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DESCUBRIENDO Y AMPLIANDO NUESTROS RECURSOS CURATIVOS Re-educándonos para la salud y la vida… La humanidad siempre ha sabido, de forma más o menos instintiva, que todas las enfermedades resultan de un trauma psicológico, lógicamente, menos las ocasionadas por falta de alimentación, sobrecargas mecánicas y envenenamientos o intoxicaciones. En nuestra cultura, en este sentido tuvimos ejemplos como Hipócrates y Aristóteles, y mucho después, Paracelso, Stahl, y muchos otros tras largas y solitarias investigaciones. Lamarck fue el primero en elaborar una teoría completa de la evolución de las especies en que las condiciones del medio ambiente impulsan la evolución. Nuestra comprensión occidental es que nuestro cuerpo viene de una evolución de las distintas especies y como humanos, mamíferos, estamos dotados de pautas de comportamiento heredadas, codificadas en nuestro cerebro. Toda la evolución se rememora en el embrión. Ante una hostilidad en el medio, todo el ser se pone en marcha con un impacto porque se pone en peligro el código de supervivencia. En realidad, rememoramos los conflictos que sufren todas las especies en su evolución. Nuestras células, con su memoria biológica, según los conflictos, han ido formando las correspondencias cerebrales y orgánicas. En la historia de la evolución los seres vivos han colaborado para mayores ventajas adaptativas, formando diferentes capas embrionarias, según los requerimientos del medio. Requerimientos básicos del medio como la obtención de energía para subsistir, de defensa, sociales, de estructura y movimientos, de comunicación y relación con el territorio. A estos contenidos de codificación de supervivencia como territorios, defensa, jerarquía, contacto, estructura, condicionamientos sexuales, elaboración del lenguaje, etc… Debemos tener en cuenta los matices culturales de educación, tradición, costumbres, religión, geográficos, medioambientales, etc…en los que entrarían nuestra propias experiencias individuales, raíles de la primera infancia que nos predisponen a la vulnerabilidad. Según nuestros puntos de referencia vamos tomando hábitos de confrontar los conflictos. La enfermedad, considerada desde esta interpretación, es el resultado del permanente intento de adaptación al medio. Todo ser vivo puede encontrarse ante una situación en la que el requerimiento biológico no pueda ser satisfecho de manera satisfactoria, provocándole un conflicto biológico y así los signos y síntomas que se observan es una respuesta a estos requerimientos conflictivos, que tienen el sentido de solucionar el conflicto biológico. La aportación que ha dado Hamer a la humanidad, con sus descubrimientos, supone una precisión y dimensión únicas y claras. Considera al ser humano en una unidad: psíquica, cerebral y orgánica. De este modo podemos comprender la procedencia biológica (el suceso de shock) de nuestros sufrimientos, y reconocerlos a nivel del alma (pensamientos forzados), del cerebro (los denominados focos de Hamer o edemas cerebrales) y en el órgano (alteraciones orgánicas o síntomas funcionales). Los fundamentos de esta comprensión se basan en cinco leyes biológicas de la naturaleza, y en una serie de reglas biológicas. Es de vital importancia comprender el concepto de contenido biológico del conflicto, que no se trata de un problema emocional o de un conflicto psicológico construido de forma intelectual. Como mamíferos, tenemos pautas de comportamiento heredadas, insertadas en nuestro disco duro biológico. Son programas de supervivencia que los seres han tenido que ir procesando, en interacción con el medio, desde el primer ser unicelular hasta hoy, en las necesidades de respuestas de adaptación, cuando peligraba su supervivencia. Es así que hemos ido formando nuestros órganos, precisamente, para realizar las funciones de supervivencia, por lo que hemos ido adquiriendo condicionamientos biológicos. Las funciones más básicas, primitivas o arcaicas, de pura supervivencia, están registradas en el tronco cerebral, proceden de la hoja embrionaria interna o endodermo, y lógicamente son las que corresponden a las funciones vitales de obtención de energía, como respirar, tragar, digerir, eliminar el alimento, reproducirse, etc. Se van desarrollando nuevos órganos, con el objetivo de protección, de dar soporte, de creación de la conducta mamaria, de regular el medio interno, etc., con lo cual vamos insertando programas, no sólo de obtención de energía sino también de defensa, soporte, y siguiendo la historia de la evolución, al reunirse los seres en grupos (manadas) para su supervivencia, vamos condicionándonos también en cuanto a las relaciones, sexo, jerarquía, lenguaje, defensa de territorios, etc., órganos comandados por la corteza cerebral, proveniente del ectodermo, como epidermis, periostio, bronquios, vías biliares, etc. Así pues, desde esta comprensión, el conflicto biológico es un programa especial de supervivencia, que se pone en marcha a partir de un shock (suceso) conflictual, rememoración del contenido del conflicto que tuvieron los seres en determinadas épocas evolutivas, para lo que se hacía necesaria una adaptación, o sea una segunda oportunidad ante un impacto inesperado. El organismo busca entonces solución por medio de una alerta (stress), con pensamientos compulsivos, no elegidos, frío y falta de apetito y de sueño, o sea una situación de simpaticotonía permanente, que intenta llevar al individuo a una solución de conflicto, en la que se invierte la inervación dando paso a la vagotonía, con un proceso de reparación en el que experimentaremos cansancio, y la mayoría de los síntomas que llamamos enfermedad y que no son más que parte del proceso de regeneración, reparando los órganos según su procedencia embriológica. En el ser humano se reproduce durante la gestación del embrión (ontogénesis), los hitos esenciales de la evolución de las especies (filogénesis). En este maravilloso proceso se despliegan las tres hojas blastodérmicas, las tres capas en el cerebro, así como los demás tejidos y órganos con sus relés o centros de control y “cerebros” celulares y orgánicos. Por la embriología sabemos que dentro de los primeros diecisiete días del estado embrionario se desarrollan tres capas germinales: endodermo, mesodermo y ectodermo, a partir de las cuales se originan todos los tejidos y órganos. Cuando un feto se desarrolla durante la fase embrionaria (ontogénesis), el organismo que crece pasa a través de todas las etapas de la evolución (filogénesis). Durante este viaje a través de la evolución - desde una criatura unicelular hasta un ser humano completo - las tres capas germinales dirigen paso a paso el desarrollo del organismo entero. También en el periodo embrionario, en la vida intrauterina, el ser puede sufrir conflictos, bien de forma autónoma o bien porque los sufra la madre y se cierren los vasos que alimentan la placenta. Los conflictos que haya sufrido la madre hasta el embarazo quedarán para ella como “anulados” hasta después, ya que la criatura tiene absoluta prioridad, salvo cuando durante el embarazo se encuentre en fase activa y pueda provocar un aborto. “Nosotros humanos tenemos un código congénito propio como los animales. Las personas viven desde hace millones de años en las mismas zonas de la tierra como los leones y los depredadores. El rugido del león es para nosotros personas una señal de alarma. Es algo innato e incluso el embrión debe reconocerlo y se intranquiliza enormemente. Nuestras sierras circulares imitan de alguna manera el rugido y bufidos de un depredador. La madre embarazada, en general, en nuestra civilización ha perdido considerablemente sus instintos. Sin pensar se acerca a una sierra circular funcionando o ayuda ella misma incluso, a serrar sin darse cuenta que su niño está en su vientre y cae en terrible pánico pues puede considerar que la madre está expuesta a ser comida por el león en el próximo instante con su embrión. Según cuando ocurre el primer conflicto biológico, su duración y frecuencia y naturalmente depende también de cómo ha vivido el embrión el primer conflicto biológico, vemos después del nacimiento parálisis de motricidad o sensoriales, o ambas combinadas, a menudo también constelaciones esquizofrénicas. Basta con que el niño haya escuchado el rumor de una máquina perforadora para sufrir de un nuevo conflicto en el otro lado cortical del cerebro nuevo. Además queda el peligro que el niño quede muchos años con ambos conflictos en constelación esquizofrénica, porque los padres, sin saberlo, más adelante, se paseen con el cochecito delante de una sierra, que es casi ya un instrumento casero... Nuestro cerebro no tiene estos ruidos de nuestra civilización incluidos en nuestro programa, sino asociados con los peligros, que por motivo de nuestras adaptaciones filogenéticas han sido insertados en nuestro programa” (Geerd Hamer). Los niños también pueden hacer conflictos de motricidad y de resistencia, entre otros, por peleas de los padres. “Una mujer camina por la acera con su hijo. Inesperadamente, el niño corre hacia la calle y es alcanzado por un automóvil. Naturalmente, la madre entra totalmente en pánico. Ella sufre, en términos biológicos, un ”conflicto de preocupación madre-hijo“ e instantáneamente se conecta el Programa Biológico Especial para este conflicto en particular. Con el choque del conflicto, ella entra a la primera fase, la fase activa del conflicto, con síntomas muy definidos: mentalmente, ella se encuentra totalmente preocupada por lo que ocurrió, no puede dormir, no puede comer, sus manos y pies se encuentran fríos– es por eso que la fase activa del conflicto es llamada también la fase FRÍA. Si la mujer es diestra, el conflicto impactará en el lado derecho del cerebelo (cerebro antiguo) en el área que controla las glándulas mamarias de su mama izquierda. Si el ”conflicto de preocupación“ fuera sobre una pareja, la mama derecha sería la que sufriría las consecuencias. Con las mujeres zurdas esto es al revés. En el momento en que el conflicto hace impacto en el cerebro, las células cerebrales afectadas envían una orden a las células del cuerpo correspondientes, para estimular la producción de células especializadas de la glándula mamaria para producir más leche para el debilitado niño. Incluso aunque la madre no esté dando de mamar, el suceso/impacto dispara el inicio de esta respuesta como lo ha estado haciendo por millones de años. Mientras la madre se encuentre en actividad de conflicto, las células mamarias se multiplicarán formando un tumor glandular mamario, como en conflictos dentro de lo que una mujer considera ser su ”nido“,su hogar, sus hijos, su pareja, su pareja, su mascota, su lugar de trabajo. Cuando el niño se encuentra bien de nuevo, resolución de conflicto, se inicia la segunda fase. En la fase de regeneración/curación, la mujer se encontrará muy cansada, recuperará su apetito, sus manos y pies volverán a estar calientes, – es por eso que la fase de curación es llamada también la fase CALIENTE. Desafortunadamente es en esta fase también, en la que el paciente desarrolla inflamación, fiebre, infección y puede sufrir dolor. En el órgano observamos también un cambio instantáneo: con el niño sano y salvo, no hay razón para producir más células de la glándula mamaria. El tumor parará de crecer inmediatamente y las ahora superfluas células serán reducidas con la ayuda de bacterias especiales, que se encuentran en espera para realizar exactamente esa tarea. Debido a que los microorganismos son tan indispensables para nuestra supervivencia, sus diferentes acciones también fueron programadas en el cerebro que ahora controla sus muchas y múltiples actividades en nuestro cuerpo En la co-existencia con ellos, se demuestra que dan mantenimiento a nuestros órganos y tejidos. Mientras que las glándulas mamarias son afectadas cuando una mujer sufre un ”conflicto de nido madre-hijo“, los conductos galactóforos se afectarán cuando ella enfrente un conflicto de separación, por ejemplo, si su hijo, su madre o su pareja fuera ”arrancado de su pecho“. Debido a que los conductos galactóforos son controlados por la corteza sensorial en el cerebro (cerebro nuevo), el tejido responderá de manera distinta: durante la fase activa del conflicto. Los conductos de la leche muestran pequeñas úlceras con el propósito biológico de ampliar el diámetro de los conductos para ayudar a la descarga de la leche que “es requerida”. Tan pronto como se resuelva el conflicto, el tejido ulcerado será restituido y las cicatrices se reducirán lentamente durante el proceso de curación” (Geerd Hamer).