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LA NOCION DE ACCION EN ANTHONY GIDDENS El desarrollo realizado por Giddens, en relación a la tensión dilemática entre “el agente y la estructura”, o entre “el actor y el sistema”, es uno de los aportes mas interesantes que se ha hecho, desde la sociología, al análisis de la acción humana.. El punto desde el que parte su reflexión tiene que ver con la caracterización que hace este autor de la “ vida cotidiana”, a la que asigna un carácter rutinizado. La tesis inicial de Giddens es que la mayor parte de las actividades cotridianas carece de motivación directa. En lugar de suponer que todo “acto” tiene su correspondiente “ motivo”, propone entender el término “motivación “ por referencia a procesos que se encuentran conectados por las relaciones sociales que los individuos mantienen en las prácticas de rutina de la vida diaria. Para entender con mayor claridad la visión que Giddens tiene sobre este asunto, es necesario detenerse brevemente en el modo en que articula la organización psíquica del individuo. En lugar de la clásica división de Freud en “ ello”, “ yo”, y “super-yo”, Giddens prefiere hablar de “ conciencia práctica” ( que no debe ser entendida como equivalente a ello), “ conciencia discursiva” ( comparable al ámbito del super-yo), y “sistema de seguridad básica” ( relacionada al yo). Lo que Giddens desea poner en evidencia son las dificultades que crea la clasificación freudiana en el ámbito explicativo de la acción, y mas específicamente, de la motivación. Para Freud todas las actividades están motivadas ( aún las aparentes casualidades o “ errores”, ya que tendrían su orígen en motivos inconscientes). La vida humana sería así, un “agregado de actos” donde siempre hay un agente. Giddens rechaza esta idea porque señala que la vida cotidiana ordinaria resulta, en mayor o menor medida de un marco de “ seguridad ontológica” que expresa una autonomía de gobierno corporal, dentro de rutinas predecibles. ( Ya veremos a que se refiere con “seguridad ontológica”, idea que toma de Erikson ). La clave aquí es entender que Giddens, sin rechazar la existencia de motivaciones reflexivas e inconscientes, sostiene que la mayor parte de nuestras acciones cotidianas no se motoriza en tales ámbitos. 1 El “ yo”, siendo un rasgo esencial del registro reflexivo de una acción, no puede ser identificado ( en Giddens) con el agente ni con el propio ser. Por “ agente” o “actor”, entiende al sujeto humano localizado en el espacio- tiempo corpóreo de un organismo vivo; y por “ propio ser” no se refiere a una mini agencia en el interior del agente, sino a la suma de las formas de recordación por las cuales el agente – reflexivamente- define lo que se sitúa en el orígen de su acción. Por lo tanto, propio ser, cuerpo, y memoria se relacionan intimamente. He señalado que Giddens sostiene que la vida cotidiana ordinaria incluye un marco de seguridad ontológica que expresa una autonomía de gobierno corporal dentro de rutinas predecibles. Los orígenes psicológicos de esta tienen que ver con mecanismos básicos del control de la angustia. La generación de sentimientos de confianza en otros ( que es el estrato mas profundo del sistema de seguridad básica) proviene en lo sustancial de rutinas predecibles y de “dispositivos protectores” que adoptamos para vivir. Erikson ( en “Childhood and Society” ) distinguió una secuencia de etapas en el desarrollo de la personalidad . Las primeras fases parecen asociadasen general- a resoluciones de necesidades o tensiones nacidas de la conformación física del organismo. La interacción entre infante y madre forma un estrato en el desarrollo del inconsciente: “ ni “movimiento corporal” ni “ gobierno del cuerpo” tienen un sentido semejante al que adquieren cuando intervienen en una “acción” en el caso del adulto. Erikson distingue tres polaridades sucesivas que se asocian (con la transformación del cuerpo) en un instrumento para “ actuar- en- el mundo”. 1) Confianza básica versus Desconfianza básica El recién nacido es un haz de impulsos con ciertos mecanismos homeostáticos de ajuste, de base genética, y actúa en un medio extraño. El primer logro social del infante es su anuencia a permitir que la madre ( proveedora de cuidado y protección) desaparezca de la vista sin excesiva angustia o ira, porque ella ha pasado a ser una certeza interior; una “predictibilidad” que resulta de una serie de imágenes y sensaciones interiores recordadas y anticipadas. ( Confianza 2 equivalente aquí a fe que opera sobre el trasfondo de una angustia difusa). La madre es ya un representante del “ otro generalizado”. 2) Proyección versus Introyección La expansión de la autonomía del infante, vinculada a su gobierno del cuerpo como elemento de acción ( expansión que experimenta una transformación colosal con el dominio del lenguaje) le ofrece al niño la oportunidad de preservar una privacidad corporal y una integridad propia. La polaridad confianza- desconfianza ( como mecanismo para dominar la tensión) muta en otra cuyos extremos son proyección e introyección. La introyección asimila certeza interior con bondad exterior. La proyección asocia perjuicio interno con malevolencia externa. Esta polaridad es mejor comprendida si se la expresa en términos de “ autonomía versus duda o vergüenza. Ninguno de los dos polos es bueno o malo en sí mismo ( la autonomíapor ejemplo- puede expresarse tanto en codicia, como en la capacidad de cuidar de sí mismo). Para Erikson , la vergüenza – en el infante- deja fuertes “ huellas residuales” en el sistema de seguridad del adulto, quien tratará de evitar las angustias provocadas por dicha vergüenza, en las “ ocasiones sociales” 3) Iniciativa versus culpa La tercera fase culmina en el dominio de un lenguaje sintácticamente elaborado. El potencial dramático de esta fase está dado por la conjunción de la demanda de reprimir el apego temprano a la madre, unida a las capacidades que pasan a formar parte de este proceso, en tanto coincide con un gran salto adelante en destrezas linguísticas. Es una fase de iniciativa porque otorga al niño el gobierno interior necesario para aventurarse mas allá de los confines inmediatos de la familia. Pero esto se adquiere a costa de una represión que puede pagarse con la angustia nacida de la culpa. En conjunto, las tres fases representan un movimiento progresivo hacia la autonomía, que se debe entender como el fundamento de la capacidad para el registro reflexivo de una conducta ( autonomía derivada de una orientación generalizada a evitar la angustia y preservar la autoestima, contra el ser inundado por la vergüenza y la culpa). 3 Giddens sostiene que un sentimiento de confianza en la continuidad de un mundo de objetos, así como la trama de la actividad social, tienen su orígen en ciertas conexiones especificables entre el agente individual y los contextos sociales a través de los cuales ese agente se desenvuelve en el curso de una vida cotidiana. No podemos comprender al sujeto si no consideramos las rutinas de vida cotidiana por las que el cuerpo pasa y que el agente produce y reproduce. Una rutina es inherente tanto a la continuidad de la personalidad del agente, cuanto a las instituciones de la sociedad que son tales, tan solo en virtud de su reproducción continuada. El examen de la rutinización permite explicar la relación entre el sistema de seguridad básica y los procesos constituídos reflexivamente, inherentes al carácter episódico de los encuentros. La naturaleza psicológica de la rutina puede ser mejor entendida, si se observan situaciones en las que los modos establecidos de lo diario se ven radicalmente sacudidos; circunstancias que amenacen las certidumbres de rutinas institucionalizadas. Giddens ofrece el ejemplo de los campos de concentración. El desarreglo extremo de las formas acostumbradas de vida social como resultado de las condiciones brutales, la amenaza continua, y la efectiva violencia, generaban profundos cambios de personalidad, y aún cuando los nuevos prisioneros procuraban tomar distancia psicológica y mantener los modos de conducta asociados con su vida previa, esta “ iniciativa”, este núcleo autónomo, se corroía rápidamente . La autonomía basada en las rutinas ordinarias de la vida cotidiana, y la sensación de futuridad en que se desenvuelve la “ duración” de la vida social, se desvanecía en la impredictibilidad de tales sucesos. Solo sobrevivían quienes conservaban alguna pequeña esfera de gobierno sobre su vida cotidiana. La vida social cotidiana supone una seguridad ontológica fundada en una autonomía de gobierno corporal dentro de rutinas y encuentros predecibles. Pero, el carácter rutinizado de las sendas a lo largo de las cuales los individuos se mueven en el tiempo de la vida diaria, no ocurre casualmente. Se lo hace ocurrir por los modos de registro reflexivo de una acción, que los individuos sostienen en circunstancias de copresencia. 4 Los agentes son capaces de producir las condiciones de confianza o seguridad ontológica dentro de las cuales se vuelve posible canalizar y administrar tensiones. Por eso, Giddens afirma que muchos de los rasgos específicos de un encuentro cotidiano no tienen motivación directa. Mas bien existe un compromiso motivacional generalizado para realizar prácticas habituales, a lo largo de un tiempo y un espacio. En el curso de sus actividades diarias, los individuos se encuentran entre ellos en contextos situados de interacción (en copresencia). Esta copresencia ancla en la espacialidad del cuerpo; en una orientación hacia otros. En este punto Giddens está siguiendo a Merleau Ponty, quien dice que el cuerpo no ocupa un espacio- tiempo exactamente en el mismo sentido que los objetos materiales, ya que el cuerpo es el centro de formas de acción y percatación que definen su unidad. Las relaciones espacio- temporales de presencia centradas en el cuerpo, no tienen por eje una “espacialidad de posición”, sino una “espacialidad de situación”. El “ aquí” del cuerpo designa la situación del cuerpo activo, ordenado hacia sus tareas. La actividad del cuerpo en el fluir de una acción, está incluida en la seguridad ontológica o actitud de confianza en la continuidad del mundo y del propio ser; envuelta en la duración de la vida cotidiana. La continuidad de la vida ordinaria sería imposible si intentáramos someter cada cosa a inspección. Cada acontecimiento hace elevar a la conciencia un haz de “intenciones” que surgen del cuerpo, como “ lo posible”. Giddens rastrea en la obra de Irving Goffman la cuestión de las rutinas en la vida cotidiana, y rescata en dicho autor una notable indagación de los nexos entre conciencia discursiva y conciencia práctica, en los “ contextos de encuentros”. Ahora bien, la pregunta que le interesa abordar a Giddens es la siguiente: ¿ Por qué los agentes siguen precisamente esas rutinas? 5 Para contestarla, se demora en las tipologías de interacción desarrolladas por Goffman ; en especial, en la que este denomina “ ocasiones sociales”. Las ocasiones sociales son encuentros que interesan a una pluralidad de individuos ( entendiendo que encuentros o reuniones presuponen el registro reflexivo mutuo de una conducta en co-presencia ). Una “ocasión social” estipula el contexto social estructurante donde una pauta de conducta se suele reconocer como la apropiada. Toda una variedad de aspectos rutinizados de la vida diaria ( como la jornada de trabajo) son de esta especie. Para Giddens, es clave resaltar que los que parecen intercambios breves y triviales, adquieren mas sustancia si se los vé como inherentes a la naturaleza interactiva de una vida social. La rutinización de encuentros tiene importancia para ligar el encuentro fugaz a una reproducción social. La “duración” de la vida cotidiana, tal como la vive cada individuo, es un fluir continuo de actividad. La duración de la actividad puede ser puesta entre paréntesis por un momento reflexivo de atención del sujeto. Esto es lo que ocurre cuando se nos pide razones de algo. Pero la duración de una vida diaria también es puesta entre paréntesis por la apertura y el cierre de encuentros. Los actores cotidianos darán importancia a “marcadores de paréntesis” cuando las actividades que ocurren durante el encuentro, sean divergentes respecto de las expectativas normales de la vida cotidiana. La mayoría de los encuentros que forman parte de la serialidad de la vida social, ocurren contra el fondo de las “reuniones celebradas en ocasiones sociales”. En las destrezas de interacción que los actores revelan en la producción y reproducción de encuentros, lo notable -para Giddens- es su anclaje en una conciencia práctica. El “tacto” (un acuerdo conceptual latente entre quienes participan en contextos de interacción) parece ser el principal mecanismo que sustenta una confianza o seguridad ontológica por diversos recorridos de espacio- tiempo. 6