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BIOÉTICA BIOÉTICA Y LAS NUEVAS FRONTERAS DE LA COMUNIDAD MORAL DE PERTENENCIA Gilberto Cely Galindo, S.J.* S iendo el ser humano un animal social y territorial, se va construyendo moralmente a lo largo de toda su vida dentro de las fronteras espacio-temporales de los pequeños, medianos y grandes grupos sociales en los cuales desarrolla su existencia. La vida familiar es la primera y principal “comunidad moral de pertenencia”, sea esta familia extensa o nuclear. La guardería infantil, el colegio y la universidad, así como las amistades de barrio, de parroquia y de clubes, como también los ambientes laborales se constituyen en nuevos y variados escenarios humanos en los cuales se negocian y ajustan normas éticas de convivencia. La comunidad moral de pertenencia adquiere en nuestros días dimensiones universales y una complejidad cultural no antes vista, pues trasciende todo límite territorial con innumerables lenguas y costumbres. Lo bueno, lo malo y lo feo de los pueblos trasgrede fronteras sin pedir permiso a nadie, pues los medios masivos de comunicación social y la rapidez de los transportes llevan consigo la inmediatez de los acontecimientos mundiales y la mezcla indiscriminada de la variopinta condición humana. De la misma manera como Internet, la radio, la televisión y la telefonía celular penetran por todos los recovecos del planeta y de las personas –acortando distancias, comprimiendo el tiempo y borrando fronteras– la nueva comunidad humana globalizada se convierte hoy en una pequeña aldea global, con una red invisible de valores y antivalores morales, unos endógenos y otros, la mayoría, oriundos de culturas lejanas, modos diver- * Profesor-investigador en Bioética. Pontificia Universidad Jave riana. 24 sos de vida que se imponen progresivamente como patrones de conducta que rompen con los esquemas de la primera socialización lograda en el seno familiar y escolar, dando lugar a múltiples conflictos generacionales. La gente joven es la más proactiva en estos cambios permanentes de formas de sentir, pensar y de reordenar sin tregua su ethos vital. Por ethos entendemos aquí, tanto la forma de vivir la vida cada cual a su manera, negociando con los demás unos mínimos éticos de convivencia a través de mutua tolerancia, como también la arquitectura ética sociocultural derivada de las conductas prevalentes de la mayoría de los individuos que conforman una comunidad moral de pertenencia. Se habla, entonces, de una comunidad o sociedad contemporánea cada vez más permisiva, más heterogénea, más cambiante e inestable en los valores, más propensa a reacciones emocionales que tienden hacia el hedonismo, menos reflexiva, incoherente con sus ancestros culturales y religiosos, y más propensa a un relativismo moral que tanto mortifica a los mayores. Las novedades tecnocientíficas masajean placenteramente y sin cesar, tanto el intelecto como el mundo de las emociones de la franja joven de la población, y así la tecnociencia se convierte simultáneamente en causa y efecto, en el motor principal de los cambios actitudinales en la contemporánea Sociedad del Conocimiento. Por otra parte, con el prodigioso progreso de los medios masivos de transporte, en 36 horas una enfermedad puede migrar y darle la vuelta al globo terráqueo convirtiéndose en pandemia, haciendo de la salud pública un problema global que demanda recursos y gestión supranacionales. Tengamos en cuenta también que una decisión tomada por un país poderoso puede conducir vertiginoLaboratorio Actual • Año 26 • No. 42 • Septiembre de 2010 samente a una tercera guerra mundial de consecuencias catastróficas para todos los seres humanos y el globo terráqueo. Los gases, las sustancias químicas y radiactivas que vertemos a la atmósfera o al océano en un lugar del planeta, contaminan todo el planeta que nos pertenece a todos, pues no tenemos sino una sola atmósfera y un solo océano interconectados. Si en una región destruimos una especie animal, vegetal o microbiana, el daño se universaliza a todos los seres vivientes, incluyendo al humano, pues afectamos negativamente el fenómeno de la vida toda y de las cadenas tróficas. Sucede otro tanto cuando el daño lo hacemos a los seres inorgánicos, pues sin ellos no puede existir la vida en la Tierra. Lo abiótico y lo biótico están entrelazados. Como también están entrelazadas la diversidad biológica y la diversidad cultural de tal manera, que la pérdida de una es simultáneamente pérdida de la otra. Nunca como antes, los avances del conocimiento nos advierten de tomar conciencia moral holística de nuestro ser en el mundo, y también de las responsabilidades holísticas que de allí se derivan en biopolítica, de la cual se ocupa también la Bioética. Somos ciudadanos del mundo. Es decir, nuestra comunidad moral de pertenencia ya no es solamente la aldea, sino el planeta en su totalidad. Más todavía, cuando los avances del conocimiento tecnocientífico nos empoderan para realizar acciones con efectos gigantescos para bien o para mal de todos. Tanto los bienes del mercado como los de la cultura, bienes materiales y espirituales, circulan por todo el globo favoreciendo a unos y perjudicando a otros. Los medios de transporte llevan y traen mercancías y productos culturales por todas partes. Y los medios electrónicos de comunicación social han convertido el mundo en una minúscula tribu donde todo se sabe en el mismo momento en que sucede y, además, los acontecimientos foráneos repercuten en la reacomodación de los hábitos de vida y los quehaceres locales. Ante el proceso incontenible de globalización, tenemos que aprender a pensar globalmente y actuar localmente. Tenemos que hacer consensos éticos universalizables y aplicarlos en el per diem de nuestras vidas. La Bioética, como nueva ética que se las arregla con la complejidad del fenómeno de la vida eco-bio-psico-socio-espiritual, está llamada a responder a estos retos con propuestas micro, meso y macrobioéticas que satisfagan las innumerables inquietudes y dilemas morales de la Sociedad del Conocimiento tecnocientífico dominante en el mundo contemporáneo. Sociedad mediada por los avances homogeneizantes de la ciencia y la tecnología que la hacen cada vez más compleja y difícil por sus condiciones de abierta a intercambiar información, de ser multiétnica, multirracial, multicultural, multirreligiosa, laica y organizada en tonos diversos de democracia liberal. Laboratorio Actual • Año 26 • No. 42 • Septiembre de 2010 Toda esta complejidad enrarece el ethos moral de los individuos y de su comunidad de pertenencia, genera incertidumbre, agudiza los conflictos y propicia modos disímiles y hasta antagónicos de pensar las soluciones éticas a la gigantesca interrelación de problemas humanos que impactan también los ecosistemas que los soportan. En este escenario se vuelve borroso el concepto de verdad y con éste los de bien y valor. Para muchos, entonces, adviene la angustia y escepticismo existencial porque se les mueve el piso de sus seguridades y creencias. Los más tradicionalistas piensan que hemos ingresado a un tipo de sociedad marcada de relativismo moral donde, como en la lucha libre, todo vale. Lo cierto es que se escucha un clamor general por una nueva ética que salga al paso de la problemática contemporánea global que hace crisis en el mundo de la vida. Esta nueva ética global lleva el prefijo Bios como opción fundamental por el cuidado de la vida en el planeta, vida biológica y vida cultural. La suerte de la Bioética se juega en la capacidad que esta tenga de ofrecer respuestas sapienciales universalizables. Es decir, de la obtención de consensos amplios e incluyentes entorno al cuidado práctico de la vida toda, de su calidad y de su sentido, a favor de las actuales y futuras generaciones humanas, en solidaridad ecológica. De la suerte de la Bioética depende la suerte del ser humano y del mundo. Pero la Bioética no tiene vida propia, no es un ente independiente de todos los demás, sino que vive en cada uno de los seres humanos. Especialmente en aquellos pensadores orgánicos de la sociedad, personas e instituciones que tienen directa responsabilidad de investigar, enseñar y divulgar la transdisciplina que llamamos Bioética y que se encarga de dotar de sentido existencial a cada uno de los miembros de la moderna comunidad social de pertenencia. La Bioética tendrá futuro si su estatuto teórico tiene “polo a tierra”. Si es teórico-práctica. Vale decir, si su modo de pensar, de fundamentarse, si sus análisis críticos y sus marcos conceptuales parten de los problemas reales y ofrecen soluciones pragmáticas y rápidas para resolverlos, emprendiendo acciones para ello. La conexión al mundo de la vida real, a la de cada individuo y al de su comunidad moral de pertenencia es una condición necesaria para que la Bioética sirva para algo, goce de respeto y tenga vida larga. Más allá de una Bioética clínica, de gran importancia en el ámbito de las ciencias de la salud, como también de una Bioética para la investigación científica en temas de tanta trascendencia como la genética, la biofísica, el bioderecho, la informática, etc., tendríamos que hablar de Bioética global que hunde sus raíces en lo ambiental, estira sus frondosas ramas en acciones biopolíticas transfronterizas y hace compromisos con la diversidad 25 cultural donde topamos con tópicos morales de tanta trascendencia como lo multiétnico, lo multirracial, lo multirreligioso y con tantos otros aspectos de la polifacética vida humana. la Sociedad del Conocimiento tecnocientífico, también llamada Sociedad del Riesgo, nada de lo humano le es extraño, pues todo está interconectado en el mundo de la vida y exige polo a tierra de carácter moral. Para quien piensa globalmente la Bioética y está convencido de que ella es la ética nueva que reclama 26 Laboratorio Actual • Año 26 • No. 42 • Septiembre de 2010