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Amazonia, ahora o nunca Es imprescindible que todos asumamos hábitos que conduzcan a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero para proteger el clima y garantizar así el futuro de la Humanidad En las últimas décadas venimos asistiendo a un desproporcionado aumento de los gases de efecto invernadero que están produciendo el calentamiento global de la Tierra y el fenómeno conocido como cambio climático. De entre sus múltiples efectos destacan el incremento de las catástrofes naturales, de las tormentas torrenciales y de la desertización, la desaparición de manantiales, la salinización de fuentes de agua dulce y áreas de agricultura, así como incalculables daños en la flora y la fauna. Todos con importantes consecuencias sobre los seres vivos que habitamos el planeta. Por ello es necesario que gobiernos, empresas y sociedad emprendamos un camino que conduzca a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para proteger el clima y a millones de personas, especialmente a los menos favorecidos, ya que ellos, siendo quienes menos han contribuido a su producción, son los que más están sufriendo sus consecuencias. Y es que hoy el cambio climático es uno de los principales motivos del aumento de la pobreza, migraciones y hambre en el mundo, y de no frenarlo ahora puede llegar a convertirse en la causa de la extinción de nuestra especie. Con el fin de dar a conocer el origen y alcance que puede suponer este fenómeno, Amycos expone el contradictorio caso de Brasil. Se trata un país emergente que, además de contar con la selva tropical más grande de la Tierra -en la que habitan cientos de comunidades indígenas sin alterarla-, es uno de los estados que más contamina. Su fecundo ecosistema alberga pueblos con culturas únicas y milenarias y la biodiversidad más rica conocida. Sin embargo, es precisamente la destrucción de este inmenso bosque, provocada para mantener nuestro actual modelo de producción y consumo, la que origina gran parte de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Esta situación crea además graves y violentos conflictos sociales, vulneración de los derechos fundamentales e importantes disputas territoriales a causa de la apropiación y concentración ilegal de tierras. Caracas La mayor selva del planeta VENEZUELA GUYANA Bogotá B tá GU GUAYANA FRANCESA SURINAM La Amazonia supera los 7.500.000 km2 (15 veces España), repartidos entre 9 países sudamericanos: Brasil (68%) y Perú (13%), que poseen la mayor extensión; seguidos por Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Surinam, Venezuela y la Guayana Francesa. COLOMBIA Q i Quito ECUADOR AMAZONIA BRASIL PERÚ Lima En este vasto conjunto ecológico existen innumerables especies de plantas todavía sin clasificar, cientos de mamíferos, miles de especies de aves, innumerables anfibios y millones de insectos. Brasilia BOLIVIA Sucre 0 El río Amazonas, que da nombre a esta selva, es el más largo y caudaloso del mundo. Su cauce central alcanza los 6.868 km. de longitud, la distancia que existe entre Nueva York y Berlín. El Amazonas (también denominado Negro, Ucayali o Solimões) y sus afluentes, como el Madeira, el Tapajós y el Xingu, transportan más agua que el Misisipi, el Nilo, el Yangtzé y todos sus tributarios juntos. Solo él descarga al océano el 20% del agua dulce de todo el planeta. 1.332 Kilómetros Un jardín y una fuente necesarios La Amazonia es una de las últimas fronteras de la naturaleza virgen y su río aporta la quinta parte del agua dulce del planeta Desde el aire es como mejor se aprecia la inmensidad, riqueza y belleza de este sosegado abismo de copas de árboles. Bajo ellas la Amazonia aparece como el espacio natural más diverso del planeta, la selva tropical más extensa y que acoge la mayor cuenca hidrográfica del mundo. El promedio de volumen de agua del río Amazonas es de 219 mil metros cúbicos, y bastarían dos horas de su flujo para abastecer durante un año a los 8,5 millones de habitantes de Nueva York. Las imágenes que ahora contemplas muestran una Amazonia homogénea, pero en realidad no es así. Su interior esconde un conjunto ecológico que posee diversas características geológicas, geomorfológicos, de suelos, de clima y de flora y fauna. Además de estos tesoros naturales, en la región se da también una gran heterogeneidad social, económica y política ya que su territorio se extiende por diferentes países, con decenas de pueblos indígenas, todos ellos muy diferentes entre sí. El bosque amazónico tampoco es uniforme. Entre los de biomasa densa podemos encontrar bosques abiertos con o sin palmeras, de lianas, secos o inundables, pero también existen tierras de sabana o manglares. Es la mayor reserva de carbono del mundo, con 100 millones de toneladas almacenadas en su masa vegetal. Además, sus árboles, por el efecto de la fotosíntesis, absorben otra gran cantidad del CO2 emitido a la atmósfera, al tiempo que regulan las lluvias de la mayor parte del continente americano. Todo ello convierte a este enorme bosque en elemento imprescindible para el equilibrio del clima mundial y el control del cambio climático. La biodiversidad más importante del planeta En la cuenca del Amazonas, en una superficie equivalente al área de dos campos de fútbol, conviven hasta 300 especies de árboles diferentes La Amazonia es la cuna del 10% de las especies conocidas. En ella habitan incontables plantas, miles de especies de aves y otros mamíferos, innumerables anfibios y millones de insectos, muchos aún desconocidos para la ciencia. En la última década se han descubierto allí 1.200 especies nuevas: 637 plantas, 257 peces, 216 anfibios, 55 reptiles, 16 aves y 39 mamíferos, lo que supone una nueva especie cada tres días. Esto sin contar los invertebrados, como los insectos, que son millares. Esta selva alberga una vida sorprendente y desconocida cuyo potencial se estudia como uno de los tesoros más grandes de la Humanidad. La vegetación amazónica está interrelacionada con el suelo, las aguas y el clima, además de con la fauna. Los animales no pueden vivir ni sustentarse sin la flora, pero ésta también requiere de la fauna para la polinización, fertilización y el reparto de semillas. Otro de los dones de la ecología amazónica y su diversidad está en la gran dispersión de sus especies. Ésta asegura la supervivencia de los ecosistemas múltiples ya que, si su flora estuviera concentrada, se vería continuamente afectada por el ataque y la destrucción de plagas que acabarían con especies completas. La destrucción, ¿pulmón del planeta? Brasil se ha convertido en una economía emergente, pero también en el quinto país más contaminante del mundo El título que, hasta no demasiados años atrás, ostentaba la Amazonia de ‘pulmón del planeta’ no era metafórico. Esta selva mantenía el equilibrio climático: los ingresos y salidas de dióxido de carbono (CO2) y de oxígeno (O2) estaban equilibrados. Ahora ya no. El 75% de las emisiones de CO2 de Brasil se debe a los incendios amazónicos, y colocan a este país en el quinto lugar en la lista de los que más contaminan después de China, Estados Unidos, Indonesia y Japón. Esto demuestra que el principal agente de destrucción de la Amazonia es el hombre, a través de los incendios provocados y la tala indiscriminada de árboles por parte de las empresas agropecuarias y madereras, la gran mayoría ilegal. Este proceso de deforestación también es el responsable de la erosión de los suelos, la polución y la disminución de la cantidad de agua de los ríos, además de incalculables pérdidas en la biodiversidad. El ritmo de deforestación en la Amazonia ha llegado a alcanzar los 20.000/25.000 km2 anuales, lo que equivale a la superficie de Galicia. Pero en los últimos años, y gracias a la presión internacional, de las ongs, de los gobiernos y determinadas empresas, la cifra ha descendido a los 7.000 km2 anuales. El 17% de la superficie amazónica (2’5 veces la superficie de España) ya ha sido destruida y, según las estimaciones científicas, una deforestación del 30% sobre la superficie actual tendría consecuencias drásticas e irreversibles en el clima mundial. Si el nivel de destrucción actual continúa, la selva amazónica perderá hasta un 50% de su tamaño en 2050, lo que supondrá graves problemas para millones de seres humanos. ¿Desarrollo? Brasil ha crecido económicamente, pero a costa de destruir el bosque y de provocar conflictos enormemente violentos En los últimos años la Amazonia se ha convertido en la despensa del planeta: uno de los mayores productores de grano, carne y materias preciosas, sin olvidar que su río alberga la mayor reserva de agua dulce del planeta, líquido vital para la vida humana. Esto ha originado elevados niveles de “desarrollo” al tiempo que ha generado importantes impactos sociales y ambientales. Así, a la Amazonia llegaron primero los madereros y los buscadores de oro y diamantes; después, los ganaderos; más tarde, los productores de soja, arroz y caña de azúcar; y ahora, además, multinacionales relacionadas con los biocombustibles y las hidroeléctricas. Todas estas actividades han llevado, en cifras generales, el progreso económico al país, pero también han producido daños irreversibles al ecosistema. Para poder desarrollarse, sobre todo la ganadería y la agricultura extensiva, ha sido “necesario” talar la selva para obtener pastos o tierras de cultivo. Por eso Brasil es hoy, con diferencia, el mayor “deforestador” mundial: uno de cada dos árboles talados en el mundo está en la Amazonia. El impacto de estas acciones sobre el clima es ya indudable. La temperatura media del planeta aumentó 0’6 ºC en el siglo XX, y la previsión para el siglo XXI es de un incremento entre 1´5 y 5’5 ºC. Estos cambios de temperatura tendrán consecuencias trágicas en muchas poblaciones del mundo. Por otro lado, de igual forma que los beneficios de este modelo no se reparten de forma equitativa, los perjuicios no serán tampoco iguales para todos, ya que no todo el mundo contará con los mismos recursos y posibilidades para hacer frente a los conflictos que tendrán lugar. Por eso el cambio climático es un factor que agudizará la pobreza y las desigualdades sociales, problemas que ya están siendo fomentados por el sistema vigente de relaciones internacionales y los insostenibles niveles de consumo y depredación del planeta. Los guardianes de la selva Se estima que en la Amazonia viven 1,5 millones indígenas con una gran diversidad de culturas y lenguas En la Amazonia viven 39 millones de personas, de ellos 7 millones habitan en las áreas rurales y 1,5 son poblaciones llamadas “tradicionales”, por ocupar la selva desde tiempos inmemorables. Entre ellos se encuentra el 60% de la población indígena de Brasil. Se estima que unos sesenta grupos evitan deliberadamente el contacto con la sociedad buscando refugio en el interior de la selva. Estas comunidades acumulan una cantidad inconmensurable de conocimientos tradicionales acerca de sus ecosistemas. Por ejemplo, conocen muchos de los principios activos utilizados actualmente en la medicina moderna o modelos y prácticas sostenibles de convivencia con la naturaleza. Su nivel de conservación es tal que, en los territorios que han logrado mantener bajo su propiedad, la diversidad ecológica y forestal continúa intacta. Tampoco debemos olvidar que su riqueza antropológica es inmensa: atesoran culturas y lenguas diferentes, lo que incrementa y enriquece la diversidad del planeta. La conexión espiritual, tradicional, social y económica de estos pueblos con sus tierras originarias es vital para su existencia. Han desarrollado un significativo derecho basado en los usos y costumbres de sus antepasados y en el que prevalece el valor de lo comunitario frente a lo individual, así como una particular cosmovisión en lo espiritual. Una rebelión silenciosa Las tierras demarcadas como indígenas, aquellas cuya propiedad pertenece a sus comunidades, han conservado la selva primaria Pese a que los pobladores originales de la Amazonia han convivido y preservado la selva desde siempre, en completa armonía con la naturaleza y haciendo con ello un gran favor a la Humanidad, las poblaciones tradicionales son víctimas constantes de la ocupación de su territorio, lo que convierte sus medios de vida y el de sus comunidades en simples negocios para unos pocos. Aunque su derecho a la tierra está recogido constitucionalmente desde 1988, los grandes terratenientes y multinacionales (de soja, arroz, caña de azúcar,…) llevan a cabo violentas campañas contra los indígenas, siguen invadiendo su tierras, destruyendo los bosques, desviando los cursos de los ríos y contaminando las aguas. Ejercen además una súper explotación de la mano de obra, lo que origina la emigración forzada de estas poblaciones y la pérdida de su identidad cultural. Todo ello promoviendo la concentración de la propiedad de la tierra: solo 25.000 grandes terratenientes ocupan el mismo área que 1,5 millones de personas. Esta suma de factores ha supuesto que en las tres últimas décadas hayan sido cientos los indígenas, campesinos, sindicalistas y religiosos asesinados a causa de disputas por la tierra y sus recursos naturales en todos los estados de la Amazonia. De no conservar la tierra en manos de los indígenas y sus poblaciones tradicionales, que llevan milenios conviviendo con ella, la selva amazónica podría desaparecer en menos de un siglo.