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VII Congreso SEAE Zaragoza 2006 Nº 206 BIODIVERSIDAD, PRODUCCIÓN Y RIQUEZA A. Cervera i Iglesias Dpto. Lóxica e Filosofía Moral. USC; Facultade de Humanidades- Campus de Lugo; Dirección electrónica: annacer@lugo.usc.es RESUMEN La sociedad globalizadora en la que vivimos, precisa la homogenización de culturas y cultivos. Esto no se consigue espontáneamente, ya que la tendencia natural es la dispersión y diversificación, sino que se precisa de una fuerza coercitiva que fuerce la nodiferenciación. El motivo último de la estructura económico-social homogenizadora, es económico. Se trata de optimizar la producción a través de la imposición de un control centralizado y exhaustivo de materias primas, recursos y mercados. El precio de este tipo de producción es la pérdida de la diversidad tanto biológica como cultural. Palabras clave: Globalización, sostenibilidad, diversidad cultural, interculturalidad, ecoética. EL CULTIVO DE LO UNIFORME El cultivo de lo uniforme es un componente esencial de la globalización en la que vivimos. En un mundo que gira según las necesidades de una economía tendente a la homogeneidad y al control centralizado, la diversidad siempre es molesta. Se busca el control global de las materias primas, el mercado único y las leyes de comercio estandarizadas. Esto exige la uniformidad previa de cultivos y culturas. El pánico a la diversidad, entendida como dispersión que dificulta el control, es una de las características de las economías postindustriales. Pero esta tendencia no es natural y el temor a la dispersión no es innato. De hecho, la vida, tiende naturalmente a la diversidad. La vida se despliega espontáneamente en diversidad y variedad, poniendo, a través de esa febril espontaneidad interna, las formas de la naturaleza. Es por eso, que el intento de homogenización de la globalización, precisa de dos componentes para poderse llevar a cabo: En primer lugar, precisa generalizar la idea de que la diversidad, es una amenaza, un mal, un desvío, una deficiencia o una distorsión a corregir. En segundo lugar, como decíamos que no es espontánea, la homogeneidad precisa ser impuesta a la fuerza. No se puede mantener la uniformidad de cultivos y culturas sin un control centralizado y sin el uso de la fuerza. Es necesario, pues, justificar la violencia con la que se persigue y se destruye la diversidad. VII Congreso SEAE Zaragoza 2006 Nº 206 El cultivo de lo uniforme conlleva la violencia ecológica, entendida como una presión sobre diversas especies de la naturaleza, violencia que genera la extinción de algunas de ellas. Los monocultivos no son espontáneos y su mantenimiento se consigue sólo a través de la presión sobre otras especies, con lo que se genera desestabilidad ecológica. El sólo hecho de imponer el monocultivo, ya supone violencia contra el resto de especies del medio. Los monocultivos son, a mayores, insostenibles: tienen como característica amplificar cualquier pequeño desequilibrio ecológico. La sostenibilidad y la diversidad están ligadas ecológicamente, porque la diversidad permite una autorregulación e interacciones múltiples, que pueden reparar una perturbación ecológica en cualquier parte del sistema. El gran error de la Revolución Verde fue justamente ignorar esto. Las variedades mejoradas de semillas que se impusieron, desplazaron la gran variedad de cultivos tradicionales. Esto significó una erosión de la biodiversidad. En las sociedades agrarias preindustriales, cada zona del planeta, cultivaba unas variedades adaptadas al medio. Existían unos enemigos naturales para las plagas de los cultivos, que controlaban la producción final. Una plaga podía arrasar una variedad pero nunca toda la cosecha entera. Pero el cultivo de lo uniforme no acaba aquí. La imposición homogénea de cultivos y planes agrícolas para integrarse en un sistema económico global, provoca la pérdida de identidad de culturas y pueblos y la desintegración de regiones. La globalización cultural engendrada por la violencia, genera más violencia: cuando las condiciones de vida de los individuos de una zona pasan a ser controladas por fuerzas externas y los sistemas de control internos del grupo se debilitan, los individuos se aferran a su identidad desesperadamente. Cuanto más lejano es el origen del control y más difícil su identificación, la supuesta identidad se torna más abstracta, hasta que las supuestas señas de identidad se transforman en fisuras que enfrontan violentamente sectores sociales que convivían en un mismo espacio sin demasiados problemas. ¿HOMOGENEIDAD Y RIQUEZA? Existe la idea bastante generalizada, de que los sistemas de producción basados en la diversidad son poco productivos. Las economías agrarias de muchas comunidades de países subdesarrollados, dependen de los recursos biológicos. Para ellos, la biodiversidad es un objeto de consumo pero también un medio de producción. La sostenibilidad de su actividad, base de su supervivencia, depende de la conservación y regeneración de los recursos biológicos a su alcance. Pero la tecnología basada en propiciar la biodiversidad de esas comunidades, es considerada atrasada y primitiva, y se impone como necesario, reemplazarla por tecnología avanzada. Ya es momento de exponer que la elevada productividad de los sistemas uniformes y homogéneos, es una categoría construida que responde a un análisis unidimensional de la situación. La supuesta baja productividad de los sistemas de producción basados en la diversidad, y alta productividad de los otros, no es una medida científica sino una VII Congreso SEAE Zaragoza 2006 Nº 206 evaluación sesgada que prioriza los intereses comerciales y el imperativo económico, y prescinde de todo el resto. Las prácticas agrícolas tradicionales, han tenido siempre una productividad muy elevada: cuando los inputs externos son prácticamente nulos, la producción siempre es muy alta. No se puede comprobar científicamente que a partir de la Revolución Verde se haya incrementado la productividad, si atendemos a los recursos empleados, la dimensión humana y al impacto ecológico generado. Tampoco hay argumentos para defender la teoría (que esgrimen, curiosamente, las empresas de agroquímicos), de que las variedades y técnicas impuestas por la Revolución Verde, son una buena manera de preservar la biodiversidad. El argumento, falaz, de estas empresas, se basa en la afirmación de que las variedades de alto rendimiento, están reduciendo la superficie cultivada (ya que al aumentar la producción pueden reducir el espacio) y así preservando millones de hectáreas de biodiversidad. Pero la realidad es que, la poca tierra liberada de la producción para preservarla, ha sido destinada a la cría industrial de ganado para abastecer a las sociedades del Norte con los productos de lujo que demandan. La presión sobre el terreno, no sólo no ha descendido, sino que ha aumentado al tener que cultivar los productos desplazados por la cría de ganado o por el monocultivo, a otras tierras. Francesca Bray1, hace un análisis del supuesto incremento de la productividad por el monocultivo y las nuevas tecnologías: En un estudio en el que se comparan los policultivos tradicionales y los monocultivos industriales se muestra que un sistema de policultivo puede producir 100 unidades de comida a partir de 5 unidades de “input”, mientras que un sistema industrial requiere 300 unidades de “input” para producir esas mismas 100 unidades. Las 295 unidades de recursos desperdiciados podrían haber producido 5900 unidades de comida adicional. Por tanto, el sistema industrial conlleva una reducción de 5900 unidades de comida. Vandana Shiva, hace otra apreciación: en lugares donde la mano de obra es escasa y por tanto cara, las tecnologías que desplazan el uso del trabajo, pueden considerarse productivas o eficientes. Pero en la inmensa mayoría del planeta, la mano de obra es más que abundante, y por tanto ese desplazamiento de la fuerza de trabajo debido a la tecnología, debe considerarse improductivo ya que genera pobreza, desposeimiento y destrucción del modo de subsistencia. La sostenibilidad de un sistema productivo, además de la producción económica, debe soportar dos análisis: sostenibilidad de los recursos naturales y sostenibilidad del modo de subsistencia. Los modos de producción agrícola que introducen las sociedades transnacionales, exigen justamente lo contrario, el desplazamiento de los pequeños agricultores y de las mujeres, que se conciben, simplemente, como un excedente de población. La conservación de la biodiversidad va unida a la conservación de los medios de subsistencia. Las comunidades y los agroecosistemas autoorganizados y 1 Bray, F. 1994. Agricultura for Developing Nations. Scientific American.. pag. 33-35 VII Congreso SEAE Zaragoza 2006 Nº 206 descentralizados generan diversidad. La globalización genera cultivos y culturas uniformes y consume diversidad. LAS MALAS CUENTAS DE LA ECONOMÍA GLOBAL Hilkka Pietila2 hablaba de la existencia de tres economías en la Economía capitalista. Una es la economía libre, que consiste en el núcleo no monetario de la economía. Supone el trabajo no remunerado dedicado a satisfacer las actividades propias y las de los más allegados: ayuda a la familia, cooperación entre vecinos, etc. Otra es el llamado sector protegido por medios oficiales que incluye: alimentación, salud, escuelas, cultura, vivienda. Finalmente está la economía encadenada, que se ocupa de la producción a gran escala, importaciones, exportaciones, condiciones internacionales de comercio, competencia, etc. Para la economía capitalista sólo existe la última. La llamada por Vandana Shiva3, economía de la naturaleza, que englobaría a las dos primeras, no existe. La economía de la naturaleza informaría de la regeneración del medio ambiente y de la economía de subsistencia pero es invisible a los ojos de la economía mundial. La mayoría de economistas denominan a la economía encadenada, economía libre. Este concepto es, a todas luces, inadecuado porque en realidad está íntimamente relacionada y depende de los otros campos. Cuando la economía libre empobrece, sufre un retraso o un déficit (cosa que ocurre con cierta frecuencia), los otros dos sectores pagan el precio para devolverle la salud. Entre los costes ocultos que genera el desarrollo están las cargas que se le imponen al medio generando situaciones de colapso medioambiental y destrucción ecológica. Es también en esos momentos de déficit de la economía libre cuando se producen periodos de reajuste estructural, programas de austeridad, recortes de gasto público, descenso de los salarios, etc. Medidas que afectan al bienestar y a la calidad de vida de los individuos. Podemos decir que el incremento de producción y la generación de riqueza se generan robando la riqueza de la naturaleza y de los individuos más pobres del planeta, ya sea mediante la destrucción deliberada de la biodiversidad o mediante la contaminación biológica involuntaria de especies y ecosistemas. Según Pietila, no existe la economía libre. La economía no puede reducirse a un análisis del PNB. Debe computar el resultado de la actuación humana sobre el medio y el nivel de bienestar de los individuos. La economía capitalista medra de espaldas a la vida y a los individuos. Crece consumiendo recursos y deteriorando variedad biológica. Es, pues, un crecimiento falso, un engaño. En realidad este crecimiento no es más que una redistribución de la riqueza: de la variedad y riqueza de los ecosistemas naturales a las manos de las empresas 2 3 Pietila, H. 1985. Tomorrow Begins Today,. Workshop. Nairobi. Shiva, V. 1993. Ecofeminismo. Icaria. Barcelona. pag. 115 VII Congreso SEAE Zaragoza 2006 Nº 206 multinacionales que la explotan; de los pueblos y las culturas que viven regenerando el medio, integrando su acción en los ecosistemas naturales, aprovechando la biodiversidad, a las manos de quien rige el comercio mundial y las leyes de propiedad de los recursos. BIODIVERSIDAD: ¿PROPIEDAD DE QUIÉN? Occidente lleva años intentando definir la biodiversidad del planeta (no olvidemos que la mayor riqueza biológica del planeta se encuentra en el cono Sur, en países subdesarrollados que bordean el ecuador), en términos de Recursos Genéticos Globales. Con esto pretende conseguir la autoridad necesaria para dirigir la vía de la productividad y la explotación de los recursos, y regir, por tanto, los designios del planeta. Pero no olvidemos que la biodiversidad pertenece a un ecosistema concreto, no es global como los océanos o como la atmósfera. Aparece ligada a un medio y no es transportable. Un ecosistema no puede fraccionarse en partes y repartirse; un ecosistema es un todo conjunto en el que la actividad humana debe de integrarse preservándola. El aprovechamiento de esos recursos genéticos pertenece al grupo integrado en ese ecosistema y es su medio de vida. Todo lo demás hay que entenderlo como un expolio de la naturaleza y un robo a los pueblos. El proyecto occidental de desarrollo se plantea como una fuente de crecimiento y abundancia. Pero esta visión es falsa: al destruir la variedad y el dinamismo interno del suelo, se suscitan carencias y conflictos nuevos. En las sociedades occidentales, es la escasez, y no la abundancia, como se pretende hacer creer, lo característico. Un cálculo conservador de las repercusiones de la llamada liberalización del consumo de alimentos, indica que el número de personas que pasarán hambre en el futuro, sigue en aumento a pesar de la tecnología que vende la optimización de la producción. El sistema productivo y de distribución del capitalismo (el librecambio) implica incremento de hambre y pobreza en el mundo. Las sociedades transnacionales efectivamente incrementan sus beneficios pero a expensas de la satisfacción de las necesidades alimentarias de la población. En Occidente ya nada es sagrado, todo tiene un precio. En estas sociedades la estrechez de miras es escandalosa. La intolerancia a la diversidad y las diferencias culturales enfrentan una comunidad contra otra. Según Rostow4, el enfrentamiento se produce como reacción a un Estado homogeneizador; un Estado que basa su desarrollo cultural y económico, justamente en la homogeneidad. Occidente es incapaz de ver la diferencia como la base de riqueza de la diversidad. De espaldas a esta, continua su proyecto homogeneizante de desarrollo, sembrando exclusión, desarraigo, violencia, pobreza, deterioro de la diversidad y colapso ecológico. 4 Rostow, W. E. 1979. The Stages of Economic Growth, Cambrigde University Press, Cambrigde. pag. 4 VII Congreso SEAE Zaragoza 2006 Nº 206 EL VALOR DE LA DIVERSIDAD La idea de una pretendida universalización que nace con la Ilustración, ha fracasado. El motivo es que la pretendida universalización no era sino occidentalización. El liberalismo occidental que se vende como fuente de libertad, hunde sus raíces en el colonialismo: destrucción de bienes comunales, privatización, producción de mercancías con el único objetivo de obtener beneficio. El capital internacional continúa expandiendo su producción y su mercado único. Todas las formas de vida forman parte de los recursos a explotar y todas las culturas y tradiciones locales son susceptibles de ser mercantilizadas. Conscientes del gran atractivo que supone para las culturas del bienestar las tradiciones exóticas de otras culturas, Occidente las fracciona, las transporta y las comercializa en el mercado mundial. La biodiversidad entra a formar parte de la rueda económica. El proceso para obtener valor de esta diversidad es laborioso. Las culturas locales que, de manera global son molestas, se pueden diseccionar hasta dejar de ser peligrosas y pasar a ser rentables. Las culturas locales se fragmentan en mil pedazos sin sentido porque pierden la noción de formar parte de un todo, de ser el fenómeno que aflora de un sentido interno. Sus fragmentos se transforman en mercancías. Estas partes atomizadas de una cultura que resulta ya sin sentido, se reunifican, estandarizan y homogenizan, de nuevo en el supermercado global. Esta es la falsa permisión de la diversidad cultural. Así Occidente importa cocina étnica, música étnica, folklore, objetos turísticos típicos, técnicas de relajación, y muchas otras. La cultura occidental (el sistema capitalista), tiene la virtud de transformar la vida en mercancías comercializables; es decir, la biodiversidad en dinero. CONCLUSIONES La cultura occidental vive una gran contradicción. De un lado necesita y propicia la unidad, la homogeneidad, la igualdad, la tabla rasa. Es hija de los grandes planes agrícolas, del monocultivo, del mercado único y de la globalización cultural y económica. De otro, es consciente del potencial económico que supone la biodiversidad, por eso intenta preservarla y adueñarse de ella (por su valor económico no por su valor intrínseco). La estructura socio-económica capitalista, es consumidora de biodiversidad como las sociedades agrícolas tradicionales eran, naturalmente, conservadoras de ella (existen sociedades que la consumen y otras que la regeneran). La biodiversidad es un recurso de los pueblos. El mundo industrializado y las sociedades opulentas viven de espaldas a la biodiversidad mientras que el Tercer Mundo sigue dependiendo de ella para tener acceso a una alimentación nutritiva, para el cuidado de su salud, para conseguir energía, para construir sus viviendas y para vestirse. VII Congreso SEAE Zaragoza 2006 Nº 206 El precio del modelo occidental de progreso es la pérdida de biodiversidad y todas las consecuencias biológicas, sociales y económicas, que esto comporta. En estos tiempos de “limpieza étnica”, a medida que el cultivo de lo uniforme invade la naturaleza y la sociedad, hacer las paces con la diversidad está convirtiéndose en una necesidad imperiosa de supervivencia5. BIBLIOGRAFÍA Apel, K.O.1991. La ética del discurso como ética de la responsabilidad. Una transformación metafísica de la ética de Kant. En: Teoría de la verdad y ética. Paidós. Barcelona Beck, U. 1998. La sociedad del riesgo. Paidós. Barcelona. Fernández Buey, F. 1998. En paz con la naturaleza: ética y ecología. En: Durán y Rietchmann. Genes en el laboratorio y en la fábrica.Trotta. Madrid. Jacobs, M. 1991. La economía verde. Icaria. Barcelona. Rietchmann, J. 2000. Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología, ética y tecnología. Los libros de la catarata. Madrid. Shiva, V. 1998. Biopiratería. Icaria. Barcelona. 5 Shiva, V. 1998. Biopiratería, Icaria, Barcelona. pag. 125