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UNIVERSIDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA XXVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN "EDUCACIÓN Y CIUDADANÍA " Las Palmas de Gran Canaria. Noviembre de 2008 ADDENDA Este documento está sujeto a los derechos de la propiedad intelectual protegidos por las regulaciones nacionales e internacionales. DOCENCIA Y COMPROMISO CIUDADANO. (Addenda a la tercera ponencia) Joan Andrés Traver Martí, jtraver@edu.uji.es. Universitat Jaume I. Castelló Francisco Marco Viciano, marcof@edu.uji.es. Universitat Jaume I. Castelló Andrea Francisco Amat, amatandrea@hotmail.com. “No todo lo que hagamos cambiará las cosas o podrá cambiarlas, sobre todo cuando nuestra acción no parta de la información correcta o cuando se base en una concepción simplista del contexto más amplio en el que nos movemos” (Trevor Gale y Kathleen Densmore, 2007: 18). 1. Sobre nuestra condición humana. Como nos recuerda Savater (1997), el ser humano encuentra su razón de ser en un imperativo: es un deber moral llegar a ser humano, humanizarnos. Los humanos nacemos para la humanidad. En esta misma pretensión encuentra su pleno sentido la educación, convirtiéndose así en una necesidad vital para las personas. Una necesidad y un medio para ejercer como humanos, desarrollar nuestras capacidades y potencialidades, pero también para iniciar la búsqueda del sentido de nuestra existencia y acabar con la insatisfacción paradójicamente provocada por nuestra toma de conciencia (Fullat y Mèlich, 1995). Como colectivos organizados, los seres humanos conformamos núcleos o redes de convivencia que denominamos sociedades. Las estructuras sociales regulan, soportan y hacen posible las relaciones entre sus miembros, aseguran su supervivencia y existencia pero, al mismo tiempo, necesitan continuar en el tiempo, perpetuarse o transformarse para hacer posible su objetivo. La educación, desde este punto de vista, se convierte también en una herramienta, un medio al servicio de un interés y una necesidad social: mantener, transmitir y mejorar las estructuras sociales que hemos creado, que nos acogen, posibilitan y aportan sentido a nuestra existencia. Cualquier sociedad necesita formar a sus miembros, a sus ciudadanos y ciudadanas, para poder alcanzar estas finalidades. 1 Las cuestiones relativas a qué significa humanizar o humanizarse; cómo se hace esto; qué necesitamos o en qué consiste; qué tiene todo esto que ver con las estructuras y formas de organización social, con nuestra relación con la naturaleza y el resto de seres vivos que nos acompañan; qué papel debe jugar la cultura y qué capacidad de decisión, obligación o elección debe presidir nuestras acciones en todo este proceso, constituyen el entramado básico sobre el que se apoyan las finalidades que deben presidir el hecho educativo. Son cuestiones abiertas sujetas a planteamientos axiológicos, de valor, que hacen de la educación un acto que siempre toma partido. Implícita o explícitamente, en aquello que dice o aquello que niega, o que incluso silencia, aboga siempre por unos estados preferenciales de existencia o relación frente a otros. Referirse, pues, a modelos de ciudadanía o a modelos sociales para concretar las finalidades es una cuestión que no se puede rehuir. Debemos plantearnos, por lo tanto, la educación como un problema ético que debe responder a por qué, para qué y con qué legitimidad educar. Cuestiones que de manera ineludible deberían estar presentes en el ejercicio responsable y comprometido de la docencia. 2. Sobre la ciudadanía. Nuestra addenda se centra en el análisis de las repercusiones que para la docencia tiene educar en el ejercicio de una ciudadanía participativa, crítica y comprometida. Partimos de la idea de que los modelos sociales educativos y de ciudadanía se encuentran íntimamente relacionados y además cada uno de ellos precisa también de una forma de entender y llevar a la práctica el compromiso docente. Si nos situamos en el nivel C de la clasificación de Ayuste y otros (2008), que culmina los dos anteriores –el estrictamente legal y el de la toma de conciencia y responsabilidad ciudadanas-, el aprendizaje del ejercicio de una ciudadanía participativa, crítica y comprometida presupone que el sistema de relaciones sociales es necesariamente 2 dinámico e inconcluso –no definitivo- y que la concreción histórica de ideales tales como la libertad, la igualdad y la justicia social no agotará su impulso transformador de la vida de las personas y sociedades. Los sistemas democráticos, en palabras de Elboj y otros (2002: 35), “no se mueven únicamente como resultado del poder y del dinero, sino que existen muchas y significativas acciones orientadas por la solidaridad, que constituyen una base para fomentar la democracia”. Ahora bien, la mejora del sistema social puede situarse en un contínuum que va desde aquellas actuaciones que paliando las imperfecciones del sistema no siempre lo ponen en cuestionamiento hasta aquellas otras en las que nos comprometemos con su transformación. Las primeras tendrían que ver con la ciudadanía participativa que se define como “solidaria”, la segunda con la “transformadora”. Para la ciudadanía solidaria la solidaridad pasa a ser un complemento de la justicia que intenta atenuar sus imperfecciones. Para la ciudadanía transformadora la solidaridad cambia de estatus y pasa a ser dinamismo del propio sistema social al asumir como propio el proyecto de los demás con los que nos solidarizamos (Traver, 2005). Esta segunda vía nos lleva irremediablemente al camino de la transformación. Para trabajar la ciudadanía participativa es necesario educar en la solidaridad, el compromiso, la participación, el diálogo y la capacidad crítica. Elementos que deberían estar en la base de una propuesta de mínimos que pretende caracterizarse por su universalidad. Mínimos sobre los que, desde el respeto a la diferencia, al disenso necesario, al debate y a la enriquecedora divergencia de opiniones, compartir diálogos que nos permitan ir construyendo una sociedad más justa desde la voluntad de entendimiento con nuestros semejantes. Desde este punto de vista el conflicto emerge como motor de las propuestas educativas. Tal y como apuntan Ayuste y otros (2008:12): “A la ciudadanía democrática no se la puede formar -ni en la escuela ni en 3 ninguna otra parte- ocultando los debates o disensos existentes. Lo que ocurre es que el tratamiento de las cuestiones socialmente controvertidas debe hacerse en la escuela respetando escrupulosamente determinadas condiciones procedimentales que eviten cualquier forma de beligerancia manipuladora, coactiva o excluyente; y ello debería valer tanto para las escuelas públicas como las privadas, para las ideológicamente plurales como para las que cuentan con un ideario particular”. Estas condiciones procedimentales podrían inicialmente concretarse en aspectos tales como que el disenso constituye la dinámica natural de las relaciones interpersonales que cuando se articula en un debate racional en el que se explicitan las relaciones de poder crea las condiciones mínimas para evitar la manipulación y la exclusión. Avanzamos así hacia el establecimiento de un diálogo igualitario en términos de poder - que no de conocimientos- en el que, como apuntan Aubert y otros (2004), se tienen en cuenta la validez de los argumentos aportados en lugar de la posición de poder o privilegio de las personas. La función del educador (tanto en la escuela como en la familia o en los medios de comunicación) consistirá en utilizar estrategias de planteamiento y concreción buscando la eficacia en el debate. Lo fundamental será dar a pie a la formulación de las preguntas y discursos relevantes y a los tiempos que integren los estados cognitivos, afectivos, etc. de los participantes en el debate. Evitar la manipulación, la coacción y la exclusión en el debate pasa necesariamente por evitar la utilización de pseudoargumentos que mediante la inclusión de elementos dogmáticos finiquitan cualquier posibilidad de discusión, por utilizar criterios de validez argumentativa frente a criterios basados en el poder, y por pensar como, recogen Elboj y otros (2002) o Aubert y otros (2004), que todas las personas tenemos una inteligencia cultural desde la que podemos participar y aportar elementos al enriquecimiento del debate. 4 3. Sobre los modelos sociales y educativos. Cuando nos planteamos el por qué y para qué de la educación, hemos de atender al modelo social hacia el que queremos ir. Por eso, las propuestas educativas han de plantearse la formación de una ciudadanía capaz de construir la sociedad que desea. Pensar en la escuela como un espacio en el que la formación ciudadana es clave, como afirma Castells (1997), debería significar formar personas capaces de construir sus identidades personales y colectivas, compartir la vida unidas y sentirse solidarias y tolerantes con las otras, a partir de una construcción activa de lo que son, de lo que sienten y de los códigos culturales que impregnan sus experiencias y realidades vitales. Los modelos sociales y los modelos educativos a ellos asociados mantienen fuertes similitudes respecto a las estructuras básicas de organización y de funcionamiento, así como a los valores, las normas y la visión moral que los fundamentan. Tanto unos sistemas como otros se pueden clasificar según la cantidad y el grado de entropía y neguentropía que albergan. En uno de los extremos del contínuum podemos situar los modelos sociales que por definición buscan la propia perpetuación, no admiten desequilibrios en el propio sistema e intentan aislarlos o anularlos para que no afecten el orden social establecido. Las propuestas educativas con ellos asociados se orientan al aprendizaje de mantenimiento (Botkin, Elmandjra y Malitza, 1979), donde lo realmente importante es la perpetuación de la estructura del sistema frente a la dimensión conflictiva de la agencia humana que vive en ella y que acaba siendo colonizada. Los sistemas sociales autoritarios, como las dictaduras, son un triste ejemplo de esto. Por contra, en el otro extremo se encontrarían aquellos sistemas sociales que en su propia definición se orientan al cambio y la transformación social. Admiten los desequilibrios sociales como cuestionamientos del propio sistema y adecuan la 5 resolución de los conflictos a la reformulación del sistema que los origina. Las posibilidades de resolución y mejora se encuentran implícitas en las fuerzas neguentrópicas y, por lo tanto, el aprendizaje perseguido será el innovador (Botkin, Elmandjra y Malitza, 1979). Dentro de esta opción están los modelos sociales que Carr (1991) identifica como modelos morales de democracia, y que Held (1992), Cortina (1993) o Gale y Densmore (2007) caracterizan como democracia participativa o democracia radical. Entre los dos extremos se sitúan otros modelos que, aunque en su propia definición no buscan radicalmente su perpetuación, admiten la posibilidad de que aparezcan desequilibrios sociales que hace falta corregir. Estos modelos intentan resolver los desequilibrios sin variar en esencia el sistema social de partida, adecuando la resolución del conflicto a su perpetuación. Sus propuestas de aprendizaje tienen también un marcado carácter de mantenimiento, aunque muestran apariencia innovadora. En este caso, el sistema también acaba colonizando el mundo de la vida aunque mediante formas y procedimientos menos autoritarios. Es el caso de casi todos los sistemas sociales liberales basados en los modelos de la democracia representativa y de mercado. MODELOS SOCIALES MODELO DE ORGANIZACIÓN MODELO DE FUNCIONAMIENTO AUTORITARIOS Vertical, lineal: piramidal Autoritario: mandamiento de responsabilidades y tareas VALORES Y NORMAS Imposición del consenso: ausencia de negociación. MORAL IMPERANTE Dogmática: moral de los gobernantes MODELOS EDUCATIVOS DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Vertical ramificado De gestión: distribución de tareas y delegación de responsabilidades Consenso mayoritario: negociación de mercado. Predominio de las mayorías. Hegemónica: moral de las clases satisfechas PERSPECTIVAS OBJETIVISTATRANSMISIVA Y FUNCIONALISTA PERSPECTIVAS CONSTRUCTIVISTA Y FUNCIONALISTA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Horizontal De construcción: asunción de responsabilidades compartidas Consenso argumentativo: negociación democrática, práctica y dialógica. Compartida: cultura de la negociación y la participación democrática PERSPECTIVA COMUNICATIVA Tabla 1. Tabla comparativa de las características relacionales entre los modelos educativos y sociales (Adaptado de: Traver 2005). 6 Los sistemas sociales representados por los modelos de la democracia radical o participativa y los modelos educativos que buscan la transformación social desde planteamientos basados en la participación comunitaria, la construcción social del conocimiento, la cultura de la negociación, el diálogo y la participación democrática, son los que se encuentran fuertemente vinculados con los principales rasgos que caracterizan una ciudadanía participativa. Una vez enmarcado este nivel de ciudadanía desde los modelos sociales y educativos con los que se encuentra relacionado, pasaremos a analizar, a partir del trabajo de Gale y Densmore (2007), la caracterización de una docencia comprometida con el sueño de la solidaridad humana, la transformación y la emancipación social. 4. Sobre el compromiso docente. Para Gale y Densmore (2007), existen al menos tres grandes cuestiones que influyen de manera importante en la comprensión y el ejercicio comprometido de la docencia: el aislamiento docente - que desde una cultura profesional arborescente nos aboca a un grave problema de individualismo competitivo-, la falta de diálogo y entendimiento -ensombrecida por una profesionalidad rápida, corporativista y una desmedida obsesión por la eficiencia-, y una escasa cultura de participación e implicación social -que nos lleva a minusvalorar de forma importante y dolorosa nuestro trabajo y la misión que como educadores tenemos encomendada-. Aceptar este hecho de manera pasiva hace que el profesorado pueda sentirse fácilmente superado por las dimensiones de los problemas a los que debe enfrentarse. No obstante, la historia nos ofrece buenos ejemplos que muestran algunas claves para afrontar estas cuestiones y ejercer una influencia positiva en las vidas presentes y futuras de nuestro alumnado y la comunidad a la que pertenecemos. Influencia positiva que debería partir de una concepción de la enseñanza como cuestión pública y no sólo 7 como un asunto privado, y un papel distinto de los profesores como activistas políticos en las comunidades y no como observadores pasivos (Gale y Densmore, 2007). El maestro debe considerar la influencia de la familia y del medio, desarrollando los recursos necesarios para hacer extensiva su acción educadora, dado que el destino de sus alumnos es la vida social, la acción en una comunidad. Para Gale y Densmore (2007), la implicación del profesorado en la reconstrucción de una escuela al servicio de la justicia social a través de medios democráticos viene dada por tres elementos íntimamente relacionados: La democracia radical. Concepto de democracia que nos acerca al planteamiento deweyano de entender la escuela como un lugar privilegiado para vivir la democracia de manera participativa. La disposición crítica para con la sociedad. Cuando se tiene una disposición socialmente crítica existe una preocupación por las desigualdades sociales de manera que orientamos nuestro trabajo hacia un cambio social positivo El activismo político. Esta cualidad, fruto de los dos elementos anteriores, viene definida por una naturaleza abiertamente política y un carácter emancipador e implica necesariamente una dimensión política colectiva. A menos que el profesorado se impliquen en proyectos políticos de mayor alcance, sus esfuerzos en el ámbito escolar no obrarán por sí solos los beneficios que buscan. • Creer que las personas corrientes pueden tener un verdadero poder de toma de decisiones sobre aquellas cuestiones que más les afectan. • DEMOCRACIA RADICAL Asumir la obligación de transformar las prácticas cotidianas para favorecer un análisis y un cambio de aquellas normas y símbolos que acostumbran a ser indiscutibles, de forma que dejen de resultar opresivos. • Apoyar al individuo a la vez que hacen avanzar la comunidad. • Ejercitar y desarrollar sus habilidades creativas y de resolución de conflictos participando en la vida de la comunidad. • Ayudar a otras personas y evolucionan ellos mismos con la participación en labores comunes • Participar en la producción de conocimiento, tanto a nivel global como local. 8 • DISPOSICIÓN CRÍTICA Permitir que profesorado y alumnado analicen su situación en el seno de una sociedad cada vez más estratificada. • Ayudar a otras personas a identificar y reaccionar contra las injusticias que se han impuesto a lo largo de la historia en todo el mundo. • Mantener ideales de justicia social, garantizando que los recursos y oportunidades se destinen en primer lugar a quienes más los necesitan y que los procesos de la escuela tengan en cuenta las diferencias culturales y respondan a ellas. • Hacer campaña por un aumento de los fondos destinados a la educación, así como por un reparto que permita una mejor redistribución de los mismos. ACTIVISMO POLÍTICO • Implicarse en los intentos de compensar o de poner fin a los ciclos de desigualdades, obstáculos e injusticias. • Pensar más en términos de “nosotros” y no tanto en términos de “yo”. • Asumir la necesidad de colaborar estrechamente con otras personas para lograr un cambio duradero. Tabla 2. Características del profesorado en cada uno de los elementos La presencia de estos tres elementos propicia el caldo de cultivo necesario para que se puedan dar experiencias educativas profundamente renovadoras. Sin olvidar, como se ha apuntado, la necesidad de conocer en profundidad, analizar, debatir y transformar el contexto actual. En este sentido, la Educación en Medios (Aparici, 2003; Masterman 1993; Pérez Tornero, 2000; entre otros) encaja con el modelo educativo comunicativo y puede aportar elementos para el diálogo intersubjetivo sobre la llamada “sociedad de la información” (Castells, 2001) y sus consecuencias. Pero para que todo ello sea posible, muchos hombres y mujeres comprometidos con la profesión del magisterio, hacen de estos elementos piezas centrales de su ideario y acción pedagógica. Hombres y mujeres anónimas que nos ofrecen un ejercicio de coherencia y el compromiso ciudadano necesario para repensar en la actualidad, parafraseando a Gale y Densmore, una agenda de democracia radical para la escuela. 4. BIBLIOGRAFIA. APARICI, R. (Coord.) (2003): Comunicación educativa en la sociedad de la información. Madrid: UNED. AUBERT, A.; DUQUE, E.; FISAS, M. y VALLS, R. (2004): Dialogar y transformar. Pedagogía crítica del siglo XXI. Barcelona: Graó. 9 AYUSTE, A.; MAR, M.; PAYÀ, M. y TRILLA, J. (2008): Educación de las personas adultas y formación para una ciudadanía participativa. Ponencia 3 presentada al XXVII Seminario Interuniversitario de Teoría de la Educación “Educación y ciudadanía”. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad de las Palmas de Gran Canaria (http://www.ucm.es/info/site/27seminario/documentos.htm) BOTKIN, J.W.; ELMANDJRA, M. y MALITZA, M. (1979): Aprender, horizonte sin límites. Informe al Club de Roma. Madrid: Santillana. CARR, W. (1991): "Education for Citizenship". British Journal of Educational Studies, Vol. 39, nº 4, pp. 373-385. CASTELLS, M (1997): “Identidades”. El País 20/12/97, p.13. CASTELLS, M. (2001): La era de la información. Vol 1 La sociedad red. Madrid: Alianza Editorial. CORTINA, A. (1993): Ética aplicada y democracia radical. Madrid: Tecnos. ELBOJ, C; PUIGDELLÍVOL, I; SOLER, M. y VALLS, R.(2002): Comunidades de aprendizaje. Transformar la educación. Barcelona. Graó. FULLAT, O. y MÈLICH, J.C. (1995): “Del animal insuficiente a los valores”. En J. Noguera (ed.), Cuestiones de antropología de la educación. Barcelona: CEAC, pp. 17- 60. GALE, T. y DENSMORE, K. (2007): La implicación del profesorado. Una agenda de democracia radical para la escuela. Barcelona: Octaedro. HELD, D. (1992): Modelos de democracia. Madrid: Alianza Editorial. MASTERMAN, L. (1993): La enseñanza de los medios de comunicación. Madrid: Ediciones la Torre. PÉREZ TORNERO, J. M. (coord.) (2000): Comunicación y educación en la sociedad de la información. Barcelona: Paidós. SAVATER, F. (1997): El valor de educar. Barcelona: Ariel (6ª ed.). TRAVER MARTÍ, J.A. (2005): Trabajo cooperativo y aprendizaje solidario: Aplicación de la técnica puzzle de Aronson para la enseñanza y el aprendizaje de la actitud de solidaridad. TDX. Networked Digital Library of Theses and Dissertations, (URN: TDX-0729105-120500). 10