán los sostenidos por aquellos que cuentan con los medios adecuados. Esos son los poderosos. La distinción aristotélica entre potencias racionales e irracionales puede asociarse con el poder de la ciencia básica occidental moderna, transmutada en ciencia aplicada, y, luego, en tecnología (Bunge, 1997). La ciencia básica o pura, por ser una potencia racional (personificada en quienes detentan dicho conocimiento), puede usar la verdad que devela, sea para producir el «bien» (por ejemplo curar a los enfermos) o el «mal» (administrarles el veneno que los matará). Es bueno recordar esta ambivalencia de los efectos del poder racional, por oposición a las formas fácticas de poder irracional (el incendio de un bosque provocado por un rayo, el impacto de un aerolito, etc.). En consecuencia, en las formas racionales del poder hay márgenes de libertad y, por consiguiente, se plantea el problema ético de la legitimidad de los fines. Conviene distinguir entre la noción filosófica, genérica de potencia y las diferentes nociones aplicadas de poder, ejercido sobre entidades naturales o sobre sujetos sociales. Al respecto, observa Aristóteles (1999): 129 Armando Di Filippo Necesitamos fijar cuándo un ser es o no es, en potencia, otro ser, porque no hay potencia en todos los casos. Y así, ¿la tierra es o no el hombre en potencia? Tendrá más bien este carácter cuando se haya hecho esperma, y quizá ni aún entonces, será el hombre en potencia. En igual forma la salud no lo recibe todo de la medicina y del azar; pero hay seres que tienen esta propiedad (es decir son saludables), y son los que se llaman sanos en potencia. El tránsito de la potencia al acto para el pensamiento puede definirse: la voluntad realizándose sin encontrar ningún obstáculo exterior; aquí, por el contrario, para el ser que es objeto de la curación habrá potencia si no hay en el mismo ningún obstáculo. De igual modo la casa existirá también en potencia, si no hay nada en ella y si nada hay en la materia que se oponga a que una casa sea construida. Si no hay nada que añadir, ni quitar, ni mudar, la materia será la causa en potencia. Lo mismo sucederá con todos los seres que tienen fuera de sí mismos el principio de su producción; y lo mismo con los que, teniendo en si este principio, existirán por sí mismos, si nada exterior se opone a ello. La esperma no es aún el hombre en potencia; es preciso que esté en otro ser y que sufra un cambio. Cuando ya en virtud de la acción de su propio principio, tenga este carácter; cuando por fin tenga la propiedad de producir si nada exterior se opone a ello, entonces será el hombre en potencia; pero, es preciso para esto, la acción de otro principio. Así, la tierra no es todavía la estatua en potencia; es preciso que se convierta en bronce para tener este carácter.7 (pp. 238-239). De este párrafo notable, vale la pena resaltar la frase: «El tránsito de la potencia al acto para el pensamiento puede definirse: la voluntad realizándose sin encontrar ningún obstáculo exterior». Esta definición de Aristóteles es en sí misma una definición amplia del ejercicio del poder, ya que el poder puede ser definido –parafra Para los pensadores griegos de la antigüedad había principios materiales originarios. En algunos autores se citan cuatro elementos: la tierra, el agua, el fuego y el aire. La tierra era entonces, para estos pensadores, un elemento originario que, combinado con algún otro y tras sucesivas transformaciones, puede terminar convirtiéndose en bronce, que es la causa material de la escultura, o en espermios, que serían la causa mediata del hombre, pero solo cuando está en otro ser que la dinamiza efectivamente en tal dirección. 7 130 Estructuras de poder y mecanismos seando a Weber– como la capacidad o probabilidad de imponer la voluntad en el seno de una relación social, aun contra la oposición de los demás miembros. Cuando el pensamiento, es decir, el ser pensante impone su voluntad sin encontrar ningún obstáculo exterior, está ejerciendo su poder. En las relaciones sociales, sin embargo, es necesario prever el surgimiento de obstáculos que el dominador debe superar para imponer su voluntad. Siguiendo aquí a Bunge (1997), podemos analizar con mayor detalle las formas más complejas del poder, como es el caso del poder racional: «el poder puede analizarse como una relación binaria: el agente a ejerce poder sobre el paciente b, o Pab, para abreviar. (Las propiedades formales de P son obvias: es irreflexivo, asimétrico y transitivo)8. Si se piensa dos veces el poder resulta ser al menos una relación cuaternaria porque siempre se ejerce con algún medio c para obtener algún fin d o Pabcd, para abreviar. Sin embargo para cualquier par (medio, fin), la relación cuaternaria puede tratarse como si fuera binaria». Nótese que aquí Bunge habla del poder que se ejerce, y ese ejercicio consciente y racional del poder, si adquiere habitualidad, es lo que puede denominarse dominación. La relación cuaternaria de dominación a que alude Bunge puede analizarse (me permito sugerir) también a la luz de las cuatro causas planteadas por Aristóteles. Es claro que se trata de un uso especial de la noción de cuatro causas: a. Causa final de la dominación (d): Las cuatro causas de Aristóteles se tornan plenamente inteligibles si se parte de la causa final, es decir, del objetivo o motivación de un actor racional dado. El hecho de partir por la causa final otorga racionalidad moral (o inmoral, dependiendo de la perspectiva ética), es decir, confiere sentido pleno a las acciones bajo análisis. En el ámbito de las relaciones de poder, la causa final alude a la motivación o finalidad perseguida por el dominador para el ejercicio de su poder. 8 En teoría de conjuntos, una relación binaria se llama irreflexiva si los elementos están relacionados consigo mismos; se llama asimétrica, cuando: si un elemento está relacionado con otro mediante R, entonces ese otro no está relacionado con el primero; y transitiva cuando: siempre que un elemento se relaciona con otro, y éste último con un tercero, entonces el primero se relaciona con el tercero. 131 Armando Di Filippo b.Causa material(b): En el ámbito de las relaciones sociales de poder, la entidad sobre la cual recae la dominación es el comportamiento de un ser humano. Su rasgo esencial es que este comportamiento debe estar en potencia de ser subordinado (utilizado o transformado con arreglo a las finalidades de la acción racional). c.Causa eficiente(a): Obsérvese que si la dominación se ejerce entre seres racionales, la causa eficiente es la aplicación del incentivo de poder por parte del agente dominante. Esto es análogo con lo que sucede si se trata de un proceso de producción o apropiación que vincula a un ser racional con un objeto inanimado, en cuyo caso hablamos de apropiación o producción. d.Causa formal(c): Es la relación dominador-dominado. Es la actualización de la potencia activa del agente dominador sobre el paciente dominado. Es el comportamiento del dominado, conformado o determinado de acuerdo con la causa final, respondiendo a la acción del agente dominante. La causa formal establece una estructura de la acción que puede prolongarse en el tiempo, en donde la causa eficiente (representada por el dominador y su comportamiento) actúa sobre la potencialidad de la causa material (el dominado y su comportamiento posible) para transformarla y otorgarle una nueva forma acorde con los fines del agente dominante. La causa material, entendida como seres humanos aptos potencialmente para asumir el comportamiento subordinado (sea por temor, docilidad natural, convencimiento o lo que sea), solo puede ser entendida después de conocer los fines perseguidos por la relación de dominación. La causa eficiente, es decir, los mecanismos de que se vale el dominador para ejercer su dominación, solo pueden ser bien especificados si se conocen la causa final y los rasgos concretos del paciente subordinado. Finalmente, la causa formal de la dominación, que es el comportamiento concreto del dominado requerido para alcanzar la causa final puesta por el dominador, tampoco podría ser plenamente conocido sin un conocimiento previo de los fines, de los rasgos del dominado y de los mecanismos utilizados para lograr su subordinación. Por lo tanto, las cuatro causas se suponen recíprocamente, pero, en última instancia, adquieren sentido en función de la determinación de la causa final. 132 Estructuras de poder y mecanismos Se observó más arriba que, cuando la causa material es un ente inanimado, en vez de estar en el ámbito de la dominación, estamos más bien en el ámbito de la producción. Tal es el caso, por ejemplo, de un escultor que proyecta una obra de arte (causa final) y, con su habilidad y sus instrumentos actúa (causa eficiente), actúa sobre la materia de que dispone –por citar un caso, un trozo de mármol (causa material)–, para dejar plasmada o cristalizada una estructura (causa formal) que es expresión de lo actuado y de las reglas que guiaron dicha actuación. En el ámbito de la dominación propiamente dicha, pero ejercida sobre un ser irracional, podemos pensar en un domador o domesticador de caballos, que con sus conocimientos, instrumentos y calificaciones actúa (causa eficiente) sobre los animales (causa material), para lograr una estructura de dominación estable (causa formal) que se expresa en un jinete que controla habitualmente su cabalgadura), destinada a lograr transportarse junto con su carga personal (causa final perseguida). El ejercicio de la dominación sobre seres animados e irracionales, cuando se institucionaliza de manera habitual, se puede convertir en un proceso de producción. Por ejemplo, una granja avícola implica una causa final (producir alimentos), una causa material (aves que son la materia prima básica del proceso), una causa eficiente que son los procesos productivos ejecutados o controlados por el agente dominante (propietario o gerente de la granja), y una causa formal que es el producto (por ejemplo la carne de ave en condición de ser vendida al consumidor). Lo específico y complejo de la relación de poder, cuando se aplica a los seres humanos en las sociedades donde estos actúan, es que se trata de sustituir los fines personales o espontáneos del dominado por otros fines subordinados. El mismo procedimiento de domesticación del potro, aplicado al ser humano, puede traducirse, guardando las distancias y profundas diferencias, en un proceso de socialización y educación que lo predisponen a aceptar fines sociales fijados por quien controla la comunidad. Obviamente, existe una multitud de procesos y situaciones donde se manifiestan relaciones estructuradas y habituales de dominación. Lo que caracteriza a toda relación autoritaria o coercitiva de dominación es que los seres humanos son considerados 133 Armando Di Filippo como medios para una finalidad que puede ser externa a ellos. A eso se refería críticamente Kant cuando en sus preceptos morales, predicaba que los seres humanos deben ser tratados como fines en sí mismos y no como medios para acciones ulteriores. La relación de dominación será coercitiva o autoritaria, si los fines perseguidos por el agente dominante no son compartidos por el dominado, por lo cual se produce una disociación entre dominador y dominado, respecto de los fines que persigue cada uno en la relación de dominación. El comandante de tropas (causa eficiente) que adoctrina y entrena a sus soldados (causa material de la relación de poder) para conducirlos a la guerra y quizá a la muerte, con el objeto de ganar batallas (causa final del proceso de dominación), está probablemente alienando a su tropa, imponiéndole fines con base en diferentes tipos de incentivos que enajenan su voluntad. Los soldados, en efecto, pueden obedecer al comandante y entrar en batalla por múltiples razones: lucro, amor a la patria, lealtad y respeto a su jefe, o miedo a enfrentar una corte marcial que los ejecute por cobardía o desobediencia. Lo característico del proceso de dominación «duro y puro» es que los fines del dominado no necesariamente coinciden con los del dominador, pero aquel se ve obligado a adoptarlos como si fueran sus propios fines. Cuando las relaciones de dominación están estructuradas, son el cimiento principal de los sistemas sociales y el fundamento de la existencia de clases sociales. Podríamos decir con Bunge (1999), que una clase social es un grupo social cuyos miembros están relacionados con personas de otros grupos por alguna relación de dominación. Empezaremos por aclarar que la expresión «dominación de clase» no debe tomarse literalmente, porque sólo los individuos pueden dominar o ser dominados, directamente o por poder. En otras palabras, los términos o relata de una relación de dominación son individuos y, más precisamente, animales, en particular seres humanos. Diremos que un animal domina a otro en cierto respecto si y sólo si el primero hace que el segundo se comporte regularmente de cierta manera en las misma circunstancias. Los animales subhumanos sólo pueden 134 Estructuras de poder y mecanismos dominar por la fuerza o por el sexo. En cambio un ser humano puede dominar a otro en muchos respectos: por la fuerza, por persuasión o sugestión, económicamente, culturalmente, políticamente, etc. En otras palabras, hay varias clases de dominación humana, y cada una de estas clases contiene varios miembros. Tan es así que un individuo puede dominar a otro en un respecto, al mismo tiempo que es dominado por el segundo en otro respecto. Por ejemplo, el ministro domina políticamente a sus subordinados, pero estos pueden dominar burocráticamente al primero. (pp.53-54). Este entrecruzamiento de acciones de dominación es muy importante, porque genera una interacción que, si alcanza estabilidad, puede dar lugar a estructuras complejas de poder y de dominación que están más allá de los fines particulares que se proponen los actores. El cambio de estructuras Conviene plantear de entrada un par de distinciones fundamentales. La primera relacionada con el carácter dinámico de la realidad social, y la segunda vinculada con el papel de los seres humanos en los procesos sociales. En primer lugar, las cuatro causas, cuando se aplican a la esfera de lo social, se refieren a sistemas concretos que son intrínsecamente dinámicos. Por lo tanto, hay una cierta tensión entre las nociones de estructura y proceso. En efecto, una estructura alude a la reproducción más o menos estable de un conjunto de instituciones y organizaciones sociales, dotadas de instrumentos materiales e intelectuales específicos. La noción dominante es la de proceso, ya que todo el universo está en permanente cambio, y las sociedades humanas concretas, como componentes de ese universo, también lo están. Entonces, cuando hablamos de estructuras, nos referimos a la reproducción relativamente estable de un conjunto de instituciones, organizaciones y relaciones sociales habituales. En suma, una estructura social es en realidad un proceso social que se reproduce sin mayores cambios. Por lo tanto, sería erróneo considerar que el proceso es «dinámico» y la estructura es «estática». Si por «estática» entendemos 135 Armando Di Filippo «inmovilidad», ninguna estructura social es estática porque todos sus componentes son intrínsecamente dinámicos. La que puede ser estática es la visión o modelo con el cual nos representamos la estructura. Pero entonces nos referimos a un sistema abstracto, teórico, que hemos construido en nuestra mente. Esta construcción intelectual se justifica, ya que un proceso puede reproducirse dentro de sus marcos estructurales sin grandes cambios, por largos períodos de tiempo. En ese caso, la estructura que siempre es dinámica, experimenta un tipo de cambio estable en el que se reproduce a sí misma. A los científicos sociales nos conviene conocer, haciendo uso de una visión estática, los patrones que regulan dicho cambio estable. En una perspectiva de largo plazo como la adoptada en este trabajo, el tema históricamente significativo es el del cambio estructural. En este caso, el proceso no se reproduce de manera esencialmente igual. Se rompe la inercia del pasado porque están actuando nuevas fuerzas o poderes que es necesario develar. Toda sociedad humana es un sistema social estructuralmente asimétrico, fundado en posiciones de poder y relaciones de dominación, con base en las cuales el sistema se reproduce. El cambio estructural de un sistema social humano es un cambio en las estructuras de dominación (de sus reglas y sus instrumentos materiales), y va acompañado de un cambio en los sistemas de fines y valores que orientan el comportamiento social de los dominadores. En consecuencia, el uso de las cuatro causas o de los cuatro interrogantes que organizan nuestra indagación científica de las sociedades humanas, debe referirse, primero, a los seres humanos que las conforman; segundo, a la estructura que se toma como punto de partida, la que se supone estable (de lo contrario, no sería un punto de partida); tercero, debe referirse al cambio estructural de ese mismo sistema social, (cambio en las reglas y en los instrumentos de la vida social) que guarda correspondencia con un cambio en las relaciones de dominación prevalecientes en una sociedad; y cuarto, este cambio supone una modificación en el sistema de fines legítimos impuesto por los dominadores. 136 Estructuras de poder y mecanismos Un mecanismo fundamental y transhistórico del cambio social Pregunta diferente es la de saber cuál es la causa eficiente de última instancia, que produce un cambio en los sistemas de dominación y regímenes políticos de las sociedades humanas. No cualquier cambio en el sistema de dominación es posible, solo aquel que pueda alcanzar cierta estabilidad estructural. De lo contrario, el cambio en el sistema de dominación puede conducir al colapso de las sociedades humanas bajo análisis. El regímen establecido por las clases dominantes tiene que ser reproducible, es decir, debe lograr estabilidad estructural. El tránsito desde un régimen a otro, depende en alto grado de la capacidad técnica, económica, cultural y política de reproducir el sistema bajo nuevas pautas estructurales. Aristóteles, leído sistémicamente, distingue en la polis, entre: sus componentes (las «partes» de la ciudad, correspondientes a los actores sociales definibles), su estructura (las asimetrías de poder económico, productivo y cultural) y sus mecanismos de dominación que definen el «modus operandi» del régimen político. La causa de que existan muchos regímenes políticos es que toda ciudad tiene varias partes. Observamos, en primer lugar, que todas las ciudades están constituidas por casas (familias); vemos luego que de esta multitud, forzosamente unos han de ser ricos, otros pobres y otros de posición media, y que los ricos tendrán armas pesadas, mientras que los pobres carecerán de ellas. Vemos también que del pueblo, una parte es la de los agricultores, otra la de los comerciantes y una tercera la de los artesanos. También hay diferencias entre la gente notable, de acuerdo con su riqueza y la magnitud de su patrimonio, como, por ejemplo, en la cría de caballos (no es fácil, por cierto, dedicarse a ella si no se es rico; por eso antiguamente en aquellas ciudades cuyo poderío dependía de sus caballos existía una oligarquía; se servían de sus caballos en la guerra contra los pueblos vecinos…). A esas diferencias de riqueza se añaden también otras debidas unas al linaje, otras a la virtud o a algún rasgo semejante que describimos como parte de la ciudad cuando hablamos sobre la aristocracia. 137 Armando Di Filippo Determinamos entonces, en efecto, cuántas son las partes necesarias constitutivas de toda ciudad. Esas partes a veces participan todas en el régimen político, a veces pocas y otras veces muchas. Resulta en consecuencia manifiesto que debe haber varias formas de régimen político, que difieren entre sí específicamente, pues las partes que los constituyen también difieren entre sí específicamente. Un régimen político es el sistema de los poderes (magistraturas), que todos se distribuyen, sea según el poder de quienes participan en el gobierno, sea según alguna otra igualdad común a todos: quiero decir, por ejemplo, el poder de los pobres o de los ricos o alguno común a ambos. Es preciso entonces que haya regímenes políticos como ordenamientos basados en las predominancias y en las diferencias entre las partes. (Aristóteles, 2005, pp. 234-236). Así, dentro de las sociedades humanas de la Grecia antigua, Aristóteles deja abierta una cierta combinatoria variable, atendiendo a los rasgos definitorios de los actores sociales (las partes de la ciudad) y a las estructuras que los vinculan (las posiciones relativas de poder). El régimen político refleja esas diferencias, que esencialmente parecen depender en todos los casos del control de los recursos (clases ricas, clases medias y clases pobres). Estas variaciones estructurales se verifican en el interior de los sistemas sociales del mundo antiguo que Aristóteles observa. Su conocimiento de la historia es profundo, pero se refiere a la civilización donde le tocó vivir: sociedad esclavista donde la ciudadanía se reservaba a una fracción muy minoritaria de las partes de la ciudad. Sin embargo, su intuición casi profética le permite esbozar una hipótesis que, dicha de manera sencilla y en un solo párrafo, constituye una verdadera filosofía de la historia; una, según la cual, el cambio técnico en los instrumentos de acción y de producción es el fundamento del cambio histórico profundo en las relaciones de dominación: Así como para las artes que tienen una esfera definida, si es que han de cumplir acabadamente su tarea, sería forzoso que existieran los instrumentos apropiados, así también el administrador doméstico debe disponer de 138 Estructuras de poder y mecanismos instrumentos adecuados. Algunos de los instrumentos son inanimados, mientras que otros son animados (por ejemplo, para el piloto, el timón es inanimado pero el vigía es animado, pues en las artes el que presta servicios pertenece a la clase de los instrumentos); así también, una posesión es un instrumento para la vida y la propiedad es un conjunto de instrumentos, y el esclavo es una posesión animada, y así cualquiera que preste un servicio es como un instrumento anterior a los demás instrumentos. Pues si cada instrumento pudiera cumplir su tarea propia, al recibir una orden o al anticiparse a ella, como se cuenta de las estatuas de Dédalo o de los Trípodes de Hefesto, que según dice el poeta, entraban por sí solos en la asamblea de los dioses, del mismo modo las lanzaderas tejerían por sí solas, y los plectros ejecutarían la cítara, y los arquitectos no tendrían necesidad alguna de servidores ni los amos de esclavos. (Aristóteles, 2005, pp. 63-64). Esta reflexión de Aristóteles se refiere a una filosofía de la historia que expresa una hipótesis de cambio social de larguísimo plazo (se está cumpliendo más de dos mil años después de haber sido expuesta). La posibilidad técnica de hacer innecesarias las formas alienadas y subordinadas del trabajo humano mediante el uso de las tecnologías de la información (tic), es el rasgo más profundo y perdurable, capaz de modificar de manera irreversible las estructuras de dominación. ¿Son las nociones de poder y de dominación científicamente verificables? El hecho de que se acepte la unidad esencial del mundo material y la naturaleza sistémica de los objetos del estudio científico, no significa que deban ignorarse las profundas diferencias entre la naturaleza de los procesos sociales y la de los procesos más propios de las ciencias físico-naturales. En el estudio de las ciencias físicas y naturales, los humanos examinan desde afuera a su objeto de estudio, en tanto que en las ciencias sociales participan en cierto sentido (puesto que son seres humanos) del objeto investigado. Esto determina que el investigador no puede evitar el adjudicar 139 Armando Di Filippo una causa final o una racionalidad moral específica a los comportamientos de las personas de las sociedades que investiga. En el caso de las ciencias sociales, no se puede ignorar el aspecto ético y teleológico del comportamiento humano. Se hace necesario, por lo tanto, distinguir entre tres nociones con significado diferente (Bunge, 1999), las que varían de acuerdo con el tipo de sistema social que se estudia: a) las leyes científicas, es decir, hipótesis o teorías susceptibles de ser verificadas por los métodos de la ciencia aplicables a todas las situaciones del tipo estudiado; b) los valores sustentados por las personas en las situaciones del tipo estudiado; y c) las instituciones formales e informales, entendidas como normas interiorizadas de comportamiento habitual en la vida social. Las relaciones de dominación entre seres racionales suponen el control de las motivaciones que mueven el comportamiento de los seres dominados. Me refiero a los incentivos de que se vale el dominador, los que se transmutan en valores perseguidos (de buena o mala gana) por el dominado; en nuestro ejemplo anterior de la batalla serían amor a la patria, lealtad o admiración al jefe, obtención de dinero, temor al castigo, etc. Surge entonces la pregunta respecto de si es posible analizar de manera científica las relaciones sociales que involucran fines o valores humanos. Esto significa una importante diferencia que Bunge (1999) examina de la siguiente manera: Volvamos a la cuestión de las leyes (en el sentido de generalizaciones científicas) sociales. Supongamos, para facilitar la discusión, que conocemos algunas generalizaciones sociales confiables, y preguntémonos si bastan (junto con los datos pertinentes concernientes a las circunstancias) para explicar y predecir cualquier posible hecho social. Nuestra respuesta es negativa, porque la gente es inventiva y sustenta valores, y los sistemas sociales satisfacen reglas de diversas clases hechas por el hombre –entre ellas normas legales y morales-, además de leyes. De allí que la explicación o el pronóstico de un hecho social puedan requerir cuatro conjuntos de premisas y no dos: enunciados de leyes, valuación, reglas y datos empíricos. 140 Estructuras de poder y mecanismos Así explicar o predecir el hecho observable de que un individuo o grupo de la clase C se embarca en acciones de tipo A puede requerir las siguientes premisas: Ley: En sistemas sociales de la misma clase C, el hecho (estado o suceso) B sigue al estado o suceso A, siempre o con cierta frecuencia (constante o mudable conforme a leyes con el paso del tiempo). Valuación: Los individuos de sistemas sociales de la clase C perciben el hecho B como óptimamente valioso (o sólo satisfactorio). Regla: Tratar de obtener lo que parece ser óptimamente valioso (o sólo satisfactorio). Dato: El individuo, o grupo en cuestión, perteneciente a un sistema social de la clase C, intenta hacer que se produzca el hecho A. (p. 45). La argumentación de Bunge sobre el status científico de la explicación de los hechos sociales, da cómoda cabida a las nociones de poder y de dominación, aunque esta conexión se propone en el presente trabajo y no compromete su opinión. Ejemplifiquemos la lógica del párrafo anterior en el ámbito de las reflexiones económicas. Por ejemplo, intentemos explicar o predecir el hecho de que los trabajadores carentes de propiedad (aparte de su propia capacidad laboral) en el capitalismo (grupo de la clase C) se ofrezcan en el mercado de trabajo (acciones de tipo A). Para ello hace falta partir de las siguientes premisas: a.Ley: En (sub)sistemas sociales capitalistas (de la misma clase C), la obtención de un ingreso salarial personal o familiar (estado o suceso B) sigue a la obtención de un empleo en el mercado de trabajo (estado o suceso A). En términos de poder, esto significa una situación de dependencia por parte de los trabajadores que requieren de un ingreso para vivir, el que a su vez depende de la obtención de un empleo remunerado. Pero esta situación de dependencia exige conocer previamente las necesidades y, de manera más general, los valores de los trabajadores implicados. b.Valuación: Los trabajadores carentes de propiedad en subsistemas sociales capitalistas (grupo de la clase C) perciben la obtención de un ingreso (estado o suceso B) como valioso. 141 Armando Di Filippo Aquí se expresa la noción de incentivo, es decir, la idea de ingreso operando simultáneamente como «garrote» (si se niega) o «zanahoria» (si se entrega). c.Instituciones vigentes o reglas sociales interiorizadas: Las estructuras de poder y las expectativas recíprocas de comportamiento inducen a los trabajadores a tratar de obtener un ingreso salarial (evento B) como objetivo valioso o socialmente necesario para la supervivencia. Esa norma interiorizada de comportamiento habitual deriva de la posición de poder (o de impotencia) ocupada por los actores en la estructura económica de la sociedad. d.Dato: Se trata de lograr una percepción verificable por diferentes medios (encuestas, registros estadísticos habituales, etc.), de que los trabajadores asalariados responden en cierto grado y medida a la estructura de dominación establecida por el capital. Como es obvio, en esta interpretación de un proceso social, lo que genera incertidumbre respecto de la explicación científica es el campo de los valores y las reglas. Así, en el ejemplo del comandante y los soldados, citado en la sección anterior, la explicación de la batalla será diferente según cuáles sean los valores que inducen a los soldados a luchar por la victoria: defensa de un ideal, patriotismo, lucro, temor, confianza y lealtad al jefe, etc. Sin embargo, es probable que algunos de ellos no tengan claro el valor que legitima su decisión a luchar, pero sí tienen clara una norma coercitiva que está institucionalizada: «todo soldado debe estar dispuesto a arriesgar su vida en la batalla (o a perderla ante una corte marcial)». En conclusión, volviendo a las implicaciones epistemológicas, la validación de una ley científica en ciencias sociales no solo exige la verificación empírica proveniente del dato, sino también un examen de los valores y las normas que orientan los comportamientos humanos. Ética, poder y dominación En el curso de este trabajo, se explorará una opción ética que fue abandonada a partir de la época de la Ilustración. Este viraje con respecto a la ética de los clásicos de la antigüedad es explicado por Hume con base en la ilegitimidad del tránsito desde el «es» al «debe ser». En virtud de esta distinción, a partir de la Ilustración no puede 142 Estructuras de poder y mecanismos considerarse a la ética como una disciplina susceptible de ser examinada científicamente. En otras palabras, según Hume y otros pensadores afines, la validez no puede derivarse directamente de la facticidad. Sin embargo, los valores que pueden analizarse científicamente son la expresión de lo que las personas son o hacen. Respecto de lo que las personas son, es necesario estudiar la naturaleza humana. Las condiciones biológico-ambientales de vida humana nos dicen que para nuestra especie el aire y el agua puros son buenos porque nos ayudan a vivir, y así podríamos citar otros ejemplos obvios asociados a nuestra dimensión biológica. Pero también es posible deducir otras reglas científicamente verificables respecto de las condiciones de nuestra vida racional. Para un gato devorar un pescado es un manjar, pero para una ardilla no lo es. El ser de los seres humanos no solo se refiere a sus rasgos definitorios transhistóricos, sino también a los existenciales, ya que cada ser humano concreto existe de manera igualmente concreta, y a partir de esa existencia concreta, define cuáles son los fines o valores que les permiten existir y, por lo tanto, son buenos para él. Esto no significa legitimar cualquier forma de existencia, pero sí entender cuál es el mecanismo a través del cual los seres humanos encuentran buenos ciertos fines y no otros. Significa en suma, ponerse en el lugar del otro y tratar de entender desde esa posición cuáles son sus fines y sus motivaciones. La relación causal va desde los seres humanos concretos y sus comportamientos hacia los valores, y no al revés. Como hemos visto, los valores imperantes en una sociedad no se entienden si no existe alguna claridad sobre los sistemas principales de dominación que en ella prevalecen. Esto no significa que no existan valores humanos transhistóricos que se presentan en toda civilización humana. Ellos resultan de un conocimiento de los rasgos esenciales de todo ser humano. Es decir, resultan de lo que toda persona es. En este sentido transhistórico, carente de todo esencialismo o trascendentalismo, es posible hablar de naturaleza humana o condición humana. Pero los valores humanos están históricamente situados y, por lo tanto, no se descubren a partir de una noción abstracta, sino de la noción concreta de existencia humana, es decir, de seres humanos concretos que actúan en circunstancias concretas. Mario Bunge (1997) resume esta noción diciendo: 143 Armando Di Filippo Los valores son relaciones entre objetos, por una parte, y sujetos evaluadores por la otra. Más precisamente, los valores son propiedades disposicionales complejas: no son cualidades inherentes a las cosas, los acontecimientos o los actos o entes conceptuales valiosos, sino relaciones potenciales que se actualizan en las circunstancias que hacen que ciertas cosas, acontecimientos, actos o entes conceptuales sean juzgados como valiosos, en algún respecto, por alguna unidad social (persona o grupo). En efecto, un análisis preliminar de los juicios de valor más sencillos da como resultado la siguiente forma: x es valioso en el respecto R para la unidad social U en las circunstancias C y a la luz del cuerpo de conocimiento K.(pp. 142-143) El análisis de los juicios de valor al que alude Bunge en la cita anterior, respecto de que las explicaciones en ciencias sociales deben incluir mención explícita de valores y normas, puede explicitarse valiéndonos del mismo ejemplo de la sección anterior y decir que la obtención de un ingreso familiar es un comportamiento valioso, en economías capitalistas para trabajadores que dependen de su trabajo para sobrevivir, hecho ampliamente conocido por la posición habitual ocupada por estos trabajadores en el sistema económico. Los valores más extendidos y unánimemente aceptados en una sociedad dada se suelen vincular a la satisfacción de las necesidades más elementales de las cuales depende la supervivencia de los más pobres. Esta noción de lo necesario para sobrevivir se vincula así a lo valioso, dando lugar a la secuencia hecho-valor. Como señala Aristóteles, la interdependencia de las necesidades sociales es el lazo unificador básico de la vida social. Desde este punto de vista, la habitualidad e interdependencia de las interacciones humanas deriva de las necesidades humanas. Si distinguimos entre necesidades humanas esenciales y necesidades humanas existenciales, las primeras provienen de la naturaleza o esencia humana (animal racional y político), que es universal, objetiva y está dada transhistóricamente; y las segundas (necesidades existenciales) son particulares, también objetivas, pero históricamente situadas. Las necesidades existenciales derivan de las necesidades esenciales y 144 Estructuras de poder y mecanismos les otorgan una existencia históricamente situada en sociedades concretas y experimentadas por seres humanos concretos. Vistas desde el ángulo individual del necesitado, esas necesidades son condiciones para transitar desde la potencia hacia el acto, es decir, para transitar desde un momento de privación hacia un momento de satisfacción. Ese tránsito es también un salto desde un momento de relativa impotencia (carencia de libertad) a un acrecentamiento relativo de libertad, en un proceso dinámico que se encuadra en las estructuras que definen el sistema. Son, como observa Bunge, «relaciones potenciales que se actualizan en las circunstancias que hacen que ciertas cosas, acontecimientos, actos o entes conceptuales sean juzgados como valiosos, en algún respecto, por alguna unidad social (persona o grupo)». Por lo tanto, las necesidades que brotan de la vida social exigen bienes, es decir, instrumentos valiosos. Poder, dominación y escasez en el ámbito de los mercados La noción de escasez está en el meollo de las categorías económicas y de los mecanismos de mercado. Sin embargo, la escasez, tal como esta se presenta en los mercados capitalistas, no es un dato natural sino una relación entre cantidades demandadas y ofrecidas. Por lo tanto, la escasez es un resultado no solo del entorno natural, sino también de las estructuras de poder. Vistas desde el ángulo individual del agente en posición de poder que controla los satisfactores, las necesidades humanas son condiciones para transitar desde una situación de poder no ejercitado, a otra situación efectiva de dominación. El poseedor, y por lo tanto proveedor potencial del satisfactor requerido para lograr el tránsito desde la privación hacia la satisfacción, está en una posición (situación) de poder. Cuando esa posición de poder está institucionalizada y se ejerce, por ende, de manera habitual e interdependiente, puede emerger una estructura de dominación. El sujeto que, en el marco de instituciones capitalistas de mercado, actúa como «dominado potencial» depende del «dominador potencial» porque este controla de manera socialmente estructurada, algún satisfactor cuya privación convierte al dominado potencial en una persona que carece de la libertad (autonomía personal) de actualizar las potencialidades vitales que le permiten su autorrealización en algún campo 145 Armando Di Filippo o dimensión de la realidad (sea ésta económica, biológico-ambiental, cultural o política). Desde este ángulo, los bienes económicos definidos por su utilidad y su escasez pueden ser instrumento de dominación de mercado, a través de mecanismos que generen la escasez. Sin embargo, toda relación estructurada de dominación en el ámbito de los mercados crea una interdependencia que se manifiesta en grados diferentes. La diferencia radica en la gravedad de las privaciones que experimentan dominador y dominado si la relación de dominación se quiebra. El anterior es un principio general que trasciende el ámbito de las relaciones capitalistas de mercado. Un esclavo rebelde puede ser privado de la vida, un soldado desertor puede ser ejecutado, un trabajador asalariado en huelga puede quedar privado de sus medios de subsistencia, etc. En cambio, por el lado de los dominadores, cuando se quiebra la relación de dominación, la gravedad e intensidad de las privaciones suele ser menor. En las economías capitalistas, el objetivo del proceso productivo no es la satisfacción de las necesidades humanas, sino la generación de ganancias, y por lo tanto, la producción depende de la tasa de ganancia capaz de alcanzarse con una demanda efectiva dada que debe ser satisfecha. En consecuencia, la escasez relativa, medida por la coincidencia en el tiempo entre cantidades demandadas y ofertadas, queda determinada por la magnitud de esa demanda efectiva y de la tasa media de ganancia perseguida por los oferentes. Puesto que la administración de satisfactores requeridos para abastecer las necesidades humanas tiene un componente técnico, la esfera de las técnicas productivas de satisfactores es un componente necesario de esas relaciones de dominación, y el cambio técnico generalizado en la esfera de la producción (como claramente lo percibió Marx) determina diferentes tipos de épocas históricas y sociedades humanas. Cada época histórica determina, por lo tanto, diferentes situaciones potenciales de dominación. Aristóteles anticipó que el advenimiento de los robots (instrumentos que reemplacen los servidores y trabajadores humanos, anticipándose incluso a los deseos de sus amos) tendría efectos poderosos sobre las estructuras de dominación social. Sin embargo, la escasez de un producto en las sociedades capitalistas no se mide por la cantidad del mismo que la sociedad 146 Estructuras de poder y mecanismos puede ofertar ante la cantidad que las personas necesitan, sino ante la cantidad demandada por aquellos que pueden pagar su precio. Por eso, aún en la era contemporánea, las hambrunas que producen mortandad no implican necesariamente una escasez física o material de los productos, sino solo mecanismos restrictivos de mercado. 7. Aristoteles: justicia y poder Las nociones de justicia y de poder en Aristóteles La noción de justicia forma parte de las propuestas éticas y políticas de Aristóteles, y sus reflexiones teóricas sobre economía se verifican siempre en un trasfondo ético y político. Todo lo contrario de la noción de mercado como entidad autónoma autosustentable que encuentra en su propia lógica, puramente contractual, los elementos de equilibrio y equidad que sus teóricos «mercadistas» contemporáneos le adjudican. Las ideas del estagirita son el nexo estratégico que vincula la teoría económica del valor y de los precios con la teoría de la justicia. En efecto, toda relación social puede ser examinada a la luz de la teoría de la justicia y, por supuesto, tal es el caso de toda transacción de mercado. Para Aristóteles el punto de partida personal o propiamente humano de su concepto de justicia es el concepto de virtud, pero una virtud practicada para otros. El ejercicio de la virtud, como sabemos, es un hábito. Por lo tanto, desde esta perspectiva personal, el ejercicio de la justicia es un hábito de virtud practicado para otros. De este modo la noción de justicia en Aristóteles, por incluir la noción de hábito, se funda en la noción de institución (regla habitual de comportamiento). Desde un ángulo social, la noción aristotélica de justicia se funda en la noción de igualdad, pero la justicia distributiva alude a una igualdad proporcionada al mérito de las partes que participan en la distribución, en tanto que la justicia reparadora o legal (también denominada conmutativa) se funda en una igualdad directa respecto del valor de las cosas que se intercambian. En el Libro Quinto de su Moral a Nicómaco(1997), dedicado precisamente a la «Teoría de la Justicia», el primer tipo de igualdad (asociado a la noción de justicia distributiva) Aristóteles lo explica acudiendo a la geometría o a la teoría de las proporciones (capítulo 147